POR
UN NUEVO IMPULSO CRISTIANO
1ª. PARTE
Primera parte
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UN DIAGNÓSTICO
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1.- |
Amamos nuestro
mundo
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2.- |
Un análisis de
nuestra sociedad
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3.- |
Individualismo y utilitarismo |
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4.- |
La característica catalana |
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5.- |
Una doble lectura de los efectos de la descristianización de
Catalunya |
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6.- |
Laicos versus laicistas |
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¿Nuestra
sociedad, nuestro momento histórico, es peor, más difícil para los cristianos
que cualquier otro periodo de los dos mil años precedentes? La respuesta puede
ser diferente según la subjetividad de cada uno, porque dependerá mucho de qué
se valore más en cada caso. Lo que sí es cierto, incuestionable, es lo que nos
dice San Pablo en la segunda carta en los Corintios: "Porque Dios Cristo reconciliaba el mundo con Él mismo, no reprochándole
más las culpas, y a nosotros nos ha encomendado que llevemos el mensaje de la
reconciliación" (2Co 5,19-20). Somos embajadores de Cristo, añade, y
nos avisa de que este papel extraordinario sólo es posible si nosotros, en
primer término nosotros, los que llevamos su nombre escrito al frente, nos
reconciliamos con Dios.
La
actitud que Dios espera de nosotros hacia el mundo que Él ha creado y redimido
es la del Padre con el hijo pródigo. No le niega la libertad al hijo para que
opte; lo acoge con amor generoso "traed deprisa el mejor traje…"
cuando vuelve. Dos polos, por lo tanto, enmarcan la tensión: Libertad y
capacidad de acogida. Son los dos polos reiteradamente manifestados desde la
primera elección del hombre en el Génesis. Pero esta actitud sobre el respeto
a la libertad y la acogida no puede confundirse con el relativismo ni la permisión.
Nosotros somos "embajadores" en el mundo y por tanto no somos del
mundo.
La
crítica que en el texto se formula no puede ser entendida como una
descalificación global de nuestra sociedad, sino como la señal de determinados
problemas graves que están llevando a la sociedad a un callejón sin salida.
No
es, no puede ser una descalificación global por una razón básica: vivimos
inmersos, encarnados en ella. Sería antihistórica, y por lo tanto no humana,
la pretensión de situarnos fuera de su seno. Esta razón de adscripción sería
suficiente para echar toda idea de rechazo global, pero hay más motivos a reseñar:
Nuestra
sociedad ha desarrollado concepciones y valores muy importantes empezando, por
el ensalzamiento de la libertad de la persona, la valoración de su subjetividad
y, por lo tanto al menos potencialmente, de la conciencia. Ha cimentado el
pluralismo, el reconocimiento de la unidad de la persona por encima de las
diferencias raciales y la dignidad igual de la persona femenina. Fuertes
corrientes de solidaridad se hacen muy presentes, y disponemos de un dominio de
la técnica y la ciencia cómo nunca se ha producido, que abre nuevos horizontes
a la humanidad. Nuestra capacidad para generar productos y servicios es
extraordinaria. De hecho es la única y muy reciente etapa de la historia dónde
la persona no vive mayoritariamente sometida a la lucha diaria por la satisfacción
de sus necesidades vitales, al menos en gran parte del mundo desarrollado y en
minorías numerosas en el resto. En definitiva nunca como hoy tantas
posibilidades habían estado al alcance de la persona,
de la humanidad, y ésta es una realidad muy positiva. Esta aceptación, sin
embargo, no puede ser acrítica. Lo que se hace es señalar las raíces,
las causas del uso inadecuado, confuso, contradictorio, incierto que se hace por
la falta de un horizonte que dé sentido a la condición humana. Y ésta es una
crítica que puede ser asumida por muchos no creyentes.
Por
otra parte es una tentación habitual la demonización de la sociedad coetánea.
Desde la perspectiva cristiana el mundo siempre ha sido así (incluso peor),
lleno de desviaciones, ataques. La cuestión principal no es ésta, está en
nosotros: la falta de respuesta por parte de nuestra iglesia y, de manera muy
especial, de nosotros, los laicos; los teóricos -porque no lo somos o lo somos
muy poco- testimonios de la Fe en la cotidianidad civil.
Los
cristianos somos unos buenos servidores del mundo, creado y amado por Dios. De
hecho comprendemos su sentido y por tanto tenemos todos los instrumentos
intelectuales, morales y sociales necesarios para superar la habitual
contradicción entre el sentido religioso, el vivir "hacia arriba" y,
el progreso terrenal, el "hacia adelante". La historia, por tanto la
experiencia compartida del pasado, lo pone de relieve. La sociedad y la concepción
y práctica de progreso nace, se configura y desarrolla a partir de la Europa
cristiana; lo que hoy es el mundo occidental. Pero más allá de la historia
humana, con sus claroscuro, podemos pensar junto con Teilhard, que ambas
concepciones, "hacia
arriba" y el "hacia adelante" se necesitan la una a la otra. Para
poder avanzar con sentido hay que mirar arriba y, para poder mandar a los
hombres mirar hacia arriba, es necesario también asumir su marcha adelante. Y
precisamente hoy que la sociedad se manifiesta más contradictoria que nunca, más
dubitativa, cuando no simplemente temerosa con el progreso y el devenir histórico,
los cristianos manifestamos nuestra confianza en el mundo creado por Dios y el
progreso humano por el hecho de que somos portadores de sentido y portavoces del
destino del Hombre.
Cataluña
se ha convertido en una sociedad particularmente afectada por el descristianismo.
Sus características, sin embargo, no difieren de aquéllas que son comunes a la
Europa Unida, si varía la intensidad del grado de descristianización .
Holanda, y algunas comunidades de España presentan características parecidas;
otros países, Italia, Irlanda, Bélgica, España como conjunto, lo hacen con
mucha menos intensidad, incluso en escasa medida.
La
laicidad entendida como ideología militante, ideológica y política, es la
causa fundamental de la descristianización, cuyos efectos ya sobrepasan el plan
religioso para hacer añicos el cultural y, por lo tanto, el sentido de la
identidad, de la pertenencia; la capacidad para interpretar la propia historia,
pensamiento y cultura. La laicidad se fundamenta en relación al gran grueso de
la población, en un hedonismo limitado porque sólo está dirigido a la
satisfacción de las pulsiones más instintivas, en el consumismo y la
fragmentación del sentido de la persona. En definitiva en un materialismo práctico.
La
laicidad ideológica también se apoya en un materialismo teórico, que asume
sin embargo una explicación más fragmentada que el fracasado
materialismo histórico. La concepción actual no pretende ser sistémica,
totalizadora y carente de categorías filosóficas. Es el cientificismo, que extrae sus presupuestos para extrapolación y
proyección de campos muy específicos del conocimiento (antropología y genética
evolutiva, ciencias del comportamiento, neurobiología, cosmología, etc.) y los
generaliza, bajo la pretensión de explicar y dar sentido a la vida. La
coherencia interna del cientifismo es
muy menor que la del marxismo, de hecho no constituye ni siquiera una pretensión
de respuesta global a partir de una cosmovisión propia que funciona a partir de
la afirmación, sino que empieza como una ideología de la negación: la de la
existencia de Dios y la trascendencia humana. Para alcanzar esta pretensión
utiliza para sustentarse fragmentos, "recortes" del conocimiento científico
situados fuera de su contexto o, infiriendo de ellos generalizaciones
injustificadas desde la misma metodología científica. Esta fragmentación,
lejos de ser un inconveniente, es un aliciente más porque facilita la
simplicidad del mensaje de unos "mass media" bien predispuestos. Estamos en manos de gente
aparentemente muy responsable que proclama, por ejemplo, que los humanos no
somos otra cosa que un simple vector portador de genes, y que nuestra única
función es servir a su óptima reproducción, o bien que todo progreso científico
-entendido en el sentido de un nuevo descubrimiento o avance- es bueno en sí
mismo porque es sencillamente ilimitado. Esta consideración tautológica que
elimina la reflexión ética, mejor dicho convierte la ciencia en "la
ética",era formulada por una persona tan, por otra parte, sensata como
el rector de la Universidad Abierta de Cataluña. Estamos viviendo ante la
terrible pretensión de convertir fragmentos del pensamiento científico de
nuestro tiempo, que será superado inexorablemente en el
futuro, en sustituto de la religión, la filosofía, la teología, y en
generador de una nueva ética, ante la más gran indiferencia, sin reflexión ni
debate público. Este es un problema grave que afecta no únicamente a la
dimensión religiosa del hombre, sino que atenta a toda su antropología, y que
está conduciendo a la sociedad catalana, y de la Unión Europea en general, a
un callejón sin salida, donde la pretendida respuesta a un problema es
generadora de más grandes problemas. La situación de la educación entendida
como un proceso formador integral de la persona y no como la simple redistribución
de conocimiento específicos y la situación de escuelas, alumnos y maestros, es
un dramático ejemplo. Como lo es la nueva cultura sexual, donde la fragmentación
de la persona y la "cosificación" del mismo sexo, es la característica.
Esta cultura no libera de nada a los jóvenes cómo era su pretensión inicial,
como lo ejemplariza el incremento de los embarazos no deseados entre las menores
de veinticinco años.
El
materialismo práctico, y el cientificismo
tienen un pensamiento común, generador de paradigmas dotados de consenso
social, que hace que su penetración en la sociedad sea más grande, encuentre
menos resistencias. Lo configuran el ético utilitarista y, la concepción
individualista.
La economía de mercado, la globalización y el desarrollo de concepciones neoliberals han transformado a la persona humana en individuo aislado, pretendidamente cosmopolita en un punto nunca visto. Esta concepción que en Cataluña es esencialmente práctica, está estrechamente vinculada al materialismo mediante el reduccionismo economicista: la economía es hoy la máxima expresión de la política. Se confunde así una condición de necesidad, que ya formulaba Santo Tomás de Aquino, con la condición de suficiencia de naturaleza ética, estética y trascendente. Aquello que sólo es el fundamento que debe proporcionar a las personas condiciones de vida que no limiten su desarrollo humano, lo han transformado en una finalidad casi única de toda política; es una aberración incluso estética. El resultado es un estrago por el mundo y por nuestro país, y está en el fundamento de fenómenos tan masivos y repugnantes como el extremo y creciente desequilibrio Norte- Sur, o el incremento del hambre en el mundo (por situar una referencia el PIB catalán por persona expresado en dólares de igual poder equivalente es un 400% superior al PIB mundial). También explica la persistencia en el sí de nuestra sociedad opulenta de la pobreza como grupo social, en vez de reducirla a una patología singular que afectara a individualidades poco numerosas. Este economicismo que otorga a la persona un horizonte de vuelo gallináceo, es también el responsable de la poca, no ya solidaridad, sino simplemente consideración hacia las futuras generaciones, estropeando y poniendo en riesgo las condiciones de vida del planeta; del propio país.
La
concepción utilitaria acentúa la dimensión del problema porque rompe el
paradigma de la ética y de la cultura que ha forjado Europa: el fin no
justifica los medios. Ahora se impone el principio justo contrario: Si el fin es
"bueno" el medio no importa o, en todo caso, falta considerarlo un
poco. Esta lógica se encuentra en las mismas entrañas de la política que hoy
se practica, y explica cambios tan rápidos y radicales como los que se han
producido en tan solo dos años en el
status y consideración del embrión humano, que ha pasado de estar
radicalmente protegido -véase sino
la obligación de conservar los no utilizados en las prácticas de reproducción
asistida- a contemplarse como una primera materia para suministro de material
genético. La diferencia radical entre una y otra situación ha de venir
determinada por un solo hecho: se le ha encontrado una utilidad económica al
embrión. En una relación inversa que conduce a la misma constatación
encontramos el virus Ébola, tan rabiosamente mortal que él mismo limita la
extensión de sus focos para que todos los afectados mueran rápidamente. A
pesar de su virulencia no hay en el mercado una vacuna, no porque no existan las
experiencias y conocimiento necesarios para producirla, sino porque su reducido
mercado no compensa económicamente. Sólo si el Ébola penetrara un día en una
gran ciudad africana o llegara a un país occidental, la demanda sería
satisfecha: El utilitarismo de los medios viene preestablecido o al menos en
muchos casos facilitado, por la lógica del mercado. Éste no puede ser el
paradigma que someta a la persona, como la clase lo fue en el marxismo, sino un
instrumento más vasallo y servidor del Hombre, de todos los hombres y mujeres.
La
falacia de la pretendida bondad utilitarista ha estado suficientemente
cuestionada por la filosofía, y en términos tan claros y tan a mano como los
formulados, por ejemplo, por el filósofo Robert Spaemann en sus populares
programas en la radio bávara, en los años cincuenta. Por tanto no es la
solidez de la doctrina, sino la cultura dominante impulsada por los "media",
incluidos los medios públicos, la que facilita su prevalencia desmesurada. En
nuestro país la situación es más grave porque a diferencia de otras
sociedades desarrolladas, no ha existido un verdadero debate de las ideas, sobre
valores, moral, en definitiva sobre los fines y el sentido de la vida y el poder
que en respeto a ellas tienen la política y la economía. En ello hay una gran
responsabilidad de los cristianos que se han inhibido de las consecuencias
colectivas, públicas; es decir políticas, de su fe o, incluso, las han negado;
cristianos sólo en su fuero interno, laicistas como los demás en su acción pública.
Y eso es tan distinto que un muy conocido dirigente político de Cataluña me
comentaba que ignoraba si su segundo era católico o no lo era. Los poderes políticos
por su parte han contribuido de una manera decisiva. Unos por identidad ideológica
con el laicismo militante, y los demás, los teóricamente opuestos, simplemente
por una suicida inhibición. Suicida porque los paradigmas que necesitan sus
fundamentos políticos ligan mal o, son simplemente contrarios a los que propone
el laicismo materialista, cosmopolita y utilitarista. El catalanismo político
mayoritario actualmente, a diferencia de sus precursores históricos, no ha
sabido generar una cultura de fundamentos propia. Y, en consecuencia, ha caído
prisionero de lo "políticamente correcto" impuesto por los media. Por
esta razón tiene más dificultades para generar un
hábitat cultural propicio en
sus presupuestos y conclusiones. Y sin hábitat
cultural propio toda opción política deviene marginal. Una
transformación parecida puede experimentar de manera más reciente el Partido
Popular en España. Exactamente a la inversa del proceso del partido de
Berlusconi en Italia, que de un inicial liberalismo económico, y poca cosa más,
ha ido en busca de un cierto "espíritu"; o de la evolución del
laborismo británico que de la mano de Blair y el comunitarismo ha evolucionado
del post marxismo hacia concreciones de raíz cristiana, en lugar de hacerlo
como el socialismo catalán hacia una democracia liberalpermissiva de mercado, dónde
el radicalismo social y económico ha sido sustituido por la transgresión
moral. Debe interrogarse ¿por qué estas diferentes evoluciones y por qué las
de peores características vienen dándose en España y en particular en Cataluña?.
Los
medios de comunicación han tenido un papel especial en la difusión del
laicismo ideológico y político. La división que después de la II Guerra
Mundial se produjo en Italia, donde muy a "grosso modo" los católicos
consiguieron ganar el poder, sin embargo la producción cultural quedó sobre
todo en manos del marxismo, ha tenido una característica común en gran parte
de Europa. La producción cultural, sobre todo, los medios de comunicación y la
cultura de masas son feudatarias aquel marxismo y progresismo fracasado,
convertido en democracia liberalpermissiva. El grupo Plisa es el gran bastión
en España, donde ideología y negocio van estrechamente ligados. Es un
intelectual orgánico tan fuerte que no sirve a un partido, sino que éste
es su servidor. Pero Plisa tiene contrapunto con el grupo ABC, como en Francia
existe el hábitat cultural que genera "Le Figaro". Nada de parecido
hay en Cataluña, donde todos los medios participan de la misma ideología
liberalpermissiva de mercado.
La
situación de Cataluña no es ni mucho menos excepcional en Europa, pero sí
presenta una intensidad, unas características especiales, sobre todo en la
flaqueza de la respuesta cristiana en la dimensión colectiva y pública. Su
renuncia a hacerse presente en la plaza pública o, simplemente, su renuncia y
punto. Estas características se hacen más evidentes si comparamos nuestro país
con el contexto español, europeo - Francia incluida - o, con la vitalidad del
catolicismo catalán justo antes de la Guerra Civil, e incluso en la reanudación
de los años cincuenta y sesenta.
El
resultado es que la sociedad catalana presenta globalmente - por tanto también
está presente una parte muy significativa de población que se declara católica
- perfiles muy acusados de:
·
Laicismo ideológico y político, que se fundamenta
de manera implícita o explícita, en materialismos prácticos o ideológico.
·
Una moral de corte individualista y utilitarista.
·
Un proceso de trivialización de las conciencias (Belohradsky)
en el sentido que la responsabilidad de la actuación de cada uno deja de ser
una cuestión de la conciencia personal, para convertirse en una cuestión a
cargo "de expertos" generadores de normas de conducta: burocracias,
instituciones y leyes, "mass media" y mercado (publicitado) sobre
todo.
·
Una profesión religiosa poco consecuente.
Sin
pretender un análisis completo hay que recordar hechos de naturaleza muy
diversa pero que expresan un fondo común, que afectan a Barcelona y Cataluña,
como los siguientes:
·
Una de las más bajas asignaciones de España a
favor de la Iglesia en la declaración del IRPF.
·
La pequeña proporción de vocación religiosa
respecto a la población.
·
Barcelona presenta la más elevada tasa de abortos
del estado (descontados los foráneos que acuden) y de afectaciones de sida (en
este segundo capítulo un de las más elevadas de Europa y por tanto del mundo
desarrollado).
·
También Barcelona es un de los grandes centros
europeos de cine pornográfico y un de los pocos lugares donde se celebra una
feria de esta naturaleza, en l’Hospitalet. Estas actividades cuentan con el
apoyo institucional de los respectivos ayuntamientos.
·
Una de las actividades que más ha crecido en
Barcelona en los últimos cinco años es el comercio sexual establecido (por
tanto sin considerar la prostitución de calle). El número de establecimientos
ha llegado a ser tan elevado que la presión de los vecinos del distrito del
Eixample, el más grande de Barcelona con más de 300 mil habitantes, ha
obligado al Ayuntamiento a modificar la ordenanza de usos, para limitar la
apertura en una distancia mínima entre ellos de 400 metros, tan grande es la
densidad alcanzada.
·
Uno de los pocos lugares de Europa donde se celebra
una "feria" de la brujería (Tàrrega), un akelarre, con fiesta final
dedicada al diablo, el "macho cabrío", con el apoyo del Ayuntamiento
e indirectamente de la Generalitat. La misma población celebra en primavera
"La Pasión" con una notoriedad nada marginal.
·
La pérdida de toda cultura, de todo referente
cristiano en las nuevas generaciones. Formas de pensar que las personas de más
de 35 años pueden tener interiorizada como "naturales", son en
realidad fruto de la cultura de base cristiana de otras épocas, que ha
desaparecido. Conceptos cómo espíritu, sacrificio, renuncia, incluso amor,
tienen hoy un sentido y valoración diferente para los sectores que no tienen
ningún referente cristiano.
·
Esta situación ayuda a comprender muchos fenómenos
de la juventud: la eclosión de la violencia en el tiempo de ocio y estudio, y
su configuración como una práctica no limitada a los ambientes marginales. El
crecimiento de los abortos entre la gente joven, a pesar de las campañas de
información y la difusión de los preservativos; el elevado número de muertes
por accidentes de tráfico también de manera más específica entre la juventud
y, la "normalización" del consumo de drogas durante los fines
de semana. Menos del 5% de los jóvenes menores de 25 años se declara católico
practicante en Cataluña.
·
Los mínimos legales de formación religiosa no son
respetados. En muchas escuelas públicas existen campañas organizadas desde la
propia asociación de padres y dirección de la escuela para imposibilitar las
clases de religión. También hay centros concertados que no cumplen
deliberadamente la obligación de impartir clase de religión y falsean los
datos que preceptivamente deben remitir a la Administración. Ésta, por su
parte, no ha abierto un solo expediente, ni siquiera informativo. También hay
que añadir que la Iglesia no destaca por la acogida y soporte a los maestros de
religión, ni todos los centros religiosos han mantenido firme su ideario sin
sacrificarlo también al mercado, transformándolo en un simple humanismo, o
limitándolo sencillamente a una enseñanza de calidad, sin más
consideraciones.
·
La desproporción en el régimen de subvenciones
que la Generalitat y Ayuntamientos, particularmente el de Barcelona, otorgan a
las entidades que promueven el aborto y a las pro-vida, en beneficio de los
primeros. En el caso de Barcelona la subvención para Pro-Vida siempre ha sido
denegada.
·
La disminución de los recursos dirigidos a ayudar
a las familias y, de manera especial a las familias numerosas. España ocupa el
último lugar de Europa. La Generalitat por su parte no ha enmendado
significativamente esta grave discriminación ni, cuándo el gobierno de Madrid
dependía de los votos de CiU, ha promovido un cambio radical dirigido a
equipararnos a la media europea, como se propone como objetivo político en
muchos otros campos.
·
Esta falta de consideración es especialmente
escandalosa en lo que concierne a los costes agregados de la unidad familiar y
en especial de la familia numerosa. El caso de la vivienda es clamoroso y las
administraciones promueven viviendas cada vez más pequeñas; en algunos casos,
como en el del Ayuntamiento de Barcelona, la familia numerosa es percibida por
razones ideológicas como intrínsecamente negativa.
·
El abandono de la familia choca con el hecho de ser
uno de los países de Europa con la tasa de natalidad más
baja. En realidad el crecimiento neto de población de Cataluña
(diferencia entre nacimientos y defunciones) se produce en los dos últimos años
gracias a los hijos de los inmigrantes.
·
Este menosprecio de la familia como cimiento de la
sociedad es todavía más escandaloso cuándo está perfectamente documentado
que el estrago social del paro en España tuvo efectos mucho menos dañinos que
en Gran Bretaña, aunque el sistema de ayuda a los parados era superior en este
segundo país, gracias al peso de las familias muy estructuradas de la sociedad
española.
·
No es un dato menor que este crecimiento vegetativo
es, de forma cada vez más abrumadora, inferior al número de abortos. De hecho
sería suficiente reducirlos a la mitad para que se produjera la reanudación
demográfica catalana.
·
Una vez más se pone de relieve la contradicción
del catalanismo político. Por una parte formula en su diagnóstico que las
grandes inmigraciones de los años cincuenta y sesenta han debilitado el sentido
nacional y han transformado la identidad del país;
dedica recursos importantes a la normalización del catalán para garantizar el
futuro, pero al mismo tiempo contempla impasible su extinción literal, física,
sin inmutarse. Mientras tanto la tasa de natalidad no llega prácticamente a la
mitad de la tasa de reposición, es decir al número de nacimientos necesarios
para mantener la población constante.
·
Un de los primeros lugares donde se aprueba una ley
de parejas de hecho bajo la concepción de utilizar equivalencias matrimoniales
para definir jurídicamente las uniones homosexuales, y equiparar sus derechos a
los del matrimonio, en aquello que estaba competencialmente más al alcance de
la Generalitat (vease lo que establece la ley por ejemplo en relación a los
funcionarios). Esta importante transformación social, que incide sobre la misma
raíz antropológica de la persona, fue aprobada sin mucha polémica pública,
por iniciativa de un gobierno de CIU y un apoyo parlamentario casi unánime. En
Francia una ley muy parecida suscitó la polémica y el conflicto público y
sufrió dificultades para su aprobación en el Parlamento, a pesar de la mayoría
absoluta del gobierno. El perfil político de los partidos que allí se
opusieron encarnizadamente (en los medios de comunicación, en el Parlamento y
en la calle, convocando una de las manifestaciones
de alcaldes y concejales más grandes de la V República) equivale a los
partidos, Convergencia y Unión que aquí tuvieron la iniciativa de promover la
nueva norma jurídica. La iniciativa, muy parecida a la catalana aprobada por el
Partido Popular en Valencia, señala una evolución parecida en relación a esta
otra opción política, a la seguida por CiU.
·
Y ahora existen muchas posibilidades de que bajo la
influencia del caso holandés prospere en el Parlamento de Cataluña una
iniciativa para pedir la legalización de la eutanasia activa. A remolque de la
Ley holandesa ya se ha producido la iniciativa por parte del PSC-PSOE, ERC y IC
de impulsar una reforma legislativa para que los homosexuales puedan contraer
matrimonio y adoptar niños. Esta iniciativa pone de relieve que el posibilismo
de CiU facilita que no se frene la evolución hacia un modelo de sociedad muy
alejado de la concepción cristiana, no ya religiosa, sino antropológica.
Todo
lleva a una misma conclusión: la necesidad de una respuesta urgente y completa
a la descristianización radical de Cataluña, formulada a partir de la propia
realidad; y llevada a cabo mediante una experiencia que puede ser también útil
para España y la Unión Europea.
Hay una lectura fundamental de la realidad: la difuminación, la pérdida
de los caminos de salvación. Los hombres y mujeres ignoran y actúan sobre todo
cada vez más al margen de la Fe y queman de manera estéril sus vidas, porque
ignoran u olvidan la posibilidad de vida eterna.
Pero junto con la anterior hay una segunda interpretación
complementaria hecha desde una perspectiva laica, hecha sólo desde la razón:
La descristianización, su
sustitución por el laicismo y materialismo, la existencia de una moral
colectiva cada vez más decantada por la combinación
individualismo-utilitarismo es destructiva desde el punto de vista nacional,
social y económica. Crea más problemas que resuelve, y construye verdaderos
callejones sin salida en nuestra sociedad.
Lo
es nacionalmente porque sin tradición, sin "comunidad
de memoria"; sin la posibilidad de una moral compartida común, sin la
existencia de valores a los que servir más allá del estricto interés
individual; acogiendo tanta práctica disgregadora, el sentimiento de
pertenencia social y nacional se vuelve inviable; es más, se convierte en extraño,
porque el contexto de referencia, el paradigma de la sociedad lo declara
incompatible. Este hecho puede atenuarse, que no suprimirse, cuando nación y
estado se corresponden, pero en los casos como Cataluña los efectos son mucho más
demoledores.
También
es negativo por razones sociales y económicas porque las pérdidas de capital
social (Putman) que generan, y las prácticas que fomentan incrementan los
costes sociales; se necesitan más policías, prisiones, tratamientos médicos y
sanitarios, que podrían ser obviados con otros regímenes de conducta
individual. También incrementan los costes económicos porque la disminución
de capital social hace aumentar los costes de transacción en la sociedad
afectada (Fukuyama). La situación de Cataluña generalizable en
muchos aspectos a España, y común a muchos países europeos, puede analizarse
en términos de destrucción del capital social acumulado, ligado a una producción
insuficiente del nuevo.
No
debe confundirse la ideología laicista, con la idea laica. Ésta última es un
concepto esencialmente instrumental que designa un espacio social e
institucional de naturaleza no confesional y al mismo tiempo no beligerante con
la religión. En razón de esta concepción laica del estado, la Constitución
española protege no solamente la práctica sino incluso el sentimiento
religioso, de la misma manera que en otros textos constitucionales laicos
figuran referencias a Dios o a las creencias en sentido positivo. En esta
concepción se garantiza la libertad plena del hecho religioso, entendido no
solamente como una práctica individual y privada, sino colectiva, pública e
institucionalizada por medio de diversas confesiones religiosas, de entre las
que a menudo una por razones de número, historia y cultura, tiene un papel
destacado, como sucede con la Iglesia católica en nuestro caso, sin que eso
tenga que significar ningún tipo de discriminación para otras confesiones.
Este concepto de laico es propio del modelo occidental y se ha extendido por
todo el mundo. La lectura de la dinámica histórica reciente resulta en este
sentido claramente positiva. La mayor parte de textos constitucionales
abiertamente contrarios o sus leyes derivadas, limitadoras o represivas de la práctica
religiosa, han desaparecido de la mayoría de Constituciones, como es el caso de
todos los actuales estados que formaban la URSS, y en general el ex bloque
socialista, pero también la situación ha mejorado en la constitución
mejicana, en la práctica diplomática de Estados Unidos en relación a la
Iglesia católica o la legislación confesional luterana de los países nórdicos.
Sólo residuos del bloque comunista y países de confesión islámica mantienen
limitaciones religiosas, incluso persecuciones, en una demostración arrolladora
que democracia y libertad religiosa están estrechamente
vinculadas.
La idea laica, no confesional, se fundamenta en lo implícito: el cristianismo es un hecho positivo. Se encuentra en la raíz de todo el sistema de derechos que valoran a la persona : la dignidad irrepetible de cada individuo, su libertad, el valor del prójimo). Nuestro paradigma fundamental de civilización, la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, resultaría ininteligible en lo que concierne a sus fundamentos sin los presupuestos cristianos. Si la persona es un simple vector material cuya única misión es la transmisión de sus genes, como pretenden corrientes muy importantes del materialismo cientifista; si cada persona no es un ser irrepetible y la condición humana un estadio radicalmente diferenciado de la naturaleza en razón de su libertad; si ésta no existe para las escuelas deterministas; si no tiene sentido la trascendencia y capacidad de desarrollar históricamente la cultura, como pretenden determinadas interpretaciones evolucionistas que sólo saben ver en nosotros un simio más desarrollado; si desaparece aquel sentido de trascendencia y por tanto se hace imposible no ya el reconocimiento de Dios, sino sencillamente del otro, porque también para reconocerlo hace falta trascender de uno mismo; si el otro queda reducido a un objeto - y por tanto, yo también lo soy para él - condicionado a la utilidad sexual, económica, social, política, que me proporciona, los fundamentos y, por lo tanto, el desarrollo y aplicación de los derechos humanos resulta inviable, disgregante, perdiendo su horizonte de sentido. Quien defiende los Derechos Humanos y pretende erradicar el cristianismo, promueve también la liquidación de aquello que dice defender.
Por
otra parte, y no es un hecho secundario, la religión también significa orden y
seguridad, porque la conciencia es el mejor guardián del delito. Nuestra
sociedad necesita cada vez más policías y prisiones. De hecho es la sociedad más
vigilada de la historia de la humanidad, porque cada vez hay menos conciencias
educadas en una ley superior a la que dictan los Parlamentos: La Ley de Dios que
impregna la naturaleza humana por nuestra condición de semejanza a Él.
Pero
está la otra laicidad de naturaleza ideológica y política. Si la concepción
laica establece un marco de juego positivo, la laicidad es generadora de
contenidos de supresión ideológicos, culturales y políticos. Es beligerante
porque entiende la religión como un fenómeno que debe ser combatido, o como
mucho, tolerado, si el hecho religioso se limita a la práctica individual y
privada sin consecuencias públicas. Laicidad ideológica y sentido religioso
son dos sistemas de referencia incompatibles que se apresuran a hacerse suyo el
corazón de la persona, de su acción social y con ella de toda la humanidad.
La
laicidad ideológica y política expulsa el hecho religioso del espacio público
porque tiene la pretensión de ser hegemónica y, de hecho ya lo es en muchos países
de Europa y de manera especial en Cataluña.
Ante
esta evidencia hay que extraer la consecuencia necesaria:
Sin
enfrentarse, desde la racionabilidad y el análisis de la realidad, con ella,
sin enfrentarse con los paradigmas que ha ido divulgando la laicidad ideológica,
la experiencia cristiana es difícilmente inteligible para la gente, y está
condenada a ser un hecho cada vez mes minoritario, al menos culturalmente. Pero
la cultura está estrechamente vinculada a la madurez de la fe. Los cristianos
no podemos en nombre del mandato de Jesucristo asumir pasivamente, como si nada
de nuevo sucediera, esta situación. Dónde estaríamos si los primeros discípulos
ante la inmensidad del mar no cristiano se hubieran replegado, en lugar de ir a
confrontarse al centro de la inteligencia y la comunicación de las ideas, al
Aerópago de Atenas y al mismo corazón del poder, Roma. Tenemos que volver a
hacerlo. El diálogo con el mundo coetáneo, la inculturación no puede ser
indiscriminada y acrítica, ni puede partir de la premisa implícita y explícita,
que son los valores derivados de la fe o sus fundamentos a los cuales tiene que
optarse en una sociedad cada vez más situada en un callejón sin salida, y tan
desorientada que a la vez que teme y desconfía de su futuro rechaza su pasado.
POR
UN NUEVO IMPULSO CRISTIANO
2ª. PARTE
En las páginas que siguen se propone una respuesta que busca la
eficacia, entendida sobre todo en términos
de estrategia, es decir como el procedimiento, la metodología más adecuada
para alcanzar determinados fines.
No tiene demasiado sentido que la Iglesia, que busca la calidad en todas sus
manifestaciones -
otra cosa es que siempre la alcance -
no se plantee el mismo criterio de calidad a la hora de la acción, de su
sentido, de la significación de la posición del movimiento, el
posicionamiento; en el debate y construcción de la opinión pública o, de la
dificultad de partir de los principios y al mismo tiempo asumir el concepto de
mal menor o, la estrecha relación práctica entre persecución del bien común
y las reglas y procedimientos para construir el consenso social. La respuesta a
todas estas cuestiones pasa por la estrategia.
Para elaborarla hay que empezar por tres constataciones:
La primera es la evidencia que los católicos han representado una
minoría (como mucho el 23% en Cataluña; más en España). Es necesario matizar
el dato. Son los católicos que se consideran practicantes y que tienen una práctica
dominical habitual. Porque si el criterio fuera el de considerar a los que se
autocalifican como católicos sin práctica, entonces el catolicismo sería
sobradamente mayoritario. Pero sería una estructura poco sólida porque este
segundo grupo constituye, en términos de creencias y actitudes, una base muy débil cuando no perfectamente
contradictoria. Una vez asumido el carácter minoritario hace falta remarcar
otras dos características sin las cuales la concepción quedaría incompleta:
La sociedad plural está cada vez más fragmentada en minorías. En
este contexto la minoría católica practicante es de largo y con diferencia la
más numerosa. La más importante, tanto en términos cuantitativos como
cualitativos. Entre ochocientos mil y un millón de personas mayores de 18 años
se declaran católicos practicantes en Cataluña, de éstas seiscientas y
setecientas cincuenta mil responden a la pregunta sobre su asiduidad a la misa como
igual o superior a una vez por semana. Por otra parte tampoco tiene que
descuidarse el otro nivel, el número de personas que se declara católica, si
bien con una práctica muy limitada,
que constituye la mayoría absoluta de nuestra sociedad. Hoy esta declaración
puede significar poco, pero como mínimo es reveladora de un substrato, de unas pequeñas
raíces que pueden trabajarse; que deben trabajarse y que la mayoría de las
otras convicciones o confesiones no tienen.
Desde el punto de vista cualitativo el catolicismo presenta el
grueso intelectual más grande que puede ofrecer ningún otro colectivo y, además
a un doble nivel. Aquél que podríamos llamar local, con una más que nutrida
representación de personas y centros con un alto nivel de preparación
intelectual, cultural y profesional. Un segundo nivel católico, está
configurado por la Iglesia, en su alcance mundial, estructurado entorno la
primacía del sucesor de Pedro y la continuidad apostólica del episcopado. Si el capital humano
es el factor determinante que hoy marca la diferencia de
las posibilidades de un pueblo, el "Pueblo de Dios" posee, en términos
comparativos y en un grado máximo, esta condición desde una interpretación
laica, hecha sólo desde la razón, porque desde la Fe los potenciales de la
Iglesia, por la gracia del Espíritu y los efectos de la Comunión de los Santos
sobrepasa la historia, la dimensión humana, porque la transciende.
¿Si
los católicos tenemos este potencial, como se explica entonces nuestra
debilidad y falta de respuesta eficaz en muchos países de Europa, en España y
en particular en Cataluña?
La insuficiencia de la respuesta radica en primer término en dos
causas generales, signo de los tiempos, pero que se acentúan más en nuestro
caso:
·
La debilidad del sujeto cristiano.
·
La pérdida de conciencia de la
pertenencia a la Iglesia.
Es evidente que sin sujeto muy construido el cristianismo, que nace
en lo más profundo del corazón del hombre, siempre será débil. Muy construido significa dotado de
una fe adulta, eso es crecida al mismo tiempo que la propia madurez vital, que
practica y se forma en la razón, porque esta capacidad se ve fortalecida por la
fe, que se manifiesta en una práctica coherente - testigo- en la vida pública y privada; eso es en la acción entendida en
los términos de Blodel.
La acción es el lugar donde se construye el destino del hombre y por lo tanto
el sentido. Ella es generadora de sentido y evidencia el destino del hombre
Dios.
Cómo
desarrollar en nosotros este sujeto cristiano y qué hacer para favorecer que se
forme en el seno de la sociedad como sujeto colectivo y por tanto histórico, es
hoy la tarea más importante.
La pertenencia a la Iglesia, la comunión con ella, la asunción de
la Tradición, en los términos estrictos de lo que ello quiere decir
(transmitir lo que nos ha sido dado sin nuestra intervención: la Fe del
Magisterio, la comunión con la continuidad apostólica y la primacía de Pedro; el asombro ante su misterio
que nace de la simultaneidad de la Iglesia carnal con la Comunión de Sants),
todo eso no se puede menospreciar,
por razones nacionales políticas o económicas, ni causas subjetivas
fundamentadas en la discrepancia. Jesucristo nos dio la Iglesia, lugar privilegiado
donde vivir la fe en el espacio y el tiempo. Es el patrimonio que nos dio a la
inmensa mayoría de infelices que no tenemos ninguna capacidad para percibir
directamente el resplandor de Dios. La Iglesia es el lugar de los pobres de espíritu
y, por lo tanto, de la mayoría de hombres y mujeres. Somos una fe encarnada, no
sujeta a un libro o a una ley, y para no dispersarnos como Babel, el Señor nos dio la Iglesia, que se desarrolla a lo largo de la
Historia, a la vez que la trasciende, cómo razona tan bien Newman. Todos
compartimos la fe en Jesucristo
desde el credo católico, o enfoque más laxa, desde la consideración de católico.
No podemos obviar el fundamento y la lógica de aquello que Él nos aportó: la
Buena Nueva - Los Evangelios - y una forma de vivir y entender la vida. Lo que nos dijo se
concreta en dos conceptos que han transformado radicalmente a la humanidad. Uno,
que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, en una relación establecida en
términos precisos: la del Padre con sus hijos. Esta es la forma humana de
expresar en términos inteligibles el gran Amor, el misterio del amor gratuito,
que sienten un padre y una madre entregados a su hijo. La fraternidad humana, la
solidaridad, nace precisamente de esta filiación. ¿O es que alguien puede
pensar seriamente que un sentimiento como éste nace del hecho de que
pertenezcamos a la especie "Homo Sapiens"?. Jesús proclamó un segundo mensaje extraordinario, la concepción más
potente y hermosa para dar sentido a la vida, a toda vida: por esta filiación estamos
llamados a la felicidad para la eternidad. Para Él la muerte ha sido vencida. Dolor,
enfermedad, miedo, tristeza, ignorancia, soledad. Nunca más nada de todo eso, de los daños que nos afligen, nos
destruirán como persona. Aquello que buscamos en nuestra vida, esforzándonos
sin conseguirlo, está a nuestro alcance. De tan simple y próximo lo desdeñamos.
Jesucristo además practicó
y enseñó la forma de vivir que lo hace posible. La del Amor. Un término tan
prostituido por el lenguaje actual que nada más se entiende en su significado
cristiano. Amor es la Cruz de Cristo. Una muerte infame y horrible por entrega a
los demás. Amor es la aceptación de la cruz, grande o pequeña. Es la entrega.
Pero vivir así resulta para muchos de nosotros muy difícil. Nuestra propensión natural es satisfacernos antes,
incluso, en perjuicio de los demás. Aquí se encuentra, en esta tendencia, la
señal del llamado pecado original, es decir, el misterio de una ruptura primigenia con Dios,
fundamentada en el orgullo humano de conseguir su sabiduría para nosotros
mismos. Eso es lo que narra el Génesis.
El medio que Jesucristo nos dio,
para superar aquella propensión negativa pugnando contra nuestro egoísmo, se
llama Iglesia. Es el lugar en el espacio y el tiempo, y por tanto sujeto a la
contingencia de la historia, pero sin depender plenamente de ella, dónde los
pobres de espíritu podemos intentar la experiencia de Dios asistidos por el Espíritu
Santo. Las normas, el Magisterio de la Iglesia forma parte del desarrollo histórico
que permite transmitir el ejemplo de Jesucristo
en cada época. Quizás algunos pueden conseguirlo sin ayudas, ¿quien sabe?.
Pero para la inmensa mayoría sólo la experiencia vivida en la Iglesia permite
la percepción de Dios y la transformación personal. El inicio de la plenitud.
No
hay Iglesia catalana sin cristianos y no hay cristianos sin comunión con la
Iglesia, una, santa y universal, eso es, católica.
Junto con aquéllas dos cuestiones fundamentales lo son también:
·
La aceptación pasiva de la diáspora
cultural, social y política de los católicos. Esta dispersión y disgregación
presenta dos características diferentes. Por una parte la pasividad
mayoritaria; pero también por otra, la actitud minoritaria pero influyente, que
practica la absurda celebración de la diáspora como uno hecho positivo. El
problema básico para transmitir la palabra de Dios y traer la Buena Nueva a
nuestros conciudadanos, no radica en primer lugar en las estructuras
institucionales de la Iglesia (desde un punto de vista laico son
extraordinariamente peores las de los partidos o las de las empresas), ni en el
matrimonio de los sacerdotes o el sacerdocio femenino, (como lo pone de
manifiesto el fracaso del Anglicanismo en Gran Bretaña y las iglesias
reformadas que no han resuelto, todo lo contrario, su problema de falta de
vocaciones, práctica religiosa muy baja y muy escasa incidencia del estado, a pesar del carácter de religión
de estado que poseen en determinados países como Gran Bretaña y los países nórdicos),
ni en el hecho que los obispos sean mejores o peores (ningún liderazgo social
prosperaría, si en el marco de la sociedad laica, en las empresas, partidos y
sindicatos, las corrientes internas de carácter crítico se esforzaran con
tanta constancia en el desprestigio público de sus dirigentes, empezando por el
mismo Papa. De hecho, la continuidad de la Iglesia en países cómo el nuestro,
con tantos cristianos obcecados con el autodescrédito, no deja de ser una
manifestación que en último término no son los hombres y mujeres, sino la
fuerza del Espíritu la que mantiene la Iglesia)
La causa esencial está en la dimisión de los católicos a
reconocerse entre ellos y trabajar juntos en lo que les ha sido mandado, la
Buena Nueva, situando en segundo término las diferencias de sensibilidad e
interpretación eclesial. Caer en fraccionamientos e intolerancias entre las
diferentes formas reconocidas de vivir la fe, es negar aquello que es esencial
en el mensaje y testimonio de Cristo: el amor. ¿Cómo vamos a exponer en el
mundo esta novedad como experiencia si empezamos por ni siquiera tolerarnos
entre nosotros mismos?. El gran escándalo de nuestro tiempo no es la división
de los cristianos, que tiene al menos unas causas históricas más o menos
explicables, y que en virtud del ecumenismo nos ha llevado a comportarnos con
compresión unos hacia los otros y a construir espacios de encuentro,
reconocimiento y plegaria comunes, cómo lo manifiesta la maravilla de Taizé, el gran escándalo
de nuestro tiempo es la intolerancia entre católicos.
·
La existencia de un hábitat, de unas condiciones sociales y culturales hegemónicas en
nuestra sociedad que hacen de difícil comprensión el mensaje cristiano, porque
no permiten transmitir la Palabra ni su sentido, ni desarrollar la cultura y la
antropología que se deriva. No hay contexto de referencia que los haga
inteligibles y sin eso, en una sociedad tan presionada por los "mass media", por la cantidad de impactos informativos, el mismo testimonio
resulta invisible o poco comprensible. Hay que recordarlo: en su inicio el cristianismo se desarrolló en un
contexto social muy religioso
(el judío, el helénico
y el romano), caracterizado además por la existencia de unas élites, muy minoritarias, cultas y dadas al
razonamiento, la filosofía - junto con
una gran mayoría iletrada para quien la transmisión oral y el testimonio
visible eran el vehículo más efectivo y casi único. También el derecho
romano y la moral de una parte de su sociedad, el segmento dotado de valores más
cívicos, contenía elementos tan próximos al cristianismo que al igual que
sucedío en el campo de la filosofía de Platón y Aristóteles, buena parte de sus contenidos sirvieron para desarrollar en términos
históricos la concepción social y cultural del cristianismo, porque ésta no
se configura tanto a partir de una doctrina como de un hecho de vida encarnado
en la historia humana, y eso desde su mismo origen. Dios parte de la propia
realidad humana para realizar su Plan.
Hoy la realidad es muy
distinta: las nuevas circunstancias hacen difícil entender el sentido del
cristianismo. Sólo hay que recordar que conceptos como virginidad, sacrificio,
culpa, gratuidad, sufrimiento, y muchos otros, como el central, el amor, están
cargados de connotaciones negativas en los niveles de interpretación más
habituales o bien, simplemente, han tomado otro sentido. Esta última cuestión
es un problema de fondo que guarda relación con el sentido del mensaje y, es
tratado de forma inadecuada por los cristianos de Cataluña. Entonces el mensaje
resulta comprensible sólo por los más convencidos, sin embargo no sirve de mucho
para llevar a cabo la Nueva Evangelitzación
que nos pide el Santo Padre. Esta dificultad en el lenguaje tiene mucho que ver
con la falta de movimientos laicales
fuertes, y uno "interface"
social, que sin ser confesional, comparta los valores del cristianismo.
·
La beligerancia y agresividad de la
mayoría de medios de comunicación contra el catolicismo, la Iglesia y el Santo
Padre. En este ámbito la situación de Cataluña puede servir como factor de
comparación: es uno de los pocos países donde ningún medio de comunicación
es abierto o matizadamente favorable al hecho católico, al sentido religioso. ABC en España, o Le Figaró
en Francia, para citar dos grandes diarios, no tienen un referente en Cataluña.
Además los medios de comunicación de la Iglesia o simplemente cristianos son
muy escasos
desde todos los puntos de vista. No hay nada comparable a Le Croix, a los semanarios católicos ingleses, ni siquiera nada
equiparable al suplemento semanal "Alfa y Omega". La TV y la radio pública catalana son de las más laicas de Europa, por
la ideología de la mayoría de los responsables y cuadros, cómo lo constatan
sus contenidos generales, el tiempo migrado y la franja horaria marginal dedicada a los programas
religiosos. Hay en todo eso un desequilibrio obvio, evidente, que tiene que ser
reparado de manera urgente y necesaria.
·
El reducido número de católicos
militantes, en el sentido que anteponen la Fe y el Magisterio a las consignas de
partido, las presiones mediáticas, la celebración a lo que se considera
"políticamente correcto", y a los intereses económicos. Falta
formación y información bien contextualizada, útil para la
brega diaria. La mayoría de católicos de nuestro país forman su criterio en
ámbitos de información y conocimiento abiertamente contrarios. Es sorprendente
que todavía no estemos peor. No hay grandes movimientos que encuadren a los
laicos, donde pueda ejercerse la exigencia y la ayuda mutua en nombre de la fe
compartida.
·
La debilidad de la cultura católica de
los políticos y dirigentes sociales que profesan la fe, que limita o invalida,
la posibilidad de traducir la Palabra en actuaciones, políticas concretas en el
trabajo, la sociedad, la política, y la cultura.
·
Siguiendo al Cardenal Martini (La Madre de Dios del sábado
Santo) puede constatarse que nuestra situación se caracteriza por un
tipo de vacío sobre la memoria del pasado. Todo nuestro pasado, la forma de
concebir la vida, de honrar a la condición de la persona, de promover la auténtica
libertad; la forma como el cristianismo ha marcado la historia con vestigios
imborrables se ha debilitado como memoria valida para ser aplicada en la vida
cotidiana. "Muchos no logran integrarla en su
experiencia hasta obtener comprensión segura del presente y del futuro". Este vacío, la falta de raíces nos hace débiles, "la
experiencia del presente se vuelve fragmentaria y prevalece el sentido de
soledad. Cada uno se siente un poco solo". "Disminuye
la capacidad de asociación de las grandes empresas sociales. Se fragmentan las
asociaciones políticas y los diversos intentos de coalición sufren porque se
vuelve a proponer el individualismo de grupo. También allí dónde se da el éxito,
se nota una cierta incapacidad para coordinarse para una acción más eficaz, en
entrar en la red " "El
resultado de todo eso es una sensación de incertidumbre en el futuro del que se
tiene más miedo que deseo". Y una gran dificultad para actuar en el
presente por la dispersión de los creyentes.
·
Estos rasgos los vivimos de una manera
particularmente intensa en Cataluña. Hay que aportar respuestas. Es necesario y urgente construir una
respuesta. Hace falta un nuevo impulso cristiano.
La respuesta parte necesariamente del diagnóstico. Obviamente no
agota las posibilidades, ni lo pretende. Simplemente selecciona algunas con
criterios estratégicos:
·
Es vital reconstruir el sujeto cristiano en nuestra sociedad en su
doble dimensión personal y colectiva. Su
reconstrucción exige también la reconstrucción del sentido de pertenencia a
la Iglesia. No es posible una sin la otra.
La reconstrucción del sujeto y la
pertenencia sólo es posible compartiendo la experiencia cristiana. Ésta es
la cuestión práctica más importante, esencial. Nosotros que no vivimos en una
ideología, no tenemos suficiente a partir de la palabra humana del discurso.
Sin realidad viva y actuando no se transmite nada. La palabra es necesaria para
la acción, sin embargo sólo ésta en el sentido que le da Blondel, es capaz de dar
respuesta a los dos grandes interrogantes, ¿sí o no?. ¿La vida humana tiene
un sentido?. ¿El hombre tiene un destino?. "Si, es así" " C'est".
La falta o la insuficiencia del sujeto. Esta razón es generalizable en muchos países de Europa, pero de manera particular se hace sentir en Cataluña. Esta debilidad se traduce en la falta de capacidad para promover el reconocimiento del testimonio y transmitir la Palabra. En definitiva para evangelizar. El sujeto cristiano es al mismo tiempo personal y colectivo, individual y orgánico. Reside en cada persona, obviamente porque la salvación es individual, pero también existe un sujeto orgánico, es decir colectivo, configurado por el conjunto de los creyentes. Sin sujeto individual no hay sujeto colectivo, sin embargo no podemos despreciar la acción mancomunada, que de hecho es la única que en la práctica permite reconocernos entre nosotros.
·
Consecuentemente el criterio
fundamental, la base de todo, la exigencia esencial se encuentra en la mejora,
en la práctica y la formación personal, en el seguimiento de Cristo. La fe,
vivida como un continuo paso hacia el Misterio, por redescubrir el primate de la
iniciativa de Dios y la escucha creyendo. Éste es el fundamento de toda la
nueva respuesta, porque sin él ocurriría aquello que no es. Se produciría el
error de transformar el hecho cristiano que es experiencia, encuentro,
testimonio, encarnación, vida en definitiva, en una ideología humana.
·
El punto de encuentro de todas las
sensibilidades, de todas las experiencias, de todos los movimientos y
organizaciones cristianas es compartir la fe y la plegaria. Rogamos por la fe,
pero sin plegaria la fe no crece. Ésta tiene que ser el Alfa y Omega de toda actuación,
de toda estrategia, de todo impulso social organizado. Mejorar la calidad e
intensidad de nuestra plegaria personal y colectiva; vivir, razonar, testimoniar
de palabra y obra la fe; reconocernos entre nosotros mismos como hermanos y
amarnos y ser generosos como tales, sin importar nuestra adscripción eclesial.
·
Dos dinámicas expresan estos conceptos
en cada uno de nosotros y colectivamente: la vida espiritual y la actuación
para transformar el mundo por la lógica del amor. Todo el universo creado gime
desde la culpa original, en el dolor y el sufrimiento de este mundo, que espera
la culminación de la historia con el retorno de Jesucristo. Este sufrimiento puede ser mitigado, atenuado por nuestra actuación
personal y colectiva; obviamente religiosa, pero también en el sentido
cultural social y político. Querer transformar mediante el amor, no significa
una acción especializada, frase suprimida, sino integral. La política, la vida
económica, incluso la cultura, tienen que ser reinterpretadas y reconstruidas
por el amor. Y eso exige utilizar las concepciones y los instrumentos que hacen
posible pasar de la dimensión religiosa a la intervención en una realidad, un
mundo, una sociedad que son autónomos. La Enseñanza Social de la Iglesia, las
filosofías cristianas y, en especial, las grandes escuelas y corrientes
personalistas, neotomistas, agustinianes,
patrístiques, y las
concreciones instrumentales y técnicas que se han ido generando a partir de
ellas, lo hacen posible.
·
Partir y aplicar
sistemáticamente la experiencia del hecho vivido,
sentido y participado. Experiencia de fe testimoniada en el espacio público; de
comunidad que se "ve" y se siente Pueblo de Dios. Experiencia de
servicio, que significa también actuación, incidencia colectiva en la plaza, a
diario, en el partido, en la asociación, sindicado, centro cultural.
·
Opción clara y nítida
para la centralidad eclesial. La llena y
jubilosa aceptación de la Tradición y Magisterio de la Iglesia, la fidelidad
al Santo Padre y a los respectivos obispos, la asunción como carismas de las
diferentes sensibilidades, métodos y prácticas de vivir la Fe y seguir a Jesucristo, la diversidad
eclesial es también una gracia que Él nos da en correspondencia con la
singularidad de cada ser humano y la consecuente pluralidad social.
·
La pluralidad y la
naturaleza laica entendida en el sentido de la no confesionalidad, son
consecuencia de aquello que es inherente a la condición humana y condición de
su dignidad: la libertad. Y en nombre de esta libertad es por lo que
buscamos exponer más bien, mejor, la Buena Nueva de Jesucristo y mostrar cómo la vida social, las instituciones con sus leyes,
sus prácticas y sus estructuras, pueden verse mejoradas, inspiradas en su
ejemplo, transmitidas a lo largo de los tiempos por su Iglesia. Ser católico no
implica votar de una determinada manera, tener un programa económico concreto y
tantas otras cosas, pero ser católico
tampoco significa no ser nada. Pensar y actuar de manera que la fe no se hace
visible porque se traduce en obras, o bien éstas son inadecuadas y no sirven a
la fe sino al mundo contra ella. Es desde la centralidad eclesial y el
seguimiento del Magisterio, no desde el individualismo subjectivista, o la voluntad de
instrumentalizar la Iglesia
en virtud de determinadas posiciones políticas (firmar el pacto antiterrorista
o asumir el aborto y la eutanasia, tanto da el apriorismo político), desde
donde podemos distinguir, acotar y definir allí dónde acaba el necesario
pluralismo social cultural, económico y político, y donde empieza la
desdichada diáspora, causa fundamental de nuestro débil testimonio evangélico.
·
Asunción llena y
con todas las consecuencias como factores positivos, del carácter plural y
laico de nuestra sociedad. Los Derechos
Humanos y el conjunto de pactos y otras normas jurídicas que los concretan y
desarrollan como fundamento de nuestro trabajo conjunto con los no creyentes. Allí donde haya un derecho humano menospreciado o vulnerado, allí
hay, tiene que haber, la respuesta y el testimonio cristiano.
Es necesario el enfrentamiento cultural, social, cívico y político con
la laicidad militante. Ya hemos señalado la diferencia entre laicismo militante y
sociedad laica y no confesional. Hay que asumir positivamente la segunda, pero hace falta pasar al
enfrentamiento directo con la primera. El silencio, la omisión, sólo
comporta la desorientación, cuando no el desencanto
y dimisión de una parte del pueblo de Dios. Enfrentamiento amoroso
desde el razonamiento, porque se realiza en relación a las ideas y no contra
las personas que en un momento determinado son portadores. Enfrentamiento
inteligente, dirigido a construir nuevos consensos sociales y paradigmas que no
obstaculicen la dimensión religiosa, la percepción de Dios. El cristianismo
desde el primer instante enfrenta. La lectura de los Evangelios, de los Hechos
de los Apóstoles, de los Padres de la Iglesia es enfrentamiento amoroso,
salvador - llevar en
ocasiones - sin embargo enfrentamiento. No omisión,
ni silencio, ni confusión.
Cinco ejes enmarcan y constituyen la acción necesaria:
1.
Poner fin, o
reducir al menos reducir al máximo la diáspora cultural,
social y política de los católicos.
2.
Constituir e
impulsar una amplia corriente social de naturaleza laica, inspirada en la
antropología y cultura cristiana, la enseñanza social de la Iglesia, y los
desarrollos filosóficos y políticos generados desde el cristianismo.
3.
Impulso renovado
en la comunicación, la producción y difusión de contenidos, practicado con criterios de estrategia y profesionalidad.
4.
Promoción
compromiso de los católicos en la vida activa de los partidos sindicados y
asociaciones empresariales, culturales y cívicas;
en la empresa y muy especialmente en el campo de la comunicación y, en este
contexto, la construcción de los marcos necesarios para su mutuo
reconocimiento, cooperación, formación e información.
5.
Una acción a gran
escala en la formación de los laicos desde la
perspectiva de su incidencia en el espacio público.
Poner fin a la diáspora es también consecuencia de las
actuaciones en los otros ejes y la aplicación de los criterios señalados, pero
hacen falta tres acciones específicas:
·
Promover objetivos
comunes que hagan posible la experiencia del trabajo compartido en
organizaciones, parroquias, movimientos, y sirvan para atraer católicos no vinculados, no clasificados. Acciones generadoras de sentido que permitan experimentar, sentir
y ver que somos un pueblo, el Pueblo de Dios. Promover objetivos que nos den la
oportunidad de reconocernos mutuamente, de encontrarnos entre nosotros.
Objetivos que eliminen la sensación de que somos pocos y aislados. Ocasiones
para vivir con alegría el descubrimiento de una evidencia: que somos muchos y
podemos hacer muchas cosas buenas. Reunidos.
Este promover objetivos comunes de acción no altera las
diferentes formas de vivir la fe dentro de la Iglesia, ni las programaciones
diocesanas, al contrario las complementa, y hace posible generar sinergias
sobre objetivos muy específicos
y necesarios, sobradamente compartidos desde la centralidad eclesial y la plena
asunción del Magisterio de la Iglesia.
·
Llevar a cabo un trabajo específico sobre los católicos
practicantes no clasificados, que
constituyen la inmensa mayoría de los centenares de millares, para dotarlos de
información, fundamentos, para forjar un criterio cristiano y de posibilidades
de participación.
·
Y a
partir de este trabajo ampliarlo a aquellos que se consideran católicos,
aunque su práctica y coherencia de vida con aquel calificativo sea discreta.
En definitiva, y más allá de las concreciones instrumentales, se
trata, y ésta es la cuestión clave, de fortalecer el movimiento laical por tres vías:
las sinergias de los católicos clasificados, la incorporación en la acción de
católicos practicantes no clasificados, y el acceso y reevangelización de los católicos
no practicantes.
Para
ilustrar la propuesta hay aquí algunos objetivos posibles referidos de ejemplos
:
·
Plegaria por la Paz en el País Vasco.
·
Campaña dirigida a colaborar en la
mejora de la financiación de la Diócesis.
·
"Iglesias de acogida". Un
plan piloto para que al menos una parroquia por arciprestazgo esté abierta el día
y buena parte de la noche, y sea un lugar real de acogida, con la organización
de núcleos de apoyo, prestatarios de servicios eclesiales y solidarios.
·
Oficina (formalmente independiente de
la organización de la iglesia diocesana) de naturaleza laica, para la protección
de los derechos religiosos, especialmente centrada en la defensa jurídica de
las actuaciones que se producen en el ámbito de los mass media
y el ocio. Esta oficina tendría que actuar también en el plano
interconfesional
·
Actuación dirigida a difundir la
plegaria y una liturgia especifica en el seno de las familias.
·
Acciones de comunicación específica
dirigidas a los católicos
practicantes no clasificados en busca de su participación.
·
Acciones específicas secundarias a
partir de la participación de los católicos practicantes dirigidos a los no practicantes.
·
Organización de campañas de ayuda
solidaria para los católicos en países de riesgo: Palestina/Israel; Cuba, Timor, China.
·
Construir un espacio de encuentro,
reconocimiento, plegaria y formación para los cristianos militantes en la vida
política.
La constitución de una amplia corriente social de naturaleza
laica, es decir aconfesional, que tiene sus fundamentos en la antropología y
cultura cristiana, la enseñanza social de la iglesia, y los desarrollos filosóficos
y políticos generados desde el cristianismo, en especial el personalismo
comunitario, constituye una línea de acción esencial. Su objetivo es incidir
bastante sobre la sociedad y sus instituciones en las vertientes cultural,
social, económica y política, con objetivos que puedan ser compartidos desde
la razón para transformarla en seis dimensiones diferentes y al mismo tiempo
complementarias:
1
Desarrollar las dimensiones
positivas de la persona, tanto las transcendentes como las de interiorización.
2
Situar a la
persona real en el centro de todas las políticas;
considerarla en su única e irrepetible dignidad, no como un simple agregado
estadístico.
3
Promover la
transformación de las estructuras, sistemas y leyes para{por} hacer más justa,
solidaria y libre la sociedad; para transformar
la sociedad en una comunidad de comunidades. Comunidades de vida, de trabajo, de
proyecto y de memoria, capaces de construir la sociedad del bienestar, limitar
la intromisión de las burocracias estatales y administrativas en lo que
conviene. Reubicar el papel del mercado a partir de la primacía de la persona y
con el mismo objetivo transformar la globalización en ecumenismo: la mundialització tiene que
convertirse en la manifestación de la fraternidad y unidad del género humano,
en vez de un proceso de intercambio de corderos en el marco de un neoliberalismo
que castiga y margina los más débiles y aumenta el número de pobres y los que
pasan hambre del mundo. Sólo desde la concepción cristiana hoy es posible
aportar una alternativa a la globalización, entendimiento como la unidad de los
más ricos y más fuertes en vez de una unidad de comunión de corderos (Martini.)
4
Sin embargo en
este contexto es necesario recuperar el sentido y la idea de Europa desde sus raíces
cristianas, y así dotar de espíritu y horizonte su proceso de unificación y
ponerlo también al servicio de los pobres del mundo. Una Europa unida con el objetivo de construir una verdadera
fraternidad humana a escala mundial, sólo es posible a partir de recuperar su
dimensión cristiana, desde la fe para unos, desde la razonabilidad de los planteamientos inspirados en ella, para los demás. Pero la
recuperación de Europa significa también la recuperación de las raíces
cristianas en sus diferentes estados y naciones. Por otra parte la
importancia extraordinaria del catolicismo en el mundo hispánico, que desde la
América del sur se extiende hasta los Estados Unidos, y la necesidad de éste
países de un mayor y equilibrado desarrollo económico,
hacen necesaria la articulación de una mayor gran coordinación y
cooperación entre los católicos de España y de la América hispánica.
Puede ser un esquema excesivamente simple, sin embargo no por eso negligible, entender que el
catolicismo de América, particularmente vigoroso, puede ayudarnos en el eje
"hacia arriba" y desde España es posible contribuir a otra política
europea más justa, que facilite el desarrollo "hacia adelante" de los
países hispánicos de América.
5
Remover desde el razonamiento paradigmas
que obstruyen la valoración positiva de la dimensión religiosa de la persona y del hecho religioso.
6
Una corriente
social no confesional concebida para actuar.
Que tiene como vocación, el diseño y práctica de respuestas a los problemas y
retos cotidianos de las personas. Por tanto que escucha, dialoga, estudia,
analiza, reflexiona, debate, juzga, propone, actúa y moviliza.
Una corriente dotada de transversalidad política y social, donde participan personas (a título individual) y grupos (sociales, culturales, cívicos,
laicos y cristianos)
Una corriente que tiene como objetivo promover en la sociedad y las
instituciones una concepción y una práctica más armónica, más inspirada en
los valores que nacen del cristianismo y la enseñanza social de la Iglesia. Que
se confronta, con voluntad transformadora, con las "estructuras de
pecado" a las que reiteradamente se ha referido Juan Pablo II.
Toda esta actuación la lleva a cabo por las vías establecidas por
la sociedad democrática, laica y plurales: la información, el debate, la
propuesta, el trabajo y la movilización, hasta construir el consenso social.
Una corriente animada esencialmente por creyentes, sin embargo que
acoge toda persona con independencia de su fe, que acepte los fundamentos y
comparta las aplicaciones que se hacen. Y eso en razón del gran potencial del
fundamento cristiano proyectado en la vida social, en el espacio público, que
le permite ser asumido sin la gracia de la Fe. Hoy este pensamiento constituye
la única respuesta universal, que tiene como centro el hombre, como pone de
relieve el ejemplo del liderazgo mundial de Juan Pablo II y, la misma Iglesia en la defensa y promoción de los Derechos
Humanos, la restitución de condiciones democráticas, la defensa del derecho a
la vida, la construcción de la paz, la condonación de la deuda externa de los
países subdesarrollados, y tantas otras cuestiones seguidas por mucha gente que
no es católica. Juan Pablo II es el ejemplo vivo del potencial de la
Iglesia por auxiliar el Hombre en la "Ciudad humana", cómo lo mostró
a la Asamblea del Mundo que se reunió
en el Vaticano el 4 de noviembre del 2000 con motivo del Jubileo, con
parlamentarios y gobernantes.
Los fundamentos doctrinales parten de la enseñanza social de la
Iglesia y su desarrollo, y de las concepciones filosóficas cristianas y, muy
especialmente del personalismo comunitario. Tiene como fundamento de aplicación
práctica la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Pactos que la
desarrollan y concretan; las Teorías sobre las necesidades humanas que inspiran
el programa de Desarrollo Humano de la
ONU y, en este sentido, el trabajo para la reducción radical del desequilibrio
"Norte-Sur" y la
transformación de la pobreza en las sociedades desarrolladas de categoría
social a patología individual de carácter extraordinario; la preservación,
crecimiento y formación del capital social; una concepción global de "más
sociedad y menos estado" y por tanto favorable al desarrollo del "tercer sector", y a la solidaridad con las futuras, generaciones y una mayor
exigencia en la preservación del medio y la consecución de la sostenibilidad y
la adecuación del mercado a la persona.
Un movimiento que por ejemplo se ocupa de promover iniciativas de
los poderes públicos y la sociedad para:
·
Minimizar y prevenir la pobreza y
marginación.
·
Promover actuaciones a gran escala por
el reequilibrio Norte-Sur (condonación de la deuda externa, aplicación de la
tasa Tobin o medidas
equivalentes, el cumplimiento del 0,7%, una política arancelaria y de apoyo a
las exportaciones por parte de la Unión Europea más justa y solidaria)
·
Actuación para conseguir una política
efectiva de ayuda y promoción de las familias numerosas.
·
Reducir los abortos por vías positivas
y propositivas.
·
Promover un marco por el sistema de
partidos, transparente y ejemplarizante
desde el punto de vista económico.
·
Mejorar la práctica democrática
garantizando una mejor participación y representatividad.
·
Recuperar las ciudades a favor de las
personas que viven, promoviendo un urbanismo que tenga como objetivo servirlas,
en vez de ser un instrumento de lucro.
·
Reducir radicalmente los accidentes de
trabajo y circulación.
·
Mejorar las condiciones de seguridad
generales.
·
Reducir, hasta expulsar, la droga de la
sociedad.
·
Transformar el sistema penal y
penitenciario en una verdadera escuela de recuperación de personas y de
reinserción social.
·
Promover movimientos culturales al
servicio de la reconstrucción de los cánones, que promuevan una cultura de
participación, expulsen todo aquello que denigra la condición humana y el
sentido religioso.
·
Promover actuaciones, experiencias,
movimientos que den sentido a la vida de la juventud.
Impulso entendido tanto en lo que concierne a los medios
tradicionales (diarios, revistas y radio) cómo nuevos (TV, Internet), católicos (en el sentido de vinculación y
dependencia de la jerarquía), cristianos y laicos. Impulso también en lo que
concierne a la disponibilidad y promoción de profesionales de sólida formación
cristiana en el campo de la comunicación, el análisis científico de la opinión
pública y publicada, la publicidad y el marketing.
También la mejor organización de flujos y recursos humanos
disponibles, para traducir el gran potencial académico en términos prácticos
en el enfrentamiento con la laicidad y, en otro orden, en producciones de divulgación. En todas las épocas
desde la transmisión oral en el epistolar, pasando por los diferente géneros
literarios, formas e instrumentos de comunicación, los católicos hemos sido la
avanzadilla. Hay que recuperar este papel y hacerlo con juicio, y decisión, con
prudencia y realismo, pero también sin complejos y con ambición positiva.
A título de ejemplo algunas posibles iniciativas:
·
Promover de nuevas y mejorar las
publicaciones existentes convencionales y la red de emisoras católicas.
·
Mejorar (horario, tiempo) el espacio
religioso a los medios públicos.
·
Potenciar los canales de información
disponible y hacer un uso más eficaz.
·
Fomentar colecciones de libros en el ámbito
de los fundamentos y de la divulgación.
·
Generar oportunidades para los
intelectuales y profesionales de la comunicación cristianos.
·
Formar a profesionales en el campo de
la comunicación, teleinformática, Internet y producción de contenidos
audiovisuales.
Es esencial que haya una mayor presencia de católicos
comprometidos en la vida política. Para alcanzarlo son necesarias cuatro
actuaciones:
·
Un proceso de
dinamización, información y animación en los ámbitos parroquiales,
movimientos y acción católicos para reclutar a personas.
(También formaría parte del eje primero de combatir la diáspora).
·
Una escuela católica
de formación de cuadros, para facilitar la
formación en los fundamentos y en las técnicas políticas.
·
La formación de
grupos informales de cristianos en el seno de los partidos políticos para compartir experiencias, rogar formándose: analizar,
concluir, actuar.
·
Un servicio para
facilitar un espacio de encuentro, reconocimiento, plegaria, formación y
coordinación interpartidaria, dirigida en el reencuentro y asistencia religiosa
y formativa permanente de los cristianos comprometidos políticamente.
Si bien la dimensión formativa está conectada con otros ejes es
necesario remarcar determinados aspectos:
·
La constitución
de centros de recursos para identificar, coordinar y
trabajar, todo el potencial preexistente en el ámbito católico, y estudiar los
procedimientos y objetivos más adecuados para satisfacer las necesidades y las
demandas, especialmente las de "primera línea".
·
La constitución
de grupos de trabajo estable de alto nivel en todos
los campos conflictivos, por ejemplo la genética; la antropología evolutiva,
neurología, etc..
·
La potenciación
de los centros de formación de Doctrina Social de la Iglesia.
·
La elaboración de
un programa de divulgación dirigido a
amplios sectores de población centrado en temas de actualidad: condonación de
la deuda externa, aborto, familia, eutanasia, lucha y prevención de la pobreza,
homosexualidad etc..
·
La preparación de
"sistemas de respuesta" y elaboración de contenidos a las principales objeciones que hoy se plantean.
·
La recuperación
del sentido exacto de la escuela cristiana.
·
La recuperación y
relanzamiento de los movimientos pedagógicos católicos dirigidos a los jóvenes.
·
El cumplimiento de
la regulación vigente en materia de formación religiosa en la escuela pública y concertada y, la movilización de los padres en este
sentido.