Paul Ricoeur
Filósofo, historiador, epistemólogo, traductor, exegeta de la Biblia.
Por Mauricio Chinchilla



«Los individuos pueden perdonarse, los pueblos no»
 

El filósofo francés Paul Ricoeur (Valence, sureste de Francia 1913) falleció el pasado 20 de mayo en su domicilio de Château-Malabry, cerca de París. Ricoeur que había quedado huérfano muy pequeño, -su madre muere poco después de que naciera y su padre en el frente en 1915- es educado en un hospicio antes de consagrarse a la enseñanza. Ricoeur comenzó siendo un existencialista cristiano, en la gran estela de Jaspers y Gabriel Marcel, que marcaron profundamente su primer gran libro, «Karl Jaspers y la filosofía de la existencia» (1947), un libro contemporáneo de «El Ser y la Nada» de Sartre, publicado pocos años antes, y «biblia» canónica del existencialismo agnóstico.

Se licenció en filosofía en Rennes (noroeste de Francia) en 1935, lo que marcó el inicio de su trabajo como profesor en varios liceos, hasta que fue movilizado en 1939 para la Segunda Guerra Mundial, fue hecho prisionero y estuvo detenido en Polonia y en Alemania durante cuatro años, tiempo que aprovecho para traducir a Husserl.
 
A su vuelta a Francia, fue uno de los animadores de la revista «Esprit». (
http://www.esprit.presse.fr/ ) verdadera tribuna del existencialismo cristiano, y amigo de su responsable Emmanuel Mounier (http://www.alcoberro.info/mounier.htm).
 
En 1956 consiguió la cátedra de filosofía en la Sorbona de París, pero diez años después dejó esa universidad para participar en la creación de la de Nanterre, que sería el vivero del movimiento del mayo del 68. En 1969, siendo rector de la Universidad de Nanterre, Ricoeur es agredido por los estudiantes, a los que él defiende de la policía. La decepción es enorme y, entre 1970 y 1983, el filósofo enseña en EEUU, sobre todo en Chicago.

Ricoeur se inició a la vida pública con las protestas europeas que siguieron a la condena y ejecución de Sacco y Vanzetti, (http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/sacco_y_vanzetti.htm) los legendarios anarquistas norteamericanos. Desde entonces, el compromiso político no partidista estuvo íntimamente ligado a la reflexión filosófica, ética y estética. Profesor emérito, sin embargo, fue víctima de un cierto ostracismo inconfesable.

Intelectualmente, participó en los grandes debates de posguerra sobre la lingüística, el psicoanálisis, el estructuralismo y la hermenéutica, con un interés particular por los textos sagrados del cristianismo. De hecho, en su obra Dios aparece como la voz de la Biblia, y para acercarse a él, el filósofo entendía que la mejor manera era aplicarse con el arte de interpretar los textos bíblicos. 

Ricoeur reflexionó ampliamente sobre el lugar de la ética en la política, se interrogó por el deseo del Mal y por el sentido de los actos involuntarios. Cristiano, socialista y pacifista, Ricoeur parecía destinado a adaptarse al molde del llamado «personalismo», pero el debate que mantiene en 1949 con Mounier en la revista «Esprit» ya prueba su capacidad para pensar al margen de capillas. Para Ricoeur, el filósofo ha de saber situarse «entre la ineficacia del yogui y la eficacia del comisario político, es decir, escapar a la beatitud de la no violencia profética y al compromiso de la violencia progresista».

A comienzos de la década de los sesenta, su debate con Claude Lévi-Strauss (http://es.wikipedia.org/wiki/Claude_L%C3%A9vi-Strauss#Biograf.C3.ADa) es básico dentro del panorama intelectual europeo y mundial. El punto de vista de Ricoeur, humanista, cuestiona la voluntaria deshumanización de Lévi-Strauss y del estructuralismo en general, admitiendo, eso sí, que su rigor científico no conlleva la incompatibilidad con el mantener criterios morales y políticos, tal y como sí sucede con Heidegger, un pensador al que ha criticado con admiración desde el momento en que Ricoeur estima inextricables los vínculos entre historia y memoria.

Su trabajo hermenéutico, que partía de la consideración de Marx, Nietzsche y Freud como los «maestros de la sospecha», era un ejercicio de desmistificación de los símbolos, que a su juicio eran la muestra de la relación con lo sagrado, y tras los cuales había que buscar la verdad primera.

Ricoeur era una de las grandes figuras de una tradición de pensadores que tiene como abuelo a Bergson; como padres, a Gabriel Marcel y Emmanuel Mounier, y establece lazos de hermandad con Emmanuel Levinas, Jacques Derrida, Gaston Bachelard o Canguilhem, si nos circunscribimos al área francófona, pero que, en el caso de Ricoeur, se interesó mucho también por Edmund Husserl y Karl Jaspers, algo menos por Martin Heidegger y, más recientemente, por John Rawls y Hannah Arendt.

Afirmaba que creyentes y no creyentes pueden entenderse ya que los dos tienen un tronco en común: el arte de vivir juntos.

Profesor en universidades norteamericanas desde 1954, se convierte en mediador entre las dos costas del Atlántico. Su camino tuvo por hitos a Jaspers y Marcel, primero, a Husserl y Heidegger después, con altos en la fenomenología y la hermenéutica. Su meditación, única, sobre la memoria y la fidelidad, «desemboca en el perdón, pero también en el carácter irrevocable de lo sucedido y de la reflexión que provoca». Ideas conflictivas en una Francia en la que la extrema derecha niega la realidad de los campos de exterminio nazi, la extrema izquierda el Gulag, una corriente judía sostiene la imposibilidad de discutir el Holocausto y hay un desgarramiento frente a la resurrección de un pasado francés poco glorioso en la Segunda Guerra Mundial o la descolonización.

Iluminado, cinco años antes de su fallecimiento, Ricoeur explicaba que «los individuos pueden perdonarse, los pueblos no». Aseveró que «en sus reivindicaciones, las minorías nunca olvidan las humillaciones sufridas ni las victorias logradas; borran en cambio el mal que ellas mismas infligieron». Lección aún válida: «Si la deuda con el pasado justifica el deber de memoria, éste propicia los abusos. La posición de víctima tiende a encerrar a una comunidad histórica en su singular desdicha, la desarraiga del sentido de la justicia y provoca un peligroso cortocircuito en el trabajo crítico de la historia». Y este aviso para navegantes: «Hay una función terapéutica de la amnistía, porque un pueblo no puede vivir permanentemente en guerra consigo mismo; pero cuidado porque la frontera entre amnistía y amnesia es indeleble» (http://www.lavanguardia.es/web/20050522/51185322885.html).

Llorenç Gomis, en su artículo «Mártir a los noventa años» afirma que «en una de sus últimas visitas a Taizé, el año 2000, el lenguaje de Taizé es el de la liturgia, donde hay una teología discreta: la ley de la oración es la ley de la fe. En sus conversaciones en Taizé decía Ricoeur que por muy radical que sea el mal, nunca será tan profundo como la bondad. Y si la religión, las religiones, tienen algún sentido es el de liberar el fondo de bondad de los seres humanos. La bondad no es sólo la respuesta al mal, sino al sinsentido. Aclamar la bondad es el himno fundamental. La protesta dice no al no, pero es preciso decir sí al sí, y esto se realiza en la oración» (http://www.lavanguardia.es/web/20050829/51191706606.html).

En sus últimos grandes libros, su curiosidad le llevó a preguntarse por la cada vez mayor pasión conmemorativa, quiso poner orden entre memoria e historia. El caso de Wilkomirski, ese personaje que se fabrica una falsa estancia en un campo de exterminio para reconciliar su realidad anodina con un destino imaginario de víctima, le lleva a confrontar dos tipos de relato, el de la ficción y el histórico, y a poner en evidencia el progreso de una suerte de enfermedad colectiva que nos ha convertido a todos en víctimas de los abusos de memoria.

Entre sus principales obras, que marcaron toda una generación de filósofos franceses se encuentran «Historia y verdad» (1955), «Tiempo y relato» (1983), «Sí mismo como otro» (1990) y «La memoria, la historia y el olvido» (2000).


Páginas de interés:

Texto de la carta que el hermano Roger dirigió a la familia de Paul Ricoeur el día siguiente de su muerte: http://www.taize.fr/es_article2355.html

Paul Ricoeur y los desplazamientos de la hermenéutica por Eduardo Silva Arévalo, s.j.: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0049-34492005000100008&script=sci_arttext&tlng=es

Diversos artículos publicados en medios de comunicación y que recogen el fallecimiento de Ricoeur: http://www.filosofia.org/bol/not/bn044.htm