SABER HACER EN CATEQUESIS

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Reflexión y dinámicas en torno al "hacer" del catequista

Partimos del dato de que cada catequista, cada persona, cada creyente revestirá su saber y su ser de originalidad. Con tal de que permanezcan las grandes líneas será posible hablar de un saber hacer que mana de la misma identidad creyente de la persona. Cada creyente tendrá algo nuevo que aportar al saber hacer catequético, de acuerdo con la experiencia de relación con el Dios vivo que el mantenga. La finalidad de la catequesis es sentirnos convocados a formar parte en la misión de anunciar el Reino de Dios dentro de la Iglesia.

Voy a intentar sugerir algo que vaya relacionado a los sentidos, poco educados en este campo, que tanta importancia tienen para sabernos comunicar.

 

1.- SABER MIRAR

De la inmediatez de ver al aprendizaje del mirar. Al pronto de nacer abrimos los ojos y vemos personas, cosas. Sólo con la mirada posterior del padre y de la madre el bebé descubre lo que es mirar.

Ver es pasar los ojos sin atención excesiva a lo que nos rodea. Los primeros datos los captamos desde el ver.

A mirar se aprende, mas con el corazón que con los ojos. Mirar es llegar al otro con toda la persona a través de la vista. Mirar es acoger, respetar, abrirse a los demás. También las cosas se miran cuando se ponen en relación con las personas.

 

El ver es inmediato, el mirar lleva tiempo, detenimiento, pausa. La mirada no se improvisa. La persona cuando mira lo hace con atención y tensión... a través de los ojos.

Si lo que veo no queda en mí, no sé mirar. Cuando estamos cansados de tanto ver, cerramos los ojos...no he aprendido a mirar.

Del “Dios te ve” al “Dios te mira”.

Se trata de pasar del Dios al acecho que te ve, vigila, juzga, castiga...De él cuanto más lejos mejor. Sólo sabiendo que estoy en la mirada amorosa de Dios podré llegar a ser instrumento y sacramento de este Dios. Dios al mirarme me ama, respeta, me ofrece su gracia, me salva. Porque me mira como Padre que es él y como suyo que soy. Mirada de confianza y correspondencia.

El mirar de una jornada

Uno se prepara como catequista no en cinco minutos antes de la catequesis, sino cuando cuida el ser y el hacer. Desde el comienzo del día me siento mirado por Dios y me prepara para presentarme ante la mirada amistosa de los de más. Miro a los de casa, a los que trabajan a mi lado, el reencuentro con los de siempre y los distintos. Quizás veo con mas atención la televisión que al que está a mi lado. Al acabar el día podríamos preguntarnos qué he visto hoy, ¿qué he mirado de verdad y en profundidad?.

Llega la hora de la catequesis

A lo largo de la semana pienso en la catequesis, en el grupo; no sólo miro el tema, miro a los miembros de grupo y les doy un repaso, sin estar delante... ¿Me olvido de alguien?

Cuando llega el momento supongo que iré antes para preparar el antes del encuentro, con los catequistas, preparar la ambientación, el mimo del lugar, la acogida como amigo, miro sus rostros, gestos, actitudes... A veces los nervios de la catequesis no está en el tema, sino en la casa, en el estudio... Al salir, me encuentro con amigos, padres...

La catequesis son más que temas, reloj... Antes que hablar hay que mirar. Antes que el tema están los chicos y lo que dicen a través de sus rostros, vestimenta, movimientos...

¿Y si necesito gafas?

Del ver al mirar hay muchos pasos, un aprender, educar la mirada...aunque no siempre percibimos lo que nos llega a través de los ojos. A veces necesito las gafas de la serenidad, del reposo, de la bondad, y que las gafas estén muy limpias...y que dominen personalmente, y me hagan confiar en los demás antes que cualquier catalogación, para funcionar según la pedagogía del evangelio.

El reposo de la mirada: la catalogación

Sólo se puede mirar cuando se aprende a contemplar; es decir, a depositar en el corazón lo que hemos mirado a lo largo del día, semana... La contemplación entiende lo que la mirada no explica. Es guardar lo misterioso que algún día podremos clarificar. Es pasar de la superficialidad de la apariencia para llegar a la profundidad de la persona. Es ver con la luz de Dios lo que nuestros ojos no llegar a iluminar. Mirar el anhelo del bebé, la admiración del niño, la sensibilidad del preadolescente, la sed de ternura del adolescente, la limpieza del joven, la experiencia del adulto, que se den cuenta que existe el anciano.

Nos hacemos preguntas y nos donamos.

¿Cómo nos vemos?, ¿Cómo te veo?, ¿Cómo te miro?, ¿Cómo nos miramos?, ¿Qué no veo en ti y quisiera poder ver y mirar?

¿Podríamos donar nuestros ojos?...

Como experiencia:

Uno hace de lazarillo y el otro va con los ojos vendados (diez minutos de paseo por la casa). Experiencia del no ver y del acompañar. Se cambia de pareja y se evalúa lo vivido.

 

 

2.- SABER ESCUCHAR

Cuando la luz se apaga

La catequesis vive distintos momentos mas allá de la reuniones, encuentros y programaciones... Sin la luz de la presencia del otro la fatiga y el cansancio llegan y desde también llega la comunicación y el encuentro. Cuando la luz se apaga ya no podemos mirar, ni ver...atendemos por medio del escuchar y del decir. A veces conviene que apaguemos nuestras falsas iluminaciones, atender a los otros desde nuestra pobre luz, para poder escuchar con mayor claridad.

Amplía, minimiza

Pinta una persona, en la cabeza traza unos ojos grandes, que salgan de la cara (saber mirar). Y unas orejas también muy grandes, deformes...como las de un burro (saber escuchar). La boca en cambio, muy chica (saber decir).

Un corazón inmenso que no quepa en el cuerpo (saber amor y hacer que se den cuanta de que somos amados).

Las manos anchas, abiertas (saber acoger). Unos pies que ocupen toda la base de la hoja (poner los pies en tierra).

Si quieres, coloca en la cabeza una olla humeante... (y no te olvides de la leña para que no se apague el fuego), creatividad.

¿Qué te parece este retrato? Podríamos tener orejas de elefante: el saber escuchar, ¿amplificamos lo que decimos, pero cuando ampliamos lo que escuchamos? El oído fino y atento del catequista, para no perder detalle, sobre todo lo importante; no nos quedamos ni con el listillo, ni con el empollón. Más bien, el oído presta atención a la palabra balbuciente, la frase cargada de sentido no siempre descifrable. Hemos de ser grabadoras que tenemos, repetimos y rumiamos, y aquí tocamos la contemplación. Los encuentros no son sólo un ir y venir de palabras y expresiones que no llegan a nada, y no calan a nadie.

La palabra, como el bastón en el agua no se rompe, aunque se vea torcido (ley de la refracción) también la palabra una vez que sale de la boca pasa por muchos medios (familia, calle...) y viene cargada de muchos sentidos. Por eso el escuchar es un arte, una ciencia y ...mucha paciencia. En todo el proceso de oír, escuchar, retener, interpretar...luego responder y muchas veces callar...otra en cambio deben llevar una respuesta respetuosa o audaz, sugerente...abierta o debilitada.

 

 

Tapones de cera

Cuando nos cansamos de mirar, cerramos los ojos, pero los oídos no los podemos cerrar. Sólo el sueño interrumpe la audición. Es más permanente estar a la escucha que estar viendo. No necesitamos el invento humano de los tapones de cera, en catequesis desconectamos más de la cuenta... y no siempre estamos prestos para dar la respuesta adecuada. A toda persona le es mas necesario el sentirse amada, acogida y escuchada, que el agua y el pan.

 

La primera escucha del catequista

El catequista aparte de escuchar en su entorno, se abre de corazón a la Palabra de Dios y a los Signos de Dios en el tiempo. La Palabra de Dios es para ser buscada, escuchada, meditada, contemplada. Palabra que también espera respuesta. Palabra transmitida no como palabra muerta sino viva, que da sentido a nuestra vida. El catequista, oyente de la Palabra; la catequesis, espacio y tiempo de escucha y de respuesta a esta Palabra. Desde Dios damos más sentido a las palabras humanas. Jesús no sólo vino a hablar de Dios, sino que escuchó nuestras palabras e hizo de ellas un medio para comunicarse con el Padre Dios.

 

Hacia una Iglesia que habla menos y se escuche mas

Con la escucha estamos proponiendo un tipo de catequesis y de Iglesia, a la luz de las orientaciones del Concilio Vaticano II, que miran a los creyentes de hoy y de aquí y que quieren ensanchar la fe por medio de catequista. Aplicado a la Iglesia:

1.  El escuchar, es saber, que no se improvisa

2.  Escuchar, incluso a los niños, queforman parte de nuestra familia

3.  Escuchar al adolescente que habla enotra onda, códigos..

4.  Escuchar al joven, que muchas vecesnos hace callar

5.  Escuchar al anciano, a pesar de susrepeticiones

6.  Escuchar al otro: deficiente, sordo,marginado...

 

Una Iglesia que no escuche no puede ser respuesta válida ni a los de dentro, ni a los de fuera. ¿Cuándo dispondremos de micros en los bancos para poder participar desde allí y todos nos escuchemos: homilía participada, preguntas y sugerencias...?

 

3.- SABER TOCAR

El tocar no es circunstancial al ser humano. Fuimos engendrados por el amor y la unión íntima de nuestros padres. Todo niño se desarrolla en contacto directo con su madre, antes de nacer; y en contacto frecuente en los primeros años. Se pasa de un contacto al contacto con las cosas, sin necesidad de ir de mano de nadie. La conciencia de tocar tierra apenas la tenemos, los hombres del asfalto. Toca tierra para sentir, crecer, vivir...

Con los pies en la tierra pero con las manos tendidas y cogidas con otras manos, por relación con los demás. Manos dadas, aceptadas, o rechazadas, inquietas, temblorosas, escondidas, quietas; manos... con ellas nos comunicamos (lenguaje de sordos). Por medio de ellas llegamos al otro. Nos manifestamos como seres relacionados, duales, grupales, plurales. Manos repletas o vacías de personas de tristeza...

Contacto y con tacto

¿Pero que es tocar? Una actividad humana, que es más experiencial que intelectual. Dice el diccionario: “Tocar es hacer que la mano, los dedos, u otra parte exterior del cuerpo entre en contacto con algo y sea afectado el sentido del tacto”. Y tacto: “sentido por el que son apreciadas las cualidades palpables de los objetos. El órgano del tacto es la piel, especialmente la de las manos”.

De aquí sacamos algunas derivaciones:

1.  Centralidad de los dedos y de la mano entera en el tacto. ¿De verdad las utilizamos o sólo son prácticas pinzas?

2.  La frontera física del cuerpo es la piel y nosotros somos sus guardianes,

 

Podemos pasar de tocar todo y a todos sin ver y sin pensar.

El mejor contacto con las cosas, y con las personas será el que vaya haciéndose con el tacto, armónicamente o fuertemente, suavemente según el tipo de energia que tengamos que establecer.

 

De la caricia al golpe

Uno es componente de finura y sensibilidad; el otro, de brutalidad. Y los humanos somos capaces de ambos. Porque por las manos se nos escapa la ternura y la fuerza, la estima y la agresión, la delicadeza y la destrucción. Es difícil el equilibrio, el medio, la normalidad... pero desde ahí nos vamos construyendo como personas y participamos den la edificación de las personas, objetos, naturaleza.

El tacto en la catequesis

Hablamos de tacto no como dermatólogos sino como catequistas. ¿Qué decir del tacto en la catequesis? Si lo dicho nos ayuda a ser catequistas con más tacto, intuyendo cómo educar este sentido, nos damos por satisfechos.

Dedicamos algunas reflexiones:

1.  Cómo es nuestra relación con nuestro propio sentido del tacto: apreciativo, despreciativo. ¿Educa a los que entran en relación con nosotros? ¿El tacto y contacto con nuestros catequistas según edad, ambiente, situaciones nos ayudan a crecer? ¿Acogemos al que no encuentra cobijo humano ni en la casa, ni en la escuela, ni en la calle?

2.  El marginado necesita más contacto corporal que cualquier otra persona. No serán las palabras las que den sosiego, sino unos brazos abiertos que sean para él casa y corazón.

3.  El contacto no se educa a base de prohibiciones: “no toques”, “éste me ha pegado”, “aquel nos estorba”...

 

 

 

·         Escenificar relatos evangélicos en los que Jesús toca a Alguien: rezar dándonos la mano, hacer cantos mimados. Devolver al tacto su sentido humano y cristiano.

·         Explicar los gestos litúrgicos en los que interviene este sentido: señal de la cruz, besos, golpes de pecho, darse la mano, tomar la comunión, etc...

·         Ciertos temas pueden expresarse a través de elementos manipulados: alambre, cuerda, plastilina...

 

 

Una catequesis que prescinda del tacto es incompleta.

Ni magia, ni manipulación: comunicación

Manos limpias, abiertas, comunicativas, generosas, expresivas... Que el Dios que las creó y Jesucristo, que tan bien supo usarlas y el Espíritu, prolongación de la mano de Dios, sean creíbles para vivir la catequesis con fino y cariñoso tacto. ¿Qué cosas se pueden tocar y que no se puede tocar? ¿Por qué?

4.      SABER DECIR

Decir o no decir

La persona es un ser parlante. Poder hablar es poder ser persona, tener la posibilidad de comunicarse con los demás. Aunque no sea por la palabra, es formar parte del mundo de los humanos. Decir algo, hablar en voz alta, comunicarse con una persona es signo de existencia y dinamismo. Hablar es decidirse a decir algo con sentido y esto es un atrevimiento, por que ofrezco algo de mi propia persona.

Él es reconocimiento, digo lo que he aprendido o me han enseñado. No invento mi decir, los reinvento con mis palabras propias. Cada pueblo tiene su lengua propia, original, referencial. Cada agrupación humana tiene su lenguaje: lenguaje de la iglesia, de mi comunidad, de la catequesis, propio....

 

Decirse

Hablar es mucho más que emitir sonidos. Hay una escala de temas de conversación: el tiempo, el trabajo, los precios, las noticias de la semana, el barrio, los otros, yo, la fe...

No sólo se pronuncian palabras, uno solo se pronuncia y se elogia a si mismo “yoísmo”. Habla de sí mismo a los demás. A veces la dicción puede ser donación, ofrecimiento limpio de mi pobre persona.

En ocasiones hacemos profesiones de fe, diciendo lo que creemos de modo consciente y gozosamente... ¿Cómo podemos hacer creer en la catequesis si no somos capaces de expresar la nuestra?

 

Decirnos

Un paso más para que la persona no sea isla. Pasar de la expresión aislada a la comunicación. A la comunicación se llega a través de un largo proceso de ascesis. Esto supone una actitud constante, atención, escucha, y escucha del otro.

Seguidamente comprensión y mucha comprensión. Tratar de entender a la persona y no querer comprender enseguida, contemplar lo que es y no solo lo que dice. A base de atendernos podremos entendernos y llegar a un lenguaje común desde el que seguir la conversación, con el deseo de construir comunidad e ir acogiendo el don de la comunión eclesial. El decirnos en la Iglesia variará si es el grupo de fe, en la comunidad, en el la homilía, en el diálogo con la jerarquía...

Decirles

Hablar al otro es contar la verdad. Tan importante es lo que digo como a quien se lo digo.

La misión de la Iglesia es transmisión, y no solo de verdades, sino de vida. Porque vida y verdad son el mensaje del evangelio.

Decir mi fe y la fe de la iglesia. Decir a quien cree y quien no cree y quiere seguir creyendo. Decir respetando y decir invitando. Decirle, decirles y que ellos me digan también.

Decirle

Decirle a Dios es rezarle. Reconocerle como interlocutor mío en la comunidad, en el grupo de catequesis. El decir de Jesús es hacer, y sus signos eran elocuentes. Él pondrá sus palabras en nuestra boca para que podamos autentificarlas en nuestra vida y con nuestras acciones.

Que digan

A hablar se aprende. La adquisición del lenguaje es obra del amor, de dedicación, de habilidad y... de arte. El lenguaje de la fe también se aprende.

Nuestras catequesis pecan de saber, repetir, asimilar, pero fuera del ambiente normal de catequesis, en la calle, qué dicen y que hacen los de la catequesis.

Hace falta dar la palabra y que puedan darla también. No es tema nuevo, quizás si sea tema olvidado: “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3,25). Y de nuestro amar según Dios, y de nuestro ser cristianos. Que los cristianos en la vida publica sepan responder, dar razón, explicarse e identificarse como cristianos.

No es suficiente saber solo el carné de identidad y el número de móvil... No sólo saber que le bautizaron, que fue a la catequesis, que va a misa alguna vez que otra, que reza de vez en cuando.

 

El buen sabor del bien decir

Hemos hecho de nuestra Iglesia más un lugar de palabras que un eco de la Palabra. Hemos hecho de la catequesis no siempre una transmisión gozosa y fiel de la verdad y de la vida.

Hagamos que nuestro decir sea menos palabras y más Palabra, menos hablar y más significar, menos repetir y más recrear

Un buen decir según la Buena Nueva: que dé gozo, que pacifique, que desvele, invite, interpele, que sea signo de bien saber, que deje buen sabor.

La Biblia es el decir de Dios, comunicación actual. A nivel de comunicación podemos escribir nuestro credo y compararlo con el Credo de los Apóstoles...

El carácter profético explicita el ser del catequista, que habla en nombre de Dios. La acción del profeta es elocuencia y su voz creación. El catequista es un profeta que acompaña, que sigue al grupo desde dentro.

Como experiencia, qué nivel de comunicación tenemos con el móvil, internet...

Son instrumentos de comunicación o de incomunicación, si son necesarios o no. Hasta quá punto producen adición y dependencia....

 

5.      SABER CALLAR

Saber callar es lograr no decir nada.

El ser humano es un ser que habla pero a veces es charla inútil, vacía; o con palabra agresiva y ofensiva, o en convencimiento manipulador; y, entonces, mejor callar. El no decir nada es un logro aunque haya que morderse la lengua y también conseguir que otro se calle sin violencia como saneamiento del ambiente.

Que calle la lengua y hable el cuerpo. Sólo cuando la persona calla podemos sentir el silencio. Hay manera de callar que son gritos, peticiones, provocaciones, rendiciones, humillaciones...

Callar y callarse también es bueno... y es condición necesaria para poder hablar. Sin sosiego la palabra no llega a tener sentido, hondura. Que la palabra agradezca el silencio para poder pronunciarla.

 

Saber callar es hacer silencio

El silencio si no es forzado ni repentino, se prepara. Es más ambiente que casualidad. Prepararlo suprimiendo obstáculos, haciéndolo creíble y apetecible, para dar sentido al callar y al hablar. Es preciso hacer callar las propias turbulencias que envuelven a cada persona. Y después construir y fundamentar este silencio, de modo que surja de un corazón reposado y de un espíritu sereno: “Nada te turbe, nada te espante...”. Es silencio para encontrarse y luego darse.

Saber callar y admirar

Saber mirar y admirar lo cercano y lo lejano, los conocidos y desconocidos, los que nos fastidian y quienes nos agradan.

 

·         Admirar la naturaleza que nos acalla con sus alturas y profundidades, con sus soles, noches, con los seres vivientes e inanimados. Nos hace callar porque nos empequeñece, a pesar de lo que creemos ser.

·         Admirar las otras personas todas.

·         A todo hombre de cualquier clase o condición los reconocemos a través de la diversas mediaciones...

·         Silencio para admirar, entender, aprender, recibir con gran agradecimiento y gran ausencia de celos.

 

 

Cuando nos situamos ante Dios nada decimos para que él pueda hablarnos. De ahí la teología apofática: callar porque de Dios no se puede hablar... sin llegar a los extremos sepamos situarnos antes un sano silencio, como paso primero a un diálogo de gracia y de amor de Dios.

Saber callar es contemplar

La contemplación es la densidad del silencio.. Todo quieto en nosotros para acogernos y envolvernos por el gesto, la palabra, el rostro... para responderles desde lo más íntimo y profundo.

Una realidad gemela a la contemplación es la oración, y sin silencio profundo no hay plegaria.

Saber callar es preparar

A veces el intento de respuesta viene mas adelante y no en el mismo momento, quizás sea preciso reflexionar y consultar.

Las contestaciones distan a veces de ser diáfanas, esto supone tiempo de silencio y de estudio, de preparación y de formación. Un lograr elocuente viene del mucho callar, preparar y profundizar.

Saber callar es comprometerse

Después de la palabra, el silencio es el segundo poder del mundo. Un hombre siempre tiene su hora, basta saber esperar. Si se calla es para que el pensamiento madure y llegue a ser mejor , y a veces hay que poner años.

Cuando el silencio está preñado de clamores, marginación... surge el “¡Basta ya!”. Y se pasa al gesto y esto surge del silencio reflexivo.

Saber callar es aprender a morir

El amor no acaba nunca (1 Cor 13,8-10).

 

Silencios y esperas que vivimos con más humor que dramatismo, con más serenidad que desesperanza:

·         Somos Iglesia y creemos que el Reinoestá pero no del todo...esperamos

·         Porque no hay semilla que crezca conruido y ostentación

·         Porque imponer es creernos en laverdad y no creer en los demás

·         Porque la verdad es que un díacallará nuestra voz terrenal.

Y porque ni palabras, ni cosas, ni silencios permanecerán para siempre, sólo quedará el amor.

Preparar una experiencia de silencio, de desierto...comunicarnos la experiencia y sacar consecuencias.

¿Qué realidades hay en nuestro contexto que parecen silencios de Dios: en marginaciones, abandonos...? ¿Nosotros qué decimos y hacemos?

Y el mundo de los mudos, los conocemos...compartir la experiencia.

Callarse y marcharse en grupos de adultos, no por comodidad, sino deliberadamente... Evaluar la experiencia. ¿Qué provoca este silencio?.

Qué espacios de nuestra vida tenemos para el silencio; cómo aprender a callar, a valorar las experiencias en el hablar y en callar.

 

6.      EL SABER HACER UNA REUNION

Nos planteamos los logros hasta ahora. Dónde nos situamos actualmente. Hacia dónde vamos.

Caminamos hacia un horizonte:

1.  Continuamos?

2.  Hablamos de la catequesis

3.  Hablamos de dinamismo comunitario no de dinámica de grupos

4.  Unas palabras que dan mucho juego:

 

 

·         Quién: el agente de Catequesis

·         Dice o hace... en qué consiste la acción del catequista

·         A quién: los destinatarios

·         Para qué: la finalidad

·         Por qué: las motivaciones

·         Cuándo: el tiempo oportuno

·         Dónde: un mínimo de dignidad en los locales de la catequesis

·         De qué modo: el método utilizado

·         Con qué medios: la utilización de medios demuestra la coherencia...

 

 

 

Y otras muchas cosas quedan en el tintero: el saber preparar una reunión, el saber escoger los textos y contextos, el saber cuidar a las personas, no olvidar lo imprevisible, la revisión y valoración, saber hacia dónde vamos... En resumen:

 

 

- ACONTECIMIENTO (Historia)

 

- PRESENCIA DEL ALGUIEN (Mediación. Palabra)

 

- INTERROGACIÓN EN EL INTERIOR DE LA PERSONA (Celebración)

 

- CAMBIO PERSONAL (Compromiso-Misión).

 

 

 

 

Severino Calderón Martínez, ofm

Prof. de Teología Pastoral

Facultad de Teología de Granada

JORNADA DE FORMACIÓN DE CATEQUISTAS

Granada, 13 de enero de 2007