¿Te
someterás a tu marido?
Autosuficiencia o dependencia. Enfrentamiento o sumisión. ¿Acaso es posible
una tercera vía?
Autor: Marta Rodríguez
Fuente: Mujer Nueva
La vida es una cadena interminable de sorpresas. ¿Quién hubiera imaginado que
el siglo que logró la emancipación de la mujer y acuñó el término “women
empowerment” moriría viendo nacer un club como el de la costa oeste de los
Estados Unidos ? Me refiero al club de las “esposas sometidas”, surgido a
partir del libro de la californiana Laura Doyle: “Surrendered wife”, y que
propone como regla de oro del matrimonio feliz que la mujer “deje que sea el
hombre quien lleve la batuta, desde la cuenta de ahorros hasta el dormitorio”.
Amén.
Por lo visto, la experiencia traumática de los divorcios y las depresiones está
desconcertando a las mujeres americanas. El papel de mujer desafiante no les ha
dado sino disgustos dentro y fuera de casa, y por eso prefieren resucitar términos
que habíamos decidido dar por obsoletos, como “sometimiento” o “cabeza de
familia”. En definitiva afirman que una esposa sumisa es la clave de la
felicidad de la pareja. Conclusión: tenemos que desandar unos 30 años de
evolución familiar.
Autosuficiencia o dependencia. Enfrentamiento o sumisión. Parece que no
encontramos el término medio. Y, sin embargo, sí lo hay. Es posible una
tercera vía entre el “yo” y el “tú”: y es “nosotros”. Como diría
aquel autor francés: “amar no significa mirarse a los ojos, sino mirar dos en
una misma dirección”.
El libro de Doyle quisiera ser una panacea para los problemas de pareja, pero le
falta algo de realismo antropológico. Su regla de oro: “sométete y tendrás
paz y felicidad” parece más bien una receta para evitar el estrés que el
camino firme del verdadero amor. Acabo de mencionar la clave de todo el
misterio: el equilibro entre control y confianza, entre abnegación y satisfacción,
está en esta palabrita que se supone es la razón por la que dos personas
deciden vivir juntas el resto de su vida: el amor.
El amor no es sometimiento, sino donación. Una donación que muchas veces nos
lleva a ceder por el simple placer de dar gusto al otro. Esto es aplicable a la
mujer y al marido, cada uno según su estilo y características propias.
Algunos de los casos que menciona Doyle en su libro son reales y válidos. Las
mujeres, además de muchos encantos y virtudes, tenemos una fuerte tendencia a
querer controlar todo, incluida la ropa, los amigos o el modo de conducir de
nuestros maridos. Ya sea con silencios estridentes o con palabras bien medidas,
el caso es que logramos lo que queremos. Es una especie de tiránico chantaje
del corazón, en la que nuestros compañeros se ven atrapados por ese ancestral
“instinto de supervivencia”. Cuando las mujeres decidimos romper el círculo
mezquino de nuestra sensibilidad y nos decidimos a dar en vez de recibir, los
resultados son sorprendentes. Algunos llaman a esto sometimiento, pero es mucho
más sencillo: es amor.
El amor también lleva al hombre a ceder. Cede cuando sacrifica un partido de fútbol
por una visita a sus suegros, cuando se involucra en los quehaceres de su mujer
, cuando se viste como a ella le gusta… La vida está hecha de estas
concesiones anónimas.
La solución de los problemas matrimoniales no está en la sumisión mutua, sino
en la generosidad en la entrega de ambos. Amar significa preocuparse más del
otro que de uno mismo: es una opción antes que una renuncia.
El club de California tiene algunos ingredientes positivos. Nos recuerda el
valor del sacrificio, que es la otra cara del amor. También trae a escena la
importancia de los detalles para mantener la frescura del primer día, etc. Pero
una vida sazonada con estos ingredientes no ha de considerarse una vida
sometida, sino una vida enamorada.
Hombres y mujeres, recordémoslo una vez más. Palabras como “someter”,
“autodeterminación” etc., son adecuadas para otros contextos, pero no para
una relación de amor. En este campo importan más los propios deberes que los
derechos.