RELATIVISMO TOLERANCIA
Los adultos suelen denunciar que un amplio sector de los jóvenes viven hoy sólo para la satisfacción inmediata de sus deseos. Sólo les interesa el disfrute de lo instantáneo, lo que ocurre en cada instante, de lo que sólo dura un momento. De ese modo reducen la temporalidad al tiempo presente, a lo fugaz, a lo que dura apenas un relámpago en el cielo: el pasado ya no existe; el futuro todavía no es. Luis Olivera, es periodista 2005-06-26
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Un filósofo joven, Daniel Innerarity, lo ha descrito así: “Hay en nuestra civilización una ocupación completa con el tiempo presente, un instantaneísmo huérfano de memoria y de proyecto. Una detención del presente fijado en sí mismo desencadena el miedo, que es propio de toda carencia de memoria y previsión. De ese presente desmemoriado se apodera un miedo difuso, pues no recuerda nada similar ni ha previsto cómo afrontar lo imprevisible. El miedo es la sensación habitual de quien no tiene experimentos ni confianza; es decir, pasado y futuro”. Para ellos, hay rumor de fantasmas a su alrededor. Luis Olivera, es periodista 2005-06-26
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Estos jóvenes que reducen la poliédrica y rica temporalidad sólo al presente,
reducen –a su vez—el presente al presente placentero. Eso muestra que han nacido
y crecido en la civilización del placer. “Viven en una sociedad en la que el
placer sensible es considerado como el bien supremo de la vida”, según Gerardo
Castillo. Y, por lo mismo, el dolor es el mayor de los males: algo que hay que
evitar como sea. Y todo lo que exija esfuerzo debe ser eliminado, como ahora
sucede con la reválida del bachillerato que se anuncia. Aunque todo lo que tiene
algún valor ha supuesto antes y durante un esfuerzo para alcanzarlo, lo que hace
valorarlo más. Ser notario o ingeniero aeronáutico no está al alcance de
cualquiera. De otra manera, todos tendríamos la misma titulación. Luis Olivera,
es periodista 2005-06-26
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Una persona que rige su vida sólo por el deseo, atenta seriamente contra su
forma de entender y de vivir la libertad. Es una persona que no es libre, porque
no elige; simplemente se deja llevar, como las veletas, por el viento que sopla,
venga de donde venga. En el mejor de los casos es víctima de una deformación de
la libertad, porque no tiene ninguna restricción. Allan Bloom considera en ella
varias consecuencias preocupantes: “La pérdida de todo sentido de que yo deba
dar cuenta a alguien de lo que hago, o de que yo deba sentirme vinculado
esencialmente hacia ese alguien. La gente joven de hoy tiene miedo a estar
comprometida”. Y menos a compromisos que alcancen toda la vida, que son los
que construyen personalidades fuertes y coherentes, que edifican los sillares de
una biografía que realmente valga la pena ser vivida. Luis Olivera, es
periodista 2005-06-26
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Pero no. Ahora, el verdadero estilo de vida consistiría en elegir lo que más me
apetezca en cada momento, pero sin que eso tenga consecuencias: se abdica de la
responsabilidad por los propios actos. Eso es lo que afirma un reciente estudio
de la sociedad americana, país incubadora donde nacen todos los estilos de vida.
Este último es “la moral de la tolerancia”. El ‘life-style’ justifica cualquier
modo de vida. “Proporciona una garantía moral a la gente para vivir
exactamente como quieren. (..) Esta moral establece que cualquier cosa que yo
haga es buena, porque yo la quiero. Lo que le da garantía de bondad es que emana
de mi deseo”. Sólo por eso queda justificada en sí misma, sin que sea necesario
un contraste con alguna norma moral. “Precisamente la norma moral que hay que
respetar es la espontaneidad de mi deseo, que pueda fluir sin trabas ni
imposiciones. La norma es la ausencia de toda norma”, como lo explica el
filósofo Ricardo Yepes. Luis Olivera, es
periodista 2005-06-26
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El problema no es que haya tantas “morales” entre comillas como individuos, sino
que cada uno de ellos no vive en una isla desierta. El hecho de que estamos
rodeados de “morales individuales” por todas partes, hace muy fácil el choque
entre cada una de ellas y muchas de las otras. Lo normal es que acabemos a
tiros, si se llega a aplicar hasta su límite esta moral de la tolerancia. En
ella sólo cabe el interés hacia uno mismo: cada uno a lo suyo. El interés
desinteresado hacia otras personas sería incompatible, muchas veces –o casi
todas—con la satisfacción del propio deseo. Estamos ante una nueva forma de
individualismo, que dificulta seriamente la elaboración de un proyecto personal
comprometido y solidario. Precisamente por exceso de intolerancia, de libertad
irresponsable. Y, además, en la era de la globalización.
Luis Olivera, es periodista 2005-06-26
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«Apelar a la tolerancia para desacreditar la posibilidad de convicciones fuertes es un error de bulto, pues la tolerancia se apoya y alimenta de una convicción. La tolerancia no implica relativismo, más bien al contrario.» 2005