¿Qué es un santo en la tradición de la Iglesia?

 Los protestantes (y musulmanes a veces) acusan a los católicos y ortodoxos de "adorar a los santos".

Los católicos y ortodoxos responden que sólo rinden adoración (latría, en griego) a Dios.

A los santos, sin embargo, se les venera. La veneración (dulía, en griego) es honrar, recordar e imitar. Eso es lo que la Iglesia católica y la ortodoxa hacen desde los tiempos de los mártires romanos: honrar a sus muertos, celebrar sus vidas y ponerlos como ejemplo. También se puede hacer -sin motivación religiosa- con héroes nacionales, antepasados respetados en tu familia... y no por eso se considerará que les rindes culto como a Dios. Un ateo puede honrar, venerar y poner como ejemplo a Pasteur, a Ramón y Cajal...

Un añadido especial es que los cristianos creen que los muertos "no están muertos", sino que al menos algunos están vivos junto a Dios. Cuando la Iglesia católica "beatifica" a alguien está proclamando de forma infalible que esa persona está con Dios. Y a alguien que está vivo (aunque sea en el Cielo... ¡más aún si está en el Cielo, de hecho!), le puedes pedir que rece por ti. Esto se llama intercesión.

Los protestantes ven bien que le digas a tu pastor, probablemente un hombre bueno y justo, reza por mí. Lo que no ven bien es que se lo pidas después de muerto. Es decir; cuando precisamente el católico considera que "vive ya en presencia de Dios".

En la Biblia muchas veces se pide a "gente especial" (los profetas, por ejemplo) que intercedan por el pueblo, por los pecadores. El rey Sedequías se lo pide a Jeremías (Jer 37,3) y todo el pueblo implora que interceda (Jer 42,1-6). Los ángeles son intercesores e intermediarios entre Dios y los hombres continuamente como vemos en la Biblia.

En Baruc 3,4 el profeta pide a Dios: "escucha las oraciones de los muertos de Israel". Es decir, que los muertos rezan, o sea, hablan con Dios y le piden por los vivos. En 2 Macabeos 15, 12-16, Onías y Jeremías, que llevan siglos muertos, rezan por el pueblo de Israel. Lo que pasa es que los protestantes no aceptan como palabra de Dios el segundo libro de Macabeos.

Que hay que honrar a los hombres sabios, virtuosos, que nos precedieron en la fe, lo pide el Antiguo y Nuevo Testamento en infinidad de ocasiones. Pide también que al recordarlos y celebrarlos (la idea "haced memoria, conmemorad" no pide sólo un recuerdo intelectual, sino celebrativo) copiemos su ejemplo, los imitemos.

Así se puede ver en 1 Cor 4,16, en 1 Cor 11,1 ("imitadme como yo imito a Cristo"; Pablo ya murió, pero sigue siendo bueno imitarle), en Fil 3,17; en 1 Tes 1,6; en Hebreos 13,7; en Santiago 5,10-11 (imitar a los profetas, a Job...)

Desde muy antiguo los cristianos asumieron que las reliquias corporales de hermanos que eran asesinados por su fe ayudaban a celebrar su aniversario, inspirar su ejemplo y participar de su presencia ante Dios. Así, en el "Martirio de Policarpo" 17,18 (del año 157 d.C., Policarpo fue discípulo de San Juan, y maestro de San Ireneo) dice:

"Tomamos sus huesos, como si fuesen más preciosos que las joyas más exquisitas, y más purificados que el oro, y los depositamos en un sitio adecuado en el que reunidos nosotros cuando la oportunidad lo permite, con gozo y alegría, el Señor nos permitirá celebrar el aniversario de su martirio, tanto en memoria de aquellos que ya han acabado su carrera, como para ejercitarnos y prepararnos los que aún seguimos sus pasos".

Pedir a los santos ayuda es común en los primeros cristianos. Hipólito de Roma, escribiendo sobre el profeta Daniel (Sobre Daniel, 11,30), dirige en el año 204 una oración a los jóvenes que caminaban por el fuego, que murieron siglos antes: "Acordaos de mí, os lo suplico, para que pueda alcanzar con vosotros el mismo destino del martirio".

San Agustín recuerda (en el año 400, en Contra Fausto, 20,21) que rendir culto de adoración es hacer ofrendas a un dios, y que los cristianos solo llevan las ofrendas a Dios, aunque el altar esté construido recordando a un santo:

"Es cierto que los cristianos rinden honor a la memoria de los mártires, tanto para animarnos a imitarlos como para participar en sus méritos y pedir que nos ayuden con sus oraciones. Pero no construimos altares a los mártires sino al Dios de los mártires, aunque sea en la memoria de los mártires. Nadie que oficie en el altar de un lugar con santos enterrados dice "te traemos una ofrenda, oh Pablo, oh Pedro, oh Cipriano..." La ofrenda se hace a Dios, que dio la corona del martirio, aunque sea en memoria de los así coronados. La emoción aumenta por las asociaciones que despierta el lugar, el amor se excita hacia los que son ejemplo para nosotros, y hacia Aquel por Quien podremos seguir estos ejemplos. Sentimos por los mártires el mismo afecto íntimo que hacia los hombres santos de Dios en esta vida cuando sabemos que sus corazones están preparados para resistir el mismo sufrimiento por la verdad del evangelio. Hay más devoción en nuestro sentgimiento hacia los mártires porque sabemosq ue su lucha acabó, y que podemos hablar con mayor confianza en alabanza de aquellos que ya están victoriosos en el cielo que de aquellos que aún combaten aquí".

Por lo tanto, la veneración a los santos, imitarlos y pedir su intercesión es algo que nace de la Biblia y de los primeros cristianos. Este es el sentido que tiene recordar, venerar, imitar y pedir al intercesión de los 498 mártires españoles del siglo XX, hoy, como en tiempos de San Agustín, hace 16 siglos.