INTRODUCCIÓN


El encuentro y la controversia con otras religiones acompañan a la Iglesia desde su origen. Ambas cosas no se pueden separar. La humanidad, a la que atañe el mensaje de salvación en Jesucristo, ha expresado su determinación de criatura en las diferentes religiones, antes y después de esa revelación de la voluntad salvífica de Dios. Con ello testifica, que el hombre es «capaz de Dios» y «es llamado a reconocer a Dios y a amarle» (Catecismo de la Iglesia Católica, cap. I). Las diferentes religiones son ejemplos vivientes de esto. El hombre que busca a Dios testimonia este hecho, también cuando piensa que ya ha encontrado la respuesta a esta cuestión fundamental de su vida en otras religiones. Pertenece a la autocomprensión de una religión, que el hombre que busca experimenta en ella una respuesta. Solamente con respecto al acontecimiento de Cristo estas respuestas pueden desentrañar su carácter histórico provisional. Por eso, el ocuparse de otras religiones encierra siempre para el teólogo cristiano un doble esfuerzo. Lo primero es el reconocimiento de lo que es propio de una tal religión y lo que la distingue. Y lo segundo, para el teólogo, la interpretación incondicional de esos fenómenos y características esenciales en relación con las verdades de fe, que son el presupuesto de su propia existencia y de su pensamiento. Sólo así cumple él con las condiciones de un verdadero y auténtico diálogo de la fe.

Con lo cual sigue el camino marcado por los escritos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Su guía en esta tarea es, por tanto, en la primera parte, tener ante sus ojos ejemplos selectos. Una labor teológica con las religiones de la humanidad tiene que empezar con su fundamento bíblico. Éste preserva de una supuesta teoría de la religión, abstracta y sin compromiso, «multireligiosa», obligada interpretación del diálogo, que no merece ese nombre. Los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento tienen que ver, por el contrario, con las otras religiones realmente como son y con su reivindicación de la verdad. Solamente cuando la pregunta acerca de la verdad y acerca de Cristo, a la que él contesta (Jn 14, 6), permanece a la vista, podemos hablar de un diálogo teológico. Solamente así se sabrá lo que otra religión es esencialmente.

La segunda parte muestra a través de ejemplos escogidos dónde a lo largo de la historia esta línea bíblica presagiada se ha convertido en determinante a través de la historia de la teología y dónde, como en el caso de Lessing y Troeltsch, ha cambiado o ha sido abandonada en favor de otras categorías de interpretación. Renunciamos a una visión que compendie el desarrollo de la temática a lo largo de la historia de la teología. Preferimos que los ejemplos escogidos ayuden a presentar modelos diferentes, que han tenido relevancia para nuestro tema más allá de lo corriente. Quieren afinar el propio juicio teológico y dar criterios para el trabajo propuesto.

La tercera parte se dedica a la orientación fundamental, que nos da el concilio Vaticano II, y a continuación de él afirmaciones aisladas del magisterio en relación con las religiones no cristianas. Un concilio ha dedicado a este tema, por primera vez en la historia de la Iglesia, un esquema propio. Lo asombroso y la vez indicador de caminos para cualquier trabajo teológico futuro en este tema reside en el modo y manera cómo es tenida en cuenta plenamente aquí la nueva situación del mundo y como ésta es considerada sin solución de continuidad con los testimonios de la Escritura y de la Tradición.

El tratamiento modélico de las formas fenomenológicas y de las características esenciales de cada religión y su interpretación teológica es también el fundamento metodológico de la cuarta parte. En ella se trata, tanto de la representación de los puntos claves de la religión tratada, como también de la relevancia teológica de éstos. El lector dispone, por otra parte, de compendios de mayor o menor extensión y resúmenes sobre las religiones no cristianas. El teólogo necesita además de tales informaciones fundamentales, de una hermenéutica paradigmática. A este fin le sirven los temas característicos y centrales para su comprensión de una religión. Pero al mismo tiempo, la elección de los temas está determinada por un acceso teológico obligatorio al Evangelio de estos materiales religiosos desconocidos. Aquí se encuentran los irrenunciables presupuestos de la comprensión. El que a causa de una supuesta «objetividad» piensa que puede prescindir de ellos, no puede vincularse con la exigencia de un trabajo teológico. La aquí exigible «imparcialidad» está precisamente en que el «consentire cum ecclesia» no se vea dejado a un lado en este encuentro. Ésta es condición previa para la autenticidad del diálogo, también en sus detalles.

El «depositum fidei» confiado a la Iglesia no necesita suplementos. Defenderlo con profundo rigor y con nueva actualidad es lo que necesita para facilitar el encuentro con los contenidos y con la expresión de vida de las otras religiones. Corresponde al condicionamiento histórico de la verdad cristiana, que con cambiantes perspectivas de interpretación y comprensión se abran nuevas perspectivas de percepción. Las religiones para nosotros extrañas, en varios sentidos «venidas más cerca», lo exigen.

En «Las líneas directivas para una teología de las religiones» (parte 5)1 se tiene en cuenta, que la situación cambiada del mundo se refleja en el cambio de las religiones. Su contacto anterior con el cristianismo, con su imagen del hombre y con su ética, pero también los derechos del hombre y los conceptos humanitarios, han dejado sus huellas en nuevas y actuales autocomprensiones de esas religiones. Por una parte, hay aquí nuevos presupuestos para el encuentro de las religiones. Por la otra, estos desarrollos han conducido precisamente, a que éstas propongan al mundo su mensaje con una hasta ahora no expresada y desconocida naturalidad universal. Elementos de la verdad cristiana y su iniciativa misionera van al encuentro del teólogo en los actuales diseños religiosos desconocidos, por decirlo así, como en una «imagen reflejada en el espejo». Hoy hay que tener en cuenta este punto de partida en el acceso teológico a las religiones.

En las «Líneas directivas» se renuncia a presentar los muchos esquemas de diálogo y contribuciones de la teología al encuentro con

1. <‹Leitlinien für eine Theologie der Religionen», Teil 5. (Notas directivas para urca teología de las religiones, Parte 5).

las religiones en detalle. Algunas de ellas son tenidas en cuenta, donde el contexto lo pide. También aquí las referencias de literatura deben animar a continuados estudios y no resultan innecesarias por ser un simple resumen de estas voces actuales. También aquí hay que dar preferencia al ejemplar metódico. Se trata de proporcionar estímulos para un continuado trabajo teológico independiente en estos temas. No se verifican en las diferentes situaciones, con frecuencia diferentes, a las que la Iglesia universal se ve expuesta en esta tarea y con diferente urgencia. Este tomo quiere estar sometido a la finalidad de toda la colección. El material presentado tiene que conservar su transparencia para otros posibles puntos de partida teológicos. La unidad que lo mantiene es la de la fe católica, no la suma de opiniones teológicas, y mucho menos su uniformidad.