Benedicto XVI: Juan Bautista, testigo de la verdad sin compromisos
Palabras en la alocución del Ángelus en la solemnidad del nacimiento del profeta
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos las
palabras que pronunció Benedicto XVI este mediodía desde la ventana de su
estudio a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del
Vaticano para rezar la oración mariana del Ángelus.
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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, 24 de junio, la liturgia nos invita a celebrar la solemnidad del nacimiento
de san Juan Bautista, cuya vida está totalmente orientada hacia Cristo, como la
de su madre, María. Juan Bautista fue el precursor, la «voz» enviada a anunciar
el Verbo encarnado. Por este motivo, conmemorar su nacimiento significa en
realidad celebrar a Cristo, cumplimiento de las promesas de todos los profetas,
entre los que el Bautista fue el más grande, llamado a «preparar el camino» al
Mesías (Cf. Mateo 11,9-10).
Todos los Evangelios comienzan la narración de la vida pública de Jesús con el
episodio de su bautismo en el río Jordán por parte de Juan. San Lucas introduce
la aparición del Bautista en un contexto histórico solemne. También mi libro
«Jesús de Nazaret» comienza con el Bautismo de Jesús en el Jordán,
acontecimiento que tuvo una enorme resonancia en aquellos tiempos.
Desde Jerusalén y desde toda Judea la gente llegaba para escuchar a Juan
Bautista y bautizarse en el río, confesando los propios pecados (Cf. Marcos 1,
5). La fama del profeta que bautizaba creció hasta el punto de que muchos se
preguntaban si no era él el Mesías. Pero él, subraya el evangelista, lo negó
decididamente: «Yo no soy el Cristo» (Juan 1, 20).
De todos modos, él sigue siendo el primer «testigo» de Jesús, pues recibió del
Cielo esta señal: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre
él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo» (Juan 1, 33). Esto es lo que
sucedió precisamente cuando Jesús, tras recibir el bautismo, salió del agua:
Juan vio cómo bajaba sobre él el Espíritu como una paloma. Entonces «conoció» la
realidad plena de Jesús de Nazaret y comenzó a «manifestarlo a Israel» (Juan 1,
31), presentándole como Hijo de Dios y redentor del hombre: «He ahí el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29).
Como un auténtico profeta, Juan dio testimonio de la verdad sin compromisos.
Denunció las transgresiones a los mandamientos de Dios, incluso cuando los
protagonistas de las mismas eran potentes. De este modo, pagó con la vida la
acusación de adulterio a Herodes y Herodías, sellando con el martirio su
servicio a Cristo, que es la Verdad en persona.
Invoquemos su intercesión, junto con la de María santísima, para que también en
nuestros días la Iglesia sepa mantenerse siempre fiel a Cristo y testimoniar con
valentía su verdad y su amor a todos.
[Tras la oración del Ángelus, el Santo Padre saludó a los peregrinos en
varios idiomas, en italiano dijo:]
Este domingo que precede a la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, e Italia
se celebra también la Jornada por la caridad del Papa. Queridos fieles
italianos, os doy profundamente la gracias por la oración y por la ayuda
solidaria con la que participáis en la acción evangelizadora y caritativa del
sucesor de Pedro en todo el mundo.
[En español, añadió:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Os exhorto a vivir
santamente, para que, siguiendo la voz de San Juan Bautista, el precursor, cuya
festividad celebramos hoy, podáis llegar con alegría al Salvador, Nuestro Señor
Jesucristo, el Hijo de María. ¡Feliz domingo!
[Traducción del original italiano realizada por Zenit
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