Oración Sacerdotal y Oración Afectiva
Ron Rolheiser (Traducción Carmelo Astiz)
Clásicamente, la oración se define como un elevar la mente y el corazón a Dios.
Es una buena definición, pero necesita una puntualización importante.
Hay dos clases esenciales de oración: La que llamamos oración
litúrgica, la oración pública de la Iglesia, y la que llamamos oración
personal o devocional. Desgraciadamente con frecuencia confundimos las
dos.
Por ejemplo,
quinientas personas podrían estar sentadas juntas en meditación en una iglesia,
o rezando el rosario juntas en un santuario, y eso es aún oración privada o
devocional. Y al revés, alguien podría estar rezando el Oficio de la Iglesia
solo en casa, sentado en una butaca, o podría estar el sacerdote celebrando la
eucaristía solo en la mesa de la cocina… y eso es oración litúrgica. La
distinción se basa en algo diferente. ¿En qué?
Quizás un cambio de nombres nos ayudaría a entender la distinción: La
oración litúrgica, la pública, se podría llamar más adecuadamente “oración
sacerdotal”, mientras que la privada o devocional se podría llamar mejor “oración
afectiva”.
¿Qué es la “oración sacerdotal”? Es la oración de Cristo por
medio de la Iglesia en favor del mundo. Nuestra fe cristiana sostiene que Cristo
todavía nos reúne en torno a su palabra y está todavía ofreciendo un acto eterno
de amor por el mundo. Como una extensión de esto, creemos que cuando nos
juntamos en una iglesia o en cualquier otra parte para orar en torno a las
Escrituras, o para celebrar la eucaristía, estamos adentrándonos en la oración y
sacrificio de Cristo. Ésta es oración litúrgica; es oración de Cristo, no
nuestra. Oramos litúrgicamente cuando nos reunimos para celebrar las
escrituras, los sacramentos, o cuando oramos, en comunidad o privadamente, algo
que se llama Oración de la Iglesia o el Oficio de la Iglesia (Laudes y
Vísperas).
Y esta clase de oración no se restringe al clero ordenado. Todos somos
sacerdotes en virtud de nuestro bautismo; y parte de la alianza implícita
que hacemos con la comunidad en nuestro bautismo es el compromiso, cuando
lleguemos a adultos, de rogar habitualmente por el mundo por medio de la
oración litúrgica de la Iglesia.
Lo que hay que resaltar también aquí, ya que fácilmente pasamos por alto
este aspecto, es que la oración litúrgica de la iglesia es por el mundo, no
por sí misma. La Iglesia en este mundo no existe para su propio bien, sino
como un instrumento de salvación para el mundo. Su función es salvar al mundo,
no a sí misma. En la oración litúrgica oramos con Cristo, por medio de la
Iglesia, pero en favor del mundo.
La “oración afectiva” tiene diferente propósito. Aunque se
presenta de muchas formas (meditación, oración contemplativa, rezo del rosario,
oraciones devocionales de todo tipo) tiene un objetivo sencillo: llevarnos a
nosotros y a nuestros seres queridos a una intimidad más profunda con Cristo. Al
fin, sea cual sea su forma particular, toda oración no-litúrgica en el fondo
persigue una intimidad personal con Dios y es, en el fondo también, privada,
aun cuando se haga públicamente o en grupo numeroso. Toda oración privada y
devocional puede definirse de esta manera: Es un tipo de oración que intenta, de
mil maneras, abrirnos a nosotros y a nuestros seres queridos de tal forma que
podamos oír a Dios que nos dice: “Te quiero”.
Es importante saber esta distinción cuando vamos a orar: ¿En qué tipo de
oración nos adentramos? Confundir las dos es arriesgarse a hacer las dos
mal. Por ejemplo, cuando la persona se siente frustrada porque el ritual
litúrgico y la interacción de una comunidad dentro de un servicio de la Iglesia
se perciben como un estorbo y distracción a las oraciones devocionales que a
ella le gustaría recitar. Eso es confundir las dos formas de oración y, por lo
tanto, esa persona está haciendo mal las dos. La función de la oración litúrgica
no es primariamente devocional.
O a veces la confusión lleva a alguien a abandonar del todo una forma de
oración litúrgica. Conozco un hombre que, después de muchos años de orar el
Oficio de la Iglesia, lo está sustituyendo con su oración personal, porque no
encuentra personalmente significativas las oraciones rituales. Sus meditaciones
personales podrán ser ahora significativa oración afectiva, pero no está ya
rezando la oración sacerdotal de Cristo cuando ora de esa manera. Vemos también
esto, a veces, en servicios de iglesia hechos con buena intención, pero mal
planificados, en los que el pretendido servicio litúrgico acaba siendo una
meditación personal guiada, que, aunque bien hecha y con garra, no utiliza ni la
Escritura ni una oración de intercesión por el mundo.
Las mismas Iglesias cristianas luchan con esto. Católicos romanos,
anglicanos, episcopalianos e iglesias protestantes de la línea principal,
tienen una fuerte tradición litúrgica, algunas veces en detrimento de la oración
afectiva. Las iglesias evangélicas y pentecostales, por otra parte, tienen un
fuerte enfoque de oración afectiva. Algunas veces hasta el punto de descuidar
casi por completo la oración litúrgica.
Probablemente todos nosotros nos haríamos un favor teniendo dos chales o
mantones, cada uno bordado separadamente: Oración sacerdotal y oración afectiva.