5.- LA HISTORICIDAD DEL HOMBRE

NOTA PRELIMINAR

147 La teología clásica contemplaba el tema del hombre creado a imagen de Dios dentro del contexto de la espiritualidad del alma: el hombre, participa efectivamente de la específica semejanza con Dios precisamente por su vida intelectual. Esta consideración de la imagen en sí misma está plenamente justificada, pero no corresponde del todo con el punto de vista de la revelación. La Escritura habla de la imagen no de una manera estática -describiendo lo que es el hombre-, sino más bien de una manera dinámica -refiriéndonos su devenir y su desarrollo-; por eso, la revelación de la imagen de Dios en el hombre está al comienzo del libro del Génesis, donde se narra la historia primordial del pueblo de la alianza. Deseando mantener la perspectiva bíblica, pasamos en nuestra antropología teológica del tema de la imagen al de la historicidad del hombre.

148 La historicidad es una dimensión de la existencia humana de la que ha sido consciente la teología desde el principio, aun cuando no la haya convertido en objeto de reflexión explícita. La verdad es que hasta hace pocos decenios no se hablaba mucho en teología de historia y de historicidad: resulta significativo el hecho de que en las grandes enciclopedias teológicas sólo han aparecido muy recientemente artículos dedicados a esta categoría. Los teólogos se preocupaban más de las esencias de las realidades, naturales y sobrenaturales, que de su existencia concreta y de su devenir. Cuando se hablaba de «historicidad» se quería decir sencillamente que un hecho determinado había acaecido en el espacio y en el tiempo (por ejemplo, la «historicidad» de la muerte y la resurrección de Cristo).

149 La preocupación por la historia, entendida como un aspecto de toda existencia, es un «signo de los tiempos». La viva conciencia de la historicidad ha penetrado en la civilización contemporánea y se ha demostrado indispensable para comprender el fenómeno humano bajo el aspecto cultural, sociológico, económico, etc. Pues bien, la teología no puede ignorar las categorías-clave de la sociedad en que vive. Por eso, la antropología teológica plantea explícitamente la cuestión sobre el desarrollo reflexivo del tema de la imagen dentro de la categoría historicidad. En esta investigación, en la que se encuentran una exigencia de la revelación y una exigencia del pensamiento contemporáneo, resulta de una importancia primaria el evitar toda imprecisión en los conceptos. En efecto, al leer la Biblia con las preocupaciones filosóficas de hoy existe el peligro de caer en aquellas contaminaciones de la palabra de Dios, que el desarrollo teológico anterior no siempre supo evitar, y que han provocado el actual retorno a las fuentes. Para ello, en este capítulo empezaremos con la elaboración del concepto de historia, planteando luego la cuestión de qué manera puede y debe ser utilizado este concepto en la explicación teológica de la imagen de Dios en el hombre.

BIBLIOGRAFIA

150 Filosofía de la historia

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152 Estudios sintéticos y especulativos

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153 Reseñas de estudios

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ORIENTACIONES HISTORIOLÓGICAS

154 Ciertas afirmaciones precientíficas, como por ejemplo: «el feudalismo ha pasado a la historia», o bien «la aprobación de esta ley tiene una importancia histórica», demuestran que el pensamiento espontáneo designa con la palabra «historia» una categoría muy compleja. Las reflexiones metódicas que tienden a aclarar la estructura de esta categoría constituyen ya en la actualidad toda una ciencia aparte, la «historiología». La reflexión teológica no puede entrar en diálogo con el pensamiento contemporáneo si no tiene en cuenta algunas orientaciones fundamentales de esta rama de las ciencias humanas 1.

155 La palabra española «historia» viene del griego istopiá, que significa el conocimiento o la investigación de determinadas realidades o sucesos. Nuestra atención va más allá de esta «historia descrita», para preocuparse de la historia vivida, de los hechos que pueden convertirse en objetos de la narración histórica. Se trata, por tanto, de acontecimientos pertenecientes al pasado. Pero no todo el pasado es historia. Por ejemplo, la erupción de un volcán es un hecho histórico solamente en cuanto este acontecimiento ha dejado huellas en el devenir humano. Por eso, la historia abraza acontecimientos humanos, tomas de posición individuales y colectivas. Estas tomas de posición son provocadas: el hombre ordinariamente no empieza a obrar si no recibe un impulso, si no siente un «desafío»; entonces reacciona, en sentido positivo o negativo, ante una situación determinada, por factores externos (el clima, los cataclismos, la presión de los enemigos, el deseo de lucro o de progreso) o por factores internos (tensiones sociales, tendencias no satisfechas, etc.). La reacción humana ante la urgencia de una 'situación no es solamente la reacción de la bestia que huye del peligro o busca la, presa; el hombre, ante el desafío de la situación «manipula» su misma realidad, tanto desde el punto de vista corporal (se «entrena» para nuevas tareas), como desde el punto de vista intencional (construye una civilización, crea nuevas formas colectivas de vida que se concretan en nuevas instituciones). Hemos de advertir que la serie de tales acontecimientos se convierte en historia en sentido propio cuando generalmente puede describirse en la narración histórica y ser comprendida como devenir, es decir, como una unidad que explica genéticamente el presente. Por eso, los hechos puramente internos o puramente individuales no pertenecen a la historia en su interioridad y singularidad.

156 Así pues, la historia es una serie de acontecimientos humanos, individuales o colectivos, pertenecientes al pasado, a través de los cuales la persona o la colectividad, estimulada por hechos externos e internos, se modifica -se desarrolla, se trasforma o se destruye- a sí misma, en cuanto tal serie puede ser conocida, descrita y explicada por el espíritu humano. La historia, así definida, es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro: el hombre, consciente de lo que ha acontecido en el pasado, toma una postura en el presente, trazándose un plan que habrá de realizar en el futuro.

157 Es claro que esta definición sólo puede aplicarse de una forma, impropia a la evolución del universo, en la que por medio de progresivas mutaciones se van formando seres cada vez más perfectos y complejos hasta llegar a la humanización, después de la cual la humanidad se va adaptando, por diferenciaciones accidentales, a los diversos ambientes en donde vive. De esta «historia natural» difiere la historia-verdaderamente humana, por ser esta última el fruto de unas opciones libres con las que el género humano va construyendo su propio devenir. En el ámbito de la historia humana universal se distinguen varias historias: puede limitarse el flujo del devenir en relación con el tiempo («la historia del siglo xvi»), con el espacio («la historia de España») o con una determinada actividad humana («historia del arte»); pero en realidad cada vez nos damos más cuenta de que la historia es una, puesto que el desarrollo total de la humanidad constituye un único proceso, cuyas varias secciones están en interdependencia continua. Por eso no se puede comprender una sección sin tener en cuenta a las demás. Tampoco es posible -dividir la historia pasada de la que pasa actualmente, ya que precisamente comprendiendo y aceptando su devenir en el pasado es como la persona o la comunidad va construyendo su propia existencia concreta. Por ello la historia contada es siempre el camino del devenir existencial.

158 La historiología propone diversos esquemas gráficos para describir el «sentido» de la historia, es decir su unidad en la variedad de los acontecimientos: el círculo, la línea espiral, la línea ondulada, la línea recta ascendente o descendente, e incluso la línea quebrada, para expresar la idea de que la historia se repite siempre como las estaciones, o repite ciertas figuras como la edad del hombre, o va continuamente hacia formas más perfectas o más ricas de la vida, o decae en un empobrecimiento, o procede al azar sin regularidad alguna. Pero es preciso evitar la utilización demasiado rígida de estos esquemas, como al decir por ejemplo que la idea griega de la historia no puede representarse más que por un círculo; en efecto, se trata de generalizaciones que no pueden aplicarse en un sentido totalmente unívoco y que no excluyen fenómenos parciales heterogéneos y desviaciones.

159 Temas de estudio

1. «Orientar» la definición dada en el número 156, comparándola con las diversas concepciones, descritas en N. ABBAGNANO, Dizionario di filosof ia. Torino 1964, 817-823.

2. Aplicar la descripción de la historia contenida en los números 154-158 al hombre, elaborando una definición de la historicidad como atributo del fenómeno humano 2.

 

LA HISTORIA EN LA PALABRA DE DIOS

La historia, horizonte de la revelación

160 La historia es el trasfondo que se presupone continuamente en la revelación: la historicidad es uno de los atributos de la noción cristiana del hombre. En efecto, el hombre es una criatura, por consiguiente un ente potencial, que vive en medio de cierta indeterminación al no poseer necesariamente toda su perfección desde el principio. Forma parte del mundo material, y por tanto está sometido al tiempo; el modo específico de su ,ser es la, mutación: la Escritura subraya repetidas veces la suma labilidad y la breve duración de la existencia humana, parangonándola con la eterna inmutabilidad de Dios; por eso, la yerba que se seca rápidamente es una de las imágenes ,empleadas con más frecuencia para caracterizar la duracion del hombre (Sal 103,15-18; Is 40,6,7). Por otra parte, el hombre es imagen de Dios, es decir un ser personal: por eso no solamente acepta pasivamente los cambios; sino que cambia construyéndose a si mismo, respondiendo libremente al desafío de las situaciones y comprometiéndose por unos valores, y unas personas, imponiéndose de este modo una norma y una forma de existir. La Escritura insiste entonces en la responsabilidad del hombre ante su propia suerte (Eclo15,17-20). Además, como el hombre es. un ser social, ;no solamente construye su propio porvenir, sino también el de la colectividad en donde vive: Sabido es cuánta importancia se le dedica en el Antiguo Testamento a la solidaridad en el bien y en el mal 3

La historia, objeto de la revelación en el Antiguo Testamento

161 La fe no sólo supone que el hombre está sometido a la historia, sino que contiene. varias afirmaciones, con las que desde el Antiguo Testamento se va modificando y enriqueciendo aquella visión de la historia que el hombre puede construir tomando como base su propia experiencia. La primera de estas afirmaciones es que el verdadero protagonista de la historia es Dios. Con esto no se suprime la función histórica del hombre, pero se la especifica. La actividad humana en sí misma no basta para la construcción de la existencia (Sal 127), aunque es la condición para que Dios vaya actuando sus designios. Los libros históricos del Antiguo Testamento refieren el pasado del pueblo escogido dentro de un esquema de cinco actos, que aparecen como un emblema en el libro de los Jueces: Dios da un mandato acompañándolo de promesas y de amenazas; el pueblo desobedece; Dios interviene con un castigo amonestador; el pueblo se vuelve hacia Dios; Dios se muestra de nuevo propicio y lo salva. Esta visión de la historia pertenece esencialmente al mensaje de los profetas (Jer 44,20-23); la razón por la que el pueblo tenía que mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos del primer éxodo era precisamente para que a la luz de este recuerdo se hiciese también eficaz en el presente la influencia de Dios, guía de la historia de Israel (Ex 13,3-10; Dt 26, 1-10; Sal 95).

162 Además de indicar al protagonista de esta historia, el Antiguo Testamento nos señala cuál es el término al que Dios conduce la historia de Israel: la salvación. Este concepto recibe un significado- cada vez más profundo y trascendente. Después de la liberación de Egipto, después de haber entra-do en la tierra prometida y de haber establecido un reino relativamente poderoso, todavía queda algo que esperar; por otra parte, incluso en el destierro, incluso frente a enemigos de superioridad aplastante y frente a la misma muerte, toda-vía queda una esperanza. La salvación es un bien universal y definitivo, que habrá de satisfacer todas las exigencias de todos y para siempre. El pueblo no sabe cuándo ni cómo se cumplirán las promesas del Señor, pero la fe en Yavé lleva consigo la aceptación de semejante visión de la historia 4. Esta espera de la salvación, que empapa toda la oración y la religión de Israel 5, no es sin embargo totalmente indeterminada. Están convencidos de que se realizará en un tiempo determinado, fijado por la divina providencia. Se compren-de además que tendrán que acercarse a la salvación a través de los males, de los sufrimientos individuales y colectivos, internos y externos, que les servirán de prueba y de castigo.

Uno de los temas más elocuentes en los que se expresa esta fe, es el del día del Señor 6, terrible y fascinante a la vez.

163 Ternas de estudio

1. Leer Jue 2-3 y poner de reliéve en este prólogo del redactor deuteronomista el esquema de la historia que se ha descrito en los números 161-162.

2. Observar cómo se insertan en el cuadro de la explicación general varias explicaciones sobre la supervivencia de los pueblos cananeos: cf. Biblia de Jerusalén el comentario a Jue 2.

3. Leer P. GRELOT, Sentido cristiano del Antiguo Testamento. DDB, Bilbao 1967, 275-282 («La historia y su significado para la fe») y preguntarse si es posible sacar de allí alguna norma válida para la interpretación teológica de los sucesos históricos contemporáneos 7.

4. Elaborar una definición de la «salvación» tomando como base los textos del Antiguo Testamento citados en DTB 961-962.

La historia, objeto de la revelación en el Nuevo Testamento

164 En eI Nuevo Testamento nos volvemos a encontrar, más desarrolladas y completadas, las ideas del Antiguo Testamento sobre Dios,-protagonista de la historia, el cual, por medio de la actividad humana, conduce a los hombres, y particular-mente a su nuevo pueblo, hacia la salvación. La comunidad cristiana se considera como heredera de las promesas hechas a Israel: «la salvación viene de los judíos» (Jn 4,22), pero el «descanso» completo y definitivo le está reservado al nuevo pueblo (Heb 4,9-10), a formar parte del cual están llamados todos los hombres (1 Tim 2,4). El Nuevo Testamento determina de forma concreta su propia situación actual dentro de la visión veterotestamentaria de la salvación, como la plenitud de los tiempos (Ef 1,9-10; Gál 4,4), esto es, el momento en el que Dios lleva a cabo su designio de salvación, preparado por las distintas situaciones históricanteriores, y que se manifestará aún con mayor claridad en el porvenir. La valoración del «hoy» en la historia de la salvación resulta de esencial importancia en el mensaje del Nuevo Testamento 8.

165 La gran novedad de la visión neotestamentaria es el des-cubrimiento del papel de Cristo, verdadero y único salvador. En efecto, la salvación completa y definitiva se tiene por la participación en la vida de Cristo glorioso, que se obtiene por medio de la libre acogida de dicha participación en el seguimiento y en la muerte de Jesús. Esta acogida se realiza por las palabras y los testimonios externos y por la acción interior de Cristo 9. La presencia de Cristo supone una nueva era en la historia, en la que la voluntad salvífica de Dios se manifiesta de una nueva manera, provocando una respuesta del hombre. «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena nueva» (Mc 1,15). El pasado, el «una vez» se opone al presente, al «ahora» (Gál 4,8-9; Col 3.,7-8). Mientras que el pasado era un tiempo de esclavitud, de muerte y de pecado, ahora se manifiesta presente la fidelidad de la fuerza salvífica de Dios, qué lleva a cabo la salvación en los que creen (Rom 3,23-26), La época presente es una ocasión —un «kairos»— de aceptar la salvación, un «hoy» (Hebr 3, 7-19): «ahora es el tiempo favorable; ahora el día de la salvación» (2 Cor 6,2).

166 Este «ahora» tiene cierta duración («ante el Señor un día es como mil años y mil años como un día»: 2 Pe 3,8), a fin de que todos puedan aceptar el evangelio y demostrar en su espera la autenticidad de su fe (Mt 22,2-14; Lc 13,16-25)10. Pero aun cuando esta «era» implique la salvación ya presente, es sin embargo una era de crisis y de prueba, en espera del propio futuro, porque la salvación todavía no se ha poseí-do .definitivamente. La presencia de la salvación en Cristo se creé, pero no se ve. «Todo sigue como al principio de la creación» (2 Pe 3,4). En la tensión característica éntre el «ya ahora» y el «todavía no», el cristiano mira hacia arriba y levanta la cabeza porque su redención se aproxima (Lc 21,28). La oposición entre el presente y el futuro no es sin embargo la misma que hay entre la ausencia y la presencia, sino la que existe entre la presencia oculta en germen y la presencia manifiesta plenamente desarrollada (Col 3,3-4; 1 Jn 3,2). La venida definitiva de Cristo, la «parusía», no nos traerá por consiguiente una novedad esencial, sino que manifestará y llevará a su plena maduración lo que ya ha sido realizadó en el ,día actual de la salvación (Mt 24,30; 1 Cor 15,23; 1 Tes 2,15; 3,13; 2 Tes 2,8; 1 Jn 2,28). Por eso la actitud esencial de la comunidad de salvación consiste en servirse del tiempo presente (Col 4,5), en espera del fin (Apoc 22, 14-20).

167 Temas de estudio

1. Recoger los testimonios neotestamentarios que señalan la época presente como un «ya ahora pero todavía no», sirviéndose de O. CULLMANN, o. C.

2. Analizar Ef 1,3-14 con la ayuda de H. SCHLIER, Lettera agli E f esini. Brescia 1965, 38-84 y preguntarse cómo ve Pablo en este texto el estado pasado de la humanidad, cuál es la novedad de la era presente, cuál es la relación entre la plenitud de los tiempos y el porvenir escatológico y cómo hay que interpretar en este contexto «el misterio de la voluntad» de Dios (v. 9).

3. Determinar cuál es el sentido de la designación de Cristo como Alfa y Omega, con referencia especial a Cristo como protagonista de, la historia, en Apoc 1,18;. 21,6; 22,1311

4. Estudiar la noción neotestamentaria de «nuevo» y de «tiempo», leyendo VTB 526-529 y 782-789.

 

REFLEXION TEOLOGICA SOBRE LA..HISTORIA DE LA SALVACION

Noción de historia de la salvación

168 La Escritura enseña que la humanidad tiene una historia: lo cierto es que en el mensaje bíblico (interpretado en los n. 164-166) se encuentran los diversos elementos de la definición de la historia (tal como veíamos en el n. 156). No obstante, la revelación nos habla de una historia determina-da, añadiendo a la definición nuevos elementos que la concretan. En primer lugar, el término de la historie conocida por la fe .no es un «punto omega» cualquiera, sino la salvación, bien definitivo y completo del hombre, consistente en la participación de la vida filial de Cristo glorioso (cf. n. 126). Además, el agente de esta historia no es exclusivamente, ni principalmente, el hombre, sino sobre todo Dios, el cual no sólo condiciona la historia o la provoca, desafiando al hombre con sus premios y castigos, sino que obra la misma res-puesta humana (aun respetando su libertad), y se convierte de . esta manera en verdadero protagonista de la historia (n. 161). Finalmente, los acontecimientos humanos, individuales y colectivos, son considerados por la revelación bajo el perfil característico de su relación positiva o negativa con la salvación. Entre estos acontecimientos podemos distinguir tres categorías, que constituyen una especie de triple estrato de la historia considerada por la fe.

169 La primera categoría de acontecimientos está constituida por los hechos con los que cada individuo acepta la invitación divina —se va disponiendo progresivamente a la justificación, acoge la nueva creación, y on consecuencia actúa en conformidad con la nueva vida que ha recibido, tendiendo hacia la salvación escatológica— o, por el contrario, rechaza la gracia y rehúsa la salvación. La segunda categoría de hechos comprende los acontecimientos relativos al desarrollo del pueblo escogido, que en el Antiguo Testamento (a través de la vocación de Ab'raham, la historia de los patriarcas, la libe-ración de Egipto, el pacto del Sinaí y las vicisitudes del reino) fueron preparando la plenitud de los tiempos y que son continuados por la Iglesia en el Nuevo Testamento. Esta categoría de hechos va preparando a través del tiempo la comunión de los santos y lleva a cabo el designio amoroso de Dios, el cual quiere que Cristo sea primogénito entre muchos hermanos. La tercera categoría se extiende más allá del pueblo escogido y abraza todos los acontecimientos, por los que la humanidad entera, incluso la anterior al pacto y la que permanece fuera de los cuadros de la comunidad de salvación del Antiguo y del Nuevo Testamento, toma posiciones en rélación con la salvación: a esta última categoría pertenecen los acontecimientos expuestos en los primeros diez capítulos del Génesis, la figura de los «santos paganos» y las instituciones religiosas que eventualmente tienen una relación —positiva o negativa— con la salvación.

170 Tomando como base estas consideraciones se introdujo en la teología la categoría de historia de la salvación. Esta categoría fue difundiéndose en la teología protestante a partir del siglo xix, especialmente por obra de J. Ch. von Hoffmann, profesor de la facultad de teología luterana de Erlangen (1 1877) 12. En la teología católica este concepto, introducido en buena parte bajo el influjo de O. Cullmann, aparece también en la encíclica Ecclesiam suam (n. 41) y ha sido utilizado varias veces en el concilio Vaticano II (DV 2; GS 41; etc.). Partiendo de las observaciones hechas antesriormente, la historia de la salvación podría definirse como la serie de acontecimientos temporales, conocidos a la luz de la fe, por los que Dios invita a la humanidad a la salvación, por los que la humanidad responde a esta vocación divina, y que van preparando, por su mutua conexión, la salvación escatológica. Podríamos distinguir en ella una historia de la salvación individual, particular (la que- se realiza por la revelación judeo-cristiana) y general (que se actúa en aquellos a los que no ha llegado el anuncio de esta revelación).

171 Dada esta diversidad de significados, también el comienzo y el fin de la historia de la salvación pueden determinarse de manera diferente. La historia de la salvación individual se extiende entre el nacimiento (o el bautismo, o el comienzo de la vida moral) y la muerte. La historia de la salvación general empieza en un sentido amplio con la misma creación, que es precisamente la primera manifestación de la voluntad salvífica divina, coi_ la que Dios empezó a preparar el escenario, e incluso la materia, en la que Cristo cabeza habría de encarnarse. En un sentido más reducido, el comienzo de la historia general de la salvación puede fijarse en el momento de la primera hominización, o bien en el momento en que Dios hizo sentir por primera vez en una conciencia humana la llamada hacia la salvación. El comienzo de la historia particular de la salvación fue la llamada de Abraham con la pro-mesa de bendecir en él a todos los pueblos (Gén 12,3). El final de la historia de la salvación, general y particular, tendrá lugar cuando Dios haya sometido a Cristo todas las cosas y sea él mismo todo en todos (1 Cor 15,28).

172 Temas de estudio

Recoger la doctrina del concilio Vaticano II sobre la historicidad del hombre, señalando no sólo la confirmación de las consideraciones que hemos expuesto, sino especialmente la aplicación a los problemas actuales de la humanidad; este concilio es el primer documento del magisterio que trata explícitamente de la historicidad esencial del hombrea ' ara ello indicamos algunos puntos de vista:

1. Cuáles son las razones por las que hoy se plantea con mayor preocupación que en el pasado el problema de la historia, es decir, del sentido de la vida, de la actividad humana y del último fin de la historia: GS 3, 4, 54.

2. Por qué y en qué sentido la historia humana en el plan di-vino forma una unidad que tiene su centro en jesucristo: GS 2, 5, 10, 24, 54; LG 48.

3. Cuáles son los dos aspectos de la historia humana que distingue el concilio: GS 3-6, 10, 76; AG 9; cf. Populorum progressio, n. 14-15 y 21.

4. Qué relación existe entre el progreso profano y el progreso del reino de Dios: GS 34, 64, 93; cuáles son sus recíprocas influencias: GS 39, 42-44.


 

5. Recoger las indicaciones con que el concilio especifica la doctrina expuesta sobre la historia, en los textos siguientes: AA 7; DH 12; AG 5,7; GS 20, 37, 40, 53-55; 62, 74, 76.

Cuestiones abiertas

173 La introducción del concepto de historia de la salvación en la teología católica no solamente nos ofrece un marco externo de la dogmática clásica, sino que exige también un replanteamiento de dicha doctrina. La exigencia de construir la teología católica según el esquema histórico es entendida en tres sentidos diferentes:

1. Este postulado puede referirse a la importancia de los hechos concretos irrepetibles, por los que Dios realiza la salvación; dentro de esta perspectiva se relega a segundo término «lo que es», la estructura óntica, natural y sobrenatural, de la realidad, al contrario de lo que hacía la teología tomista.:Los promotores de esta concepción se inspiran de buen grado en el pensamiento de Cullmann.

2. Este postulado puede referirse también a la impor, tancia del devenir existencial por el que la persona va construyendo su propia forma definitiva; esta tendencia disminuye la importancia de los hechos externos (del «mito»), cuyo anuncio no es más que la ocasión para el acontecimiento existencial. En esta tendencia es muy importante el influjo de R. Bultmann 13.

3. Existe finalmente una tercera forma, que considera el devenir existencial del hombre no tanto cómo un hecho que ha de realizarse (individual y colectivamente), sino más bien como un esquema objetivo, descrito en la revelación. Este es-quema considera los hechos históricos y antiguos como condiciones para el devenir objetivo salvífico, y la persuasión sobre la verdad de estos hechos como postulado fenomenológico de la autenticidad de tal devenir. Nuestra antropología está orientada según esta concepción. Los tres esquemas indicados son justificables, con tal que no se lleven a tal extremo que excluyan a los demás. Pero resulta ciertamente erróneo sobreponer y mezclar los tres esquemas. Para concretar la distinción entre los mismos, es preciso darse cuenta de los problemas siguientes, que todavía no han sido solucionados.

174 El primer problema se refiere a la noción misma de salvación. Hace algunos decenios era común la opinión de que la salvación querida por Dios era la del alma, y esta expresión bíblica (cf. 1 Pe 1,9) se explicaba en un sentido muy poco bíblico, como si se tratase exclusivamente de la perfección sobrenatural del alma espiritual, a la que se añadiría como complemento meramente extrínseco la resurrección del cuerpo. La unilateralidad de esta consideración provocó un exceso contrario: la evolución técnica, cultural y política de la humanidad casi llegó a identificarse con el advenimiento progresivo del reino de Dios. El concilio ha afirmado, por una parte, que la actividad humana en el mundo tiene un valor en relación con la salvación, y que los frutos de tal actividad llegan incluso a encontrarse de algún modo en el reino escatológico; mas por otra parte, ha añadido que es preciso distinguir con atención el progreso «terreno» del progreso del reino de Dios (GS 39).

175 Quedan entonces algunos puntos por determinar:

1. En qué sentido y en qué medida el progreso humano tiene un valor positivo en relación con la salvación, dado que el evangelio y la espiritualidad de los primeros siglos cristianos han considerado la riqueza y la cultura «mundana» más bien como un peligro para la salvación.

2. En qué sentido los frutos del progreso humano pueden entrar a formar parte de la perfección escatológica, dado que el progreso terreno no es idéntico con el del reino de Dios.

Para solucionar estos interrogantes hay que tener en cuenta la naturaleza analógicamente estructurada de la gloria de Dios, que excluye toda solución simplificada unívoca-mente (cf. n. 100-106). Existe una literatura abundante que tiende a resolver estos problemas referentes a «la dimensión cósmica de la vida de Cristo» (cf. c. 21).

176 Otro problema es el que se refiere a la relación que la historia de la salvación tiene con el tiempo. Esta cuestión se plantea:

1) a propósito de los acontecimientos que nos relata la Biblia, como constitutivos de la historia de la salvación. Algunos de estos acontecimientos se han realizado ciertamente en el espacio y en el tiempo (como, por ejemplo, la muerte y la resurrección de Cristo); respecto a otros (la historia del paraíso, los episodios del éxodo, el coloquio con la samaritana, las plagas apocalípticas, etc.) es posible preguntarse si no significarán acaso una presentación dramática de los factores que están continuamente presentes en la existencia humana.

2) La cuestión se plantea igualmente a propósito de los períodos de la historia de la salvación: los distintos tiempos descritos por Pablo (la esclavitud bajo la ley, la libertad bajo la gracia) parece que solamente son distintos estratos continuamente presentes en la vida de cada hombre y de la Iglesia, con diversas acentuaciones en el tiempo.

3) Este problema se plantea finalmente a propósito de la duración en que se realiza la construcción de la salvación. Quizás no sea necesario que el progreso del hombre hacia la salvación tenga en todos los casos una dimensión temporal. La conversión de Pablo en el camino de Damasco pudo tener lugar en un instante, aunque no pueda ser descrita más que mediante un diálogo entre Pablo y Cristo, a través del tiempo. Semejantes «saltos» no temporales tienen quizás más importancia de la hasta ahora dada al final de la vida humana. Con otras palabras, todavía se confunde con demasiada frecuencia la concepción lineal y la puntualizada existencialmente de la historia de la salvación 14

177 Hay otro tercer problema que se refiere a la mar.. de la historia de la salvación. Entre los diversos esquemas que nos propone la historiología (cf. n. 158), hay que excluir el círculo de las civilizaciones primitivas, según las cuales los acontecimientos que se desarrollan en el tiempo se mueven en torno al centro sacral: no importa lo que sucede en el tiempo, ya que el misterio está siempre presente en cada acontecimiento. De la misma forma, también es ajena a la visión cristiana la consideración circular de la civilización helenista, que admite un eterno retorno de los mismos períodos. En efecto, la explicación cíclica no puede adaptarse al misterio de la salvación cristiana, ni siquiera en el sentido de que Dios restituiría por medio de Cristo la perfección que se poseyó al principio y que se perdió por culpa del pecado: el. dón de Cristo. supera con mucho al daño producido por el pecado (Rom 5,15).

178 Por consiguiente, la historia de la salvación tiene que representarse como un segmento de una línea ascendente, que simboliza un aumento de perfección entre un punto inicial y un punto terminal. Pero sigue en pie el problema de cómo hay que comprender con mayor precisión esta subida, este aumento de perfección. En efecto, a través del tiempo va creciendo ante todo la imagen de Dios, constituida por la comunión de los santos, unidos ya con el Cristo glorioso. Crece también la virtualidad de realizar la plenitud de Cristo, presente ya antes de la ley, más acentuada en Israel, perfecta después de la encarnación, hasta el punto de que queda excluida una nueva era de salvación (en el sentido de Joaquín de Fiore). Pero ¿crece además la propia perfeccion, realizada por fa comunión humana, que vive en la tierra? ¿Hay un progreso continuo —prescindiendo de recaídas episódicas—en la civilización, en la cultura, en la santidad? ¿Crece también continuamente la misma Iglesia, en la posesión cada vez más profunda de la palabra de Dios que se le ha con-fiado y en el compromiso vivido de la caridad? a estos interrogantes la teología no les da una respuesta unívoca; en los diversos períodos de la historia de la teología se ha proyectado en la historia de la salvación el esquema historiológico (de decadencia, de progreso, etc.) al que se inclinaban los pensadores, cuando reflexionaban sobre la experiencia de su propia época.

179 Temas de estudio

1. Determinar la actitud de san Agustín en relación con la dimensión histórica del hombre, leyendo J. CHAIX-RUY, La cité de Dieu et la structure du temps chez saint Augustine: Augustinus Magister, 2. Paris 1954, 923-931.

2. Recoger la noción agustiniana del tiempo, según Con/. 11, 14-18: PL 32, 815-819 y Con/. 11, 26-28: PL 32, 822-825.

3. Reflexionar sobre la teoría agustiniana del sentido de 'la historia según De civit. Dei 17, 1: PL 41, 559; o. c., 18, 52: PL 41, 614-616; o. c., 20, 1: PL 41, 658-660.

4. Completar la doctrina expuesta en este capítulo leyendo a J. MoUxoUx, El misterio del tiempo. Estela, Barcelona 1965, 131-156: «Las fases de la temporalidad de Cristo».

5. Reflexionar sobre la relación entre la historia de la salvación y la historia de la Iglesia, leyendo o. c., 196-201: «La Iglesia y el mundo».

6. Advertir la diversidad de las concepciones teológicas sobre la historia de la salvación, siguiendo la exposición de L. BINI, o. c., 101-128.

 

CONCLUSION

180 Al término de este capítulo queda claro que la imagen de Dios, que resplandece de manera diversa en cada uno de los hombres y en la humanidad, se ve sujeta a la historia, es decir, se va construyendo progresivamente en el tiempo. Esto no excluye la existencia de esa imagen ya desde el comienzo de su desarrollo y-su permanencia a través de las diversas fases de su historia. Sin embargo, tal permanencia no debe concebirse a la manera como, según una metafísica primitiva, la substancia permanece inmóvil bajo el flujo de los accidentes15. Se trata, por el contrario, de una continuidad que podría parangonarse con la que existe entre la semilla y el árbol, entre el niño y la persona adulta. En la historia de la salvación individual, el niño apenas nacido es ya en cierto sentido imagen de Dios, pero se convierte en imagen en otro sentido cuando es bautizado, y más todavía cuando, al llegar a su vida moral, acepta con su opción personal vivir como discípulo de Cristo. En la historia de la salvación colectiva, la Iglesia está en continuidad con Israel, y la Iglesia triunfante constituye la cima del desarrollo de la Iglesia militante. Sin embargo, la diferencia entre el modo con que el mismo pueblo de Dios refleja la imagen de su creador y salvador se refiere no sólo a la corteza de un núcleo invariable, sino que modifica toda la estructura de la imagen.

181 Además de las mutaciones por las que la criatura participa más o menos de la imagen de Dios, existen otras mutaciones que pueden tener lugar aun cuando permanezca la misma intensidad de la imagen, y se refieren al modo con que la misma imagen idéntica tiene que verificarse en lo temporal. Semejantes mutaciones son las que le exigen a la Iglesia y a los individuos el desafío de las diversas situaciones (sociológicas, culturales, etc.) y las invitaciones correspondientes a la gracia. El esfuerzo por ser siempre auténticamente imagen de Dios en las diversas fases de la existencia y de la historia, le impone al cristiano y a la Iglesia la necesidad de vigilar y de escudriñar los signos de los tiempos.

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1 Cf. las obras citadas en el n. 150; brevemente, N. ABBAGNANO, Dizionario di filosofía. Torino 1964, 817-826.

2 Cf. K. RAHNER-H. VORGRIMLER, Diccionario de teología, 302303.

3. J. SCHARBERT, Unsere Sünden und die Sünden unseres Viiter: Biblische Zeitschrift 2 (1958) 14-26; ID., Solidarietiit in Segen und Fluch im Alten Testament und seiner Umwelt. Bonn 1958; ID., Heilsmittler im Alten Testament und im alten Orient. Freiburg 1964; F. SPADAFORA, Collettivismo e individualismo nel Vecchio Testamento. Rovigo . 1.953.

4 Cf. W. TRILLING, Salvación: CF 4, 174-180, con la bibliografía que allí se cita.

5 Cf. VTB 733-738.

6 Cf. VTB 198-203.

7 Cf. Greg 35 (1954) 295-297.

8 P. BLÁTER, Historia de la salvación: CF 2, 213-227.

9 Cf. VTB 733-738.

10 Cf. J. DUPONT, o. C. en el n. 151.

11 Para la exégesis de los textos citados, cf. A. WIKENHAUSER, L'Apocalisse di Giovanni. Brescia 1960. Para la cristología de Juan, cf. D. MOLLAT, Apocalisse. Brescia 1967, 53-56. Para la 'visión de la historia en J an, cf. R. PENNA, 11 messaggio della salvezza, 5.. Tocino 1968, 1247-1262. Para el tema Alfa-Omega cf. G. KITTEL: GLNT 1, 5-12.

12 C. E. HÜBNER, Die Religion in Geschichte und Gegenwart 3, 420-422.

13 Sobre estas dos concepciones cf. J. RATZINGER, art. cit. en n. 152.

14 Cf. a este propósito la recensión de W. KASPER sobre la obra Mysterium salutis: Theologische Revue 65 (1969) 1-6.

15 Cf. Greg 47 (1966) 93-96.