¿Quién es Jesús de Nazaret?
Responde el padre Giovanni Marchesi, S. J, autor de un libro sobre el tema.

Zenit


ROMA, 9 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Jesús, ¿sabía que era Dios? ¿Cómo y cuándo Jesús, en su condición humana histórica, tomó conciencia de su divinidad?

A éstas y otras preguntas ha tratado de responder el padre Giovanni Marchesi, S.J, profesor de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia Gregoriana, redactor de la revista «La Civiltà Cattolica», con el libro publicado en Italia con el título «Jesús de Nazaret, ¿quién eres? --«Gesù di Nazaret chi sei?» (Ediciones Paulinas, Turín 2004)--.

Zenit ha entrevistado a su autor para preguntarle cuáles son las conclusiones a las que ha llegado.

--¿Por qué ha escrito este libro?

--Padre Marchesi: La necesidad de escribir este libro nació pronto en mí. Ya cuando era estudiante, en el cuarto año de Teología, tenía claro el deseo, desde el punto de vista teológico, espiritual y científico, de estudiar la figura de Jesucristo. A lo largo de los años, elaboré un proyecto de la que debería ser la estructura del libro sobre Jesucristo. Empecé a escribir ensayos y artículos que, en parte, se han convertido en capítulos hasta la publicación del libro.

Este libro está dirigido a los estudiantes de Teología, para ellos es un manual, pero es también para estudiantes de Ciencias Religiosas, para catequistas y para quienes deseen profundizar el conocimiento del misterio de Jesucristo. Pienso en lectores, en primer lugar, que creen que no creen. Porque todos, creyentes y no creyentes, desde hace dos mil años, seguimos haciéndonos la pregunta: «Jesús de Nazaret, ¿quién eres?

--Es verdad, Cristo interroga a todos: ¿es un hombre o un mito? Después de tantos años de estudio, ¿quién puede decir quién este hombre?

--Padre Marchesi: En estos días, hay un debate en los grandes diarios italianos sobre valores fundamentales, fundados en la dignidad de la persona humana: el intercambio directo de mensajes entre Benedicto XVI y el presidente del Senado, Marcello Pera, artículos en otros periódicos sobre qué es la fe, un filósofo italiano que sigue repitiendo que la única medida de valoración para la búsqueda de la verdad es la razón y que todo lo que es religión es mito.

Pues bien la fe en sí misma no es una abdicación de la razón, no es una renuncia a pensar, a razonar. La teología se ocupa de Dios, de Jesucristo y de las verdades reveladas, es inteligencia de la fe, y la fe en Dios es inteligencia.

Jesucristo no es un mito, es un personaje de la realidad histórica. De Jesús, desde el punto de vista histórico, sabemos infinitamente más, y hay más documentos y fuentes, que de Julio César, Sócrates, Platón y otros grandes personajes que han hecho historia.

Hoy todos se interrogan sobre Cristo, o para maldecirlo o para invocarlo, o para perseguirlo o para amarlo, y actuar su amor en su nombre y por él. Porque Jesucristo está vivo, es más, el abad Giuseppe Ricciotti escribía en su obra maestra «La vida de Jesús», «ningún ser humano está tan vivo hoy como Jesús».

--Hoy, muchos invitan a contemplar el rostro de Jesús para ver el rostro de Dios: hay quien sostiene que la religión cristiana está basada en mitos y, por otra parte, quien identifica el cristianismo con la civilización cristiana. ¿Dónde se ve el rostro de Dios?

--Padre Marchesi: Muchos vieron el rostro de Jesús antes de la Pascua. Lo vio gente corriente: fariseos, sumos sacerdotes; lo vio María, la Magdalena; lo vieron sus discípulos. Hay quien lo vio, lo amó y lo siguió, y hay quien lo ha odiado.

Pero ninguno de estos, incluso ninguno de los discípulos, aún viendo a Jesús en su historia, lo ha visto realmente en su esencia. Han empezado a ver a Jesús y a comprender su rostro sólo a partir de la Pascua. Ya antes de la Pascua, Jesús, a la pregunta del discípulo Felipe, que le pide «muéstranos al padre y nos basta», Jesús responde: « Felipe, tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y todavía no me conoces? ».

Jesús se deja conocer realmente y plenamente por lo que es, a la luz del Resucitado, «Yo estaba muerto pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos».

Los discípulos reconocen a Jesús por la tarde, en la casa de Emaús. Reconocieron a Jesús que toma el pan, lo bendice, lo parte y se lo entrega; en ese momento, se les abrieron los ojos, tuvieron la intuición, el entendimiento de que aquel desconocido era el Señor. Pero en aquel mismo momento Jesús desaparece: he aquí lo que significa ver a Jesús, intuirlo, comprenderlo, con todo el ser, con la inteligencia, la razón y el transporte de amor, pero en el momento que lo veo y lo comprendo, no lo puedo abrazar porque Jesús es infinitamente más grande de lo que podemos imaginar.

Entonces, a los ateos, a los escépticos, a los agnósticos, a los nihilistas, a quienes creen que no creen, que siguen ignorando la cultura y la civilización que el cristianismo ha realizado en estos dos mil años, les aconsejo que cojan el Evangelio, que analicen los textos sagrados de este fenómeno mundial que ha sido el cristianismo, de manera que, encontrándose con Cristo, puedan tener al menos la nostalgia del totalmente otro, como escribió Max Orkheimer (1895-1973), o sea, «la nostalgia del otro que es Dios», porque ésta es la novedad del cristianismo: Dios se ha hecho presente en la historia del hombre a través de Jesús de Nazaret. El Dios, el absoluto, se ha manifestado y revelado en Jesucristo.

--¿Se puede decir que se puede ver el rostro de Cristo en la Eucaristía? ¿Es la Eucaristía la continuidad del cristianismo?

--Padre Marchesi: La Eucaristía no es un sacramento cualquiera. La Eucaristía y el bautismo son dos filones que sostienen a toda la comunidad de creyentes. La comunidad de una familia, de una aldea, de un país, de una diócesis, de una nación está fundada en estos dos pilares. La Iglesia está construida en dos sacramentos que son el bautismo y la Eucaristía, simbolizados por la efusión del agua y de la sangre que se produjo en el momento en que el costado de Cristo fue traspasado por la lanza. Simbólicamente y místicamente, ya el evangelista Juan vio el nacimiento de la Iglesia en este efluvio de sangre y agua, símbolos del bautismo y de la Eucaristía.

La Eucaristía es por excelencia el misterio de la fe porque en ella se encierran todos los sacramentos y todo lo que significa ser cristiano. Por este motivo, uno de los más importantes teólogos católicos del siglo XX, Henry De Lubac, en su libro «Meditación sobre la Iglesia», afirma que «la Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía».