Pedro Trigo sj

Salmos del Evangelio

 

A Ignacio de Loyola que sigue peregrinando después de quinientos años

A Pedro Arrupe que nos dio libertad espiritual para seguir a Jesús por el camino de Ignacio, en el año de su muerte

A las comunidades de Barrio Bolívar, Carapita y El Guarataro (Caracas) y Bella Vista (Cagua) donde nacieron la mayor parte de estas oraciones

A Felisa, hermana querida y mártir, que nos acompaña e inspira

A mis papás que me introdujeron en este camino en sus bodas de oro.

"demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga

"traer la historia de la cosa que quiero contemplar; ver el lugar; ver las personas como si presente me hallase; mirar, advertir y contemplar lo que hablan; mirar y considerar lo que hacen y después reflectir en mí mismo para sacar algún provecho espiritual"

(San Ignacio de Loyola: Ejercicios Espirituales)

 

INDICE

LOS PRIMEROS DISCIPULOS

LA TEMPESTAD

LAS TENTACIONES

LA MUJER ENFERMA

LA SEMILLA MAS PEQUEÑA

QUIEN DICE LA GENTE QUE SOY

EL CAMINO DE JESUS

OJOS NUEVOS

SEGUIR EL CAMINO DE JESUS

DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

¿EN QUE CONSISTE SER HIJO DE DIOS?

LA SAMARITANA

EL FARISEO Y LA PECADORA

PERDONAR

DESENCUENTRO

TOCAR A JESUS

LOS MANDAMIENTOS

SEGUIR A JESUS

EL CIEGO DE NACIMIENTO

LA MAGDALENA

 

LOS PRIMEROS DISCIPULOS

(Jn 1,35-51)

¡Qué desconcertante es el modo de Jesús de reunir discípulos!

Por eso, Padre, te pedimos que nos lo des a conocer

para que también nosotros sepamos escuchar su invitación.

Jesús no monta ninguna campaña propagandística

no hace actos sorprendentes para darse a conocer.

Jesús simplemente pasaba.

Oyendo la palabra de Juan, había ido a bautizarse

a disponerse para tu venida.

Juan lo señaló como el que venía a quitar el pecado del mundo

es decir, la opresión, el oprobio de tu pueblo.

Se lo imaginaba como el leñador que examinaba a los árboles

para talar los que no daban fruto.

Así lo señaló a dos de sus discípulos.

Se lo tuvo que señalar

porque no tenía nada que llamara la atención.

Se lo quiso señalar para que fueran tras él

porque Jesús era más grande que él.

Los discípulos obedecieron a Juan por última vez

y lo dejaron para irse tras Jesús.

Jesús sintió que lo seguían

nunca lo había sentido

hasta ese momento te había seguido a ti

en los representantes de tu pueblo

y últimamente en Juan.

Ahora, sin llamar a nadie, lo empezaban a seguir.

Era una hora nueva. Jesús no hizo espavientos

preguntó sencillamente qué buscaban.

Ellos eludieron también las grandes palabras.

No dijeron que buscaban al que quita el pecado del mundo

la figura de Jesús les borró las fórmulas establecidas

comprendieron confusamente que empezaba algo nuevo.

Se limitaron a llamarlo maestro y le preguntaron que dónde vivía

El que plantó su tienda entre nosotros

les invitó a conocerla por dentro. Les dijo: "vengan y lo verán".

¿Qué vieron, Señor? No, por supuesto, riquezas ni sirvientes

tampoco armas ni libros

no vieron nada que los hiciera sentirse extraños

y sin embargo supieron que habían entrado

a un ámbito decisivo.

Jesús no les echó discursos, no los adoctrinó

no intentó hacerlos prosélitos.

Lo que vieron era inefable.

Ellos supieron que ya no podrían vivir sin él.

Con el tiempo verían muchas cosas

serían todo ojos para contemplar

todo oídos para no perderse ni una palabra

todo manos para tocar y palpar

porque era la Vida misma, tu vida, lo que se manifestaba.

Pero tu vida era más que proyectos y programas

tu vida era Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.

No sabían cómo decirlo

pero se quedaron para siempre con él.

Habían encontrado lo que andaban buscando

y tenían necesidad de comunicarlo

no les cabía la emoción en el cuerpo.

¡Con qué alegría, Señor, salían a dar la noticia!

Pero ¿cómo trasmitir lo nuevo si todas las palabras estaban usadas?

Se limitaron a decir: "hemos encontrado al Mesías"

porque ese era el que esperaban

"vengan y verán" decían

y llevaban a Jesús a quienes tenían su misma esperanza.

Jesús los recibía de un modo personalizado

Se están poniendo, Señor, las bases de un pueblo nuevo

está inciándose algo definitivo

y todos toman la iniciativa.

Jesús acepta y recibe, como la red los peces que llegan a ella.

Vienen porque buscan y no encuentran

vienen por su propio impulso

vienen a ver y se quedan.

¡Qué modo tan insólito, Señor, de seleccionar y elegir!

Jesús sabe que eres tú quien los envías

y él no echa a nadie

sino que se empeña con todas sus fuerzas

en conservar los que tú le das.

Así se inicia, Señor, el pueblo de la Nueva Alianza

tan silenciosamente.

Tu Hijo es una semilla que se siembra en los corazones.

Los discípulos tendrán crisis, desencantos, pánico

no les logrará convencer Jesús de su camino mesiánico.

Pero entusiastas, abatidos, enconchados o en desbandada

serán ya por siempre los de Jesús, sus compañeros

los que se quedaron para siempre a vivir con él.

Te pedimos, Padre, fascinación por tu Reino

entregarnos a él como quien saca un tesoro fabuloso.

Te pedimos que lo entendamos, no según nuestros deseos

sino al modo de Jesús

como siembra discreta de semillas de vida

como la llama de tu Espíritu de Hijos

que prende llamas de fraternidad

como testimonio desarmado y ofrecido

de la verdad que conduce a la vida

como buena noticia para los pobres del mundo

y en ellos para todos.

Que no nos queramos hacer importantes

como anunciadores del Reino.

Que lo hagamos como Jesús, así de pobre y calladamente.

Pero sobre todo, Padre, te pedimos

lo que alcanzaron los primeros discípulos

que no nos separemos de Jesús

que seamos, como ellos, los de Jesús

que ni el pecado nos separe de él

que nos ha aceptado, que nos eligió.

 

LA TEMPESTAD

(Mc 4,35-41)

Cuando se desató la tempestad, Jesús dormía.

Qué cansado estaba, Señor, y qué buen dormir tenía.

Había estado toda la mañana hablando a las multitudes

desde la barca, y tuvo que esforzar mucho la voz y la mente

para hacerse oír entre el ruido y la distancia y retener la atención

así que después de esparcir con alegría las semillas de tu palabra

se echó a dormir en el cabezal, mecido por la brisa del lago

y no se despertó ni cuando las olas anegaban la barca.

Los discípulos se afanaban por mantener el rumbo y achicar el agua.

Su oficio incluía el riesgo y ellos le daban la cara.

Querían demostrarle a Jesús que podía fiarse de ellos

por eso no pensaron en despertarle, para que supiera

que estando con ellos podía pasar un peligro sin darse cuenta

era un punto de honor ante su jefe.

Pero la barca se hundía, su pericia se anegaba ante el embate del mar

ya no se trataba de demostrar nada sino de salvar la vida

y acudieron gritando a Jesús.

No lo despertaron para que no se ahogara

no pensaron en el peligro que corría Jesús

lo despertaron para que los salvara del naufragio.

Veían a Jesús tan fuerte en su desnudez

que no pensaron que él pudiera perecer

tampoco sabían qué haría Jesús por ellos

pero sabían que algo haría y eficaz.

Ellos habían sido superados

ahora le tocaba el turno a Jesús.

Jesús ante todo serenó los elementos

se dirigió con imperio al viento y al mar

y ellos lo reconocieron y se quedaron en calma.

Luego reprochó a los apóstoles su falta de fe.

Si hubieran confiado en ti, no habrían despertado a Jesús.

Se dejaron llevar del miedo, el miedo anegó sus corazones

fue el miedo quien los venció, no fueron el mar ni el viento.

Temieron por sus vidas porque no las habían puesto en tus manos

se derrumbaron porque no estaban edificados en la roca de la fe.

Es que la fe echa fuera el temor

la fe y el temor son contradictorios

porque la fe no es saber que tú existes sino apoyarse en ti.

Los discípulos acudieron a Jesús porque no se apoyaban en ti

oraron a Jesús porque les faltó la fe

por eso Jesús les reprochó su oración

aunque orar fue mal menor: oraron para no desesperar

y así la fe de tu Hijo suplió con creces su poca fe.

Señor, lo que fue una situación excepcional para tus discípulos

es la situación habitual para mucha gente del pueblo

viven, Señor, en peligro de muerte

hacen todo lo que pueden, se matan, como los apóstoles, por sobrevivir

pero en muchas ocasiones sienten que no pueden más, que se hunden

viven con viento contrario, un viento recio, y se agotan.

Quisieran demostrarse a sí mismos y a los demás

que sí pueden salir a flote

que ellos tienen voluntad y son capaces

por eso muchos se resisten a pedir ayuda, es cosa de dignidad.

Pero a veces no queda sino dejarlo todo al garete

o agarrarse a un clavo ardiendo

dejar de luchar y que pase lo que tenga que pasar

o aceptar lo que venga sin mirar las condiciones.

No hay muchas alternativas, Señor

Y mientras, el miedo arrecia tanto que se convierte en angustia.

Hay gente que vive como Jesús en el Huerto: en agonía

y las causas son tan ciertas y contundentes

que lo irreal parece la esperanza.

Y sin embargo, precisamente en esa situación

gente del pueblo hace la experiencia

de que la esperanza es lo último que se pierde

mientras haya fe.

Hay gente que acude a Jesús, no como los apóstoles

para paliar su poca fe

sino como sacramento de la fe que tienen en ti.

Y tú, que les das la fe, se la confirmas, porque no les defraudas.

Cuántos milagros obras tú en ellos, cuántos milagros obra su fe

cómo te agradecen porque les cumples.

Y sobre todo el milagro de vivir en calma entre la tempestad

el milagro de la fuerza tranquila de la fe

que vence del oleaje.

Te damos gracias, Señor, por esa fe

que es participación de la fe de Jesús.

Te damos gracias, Señor, por tus signos que la alimentan

y por su religión que sirve de cauce

Te damos gracias por esa fe que se rehace de la prueba o la caída

por esa fe de la que viven quienes no tienen dinero para vivir

quienes no pueden vivir de su justicia.

Danos, Señor, un poco de esa fe

y para eso que no pretendamos ponernos al abrigo de la tempestad.

 

 

 

LAS TENTACIONES

(Mt 4,1-11)

 

Tú dijiste, Señor, a Jesús que él era tu Hijo amado.

Pero ¿en qué consiste ser Hijo tuyo?

A los seres humanos se nos han ocurrido muchas ideas

sobre qué debería hacer alguien que fuera Hijo tuyo

y no siempre coinciden con las ideas que tienes tú.

Por eso tentamos a Jesús con nuestras ideas.

Ante todo un Hijo de Dios sería alguien que tuviera tu mismo poder

un poder que imaginamos incontrastable y discrecional

un Hijo de Dios no tendría que consultar a nadie más que a sus deseos

si tenía hambre, con un simple pensamiento convertiría unas piedras

en los panes más sabrosos. Para eso era Hijo de Dios.

El no era un simple mortal, no estaba sujeto a su circunstancia

lo podía todo, ese era su privilegio

¿qué menos podía pensarse de un Hijo de Dios?

Y sin embargo Jesús se atuvo a su circunstancia

sintió cansancio, pasó hambre y sed

tuvo que andar huyendo de sus enemigos

siendo Hijo tuyo vivió como uno de tantos

no pensó que su condición de Hijo era un rango para ostentar

ni un botín para retener.

Porque tampoco te sintió a ti como el monarca sin par

que atesoras riquezas inagotables y posees un poder incontrastable

con el que haces y deshaces a capricho.

Ese Dios para él no eres tú; para Jesús ese Dios no existe

es el que fingimos, dando un cuerpo infinito

a nuestros deseos, tan infantiles.

Para Jesús tú eres un Dios de vida

de la vida que brota del amor.

Tu poder es el poder que tiene el amor

un poder fecundo, que se derrama como don

que no se impone, que se ofrece con entera discreción.

Jesús te sintió como un Dios digno de toda fe

y así ser Hijo fue para él fiarse completamente de ti.

Su alimento, más que el pan, fue hacer tu voluntad

es que le llenaba de contento recibir tu palabra y ponerla por obra.

En esto fue como su mamá, que vivió para hacer tu Palabra.

Jesús nos enseñó que ser Hijo tuyo no es ser superhombre

es una relación contigo de confianza total

es recibir de ti la vida mediante la fe.

Pero aquí viene la segunda tentación

¿cómo sabremos que alguien se fía de ti? Lo tiene que demostrar.

Si te llama y acudes

es que es Hijo tuyo y no puso su confianza en vano.

Si lo dejas solo en la dificultad, si no acudes a sus ruegos

es que no tiene nada que ver contigo.

Tú eres para tus Hijos sombra en la canícula y brisa en el sol ardiente

luz en las noches sin luna

y un chaleco antibalas en los peligros de la ciudad.

Tú no puedes permitir que tu Hijo se estrelle

tú apartas las piedras para que no tropiece en el camino.

Si no abandonas a tu Hijo, que él te ponga a prueba

para que te manifiestes y creamos en él.

Así tentamos muchas veces a Jesús y así seguimos tentándote a ti.

Pero Jeús no cayó en la tentación

porque era en verdad Hijo tuyo y se fiaba de ti

Por eso ni necesitaba ni deseaba ponerte a prueba

nunca te quiso emplazar, no buscó sonsacarte datos

respetó tu libertad

él supo siempre que la relación de fe

era encuentro de libertades

y así ni te presionó ni te chantajeó.

Se fiaba de ti en el éxito y el fracaso

en la luz y en la oscuridad, en el Tabor y en el Huerto

en la gloria y en la cruz, en el favor de las masas

y en el abandono y traición de sus íntimos

no te exigió nada

hasta aceptó no sentir tu presencia cuando más la necesitaba

respetó tu libertad porque era Hijo tuyo y se fiaba de ti.

Pero si ser Hijo tuyo no es tener un poder incontrastable

ni disponer de tu poder incontrastable a voluntad

¿con qué poder cuenta un Mesías para salvar a la humanidad?

Si el único poder tangible es el del dinero y las armas

¿no habrá que reconocerlo

para ayudar con él a los que sufren necesidad?

Si el Hijo de Dios no dispone de un poder de este mundo

¿no tendrá que llegar a un acuerdo con los que lo tienen

para que se respete su autoridad

y tenga medios para llevar a cabo tu obra?

Uno preferiría otros medios más puros

pero si lo que se quiere es el bien eficaz

¿no habrá que sacrificar la propia imagen

para lograr techo, pan y escuela, hospitales y trabajo

y hasta catecismos y templos, para los pobres de la tierra?

La decisión de Jesús nos llena de perplejidad.

El optó por mantenerse libre

y al poco tiempo lo asesinaron. Murió en la flor de la edad.

Pareció una libertad vacía

"Esperábamos -decían los defraudados- que él iba a liberar al pueblo"

"Y todo sigue lo mismo -dicen los escépticos-

desde el inicio de la humanidad" .

Sin embargo, Señor, nosotros confesamos que su vida fue fecunda.

Nosotros confesamos que su libertad nos hace libres

para fiarnos de ti y seguir su camino

sin pedirte el éxito, respetando tu libertad.

Danos vivir como Hijos tuyos.

No nos dejes caer en la tentación.

 

 

LA MUJER ENFERMA

(Mc 5,25-34)

 

La hemorragia hizo perder la paz a esa hija tuya.

No es que se estaba muriendo

pero sí se estaba poniendo nerviosa y triste

estaba ansiosa, irritable

pendiente siempre de esa fuente inoportuna

ya no estaba segura de sí

no se sentía tranquila en presencia de otros

se iba retrayendo, cada vez más esclava de su mal.

Había acudido a médicos

había pasado la pena de ponerse en sus manos

y cada pretendida cura agravaba su mal

además acabaron con todo su patrimonio.

Esa hija tuya se sentía, Señor, muy sola

frustrada como mujer, desdichada.

Jesús la sacó de su ensimismamiento.

Pasaban multitudes cuando él pasaba

y luego todos hablaban de él:

"para él no había nada imposible

curaba a los enfermos con sólo tocarlos

era una persona sencilla y llena de misericordia

en él se hacía presente Dios para salvar a su pueblo".

La mujer supo que había llegado su hora

sintió que Jesús era la oportunidad que tú le dabas

y se decidió a ir hasta él.

Pero ¿cómo llegarle en privado si nunca lo dejaban solo?

y ¿cómo confesarle en público ese su mal?

En estas cosas pensaba mientras se abría paso.

La multitud le ayudaba a pasar desapercibida

a centrar todo su deseo en Jesús

a estimular el deseo de curarse, a llenarse de esperanza.

Mientras se abría paso entre la gente

su fe dejaba atrás las dudas.

Ya le veía a Jesús

y un anhelo incontenible la llevaba hacia él.

Pero Jesús iba con Jairo, iban rápidos a su casa

ya estaba pasando Jesús ¿cómo abordarlo?

no era posible ni cruzar la mirada con él

pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad.

Entonces le vino ese golpe de confianza total:

"conque le toque el borde del manto, me curo".

Alargó la mano y lo tocó

y sintió que se le secaba la fuente de la hemorragia.

Aún estaba en vilo, colmada con esta nueva noticia de sí

absorta de alegría con la certeza de su vida renacida

cuando la sobrecogió la voz de Jesús que la reclamaba

"quién me tocó?" decía Jesús como si lo hubiesen robado

y miraba a su alrededor buscando al culpable

buscándola.

Tu hija, Señor, no tuvo más remedio que confesar

se echó a los pies de Jesús y contó todo

llena de vergüenza y confusión.

Pero mientras iba hablando

le brotaba por dentro la seguridad, la calma

recobró la confianza en sí, se fue colmando de paz.

Pudo alzar la vista y mirarle a Jesús a los ojos

y se sintió contenta de ser mujer

se supo dueña de sí y agradecida

completamente abierta al intercambio de dones.

Entonces oyó el reconocimiento de Jesús:

"tu fe te ha sanado; sigue en paz".

Todos la saludaban con alegría

le expresaban su parabién

muchos la abrazaron

se vio en boca de todos, felicitada

acompañada, rica de amigos

y de ganas de vivir y de hacer tantas cosas.

Entonces, Padre, tu hija derramó su corazón delante de ti

desecha en llanto y en canto

llena de Jesús, centrada y abierta.

Señor, qué grande estuvo Jesús

él no se contentó con sanarla el cuerpo

no quiso ahorrarle el dolor de la confesión pública

porque sabía que esa era la puerta

para entrar de nuevo en sociedad

para ser entregada a todos como modelo

para encontrarse más personalmente con él

y colmar su vida

 

 

LA SEMILLA MAS PEQUEÑA

(Mc 4,30-32)

 

Nos contaron, Padre, la parábola de la semilla más pequeña

como la parábola de la historia del cristianismo:

empezó oscuramente en un rincón

fue creciendo y ahora es la religión más poderosa

la que tiene mayor número de fieles, mejor organización

y la que acoge en su seno a las naciones que son los dueños del mundo.

Sólo tu podrías ser el autor de una expansión tan fulgurante.

Nosotros, Padre, lo creímos así y te dábamos gracias

y nos sentíamos orgullosos de pertenecer a esa historia gloriosa.

Contemplábamos a Jesús de Nazaret hablando a ese pueblo

y no sabíamos si admirar más su sencillez o su seguridad

lo veíamos como un profeta que más que a esos campesinos

hablaba a las generaciones futuras, a nosotros

que podíamos comprender, más que ellos, sus palabras

porque las veíamos ya realizadas.

Nuestra situación era como la de Salomón dándote gracias

al inaugurar su templo porque habías cumplido tus promesas.

Así nos veíamos nosotros: nacimos pequeños

y ya llenamos la tierra.

Al principio fue la semilla

ahora es la planta más grande y esplendorosa

y todo, decíamos admirados, es obra tuya

Sin embargo, Padre, ahora no vemos así las cosas.

Ahora nos parece que tu Hijo Jesús quiso decir

que la semilla más pequeña es la que da mayor fruto

que tú escoges a lo más pequeño para que de ello salga

la vida y la salvación.

Jesús hablaba de él y de sus discípulos

los de entonces y los de todos los tiempos.

Tu Hijo Jesús fue en verdad la semilla más pequeña

tú la sembraste en el vientre de tu humilde esclava

y de ella brotó la salvación del mundo.

Esa es, Padre, tu lógica

por eso son los pobres y los que se hacen los más pequeños

los que, siguiendo a tu Hijo, dan fruto que permanece

lo demás, el poder y la gloria de este mundo

no son dones tuyos sino del Príncipe de este mundo.

Cuando tu Iglesia los ha pretendido para sí

se hace incapaz de dar vida

y como los otros poderes del mundo

vive de la vida que exige a los fieles

y los tiene como súbditos en vez de ser su servidor.

Cuando tu Iglesia busca ser la planta más grande y esplendorosa

agosta la tierra que son tus hijos

les apaga el Espíritu

les quita la libertad

y los entrega al Príncipe de este Mundo

con quien pacta para participar de su poder y gloria.

Pero no lo sabe. Dice: soy rica por gracia de Dios

poseo el depósito de la tradición y nada me falta

Señor, Padre nuestro, haznos entrar en tu lógica

que comprendamos que Jesús nos enriqueció con su pobreza

que comprendamos que los que se hacen llamar bienhechores

y se creen que lo son, son en realidad opresores.

Que oigamos, Padre, a Jesús que nos dice

"ustedes, nada de eso". Lo nuestro es ser servidores

ser sirvientes, como él lo fue.

Que pueda decirse, Padre, a todas las Iglesias del mundo

lo que dijo el Espíritu a la de Esmirna:

"Conozco tus apuros y tu pobreza, y sin embargo, eres rica"

Que no nos tenga que decir lo que dijo el Espíritu

a la Iglesia de Laodicea, poderosa y segura de sí:

"aunque no lo sepas, eres desventurada y miserable

y estás ciega y desnuda".

Señor, hoy somos testigos de que lo que el mundo llama débil

tú lo escoges para que ellos fortalezcan nuestra fe

y lo que es tenido por ignorante tú lo escoges

para revelar tu sabiduría, oculta a los sabios

y lo que es despreciado por no tener categoría

tú lo escoges para sembrar la dignidad y el respeto.

Hoy, Señor, y siempre tú siembras en el mundo

la semilla más pequeña

la piedra que desecharon los arquitectos tú la conviertes

en clave del edificio

esa piedra es Jesús y su cuerpo en la historia.

En la semilla más pequeña

te complace poner tu poder de germinar.

Gracias, Padre, porque te ha parecido bien hacerlo así.

Concédenos hacernos tan pequeños como los niños

para dar lugar, para convivir, para colaborar

para, de este modo, entrar en tu Reino.

 

 

Quien dice la gente que soy

(Mc 8, 27-33)

 

Señor, hoy tu Hijo nos pregunta como a los apóstoles

quién soy yo, según ustedes.

Nos llama a hacer nuestra profesión de fe.

El no quiere ser un mero tema

que justifique nuestro puesto en la sociedad.

El no quiere ser un nombre omnipresente y vacío

con el que encubrir, incluso a nuestros propios ojos

la costumbre de salirnos con la nuestra.

Por eso nos emplaza a hacer nuestra confesión de fe

a dar cuenta de nuestra esperanza, si la tenemos

a dar testimonio de la verdad, si es que hacemos la verdad.

Señor, Jesús es tu enviado, el que nos revela tu corazón

y el que saca a luz lo que hay en nuestros corazones.

Te pedimos, Señor, que veamos a Jesús como tú lo ves

revélanos a Jesús, como se lo revelaste a Pedro

cuando él lo proclamó el Ungido por tu Espíritu

para liberar a su pueblo

porque si conocemos a Jesús

te conocemos a ti y nos conocemos a nosotros mismos

El pueblo, tu pueblo que en América Latina

cree, sufre, lucha y espera

dice que Jesús es el Nazareno

y nosotros también lo decimos con él

porque vemos que se lo has revelado tú.

Tu pueblo ve a Jesús como el Cordero de Dios

cargado con el pecado del mundo

ve a Jesús doblado por el peso de la cruz

con la corona de espinas que le punzan hasta el cráneo

con el rostro desencajado y ensangrentado

casi extraviada la vista por exceso de dolor

derrumbado contra el suelo, aplastado por el peso de la cruz

pero levantándose una y otra vez, levantándose siempre

lo ve caminando, sin dejar la cruz de su solidaridad

cargando con nuestras dolencias y con el pecado del mundo

siempre adelante, llevando el peso, caminando.

El pueblo ve en el Nazareno tu presencia, tu majestad

tu gloria: eso significan las tres potencias

que sobresalen de su corona de espinas.

No es el Nazareno una imagen de impotencia y de derrota

en ella reluce toda tu autoridad, toda tu santidad

no hay mayor poder que el del Nazareno

que no sólo es capaz de cargar con los sufrimientos y pecados de su pueblo

sino que se hace cargo también de la culpa de sus asesinos.

Bendito seas, Señor, que has revelado este misterio a los sufridos

a la gente sencilla, mientras permanece oculto para entendidos y poderosos.

Tu pueblo, Señor, no ve al Nazareno camino del fracaso y la derrota

lo ve dirigiéndose al triunfo, a ti, a la victoria

que es nuestra salvación: la aceptación por ti

de todo lo que él lleva a cuestas

de todos los que él lleva en el corazón

atravesado también por la lanza.

Tu pueblo sabe, Señor, que tu Hijo el Nazareno no es un vencido

sino el Camino que vence al mundo y que conduce a la vida.

Al Nazareno, Señor, es al que nosotros llamamos el Liberador

el que nos convoca a vencer al mal a fuerza de bien

por el camino de la solidaridad.

El nos da fe y fortaleza, él sostiene nuestra esperanza

Te pedimos, Señor, que nunca nos escandalicemos de él.

 

 

EL CAMINO DE JESUS

(Mc 8,27-33)

 

Jesús echa de sí a Pedro

porque pretende inducirlo por el camino del mal

justo cuando acaba de bendecirlo

porque habló inspirado por el Espíritu Santo.

¡Qué desconcierto el de Pedro, bendecido y rechazado!

¡Qué cerca están, Señor, la clarividencia y la ceguera!

!Qué difícil discernir cuándo obedecemos tu voz

y cuándo hablamos desde nuestro propio entusiasmo sacralizado!

Pedro proclama Mesías a tu Hijo Jesús

porque tú se lo revelaste

pero no puede aceptar que Jesús defina con su vida

el destino mesiánico.

Para él ese camino ya está revelado

Si Jesús es el Ungido por ti para salvar a tu pueblo

él tiene que ser el caudillo incontrastable

que prevalecerá sobre todos los enemigos

porque tú pusiste en sus manos tu poder definitivo.

Si él cayera en manos de sus enemigos

¿dónde quedaría tu poder? Tú no serías el Señor de los señores

¿El Mesías en poder de tus enemigos? Es una blasfemia

Jesús escandaliza a Pedro y Pedro escandaliza a Jesús.

Pedro cree defender la religion, defender tu honor

al ponerle sus reparos, y Jesús le replica que no

que esa no es tu idea

que esas son tradiciones humanas.

Pedro ya nada responde porque por encima de todo

él quiere seguir con Jesús, aunque no esté de acuerdo con él.

Pero no se deja convencer

no está dispuesto a que se le caiga toda su lectura de la Biblia.

Pedro sigue a Jesús, cada vez más irreductible

más imposible de encasillar en expectativas y planes

pero también se aferra a esos planes, que considera sagrados.

Pedro acepta a Jesús como absoluto

pero también considera absoluta su noción de mesianismo.

Pedro cree, pero también pretende

y piensa que su pretensión forma parte de su fe.

Jesús mete el bisturí de su palabra

para separar su misión mesiánica

de ese modo tradicional y prestigioso de realizarla.

Pero ni el gritarle Satán fue bastante

ni el echarle fuera de sí.

Pedro se calló la boca, se quedó y siguió con su idea

que era en definitiva su idea de ti y de tu salvación

que eran lo más sagrado que tenía

pero que en realidad eran su ídolo.

Pedro se abrió a la novedad de la persona de Jesús

pero no se abrió a la novedad de su propuesta.

Hasta en la mañana de la Ascensión

trató de llevar a Jesús por sus caminos

le pidió que llenara sus expectativas

por el camino estatuido por la tradición.

No le bastó la resurrección

Jesús tenía que restaurar el reino de David, el reino de tus santos

poniendo a tus enemigos como escabel de sus pies.

¡Qué difícil, Señor, es saber cuándo nos abrimos a la buena nueva

y cuándo pretendemos que seas tú quien realices nuestros viejos anhelos!

Es que en el fondo pensamos que no es posible un camino nuevo.

No hay más camino, pensamos, que prevalecer

salvación es que prevalezcan los buenos

que venzamos nosotros, los tuyos, sobre los malos.

Jesús le dijo a Pedro, que esa es la idea humana

y humanos somos nosotros, Señor.

Te pedimos, pues, Padre, que nos convirtamos a tus caminos

Jesús es tu camino hacia nosotros y nuestro camino hacia ti

Que aceptemos la propuesta de Jesús

que nos propongamos vencer el mal a fuerza de bien

en nosotros mismos y en los demás.

Te lo pedimos, Señor, desde nuestra impotencia.

Pero, al menos, Padre, que no dejemos a Jesús

Que algún día, como a Pedro, nos llegará la hora

de ser tus testigos, de ir entregando, como Jesús, la vida

 

 

 

OJOS NUEVOS

(Mc 9,2-13)

 

Pedro, Santiago y Juan en la cima del monte

contemplaron a Jesús con tus propios ojos

Iban subiendo con el Jesús de siempre

y de pronto, al llegar, se transfiguró

su rostro brilló más que el sol

y el resplandor que salía de su cuerpo

impregnó a sus vestidos de la nitidez vibrante

que tienen las nieves eternas de las montañas

cuando las embiste el sol.

Pero no era Jesús el que había cambiado

los ojos de los apóstoles fueron los trasfigurados

tú les diste de tu luz

y pudieron ver a Jesús como tú lo ves.

Lo vieron lleno de gloria

tenía el mismo peso de tu majestad

pero no humillaba ni hería

porque era pura gracia y misericordia

puro amor y lealtad

la hermosura de su rostro no desnudaba la propia miseria

convidaba más bien a la participación

daba muchísimo contento y una paz imposible de expresar.

De pronto aparecieron Moisés y Elía.

Hablaban del Exodo de Jesús en Jerusalén

de su Pascua de ignominia

que sería sin embargo de liberación definitiva

Pero ellos eran puros ojos, no querían escuchar

querían quedarse a ver el Reino de Dios

se conformaban con quedarse a ver para siempre

no sabían que tu Reino no es para contemplar

como quien ve un programa de televisión

tu Reino es para vivirlo, para participar.

Por eso los cubrió la nube y ya nada vieron

pero escucharon la Voz

"Este es mi Hijo, mi predilecto: Síganlo".

Tú los invitabas, Señor, no a ver como mirones

sino a vivir en el seguimiento de Jesús

hasta transformarse, ellos también, en hijos tuyos.

Dentro de poco entrarían no en tu nube preñada de vida total

sino en la noche lóbrega del poder de las tinieblas.

Para que no sucumbieran tú les regalabas

los ojos que brotan de la fidelidad.

Pero ellos nada entendieron

Estaban asustados por lo que se les venía encima en Jerusalén

el miedo hacía vacilar la fidelidad

y se nublaban los ojos y ya no veían tu gloria en Jesús.

Sólo cuando él se fue y les dejó el Espíritu

se les abrieron los ojos y dieron testimonio de Jesús.

Dieron su vida con alegría porque contemplaban tu gloria

no ya como mirones sino como hijos tuyos

Si viéramos, Señor, con tus ojos

veríamos que no es oro todo lo que reluce

y veríamos la desnudez del pobre

cubierta por el manto divino de tu gloria.

Veríamos que los ricos son los que oprimen

los que ultrajan tu santo Nombre

y los pobres según este mundo aparecerían ante nuestros ojos

como los elegidos por ti para hacerlos ricos en la fe

y herederos de tu reino prometido.

Si miráramos con tus ojos a los seres humanos

reconoceríamos en los rostros sufrientes de los pobres

los rasgos de tu Hijo que nos interpela.

Claro que tú también ves los pecados de los pobres

ellos son santos no porque sean inocentes o tengan méritos

sino porque tú los cubres de tu gloria como un escudo protector

para que no sucumban de abandono, desprecio, opresión

tú los llenas de tu presencia para que puedan vivir de ti.

Pero cuando los pobres aceptan tu propuesta

y viven de la fe que tú les das

en ellos resplandece tu hermosura de otro modo

se echa de ver que la gracia agracia

y estos pobres con espíritu sin dejar de ser pobres

a través de su barro trasfigurado reflejan desnudamente

lo más desarmado e indestructible

tu misericordia y tu fidelidad.

Señor, nos sale pedirte tus ojos

y tú nos contestas como a Pedro, a Santiago y a Juan:

Sigan a Jesús y tendrán la Luz de la Vida

no hay más luz que la del Camino.

Primero es andar que ver

Son los ojos de la fe que camina en la solidaridad

Es lo que dijo un poeta: "ciego sigo la voz/y me nacen ojos"

Danos, Señor, seguir a tu Hijo

para que en la obediencia veamos con tus ojos

a las personas, a toda la creación y a nuestro propio corazón

hasta que mediante el servicio fraternal

la tierra toda se trasfigure en la Nueva Creación

 

 

SEGUIR EL CAMINO DE JESUS

(Lc 9,23-36)

 

Somos como los primeros discípulos de Jesús

decimos, Señor, que queremos seguir a tu Hijo

pero nos empeñamos tercamente en que él venga por nuestros caminos.

Queremos estar con él, no queremos renunciar a su compañía

pero tampoco queremos renunciar a nuestros proyectos

y pretendemos que él se acomode a ellos.

Señor, vergüenza nos da decirlo, pero gran parte de nuestras oraciones

no son sino una puja machacona y obcecada

para que digas que sí a nuestros planes.

Y en definitiva lo que queremos es unir el seguimiento de tu Hijo

con la vida segura y la honorabilidad social

o con la lucha contra los enemigos y el triunfo total sobre ellos.

Tenemos la misma pretensión que tuvieron los apóstoles

Tu Hijo los desengaña: los jefes lo han rechazado

lo perseguirán y acabarán matándolo.

Su camino pasa por ahí

el seguimiento no puede ahorrarse ese trago.

Hay que estar dispuesto incluso a soportar la tortura

en el seguimiento uno se juega la vida.

Si queremos conservarla a toda costa

no podemos seguir a tu Hijo.

Si nos avergonzamos de su falta de poder

no somos dignos de él, no valemos para seguidores

Eso nos dice Jesús clara y abiertamente

Y nosotros no le replicamos, pero tampoco le hacemos caso.

Somos, Señor, como los apóstoles

Ellos no se convencieron del camino que Jesús les proponía

ni cuando subieron con Jesús a tu monte santo

y le vieron con tu misma gloria

y oyeron a Moisés y Elías hablar de su Pascua en Jerusalén

ni aún por esas señas aceptaron el camino que Jesús les proponía.

Ni siquiera cuando entraron en tu nube

y sintieron el terror del peso de tu santidad

y caídos por tierra y ciegos escucharon tu voz

que les pedía escuchar a tu Hijo

ni siquiera entonces se convirtieron de sus pretensiones

dejaron su propio camino y siguieron obedientes a Jesús .

Ellos siguieron esperando a Elías y su espada vengadora

que pusiera todo en orden a sangre y fuego.

Señor, ni el éxtasis más sublime sirve para cambiar el corazón

si el corazón no quiere abrirse.

Los apóstoles en el monte se quedaron anonadados

pero no vencidos ni convencidos por ti

Entonces, Señor ¿qué esperanza nos queda?

Y también ¿qué recurso te queda a ti?

¿qué más podías hacer para que escucharan a Jesús y lo siguieran?

No nos vamos a convencer, no nos vas a convencer

lo único que queda es que lo sigamos fiados en su palabra

que como el ciego de Betsaida, nos dejemos guiar por él

y así, sin ver nada, salgamos de nuestros planes.

Sólo nos queda que, tomados de su mano

vayamos fuera de nosotros mismos y de nuestra ciudad.

Sólo allí se nos abrirán los ojos

y seguiremos a Jesús por donde él va

más allá de nuestros caminos

haciendo camino al andar

pues él es el Camino que lleva a la vida

que a nosotros, ciegos, nos parece muerte.

Concédenos, Padre, fe en tu Hijo

para seguirlo de noche

hasta que se haga la luz

cuando tú quieras que amanezca

 

 

 

Discernimiento espiritual

(Mt 12, 22-35)

 

Padre Santo, Dios de la verdad, te pedimos un corazón recto

que sepa distinguir el bien del mal

y que se apegue a lo bueno.

Te pedimos que no nos ofusquen las tinieblas

que nunca llamemos bien al mal ni mal al bien

que no pequemos contra tu Santo Espíritu.

Jesús pasó haciendo el bien

porque tú lo habías ungido con la fuerza de tu Espíritu

y sin embargo los jefes religiosos dictaminaron

que su capacidad de combatir el mal y librar de él

provenía de su connivencia con el mal

no era, pues, verdadera liberación sino seducción

para atrapar a los seres humanos en su impostura.

La gente veía las buenas obras que salían de las manos de Jesús

y se sentía movida a darte gloria

porque creía que obraba el bien porque tú estabas con él

y sin embargo cuando oía a tus representantes legítimos

condenar a Jesús

se quedaban confundidos

porque también creían que tú los habías puesto

como maestros de Israel

¿Cómo distinguir quién tenía razón?

Jesús se remitía a sus obras: ellas, decía, daban testimonio

de que tú lo habías enviado.

Los jefes se remitían, por su parte, a su propia autoridad

¿Cuál sería, Señor, el criterio?

Ningún criterio puede suplir la rectitud del corazón

Si el corazón no es sincero se empaña toda evidencia

Pero ¿quién puede fiarse de su propio corazón?

Señor, tú prometiste que nos darías un corazón nuevo

¡que se cumplan, Señor, tus promesas!

arranca de nuestro pecho nuestro corazón de piedra

y danos un corazón de carne, un corazón misericordioso

haznos limpios de corazón para que sepamos ver tus designios

Tus designios son que vivamos

Para que vivamos soplaste sobre nuestro barro

tu aliento de vida

y así nuestra vida es don tuyo

no un botín que arrebatamos

ni a la tierra ni a otros seres humanos ni, por supuesto, a ti.

Vivir es aceptar tu don

Y aceptar que la vida es don

es convertir en donación esta vida recibida

derramar tu aliento de vida

en la medida del don recibido.

Eso hizo Jesús: vivía de tu vida

y daba de sí -de tu vida- a todo el que le abría el corazón.

Eso es lo que no hacían los jefes de tu pueblo

como no vivían de ti, como no querían apoyarse en ti

vivían de la vida que quitaban a tu pueblo.

Al no aceptar en sí tu vida regalada

vivían robando vida, matando.

No conocían otra vida porque no te conocían a ti

y así proclamaban que ese orden asesino era tu voluntad.

La presencia de Jesús les ponía en evidencia

y, como no aceptaron convertirse, no pudieron soportar su luz

intentaron descalificarla, la llamaron tinieblas de un pecador

Pecaron contra la luz, pecaron contra tu Espíritu.

Señor, que no sacralicemos lo que nos da seguridad como privilegio

que no proyectemos en ti, como si fuera tu voluntad, lo que es nuestro pecado

que no encubramos nuestra falta de fe y nuestro egoísmo

como si fuera conducta pautada por ti

que no quitemos a nadie libertad, dignidad y vida

diciendo que es obediencia debida a ti.

Ten paciencia, Señor, no nos quites tu Santo Espíritu

afiánzanos en tu espíritu de misericordia

crea en nosotros un corazón puro

que sepa distinguir el bien y el mal

y que se apegue a lo bueno

Y si llegamos a hacer algo mal

crea en nosotros un espíritu humilde

que en vez de enredarse en su extravío

lo reconozca, se duela de él y cambie de conducta

para que del mismo mal saque bien.

Te lo pedimos, Señor, por el Testigo de la Verdad

por el Hombre del Espíritu, la Luz de la Vida, Nuestro Señor Jesucristo.

 

 

 

¿EN QUE CONSISTE SER HIJO DE DIOS?

(Mt 4,1-11)

I

Tú eres mi Hijo, dijo tu voz.

Jesús de Nazaret era el elegido de tu corazón

Por eso colocamos sobre él vestiduras imperiales

lo representamos con los atributos del poder omnímodo.

Era un carpintero, ahora es el Señor

era un ser de necesidades, ahora es capaz de resolver las de todos

tú le has dado tu mismo poder

puede convertir las piedras en panes

fulminar a sus enemigos

transformar el agua en vino

hacer del desierto un vergel

o secar todas las fuentes.

Tan lleno está de poderes

que uno puede curarse con sólo tocar su manto

era un vecino pobre de un pueblito en un pequeño país sometido

era alguien sin nombre del pueblo común

y tú le has dado todo poder en el cielo, en la tierra y en el abismo

para que nosotros, los que seguimos tan llenos de necesidades

como escasos de poder

podamos ser socorridos con su abundancia benévola.

Tu Hijo es ya el que no es como nosotros

aunque sea para nosotros.

Le agradecemos porque no quiere emplear su privilegio

para su propio provecho sino para nuestro bien.

Te ha salido, Señor, un buen Hijo

Así nos imaginamos, Señor, a tu Hijo, a pesar del Evangelio

seguimos tentándolo, Señor, tercamente

aun a sabiendas de que él rechazó esa concepción de poder.

No queremos escuchar que él nos dice que no vive de su poder

no queremos convencernos de que él es igualito a nosotros

que su único poder es el poder de su fe.

"Todo es posible al que cree" repite en cada ocasión

él puede todo porque cree con todo su ser

él es el Hijo porque se fía del Padre

y fiado de ti se entrega con todas sus fuerzas a hacer tu voluntad.

Su poder es el poder de aguantar hambre y sed y desprecios

y la excomunión de los jefes y el rechazo de los dirigentes

y el abandono y la negación y la traición de los discípulos.

Su poder es tan infinito que fue capaz de soportar tu abandono.

El no tenía poder para bajar de la cruz

pero sí lo tuvo para perdonar a sus torturadores

para entregarnos a su madre y a su Espíritu

y para arrojarse en tus brazos impalpables

¡hasta tanto llegó el poder de su fe!

Creyó en ti mientras moría como Mesías

abandonado por sus partidarios y vencido por sus enemigos.

Mientras moría sintiendo tu abandono, creyó en ti.

"Todo es posible al que cree" repetía Jesús

El tuvo el poder de seguir creyendo

mientras moría sin ver la llegada de tu Reino.

Entonces pensó: hice todo lo que pude

y también pensó: ya se acabó mi tiempo, ya no hay nada que hacer.

El había dicho que se podía vivir de las palabras de tu boca

pero en ese momento supremo nada oía de ti.

Ni podía salvarse a sí mismo

ni tenía tus palabras para vivir de ellas

por eso murió de pura fe

esperando en ti contra toda esperanza.

Porque era tu Hijo tuvo el poder

de echarse a morir en tus brazos

mientras sentía tu abandono.

El que había vivido de tus palabras

vivió al morir de tu silencio.

Al morir, quedó flotando el aroma de su fe.

Ser Hijo no fue para Jesús tener un poder como el tuyo

ni tener tu poder a su disposición

sino entregarse con toda el alma a dar vida de su propia vida

creyendo que de su vida te encargabas tú.

A él le dio vida el hacer tu voluntad.

Pero el hacerla también le condujo a la muerte

y sin embargo cuando caminaba hacia ella

también creyó que de ella sacarías vida y salvación.

Aunque era Hijo no le fue fácil creer

aprendió a obedecer sufriendo.

Pero se portó como Hijo tuyo

porque no rehusó el sufrimiento.

Así se consumó como Hijo tuyo

como un hombre de fe.

Señor, te pedimos que no finjamos un Hijo

a imagen de nuestros deseos más infantiles

que nos aceptemos como seres de necesidades

que aceptemos con gozo la consistencia de la realidad

que no queramos convertir piedras en panes

que cuando, guiados por tu Espíritu y siguiendo a Jesús

salgamos del orden establecido y entremos en el desierto

de vivir en el mundo sin ser del mundo

carguemos con el hambre y la sed y la intemperie

que no queramos jugar con trampa

que carguemos con las consecuencias de nuestras opciones

sin escándalo ni lamentos

creyendo que tu fuerza se realiza en la debilidad

sabiendo que sólo se da vida a los condenados

cargando con su condena

creyendo que tú sacarás vida de nuestra muerte

viviendo entre tanto de la alegría de hacer tu voluntad.

Te lo pedimos por tu Hijo, el pionero y consumador de la fe

el hijo de la que creyó, Jesucristo, Nuestro Señor. Amén

 

II

Señor, a tu Hijo le pedían siempre que demostrase

que tú estabas con él

le pedían algún prodigio que atestiguara

que él era tu enviado.

Lo veían tan del común, que necesitaban algo extraordinario

que convalidara sus pretensiones.

Nadie dudaba de su honradez, de su buen juicio

de su espíritu religioso ni de su disponibilidad para servir.

Es verdad que pasaba haciendo bien a tanta gente necesitada

era indudable que era un maestro distinto, que hablaba desde sí

con palabras muy sencillas, pero transidas de autoridad.

Pero no dejaba de ser uno de tantos; él mismo se presentaba así

¿cómo reconocer en él al Hijo de David

que en tu nombre derrotaría a los enemigos

para instaurar el reino de los santos de Dios?

Proclamaba en tu nombre el año de gracia

un tiempo de restitución y perdón

¿pero dónde quedaba el desquite del Señor de los Ejércitos?

El despertaba entusiasmos, pero siempre quedaba flotando la duda

¿Por qué no hacía un prodigio que la despejara?

El mismo ¿tenía las cosas claras? ¿por qué no ponerte a prueba?

El comienza proclamando la inminencia de tu Reino

y cuando le preguntan cuándo vendrá

responde que el Hijo no sabe el día ni la hora

¿es que no se atreve a preguntártelo?

¿es que no se atreve a ponerte a prueba?

¿por qué no te pregunta? ¿por qué no hace un prodigio?

No necesita preguntarte nada porque se fía de ti

no le interesa saber porque se fía.

Como se fía de ti no quiere ponerte a prueba

Te deja en total libertad ¡Tú sabrás tu momento!

El sigue simplemente su camino

lo suyo es cumplir la misión que le encomendaste

desde lo que sabe y puede.

Lo demás, tanto su propio destino como tu venida

te lo deja a ti.

El está seguro de ti, sabe que lo que hagas o dejes de hacer

será lo mejor para él y la humanidad.

Por eso no siente curiosidad, no quiere sonsacarte

no tiene ningún interés en ponerte a prueba

él se fía de ti.

El nunca te puso a prueba

pero sí te hizo presente.

El se negó a hacer portentos para darse a conocer

no hizo alarde de poder para ganar partidarios

pero te dio a conocer con sus obras de misericordia.

Le pidieron demostraciones de poder desnudo

y él te hizo presente como Dios compasivo.

El no buscaba su consagración sino revelarte a ti

sus curaciones te manifestaban como el que no se resigna

a que sus hijos vivan disminuidos y postrados

como el Dios que da vida a los privados de vida

por eso también, sus milagros de perdonar los pecados

y restituirnos tu amistad.

Cuando daba salud a los enfermos

manifestaba tu gloria

pues tu gloria es que vivamos.

Porque era Hijo hacía lo que te veía hacer a ti

a ti te veía sosteniéndolo todo con tus manos creadoras

y por eso tocaba con el mismo amor que tú

y resurgía la vida en quienes creían que tú obrabas en él.

El no se zumbó desde la torre del templo para asombrar a la masa

porque eso no daba vida y no te hacía presente.

El daba vida como la das tú: como don personalizado.

Por eso rehusaba la publicidad

no quería que el acontecimiento personal

degenerara en campaña publicitaria

quería que el silencio permitiera al curado

reconocer tu paso por su vida

para que convirtiera a ti su corazón.

No por ganar un adepto

sino porque sabía que la vida del ser humano

se funda en el conocimiento de ti, en la relación contigo.

Así te revelaba Jesús con sus obras

Eso alimentaba su vida

le daba tanto contento que le volvía libre

del éxito o de la seguridad.

Los jefes religiosos creían que el éxito

era la prueba infalible de tu presencia

y por eso juzgaron que la muerte de Jesús a manos de ellos

evidenciaba que estabas de su parte

y desmentías a Jesús.

Mientras tanto Jesús, sin sentirte con él

los perdonaba y así te hacía presente

aunque sus ojos estuvieran ciegos y no supieran reconocerte.

Tú nos pides, Señor, que nos fiemos de ti

y que te hagamos presente, como Jesús, dando vida

de nuestra vida, del don que tú nos das.

Tú nos lo pides para que así seamos tus hijos

Y nosotros, Señor, en vez de aceptar con gozo tu propuesta

seguimos pidiéndote seguridades

y la seguridad mayor que da el éxito

Señor, aunque sea mediante fracasos, sácanos de nuestro error

Que aprendamos, Señor, a verte

en la vida que nos das todos los días

y que, agradecidos, nos convirtamos en humildes dadores de vida.

III

Señor, el Príncipe de este mundo tiene su idea de ti

él piensa que tú eres lo que es él, pero sin límites.

Por eso no reconoce como Hijo tuyo

a quien no tiene el poder del privilegio ni la gloria del portento

Si Jesús necesita de los alimentos terrestres

y camina en el claroscuro de la historia

no es más que un pobre idealista

tarde o temprano tendrá que pactar con él.

El ha convertido al mundo en un paraíso fastuoso y exclusivo

él ha plantado y controla el árbol de la vida y el árbol de la ciencia

sin su consentimiento no es posible la subsistencia ni el éxito

Jesús, como todos, tendrá que reconocerle.

Eso piensa, Señor, el Líder de los reinos de este mundo

porque él no puede comprender el poder de Jesús

que es su fe, fuente de vida

porque él no es capaz de entender la gloria de Jesús

que consiste en buscar sólo tu gloria, fuente de la libertad.

Si su comida es hacer tu voluntad y ese es su único anhelo

no está a merced de los poderes fácticos

puede vivir en su mundo sin pertenecer a él.

Como sólo te sirve a ti, es libre

puede dar vida de la vida que tú le das

no necesita llegar a compromisos con los Jefes de este mundo.

Como vive de la fe, puede vivir y si es preciso morir

sin recurrir a los jefes ni aceptar sus condiciones

no necesita pedir para dar

porque no da de lo de este mundo

da de sí mismo, de la vida que tú le das

da de su pobreza que es canal limpio

de tus dones inacabables.

Los jefes de este orden nada saben de la fe

por eso les está vedado el secreto de tu Hijo

y así, cuando creen tenerlo en sus manos, se les escapa

cuando su poder parece triturarlo

es cuando se hace patente su impotencia

por eso en la cruz resplandece la libertad de Jesús

tan superior a ellos, que no los aplasta sino que los perdona.

Es cierto que Jesús es pobre

pero es capaz de enriquecernos con su pobreza.

Como es pobre, no tiene para darnos oro ni mercancías

nos da como don lo que no puede comprarse

la dignidad, el respeto, la esperanza

se nos da él como Hermano

y así nos constituye en hijos tuyos

capaces de tratarte como Padre

y de tratar como hermanos a todos los seres humanos.

Si aceptamos el don del pobre Jesús

encontramos la libertad y la fuente viva de la alegría.

Pero a veces, Señor, preferimos aceptar las voces del tentador

El nos dice que si queremos hacer el bien

él nos puede dar los medios

¿no se trata de dar de comer al hambriento

de dar educación al pueblo, de atenderlo en sus enfermedades

de darle oportunidades de trabajo?

¿No es razonable que pidamos a quien tiene?

¿por qué no entrar en tratos con él?

Claro que tenemos que aceptar el orden que él establece

y sus reglas de juego

pero al fin y al cabo también a nosotros nos da cabida en su mundo.

Lo que se nos dé se va a gastar en dar vida

¿por qué mirar entonces cómo llegó a las manos de quien lo da?

Y además, si no aceptamos ¿qué será de la gente necesitada?

¿es que alimenta la dignidad? ¿la honradez da de comer?

Y nosotros mismos ¿viviremos del respeto, del cariño y la esperanza?

Tú nos respondes, Señor, que es cierto que hay tiempos

en que el justo no puede vivir de su justicia

pero que en todas las épocas el justo puede vivir de la fe.

Ese fue el camino de Jesús

y tú no conoces otro que lleve a la vida perdurable.

Señor, es cierto que ese fue el camino de Jesús

y que él le condujo a ti, que eres la vida

¡pero lo quitaron del medio tan pronto, Señor!

Tú no quieres, Señor, que tus criaturas mueran antes de tiempo

¿El precio de la vida será la infidelidad

y el precio de la fidelidad será la muerte?

Si seguimos dejando solos a los que siguen a Jesús

no saldremos del dilema

si apostamos muchos por la honradez solidaria y creativa

puede que cambien las reglas de juego

y no resulte una agonía vivir con honradez.

Aunque también entonces viviremos de la fe de Jesús

que superó las tentaciones y conservó la fidelidad

a ti y a nosotros a costa de su vida

y así nos entregó su Espíritu para seguir su camino

y llegar a hacer nuevas todas las cosas

Te pedimos, Padre, que no nos escandalicemos de Jesús

te pedimos que sigamos su camino desde nuestra pobreza

y nuestras oscuridades; te pedimos fe

para que la alegría de descansar en ti nos haga libres

para vivir de la vida que nos das

y darla humildemente como don.

 

LA SAMARITANA

(Jn 4, 5-42)

 

¡Qué cadena de necesidades la de la Samaritana!

¡Tanta sed y tan lejanas e inconstantes las fuentes donde saciarla!

Todos los días salía del pueblo hasta el pozo de Jacob.

Volver al mediodía con el cántaro en la cabeza le daba sed y sudor

Si bebía y se bañaba, ya se quedaba sin agua.

Todos los días y varias veces al día tenía que ir hasta el pozo.

Pero la cadena de la sed era aún más íntima:

muchos hombres pasaron por su vida

y nadie pudo saciar su sed de cariño

cisternas agrietadas fueron para ella

los pozos donde fue a beber su corazón

acabó bebiendo en los charcos, muerta de sed, sin esperanza

Tú también eras para la Samaritana una fuente de esclavitud

para cumplir contigo tenía que subir a un monte

subir la cuesta del templo y de los rituales.

La sed mantenía viva a la Samaritana

necesidades materiales, ansia de encuentro humano, deseo de ti

la sed la llevaba a traspasar los muros de su cuerpo

la empujaba más allá de sí misma.

Pero esa sed la mataba

la ataba a un pozo y a un templo

que daban escasamente la misma vida

que se gastaba para allegarse hasta ellos

y a unos varones que exigían mucho más de lo que daban.

La Samaritana estaba muy cansada de buscar la vida

pero sus pasos seguían, más allá incluso que su esperanza

que ya era un cántaro quebrado, más fieles que su voluntad

¡Qué tesoro tan grande diste, Señor, a la Samaritana!

El tesoro de su sed

Y un día, ella, la que vivía buscando

agua, marido y Dios

se encontró con otro que también buscaba

que le pidió precisamente a ella

le pidió agua a la sedienta.

¿Otro más queriendo aprovecharse de ella?

pero éste no prometía, no fingió nada, simplemente pidió

y sabía que las reglas de juego no estaban a su favor.

¿Habría alguien con más sed que ella?

Este encuentro no cabía en sus esquemas

y tuvo que preguntar.

Entonces Jesús fue removiendo a la vez

su sed y su deseo.

Al llegar a la herida, la mujer lo desviaba para evitar el dolor

pero Jesús sajaba de nuevo la herida enconada

hasta que quedó completamente al descubierto.

La mujer sintió vergüenza porque volvió a sentir dignidad.

Reconoció a Jesús y obtuvo de él reconocimiento

Tras el cauterio, vino la vida a su entraña

y la que había venido a parar en animal sediento

sintió en su seno una fuente

la esclava recobró la libertad

y se fue a dar de beber a sus vecinos.

No se quedó satisfecha; conoció otra sed

la misma sed que Jesús

el deseo de dar el don que ella había recibido

el don de la verdad que hace libres.

La Samaritana es un pozo, es un templo

ha conocido un hombre distinto de los demás.

Señor ¡qué grande estuviste con la Samaritana!

ella no rehusó el encuentro desnudo con Jesús

y de él salió mujer nueva ¡espléndida mujer!

la esclava no se desquitó

se dedicó a liberar.

Que así sea, Señor, nuestra historia

te pedimos la sed de la Samaritana

y ese encuentro desnudo y verdadero, que la liberó

y esa misión que asumió de pura alegría.

 

EL FARISEO Y LA PECADORA

(Lc 7,36-50)

 

Señor, a veces hasta nos creemos justos

y por eso somos tan duros con los demás.

No tenemos conciencia de haber sido perdonados por ti

Creemos que tan sólo tenemos contigo deudas menores

y por eso te amamos poco y somos tan exigentes con los demás.

Casi, Señor, creemos que tú nos debes

en el fondo creemos que por haber cumplido tus mandamientos

merecemos que nos des la recompensa

nos creemos ante ti con derechos adquiridos.

Si tenemos limpia nuestra hoja de servicios

no tenemos que andar suplicándote nada

ya cumplimos contigo haciendo lo que nos mandas.

Nuestra buena conciencia nos hace libres respecto de ti

No es que queramos gloriarnos ni ser altaneros

pero si estamos en paz contigo,

podemos mirarte con tranquilidad y seguir nuestro camino.

Ya ves, Señor, la práctica de la religión y la moral

se nos ha convertido en trampa para vivir distantes de ti

sin necesidad de ti, sin deseo.

No somos los pecadores eternamente agradecidos de tu perdón

no somos tampoco los amantes que se entregan sin cálculo.

Somos los que cumplimos con inmenso esfuerzo

y también con tu ayuda, que agradecemos.

Somos conscientes de cuánto nos falta para llegar a la meta

somos también conscientes de las veces que obramos contra el ideal

y te pedimos perdón por nuestras faltas y culpas.

Tú sabes que tratamos seriamente de enmendarnos

aunque nunca cantemos victoria

lo nuestro es la militancia, la vigilancia.

Ya ves, Señor, la práctica de la religión y la moral

nos ha postrado en la cárcel: lo nuestro es la soledad.

Como Simón el fariseo, rodeado de prestigio

que creyó hacer un favor a Jesús invitándolo a su casa

y a quien tu Hijo echó en cara su extremada frialdad.

Simón no llamó a la puerta de Jesús

porque estaba cómodo en su casa

nada buscó en él porque ya estaba en el camino recto

no le pidió nada porque tenía lo necesario y no ambicionaba más.

Se encontró con Jesús y nada sucedió en su vida

¡Qué tristeza, Señor! ¡qué oportunidad perdida!

era experto en religión y no supo reconocerlo como tu enviado.

Jesús traía la paz, la plenitud, todos tus tesoros

venía para darlos. Simón lo tuvo en su casa, lo sentó a su mesa

y lo único que se le ocurrió fue pensar mal de él

lo juzgó con dureza porque estaba ciego

prisionero de su corrección, castrado

no tenía corazón para captar la misericordia

y la interpretaba desde su falta de ternura

como ceder a la tentación.

Mientras la mujer pecadora tenía el encuentro de su vida

y se marchaba en paz,

loca de contenta con el perdón de Jesús

dejando en la casa el perfume de sus lágrimas y sus abrazos.

Simón abría las ventanas para que huyera

ese rastro incitador y volvía a su laboriosa,

esforzada rutina de prescripciones y rezos.

Líbranos, Señor, de tanta ceguera y tristeza

líbranos de tanta distancia, de esa soledad.

Sálvanos, Señor, de la religión sin gracia

que, como tú, también nosotros queramos corazón, no sacrificios

corazón abierto a ti y a las hermanas y hermanos.

A nosotros, ciegos, se dirigía aquella palabra de Jesús.

"No saben lo que hacen". Te pedimos, Señor,

comprender que somos ciegos, no justos

que lleguemos, Señor, a ver que estamos ciegos

para que empecemos por fin a implorarte y a implorar

desde nuestra impotencia.

Sólo entonces es posible que experimentemos tu misericordia

y podamos darla.

PERDONAR

(Lc 11,4)

 

Perdonar, Señor, es lo más humano

y sin embargo es lo que menos somos capaces de hacer.

Es lo más humano porque es lo propio de ti

y tú nos has hecho a tu imagen.

Todos reconocemos la grandeza del que es capaz de perdonar

pero cuánto nos cuesta hacerlo

a veces nos parece superior a nuestras fuerzas.

Y es cierto, Señor, que es un don tuyo; tu don mayor

Un don que nos concediste a todos

cuando aceptaste el don que nos daba Jesús

mientras lo torturábamos.

Clamaba: Padre, perdónalos

Y tú nos diste tu perdón para siempre.

Cada uno llevamos tu perdón en nuestro corazón

y así nos perdonas cada vez que pecamos contra ti.

Pero si negamos el perdón a quien nos ofende

negamos el perdón que hay en nosotros, tu perdón

negamos el perdón que tú nos das.

Tú siempre nos das perdón

pero nosotros lo echamos del corazón

cuando nos rehusamos a perdonar

porque el perdón con que perdonamos

es el don del perdón

el don sacratísimo que nos diste

porque te lo pidió Jesús cuando lo asesinábamos.

Por eso perdonar es tan sagrado

Te pedimos, Señor, que reconociendo el don del perdón que nos das

nunca neguemos el perdón a quien nos lo solicita.

Perdona nuestras ofensas

como también nosotros perdonamos a quien nos ofende.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro perdonador.

 

 

DESENCUENTRO

(Mt 14,22-23)

 

Tu hijo, Señor, subía al monte solo.

Había pasado el día en olor a multitudes

había entusiasmado a la gente hasta el delirio

y ahora subía al monte sin mirar atrás

mientras la muchedumbre se dispersaba por la llanura

y los discípulos atravesaban, desconcertados, el lago.

Una hora, Señor, de profundo desencuentro.

Las sombras lo llenaban todo

Jesús parecía caminar hacia la última luz de las alturas

caminaba, Señor, hacia ti, la luz indeficiente.

Cuando se hizo completamente de noche, seguía allí, solo

¿solo también de ti, Señor? Solo ante ti

y, de cualquier manera que fuera, solo contigo

que nunca lo dejaste solo

ni siquiera cuando él se sintió en la cruz abandonado por ti.

¡Cómo acabó, Señor, aquel día!

Tu hijo había ido a un despoblado

al enterarse de que habían asesinado a Juan.

No había llegado su hora

pero había que hacerse cargo de que en el horizonte

podía estar también el rechazo de los jefes y la muerte

en vez de su conversión como respuesta a la buena nueva

Jesús buscaba el retiro para pensar sin presiones

y la gente buscaba a Jesús

porque había hallado en él su fuente de vida

y andaban como sedientos buscando saciarse

de sus palabras y signos de vida

de lo que daba de sí.

Y así, Jesús, en vez de la soledad propicia, se encontró

con una multitud abrumada y decaída

un gentío desorientado que había encontrado en él su esperanza

y que no estaba dispuesto por nada del mundo a dejarla pasar

a Jesús se le conmovió el corazón al ver la postración de la gente

y su deseo, al ver tanta miseria humana y esa última esperanza

que se agolpaba desesperada sobre él.

Y se puso a curarles de sus enfermedades y dolencias

se aproximó a ellos sintiendo que eran su propia carne

los tocaba para que se reanimaran sabiendo que no estaban solos

los miraba a los ojos para que reconocieran su propia dignidad

les hablaba personalmente para que cobraran esperanza

quería comunicarles que tú les habías creado para la alegría.

Y por eso, después de este contacto inmediato, restaurador

se puso a enseñarles con toda calma

hablándoles con respeto, con ternura, con verdad

revelándoles los misterios del Reino

haciéndoles saber que tú les habías hecho tus herederos

y que confiabas tanto en ellos que les pedías

ser pobres con espíritu: tener limpio el corazón

ser misericordiosos, trabajar porque haya paz

y vivir con hambre y sed de justicia.

Así se pasaron sin sentir las horas

hasta que los discípulos pensaron

que había que llamar a Jesús a la realidad:

estaba todo muy bonito, pero había que comer

la vida empezaba por la comida y la gente tenía que ir a buscarla.

Jesús quiso mostrar a sus discípulos que no había tal dicotomía

que no era cierto que la religión y la economía eran departamentos estancos

y que si la religión se entendía como separada de la vida material

entonces el Reino de Dios era mucho más que religión

porque el Reino es la salvación de toda la vida humana

la trasfiguración de todas las dimensiones de la existencia.

Por eso pidió a sus discípulos que dieran de comer a la gente

y al manifestar ellos su impotencia, multiplicó los panes

y los discípulos dieron de comer a la gente

los panes que Jesús bendijo y les entregó

Jesús no quiso despedir a la gente con las manos vacías

para que comprendieran que el que busca tu Reino y tu justicia

tú no lo vas a dejar que se muera de hambre.

Jesús mandó sentar a la gente en grupos

y comieron hasta saciarse

¡Qué alegría, Señor, la de esa gente!

Habían encontrado en Jesús mucho más de lo que esperaban.

No era sólo el camino que conduce a la vida y la fuente de la vida

era la Vida misma, vivir era estar con él.

La gente empezó a cantar los antiguos cantos de tu pueblo

cantares de fiesta, himnos de victoria, cantos de salvación.

Este era un día santo, tú te habías hecho presente en Jesús

como salud y esperanza, como palabra de luz

y al final estaban celebrando un banquete como anticipo del Reino.

Era un día que no debía tener ocaso.

La multitud agobiada y desesperanzada de la mañana.

era ya un pueblo convocado, satisfecho y alegre.

No sabemos a quién se le ocurrió darle una dimensión política

a este acontecimiento. Lo cierto es que los discípulos fomentaron esta idea.

Se pusieron a enardecer a la gente

diciéndole que Jesús era el Mesías, el hijo de David

el rey escogido por Dios para liberar a su pueblo

y la gente empezó a pensar seriamente en alzarse

y proclamarlo ahí mismo Rey.

En poco tiempo, Señor, cambió el clima del encuentro

la alegría dio paso al fanatismo mesiánico.

¡Qué dolor, Señor, el de Jesús al ver cómo se malinterpretaba

su signo, cómo se abría un abismo

cómo querían llevarlo a donde tú no querías ni él tampoco.

Pero Jesús tuvo que tragarse su dolor y actuar rápidamente

Ante todo expulsar a los discípulos que eran todos satanás

porque desviaban al pueblo de tus caminos

y pretendían apartarle de ellos a tu Hijo Jesús.

Y luego despedir a la gente antes de que cundiera la conjura mesiánica

Esa despedida rápida no fue un buen fin de fiesta.

La gente se iba un poco desconcertada

con sentimientos contradictorios.

Jesús se fue con tristeza

También un poco desconcertado al ver que no lograba

convencer a sus propios discípulos

de que entraran por tus caminos.

El derroche de vida se interpretó como ostentación de poder

la revelación de misericordia se vio como esplendidez del señor

con sus clientes.

La gente se fue rumiando tanta emoción

sin acabar de entender.

Los apóstoles remaban con furia en un hosco silencio

sin querer entender.

Y Jesús subía hacia ti a poner todo en tus manos

un tanto sorprendido al ver que sus signos

podían írsele de las manos

meditando en el misterio del corazón humano

que no se resigna a abandonar el poder

que prefiere servir a Señores y triunfar sobre los enemigos

a servirse mutuamente como hermanos.

Y así después de esa infinita jornada Jesús caminaba solo

iba hacia ti que lo habías enviado, que eras mayor que él

a arrojarse en tus brazos para descansar

y a ponerse completamente en tus manos.

Y nosotros seguimos, Señor, dejándole solo a Jesús

precisamente cuando él nos da los signos mayores del Reino.

Te pedimos, Señor, que queramos seguir a Jesús

que no pretendamos arrastrarle a seguir nuestros deseos

que no seamos, Señor, tan ciegos, tan insensatos

que interpretemos, Señor, los signos con tu Santo Espíritu.

 

 

TOCAR A JESUS

I

¡Quién hubiera podido conocer a Jesús!

ese es, Padre, muchas veces nuestro deseo

pensamos: si lo hubiera visto, si lo hubiera oído...

¡Qué suerte tuvieron sus paisanos! ¡qué ventaja!

¿Quién no se dejaría convencer

oyendo esa voz inigualable, esas palabras de vida?

Al sentir su cercanía, al experimentar su presencia

al oír la propuesta de sus labios ¿cómo decirle que no?

¿cómo no seguirle, dejándolo todo?

Si un amigo fiel es un tesoro inagotable

¿cómo separarse de Jesús después de haber tenido contacto con él?

Así lo sintió tu apóstol Juan: él comenzó a nacer

a las cuatro de la tarde, de esa tarde de su juventud

cuando Jesús les propuso: "vengan y vean"

y ellos se quedaron con él para siempre".

Por eso de viejito escribía para dar testimonio

de lo que sus ojos vieron y sus oídos oyeron

y palparon sus manos de la Palabra de la Vida

porque la Vida se manifestó en Jesús

ellos la vieron y se pusieron a dar testimonio

porque necesitaban compartir esa alegría incontenible.

II

Y sin embargo, Padre, fueron pocos

los que vieron la Vida en Jesús

pocos tocaron a esa Puerta y bebieron de esa Fuente.

Cuánta gente se rozó con Jesús, como si fuera un bulto opaco

"¡Todos te aprietan -le dijo un día Pedro- y preguntas quién te tocó!"

Pero Jesús seguía mirando porque entre tanta muchedumbre

sólo una mujer le había tocado con el corazón en la mano

y ni siquiera se había atrevido a tocar su cuerpo

le tocó sólo el borde del manto

pero se curó

porque ese tacto partió de lo más hondo de su ser

íntimamente herido, anhelante

y llegó hasta el mismo corazón de Jesús

todopoderoso en misericordia y dispuesto siempre a ayudar.

Cuando Jesús le miró a los ojos

ella se echó llorando a sus pies

y tras confesar el mal del que Jesús la había sanado

pudo escuchar de sus labios un reconocimiento inesperado:

"es tu fe la que te ha sanado".

Y, tras el reconocimiento, el don:
"Vete en paz y queda sana de tu tormento"

¡Qué tacto tan certero, Señor, el de esta bendita mujer!

III

Como el de María, la de Betania, que, sentada a los pies de Jesús

se dejaba embriagar de sus palabras.

La requerían para que ayudara en el trajín cotidiano

pero Jesús declaró que en esa hora de salvación

la atención amorosa de María

era la elección más indicada

mejor que prepararle una buena comida

era sentarse a gustar el banquete que era él

IV

Otra que supo tocar a Jesús fue esa prostituta:

al enterarse de que Jesús comía en casa del fariseo

se presentó con todas sus armas a conquistar a Jesús.

Eligió el lugar más desfavorable para encontrarse a gusto con él

se metió en la casa de la incomprensión

donde sólo podía esperar humillación y rechazo

pero no pidió permiso ni miró a nadie

se dirigió a Jesús como si estuvieran en la mayor intimidad

no tenía palabras para decirle los sentimientos de su corazón

y se los expresó con el único lenguaje que dominaba.

Sin embargo sus manos ese día obedecían

a un impulso suyo desconocido por ella

eran manos realmente nuevas

manos vírgenes como sus lágrimas

que tocaban a Jesús con infinita delicadeza

con una ternura humilde y confiada

que llegó hasta el mismo corazón de Jesús.

El captó ese lenguaje de amor agradecido

y le respondió con el reconocimiento público

la rehabilitación y el don mesiánico de la paz.

Jesús se dejó tocar por la prostituta

precisamente porque era profeta

Porque era tu Hijo, Señor, aceptó el don de esta mujer

y de tal manera que mientras ella se dedicaba absorta a Jesús

su entrega la rehacía, la recreaba.

Cuando salió era una mujer nueva.

V

Poco antes de morir, en otro banquete,

María, la que escuchaba a Jesús echada a sus pies

quiso agradecerle la resurrección de su hermano.

Unos días antes, deshecha en llanto

se había arrojado a sus pies para expresarle su confianza dolida:

"si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano".

Jesús se estremeció con su llanto y sus palabras y se echó a llorar

Luego resucitó a su amigo para que creyeran que él es la Vida

María en el banquete quiso honrar a la Vida amiga

sobraban todas las palabras

habló el aroma del perfume más precioso

y el lenguaje de sus manos y la seda de su pelo.

Ese lenguaje decía que el aroma de la vida de Jesús

llenaba toda la casa y sus vidas y todo el mundo

y llegaba, Señor, hasta ti, colmándote

Jesús, el Mesías, ungido, Señor, por tu Santo Espíritu

y ungido también por estas dos mujeres amorosas y agradecidas

ungido por ellas como vencedor del pecado y de la muerte.

VI

Señor, nos alegra contemplar a éstas que supieron tocar a Jesús

Y decimos ¡felices ellas que lo reconocieron!

¡dichosas ellas que le tocaron el corazón y encontraron vida!

Y nosotros, Señor ¿tendremos que contentarnos con la fe desnuda?

Tomás exigió tocarlo para creer que lo habías resucitado

y Jesús le complació, pero le dijo: "dichosos los que sin ver, creen"

Señor, si nos pides vivir de pura fe ¿para qué nos diste el cuerpo?

¿Para qué se lo diste a Jesús, si para nosotros ha de ser sólo ausencia?

Tú quieres, Padre, que la contemplación gozosa

de los que vieron y tocaron a Jesús

nos lleve a creer en él

y que esa fe se transforme en esperanza

de verlo, oírlo y tocarlo, de estar con él en tu Reino

Tú quieres, Padre, que esa esperanza dinamice nuestra vida

y la convierta en tránsito, en camino, en Pascua

Tú quieres que vivamos como esos hermanos primeros

clamando de corazón: "¡ven, Señor Jesús!"

y que corramos en la carrera hasta alcanzarlo

VII

Pero tú sabes, Padre, que somos peces que han mordido el anzuelo

buscamos a Jesús con esperanza ardiente

porque él nos ha alcanzado ya

Por eso, si es verdad que él no está aquí

porque se fue a tu casa a prepararnos lugar

también lo es que está con nosotros todos los días

él no es sólo el camino que lleva a ti

es también nuestro compañero de camino.

No está, pero nos ha dejado sacramentos de su presencia.

El primer sacramento suyo son los hermanos más pequeños.

Si tenemos fe, podemos tocarlo en ellos

más aún, sólo tenemos fe si lo servimos como lo hizo el buen samaritano.

Tocamos a Jesús al servir a los necesitados.

Si lo sabemos, sólo podremos servirlos como a señores

con la eficacia atenta del Samaritano

con el agradecimiento de esa prostituta y de María de Betania.

VIII

Juan, María, Hemorroísa, prostituta bella

Buen Samaritano, Pedro, Magdalena

Cireneo, Nicodemo y José de Arimatea

viejo Simeón, Tomás el desconfiado

María y José de Nazaret

les pedimos humildemente que intercedan por nosotros.

Para que con la misma fe que ustedes

con su anhelante deseo, con su mismo amor agradecido

lleguemos también nosotros a tocar a Jesús

en los necesitados, que son sus hermanos pequeños.

Entonces, Padre, se nos abrirán los ojos

y podremos leer en los Santos Evangelios

el misterio oculto de la salvación.

Entonces, Padre, te llamaremos y tú nos responderás

desde lo más profundo de nuestras entrañas

haciéndolas estremecerse de un gozo suave lleno de paz.

Entonces, Padre, oiremos a Jesús en las voces distintas

de la comunidad reunida en el nombre de Jesús

Entonces, Padre, comulgaremos de verdad con la vida de Jesús

y, al recibirlo como vino y como pan, llegaremos a sentir

que somos con él una sola carne.

Padre, danos fe, danos, Padre, esa fe que se hace misericordia

porque tú también quieres que nosotros, que no lo hemos visto

podamos tocar a Jesús.

 

 

LOS MANDAMIENTOS

(Mt 19, 16-18)

I

"Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos"

dijo Jesús a un joven que le preguntó

qué tenía que hacer para heredar la vida.

Padre Bueno, te pedimos comprender

la lógica que hay en la respuesta de Jesús.

Te pedimos entender que tú no has puesto tus mandamientos

para que agachemos la cabeza

para que reconozcamos que tú eres el que mandas

ni para que adquiramos méritos cumpliéndolos

como vales a cambio de los cuales nos darás

un puesto mejor o peor en en cielo.

Te pedimos entender con toda la mente y el corazón

que los mandamientos no son tus derechos

que nos mandas pagar exacta y puntualmente

que comprendamos, Padre, que al cumplir los mandamientos

no te hacemos un favor.

Padre Bueno, métenos en la cabeza que los mandamientos son

un regalo que nos das, un don verdaderamente divino

porque ellos son simplemente los caminos de la Vida.

Quien los recorre ya pertenece a la Vida

y por eso la heredará: ella será el fruto, la cosecha

de lo que sembró en esta vida

de lo que sembró en sí y en otros

que es en definitiva lo que tú siembras en nosotros.

Porque los mandamientos no son meras indicaciones objetivas

lo que ya sería mucho

son las expresiones del Espíritu

que tú has derramando en nuestros corazones

y así cumplir los mandamientos es obedecer

a los impulsos que vienen de nuestro interior

de más adentro que lo más íntimo de nosotros mismos

¡Qué bien escogidos están, Padre, estos mandamientos que mandó Jesús!

No sobra ninguno ni hacen falta más

Si los cumpliéramos esta vida sería la antesala de tu cielo.

Porque hay mucha gente que trata de vivirlos seriamente

esta historia no es un infierno, a pesar de tanto mal.

II

Hoy queremos confesarte, Padre, nuestro pecado.

Tú nos dices: no matarás. Y se mata, Padre.

Pero además borramos a la gente de nuestro corazón

les quitamos de nuestra vida

les negamos el sitio que les corresponde

y de este modo los asesinamos, aunque nunca usemos un arma.

Para vengarnos fríamente o por prevalecer

o simplemente por desamor

nos negamos a relacionarnos con ellos, no les damos nuestra ayuda

les negamos el don de nuestra vida

mientras tú, Padre, nos das el don de la vida.

Tú, porque nos quieres, nos haces pertenecer a la vida

y nosotros, porque hay gente a la que no queremos

les excluimos de la vida en cuanto de nosotros depende

¿Cómo vamos a heredar la vida, si nos negamos a darla?

Cuando negamos a alguien el don de la vida

pertenecemos a la muerte

negando nuestra condición de criaturas

Señor, qué fácilmente decimos: yo no mato.

Como si sólo se matara con armas

El que odia es un asesino

y el que cierra las entrañas y el que se niega a ayudar

y ningún asesino conserva dentro la vida

Padre ¡cámbianos el corazón de piedra!

¡Métenos dentro del pecho tu Espíritu dador de vida

para que nuestra vida sea un don humilde y verdadero!

Que no busquemos, Señor, prevalecer

que nos gocemos de ir haciendo de esta vida

una reciprocidad de dones

una historia compartida

y que seamos nosotros los primeros en dar

y que no llevemos cuenta.

III

Tú nos dices: no cometerás adulterio

Y no sólo se adultera, Señor; también se posee con el deseo

y se adultera en el corazón.

Tú nos hiciste varones y mujeres

para que el deseo fuera canal feliz

de la reciprocidad de dones

Y cuánta vida ha generado el amor sexual

cuánta creatividad y constancia y capacidad de sacrificio

cuánto gozo y plenitud y paz.

Sin sexo se extinguiría la humanidad

y sin amor sexual dejaría de ser humana la vida

Y sin embargo, Señor, cuántas vidas rotas

por no vivir el sexo como tú lo hiciste.

Convertimos a la persona de sexo opuesto

en objeto para satisfacernos nosotros mismos.

Deshacemos lo que tú has unido

y degradamos a mera satisfacción de un deseo

lo que tú hiciste como sacramento de una entrega total.

Incapaces de integrar nuestro deseo a nuestra entrega total

o incapaces de entregarnos así o de mantenernos en ella

incapaces de vivir de fe: de ser fieles

nos debatimos a veces en el dilema infeliz

de no mirar o mirar pecando.

Es verdad, Señor, que alguna vez será preferible

arrancarse un ojo y entrar a la Vida tuerto

que no ir con los dos ojos a la muerte

y arrojar a la muerte a otra persona.

Pero tú no puedes querer, Padre, que andemos todos tuertos

por eso te pedimos la gracia de unos ojos limpios

y un corazón recto y leal

como los de Jesús, que se relacionó con tantas mujeres

con tanta ternura y lealtad

que fue capaz de suscitar en ellas energías tan profundas

y que también recibió de ellas el don de sus vidas

que lo llenó de gozo.

No te pedimos, Señor, que nos controlemos

te pedimos, Padre, que nuestra vida

aunque tenga que pasar por pruebas y sacrificios, por soledad y dolor

sea un proceso abierto hacia la integridad.

IV

Tú nos dices, no robarás. Y se roba, Señor

Tú nos has hecho, Señor, seres de necesidades.

Necesitamos pan, vestido, casa, trabajo

necesitamos dinero. Tenemos avidez

porque sentimos que todo anda escaso y somos muchos

nos vemos entre competidores y nos aferramos a lo que adqurimos

buscamos seguridad en la posesión

y nunca nos sentimos bastantes seguros

¿Quién puede pensar, Padre, en esta sociedad

que la creación es un don tuyo a la familia humana

para que lo comparta solidariamente?

Sería lindo, Señor

Pero, como dijo tu Hijo Jesús, vivimos entre lobos

Cada quien tiene que defender su presa

Se tiene, Señor, la impresión de que no existe propiedad justa

la legalidad es un modo sutil de acceder a las presas

y de conservarlas sin tener que defenderlas cada quien.

No robar ¿significa, Señor, que tú consagras

la rapacidad de los lobos?

Ya sabemos, Padre, que tú no puedes mandar tal barbaridad

Tu mandamiento de no robar no tiene mucho que ver

con los códigos legales.

Tú no eres astuto ni cínico, tú nos dices algo elemental:

la tierra es la casa de la familia humana

y en ella cada miembro tiene cómo satisfacer su necesidad.

Hoy la historia se ha unificado y abarca toda la tierra

hoy es más fácil constatar que existen recursos para que todos vivamos

como familias de pueblos en una sola humanidad.

Roba quien retiene lo que otro necesita

Tú no eres economista, ni político ni ideólogo

tú eres el Padre común y nadie te sacará de tu idea

de que es un ladrón el que retiene lo que otro necesita.

Y somos ladrones por infantiles, por aferrarnos a las cosas

como un botín que se defiende hasta llegar a matar

porque defendiéndolo defendemos nuestra vida

que identificamos con nuestra seguridad.

Señor, no tenemos fe en que tú eres nuestro Padre

y en que nuestra vida depende de ti

y no tenemos fe en que los otros son hermanos nuestros.

No aceptamos, Padre, la vida que tú has creado

vida de hijos y vida de hermanos

y ponemos la vida en la seguridad económica

y por eso nos aferramos a ella

y nos negamos a compartir con el que necesita.

Somos ladrones, Padre, porque nos falta la fe.

Te pedimos, Padre, que nos fiemos de ti

para que seamos capaces de compartir.

V

Tú nos dices: no darás falso testimonio

Se miente, Dios de la Verdad, para obtener provecho

o para hundir al enemigo.

Pero pecamos contra ti, que eres la Verdad

de un modo más profundo, continuo y sutil

cuando buscamos promovernos, quedar bien

realzar nuestra imagen, dar nuestra versión.

Quizás no decimos ninguna mentira

pero no buscamos la verdad sino hacernos propaganda

no nos dejamos medir por la verdad

sino que tratamos de medirlo todo con nuestra medida

y nuestra medida la hacemos a nuestra medida.

No es que demos falso testimonio

es que no somos testigos de la Verdad

sino agentes de nuestra imagen y nuestra causa.

Huimos de la verdad desnuda por el afán de salvarnos

pero salvamos sólo imposturas

y acabamos presos de las máscaras que fabricamos

de nuestras mentiras que confundimos con lo nuestro.

Padre, que el sabernos aceptados por ti como somos

nos dé libertad para encararnos con la verdad

y no tener que seguir componiendo imágenes.

Que nos vayamos dejando medir por tu Verdad

y que lleguemos a desear vernos y que nos vean

en nuestras verdaderas dimensiones.

Se romperá el encanto

y nacerá la posibilidad de encuentros

y el desengaño dará lugar para ir haciendo la verdad

que conduce a la vida.

VI

Tú nos dices: honra a tu padre y a tu madre.

Este mandamiento se refiere sobre todo a los hijos emancipados.

Cuando el hijo es libre de sus padres

porque ha entrado en posesión de su propia vida

y genera recursos económicos para llevarla a cabo

a veces sobreviene la ruptura que llega hasta el desconocimiento

Tú nos dices: ese camino no lleva a la vida

no sólo porque así está provocando que le abandonen

mañana sus propios hijos

sino porque, al negar a los padres, se niega a reconocer

que su vida es un don tuyo continuado.

Por eso tu mandamiento de honrarlos

no tiene nada que ver con pagarles lo que ellos hicieron con uno

tú no mandas devolverles lo que ellos nos dieron.

Tú no piensas, Padre, en una especie de contrato

que tenemos que cumplir por estricta justicia.

Es verdad, Señor, que muchas veces no se llega ni a eso

Pero tu mandamiento se sitúa a otro nivel

no se trata de pagarles con la misma moneda

Tú nos pides un don incondicionado

tan incondicionado como el don de la vida que tú nos das.

No es una retribución; es gracia agradecida

Si no somos capaces de situarnos a ese nivel

y nos comportamos como simples deudores ruines

somos unos desgraciados.

Podremos vivir seguros

pero hemos perdido el camino de la alegría

y nos excluimos de la Vida

porque la Vida no se compra ni se merece

la heredan tus hijos que aceptan y dan el don de tu gracia.

VII

Tú nos dices: amarás al prójimo como a ti mismo

No es, Padre, otro mandamiento más

sino el secreto que late dentro de todos ellos

porque sólo quien ama prefiere compartir a prevalecer

sólo él puede hacer del deseo sacramento de la entrega

sólo él experimenta que hay más alegría en el dar que en el recibir

sólo él es libre para complacerse en la verdad

sólo él sabe que vivir es dar vida

y que dar vida como don es morir

para recobrar una vida perdurable.

Quien ama te conoce a ti, aunque no sepa tu nombre

porque amar es ser vivido por ti que eres Amor

El secreto que late en los mandamientos

es que ellos son imposibles de cumplir para nosotros

¿quién puede amar al necesitado por el solo hecho de serlo?

¿quién será capaz de amar a su enemigo?

Los mandamientos no son en el fondo mandamientos

son dones, los dones que tú das a tus hijos

por eso quien los cumple es señal de que es hijo tuyo

y por eso heredará tu Reino.

A todos nos diste, Padre, un corazón de hijos

para que vivamos como tu hijo Jesús

¡Que sepamos descubrirlo en nosotros

y ayudar a que otros lo descubran!

Te lo pedimos, Padre, por el mismo Jesús

tu Hijo único y nuestro hermano. Amén

 

 

 

SEGUIR A JESUS

(Mt 19,21)

 

Tu Hijo le dijo a ese joven que había cumplido tus mandamientos

que le siguiera a él.

El joven prefirió seguir con sus riquezas y no aceptó la propuesta.

Pero de todos modos para él estaba clara la invitación de Jesús.

Si le hubiera dicho que sí, habría hecho como los demás discípulos

estar con él, ser de los suyos, acompañarlo

habría vivido pendiente de sus palabras

sería testigo de sus signos de liberación

trataría de penetrar en su mentalidad y en su corazón

reflexionaría, preguntaría, trataría de ponerse a tono con él

querría que Jesús dispusiera de él, que le encargara cosas

para mostrarle su adhesión ejecutándolas

pero sobre todo, seguiría literalmente sus pasos

claro está que no como los enemigos que lo seguían acechándolo

lo seguiría con lealtad; pero en el fondo se trataba de eso

de seguir a Jesús estando a su disposición.

Por eso los apóstoles, aunque no aceptaron el camino de Jesús

sino que trataron de inducir a Jesús a que asumiera

la imagen de Mesías que ellos tenían en mente

a pesar de esa divergencia, fueron siempre los de Jesús

y se mantuvieron a su lado cuando lo rechazaron los jefes.

A nosotros, Padre, también nos invita Jesús a seguirlo

nosotros nos sentimos muy contentos de su llamada

y reconociendo nuestra flaqueza, le decimos que sí

sabiendo que somos capaces de negarlo y abandonarlo

le decimos que sí, fiados de su palabra

sabiendo que quien llama da sin duda fuerza para responder.

Pero cuando nos disponemos a ir en pos de él

oímos a los ángeles que nos dicen: "no está aquí"

¿será que nos llama a morir para estar con él en tu casa?

¿Cómo seguir, Padre, a un ausente?

Si el seguimiento al que nos invita no puede consistir

en acompañarle por esos caminos, adhiriéndonos a él

como lo siguieron los primeros discípulos

¿Qué significa para nosotros, Padre, seguir a Jesús?

¿Cómo seguir al Crucificado que resucitó y ya no lo vemos

porque entró en tu nube y fue arrebatado de nuestra vista?

Danos, Padre, tu Espíritu, que es también el de Jesús

para saber cómo seguirlo y para seguirlo tan a fondo

que nuestra vida se transforme en puro seguimiento suyo.

Seguir a Jesús es ante todo creer en él

y creer en él es afincar nuestra vida en él, en su persona viva

afincamos en él la vida cuando, conscientes de nuestro pecado

podemos decirle como Pedro: "tú sabes que te quiero

tú lo sabes todo, tú sabes que, a pesar de todo, te quiero".

¿Pero cómo distinguir una intención veleidosa

del amor verdadero de un pobre pecador?

Una primera muestra de amor es ser discípulo fiel

del Maestro Jesús: saberse de memoria sus palabras

darles vueltas en el corazón, como María

y hacer de ellas no sólo el camino de la vida

sino el tesoro que contemplamos y palpamos insaciablemente

y por eso lo traemos siempre en los labios

porque nos rebosa del corazón.

Así siguieron, Padre, los discípulos a Jesús después de su ausencia.

De este traer siempre sus palabras como luz

para ver las cosas en su exacta dimensión

y como camino para hacer tu voluntad

proceden los cuatro evangelios.

En ellos nuestra fe capta la presencia viva de tu Hijo

Padre, tú dijiste en el monte a tus discípulos: "¡escúchenlo!"

Nosotros no lo vemos, pero podemos escucharlo

como los primeros discípulos.

En esto estamos igual.

Escuchar las palabras del Maestro nos lleva a obedecerlas

nos lleva a ponerlas por obra

nos lleva, Padre, a seguir su causa.

La causa de Jesús es tu misma causa:

asumirnos como criaturas y custodiar tu creación

y culminarla hasta que veamos todo transfigurado

y nosotros, con el Hijo, participemos de la gloria de tus hijos.

En una situación en la que tu creación está tan degradada

por la rapiña insensata

y en la que tus hijos los pobres son tenidos en menos que perros

la causa de Jesús es salvar lo que se había perdido

restaurar la vida, liberar a los oprimidos

reunir a los hijos de Dios dispersos

y llevarlo a cabo, no prevaleciendo a la fuerza

sino invitando, sembrando semillas de vida

tendiendo como un puente la palabra

venciendo al mal con el bien

instaurando un tiempo de gracia

tiempo de perdón y reconciliación

aunque sin ahorrarse el testimonio duro y saludable de la verdad

y la necesidad de quitar el pecado del mundo.

Seguir a Jesús es seguir la misión que tú le encomendaste

es cumplir la misión que él nos transmite a nosotros

como tú lo enviaste a él.

No es que nosotros seamos Mesías: sólo Jesús es el Mesías

sólo Jesús el Mesías salva

sin Jesús el pecado no tiene remisión y conduce a la muerte

conduce al fracaso a la creación porque la muerte es la descreación.

Nosotros somos precisamente anunciadores del evangelio de Jesús

servidores de la recreación que él hace posible

enviados por Jesús a anunciar su salvación con obras y con palabras

a abrirnos a ella de modo que acontezca en nosotros

y a colaborar para que acontezca en otros

y sea al fin liberada la historia y transfigurada toda la creación.

Por eso dice Jesús que es verdaderamente dichoso

quien escucha tu palabra, que él proclama, y la cumple

Te pedimos, Padre, por intercesión de María, la que escuchó y cumplió

que nosotros seamos, como ella tus siervos.

Eso fue lo que hicieron los primeros discípulos cuando se fue Jesús:

seguir su historia. No sólo su causa, sino su misma historia

porque ellos eran miembros de Jesús, pueblo mesiánico

el cuerpo de Jesús a través de la historia.

Ya no trataron de mantener su propia idea

como cuando vivía Jesús. Ahora negaron sus pretensiones

no se buscaron a sí mismos. Lo dejaron todo

para seguir la historia de Jesús

no sólo sus principios o sus consignas

sino la historia real de Jesús de Nazaret.

Porque Jesús resucitado seguía en ellos haciendo historia

No estaba al lado de ellos como un ser en el mundo

pero sí en ellos para seguir abriendo el mundo a ti.

Así mismo está tu Hijo en nosotros para seguir su historia.

A través de las nuestras, si se dejan moldear completamente

por la presencia viva de Jesús en ellas

En este sentido pleno somos llamados a seguir a Jesús

Pero para seguir así a Jesús tenemos que dejarlo todo

y sobre todo dejar de buscar salvarnos nosotros mismos.

Sólo si nos negamos, le damos lugar para que viva en nosotros

como la fuente y la savia de nuestro seguimiento

Señor, te decimos como esos griegos a Felipe:

"queremos ver a Jesús"

pero te pedimos sobre todo lo que él nos prometió como respuesta

ser atraídos a él por tu Espíritu

de modo que lo sigamos en Espíritu y Verdad.

 

EL CIEGO DE NACIMIENTO

(Jn 9)

Vivimos, Señor, en un mundo de evidencias engañosas:

el pobre es pobre por su culpa

el éxito justifica al vencedor

¡Cuántas veces nos sorprendemos enarbolando

los mismos criterios de tus discípulos!:

"¿quién pecó para que naciera ciego? ¿él o los suyos?

La desgracia y la pobreza son un castigo

el éxito y la riqueza son un premio

Eso proclama la luz de este mundo

Y añade: nada hay nuevo bajo el sol.

Es lo que decía la gente del que había nacido ciego

y caminaba mirándolo todo:

no es él, es un tipo que se le parece.

Es lo que escuchamos o decimos con mucha frecuencia

no seas iluso, las cosas son como son

¿para qué consumir lo mejor de tu vida

luchando por un imposible?

hay que ser realista, hay que aceptar las cosas como son.

Y si alguien se mete a inducir algún cambio

no falta alguna persona religiosa que juzgue con autoridad:

ese no viene de Dios: se está saltando las normas.

Y si se nos pide que demos testimonio de alguna transformación

respondemos como los padres del ciego:

es cierto que esto ha cambiado, pero a mí no me metan en eso

yo no sé nada, yo no vi quiénes lo hicieron ni cómo.

Señor, la luz de este mundo nos condena a estar ciegos

nos culpabiliza por nuestra pobreza

nos mata toda esperanza

demoniza a quienes se meten a transformar la situación

y nos aplasta con el miedo a ser excluidos.

A la luz de este mundo una buena nueva para el pueblo

es una ilusión que se paga cara

es un pecado

el evangelio, Señor, es un pecado

para los dirigentes de este mundo que se llama cristiano.

Tu Hijo vino a traer, de tu parte, la luz de la vida.

El nos dice que tú no has tenido que ver

con las dolencias del pueblo

que las desgracias de los pobres no son un castigo tuyo

que tu gloria se manifiesta en darles vida

porque tu voluntad no es que las cosas sigan así

tu plan es transformarlo todo.

Por eso llamas al pueblo a la esperanza

a saltarse las normas que impiden que haya vida

a no temer a los que pueden matar sólo el cuerpo.

Hoy, Señor, queremos celebrar a ese ciego de nacimiento

que creyó en la palabra de Jesús

que lo llamaba a una posibilidad inédita

queremos celebrar al exciego

que se atrevió a dar testimonio de Jesús

porque no sólo vieron sus ojos corporales

también su mente captó tu lógica divina

y confesó que Jesús venía de ti porque le había dado más vida

y tú estás detrás de quien prosigue tu obra de creación.

Vivificado por la alegría de esa experiencia

no temió la excomunión

y aunque lo echaron fuera, no se sintió solo

porque llevaba en sus ojos y en su corazón

la marca de tu paso Salvador.

Por eso, llamado nuevamente por Jesús

se convirtió en su discípulo

Hoy, Señor, nos cercan las Tinieblas

tienen el resplandor impactante de la tecnología más refinada

imágenes persuasivas, slogans fulgurantes, saturación de mensajes.

Es una guerra cruel hasta que nos rindamos a la evidencia

de que la lucha por la vida es el único camino

él condensa además la sabiduría de la naturaleza

es la selección de los mejores

los pobres son los desechados

la piedad es injusticia

hay que premiar la excelencia, no la basura.

Señor, te pedimos, comprender

que las evidencias de la cultura dominante

sólo sirven para entender por qué vamos tan mal

tan apartados de tu plan, tan descarriados.

Te pedimos la luz que diste al ciego

para arrojar de nosotros esa lógica maldita

que condena a la humanidad a la eterna división

entre una raza de sacrificadores y la masa de las víctimas.

Te pedimos más, Señor, te pedimos

que sintamos en nuestras vidas tu paso vivificador

para que seamos testigos de tu voluntad eficaz

de edificar una humanidad fraternal

en medio de este mundo de lobos.

Te lo pedimos nosotros, los que el mundo llama ciegos y basura

los que tú llamas hijos queridos, los hermanos de Jesús

tu pueblo que cree y por eso ve, que te grita pidiendo

que tú suplas lo que falta a su fe para pararse y vivir por sí

y no tener que mendigar un día más.

 

 

 

LA MAGDALENA

(Jn 20,11-18)

 

No habían robado su cuerpo, como pensaba María.

Tú lo habías rescatado de la muerte, tú lo habías recreado

Jesús no estaba en el sepulcro porque él no era un cadáver

él estaba contigo en el país de la vida

Jesús era ya el Hombre Nuevo.

María lo buscaba entre los muertos

porque ella lo había acompañado en su agonía

lo vio morir, asistió a su entierro apresurado

y venía con aromas a rendir su último homenaje

a ese cuerpo sin vida que le había hecho vivir.

Para María vivir era Jesús

¿qué sería de ella después de este encuentro póstumo?

Su vida quedaría sellada cuando cayera definitivamente la losa

viviría del recuerdo, venerando su memoria

viviría del pasado y para el pasado

su culto al amor sería, a pesar suyo, también

culto a la muerte

María, la fiel, a punto de extraviarse

en esa fijación sublime.

La supuesta sustración del cuerpo amado

fuente de nuevo dolor, le da también nueva vida

corre donde los apóstoles, responde a los ángeles

interpela patética al fingido jardinero.

Pero en cada episodio se siente más presa de su obsesión

todo lo llena la disputa por el cuerpo inerte

María está a punto de morir con el muerto

enclaustrándose en una locura de amor.

Pero en la mañana del primer día de la semana

resuena en el Jardín la Palabra

por la que tú creaste todas las cosas.

El nuevo Adán, el primer varón de la nueva creación

llama por su nombre a la sepultada con Cristo

y ella renace a una vida nueva al sentirse llamada

por la única voz que podía calarla completamente

hasta más hondo de sí que ella misma.

La mujer nueva responde con un gozo infinito

y fuera del tiempo, a los pies de Jesús, el abrazo

sella el presente eterno.

Es el encuentro que colma todo deseo.

Pero la vida no es un embeleso

y por eso una nueva palabra de Jesús

rompe el encanto y la devuelve a este tiempo.

En él el amor se vuelve quehacer

encargo y testimonio.

"Ve y dile a mis hermanos:

subo a mi Padre que es su padre

a mi Dios que es su Dios".

En el primer Edén los creados a tu imagen

cayeron en la tentación de hacerse dioses

Tú les diste el don de ser semejantes a ti

y ellos prefirieron arrebatar la posesión

de una deidad imaginaria.

En este segundo Edén el nuevo Adán

te llama con gozo su Padre y su Dios

y no quiere aferrarse a esta preeminencia

como si fuera un botín

por el contrario, hace a los siervos hermanos

y hace hijos tuyos a los pecadores

María es la depositaria de este misterio.

No sale expulsada del paraíso

ella es el ángel enviado a los mensajeros.

No el querubín con la espada de fuego

para impedir el acceso al misterio de la vida

sino el querubín abrasado de amor

enviado por el Salvador a incendiar la tierra

a colmarla del secreto por fin revelado:

somos hermanos de Jesús

y en él somos hijos tuyos.

¡Qué incomparable el amor de esta mujer!

El amor de María, torturado hasta el martirio

su amor, entrando impávido en la noche del sepulcro

su amor resucitado en la mañana de Pascua

María, muerta con Jesús, sepultada con Jesús

y resucitada por Jesús.

Nunca la penitente, como fingió resentido

el fariseísmo cristiano.

Desde que conoció a Jesús

no se molestó en mirar atrás

sólo vivió para Jesús

aprendió a amar lo que él amaba

los de Jesús fueron los suyos.

Al pie de la cruz estuvo con María y Juan

no eran tres competidores

la mamá de Jesús los amaba como a hijos predilectos

por el amor señalado que tenían a Jesús

y ellos se entendían completamente

en esa común referencia.

Los tres sabían y lo aceptaban con gozo

que la de Jesús era intimidad compartida

secreta fuente que anhela derramarse a todos

¡Qué belleza, Padre santo, el amor de Magdalena

ese amor tan humano, moldeado lentamente por Jesús

ese amor tan sobrehumano que desafía a los torturadores

que penetra en la tumba para disputarle su presa a la muerte

que se abstrae de los ángeles, y llega fuera de sí hasta el abismo!

¡ese amor que tú escogiste para ser resucitado por tu Palabra

la palabra familiar de Jesús de Nazaret!

Sólo el vencedor podrá escuchar su nombre nuevo.

Te pedimos, Padre, por intercesión de Magdalena

iniciarnos en ese único misterio

sin el cual todo resulta vacío

y que estemos dispuesto a pagar el precio absoluto

de lo que no se puede comprar

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén