SOLIDARIDAD Y ESPÍRITU DE SERVICIO

 

José Antonio Alcázar

 

Valores relacionados con la justicia y la generosidad

 

Para educar en la solidaridad, hay que comenzar en el entorno social más inmediato al niño: la familia. Sólo cuando se vive la comprensión, la aceptación de los demás, la colaboración, etc. en la familia, los hijos pueden dar el siguiente paso y proponerse ayudar a los demás.

 

No basta, a la hora de adquirir estos valores sociales, con la teoría. Es decir, no basta con lamentarse de la situación de los inmigrantes, o de los pobres que vemos a lo largo del día en nuestros desplazamientos por la ciudad. Hay que procurar que los hijos presten servicios reales a otras personas, sin quedarse en meras especulaciones sobre las necesidades sociales.

 

Este modo de actuar es el mejor antídoto para la concepción del desarrollo personal como un exclusivo, y exclusivista, autoperfeccionamiento egoísta y solitario.

 

La satisfacción de ayudar

Hoy día, es un hecho comprobado que existe una multitud de jóvenes rodeados de medios materiales que no han ganado con su propio esfuerzo. Son jóvenes a los que sus padres -con una mal entendida buena intención- han ahorrado trabajos y obras de servicio hasta en la propia familia.

 

Son muchos, los que no han recibido la recompensa de la satisfacción por haber hecho algo bueno, útil y valioso, por los demás.

 

Ayudar... en la práctica

Conviene insistir en la importancia de la formación de hábitos que provoquen el interés por los demás y sus cosas, y que fomenten obras de servicio concretas en la vida diaria, en el seno familiar, con los hermanos, familiares, vecinos, amigos... Hay que hacer consciente a cada hijo de que tiene mucha importancia descubrir las necesidades de los más cercanos como primer signo y manifestación de un amor generoso y abierto a todos los hombres.

 

Cada uno de los actos aislados de solidaridad no deben ser considerados nunca como fines, sino como medios para hacer conscientes a nuestros hijos de que en la vida, o se sirve a los demás, o el egoísmo incapacita al hombre para la felicidad.

 

Atención a...

Algunos posibles objetivos para establecer planes de acción relacionados con la solidaridad pueden ser:

- Vivir bien los encargos de mutuo servicio en la familia.

- Ocuparse de la atención de enfermos.

- Ayudar a algún hermano o compañero con dificultades en su estudio.

- Atención a familiares ancianos, enfermos o desvalidos.

- Participar en colectas para personas necesitadas.

- Ayudar, en familia, a personas necesitadas.

 

FICHA PARA PONER EN PRÁCTICA

 

¿De color de rosa?

 

SITUACIÓN: Felipe y Luisa están preocupados. Lo están desde que asistieron en el colegio a una reunión de la escuela de padres. Esta vez el tema fue la generosidad y el espíritu de servicio. Se dan cuenta de que sus dos hijos (Pepe, de 13, y Mary, de 11) son un tanto egoístas.

 

Felipe es un empresario hecho a sí mismo con gran esfuerzo. Siempre había pensado que no quería que sus hijos sufrieran lo que él había sufrido y ahora se está dando cuenta de que esa actitud no es tan positiva: lo tienen todo dado y no valoran lo que tienen.

 

Luisa ha estado hablando con la profesora de Mary y tiene la idea clara de que hay que mostrarles que el mundo no es "de color de rosa" y que hay que hacer algo por los demás.

 

OBJETIVO: Mejorar en espíritu de servicio y solidaridad.

 

MEDIOS: Felipe acordó que los domingos invitarían al plan familiar (paseo y aperitivo) a uno de los niños que le indicase don Roberto, el médico amigo. Todos procurarían volcarse con él y hacérselo pasar bien.

 

MOTIVACIÓN: Felipe y Luisa hablarán con sus hijos de sus años de novios y sus primeros años de casados, de las necesidades que pasaron y cómo fueron saliendo adelante También insistirán en que hubo gente que les ayudó en momentos de dificultad y en lo importante que es que todos se preocupen de las personas que necesitan ayuda. Cerca de casa hay un hospital de niños. Verán cómo pueden colaborar.

 

Felipe iría a hablar con un amigo suyo, Roberto, el médico, que le informo de que había con frecuencia niños en silla de ruedas que no podían salir del hospital porque sus padres podían visitarle unos ratos o -por diferentes problemas que no quiso explicar- tenían pocas visitas. Roberto pediría permiso a los padres. Si lo daban, sería una buena idea sacarles a pasear a uno de los parques cercanos.

 

HISTORIA-RESULTADO: En dos meses se ha presentado la ocasión tres veces. La primera vez les costó mucho a los niños: no sabían qué hacer ni qué decir.

 

El niño enfermo era paralítico cerebral y apenas emitía unos gemidos indescifrables, pero sonreía como nadie. Mary perdió el miedo y le cogió de la mano mientras Pepe llevaba el carrito. Le ayudaron entre los dos a tomar un helado sin que se manchase mucho. Volvieron a casa encantados.

 

Hemos salidos dos veces más con otros niños: otro en silla de ruedas por una doble operación, y el tercero un niño de siete años con tratamiento de quimioterapia. Cada vez, Pepe y Mary ponen más cariño. El otro día Mary llamó por su cuenta a Roberto para ver cuándo podían tener otro paseo especial. Pepe suele regalarles alguno de sus juegos o tebeos. Nos está haciendo bien a toda la familia.

 

COMENTARIO: Pepe y Mary estaban necesitando poder volcarse con alguien necesitado para luchar contra su egoísmo. A veces, no es que los hijos no quieran hacer las cosas, sino que no tienen oportunidades.