Señor Dios mío, enséñame a perdonar, enséñame que para saber perdonar es necesario que habites en mi corazón.

Dios nos enseña a perdonar, pero para conseguirlo con éxito, aunque nos hayan calumniado, injuriado, necesitamos que nuestro corazón esté vacío de nosotros mismos, vacío de las vanidades mundana, porque teniendo a Cristo en nosotros, la cosa cambia, nuestra vida cambia. Ya sabemos perdonar, porque hemos permitido que Jesucristo forme parte de nuestras vidas, en caso contrario, cuando decimos perdonamos pero no puedo olvidar lo que me has hecho o dicho, y estoy en guardia contra lo que pudiera venir de tal o tal, no hemos querido aprender a perdonar de corazón. Porque es con el corazón de cómo debemos perdonar a quien nos haya ofendido, y cuando la culpa es nuestra, debemos pedir perdón, y no echar leña al fuego. Pediremos perdón con el corazón en Cristo, con nuestros pensamientos en Dios, para que el enemigo de las almas no se aproveche de nosotros. Sería un error de nuestra part e el obrar de esta manera: “Yo te perdono, pero escucha lo que te digo…”. ¡De ninguna manera hemos de comportarnos así! No caigamos en esa trampa que el demonio nos quiere poner.

La superficialidad nos entorpece para perdonar tal como Cristo nos ha enseñado. Con la tibieza, lo que conseguimos, es que nuestro corazón permanezca en sombras de tinieblas y nos impide que la luz del Espíritu Santo, resplandezca en nosotros, son cosas que debemos ir eliminando de nosotros mismos.

Es muy edificante esa parábola de la nos habla nuestro Señor Jesucristo sobre el perdonar de corazón, invito a que se lea hoy mismo el Evangelio de San Mateo 18, 15-35, no suceda que haya ciertos rencores en nuestro corazón, y por culpa nuestra seamos arrojados a las tinieblas exteriores porque en nuestro perdón al prójimo no había sinceridad.

En nuestro camino podemos encontrarnos con hermanos que cuando hablamos de los intereses de nuestro Señor Jesucristo, se siente aludido y piensa que se le juzga, el hacer juicio, no podemos hacerlo. Pero si decimos por ejemplo: “ese error podría separarte del Amor de Dios, y perderías la fe, porque no corresponde con las enseñanzas de Jesucristo y su Iglesia”. Aún así, cuando no se acepta a Jesucristo, se sentiría juzgado.

No permitamos que la soberbia nos domine, y nuestro perdón al prójimo no sea auténtico.



Sigamos poco más con un artículo de corazones.org.

EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA

PERDONAR DE CORAZÓN

PERDONA NUESTRAS OFENSAS

COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

...su perdón lo encontramos en los sacramentos de su Iglesia.

2840 Ahora bien, lo temible es que este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano y a la hermana a quienes vemos.

Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el 1864 corazón se abre a su gracia.
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... como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Que 'como' yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34).

Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida «del fondo del corazón», en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es "nuestra Vida" puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús. Así, la unidad del perdón se hace posible, «perdonándonos mutuamente ‘cómo’ nos perdonó Dios en Cristo» (Ef 4, 32).
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2843 Así adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor. La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial, acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.
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2844 La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos. Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede ser acogido más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado.

Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí.