Una
madre que abortó: Varias chicas han cambiado de idea al oír mi testimonio
Esperanza Puente, una de las protagonistas del libro ‘Yo aborté’, asegura que no
tuvo libertad para decidir, y apuesta por “romper la ley del silencio” El libro
"Yo aborté", una recopilación de testimonios de mujeres que se han sometido a
esta práctica y también de otras personas implicadas, se presentó este jueves
por la tarde en el Hotel Husa Avenida Palace de Barcelona. Intervinieron en el
acto Sara Martín García, periodista y autora del trabajo, Carmina García-Valdés,
presidenta de la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), Luis Vericat,
coordinador de Proyectos de HazteOir.org, y Esperanza Puente, portavoz de las
víctimas del aborto y uno de los testimonios recogidos. Justo cuando el volumen
acaba de ponerse a la venta, Esperanza Puente repasa para ForumLibertas.com
algunas de las cuestiones que afectan a este drama orquestado por la cultura de
la muerte. A sus 38 años, esta toledana entusiasta “sonríe a la vida”, como se
dice en el libro, porque ha superado con ayudas y cariño humano el trauma del
aborto al que se sometió hace más de diez años en Madrid.
-Esperanza, ¿qué explica el libro Yo aborté?
-El libro presenta, por primera vez en España, testimonios de mujeres que han
abortado y para las cuales ese paso ha supuesto y supone un sufrimiento, como
sucede de hecho con todas. Viene a demostrar que el síndrome post-aborto existe,
tanto si se es consciente como si no, y que esto sucede en todas las mujeres más
allá del credo, la raza o el estatus social en que se encuentra. En todas, el
síndrome post-aborto es real. Puede manifestarse desde principio, justo tras
abortar, hasta años después. También puede suceder que una mujer lo viva sin
saber que el detonante de esa pesadilla o forma de vida es un aborto.
-Uno de los argumentos que utilizan los defensores del aborto es el de la
“libertad de decidir”. ¿Puede demostrar usted, desde su testimonio, que los
abortos que se practican hoy en España no responden a decisiones libres?
-Desde mi testimonio y como portavoz y colaboradora de las víctimas del aborto,
puedo asegurar que no me sentí libre para decidir. A mí no me dieron ningún tipo
de información y tampoco alternativas, que es lo mínimo que se pide desde la
Asociación de Víctimas del Aborto (AVA). Ciertamente yo era mucho más joven que
ahora, pero independientemente de las circunstancias que pueden rodearte, desde
problemas psicológicos hasta económicos, no tuve las condiciones de libertad. En
algunos casos, incluso, se sabe que hay mujeres que han sido obligadas a
abortar. A la asociación, están llegando testimonios de chicas de 16, 18 y 20
años cuyos padres e incluso novios o parejas las llevan forzadas a abortar.
También existen mujeres de más edad obligadas por los maridos a deshacerse del
feto. Eso no es libertad, sobre todo porque todos son ejemplos sin información y
sin alternativa.
-¿Existe demanda de esa información entre adolescentes y jóvenes que se quedan
embarazadas?
-Sí. Y eso es un problema mayor. Las chicas entre 15 y 20 años, cuando se ven
embarazadas por una relación esporádica o con su pareja pero sin desear la
concepción de un hijo, van muchas veces a un centro de planificación familiar
pidiendo información, pero no se les da nada y, sin ningún tipo de reflexión, se
ven casi directamente en una clínica abortando.
-¿Esta falta de libertad puede ser denunciado? ¿Se ha emprendido alguna acción
legal?
-Hay una ley del silencio desde que se aprobó la ley del aborto en España. No
interesa hablar de esta normativa. Y desde la AVA, lo que se está intentando es
romper esa ley del silencio y decir a gritos, a quien quiera escucharnos, que no
se cumple la legalidad vigente, que es clara en lo que se refiere a lo que debe
hacer una mujer o una chica cuando se encuentra en una situación de embarazo con
los condicionantes despenalizadores que contempla el texto. En las clínicas
abortistas, además, tampoco te dan ningún tipo de información. Hay un documento
que se llama “consentimiento informado”, que es el que hay que firmar y en el
cual, en principio, lo que viene son consecuencias físicas (no todas) pero no
aparece ninguna consecuencia psicológica. Y eso es ilegal. Por otro lado, esos
centros no dan ninguna información porque no les interesa. El aborto, en
cualquier parte del mundo y en España también, es un negocio redondo.
-De hecho, la ley despenalizadora del aborto es restrictiva porque sólo afecta a
casos de violación, malformación del feto y peligro para la salud física o
psíquica de la madre. ¿Verdad que, si se aplicase con rigor, no se producirían
los más de 70.000 abortos anuales que tenemos ahora?
-Evidentemente que no. Si tú explicas a una mujer, también las mayores de 29
años (cada vez son más las que abortan a partir de esa edad), lo que realmente
es la intervención, muy probablemente se replantearía su decisión de abortar si
es que ya la tiene tomada. Desde la industria abortista, siempre te cuentan que
la intervención es sencilla, rápida y nada dolorosa. Enseguida te dicen que no
te preocupes porque “el problema se acaba en cuanto pase la intervención”. No
cabe mayor falsedad, porque precisamente el problema empieza cuando finaliza la
intervención. En una operación de esta envergadura, no hay marcha atrás. Y eso
la mujer lo siente precisamente cuando ya ha abortado.
-A partir de los casos que recoge el libro Yo aborté, ¿cuáles son los
principales problemas psíquicos después del aborto?
-Por supuesto depresión, ansiedad, pesadillas, el recuerdo constante de la edad
que podría tener tu hijo cuando ves a un niño, el autocastigo... Yo precisamente
me autocastigaba, porque no quería ver bebés pero, cuando sabía que los tenía
cerca, volvía la cabeza para verlos. Era una manera de decirme: “¡Mira lo que
has hecho!”. Es algo inconsciente. De todas formas, cada caso es distinto en uno
y otro sentido. Hay chicas que se han suicidado porque no han soportado el
síndrome post-aborto.
-Cuéntenos lo que quiera de su testimonio personal. ¿Qué explica en el libro?
-En el libro, cuento la realidad que yo viví. No fui libre a la hora de tomar la
decisión de abortar, porque tuve todavía mucha menos información que la que
existe ahora. Nadie me dijo que existían ya entonces asociaciones pro vida que
ayudaban a mujeres a tomar una decisión beneficiosa para ellas, como siguen
haciéndolo ahora. En mi caso, no fue así. Me pasaron directamente el teléfono de
la clínica y me dieron muy poco tiempo para decidir. Éste, por cierto, es otro
de los grandes problemas. Mis circunstancias personales son muy concretas. Yo
arrastraba un trauma anterior, ya que tuve un hijo a los 18 años. Ese embarazo y
maternidad prematura me hizo vivir una pesadilla, un verdadero infierno por ser
madre soltera en mi pueblo de la provincia de Toledo. Luego, en el momento de
volver a quedarme embarazada, reviví todo aquello y los trágicos hechos se
precipitaron. No tuve ningún tipo de ayuda y no sabía dónde buscarla. Estaba
sola en Madrid con un hijo pequeño, muy asustada y sin saber dónde acudir. En la
clínica abortista a la que fui, el psicólogo que debía atenderme prácticamente
no me atendió. La entrevista duró 10 minutos escasos, y lo único que me dijo es
que todo saldría muy bien, sin dolores, y que todo se acabaría.
-Vaya, que se lo pusieron muy fácil...
-Sí. Pero aun así, me sorprendió porque yo, que no conocía el funcionamiento del
centro médico y no sabía que iba a hablar con un psicólogo, esperaba que este
profesional me diese algún tipo de explicación: que me preguntase si era soltera
o casada, si tenía algún problema, si era una cuestión económica... Seguramente
no me esperaba que me propusiese no abortar, pero sí que hubiera un mínimo de
interés.
-¿Le dijeron algo de la ley?
-Por supuesto. Y ése es el problema que engloba todo lo demás. Todas nos
acogemos a la ley bajo el paraguas de la salud psíquica de la madre. Aunque no
lo explico en el libro, ahora puedo decir que he pasado por las dos
circunstancias, siempre sola: la de tener un hijo y la de no tenerlo. A pesar de
las adversidades de la vida, para mí ha sido mucho más satisfactorio tenerlo,
criarlo, perder sueño y pasar fatiga que el no haberlo tenido. Esto último,
desde luego, lo que seguro que no me ha producido es libertad y prosperidad. En
cambio, me ha dado más pesadillas todavía.
-¿Y usted ha superado todo esto?
-Nunca se supera totalmente pero, gracias a la fe, me siento mucho mejor y miro
adelante. Pedí ayuda psiquiátrica privada (la Seguridad Social no te la
proporciona), y lo hice porque llegó un momento en que me di cuenta de que había
un problema serio y yo no podía con mi vida. Luego, una vez inmersa en ese
proceso de algo más de un año, me puse en manos de Dios, que fue y sigue siendo
mi gran ayuda para dar la cara. El gran problema de ahora es que, por mucha
libertad y mucha modernidad que se dice que tenemos, vivimos instalados en la
mentira. De estos temas no se habla. Una mujer que aborta no lo cuenta, y la
mayor parte de los testimonios no quieren dar la cara porque sus familias y sus
entornos no lo saben. Además, también existe mucho cinismo. Se habla alegremente
del aborto como si fuera algo natural o normal, pero a la hora de la verdad,
cuando aborta una amiga o te enteras de que la vecina ha pasado por ello, el
juicio es radical. Y eso es precisamente lo que da más miedo al ser humano: ser
juzgado.
-¿Cuántos años tiene ahora su hijo?
-18. Lo he pasado muy mal en muchos momentos, pero llevo 19 años con él, desde
el embarazo hasta ahora, y puedo decir que estoy muy contenta, lo cual me ayuda
a superar, aunque sea lentamente, la terrible experiencia posterior: la del
aborto. Y aquí también mi fe mueve montañas. Uno de los grandes problemas con
que se encuentra la mujer que aborta es que no se perdona a sí misma. No es un
acto cualquiera porque, si las mujeres nos deshumanizamos, ¿por qué nos va a
extrañar la violencia, por ejemplo, de nuestros hijos? Quiero decir, con esto,
que el aborto es un acto violento que cometemos las mujeres desde nuestro propio
cuerpo. Y eso te acaba deshumanizando también porque te lo ponen muy fácil. Por
eso la juventud, que recibe constantemente mensajes en los que se sustituye la
palabra aborto por anticoncepción, todavía lo ve más normal.
-¿La soledad es la gran culpable de lo que le pasó a usted?
-Sin duda. Yo estuve siempre sola, ya desde que pasé por la experiencia anterior
de tener un hijo con 18 años. Luego, cuando aborté, el padre había desaparecido.
Me faltaba afecto, y eso es decisivo porque anula cualquier posible alternativa
que yo habría podido valorar frente a la posibilidad de deshacerse de un hijo
concebido aunque no nacido.
-¿Cómo valora usted la edición de este libro Yo aborté?
-Es una buena muestra de lo que han vivido muchas mujeres y sus familias. Los
testimonios son más o menos cortos. El libro, con una letra grande y asequible,
es ameno y tiene el atractivo de la variedad de los casos. Entre las personas
que comentan sus experiencias, también hay hombres que han pasado por el
síndrome post-aborto. Esto ciertamente sucede porque muchos hombres también se
han implicado en el aborto, bien porque han obligado a la novia o bien porque se
ha enterado después. Y aquí se destapa otro de los problemas de la legislación
actual: que se deja todo en manos de la mujer. No interesa extender esa
responsabilidad al hombre y, además, nadie quiere reivindicarlo. También es
verdad que, en la mayoría de los casos, el padre de una criatura concebida
desaparece cuando la mujer decide seguir adelante con su embarazo. Los
testimonios masculinos del libro, en cualquier caso, cuentan lo que ha supuesto
para ellos el haber acompañado a su novia o su mujer a abortar e incluso el no
haberse enterado a tiempo. También escriben prestigiosos psiquiatras, como
Aquilino Polaino, y otros profesionales. Recomiendo leer los testimonios por
separado.
-¿Se siente ahora más comprometida que nunca con la defensa de la vida?
-Sí, sobre todo porque, en marzo, estuve en la sede de la ONU, en Nueva York.
Expliqué mi caso en lo que ha sido el primer testimonio de este tipo expuesto
públicamente ante el organismo internacional. La experiencia de hablar ante
gente de todo el mundo me ha ayudado a estar más convencida de que los
argumentos de los defensores del aborto no tienen ninguna base. Se trata de dar
la cara de una vez y reconocer que el problema del aborto no afecta sólo a las
mujeres, sino a toda la sociedad. Si la solución es hacer que la mujer sufra
más, estamos provocando un mal a la sociedad. Esto no es bien común y, por
tanto, nunca puede ser positivo.
-¿Y cómo podemos acabar con esta lacra?
-Sobre todo con la educación. Es sorprendente que nuestros jóvenes no
tengan ni idea ni de cómo defender el aborto ni de cómo no defenderlo. Hace unos
meses, di una charla a unos jóvenes toledanos que tenían entre 18 y 21 años. Me
sirvió para comprobar que no tienen criterio, lo cual les convierte en mucho más
manipulables. Los medios de comunicación, por otro lado, no favorecen tampoco
que esta situación cambie. El error está en que se considera el aborto una
conquista social. No es así sencillamente porque hace daño y no es salud.
-¿Aumenta el número de personas que ha pasado a la causa pro vida después de
abortar o realizar esa práctica?
-Sí, porque el aborto crea problemas para todo el mundo. Después del niño no
nacido, la primera víctima es la mujer y, luego, todas las personas de su
entorno. Ahí está el ejemplo del doctor Nathanson, la primera persona que creó
una clínica abortista en el mundo y luego cambió cuando se dio cuenta de lo que
estaba haciendo. Dejó la clínica y se fue a estudiar fetología, para ver con sus
propios ojos todo lo que había hecho. Pero una de las razones por las que
abandonó el negocio del aborto es que, sobre todo en las comidas o en las
fiestas de empresas, las parejas de la gente que trabajaba con él le contaban
las pesadillas y los problemas psicológicos que tenían sus subordinados. Es
decir, que el drama afecta incluso al personal de los centros médicos donde se
practican abortos. De hecho, a esos trabajadores, los cambian cada cierto tiempo
porque es insoportable. Hay que contarlo todo, y lamentablemente no se hace.
-Seguro que usted ha pedido a mujeres embarazadas que no aborten...
-Sí. El primer domingo de febrero de este año, salí en el programa de TVE-2
Últimas preguntas, y allí expliqué mi testimonio. Después de aquella
intervención, he sabido que, aunque tengo un hijo en el cielo, ya tengo al menos
tres en el mundo. Tres chicas que tenían cita para abortar esa semana cambiaron
de opinión tras escucharme. Esto es muy importante para mí. Es el mayor triunfo.
Tomado de http://www.forumlibertas.com/