En un
universo en el que Dios ha sido eliminado existencialmente, desaparece también
el motivo para respetar al ser humano. El hombre es simplemente un objeto,
similar a otros objetos naturales sobre los que se ejerce el proyecto de dominio
de otro hombre. Cada hombre trata a los otros hombres como instrumentos que la lógica
del poder debe hacer dóciles y disponibles. Naturalmente cada hombre entra como
objeto en los proyectos de los otros hombres, y la vida social se convierte en
el lugar de recíproca instrumentalización en el que triunfa el principio pragmático-darwiniano
de la “supervivencia del más fuerte”, que Spencer transfirió al mundo
humano.