ESTUDIO

 

PENSAR LA RELIGIÓN

EN LA FILOSOFÍA DE EUGENIO TRÍAS

                                                                                 


Juan  Pablo García Maestro, O.SS.T.

Profesor en el Centro Teológico
San Alberto Magno

de Córdoba

 

1. La Razón fronteriza

 

            Para muchos es hoy una evidencia que los errores de la Modernidad tienen su origen en el concepto de razón con el que se operaba. El uso científico-técnico de esta razón ilustrada acabó colonizando los distintos ámbitos del sistema social, lo cual provocó tal experiencia de deshumanización y barbarie que acabó por poner en entredicho la lógica de esta racionalidad. Desde distintas instancias críticas se exige y se asiste a un cambio de rumbo que pide cuentas a esta modernidad fallida por la perdida de dimensiones de la razón. Es en este contexto en el que hay que situar la emergencia o ‘giro simbólico[1].

            Son muchas las actitudes que pueden darse ante el hecho religioso, nos dice Eugenio Trías. Entre ellas está la del fiel o catecúmeno, que concede crédito a las creencias de una determinada comunidad religiosa, y también la de quien se acerca a la religión por las enseñanzas que puede obtener de la misma, sin que ello signifique hacer profesión de fe en las creencias de una determinada religión. Trías se aproxima desde una actitud religiosa que, sin embargo, no quiere asumir tal o cual forma particular y positiva de religión como aquella en la que dé cauce a sus ethos. Espera hallar en las múltiples manifestaciones del hecho religioso aquellas enseñanzas que pueden ser elaboradas sin desdoro por la reflexión filosófica. Y es que como en una de su obras “la religión da a veces con la cifra simbólica que, convenientemente elaborada por la reflexión filosófica, puede actuar como llave para penetrar, aunque sea de modo precario, en esos misterios”[2][2]. Trías ha asumido con su filosofía el papel del “exorcista ilustrado”. Ambos términos son importantes. Conviene subrayar lo de ‘ilustrado’, puesto que Trías se siente heredero de esta tradición y por nada del mundo desea volver a los planteamientos pre-modernos; lo cual no es óbice para que dirija su mirada a los clásicos con el fin de recrear la memoria filosófica, y así podamos esclarecer nuestro propio mundo. Lo de ‘exorcista’ guarda relación con su misión de sacar a la luz aquellas sombras que una razón restrictiva y poco aventurera va dejando tras de sí.

            En el comienzo de su andadura de su andadura filosófica está la conciencia de un olvido; o de algo inhibido y censurado que merece ser tratado de forma filosófica. Es a esto a lo que llama ‘sombra’. La vía ensayada por Trías para minar esta razón dogmática e incorporar el mundo de las sombras al discurso filosófico tiene un nombre: el límite, su piedra angular, como él mismo lo llama[3].

            Este descubrimiento no está tanto en el concepto de límite, presente en filósofo Kant, en el idealismo alemán y en Wittgenstein, cuanto en una forma nueva de concebirlo. A diferencia de estos autores modernos, que lo conciben de forma negativa, como frontera que no puede ser rebasada, Trías se atreve a pensar el límite en términos estrictamente ontológicos[4]. Esto significa que, a través de un proceso de aproximación fenomenológica, como el llevado a cabo en sus obras Los límites del mundo, la Aventura filosófica, La lógica del límite y La Razón fronteriza,  presenta una compresión del límite como gozne (cópula y disyunción) que hace posible tanto el mundo ‘categorial’, como el sin mundo ‘trascendental’.

            Esta propuesta ontológica no tiene como objeto pensar el ser en tanto que ser, sino el límite en tanto que límite. Pensar ese límite es el tema de su libro Lógica del límite, donde parte de la metáfora del ‘limes’ para orientar su investigación filosófica. El ‘limes’ se constituye como espacio de mediación, tenso y conflictivo, entre lo civilizado (cerco del aparecer) y lo bárbaro (cerco hermético). Esta es la razón de por qué Trías hace uso de la metáfora del ‘limes’ para evitar el doble extravío: el proyecto racionalista, que no alcanza a ver más allá de la inmanencia del logos (situación moderna), y el proyecto irracionalista, que quiere acabar con la herencia ilustrada (situación postmoderna). Trías cree posible huir de ambos por medio de una reflexión ontológica donde el ser es pensado como ‘limes’, como límite y frontera. El logos que se hace cargo de ese límite o gozne entre ambos cercos es un logos ‘simbólico’. El símbolo vehicula el trágico e imposible encuentro del límite del lenguaje y mundo con el cerco hermético[5].

            Esta nueva concepción del límite le empuja a explorar ese ‘más allá’ del límite, el cerco hermético, del que tenemos noticias a través de las religiones. ¿Es posible ir más allá del límite y hablar sobre ello de forma significativa? A contestar esta pregunta dedica La edad del espíritu[6] que concibe como una aventura u odisea espiritual en la que al final de la misma espera alcanzar un concepto filosófico de la realidad espiritual que esté, a su vez, en consonancia con las conclusiones obtenidas en sus últimos libros sobre el límite. En dicha obra ha tratado de poner a prueba su proposición filosófica a través de un recorrido histórico que incluye las grandes tradiciones religiosas y los distintos movimientos de ideas que desde el Renacimiento hasta el presente se han ido sucediendo.

 

2. Pensar la religión

 

            E. Trías reclama en sus últimas obras una vuelta al hecho religioso: “Una tarea del pensamiento futuro puede ser “pensar de verdad (sin prejuicios) el hecho religioso”[7]

            Trías se lamenta del retorno continuo hacia los maestros de la sospecha. “Poco avanzamos si no hacemos otra cosa que recordar los estribillos ilustrados, hijos de la filosofía de la sospecha” (Marx, Freud y Niezsche).

            Pero opinamos que no podemos pasar de largo de las aportaciones críticas de los maestros de la sospecha (P. Ricoeur). Su crítica toca de lleno una religión que quiere evadirse de la realidad. Si la filosofía debe recuperar el sentido religioso del hombre, no puede tampoco olvidar su análisis crítico sobre las creencias religiosas. El síntoma de retorno a lo religioso que reclama la época postmoderna no está exenta de peligros. Es fácil recurrir a lo religioso para atrincherarlo en el ámbito privado intimista y espiritualista que nos lleva a la religión como opio y evasión.

            Trías exige una actitud radicalmente autocrítica en relación a los propios prejuicios (hijos del pensamiento ilustrado). Desde aquí es como se puede comprender que pensar la religión es tarea de futuro y con futuro.

¿Por qué es necesario que pensemos de verdad la religión?

Quizá las futuras claves del pensamiento y de la vida no tengan que buscarse y rebuscarse tanto en teorías éticas, estéticas o políticas, cuanto en formas de vida y de pensamiento religiosas.

Trías llama al dios-razón de la Ilustración “el último dios muerto y asesinado”. Pues bien, a juicio de Trías con vistas al futuro no es tanto llorar y guardar nostalgia por esta muerte del dios-razón ilustrado, cuanto la actitud y el compromiso en relación a los panteones que se disputan el espacio de nuestro mundo.

La sociedad secularizada vive una fe ciega en la ciencia y una fe ciega en el dogma de la finitud.

La finalidad de la religión es impulsar la búsqueda del sentido de la existencia. Con otras palabras, para abrir un debate sobre el dilema trágico entre el sentido y el sin sentido.

Pienso –escribe Trías- que en el futuro, una de las grandes tareas que aguardan a la filosofía consiste en abrirse al fenómeno religioso. Este es uno de los temas centrales que Trías analiza en su obra La lógica del límite.

A su vez este pensador catalán usa la expresión “cerco hermético” para indicar un más allá del límite del lenguaje y del mundo”.

Crítica al ethos contemporáneo su búsqueda obsesiva de civismo cosmopolita y la supuesta felicidad. Pero lo que tiene que buscar el ethos de hoy es la Verdad. Quizá se esté ya harto de tanta desmitificación (retórica, sofística...) de la verdad. La verdad nos reta a tomar en serio la lucha entre el sentido y el sin-sentido. Y la religión (lo mismo que la filosofía) tiene, a mi modo de ver, mucha más afinidad con ese trágico litigio (del sentido o sin-sentido) que con cuestiones éticas, políticas o estéticas. Para ello Trías citando a Kierkegaard  afirma: “una distancia infinita separa a la ética de la religión”. Y con José María Valverde piensa que el cristianismo “no es una ética”. Es quizá –señala Trías- el eterno escándalo en relación a toda ética.

 

3. ¿Qué pensar de este planteamiento?

 

 Precisamente quiero iniciar con un pensamiento que el mismo Trías recuerda  y que es nada menos de uno de los llamados maestros de la sospecha, Friedrich Nietzsche, que decía así: “Las guerras de futuro, quizá serán guerras de religión”[8]

Pensar la religión y la vuelta al hecho religioso está llena de peligros, y lo estamos viendo en el inicio del siglo XXI, cargado de lucha en nombre de Dios, entra la religión musulmana contra el occidente cristiano. Se combate en nombre del dios poder.

Reclamar la vuelta a lo religioso en la filosofía para despertar y dar una respuesta al litigio entra el sentido y el absurdo de la existencia me parece de gran importancia en esta cultura nihilista. Es verdad que la religión no puede renunciar a lo más genuino de su importancia a lo largo de la humanidad, y esta estriba en que “venimos del Totalmente Otro, de Dios, y vamos no a la nada sino a un encuentro final de quien hemos sido creados”. Pero a mi juicio Trías olvida un aspecto que es común sea a la ética, como a la filosofía y sobre todo a la religión: el compromiso político intramundano de comprometerse a favor de los excluidos y las víctimas de la historia.

Trías  a su vez no puede olvidar que existe una moral autónoma que se niega a que el comportamiento humano se fundamente en unos dictados divinos. Sin embargo sí estamos llamados a colaborar para que el verdugo no triunfe siempre sobre la víctima. La justicia definitiva y plena es difícil que se de en este mundo, y en esto la religión debe reconocer la primera estos límites, al igual que el marxismo debe reconocer que una sociedad de iguales y justa es imposible, sobre todo para aquellos que han sufrido injustamente. La revolución siempre llega tarde para las víctimas inocentes.

Por eso la religión no puede olvidar su compromiso político, su diálogo con la ética y con la filosofía, y su dimensión estética, pues no hay justicia sin belleza. Pero sobre todo la religión debe aportar el valor de la esperanza ante el límite de la muerte. Esta es la mayor crítica a la cultura actual que vive envuelta en el dogma de la finitud y en una fe ciega en la ciencia creyendo tener la solución a todos los problemas de la vida.

Termino con una anécdota que ocurrió entre la pensadora judía Simone Weil y Simone de Beauvoir. Esta última sostenía que lo más importante de la filosofía y de la vida es saber dar una respuesta al sentido de la existencia. La Weil por el contrario reclamaba que primero es dar una respuesta al porqué tantos seres no tienen para vivir con dignidad. La Weil le reprochaba a la escritora francesa que se notaba que ella nunca había pasado hambre. Desde esa vez casi dejaron de hablarse.

Resumiendo, sostengo que pensar la religión es una tarea que tiene futuro, pero considero que la religión -cuyo tema central es Dios- no sólo se piensa, sino que ante todo se le practica. La filosofía, la ética y la religión no sólo deben impulsar la pregunta por el sentido, sino también el compromiso con los más excluidos para que ellos encuentren sentido a esta vida. La felicidad y la verdad serían falsas sino existen para todos. La verdad no sólo se piensa, sino también se hace (Vico).


[1] Cf. J. Mª. Mardones, La vida del símbolo. La dimensión simbólica de la religión, Sal Terrae, Santander 2003, 11.

[2] E. Trías, Por qué necesitamos la religión, o.c., 120-121.

[3] Cf. La razón fronteriza, Destino, Barcelona 1999, 359, nota 71, donde Trías expone cómo llegó a formular la idea fundamental de su filosofía, el límite, que no surgió por generación espontánea.

[4] Cf. J. Mª Rovira Belloso, “Ontología y antropología del límite” en A. Sánchez y J. A. Rodríguez Tous (Eds.), Eugenio Trías: El límite, el símbolo y las sombras, Destino, Barcelona 2003, 353-365.  En este misma obra ver el excelente análisis de Alberto Sucasas, “La filosofía del límite de Eugenio Trías”, 333-352.

[5] Cf. E. Trías, La lógica del límite, Destino, Barcelona 1991, 36, nota 1: “Lo paradójico del símbolo estriba en que aquello otro a lo cual alude y con lo cual se relaciona no puede ser determinado con claridad y precisión: subsiste como palabra enigmática (de doble filo; o que se esconde al mostrarse).

[6] Destino, Barcelona 1994.

[7] Ver su artículo Pensar la religión publicado en el Diario El País, 19 de junio de 1990. Una visión más amplia de este tema es la que presenta el autor en sus obras Pensar la religión, o.c.; Ciudad sobre ciudad, o.c., especialmente pp 123-167. 

Para un análisis crítico del pensamiento religioso de Trías seguimos los siguientes estudios: J. M. Mardones, Síntomas de un retorno. La religión en el pensamiento actual, Sal Terrae, Santander 1999, especialmente 35-51 y 156-170; A. Vega, “Idea y estructura de la experiencia religiosa”, en A. Sánchez Pascual y J. A. Rodríguez Tous (Eds.), Eugenio Trías: el límite, el símbolo y las obras, Ed. Destino, Barcelona 2003, 267-379; A. Revilla Cuñado, “La cuestión religiosa en la filosofía española actual”, en P. Gilbert, A. Pintor Ramos, L. Ladaria y otros, Antropología y fe cristiana. IV jornadas de Teología, Publicaciones del Instituto Teológico Compostelano, Santiago de Compostela 2003, especialmente 50-53.

[8] Pensar la religión, Diario El País, a.c.