El Misterio de María Corredentora

en el Magisterio Papal

 

Rev. Mons. Arthur Burton Calkins

 

El padre Calkins es funcionario de la Comisión Pontificia "Ecclesia Dei" en Roma, miembro concurrente de la Academia Mariana Internacional Pontificia, y miembro correspondiente de la Academia Teológica Romana Pontificia.

 

I.               Introducción

          A lo largo de casi doscientos años, el magisterio papal ha ido proporcionado indicios cada vez más claros acerca de la íntima colaboración que desempeñó nuestra Señora en la obra de nuestra redención. En un ensayo que escribí con anterioridad, subrayé algunas de las contribuciones más importantes de nuestro actual Santo Padre a este respecto.[1]  Durante su discurso en la audiencia general del 25 de octubre de 1995, aportó un sobresaliente preámbulo sobre el desarrollo de este importante punto de la doctrina. A grandes rasgos, se delinea el desarrollo histórico que ha tenido esta doctrina, de una manera sucinta extraordinaria:

 

Al decir que  "la Virgen María … es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor" (Lumen gentium, n. 53), el concilio destaca el vínculo existente entre la maternidad de María y la redención.

       Después de haber tomado conciencia de la función maternal de María, a quien se había venerado en la doctrina y culto de los primeros siglos como la Madre virginal de Jesucristo y por lo tanto, como Madre de Dios, en la Edad Media la piedad de la Iglesia y la reflexión teológica, hicieron ver la cooperación que ella tuvo en la obra del Salvador.

     Este retraso se explica por el hecho de que todos los esfuerzos de los padres de la Iglesia y de los primeros concilios ecuménicos, estaban enfocados a la identidad de Cristo, dejando necesariamente de lado otros aspectos del dogma. La revelación de la verdad, en toda su riqueza, se iría descubriendo sólo de manera gradual. A lo largo de los siglos, la mariología estaría siempre dirigida por la cristología. La divina maternidad  de María se proclamó en el concilio de Efeso, principalmente para afirmar que la persona de Cristo era única. De igual manera, hubo también un entendimiento más profundo de la presencia de María en la historia de la salvación.

     A finales del siglo II, San Ireneo, discípulo de Policarpo, ya había señalado la contribución de María en la obra de salvación. Este Santo había entendido el valor que tenía el consentimiento de María al momento de la anunciación, reconociendo en la obediencia a, y fe en, el mensaje del ángel de la Virgen de Nazaret, la perfecta antítesis de la desobediencia e incredulidad de Eva, lo cual tuvo un efecto benéfico para el destino de la humanidad. De hecho, así como Eva causó la muerte, María con su "sí," se convirtió "en causa de salvación" para sí misma y para toda la humanidad (cf. Adv. Haer., III, 22, 4; SC 211, 441). Pero esta afirmación no tuvo un desarrollo consistente y sistemático por parte de los demás padres de la Iglesia.

     En cambio, esta doctrina se elaboró sistemáticamente por primera vez a finales del siglo X, en la Vida de María escrita por un monje bizantino, Juan el Geómetra. Aquí se describe a María como unida a Cristo en la totalidad de la obra de redención, participando, según el designio de Dios, de la cruz y el sufrimiento por nuestra salvación. Ella permaneció unida al Hijo "en cada acto, actitud y deseo" (cf. Life of Mary, Bol. 196, f. 123 v.)

     En Occidente, San Bernardo, fallecido en 1153, dirigiéndose a María, comenta la presentación de Jesús en el templo: "Ofrece a tu hijo, Virgen sacrosanta, y presenta el fruto de tu vientre al Señor. Para nuestra reconciliación con todo, ofrece la Víctima celestial agradable a Dios" (Serm. 3 en Purif., 2:  PL 183, 370).

     Arnoldo de Chartres, discípulo y amigo de San Bernardo, iluminó particularmente el ofrecimiento de María en el sacrificio del calvario, al distinguir en la cruz "dos altares:  uno en el corazón de María, el otro en el cuerpo de Cristo. Cristo sacrificó su carne, María su alma." María se sacrificó espiritualmente en profunda comunión con Cristo, implorando la salvación del mundo: "Lo que pide la Madre, el Hijo lo aprueba y el Padre lo concede" (cf. De septem verbis Domini in cruce, 3:  PL 189, 1694).

     Desde ese momento, otros autores han explicado la doctrina de la especial cooperación de María en el sacrificio redentor.[2]

 

          En virtud de que el Santo Padre ya ha delineado los puntos más importantes de este tema en su desarrollo teológico, yo intentaré señalar los sucesos más importantes que ha habido en el magisterio papal relacionados con este tema. El enfoque específico que el magisterio papal ha dado a la colaboración de María en la obra de redención es relativamente reciente, ya que el camino que ha seguido el desarrollo teológico ha sido lento.[3] Sólo después de haber meditado largamente este misterio, como lo hiciera la propia María,[4] es que la Iglesia comienza a enseñarlo de una manera más solemne.

 

A.        Período Moderno: 1740 al Presente

 

          No cabe duda que sería muy aleccionador e interesante investigar los primeros bosquejos que existen tocantes a la doctrina de la mediación mariana en la enseñanza de los papas de los primeros periodos de la vida de la Iglesia, pero debemos dejar esto a otros investigadores.[5] Según un convencionalismo ampliamente aceptado, la codificación del magisterio papal del periodo moderno comienza con el pontificado de Benedicto XIV (1740-1758)[6], en tanto que con el pontificado del Beato Pío IX (1846-1878), la doctrina mariana empieza a concentrarse y consolidarse de manera más notable. Precisamente es este periodo moderno del magisterio papal el que se intenta estudiar en este documento.

 

B.             Íntima Conexión entre Corredención y Mediación

 

          Finalmente, debemos aclarar otro punto antes de empezar a analizar los textos mismos de los papas. Desde por lo menos principios del siglo veinte, los autores han manejado de manera consistente y conjuntamente la corredención y mediación marianas, generalmente con el título de "mediación."[7] Por ejemplo, el padre Gabriele M. Roschini, O.S.M., fundador de la facultad teológica romana especializada en estudios mariológicos, Marianum, expresó que algunos mariólogos restringen el título de "Mediadora" a la segunda fase de la mediación (a la cooperación de María en la distribución de la gracia), reservando el título de "Corredentora" a la primera fase, pero incluso esta primer fase, afirma el padre, es una mediación verdadera y apropiada, ya que es una participación en la obra Mediadora de Cristo.[8] Esto se sigue lógicamente del hecho de que ambas fases podrían ser vistas como subdivisiones de la amplia categoría que tiene la "mediación mariana," o de lo que consistentemente describiera el difunto padre Giuseppe Besutti, en su Bibliografía Mariana desde 1968, como "María en la historia de la salvación (historia salutis)."[9]  Estas dos fases de la redención se diferencian frecuentemente como "objetiva" y "subjetiva," así como por otras distinciones.[10] De hecho, muchos de los documentos pontificios que examinaremos en este documento, enseñan claramente que la cooperación de nuestra Señora en la distribución de la gracia, fluye directamente de su función corredentora.[11] Por esta razón, veremos que no pocos de los textos papales que citamos y que apoyan la corredención mariana, justamente también se citan para apoyar la función de María en la distribución de las gracias de la redención.

 

II.            Un Asunto de Terminología     

 

          Normalmente y en el idioma inglés, el término Corredentora requiere de alguna explicación inicial, porque con frecuencia el prefijo "co" suscita de inmediato visiones de completa igualdad. Por ejemplo, un co-firmante de un cheque o un co-propietario de una casa, es considerado co-igual con el otro firmante o propietario. Por lo tanto, muchos temen que al describir a nuestra Señora como Corredentora, este término la ponga al mismo nivel que su divino Hijo, implicando que ella es "Redentora" al igual que Él, reduciendo de esta forma a que Jesús "sea la mitad de un equipo de redentores."[12] Sin embargo en latín, del que se deriva el término Corredentora, siempre significa que la cooperación o colaboración de María en la redención es secundaria, subordinada, dependiente de la de Cristo —y sin embargo por todo eso— algo que Dios "quiso aceptar voluntariamente . . .  constituyendo una parte innecesaria, pero al mismo tiempo maravillosamente agradable, del único gran precio"[13] que pagó su Hijo por la redención del mundo. Mark Miravalle lo expresa así:

 

el prefijo "co" no significa igual, sino que viene de la palabra latina, "cum" que significa "con." El título Corredentora que se aplica a la Madre de Jesús, jamás pondrá a María a un nivel de igualdad con Jesucristo, el divino Señor de todo lo que existe, en el proceso salvífico de la redención  humana. Más bien, denota una singular y única participación con su Hijo en la obra salvífica de la redención de la familia humana. La Madre de Jesús participa en la obra redentora de su Hijo Salvador, quien de manera única y en su gloriosa divinidad y humanidad, reconcilió a la humanidad con el Padre.[14]

 

          En tanto que se podría argumentar sobre el uso del término Corredentora[15], en virtud de la posible confusión que podría traer como resultado, y en cambio proponer el término predilecto de Pío XII, alma socia Christi (amada asociada de Cristo),[16] igualmente se podría argumentar que no existe ninguna otra palabra que realce la participación de la Madre de Dios en nuestra redención, de manera tan definida y contundente.[17] Es más, ha sido santificada por su uso, especialmente cuando lo ha utilizado el magisterio tanto en el pasado como al presente, como veremos más adelante.

 

A.        Primeros Usos en el Magisterio

 

La palabra "Corredentora" hace su primera aparición a nivel magisterial mediante pronunciamientos oficiales de las congregaciones romanas durante el reinado del papa San Pío X (1903-1914), y luego pasa a formar parte del vocabulario papal.

1.    El término aparece por vez primera en el Acta Apostolicae Sedis, como respuesta a una petición hecha por el padre Giuseppe M. Lucchesi, Superior General de los Servitas (1907-1913), en la que solicitaba la elevación del rango de la fiesta de los Siete Dolores de nuestra Señora, a una doble de segunda clase para toda la Iglesia. Al acceder a la petición, La Sagrada Congregación de los Ritos expresó el deseo de que con ello "se incremente el culto a la Madre Dolorosa, y se intensifique la piedad y agradecimiento de los fieles hacia la misericordiosa Corredentora de la raza humana."[18]

2.    Cinco años más tarde, la Sagrada Congregación del Santo Oficio, en un decreto firmado por el cardenal Mariano Rampolla, expresó su satisfacción con la práctica de añadir, al nombre de Jesús, el de María, en el saludo "Alabados sean Jesús y María," a lo que uno responde "Ahora y por siempre":

 

Hay cristianos que tienen tan tierna devoción hacia la que es la más bendita de entre las vírgenes, que no pueden mencionar el nombre de Jesús, sin que vaya acompañado del nombre glorioso de la Madre, nuestra Corredentora, la Bendita Virgen María.[19]

 

3.    Escasos seis meses después de esta declaración, el 22 de enero de 1914, la misma Congregación otorgó una indulgencia parcial de 100 días al que recitara una oración de reparación a nuestra Señora, comenzando con las palabras en italiano Vergine bendetta. A continuación se transcribe la parte de la oración que sustenta nuestro argumento:

 

Oh Virgen bendita, Madre de Dios, desde Vuestro trono celestial donde reináis, dirigid Vuestra mirada misericordiosa sobre mí, miserable pecador, indigno servidor Vuestro. Aunque bien sé mi propia indignidad, deseo reparar por las ofensas cometidas contra Vos por lenguas impías y blasfemas, y desde lo más profundo de mi corazón, Os alabo y exalto como a la creatura más pura, más perfecta, más santa, de entre todas las obras de las manos de Dios. Bendigo Vuestro santo Nombre, Os alabo por el exaltado privilegio de ser verdaderamente la Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado, Corredentora de la raza humana.[20]

 

Monseñor Brunero Gherardini, en base a estas dos últimas instancias, comenta que

 

La autoridad que tiene ese dicasterio (la Sagrada Congregación del Santo Oficio), ahora designada 'para la Doctrina de la Fe', llega al punto de poder otorgar a sus intervenciones, un cierto carácter definitivo en el pensamiento Católico.[21]

 

4.    La primera vez que un papa usó el término, ocurrió durante una alocución que el papa Pío XI (1922-1939) dirigió a los peregrinos de Vicenza el 30 de noviembre de 1933:

 

 

Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos bajo el título de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de redención hasta la cruz, compartiendo con Él los sufrimientos, la agonía y la muerte, con los que Jesús dio cumplimiento cabal a la redención humana.[22]

 

5.    El 23 de marzo de 1934, día de la conmemoración Cuaresmal de nuestra Señora de los Dolores, Pío XI recibió a dos grupos de peregrinos españoles, uno de ellos compuesto por miembros de congregaciones marianas de Cataluña. L'Osservatore Romano no publicó el texto del discurso del Papa, sino que reportó las observaciones principales dirigidas a estos grupos. Comentó, al notar con gran alegría que los peregrinos portaban banderas marianas, que ellos habían ido a Roma a celebrar con el Vicario de Cristo

 

no solamente el decimonoveno aniversario de la divina redención, sino también el decimonoveno centenario de María, el centenario de su Corredención, de su maternidad universal.[23]

 

Continuó diciendo, refiriéndose en especial a los jóvenes, que debían:

 

imitar el pensamiento y deseos de María Santísima, nuestra Madre y nuestra Corredentora: también ellos deben hacer un gran esfuerzo para ser corredentores y apóstoles, siguiendo el espíritu de la acción católica, que es precisamente la cooperación del laicado en el apostolado jerárquico de la Iglesia.[24]

 

6.    Finalmente, el papa Pío XI se refirió a nuestra Señora como Corredentora, el 28 de abril de 1935 durante un mensaje de radio con motivo de la clausura del Año Santo en Lourdes:

 

Madre, la más fiel y misericordiosa, Vos, que como Corredentora y socia de los dolores de Vuestro querido Hijo, lo asististeis cuando ofrecía el sacrificio de nuestra redención en el altar de la cruz… conservad en nosotros e incrementad día con día, os lo suplicamos, los frutos preciosos de nuestra redención y Vuestra compasión.[25]

 

En virtud del uso que se le confería al término Corredentora en los documentos magisteriales y en discursos del Supremo Pontífice, el Canónigo René Laurentin escribió al respecto en 1951:

 

Utilizado o protegido por dos papas, aún en el ejercicio más humilde de su magisterio supremo, el término en lo sucesivo, requiere de nuestro respeto. Sería gravemente temerario, por decir lo menos, atacar su legitimidad.[26]

         

A partir de esa declaración un tanto matizada, el conocido erudito francés hace tiempo ya que alteró su posición, diciendo que:

 

El título de "Corredentora" que se acuñó para ella [María] y que le ha sido ampliamente atribuido por mariólogos, aunque no lo retienen el magisterio papal o el Vaticano II, le quedaría bien al Espíritu Santo, en el sentido más fundamental y estricto del término.[27]

 

Sin embargo, creemos que la defensa de la legitimidad del término que había hecho con anterioridad, podría mantenerse por sí sola. Nos daremos cuenta en lo sucesivo, que el término ha sido retenido por el magisterio papal.

 

B.        El Concilio Vaticano II

 

          Otro argumento surgido contra el uso de este término, fue que estaba específicamente invalidado por el concilio Vaticano II. En tanto que esta declaración es verdadera, requiere de varias aclaraciones. En primer lugar, deberá recordarse que el concilio fue convocado justo en un momento en que la doctrina y piedad marianas habían llegado a un momento culminante[28], y que se habían ido formando, a nivel popular, desde la aparición de nuestra Señora a Santa Catarina Labouré en 1830[29], y a nivel magisterial, desde el tiempo de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854.[30] Esta orientación mariana se había acelerado notablemente durante el decimonoveno año del reinado del siervo de Dios, el papa Pío XII (1939-1958), con la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, el 31 de octubre de 1942,[31] la definición dogmática de la Asunción de nuestra Señora, el 1 de noviembre de 1950,[32] el establecimiento de la fiesta del Inmaculado Corazón de María en 1944[33] y de la dignidad regia de María en el año mariano de 1954.[34]

En segundo lugar, y como consecuencia de este extenso "movimiento mariano," se había dedicado mucho estudio, discusión y debate, a la función que tuvo María en la historia de la salvación, específicamente a los temas de la corredención y mediación.[35] En tanto que durante el reinado del papa Pío XII había habido fuertes disputas en cuanto a la activa colaboración de María en la obra de nuestra redención, para cuando se celebró el Congreso Internacional Mariológico en Lourdes en 1958, existía un consenso bastante unánime relacionado con la verdadera cooperación que tuvo nuestra Señora para adquirir la gracia universal de redención.[36] Por lo tanto, no fue sorpresivo que un buen número de obispos asistiera al concilio, con el deseo de presenciar una manera amplia de tratar estos asuntos. El padre Michael O'Carroll, C.S.Sp., nos dice que de 54 obispos presentes en el concilio que querían un pronunciamiento conciliar de María como Corredentora, 36 pidieron una definición y 11 de ellos, un dogma de fe a este respecto.[37] Sobre la cuestión relativa a la mediación de María, nos dice que 362 obispos deseaban un pronunciamiento conciliar de la mediación de María, mientras que 266 de ellos pidieron una definición dogmática.[38] Por otro lado, el padre Besutti afirma que más de 500 obispos solicitaban esta definición.[39] Una de las razones fundamentales por las que no se emanó esta definición en el concilio, la constituye la voluntad expresa del Santo papa Juan XXIII, de que el concilio debía tener una orientación  primordialmente pastoral, excluyendo específicamente una nueva definición dogmática de cualquier índole.[40]

En tercer lugar, en ese mismo momento, otra corriente estaba entrando a la corriente principal de la vida católica, la de la "sensibilidad ecuménica." Mientras que el padre Besutti confirma que la palabra "Corredentora" sí aparecía en el schema original del documento mariano preparado con antelación para el concilio,[41] la Praenotanda para el primer anteproyecto conciliar o schema sobre nuestra Señora, contenía estas palabras:

 

Algunas expresiones y palabras utilizadas por los Supremos Pontífices han sido omitidas, mismas que, por sí solas, son absolutamente ciertas, pero que difícilmente podrían ser entendidas por los hermanos separados (en este caso Protestantes). Entre éstas palabras, se pueden contar las siguientes: "Corredentora de la raza humana" (Pío X, Pío XI)…[42]

 

Esta prohibición inicial fue rigurosamente respetada y, por lo tanto, el término "Corredentora" no se utilizó en ninguno de los documentos oficiales promulgados por el concilio y, sin lugar a dudas, la "sensibilidad ecuménica" fue un factor primordial para evitarlo[43], al igual que una insatisfacción en general por este lenguaje de mediación de parte de los teólogos más progresistas.[44] Permanecemos con la libertad de poder debatir la sabiduría y efectividad de esta estrategia.[45]

 

C.       Lumen gentium Capítulo 8

 

          En virtud de estas corrientes dispares presentes en el lugar del concilio, uno habría esperado que prevaleciera un mínimo de doctrina para toda esta cuestión de la corredención/mediación marianas. Aún cuando el clima del concilio Vaticano II no fue propicio para su plena asimilación, se establecieron bases sólidas, especialmente con respecto al tema de la corredención mariana o la colaboración de María en la obra de la redención. Juan Pablo II resumió el asunto, en su audiencia general del 13 de diciembre de 1995, de esta manera:

 

Durante las sesiones del concilio, muchos padres deseaban enriquecer mayormente la doctrina mariana expresando de otra manera el oficio que tuvo María en la obra de salvación. El contexto particular en el se llevó a cabo  el debate mariológico  del Vaticano II, no permitió que estos deseos, aunque substanciales y difundidos, fueran aceptados, pero toda esta discusión acerca de María durante el concilio, permanece en vigor y bien balanceada, y los temas en sí, aunque no están plenamente definidos, recibieron atención significativa al tratárseles de manera general.

     Siendo así que el titubeo de algunos padres con respecto al título de Mediadora, no fue un impedimento para que el concilio usara una vez este título, y para que afirmara, en otros términos, la función mediadora de María cuando consintió a su maternidad en el orden de la gracia, según el mensaje del Ángel (cf. Lumen gentium, n. 62). Es más, el concilio afirma que su cooperación en la obra de restaurar la vida sobrenatural de las almas fue "en forma enteramente impar" (ibid., n. 61).[46]

 

Esta constituye una sagaz meditación de alguien que continuamente ha meditando y desarrollado estos temas en particular. Que yo sepa, es el primer reconocimiento público oficial por parte de un Papa de la corriente del concilio, mismo que dio forma a los escritos del capítulo 8 de Lumen gentium. Asimismo, de una manera imparcial y elegante, hace referencia a los padres que "deseaban enriquecer mayormente la doctrina mariana expresando de otra manera el oficio de María en la obra de salvación."

          Si bien el término "Corredentora" no aparece en ninguno de los documentos del concilio, debe reconocerse sin embargo, que el concepto fue transmitido. De hecho, el concilio enseñó con mayor claridad y coherencia la función corredentora de María, que su oficio en la distribución de la gracia, aún cuando la palabra "Mediadora" se usó una vez en el # 62. Por eso, en Lumen gentium # 56,  se habla directamente de la colaboración de María en la obra de la redención:

 

Al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente.[47]

 

En el mismo párrafo, se especifica aún más la naturaleza activa del servicio de María:

 

Con razón, pues, piensan los santos padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, "obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano." Por eso no pocos padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que "el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe"; comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes," afirmando aún con mayor frecuencia que "la muerte vino por Eva, la vida por María."[48]

 

Por lo tanto, es absolutamente claro que los padres del concilio hablan de la colaboración activa de María en la obra de la redención y lo ilustran con el paralelo Eva/María, que encontramos ya en los escritos de los padres post-apostólicos, San Justino Mártir (+165), Ireneo (+ después de 193) y Tertuliano (+ 220).[49]

          Además, los padres del concilio dan otro paso, y partiendo de la importancia general ya establecida que le daban a la colaboración de María en la obra de redención, pasan a subrayar la naturaleza personal de la "unión de la madre con el Hijo en la obra de la salvación" [Matris cum Filio in opere salutari coniunctio] a lo largo de la vida oculta de Jesús (# 57) y de su vida pública (#58). Finalmente, en el número #58, enfatizan la manera en que ella

 

mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida, sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado.[50]

 

Entonces, el concilio no sólo enseña que María, a lo largo de su vida y en términos generales, estuvo asociada con Jesús en la obra de la redención, sino que ella se asoció a sí misma con su sacrificio consintiendo con él. Además, los padres del concilio afirman en el número #61, que María:

 

padeció con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperando en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas.[51]

 

María no sólo consintió con el sacrificio, sino que también se unió a él. En estos dos últimos enunciados, encontramos una síntesis de la enseñanza papal anterior sobre la corredención, así como un sólido punto de referencia para la enseñanza que darían los papas posteriores al concilio.

          Monseñor Brunero Gherardini señala que con o sin el uso del término Corredentora, los observadores protestantes ya habían reconocido de buena gana la posición católica sobre la participación de María en la redención. Ellos ven cualquier participación humana en la obra de salvación del hombre, por muy secundaria y subordinada, como contraria al principio Luterano de solus Christus y, por lo tanto, un "robo que se le hace a Dios y a Cristo."[52] De ahí que, al elaborar la enseñanza magisterial sobre la colaboración de María en la redención, estamos tratando con algo más que la simple posibilidad de que se justifique el término Corredentora,  se trata de un dato fundamental de teología católica, un asunto que no será tratado fácilmente en el diálogo ecuménico, con la simple substitución de una palabra o frase con otra que aparezca como más neutral.[53]

 

D.       Uso del Término por Juan Pablo II

 

          En virtud de la historia reciente, no es de poca importancia que Juan Pablo II, sin fanfarrias pero de una manera totalmente pública, haya rehabilitado la palabra Corredentora y la haya usado de forma análoga, por lo menos seis veces en declaraciones públicas, esto sin mencionar sus referencias, más numerosas aún, del concepto que representa este término. Analicemos rápidamente la utilización que le ha dado a la palabra Corredentora.[54]

 

1.    En el saludo que dirigió a los enfermos después de su audiencia general el 8 de septiembre de 1982, el papa dijo:

 

Maria,  aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad.[55]

             

2.    En ocasión de la fiesta de su santo patrono, Carlos Borromeo, en 1984, el papa ofreció estos pensamientos en su alocución del Angelus en Arona:

 

Hacia nuestra Señora  — La Corredentora — San Carlos volvió la mirada con acentos singularmente revelatorios. Comentando la pérdida de Jesús a los doce años en el Templo,  reconstruyó el diálogo interior que pudo haber habido entre la Madre y el Hijo, y añadió: "sufrirás dolores mayores aún, Oh Madre bendita, y continuarás viviendo; pero la vida para ti será mil veces más amarga que la muerte. Verás cómo entregan a tu Hijo inocente en las manos de los pecadores… Lo verás brutalmente crucificado entre ladrones; verás su santo costado abierto por la estocada cruel de una lanza; finalmente, verás derramarse la sangre que tú misma le diste. ¡Y sin embargo no podrás morir!" (De la homilía pronunciada en la Catedral de Milán el domingo después de  Epifanía, 1584).[56]

 

3.    El 31 de enero de 1985, en un discurso pronunciado en el santuario mariano en Guayaquil, Ecuador, habló así:

 

María va delante de nosotros y nos acompaña. La silenciosa jornada que comienza con la Inmaculada Concepción y pasa por el "sí" de Nazaret, que la convierte en Madre de Dios, encuentra en el calvario un momento particularmente importante. Allí también, aceptando y cooperando con el sacrificio de su Hijo, María es el amanecer de la redención; . . . Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado (cf. Ga. 2:20), María contempló con amor estoico la muerte de su Dios, "consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado" (Lumen gentium, 58) . . .

     De hecho, en el calvario, María se unió al sacrificio de su Hijo que llevó a la fundación de la Iglesia; compartió en lo más profundo de su corazón maternal la voluntad de Cristo "de reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn. 11:52). Habiendo sufrido por la Iglesia, María merecía convertirse en la Madre de todos los discípulos de su Hijo, la Madre que los uniría . . .

     Los Evangelios no nos dicen si Cristo resucitado se le apareció a María. Sin embargo, como ella estaba de manera especial cerca de la cruz de su Hijo, también ella tuvo que haber tenido la privilegiada experiencia de su Resurrección. De hecho, el rol de María como Corredentora no terminó con la glorificación de su Hijo.[57]

 

En el texto anterior, tenemos una buena demostración de las varias maneras en que el Papa describe la colaboración de María en la redención, culminando su referencia con "el ofico de María como Corredentora." Nótese que en este texto, el Papa presenta la función corredentora de María en relación con la declaración de Pablo, "con Cristo estoy crucificado" (Ga. 2:20) y también en relación con el misterio de su Corazón.

 

4.    El 31 de marzo de 1985, domingo de Ramos y día mundial de la Juventud, el Papa habló en este mismo sentido, sobre la inmersión de María en el misterio de la pasión de Cristo:

 

A la hora del Angelus en este domingo de Ramos, que la Liturgia también denomina como el domingo de la pasión del Señor, nuestros pensamientos corren hacia María, inmersa en el misterio de un desmesurado dolor.

     María acompañó a su divino Hijo en el más discreto silencio, ponderando todo en las profundidades de su corazón. En el calvario, permaneciendo al pie de la cruz, en la inmensidad y profundidad de su sacrificio maternal, tenía a Juan a su lado, el Apóstol más joven…

     Que María, nuestra Protectora, la Corredentora, a quien ofrecemos nuestra oración con gran efusión, haga que nuestro deseo corresponda generosamente con el deseo del Redentor.[58]

                  

5.    El 24 de marzo de 1990, el Santo Padre se dirigió a los participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza Confederada del Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTAL), así como a los enfermos que atienden, con estas palabras:

 

¡Que María Santísima, Corredentora de la raza humana junto con su Hijo, les otorgue siempre fortaleza y confianza![59]

 

          6.  Asimismo, al conmemorar el sexto centenario de la canonización de Santa Brígida de Suecia, el 6 de octubre de 1991, dijo:

 

Brigidita miró a María como su modelo y apoyo en todos los momentos de su vida. Habló energéticamente del privilegio divino de la Inmaculada Concepción de María. Contempló su asombroso oficio como Madre del Salvador. La invocó como la Inmaculada Concepción, nuestra Señora de los Dolores y Corredentora, exaltando la singular misión de María en la historia de la salvación y la vida del pueblo Cristiano.[60]

 

          De una manera totalmente natural y sin dejar de prestar debida atención al uso que le da a la palabra Corredentora, el Pontífice simplemente ha resumido el uso de la terminología que ha sido empleada en la liturgia y por los teólogos desde finales de la Edad Media[61], y que también utilizó el magisterio a principios de este siglo, especialmente por el papa Pío XI, como ya lo hemos visto.

El papa Juan Pablo II también ha usado la palabra "corredentor" o "corredención" por lo menos en tres ocasiones, al hablar de la constante colaboración de los cristianos en la obra de la redención. Tradicionalmente, los teólogos han hecho una distinción entre la singular colaboración de María en la redención, que estaba efectuándose in actu primo, de la aplicación de las gracias de redención a personas individuales, que se lleva a cabo in actu secundo. La redención in actu primo o "redención objetiva," o fase ascendente de la redención, podría definirse como la adquisición de la salvación universal, mediante el sacrificio querido por Dios, con objeto de reconciliar al mundo con Él. La redención in actu secundo o "redención subjetiva," o la fase descendente de la redención, o mediación de la gracia, podría definirse como la aplicación de los frutos de la redención a individuos en particular, por medio de la mediación querida por Dios.[62] Se ha afirmado de manera consistente, que nuestra Señora participa en ambas fases de la obra de redención, mientras que los demás cristianos, pueden participar aplicando estas gracias de redención a personas y situaciones en particular. En consecuencia, todos podemos ser corredentores in actu secundo. La manera en la que el Santo Padre ilustró estas distinciones, en su audiencia general del 9 de abril de 1997, sin haber empleado la terminología técnica clásica que mencionamos anteriormente, fue la siguiente:

 

La colaboración de los cristianos en la salvación tiene lugar después del evento del calvario, cuyos frutos se esfuerzan por difundir a través de la oración y el sacrificio. María, en cambio, cooperó durante el evento mismo y en su oficio de Madre; por lo tanto, su cooperación abarca toda la obra salvífica de Cristo. Solamente ella estuvo asociada de esta manera con el sacrificio redentor que mereció la salvación de toda la humanidad. En unión con Cristo y en sumisión a Él, ella colaboró en obtener la gracia de salvación para toda la humanidad.

     El oficio de la Santísima Virgen como cooperadora, tiene su origen en su divina maternidad. Dando a luz a Aquél que estaba destinado a obtener la redención del hombre, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, y padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, "cooperó en forma enteramente impar … a la obra del Salvador" (Lumen gentium, n. 61). Aunque la llamada de Dios para cooperar en la obra de la salvación concierne a cada ser humano, la participación de la Madre del Salvador en la redención de la humanidad, es un hecho único e irrepetible.[63]

 

Revisemos ahora brevemente, el uso que el Santo Padre ha dado a la palabra "corredentora" y "corredención," ya que incluye a todos los cristianos.

 

          1.    Al dirigirse a los enfermos del Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios (Fatebenefratelli) en la Isla Tiber de Roma, el 5 de abril de 1981, el Papa pidió:

 

¿Será necesario recordar a todos ustedes, que penosamente pasan la prueba del sufrimiento y que me están escuchando, que su dolor los une cada vez más con el Cordero de Dios que "quita el pecado del mundo" por su pasión (Jn. 1:29), y que por lo tanto ustedes también, asociados con Él en el sufrimiento, pueden ser corredentores con la humanidad? Ustedes conocen estas verdades resplandecientes. Nunca se cansen de ofrecer sus sufrimientos por la Iglesia, para que todos sus hijos sean consistentes con su fe, perseverando en la oración y fervientes en la esperanza.[64]

 

2.  El 13 de enero de 1982, después de dar su discurso en la audiencia general, el Papa se dirigió de esta manera a los enfermos:

 

A los enfermos que están presentes y a aquellos que están siendo atendidos en hospitales, en casas de retiro y en las familias, yo les digo: nunca se sientan solos, porque el Señor está con ustedes y jamás los abandonará. Anímense y sean fuertes: unan sus dolores y sufrimientos a los del Crucificado y se convertirán en corredentores de la humanidad, junto con Cristo.[65]

 

Debe señalarse que este es un tema al que constantemente recurre en sus discursos pastorales el papa Juan Pablo II, tema que trató con una profundidad e inspiración asombrosas, en su carta apostólica Salvifici Doloris del 11 de febrero de 1984, en la que hace una larga exposición de la corredención mariana in actu primo, y de la corredención Cristiana in actu secundo, sin que haya utilizado las palabras "Corredentora," "corredención" o "corredentor."

 

          3.    El 8 de mayo de 1988, el Santo Padre dirigió estas significativas palabras a los obispos de Uruguay que se habían reunido en la Nunciatura Apostólica en Montevideo, refiriéndose a los candidatos para el sacerdocio:

 

"El candidato debe ser irreprochable" (Tt. 1:6) advierte nuevamente San Pablo. Deberán cultivar la dirección espiritual personal (candidatos para el sacerdocio), un amor ilimitado por Cristo y su Madre, y un gran deseo de tener una cercana unión con la obra de la corredención.[66]

 

          A pesar de todos los argumentos que con gran esmero he subrayado anteriormente, ha habido lo que al parecer es un orquestado esfuerzo para afirmar que ninguno de estos casos tiene algún valor teológico.

          En primer lugar, se llevó a cabo la "Declaración de la Comisión Teológica de la Academia Internacional Mariana Pontificia" realizada en Czestochowa, Polonia, en agosto de 1996, compuesta por una comisión "ad hoc" de 18 católicos, 3 ortodoxos, un anglicano y un luterano, y publicada por L'Osservatore Romano el 4 de junio de 1997. Refiriéndose a los títulos Corredentora, Mediadora y Abogada, afirma que:

 

Los títulos, de la manera en que se proponen, son ambiguos, ya que pueden entenderse de varias maneras diferentes. Además, la dirección teológica que asumió el concilio Vaticano II, que no quiso definir ninguno de estos títulos, no se debe abandonar. El concilio Vaticano II no utilizó el título "Corredentora," y los títulos de "Medidora" y "Abogada" los utiliza de manera muy moderada (cf. Lumen gentium, n. 62) De hecho, desde los tiempos del papa Pío XII, el magisterio papal no ha utilizado el término "Corredentora" en sus documentos importantes. Existe evidencia de que el propio papa Pío XII, intencionalmente evitaba usarlo.[67]

 

A la luz de lo que ya he planteado y documentado, es aparente que esta declaración no está exenta de criticismo, por la manera en que intenta confrontar los hechos, y porque no tiene valor magisterial. Pasa por alto el uso que el papa Juan Pablo II ha dado al término, como si no apareciera en documentos magisteriales significativos.

          Junto con la declaración en L'Osservatore Romano, en la misma edición aparecieron dos comentarios: uno sin firma con el título "¿Un nuevo dogma mariano?"[68] y el otro firmado por Salvatore M. Perrella, O.S.M., intitulado "La cooperación de María en la obra de redención: estado actual de la cuestión."[69]  El comentario sin firma, especifica de mejor manera el uso de este término por el actual Pontífice:

 

Con respecto al título de Corredentora, la Declaración de Czestochowa hace notar que "desde el tiempo del papa Pío XII, el término Corredentora no ha sido usado por el magisterio papal en sus documentos significativos" y existe evidencia de que él mismo intencionalmente evitaba usarlo. Cualidad importante, porque aquí y allá, en escritos papales marginales y, por lo tanto, carentes de autoridad doctrinal, uno se puede encontrar con este título, aunque sea muy raro. Sin embargo, en los documentos que son sustanciales y en aquellos que tienen alguna importancia doctrinal, se evita absolutamente este término.[70]                              

 

          A la luz de estas declaraciones, debemos preguntar: ¿Cuál es el valor doctrinal del término "Corredentora" y "corredención" que usa Juan Pablo II?  Por supuesto que yo no argumentaría que el Papa ha utilizado la palabra Corredentora en documentos papales de la más alta autoridad educativa. o que él ha proclamado la doctrina, o el uso de la palabra, de la manera más solemne. No obstante, sí creo, que las ocasiones en las que ha utilizado el término Corredentora para describir la colaboración de nuestra Señora en la obra de nuestra redención — especialmente a la luz del uso magisterial anterior — no merece ser pasado por alto desdeñosamente como "marginal (y) por lo tanto, desprovista de autoridad doctrinal."[71] Aún cuando es cierto que el haber usado cinco veces el término, puede ser considerado como referencias pasajeras, no creo que merezcan ser ignoradas. El ejemplo del 31 de enero de 1985 en Guayaquil constituye, sin embargo, un comentario muy significativo en cuanto al sentido que tiene la corredención mariana, y merece que se examine cuidadosamente. Al concluir este ensayo, tendremos la posibilidad de hacer un análisis más exhaustivo de la autoridad doctrinal que tienen las enseñanzas papales colectivas relativas a toda esta cuestión.

          Una última pregunta de terminología: ¿Cómo nos podemos explicar que el Papa se haya abstenido de usar las palabras "Corredentora," "corredención" y "corredentor" desde 1991? Tengo la dicha de valerme de una respuesta que dio el padre Alessandro Apollonio:

 

El Papa, desde el momento en que revivieron en la Iglesia los ecos de la controversia teológica, como resultado del movimiento Vox populi del Dr. Miravalle, llegando a los niveles más altos de la jerarquía, de hecho no ha vuelto a usar el título Corredentora. Esta posición sumamente prudente de parte del Santo Padre, es totalmente comprensible, porque si se hubiera pronunciado explícitamente a favor de la corredención, y dadas las circunstancias, ello habría sido como una clara y directa aprobación a la petición, mientras que la prudencia requeriría que, antes de hacer un pronunciamiento definitivo sobre un nuevo dogma, el Papa tendría que convocar comisiones de expertos, promover estudios y la devoción misma, ilustrar la doctrina de manera exhaustiva y consultar al episcopado en su conjunto. La catequesis de los miércoles [desde el 6 de septiembre de 1995 al 12 de noviembre de 1997] ilustró claramente la doctrina y, aunque jamás se mencionó explícitamente el título Corredentora, de este modo preparó el terreno para el nuevo dogma. En consecuencia si el Papa, después de haber hecho todo esto prudentemente, proclama el nuevo dogma, no estaría haciendo nada en contra de su magisterio, sino que lo coronaría de la manera más espléndida, para la edificación y exultación de todos los fieles.[72]

 

          De hecho, el papa Juan Pablo II ha logrado hacer mucho más que simplemente rehabilitar el uso de una palabra y mostrar que tiene un legítimo uso. Ha logrado otra noble acción hacia aquellos "muchos padres [del concilio Vaticano II que] deseaban enriquecer mayormente la doctrina mariana expresando de otra manera la función de María en la obra de salvación,"[73] e incluso, con el hecho de volver a proponer la discusión en torno a la mediación mariana, en su encíclica Redemptoris Mater[74], después de haber sido ampliamente aceptada por el círculo teológico.[75] Ha demostrado, una vez más, que el magisterio está por encima de meras "exactitudes teológicas" y está consciente de la continuidad con la Tradición. Es más, el Papa continúa extrayendo los múltiples aspectos de la función corredentora de María, como lo veremos más adelante.

 

III.     La Colaboración de María en la Obra de Redención

 

          Ahora queda por señalar la consistente perspectiva que el magisterio papal ha tenido en relación con el oficio corredentor de María, asunto de mucha mayor importancia que el simple uso del término Corredentora. En tanto que citar cada uno de los textos papales que existen en esta amplio materia, prolongaría nuestro estudio indebidamente, intento, sin embargo, ilustrar cada uno de los aspectos más importantes con pasajes representativos de varios pontificados. Al hacer esto, me esforzaré por seguir la orientación básica que ya hemos notado en el capítulo 8 de Lumen gentium, que también sigue un orden histórico indicado por el papa Juan Pablo II en su audiencia general dirigida el 25 de octubre de 1995[76] esto es, estableciendo en primer lugar, la colaboración de María en la obra de la redención como la "nueva Eva" y "asociada del Redentor" y después, analizando su activa participación en el ofrecimiento del sacrificio para nuestra redención. Sin embargo, será inmediatamente obvio que cualquier texto citado, encajará con frecuencia en más de una categoría.

 

          A.      La "Nueva Eva" ­­ ­—  Asociada del "Nuevo Adán"

 

          Hicimos notar ya con anterioridad, cuando el Santo Padre, en su catequesis del 25 de octubre de 1995, se refirió a la enseñanza de San Ireneo quien mostró a María como la "nueva Eva." Verdaderamente, tanto San Justino Mártir (+165), San Ireneo (+ después de 193), como Tertuliano (+ después del 220), todos pertenecientes al período post-apostólico, señalaron el paralelismo y el contraste que existe entre María y Eva. Este fascinante paralelismo, que nunca se ha ausentado de la liturgia de la Iglesia[77] y del magisterio[78], fue resaltado en Lumen gentium # 56 y en el Catecismo de la Iglesia Católica # 411. Este tema vierte una notable luz sobre la función que tuvo María en nuestra redención, y ha sido ampliamente ilustrado por el magisterio papal en los tiempos modernos. A continuación tenemos un ejemplo que nos viene de la enseñanza del papa Benedicto XV (1914-1922). En su homilía del 13 de mayo de 1920, en ocasión de la canonización de San Gabriel de la Virgen Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque, declaró:

 

Pero los sufrimientos de Jesús no pueden separarse de los dolores de María. Así como el primer Adán tuvo a una mujer como cómplice en su rebelión contra Dios, así el nuevo Adán quiso tener a una mujer que compartiera su obra al re- abrir las puertas del cielo para los hombres. Desde la cruz, Él se dirige a su propia Madre Dolorosa como la "mujer," y la proclama la nueva Eva, la Madre de todos los hombres, por quienes Él moría para que tuvieran vida.[79]

 

          El papa Pío XII se refirió al tema en varias ocasiones. En un extracto de su alocución dirigida a los peregrinos de Génova el 22 de abril de 1940, dijo:

De hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo Cristiano? ¿No son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol de la cruz une en el dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros primeros padres en el Edén?[80]

 

          En su encíclica Mystici Corporis, del 29 de junio de 1943, describe a María "como una nueva Eva"[81] y en su constitución apostólica Munificentissimus Deus, del 1 de noviembre de 1950, por la que definió solemnemente el dogma de la Asunción de María al cielo, atrae nuestra atención la antigüedad de este tema:

 

Debemos recordar de manera especial que desde el siglo segundo, los santos padres designaban a la Virgen María como la nueva Eva quien, aunque sujeta al nuevo Adán, está íntimamente asociada con Él en esa lucha contra el enemigo infernal y que, como se predijo en el proto-evangelio, tendrá como resultado final la victoria total sobre el pecado y la muerte, que siempre van mencionados a la par en los escritos del Apóstol de los Gentiles.[82]

 

El Papa subraya que así como Eva estuvo sujeta a Adán, así la nueva Eva está sujeta al nuevo Adán. Sin embargo, continúa el Papa, ella está " íntimamente asociada con Él en esa lucha contra el enemigo infernal y que … tendrá como resultado final la victoria total sobre el pecado y la muerte." De este modo, el Papa mantiene balanceada la verdad católica que reconoce a ambos, Jesús como el único Redentor y María como subordinada y, sin embargo, "íntimamente asociada con Él" en la obra de la redención.

 

          En su encíclica Ad Caeli Reginam del 11 de octubre de 1954, Pío XII continuó ampliando esta analogía entre Eva y María, refiriéndose al testimonio de San Ireneo:

 

De estas consideraciones podemos concluir lo siguiente: en la obra de la redención, María, por designio de Dios, fue unida con Jesucristo, la causa de salvación, de manera muy semejante a la que Eva fue unida con Adán, la causa de la muerte. Por lo tanto, puede decirse que la obra de nuestra salvación fue llevada a cabo por una "restauración" (San Ireneo) en la que la raza humana, así como fue sentenciada a morir por una virgen, fue salvada por una virgen.[83]

 

          En su Professio Fidei o "Credo del Pueblo de Dios," el 30 de junio de 1968, el papa Paulo VI unió los temas estrechamente relacionados de "asociada del Redentor" y "nueva Eva," al formular la creencia de la Iglesia en la Virgen María:

 

Unida por un vínculo indisoluble al misterio de la encarnación y redención, la Santísima Virgen María, la Inmaculada, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los justos; y Nosotros creemos que la Santísima Madre de Dios,  nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, cooperando para que las almas redimidas nazcan y crezcan en la vida divina.[84]

 

Este artículo es verdaderamente una obra de arte al sintetizar los principales dogmas marianos, es decir, que María es Madre de Dios, siempre Virgen, concebida inmaculada, asunta al cielo y, al mismo tiempo, subraya su espiritualidad maternal y sus oficios corredentores y mediadores.

          Finalmente, veamos la elegante alusión que hizo Paulo VI sobre el tema de la "nueva Eva," en su exhortación apostólica Marialis Cultus, del 2 de febrero de 1974, afirmando que: "María, la nueva mujer, está al lado de Cristo, el nuevo hombre, en cuyo misterio, el misterio propio del hombre encuentra la verdadera luz."[85]

          Virtualmente inseparable del concepto de María como "nueva Eva," está su asociación íntima con la vida, sufrimientos y muerte de Cristo. Por lo tanto, el hecho de describirla como asociada o compañera del Redentor [socia Redemptoris][86], se convierte en otra manera de reconocer la participación activa única que tuvo en la redención. La primera aparición explícita de esta terminología en relación con María, ocurrió en los escritos de Ambrosio Autpert (+784), utilizando la forma verbal sociata para expresar la idea. "Según el conocimiento actual, fue Ekbert de Schönau (+1184) quien usó por primera vez el sustantivo socia para María."[87]

          El Beato Pío IX (1846-1878) en su constitución apostólica Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre de 1854, enunció un principio de importancia capital para la mariología, mismo que por largo tiempo había sido sostenido por  la escuela franciscana de teología,[88] es decir, que "Dios, por el único y mismo decreto, había establecido el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría."[89] Con base en este principio, confirmado frecuentemente por el magisterio,[90] la íntima asociación de María con Jesús como la "nueva Eva" en la obra de redención, es axiomática, y por ello, Pío IX declara en la misma constitución apostólica:

 

De ahí que, así como Cristo, el Mediador entre Dios y el hombre, asumió una naturaleza humana, borrando lo que estaba escrito en el decreto y que estaba contra nosotros, y lo ató triunfalmente a la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él por el vínculo más estrecho e indisoluble, fue, con Él y mediante Él, eternamente enemistada con la serpiente maligna, triunfando victoriosamente sobre él, aplastándole la cabeza con su pie inmaculado.[91]

 

          El papa León XIII (1878-1903) en su encíclica sobre el rosario del 1 de septiembre de 1883, Supremi Apostolatus, argumenta sobre esta misma base, que María es la "augusta asociada con Jesús en la obra de la salvación humana" [servandi hominum generis consors]:

 

La Santísima Virgen estuvo exenta de la mancha del pecado original y fue escogida para ser la Madre de Dios. Por esta misma razón ella fue asociada con Él en la obra de la salvación humana, y con su Hijo, goza de favor y poder mayores a los que ningún hombre o ángel haya alcanzado o podrá jamás alcanzar.[92]

 

Este breve texto que habla tan claramente de María como la asociada de Cristo en la obra de nuestra salvación, echa los cimientos para su mediación. El Papa desarrolla exactamente la misma línea de argumentos, en su encíclica del rosario del 5 de septiembre de 1895, Adiutricem Populi, nombrando literalmente a María "la ministro por quien se efectúa el misterio de la redención humana" [sacramenti humanae redemptionis patrandi administra][93] y por lo tanto enfatizando su función como Corredentora en el pasado y Mediadora en el presente:

 

Desde la morada celestial comenzó, por decreto de Dios, a cuidar de la Iglesia para ayudarnos y ganarnos como amiga y Madre; de tal forma que ella, que estuvo tan íntimamente asociada con el misterio de la salvación humana, está de igual manera estrechamente asociada con la distribución de las gracias que desde siempre brotarán de la redención.[94]

 

Finalmente, en su constitución apostólica Ubi primum del 2 de octubre de 1898, expresa que María fue "la cooperadora en la redención del hombre y siempre el refugio principal y supremo de los católicos en todas las pruebas que pasaron."[95]

          El Santo papa Pío X (1903-1914), en su carta encíclica Ad Diem Illum del 2 de febrero de 1904, al conmemorar el cincuenta aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción, se refiere a María como "la compañera constante de Jesús" [assidua comes] al hacer esta pregunta:

 

¿No creen ustedes que es correcto y apropiado afirmar que María, a quien Jesús hizo su constante compañera desde la casa de Nazaret hasta el lugar del calvario, y quien sabía, mejor que nadie, los secretos de su corazón, distribuye con derecho de madre los tesoros de sus méritos, y es la ayuda más segura para conocer y amar a Cristo?[96]

 

En la misma encíclica, el Santo continúa refiriéndose a María como "partícipe en los sufrimientos de Cristo y la asociada en su pasión" [particeps passionum Christi sociaque].[97]

          Siguiendo la línea de pensamiento desarrollada por el Beato Pío IX y León XIII, Pío XI presenta la Inmaculada Concepción de María como una preparación necesaria para su misión de "asociada a la redención de la humanidad" [generis humani consors], en su carta del 28 de enero de 1933, Auspicatus profecto, al cardenal Binet:

 

De hecho, la augusta Virgen, concebida sin pecado original, fue escogida para ser la Madre de Cristo con el objeto de que pudiera estar asociada con Él en la redención de la humanidad. Por esa razón fue adornada con tan abundante gracia y tan gran poder a la vista de su Hijo, que ninguna naturaleza humana o angélica podrá jamás adquirir una semejanza en gracia o poder.[98]

 

          Durante su pontificado, el Siervo de Dios papa Pío XII (1939-1958), mostraría una preferencia particular en describir a María como la muy amada asociada de Cristo [alma socia Christi].[99] En su mensaje de radio a Fátima el 13 de mayo de 1946, usó la forma verbal para describir la íntima colaboración de María en la redención:

 

Él, el Hijo de Dios, le dio a su Madre celestial una parte de su gloria, su majestad, su reinado; porque, asociada como Madre y Ministro del Rey de los mártires en la obra inefable de la redención del hombre, asimismo está asociada con Él para siempre, con un poder por así decirlo infinito, en la distribución de las gracias que fluyen de la redención.[100]

 

En el texto anterior, vemos de nueva cuenta el vínculo acostumbrado en las enseñanzas papales, de corredención con mediación.

          El papa Pío XII, en su constitución apostólica Munificentissimus Deus del 1 de noviembre de 1950, por la que declaró la asunción de María al cielo un dogma de fe, se refirió a ella como "la noble asociada del divino Redentor" [generosa Divini Redemptoris socia].[101] También subrayaría esta asociación en su encíclica sobre la dignidad regia de María, Ad Caeli Reginam del 11 de octubre de 1954, explicando que "en esta obra de redención, la Santísima Virgen María estaba estrechamente asociada con Cristo,"[102] que ella es "su asociada en la obra de redención"[103] y después, citando a Francisco Suarez, de que:

 

Así como Cristo, porque Él nos redimió, es por un título especial nuestro Rey y nuestro Señor, así también María Santísima es [nuestra Reina y Señora] en virtud de la singular manera en que ella cooperó en nuestra redención.[104]

         

Finalmente, en su excelente encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, Haurietis Aquas del 15 de mayo de 1956, describió a María como "su asociada [de nuestro Redentor] al llamar a los hijos de Eva a la vida de la divina gracia."[105]

          El Beato Juan XXIII (1958-1963) se refirió en dos ocasiones a nuestra Señora como asociada a la obra de la redención. En un mensaje de radio a los fieles de Ecuador, se refirió a María como "Aquella que, en su vida terrena, estuvo tan íntimamente asociada en la obra de Cristo"[106], y el 9 de diciembre de 1962, durante la canonización de Pedro Julian Eymard, Antonio Pucci y Francisco de Camporosso, declaró:

 

Junto a Jesús se encuentra su Madre  — Regina sanctorum omnium — aquella que anima la santidad en la Iglesia y es la primer flor de su gracia. nuestra Señora, íntimamente asociada con la redención en los planes eternos del Altísimo, y como lo cantó Severiano de Gabala, "es la madre de la salvación, la fuente de la luz que se ha hecho visible" (PG 56, 498).[107]

 

          El Siervo de Dios papa Paulo VI (1963-1978) en el curso de su pontificado, siguió muy de cerca los textos desarrollados en el octavo capítulo de Lumen gentium. Durante su discurso más importante, al concluir la tercera sesión del concilio Vaticano II en la que declaró a María Madre de la Iglesia y a quien confió nuevamente la Iglesia,[108] dijo:

 

Porque la Iglesia no sólo está constituida por su orden jerárquico, su sagrada liturgia, sus sacramentos, su estructura institucional. su vitalidad interior y peculiar naturaleza, fuente principal en la santificación efectiva del hombre, debe encontrarse en su unión mística con Cristo. No podemos concebir esta unión fuera de la que es Madre del Verbo Encarnado, y a quien Cristo asoció tan íntimamente con Él para lograr nuestra salvación.[109]

 

          De manera semejante se refirió a María en su exhortación apostólica Signum Magnum del 13 de mayo de 1967, llamándola "la Madre de Cristo y su más íntima asociada"[110] y "la cooperadora del Hijo en la obra de restaurar  la vida sobrenatural en las almas"[111].  Asimismo, en su exhortación apostólica  Marialis Cultus del 2 de febrero de 1974, habló de María como "la asociada del Redentor"[112] y "Madre y asociada del Salvador."[113]

          En su mensaje a los obispos y pueblo de Chile, el 24 de noviembre de 1974, Paulo VI caracterizó a María como "misteriosamente asociada y para siempre con la obra de Cristo."[114] Pero quizás el uso más original que le dio al término, fue en su carta del 13 de mayo de 1975, E' con sentimenti, al cardenal Leo Jozef Suenens, con ocasión del 14avo. Congreso Internacional Mariano. En esa carta expresó:

 

La Iglesia Católica, además, siempre ha creído que el Espíritu Santo, interviniendo personalmente aunque en comunión indivisible con las otras Personas de la Santísima Trinidad en la obra de la salvación humana (cf. G. Philips, L'Union personelle avec le Dieu vivant. Essai sur l'origine et le sens de la grâce crée, 1974), ha asociado a la humilde virgen de Nazaret con Él mismo.[115]

 

Lo que resulta particularmente interesante en este texto, es que Paulo VI habla en efecto de María como la "asociada del Espíritu Santo en la obra de la salvación humana." Si bien es cuidadoso al justificar teológicamente su afirmación, introduce aquí, sin embargo, un matiz nuevo al conceptualizar la colaboración única de María en la obra de salvación.

          El papa Juan Pablo ha continuado en la línea de sus predecesores, iluminando el papel de María como la "nueva Eva" y "asociada del Redentor."  En un extraordinario discurso que dio en audiencia general el 4 de mayo de 1983, el Santo Padre habló del tema, enfatizando el concepto de "asociada":

 

Muy queridos hermanos y hermanas, en el mes de mayo alzamos nuestros ojos a María, la mujer que fue asociada de una manera única en la obra de la reconciliación de la humanidad con Dios. Según el designio del Padre, Cristo debía llevar a cabo esta obra por medio de su sacrificio. Sin embargo, una mujer estaría asociada con Él, la Virgen Inmaculada, quien por eso se presenta ante nuestros ojos como el modelo más perfecto de cooperación en la obra de salvación…

          El "Sí" de la anunciación constituyó no sólo aceptar la maternidad que se le ofrecía, sino que significó, sobre todo, el compromiso de María de servir al misterio de la redención. La redención fue la obra de su Hijo; María fue asociada a esta obra en un nivel subordinado. Sin embargo, su participación fue real y exigente. Al dar su consentimiento al mensaje del Ángel, María accedió a colaborar en la totalidad de la obra de reconciliación de la humanidad con Dios, al momento que su Hijo la llevara a cabo.[116]

         

          Consideremos ahora ocasiones más recientes, en las que él subraya a María, en particular, como la "nueva Eva." He aquí una exposición de su catequesis del 15 de octubre de 1997:

 

San Justino y San Ireneo hablan de María como la nueva Eva quien, por su fe y obediencia, enmienda la incredulidad y desobediencia de la primer mujer. Según el Obispo de Lyons, no fue suficiente para Adán haber sido redimido en Cristo, sino que "era justo y necesario que Eva fuera restaurada en María" (Demonstratio apostolica, 33). De esta forma enfatiza la importancia que tiene la mujer en la obra de salvación y echa los cimientos para que la devoción a María sea inseparable de la que se muestra a Jesús, que perdurará a lo largo de los siglos cristianos.[117]

 

Además, habla de María como la " nueva mujer que, según el designio de Dios, repararía la caída de Eva."[118] El papa Juan Pablo dice que:

 

El paralelo, establecido por Pablo entre Adán y Cristo, se completa por el que se da entre Eva y María: el rol de la mujer, tan importante en el drama del pecado, lo es de igual manera en la redención de la humanidad.

     San Ireneo  presenta a María como la nueva Eva, quien por su fe y obediencia enmendó la incredulidad y desobediencia de Eva. Una función como ésta en la economía de la salvación, requiere de la ausencia del pecado.[119]

 

Nuevamente nos dice que:

 

La maternidad universal de María, la "Mujer" de las bodas de Cana y del calvario, nos recuerda a Eva, "madre de todos los vivientes" (Gn. 3:20). Sin embargo, mientras que esta última ayudó a que entrara el pecado en el mundo, la nueva Eva, María, coopera en el evento salvífico de la redención. Así, en la Santísima Virgen la figura de la "mujer" se rehabilita y su maternidad asume la tarea de expandir entre los hombres la vida nueva en Cristo.[120]

 

          Así como Eva fue la ayuda adecuada para Adán  (cf. Gn. 2:18-20), el Papa nos dice que:

 

Habiendo creado el hombre, "macho y hembra" (cf. Gn. 1:27), el Señor también quiere situar a la nueva Eva al lado del nuevo Adán en la redención. Nuestros primeros padres, siendo pareja, escogieron el camino del pecado; una nueva pareja, el Hijo de Dios con la cooperación de su Madre, re-establecería a la raza humana en su dignidad original.[121]

 

El Papa, al impartir su enseñanza sobre la gloriosa asunción de María al cielo, especifica adicionalmente que, si bien podemos hablar de Jesús y María como de "una pareja, un nuevo par," asimismo debemos reconocer que también hay una diferencia importante:

 

De manera análoga a lo que pasó en los comienzos de la raza humana y de la historia de la salvación, el ideal de la escatología en el plan de Dios, no era que se revelara en un individuo, sino en una pareja. Por eso en la gloria celeste, además del Cristo resucitado, hay una mujer que ha sido elevada, María; el nuevo Adán y la nueva Eva, los primeros frutos de la resurrección en general de los cuerpos de toda la humanidad.

     Por supuesto que las condiciones escatológicas de Cristo y María no deben ser puestas al mismo nivel. María, la nueva Eva, recibió de Cristo, el nuevo Adán, la plenitud de gracia y la gloria celestial, habiendo sido elevada por medio del Espíritu Santo por el poder soberano del Hijo.[122]

 

          Desde hace mucho, tiempo, la mariología clásica ha sabido y enseñado que existe una analogía, una cierta "semejanza en la diferencia" entre Cristo y María, una cierta simetría y complementariedad, aunque no identidad, entre ellos.[123] Este principio analógico es muy pertinente al tema en discusión y no cabe duda que la entera disertación acerca del rol que tuvo María en la obra de nuestra redención, no puede ser entendido fuera de éste. De ahí que en la catequesis arriba mencionada, el Santo Padre es cuidadoso al subrayar e ilustrar este principio. Así también lo hace en la catequesis a continuación, en la que trata del reinado de Cristo y la dignidad de María como Reina:

 

Mi venerable predecesor Pío XII, en su encíclica Ad coeli Reginam al que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, señala como fundamento de la dignidad de María como Reina, además de su maternidad, su cooperación en la obra de redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: "Allí estaba Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufriendo cerca de la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (AAS 46 [1954]634). Posteriormente, establece una analogía entre María y Cristo que nos ayuda a entender el significado que tiene la posición de realeza de la Santísima Virgen. Cristo es Rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque Él es el Redentor; María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada al nuevo Adán como la nueva Eva, cooperó en la obra de redención de la raza humana (AAS 46 (1954) 635).[124]

 

Veamos bien la "semejanza en la diferencia": Cristo es Rey porque (1) es Hijo de Dios y (2) porque es Redentor; María es Reina porque (1) es Madre de Dios y (2) porque cooperó en la obra de la redención.[125]

 

          IV.     La Activa Participación de María en el Sacrificio del Calvario

 

          Consideremos ahora el ápice de la actividad corredentora de nuestra Señora, su participación en la pasión y muerte de su Hijo.  El papa Juan Pablo II, en la catequesis que impartió con un gran significado el 25 de octubre de 1995, nos permite vislumbrar el crecimiento interior que ha tenido la Iglesia en cuanto a la participación activa de María en la redención. Comenta que la intuición de San Ireneo de que María "con su 'si', se convirtió en 'causa de salvación' para ella y para toda la humanidad"

 

no fue desarrollado de manera consistente y sistemática por los demás padres de la Iglesia.

     En cambio, se trabajó sistemáticamente en esta doctrina por primera vez, a finales del siglo X en la Vida de Maria escrita por un monje bizantino, Juan el Geómetra.[126] En este documento, María está unida a Cristo en toda la obra de la redención, participando, según designio divino, de la cruz y el sufrimiento por nuestra salvación. Ella permaneció unida al Hijo "en cada acto, actitud y deseo" (cf. Life of Mary, Bol. 196, f. 123 v.).[127]

 

          La permanente unión de María con Jesús "en cada acto, actitud y deseo," es un dato que la Iglesia vendría a entender más claramente con el paso del tiempo, conforme continuaba rumiando en el persona y la función de María bajo la guía del Espíritu Santo. Parece ser que Juan el Geómetra fue el primero en habernos dejado reflexiones escritas acerca del lazo inseparable que existe entre Jesús y María en la obra de nuestra salvación. Él explícitamente afirma que "La Virgen, después de haber dado a luz a su Hijo, jamás se separó de Él, de su actividad, sus disposiciones, su voluntad."[128]  Esto obviamente implica el consentimiento voluntario de María a (1) el sacrificio de su Hijo, que también, por necesidad, implica (2) el sacrificio de sí misma en unión con Él. Mientras que haré una distinción lógica entre estos dos ofrecimientos en las siguientes sub-secciones, en realidad fueron simultáneos y los textos papales que he citado así los tratarán con frecuencia.

 

          A.      María Ofrece a la Víctima

 

          Bajo la guía del Espíritu Santo, la Iglesia llegó a entender cada vez más convencida, que el "fiat" de María en el momento de la anunciación, floreció en su "fiat" bajo la cruz, y que al consentir con el ofrecimiento del sacrificio de su Hijo, de su parte esto significó un ofrecimiento real del sacrificio. A continuación, se transcribe un texto de capital importancia de León XIII, carta encíclica Jucunda Semper del 8 de septiembre de 1894 que asocia estos dos "fíats":

 

Cuando se declaró a sí misma la esclava del Señor para el cargo de ser Madre, y cuando, al pie del altar, ofreció todo su ser con su niño Jesús  -entonces y después- tomó su parte en la dolorosa expiación que ofreció su hijo por los pecados del mundo. Por lo tanto, es seguro que ella sufrió en lo más profundo de su alma los sufrimientos más amargos de su Hijo y con sus tormentos. Finalmente, fue ante los ojos de María que el divino Sacrificio, por quien ella había engendrado y alimentado a la Víctima, iba a llegar a su término. Al contemplar al Hijo en el último y más piadoso de estos misterios, vemos que "Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre" (Jn. 19:25), quien, en un milagro de amor, y para poder recibirnos como sus hijos, ofreció generosamente a la divina Justicia su propio Hijo, y en su corazón, murió con Él, apuñalada por la espada del dolor.[129]

 

Lo que deseo señalar aquí, es que León vincula estos dos "fíats" mediante la presentación de Jesús en el templo por María (Lc. 2:22-24), que es vista como una anticipación de su presentación en la cruz. Él habla explícitamente de María como la que "generosamente alimentó a la Víctima" y quien "ofreció [a Él] a la divina Justicia."

          El Santo papa Pío X sigue la misma línea, pero de forma más concisa aún, en su encíclica Ad Diem Illum del 2 de febrero de 1904:

 

La Santísima Madre de Dios, de conformidad, habilitó la "materia para la carne del unigénito Hijo de Dios que nacería entre los miembros de la humanidad" y que así hubiera una Víctima para la salvación del hombre. Pero este no es su único título digno de alabanza. Adicionalmente, se le confió la tarea de cuidar a la misma Víctima, de alimentarla, e incluso, de ofrecerla sobre el altar en el momento señalado.[130]

 

Aún cuando no encontramos en este texto ninguna referencia al sacrificio de Abraham (Gn. 22), el lenguaje empleado sugiere un sorprendente paralelo. Aquí se describe a María preparando a la divina Víctima para el sacrificio, incluso como Abraham preparó a Isaac. La diferencia, por supuesto, estriba en que Abraham fue eximido de tener que llevar a cabo el sacrificio, mientras que María no lo fue.

          El papa Benedicto XV hizo una enfática afirmación sobre el ofrecimiento de María, en su carta Inter Sodalicia del 22 de marzo de 1918. Manifestó que:

 

Según la enseñanza común de los Doctores, fue el designio de Dios que la Santísima Virgen María, aparentemente ausente de la vida pública de Jesús, lo asistiera cuando estaba muriendo clavado a la cruz. María sufrió y, por decirlo así, casi murió con su Hijo sufriente; por la salvación de la humanidad, ella renunció a sus derechos de madre y, en cuanto dependió de ella, ofreció a su Hijo para aplacar la divina Justicia; por lo que bien podemos decir que ella, junto con Cristo, redimió a la humanidad.[131]

         

Nótese que Benedicto indica que la presencia de María bajo la cruz de Cristo "no estuvo desprovista del designio divino" [non sine divino consilio], y el mismo lenguaje es reproducido verbatim en Lumen gentium # 58, aunque sin hacer referencia a este texto. De manera semejante, derivando del principio de que "Dios, por el único y mismo decreto, había establecido el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría"[132], Benedicto XV sostiene que Dios había predestinado también la unión de María con su Hijo en su sacrificio, al grado de sacrificarse con Él quantum ad se pertinebat.

          El siguiente planteamiento papal que consideraremos, vino diez años después del de Benedicto XV y fue destinado para la Iglesia universal. Tiene lugar durante la conclusión de la encíclica del papa Pío XI relativa a la reparación del Sagrado Corazón de Jesús, Miserentissimus Redemptor, el 8 de mayo de 1928:

 

Que la bondadosísima Madre de Dios, que nos dio a Jesús como Redentor, que lo crió, y al pie de la cruz lo ofreció como Víctima, quien por su misteriosa unión con Cristo y por su gracia inigualable amerita el nombre de Reparadora, se digne sonreír a Nuestros deseos y a todo lo que hagamos.[133]

 

Aquí Pío XI habla claramente de que María ofrece a Jesús al Padre como víctima.  Más aún, por virtud de su íntima unión con Cristo y todas las gracias singulares que tiene, el Papa dice que correctamente se le puede llamar “Reparadora." Este título ya le había sido atribuido a María por el Beato Pío IX, quien le llamó “Reparadora de los primeros padres” en su constitución apostólica Ineffabilis Deus,[134], por León XIII quien citó a San Tarasio de Constantinopla[135] como su autoridad para llamarla “Reparadora del mundo entero," en su encíclica Adiutricem Populi[136] y por San Pío X quien citó a Eadmer de Cantorbery[137] nombrándola “la Reparadora del mundo perdido” en su encíclica Ad Diem Illum[138] El título es obviamente significativo porque habla, como Pío XI testifica, de la íntima unión de María con Cristo y de la reparación que ella hace al Padre en unión con el Redentor (Reparador).

          El ofrecimiento que María hace de Cristo al Padre se le da una expresión clásica en la encíclica de Pío XII Mystici Corporis del 29 de junio de 1943:

 

Ella fue quien, inmune de todo pecado, personal o heredado, y más unida a su Hijo que nunca, lo ofreció en el Gólgota al Padre eterno junto con el holocausto de sus derechos maternales y su amor de madre, como una nueva Eva, por todos los hijos de Adán contaminados por medio de esta infeliz caída, y por eso ella, que era la madre de nuestra Cabeza según la carne, se convirtió por un nuevo título de dolor y gloria, la madre espiritual de todos sus miembros.[139]

 

Una vez más, tenemos una clara afirmación de que María ofreció a Jesús al Padre.  Pío XII añade que nuestra Señora hizo este ofrecimiento “junto con el holocausto de sus derechos maternales y su amor de madre." Benedicto XV en Inter Sodalicia hizo la interpretación de que María había “renunciado (o abdicado) a sus derechos maternales." Los padres del concilio Vaticano II eficazmente le hicieron eco cuando afirmaron en Lumen gentium # 58, que María “consintió amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado."

          El Beato papa Juan XXIII, desarrolló el tema del “ofrecimiento de la divina Víctima” que hizo María, en su mensaje de radio a los obispos de Italia en Catania, con ocasión del 16avo. Congreso Nacional Eucarístico y la consagración de Italia al Inmaculado Corazón de María el 13 de septiembre de 1959:

 

Confiamos en que, como resultado del homenaje que acaban de rendirle a la Virgen María, todos los italianos sean fortalecidos en su fervor y veneración de la Santísima Virgen como Madre del Cuerpo Místico, del cual la Eucaristía es el símbolo y el centro vital. Confiamos en que imitarán de ella el modelo más perfecto de unión con Jesús, nuestra Cabeza; Confiamos en que se unirán a María en su ofrecimiento de la divina Víctima, y que pedirán su mediación maternal para obtener para la Iglesia los dones de la unidad, de la paz, y especialmente de un nuevo y superabundante florecimiento de vocaciones religiosas.[140]

 

En esta ocasión, el papa Juan hizo una petición ligando el ofrecimiento de Jesús por María a la participación de los fieles en la misa. Este co-ofrecimiento, por supuesto, no quita para nada el hecho de que es el mismo Jesús el sacerdote principal del sacrificio. Más bien, es un reconocimiento de que María era la principal co-oferente del sacrificio junto con el propio Jesús,[141] así como todos los miembros de la feligresía presentes en la misa, están llamados a ser co-oferentes del sacrificio junto con el sacerdote que actúa in persona Christi.[142]

          En el # 20 de su exhortación apostólica Marialis Cultus del 2 de febrero de 1974, el papa Paulo VI propuso a los fieles que María fuera “la Virgen presentando ofrecimientos” [Virgo offerens]:

 

La Iglesia misma, especialmente de la Edad Media en adelante, ha descubierto en el corazón de la Virgen,  cuando llevaba a su Hijo a Jerusalén a presentarlo al Señor (cf. Lc. 2:22), un deseo de hacer un ofrecimiento, un deseo que excede el significado ordinario del rito. Un testimonio de esta intuición se puede encontrar en la amorosa oración de San Bernardo: "Ofrece a tu Hijo, Virgen sacrosanta, y presenta el fruto de tu vientre al Señor. Para nuestra reconciliación con todo, ofrece la Víctima celestial agradable a Dios."

       Esta unión de la Madre y del Hijo en la obra de la redención alcanza su culminación en el calvario, donde Cristo “se ofreció a sí mismo a Dios como el sacrificio perfecto” (Hb. 9:14) y donde María estuvo al pie de la cruz (cf. Jn. 19:25), “sufriendo penosamente con su Hijo unigénito. Allí ella se unió con un corazón de madre a su sacrificio, y amorosamente consintió en la inmolación de esta víctima que ella misma había engendrado” ofreciéndolo también al Padre eterno.[143]

 

Me limitaré en esta parte a hacer comentarios sobre las fuentes del Papa. En primer lugar, cita el texto de San Bernardo que el papa Juan Pablo II también usó en su catequesis sobre la colaboración de María en la obra de la redención del 25 de octubre de 1995.[144]  En segundo lugar, hace una cita del texto Lumen gentium # 58, añadiendo, para darle énfasis, que María, también, “estaba ofreciendo (a la víctima) al Padre eterno," y da como su referencia el texto de Pío XII en Mystici Corporis.[145]

          El papa Juan Pablo II es el heredero de la enseñanza magisterial de todos sus predecesores y hace gala de ello, en su discurso durante el Angelus del 5 de junio de 1983, la festividad de Corpus Christi:

 

Nacido de la Virgen para ser una oblación pura, santa e inmaculada, Cristo ofreció en la cruz el único Sacrificio perfecto que en cada misa, de manera incruenta, se renueva y actualiza. En ese único Sacrificio, María, la primera redimida, la Madre de la Iglesia, participó de manera activa. Ella permaneció cerca del Crucificado, sufriendo profundamente con su Primogénito; con un corazón de madre, se asoció ella misma a su Sacrificio; con  amor consintió a su inmolación (cf. Lumen gentium, 58; Marialis Cultus, 20): lo ofreció a Él y se ofreció a sí misma al Padre. Cada Eucaristía es un memorial de ese sacrificio y esa pascua que restauró la vida al mundo; cada misa nos pone en íntima comunión con ella, la Madre, cuyo sacrificio “se hace presente” así como el Sacrificio de su Hijo “se hace presente” a las palabras de la consagración del pan y el vino pronunciadas por el sacerdote.[146]

 

Notemos cómo el Papa vincula el ofrecimiento que María hace de Cristo con el ofrecimiento de ella misma, como muchos de sus predecesores lo han hecho. Nuevamente, esto es resultado de la teología de la misa: los fieles están llamados a ofrecerse al Padre en unión con el ofrecimiento que hacen de Cristo.

          En su discurso durante la audiencia general del 7 de diciembre de 1983, el Santo Padre vinculó el ofrecimiento de Cristo por María a su Inmaculada Concepción:

 

Debemos, por encima de cualquier cosa, observar que María fue creada inmaculada con el objeto de estar en mejores condiciones de poder actuar por nosotros. La plenitud de gracia le permitió cumplir con su misión de manera perfecta, al colaborar con la obra de salvación; le dio el máximo valor a su cooperación en el sacrificio. Cuando María presentó al Padre su Hijo clavado a la cruz, su doloroso ofrecimiento fue completamente puro.[147]

 

En consecuencia, podemos decir que, aunque a un nivel totalmente subordinado, el ofrecimiento de María, como el de Cristo, es un ofrecimiento perfecto, totalmente puro. En esto, ella es un modelo para todos los fieles.

          El Día de San José en 1995, en el Santuario de nuestra Señora de los Dolores en Castelpetroso, el Papa hizo estos comentarios:

 

Queridos hermanos y hermanas, que también ustedes ofrezcan al Señor sus alegrías y trabajos diarios en comunión con Cristo y mediante la intercesión de su Madre, venerada aquí al ofrecer al Padre el Hijo que se sacrificó a sí mismo por nuestra salvación.[148]

 

Nótese en este texto, la precisión teológica del Papa: él habla de María que ofrece el Hijo al Padre, pero además califica al Hijo como el “que se sacrificó a sí mismo por nuestra salvación." Al ofrecer  María a Cristo, también implicó que Él mismo se ofreciera.

          En su encíclica Evangelium Vitae del 25 de marzo de 1995, el Papa vincula el ofrecimiento de Jesús por María a su fiat y a su maternidad espiritual:

 

“Permaneciendo al pie de la cruz de Jesús (Jn. 19:25), María comparte el don que el Hijo hace de sí mismo: ella ofrece a Jesús, lo entrega, y lo engendra hasta el fin por nosotros. El “si” que había dado el día de la anunciación, alcanza su completa madurez el día de la cruz, cuando llega el momento para que María reciba y engendre como hijos a todos aquellos que se hicieron discípulos, derramando sobre ellos el amor salvífico de su Hijo: “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su  madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’” (Jn. 19:26).[149]

 

Este pasaje también evoca sutilmente el texto del Apocalipsis 12:17 que se refiere “al resto de sus hijos” de “la Mujer vestida del sol” (Ap. 12:1):  en tanto que María dio a luz a Jesús sin dolor, sus intensos sufrimientos en unión con Jesús en el calvario, fueron los dolores de parto por los que ella “engendra como sus hijos a todos aquellos que se hagan discípulos de Jesús."

 

          B.    María se Ofrece a Sí  Misma.

 

          Ya hemos visto numerosos textos papales, que hablan de la forma en que María ofrece su ser y sus sufrimientos en el calvario al Padre eterno por nuestra salvación. El hecho de distinguir entre el ofrecimiento que hace María de su Hijo y el que hace de ella misma al Padre, se explica porque es una distinción legítimamente lógica — y por supuesto hecha por el magisterio, porque involucra el ofrecimiento de dos personas distintas, una divina y la otra humana — pero, incluso, es difícil separar un ofrecimiento del otro. No obstante,  creo que también es de singular valor el subrayar el ofrecimiento que hace María de sí misma, que vino a formar parte del único precio para nuestra salvación.

          De hecho, ese es precisamente el propósito de un texto que nos viene del papa Pío VII (1800-1823):

 

No cabe duda que la obligación que tienen los cristianos con la Santísima Virgen María, como hijos de tan bondadosa Madre, es el honrar sin cesar y con fervor afectivo, la memoria de los amargos dolores por los que ella pasó con admirable fortaleza y constancia invencible, especialmente cuando permaneció al pie de la cruz y ofreció esos dolores al Padre eterno por nuestra salvación.[150]

 

León XIII hace la misma observación en forma muy eficaz, en su encíclica del rosario Iucunda Semper del 8 de septiembre de 1894, cuando habla del misterio de la presentación del niño Jesús en el templo:

 

Cuando se declaró a sí misma la esclava del Señor para el oficio de ser madre, y cuando, al pie del altar, ofreció todo su ser con su niño Jesús, entonces y a partir de ese momento, ella tomó su parte en la dolorosa expiación ofrecida por su hijo por los pecados del mundo.[151]

 

          San Pío X habla elocuentemente en Ad Diem Illum, de la “comunión de dolores y voluntades” que compartieron Jesús y María en el calvario:

 

De ahí que la inseparable vida y trabajos del Hijo y de la Madre, permitan la aplicación a ambos de las palabras del Salmista: “Mi vida se consume en dolor y en suspiros mis años." Cuando la hora suprema del Hijo había llegado, junto a la cruz de Jesús estaba María, su Madre, quien no se ocupaba simplemente en contemplar el cruel espectáculo, sino que se regocijaba de que su único Hijo se ofrecía por la salvación del mundo; y participaba de tal manera en su pasión que, de haber sido posible, “ella gustosamente habría cargado con todos los tormentos que su Hijo padecía.”

     De esta comunión de voluntades y aflicciones entre Cristo y María, “ella mereció convertirse dignamente en la Reparadora del mundo perdido” (Eadmer, De Excellentia Virg. Mariae, c. 9) y Dispensadora de todos los dones que nuestro Salvador compró para nosotros por su muerte y por su sangre.[152]

 

Ya hemos considerado el famoso texto de Benedicto XV, Inter Sodalicia, desde la perspectiva del ofrecimiento de Cristo por María, pero sería provechoso para nosotros ahora examinar ese texto desde la perspectiva del auto ofrecimiento de María y de “haber pagado el precio de la redención humana” junto con Cristo.

 

María sufrió y, por así decirlo, casi murió con su Hijo sufriente; por la salvación de la humanidad, ella renunció a sus derechos de madre y, en tanto dependió de ella, ofreció a su Hijo para aplacar la justicia divina; por lo que bien podríamos decir que ella con Cristo redimió a la humanidad.[153]

 

Benedicto habla como si nuestra redención fuese un esfuerzo común. Esto, por supuesto, no quita nada al hecho de que los méritos de Jesús fueron suficientes, o de que María, como una creatura humana, jamás podrá igualar a su divino Hijo. Por el contrario, él reconoce que la presencia de María en el calvario “no estuvo exenta del designio divino”[154], que fue querido por Dios como consecuencia de su decreto que predestinaba a Jesús y María para la obra de salvación. A manera de comentario, dos años después, y en su homilía durante la canonización de San Gabriel de la Virgen Dolorosa y Santa Margarita María Alacoque, el Papa dijo que “los sufrimientos de Jesús no pueden separarse de los dolores de María”[155] : lógicamente pueden distinguirse, pero Dios los ve como uno solo.

          Durante una alocución que dirigió a parejas de recién casados el 30 de octubre de 1933, Pío XI habló de una manera semejante. Al terminar de regalarles a éstas jóvenes parejas un rosario y una medalla de nuestra Señora, comentó sobre éste último regalo:

 

La imagen de la Virgen, la Madre de Dios, recuerda, y gentilmente amonesta, que uno no puede pasar un día sin recordar a la Madre celestial, quien fue confiada a nosotros bajo la cruz y unió sus sufrimientos y los del Redentor por la salvación de sus hijos.[156]

 

Un mes después, habló de una manera semejante a los peregrinos de Vicenza:

 

Por la propia naturaleza de su relación, el Redentor no podía no haber asociado a su Madre con su obra. Por esta razón Nosotros la invocamos bajo el título de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, ella lo acompañó en la obra de redención hasta la propia cruz, compartiendo con Él  de los dolores de la agonía y de la muerte, en donde Jesús consumó la redención de la humanidad.[157]

 

Este último texto es de lo más interesante, no sólo por el uso que hace del término Corredentora, sino también porque el Papa habla de una especie de necesidad interior [per necessità di cose] que requería la participación de María en la pasión y muerte de Jesús. Al parecer, aquí se hace eco de la convicción que tenía Benedicto XV, de que María estuvo involucrada por una necesidad según el plan inescrutable de Dios, que “no fue sin designio divino” [non sine divino consilio] es decir, que fluye de la “lógica de la encarnación” [uno eodemque decreto].

          Aparentemente tenemos una repetición de este mismo tema, en una declaración que hizo Pío XII en su mensaje de radio al Congreso Mariano de la Unión Sudafricana el 4 de mayo de 1952:

 

Sí, amadísimos, en la amorosa providencia de Dios, fue la respuesta de María “hágase en mí según tu palabra," lo que hizo posible la pasión y muerte y resurrección del divino Redentor del mundo. Por este motivo,  no nos atrevemos a separar a la Madre del Hijo. La muerte de su Hijo en el Gólgota,  fue su martirio; el triunfo de Jesús, es la exaltación de María.[158]

 

Sin embargo, la aseveración más brillante y sucinta que hace Pío XII de la participación conjunta de María en la obra de la redención, ocurre en su gran encíclica del Sagrado Corazón el 15 de mayo de 1956, Haurietis Aquas:

 

Por la voluntad de Dios, la Santísima Virgen María estuvo inseparablemente unida con Cristo en llevar a cabo la obra de la redención del hombre, por lo que nuestra salvación, fluye del amor de Jesucristo y de sus sufrimientos que estuvieron íntimamente unidos al amor y dolores de su Madre.[159]

 

En este clásico pasaje, cada palabra está cuidadosamente sopesada y medida para poder hacer una declaración sobre la redención y la función que tuvo María en la misma, y que permanece sin paralelo alguno, por su claridad y precisión. Sin duda, será por está razón que se incluye en el Enchiridion Symbolorum de Denzinger- Hünermann.[160]  Pío declara que “nuestra salvación fluye del amor de Jesucristo y de sus sufrimientos” [ex Iesu Christi caritate eiusque cruciatibus] que están “íntimamente unidos con el amor y dolores de su Madre” [cum amore doloribusque ipsius Matris intime consociatis].  La preposición latina ex, indica que Jesús es la fuente de nuestra redención, en tanto que otras tres palabras latinas, cum e intime consociatis, indican la inseparabilidad de María de la fuente.[161] Finalmente, notemos la insistencia que hace Pío sobre el hecho de que ésta unión de Jesús con María por nuestra salvación, ha sido ordenada “por la voluntad de Dios” [ex Dei voluntate].

          En un sermón predicado por Juan XXIII, al concluir una novena solemne en honor de la Inmaculada Concepción en Santi Apostoli, el 7 de diciembre de 1959, también trató de la lógica interior del “fiat” de María que encontró su conclusión en el calvario. Hablando de la alegría que trajo al mundo el nacimiento de María, dijo:

 

Esta alegría, sin embargo, también es una flor de sacrificio color escarlata: el sacrificio de la Santísima Madre de Jesús, quien, habiendo dado su oportuno “fiat," al mismo tiempo estuvo de acuerdo en compartir la suerte de su Hijo, la pobreza de Belén, negarse a sí misma llevando una vida oculta, y en el martirio del calvario.[162]

 

          Continuando con la línea de sus predecesores, Paulo VI también confirmó la participación de María en el sacrificio de Jesús, al punto de haberse sacrificado ella misma. En un mensaje de radio a sacerdotes inválidos peregrinos en Lourdes, el 30 de julio de 1966, habló así:

 

Que la Virgen Inmaculada, quien pronunció el “fiat” de perfecta conformidad con la voluntad divina y quien, aceptando ser la Madre del Verbo Encarnado, escogió participar voluntariamente en los sufrimientos de su Hijo, el Redentor, mire con bondad los sufrimientos de esta banda de confidentes hijos suyos, habiéndose hecho dignos de seguir a Cristo, con ella, en el camino real de la santa cruz.[163]

 

Aquí el Papa subraya el tema familiar de que el “fiat” de la anunciación lleva a la cruz, pero             — aún más — insiste en que el “fiat” de María representó una elección deliberada de participar en los sufrimientos de su Hijo. En su exhortación apostólica Signum Magnum del 13 de mayo de 1967, enfatizó de nuestra Señora

 

su caridad, fuerte y constante en el cumplimiento de su misión al punto de sacrificarse ella misma, en plena comunión de sentimientos con su Hijo  que se inmoló a Sí mismo en la cruz para darle a los hombres vida nueva.[164]

 

Ocho años después, el 13 de mayo de 1975, entrelazó estos dos temas en su carta al cardenal Suenens, con ocasión del 14avo. Congreso Internacional Mariano:

 

Fue el Espíritu Santo el que sostuvo a la Madre de Jesús, presente al pie de su cruz, inspirándola, como lo había hecho en la anunciación, con el Fiat a la voluntad del Padre celestial, quien quiso que ella estuviese maternalmente asociada con el sacrificio de su Hijo para la redención de la humanidad (cf. Jn. 19:25).[165]

 

          Como sus predecesores, el papa Juan Pablo II consistentemente afirma que el consentimiento de María al cruento sacrificio de la cruz, fue el resultado de todo lo que implicaba dar su “si” en la anunciación. El alegre fiat dado al Angel Gabriel, se convierte, en el calvario, la razón por la que el Papa pudo decir en Guayaquil el 31 de enero de 1985:

 

Crucificada espiritualmente con su hijo crucificado (cf. Ga 2:20), ella contempló con heroico amor la muerte de su Dios, ella “consintió amorosamente en la inmolación de la Víctima que ella misma había engendrado” (Lumen gentium, 58).[166]

 

Mientras que para algunos podría parecer audaz que el Papa hable de María como “crucificada espiritualmente con su hijo crucificado," vemos que en su texto, el Papa también nos da su punto de referencia, y es la epístola de San Pablo a los Gálatas 2:20, donde asegura “He sido crucificado con Cristo." Si Pablo pudo reclamar esto refiriéndose a sí mismo, hay una razón más fuerte aún, para decir lo mismo de María en el calvario. En un discurso a la juventud, en Vicenza, Italia, el 8 de septiembre de 1991, el Papa ofreció un comentario adicional a lo que había dicho en Guayaquil:

 

Entonces llega el momento de la crucifixión. Ciertamente, cuando Jesús murió en la cruz, el propio ser de María, su corazón, su maternidad, todo, fue crucificado. Cuando escribí la encíclica Redemptoris Mater, comparé este momento de la vida de María a una noche obscura, más obscura que todas las noches que las almas de los místicos hayan experimentado jamás a lo largo de la historia de la Iglesia.[167]

 

Aquí encontramos la terminología paulina de la corredención, aplicada al sacrificio de María de “su propio ser, su corazón, su maternidad," de una manera tal, que es al mismo tiempo original e impresionante. Nuevamente, hablándole a la juventud pero esta vez el 9 de mayo de 1993, en el estadio deportivo en Agrigento, Sicilia, el Santo Padre habló del auto ofrecimiento de nuestra Señora de esta manera:

 

La Virgen de Nazaret va delante de ustedes en su camino, la mujer que se hizo santa por la pascua del Hijo de Dios, aquella que se ofreció con Cristo por la redención de toda la humanidad.[168]

 

En esta cita final, el Papa se refiere hábilmente al ofrecimiento de María, como unido al ofrecimiento de Cristo. Sin restar en nada al hecho de que el sacrifico de Cristo es más que suficiente para la salvación del mundo, la afirmación del Papa indica que nuestra salvación se ha realizado eficazmente por medio del sacrificio ofrecido por Cristo, al que se une el auto ofrecimiento de María.[169]

          Si bien sería posible citar otros numerosos textos de la enseñanza de Juan Pablo II, en los que apoya el sacrificio que hizo María de sí misma en el calvario en unión con Jesús, deseo citar solamente uno más, que viene de su carta apostólica Salvifici Doloris del 11 de febrero de 1984, y que puede servir también como una maravillosa recapitulación de su magisterio y el de sus predecesores, sobre este punto:

 

Es especialmente consolador notar — y también puntualizar de acuerdo con el Evangelio y la historia — que al lado de Cristo, en el primer y más exaltado lugar, está siempre su Madre continuando de principio a fin, el ejemplar testimonio que ella soporta a lo largo de toda su vida a este particular Evangelio de sufrimiento. En ella, se acumularon tantos e intensos sufrimientos conectados entre sí de tal manera, que no sólo fueron una prueba de su inquebrantable fe, sino también una contribución a la redención de todos… Fue en el calvario donde el sufrimiento de María, junto con el sufrimiento de Jesús, alcanzó una intensidad que difícilmente se puede imaginar desde un punto de vista humano, pero que fue misteriosa y sobrenaturalmente fructífero para la redención del mundo. su ascensión al calvario y el haberse mantenido al pie de la cruz, junto con el discípulo amado, fue una manera especial de tomar parte en la muerte redentora de su Hijo.[170]

         

          Otra mención de Salvifici Doloris, podría ayudar a poner en contexto las verdades que sostienen el misterio de María como Corredentora: "Los sufrimientos de Cristo crearon el bien de la redención mundial. Este bien, por sí mismo, es inagotable e infinito. Ningún hombre puede añadir nada a él."[171]  Pero al mismo tiempo, "el sufrimiento de María [en el calvario], al lado de Jesús sufriente… fue misteriosa y sobrenaturalmente fructífero para la redención del mundo." Por ello, el Papa traza ese delicado balance, que siempre es una marca pura de la verdad católica: sostiene el principio de que los sufrimientos de Cristo fueron del todo suficientes para la salvación del mundo, en tanto que defiende que el sacrificio de María fue, sin embargo, "una contribución a la redención de todos."

 

          C.      El Ofrecimiento Conjunto de Jesús y María

 

          Habiendo revisado ampliamente la forma en que el magisterio papal presenta el ofrecimiento de Jesús por María y el ofrecimiento de ella misma en el calvario, consideremos ahora textos en los que el papa Juan Pablo II enfatiza cómo el sacrificio de María es inseparable del de Jesús, cómo es una "acción conjunta pero subordinada con Cristo el Redentor."[172]  Comencemos con el hermoso comentario que hizo el Papa en Lumen gentium # 58 en su catequesis del 2 de abril de 1997:

 

Con nuestra mirada iluminada por el resplandor de la resurrección, hacemos una pausa para reflexionar en la participación de la Madre en la pasión redentora de su Hijo, y que fue completada al haber compartido sus sufrimientos. Regresemos nuevamente, pero ahora en la perspectiva de la Resurrección, al pie de la cruz donde la Madre soportó "con su Hijo unigénito la intensidad de su sufrimiento, asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado" (ibid., n. 58).

     Con estas palabras, el concilio nos recuerda la "compasión de María"; en su corazón retumba todo lo que sufre Jesús en cuerpo y alma, enfatizando su disposición de compartir el sacrificio redentor de su Hijo y de unir sus propios sufrimientos maternales a su ofrecimiento sacerdotal.

     El texto del concilio recalca también que su consentimiento a la inmolación de Jesús no es una aceptación pasiva, sino un genuino acto de amor, por el cual  ella ofrece a su Hijo como una "víctima" de expiación por los pecados de toda la humanidad.

     Finalmente, Lumen gentium relaciona a la Santísima Virgen con Cristo, que es el protagonista de la redención, aclarando que al haberse asociado ella "con su sacrificio," ella permanece subordinada a su divino Hijo.[173]

 

Permítasenos hacer notar brevemente, cómo el Santo Padre junta estas dos dimensiones del ofrecimiento de María, refiriéndose a su "compasión" o "sufrimiento con" Jesús, así como la insistencia de que el "consentimiento a la inmolación de Jesús" fue "un genuino acto de amor, por el cual ella ofrece a su Hijo como una 'víctima' de expiación por los pecados de toda la humanidad." Otro punto que debe ser notado, es la manera tan hermosa y cuidadosa en que el Papa pone "la participación de la Madre en la pasión redentora de su Hijo" en la correcta  perspectiva teológica: siempre deberá entenderse como "subordinada," pero al mismo tiempo "el haber compartido su sufrimiento" completa "la pasión redentora de su Hijo."

          El Santo Padre en su catequesis del 10 de septiembre de 1997, entremezcla airosamente estas dos dimensiones del ofrecimiento de María, presentándola como "el modelo de la Iglesia a seguir, en la participación generosa del sacrificio":

 

Al presentar a Jesús en el templo y, especialmente, al pie de la cruz, María completa el don que hace de sí misma y que la asocia como Madre con los sufrimientos y aflicciones de su Hijo.[174]

 

El don que hace de sí misma es visto como completado al asociarse con el sufrimiento de su Hijo, a quien ella ofreció en el templo cuando era niño y ahora ofrece nuevamente en el calvario.

          Esta entremezcla del ofrecimiento de Jesús por María y de sí misma, fue magníficamente expresada en la homilía del Papa durante la conmemoración de Abraham "nuestro padre en la fe" en el Gran Jubileo del año 2000:

 

Hija de Abraham en la fe así como en la carne, María personalmente compartió esta experiencia. Como Abraham, ella también aceptó el sacrificio de su Hijo pero, si bien a Abraham no se le obligó llevar a cabo el  sacrificio propiamente dicho de Isaac, Cristo tomó la copa del sufrimiento hasta la última gota. María tomó parte personalmente en la aflicción de su Hijo, creyendo y esperando al pie de la cruz (cf. Jn. 19:25).

     Este fue el epílogo de una larga espera. Habiendo sido instruida en la meditación de los textos proféticos, María pudo entrever lo que le esperaba, y alabando la misericordia de Dios, que guarda fidelidad a su pueblo de generación en generación, dio su propio consentimiento a su plan de salvación; particularmente, dio su "si" al evento central de este plan, el sacrificio de ese Niño que ella había llevado en el vientre. Como Abraham, ella aceptó el sacrificio de su Hijo.[175]                                                        

 

En esta referencia, el amalgamamiento de estos dos sacrificios de María es sutil, pero real. María es comparada a Abraham en que ambos dieron su consentimiento al sacrificio de su único hijo, pero en el caso de Abraham, el consentimiento era todo lo que se requería. En el caso de María, sin embargo, el sacrificio fue llevado a cabo de manera efectiva, requiriendo de su parte el sacrificio de su corazón maternal[176],ciertamente de su vida misma.

          El sacrificio "conjunto pero subordinado" de parte de María, tiene repercusiones eclesiales profundas. El Papa, al discurrir que la "mujer vestida del sol" que aparece en el capítulo doce del libro del Apocalipsis, es una imagen de la Iglesia y de María, hace el siguiente comentario, en su catequesis del 29 de mayo de 1996:

 

Identificada por la maternidad, la mujer "está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz" (12:2). Esta nota se refiere a la Madre de Jesús en la cruz (cf. Jn. 19:25), donde comparte con angustia el nacimiento de la comunidad de discípulos, teniendo el alma atravesada por una espada (cf. Lc. 2:35). A pesar de sus sufrimientos, ella está "vestida con el sol" — esto es, ella refleja el esplendor divino — y aparece como una "gran señal" de la relación esponsal con su pueblo.[177]

 

En efecto, el Papa propone aquí un dato de la tradición, esto es, que mientras María dio a luz a Jesús sin dolor, sus intensos sufrimientos en unión con Jesús en el calvario fueron los dolores de parto por los que ella "engendra como hijos, a todos aquellos que se hicieron discípulos de Jesús."

          Al pie de la cruz, entonces, María no sólo es socia de la pasión (socia passionis)[178], sino que es un instrumento para que nazca la Iglesia.  Nótese bien que hay dos sorprendentes símbolos para la procreación de la Iglesia en el calvario: el corazón traspasado de Jesús del que brotan sangre y agua, "la fuente de la vida sacramental de la Iglesia"[179] y el Corazón de María, al que el Santo Padre alude en el texto arriba citado refiriéndose a Lc. 2:35.

          Es bastante claro, entonces, que hay una sociedad para nuestra salvación, pero no es una sociedad de estricta igualdad, como nos dice el Santo Padre en la misma catequesis del 29 de mayo de 1996:

Era conveniente que, al igual que Cristo, el nuevo Adán, María, la nueva Eva, no conociera pecado y, por lo tanto, fuera apta para cooperar en la redención.

   El pecado, que inunda a la humanidad como un torrente, se detiene ante el Redentor y su fiel Colaboradora. Con una diferencia substancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad, deriva de la persona divina: María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida de los méritos del Salvador.[180]

 

          Al desarrollar la idea de los dolores de parto que sufrió María en el calvario para el nacimiento de la Iglesia (cf. Ap. 12:2), el Papa manifestó en su catequesis del 17 de septiembre de 1997:

 

En el calvario, María se unió al sacrificio de su Hijo e hizo su propia contribución maternal a la obra de salvación, que tomó la forma de dolores de parto, el nacimiento de la nueva humanidad.

          Al dirigir a María las palabras "Mujer, ahí tienes a tu hijo," el Crucificado proclama su maternidad, no sólo refiriéndose el Apóstol Juan, sino también a cada discípulo. El Evangelista, al decir que Jesús tenía que morir "para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn. 11:52), está indicando el nacimiento de la Iglesia como fruto del sacrificio redentor al que María está maternalmente asociada.[181]

 

La " contribución maternal en la obra de salvación" de María, siempre subordinada y secundaria es, sin embargo, única, y el sacrificio por el cual nació la Iglesia no puede ser separado de su colaboración maternal.

 

V.      Evaluación

 

          A estas alturas, considero indispensable introducir en esta discusión el # 25 de la constitución Dogmática de la Iglesia Lumen gentium, del concilio Vaticano II, un texto de capital importancia relativo al magisterio del Papa o el oficio de enseñar:

 

Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea (1) por la índole de los documentos, ya sea (2) por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea (3) por la forma de decirlo.[182]

 

En base a un cuidadoso análisis de este pasaje, he argumentado en mi libro Totus Tuus, que la enseñanza del Papa en relación a la consagración o entrega a María, es una parte importante de su "magisterio ordinario"[183] y que ha llevado esta doctrina a un nuevo nivel de importancia.

          Creo que se podría decir lo mismo en el caso de su instrucción sobre el singular oficio que, en su conjunto, tiene María en la obra de nuestra redención, e incluso también para el uso que él le da al término Corredentora. Por supuesto que yo no discutiría que las veces que el Papa ha usado la palabra Corredentora, aparecen en documentos papales de la más alta autoridad docente o que ha proclamado la doctrina o usado la palabra de la manera más solemne. Creo, sin embargo, que esta presentación y los demás ensayos que he escrito sobre el tema, demuestran más allá de la sombra de la duda, que la enseñanza del Santo Padre sobre la singular colaboración en, y contribución a, la obra de nuestra redención, ha llevado a la enseñanza a una nueva claridad, y es un componente inequívoco de su magisterio ordinario — precisamente en base al segundo criterio indicado en Lumen gentium # 25, la frecuencia con la que ha propuesto esta doctrina —.  Daré un paso más y argumentaré que, seis ocasiones en las que el Papa ha usado el término Corredentora para caracterizar la colaboración de nuestra Señora en la obra de nuestra redención — especialmente a la luz del uso magisterial anterior — no merecen ser fácilmente descartadas como "marginales [y] por lo tanto, carentes de autoridad doctrinal."[184]

          Le agradezco al padre Ignazio Calabuig, O.S.M., uno de los firmantes de la Declaración de Czestochowa y Presidente de la Facultad Pontificia Marianum, y a sus colaboradores que recientemente han reconocido que mi estudio sobre el uso del término Corredentora, publicado en Maria Corredentrice:  Storia e Teologia I, fue realizado con encomiable precisión, y que es una clara indicación de que el título no está prohibido y es susceptible de una lectura correcta. Sin embargo, y respetuosamente, sigo estando en desacuerdo con ellos, cuando afirman que la palabra aparece sólo en documentos que no tienen índole magisterial.[185]

          Una pregunta y respuesta finales:  "¿Cómo podemos describir de la mejor manera este ofico secundario y subordinado, y no obstante activo y único, designado por Dios para María en la obra de nuestra redención?" Nuestro Santo Padre ha usado un buen número de títulos descriptivos, tales como colaboradora y cooperadora, asociada y aliada. La ha llamado "la perfecta co-laboradora en el sacrificio de Cristo" (perfetta cooperatrice del sacrificio di Cristo)[186],  y "el modelo perfecto para los que buscan unirse a su Hijo en su obra de salvar a la humanidad entera."[187]

          Este es un asunto por el que ni nuestro actual Santo Padre, ni ninguno de sus predecesores se ha pronunciado, y estamos en completa libertad de debatirlo. Es del todo obvio que los hombres de letras, teólogos y las personas de buena voluntad, tienen opiniones varias a este respecto. Mi argumento sería solamente que, ninguno de los títulos que contienen una sola palabra, tales como Colaboradora, Cooperadora, Asociada, Socia y Aliada, acentúa suficientemente la singularísima función de María, mientras que otros me parece que son, o frases muy largas o ambages difíciles de manejar.[188]                              

          En tanto que reconozco que de las cinco veces que el Papa Juan Pablo II ha usado el término Corredentora han sido referencias pasajeras, no creo que éstas deban ser subestimadas más que las tres veces que lo han usado congregaciones romanas al principios del siglo pasado, o tres veces que lo mencionó el papa Pío XI. Estas referencias constituyen un testimonio de la tradición viva de la Iglesia y del legítimo empleo del término. Lo que sencillamente presentaría yo aquí es que, una vez que se ha aclarado que el "co" de Corredentora no significa igualdad con el Redentor, sino subordinada a Él [189], se puede argumentar que expresa la realidad de la participación única y activa de María en su totalidad, mejor que ningún otro título.

          De cualquier modo, el estudio que el magisterio haga de este asunto me convence de que el Espíritu Santo está, inevitablemente, moviendo a la Iglesia y cada vez de manera más apremiante, en una dirección: la de iluminar la activa colaboración de María en nuestra redención. Hemos visto que la enseñanza papal se ha vuelto cada vez más vigorosa e insistente a este respecto — y por supuesto que no me ha sido posible presentarla en su totalidad —. De hecho, ¡solamente lo que ha producido este pontificado, excede a lo que han producido todos los pontificados anteriores juntos!

          Conforme se vaya estudiando, entendiendo y proclamando cada vez más esta enseñanza, se podrá esperar obtener resultados más positivos y poderosos para la Iglesia y el mundo. Verdaderamente, mientras más entendamos la colaboración que, por designio divino, tuvo María en nuestra salvación, más nos sentiremos motivados a acudir a aquella que es la Mediadora de todas las gracias y la Abogada del pueblo de Dios. En la dramática hora de crisis en que vivimos, seguramente muchos discutirán que existen asuntos mucho más urgentes que resolver, y sin embargo, en la lucha con el poder de las tinieblas, que continúa sin disminuir, ¿a quién nos ha confiado el Padre como nuestra defensa junto con el "nuevo Adán," sino a la "nueva Eva"? Creo que esta es una verdad muy honda, de la que el Espíritu le ha estado hablando a la Iglesia en tiempos modernos — y nunca como ahora por medio de nuestro actual Santo Padre —.

 

 

Laus Cordibus Jesu Virginisque Matris Eius

 

 


 

INDICE DE ABREVIATURAS

 

 

AAS                      Acta Apostolicae Sedes (1909  — ).

 

ASS                      Acta Sanctae Sedis (1865-1908).

 

Burke                                                                                                                                                               Thomas J.M. Burke, S.J., de., Mary and the Popes: Five Great Mrian Letters  (New York: the America Press,1954).

 

CDD                    Sacrosanctum Oecumenicum Concilium Vaticanum II: Constitutiones, Decreta, Declarationes cura et studio Secretariae Generalis Concilii Oecumenici Vaticani II (Vatican City:  Typis Polyglottis Vaticanis, 1974).

 

D-H                      Heinrich Denzinger,   S.I.,  Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum: Edizione Bilingüe (XXXVII) a cura di Peter Hünermann (Bolgona: Edizioni Dehoniane, 2000).

 

Flannery                Austin Flannery, O.P., de., Vatican Council II: The Conciliar and Post Conciliar Documents (Collegeville, MN: Liturgical Press, 1975).

 

Foundations I      Mark I. Miravalle, S.T.D., (ed.), Mary — Coredemptrix, Mediatrix, Advocate — Theological Foundations — Towards a Papal Definition?  (Santa Barbara, CA: Queenship Publishing, 1995).

 

Foundations II     Mark I. Miravalle, S.T.D., (ed.),  Mary Coredemptrix, Mediatrix, Advocate- Theological Foundations II: Papal, Pneumatological, Ecumenical  (Santa Barbara, CA: Queenship Publishing Company, 1997).

 

Foundations III    Mark I. Miravalle, S.T.D., (ed.), Contemporary insights on a Fifth Marian Dogma; Mary Coredemptrix, Mediatrix, Advocate: Theological Foundations III (Santa Barbara, CA: Queenship Publishing Company, 2000).

 

Il "calvario"         Alessandro M. Apollonio, Il "calvario teologico" della Coredenzione mariana  (Castelpetroso, IS: Casa Mariana Edirice, 1999).

 

Inseg                    Insegnamenti di Giovanni Paolo II; I (1978 --) (Città del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 1979 - -).

 

Inseg P                 Insegnamenti di Paolo VI, I-XVI (1963-1978) (Vatican City: Librería Editrice Vaticana, 1963-1978).

 

Laurentin              René Laurentin, Le titre de Corédemptrice: Étude historique (Roma: Marianum, 1951).

 

Maria                   Hubert du Manoir, S.J. (ed.), Maria: Études sur la Sainte Virge 8 vols. (Paris: Beauchesne et Ses Fils, 1949-1971).

 

Mariology            Juniper B. Carol, O.F.M. (ed.),  Mariology  3 vols. (Milwaukee: Bruce Publishing Co., 1955-1961).

 

MGMO                Pope Paul VI, Mary  — God's Mother and Ours (Boston: St. Paul Editions, 1979).

 

OL                        Our Lady: Papal Teachings, trad. Daughters of St. Paul (Boston: St. Paul Editions, 1961).

 

 

 

 

 

MCat                                                                                                                                                               Papa Juan Pablo II,  Theotókos - Woman, Mother, Disciple: A catequesis on Mary, Mother of God with a Foreword by Eamon R. Carroll, O. Carm, S.T.D. (Boston: Pauline Books and Media, 2000).

 

MMC                   Arthur Burton Calkins, "Il Mistero di Maria Corredentrice nel Magisero Pontificio" en Autori Vari, Maria Corredentrice: Storia e Teologia I (Frigento [AV]:  Casa Mariana Editrice  <<Bibliotheca Corredemptionis B. V. Mariae>>  Studi e Ricerche 1, 1998) 141-220.

 

OR                       L'Osservatore Romano, edición diaria en italiano.

 

ORE                     L'Osservatore Romano, edición semanal en inglés. Primer número  =  número de edición acumulativa;  segundo número  =  página.

 

Pii IX Acta            Pii IX Pontificis Maximi Acta (Graz, Austria: Akademische Druck- u. Verlagsanstelt, 1971).

 

Prob                     Gabriele M. Roschini, O.S.M., Problematica sulla Corredenzione (Roma: Edizioni "Marianum," 1969).

 

Rosary                 The Rosary: Papal Teachings, trad. Paul J. Oligny, O.F.M. (Boston: St. Paul Editions, 1980).

 

Summa Aurea       Jean-Jacques Bourassé, Summa Aurea de Laudibus Beatissimae Virginis Mariae Vols. 1-12 (Paris: J.-P. Migne, 1862)¸Vol. 13 (Paris: J.-P. Migne, 1866).

 

TPS                      The Pope Speaks, 1 -- (1954 -- ).

 

Theotokos            Michael O'Carroll, C.S.Sp., Theotokos: A theological Encyclopedia of the Blessed Virgin Mary (Wilmington: Michael Glazier, Inc.; Dublin: Dominican Publications, 1982).

 

Totus Tuus           Arthur Burton Calkins, Totus Tuus: John Paul II's Program of Marian Consecration and Entrustment (New Bedford, MA: Academy of the Immaculate "Studies and Texts," No. 1, 1992).

 

 

Fuente; www.clerus.org

 


 

[1] Cf. Arthur Burton Calkins, "Pope John Paul II's Teaching on Marian Coredemption" en Foundations II: 113-147. Cf. también a mi estudio, "The Heart of Mary as Coredemptrix in the Magisterium of Pope John Paul II" en S. Tommaso Teologo Ricerche in occasione dei due centenari academici (Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana "Studi Tomistici # 59," 1995) 320-335.Cf. Indice de Abreviaturas pp. 90-92

[2] Inseg XVIII/2 (1995) 934-935 [ORE 1414:11; MCat 25-27].

[3] Cf. Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology  2:382; Robichaud, "Mary, Dispensatrix of All Graces," Mariology  2:429.

[4] Cf. Lk. 2:19, 51

[5] Armand J. Robichaud, S.M., proporciona sólo una referencia de este período temprano, que va hasta Sixto IV (1471-1484), en "Mary, dispensatrix of All Graces," Mariology 2:429.

[6] Esta es la práctica general de compilaciones como la de Our Lady: Papal Teachings, trad. Daugthers of St. Paul (Boston: St. Paul Editions, 1961); Claudia Carlen, I.H.M., The Papal Encyclicals, 1740-1980 (Ann Arbor: The Pierian Press, 1990, c. 1981); ibid., Papal Pronouncements: A guide, 1740-1978 (Ann Arbor: The Pierian Press, 1990) y Ugo Bellochi (ed.), Tutte le encicliche e i principali documenti pontifici emanati dal 1740 (Vatican City State: Librería Editrice Vaticana, 1993 ) I —.

[7] Cf. la obra clásica de E. Druwé, S.J., "La Médiation universelle de Marie," en Maria I, estudio en el que la primera parte (pp. 427-537), trata de la doctrina de la colaboración de María en la obra de redención, y la segunda parte (pp. 538-568), trata de la mediación o distribución de la gracia de nuestra Señora .

[8] Gabriele M. Roschini, O.S.M., Dizionario di Mariologia (Rome: Editrice Studium, 1961) 323.

[9] Cf. Giuseppe M. Besutti, O.S.M., Bibliografía Mariana 1958-1966 (Roma: Edizioni <<Marianum>>, 1968, 194-205; Bibliografía Mariana 1967-1972 (1974) 164-167; Bibliografía Mariana 1973-1977 (1980) 155-158; Bibliografía Mariana 1978-1984 (1988) 256-259; Bibliografía Mariana 1985-1989 (1993) 328-333.

[10] Estas distinciones se delinean cuidadosamente en Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:380-381.

[11] Cf. Mark I. Miravalle, S.T.D., Mary: Coredemptrix, Mediatrix, Advocate (Santa Barbara, CA: Queenship Publishing, 1993) xvi.

[12] Eamon R. Carroll, O. Carm., Understanding the Mother of Jesus (Wilmington, DE: Michael Glazier, Inc., 1979) 93.

[13] William G. Most, ""Reparation to the Immaculate Heart," Cross and Crown 8 (1956) 139.

[14] Miravalle xv.

[15] Sobre su origen, difusión y el status quaestionis de su uso hasta 1969, cf. Prob 14-23.

[16] Cf. Prob 75; Theotokos 54. La preferencia de Pío era debido a las disputas teológicas surgidas sobre esta cuestión y que sólo se resolvieron en el Congreso Mariológico en Lourdes en 1958, poco antes de su muerte. Sobre este asunto, cf. Il "calvario" 13.

[17] Cf. a la capacidad de Juniper Carol al manejar las objeciones en su artículo maestro, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:422-424.

[18] AAS 1 (1908) 409; mi trad. (énfasis propio); cf. Laurentin 23; Prob 21.

[19] AAS 5 (1913) 364; mi trad. (énfasis propio); cf. Laurentin 24; Prob 21.

[20] AAS 6 (1914) 108; Joseph P. Christopher, Charles E. Spence y John F. Rowan (eds.), The Raccolta (Boston: Benziger Brothers, Inc., 1957) # 329, pp. 228-229 (debe hacerse notar que la traducción al inglés está en la primera persona del plural mientras que en italiano está en la primera persona del singular; énfasis propio); cf. Laurentin 24-25; Prob 21.

[21] Brunero Gherardini, La Madre: Maria in una sintesi storico-teologica (Frigento [AV]: Casa Mariana Editrice, 1989) 271 (mi trad.).

[22] Domenico Bertetto, S.D.B., de., Discorsi di Pío XI  2:1013; OL # 326 (énfasis propio); cf. Laurentin 26; Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:384.

[23] OR 25 de marzo 1934, p. 1 (mi trad.; énfasis propio)

[24] OR 25 de marzo 1934, p. 1 (mi trad.; énfasis propio); cf. Prob 21; Laurentin 26-27. ¡Laurentin comenta que el término corredentora en este texto, es simplemente un sinónimo de apóstol en un sentido más amplio de la palabra!

[25] OR 29-30 aprile 1935, p. 1; OL # 334 (énfasis propio); cf. Laurentin 27; Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:384.

[26] Laurentin 27-28 (mi trad.; énfasis propio).

[27] René Laurentin, A Short Treatise on the Virgin Mary trad. Charles Neumann, S.M. (Washington, NJ: AMI Press, 1991) 242-243. Para un análisis extensivo e impugnación de este reclamo, cf. Alessandro Apollonio, F.I., "The Holy Spirit and Mary Coredemptrix" en Mary at the Foot of the Cross: Acts of the International Symposium on Marian Coredemption (New Bedford, MA: Academy of the Immaculate, 2001) 61-83  (esp.77-80).

[28] Cf. Michael O'Carroll, C.S.Sp., "Still mediatress of All Graces?" Miles Immaculatae 24 (1988) 121-122; Theotokos 351.352.

[29] Esta aparición de nuestra Señora se vería seguida por un número de otras apariciones en los siglos diecinueve y veinte, y que serían eventualmente reconocidas por la Iglesia como dignas de credibilidad. Dos libros famosos que hacen un recuento de estos eventos son Don Sharkey, The Woman Shall Conquer (Milwaukee: The Bruce Publishing Company, 1952) y John Beevers, The Sun Her Mantle (Westminster, MD: The Newman Press, 1954).

[30] Cf. Theotokos 179-180. De manera interesante, el padre O'Carroll admite un ímpetu por la definición en la aparición de 1830, cf. Theotokos 182.

[31] Cf. Totus Tuus 98-101.

[32] Cf. Theotokos 55-56.

[33] Cf. Totus Tuus 100.

[34] Cf. Totus Tuus 104-105.

[35] Ejemplos de estos estudios se pueden ver en los Congresos Internacionales Mariológicos llevados a cabo en Roma en 1950 y en Lourdes en 1958. El segundo volumen de los procesos del congreso de 1950 y el cuarto volumen del congreso de 1958, están casi completamente dedicados al tema de la corredención y mediación marianas. Cf. De cooperatione B.V. Mariae in acquisitione et distribuitone grtiarum Vol. II de Alma Socia Christi: Acta Congressus Internationalis Mariologici-Mariani, Romae Anno MCML celebrati (Roma: Academia Mariana, 1952) y Cooperatio B.V. Mariae et Ecclesiae ad Christi redemptionem Vol. IV de Mariae et Ecclesia: Acta Congressus Interntionalis Mariologici-Mariani, in civitate Lourdes Anno MCMLVIII celebrati (Roma: Academia Mariana, 1959).

[36] Cf. Il "calvario" 7-8.

[37] Cf. Theotokos 308.

[38] Cf. Michael O'Carroll, C.S.Sp., "Mary's Mediation: Vatican II and John Paul II" en Virgo Liber Verbi: Miscellanea di studi in onore di P. Giuseppe M. Besutti, O.S.M. (Rome: Edizioni <<Marianum>> , 1991) 543; Theotokos 352. En éste artículo, el padre O'Carroll dice que fueron 382 padres los que pidieron se declara la mediación de María.

[39] G. Besutti, O.S.M., Lo schema mariano al Concilio Vaticano II (Rome: Edizioni Marianum-Desclée, 1966) 17.

[40] Lo schema 28-29.

[41] Lo schema 28-29.

[42]Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, Vol., I, Pt. IV (Typis Polyglottis Vaticanis, 1971) 99; mi trad. Cf. Gabrielle M. Roschini, O.S.M., Maria Santissima nella Storia della Salvezza II (Isola del Liri: Tipografia M. Pisani, 1969) 111-112.

[43] Cf. Thomas Mary Sennott, O.S.B., "Mary Mediatrix of All Graces, Vatican II and Ecumenism," Miles Immaculatae 24 (1988) 151-167; Theotokos 242-245.

[44] Cf. Ralph M. Wiltgen, S.V.D., The Rhine Flows Into the Tiber: A History of VaticanII (Rockford, IL: Tan Books and Publishers, Inc., 1985, c. 1967) 90-95, 153-159.

[45] Cf. mi artículo "'Towards Another Marian Dogma?' A Response to Father Angelo Amato," Marianum LIX (1997) 163-165.

[46] Inseg XVIII/2 (1995) 1369-1370 [ORE 1421:13; MCat 51-52]; (énfasis propio).

[47] CDD 195; Flannery 416 (He alterado el orden de las palabras de la traducción encontrada en Flannery).

[48] CDD 195; Flannery 416.

[49] Cf. Theotokos 139-141.

[50] CDD 197; Flannery 417.

[51] CDD 199; Flannery 418.

[52] Gherardini 281.

[53] Cf. Roschini, Maria Santissima nella Storia della Salvezza II:113.

[54] Para guardar la consistencia en el uso de la palabra Corredentora, con frecuencia la he escrito con mayúsculas y sin guión. En las traducciones al inglés de la edición semanal del L'Osservatore Romano [ORE], la capitalización de la palabra ha variado y regularmente la han escrito como Co-redentora.

[55] Inseg V/3 (1982) 404 (mi trad.; énfasis propio).

[56] Alla Madonna --la Corredentrice-- San Carlo si rivolge con accenti singolarmente rivelatori. Inseg VII/2 (1984) 1151 [ORE 860:1]; (énfasis propio).

[57] Inseg VIII/1 (1985) 318-319 [ORE 876:7]; (énfasis propio).

[58] Inseg VIII/1 (1985) 889-890 [ORE 880:12]; (énfasis propio).

[59] Inseg XIII/1 (1990) 743:1 (mi trad.; énfasis propio).

[60] Inseg XIV/2 (1991) 756 [ORE 1211:4]; (énfasis propio).

[61] Cf. Laurentin 15-16; Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:398-409.

[62] Cf. Alessandro Apollonio, F.I., "I 'Punti Fermi' della Corredenzione Mariana" en Maria Corredentrice: Storia e Teologia I (Frigento [AV]: Casa Mariana Editrice <<Bibliotheca Corredemptionis B.  V. Mariae>> Studi e Richerche 1, 1998) 23.

[63] Inseg XX/1 (1997) 621-622 [ORE 1487:7; MCat 185-186]; (énfasis propio).

[64] Inseg IV/1 (1981) 896 [ORE 679;6]; (énfasis propio).

[65] Inseg V/1 (1982) 91 (mi trad.);énfasis propio.

[66] Inseg XI/2 (1988) 1216 [ORE 1041:4]; (énfasis propio).

[67] OR 4 Giugno 1997, p. 10 [ORE 1494:12].

[68] OR 4 Giugno 1997, p. 10 [ORE 1497:10].

[69] OR 4 Giugno 1997, p. 10  (ORE 1497:10).10-11  (ORE 1498:9-10].

[70] OR 4 Giugno 1997, p. 10  [ORE 1497:10].

[71] Originalmente en italiano se habla de documenti pontifici secondari, e quindi senza peso dottrinale.

[72] Il "calvario" (mi trad).

[73] OR 14 dicembre 1995, p. 4 [ORE 1421:13].

[74] Cf. # 22, 38-41.

[75] Cf. Totus Tuus 184-187.

[76] Inseg XVIII/2 (1995) 934-937 [ORE 1414:11; MCat 25-28]; cf. pie de página anterior.

[77] Cf. a mi manera de tratar este tema en "Mary as Coredemptrix, Mediatrix and Advocate in the Contemporary RomanLiturgy," Foundations I: 55-57.

[78] Cf. a mi manera de tratar este tema en MMC 179-187.

[79] AAS 12 (1920)  224 [Bro. Richard Zehnle, S.M. (trad.), "Marian Doctrine of Benedict XV," Marian Reprint 70:9]; (énfasis propio).

[80] OR 22-23 aprile 1940, p. 1; Domenico Bertetto, S.D.B. (ed.), Il Magistero Mariano di Pío XII (Rome: Edizioni Paoline, 1956) # 43 [OL # 359]; (énfasis propio).

[81] Nova veluti Eva. AAS 35 (1943) 247 [OL # 383].

[82] AAS 42 (1950) 768 [OL # 519]; (énfasis propio).

[83] AAS 46 (1954) 634-635 [OL # 705]; (énfasis propio).

[84] AAS 60 (1968) 438-439 (TPS 13:278); (énfasis propio).

 

[85] AAS 66 (1974) 166 [St. Paul Editions 49]. El título en latín del 20avo formulario de misas en la Colección de Misas de la Santísima Virgen María [Collectio Missarum de Beata Maria Virgine] es también Sancta Maria, Mulier Nova, pero se tradujo al inglés como "Santa Maria, la nueva Eva."

[86] Cf. a mi artículo en Foundations I: 52-54.

[87] Theotokos 53. Cf. al artículo completo 53-55 y también a Michael O'Carroll, C.S.Sp., "Socia: the word and idea in regard to Mary," Ephemerides Mariologicae 25 (1975) 337-357.

[88] La piedra angular de esta escuela es la llamada tesis Franciscana: la absoluta primacía del Verbo Encarnado (reinado de Cristo) y la asociación de Su Madre Santísima  a esa primacía uno eodemque decreto. El difunto padre Juniper B. Carol, O.F.M., en la última gran obra que escribió, definió la tesis franciscana sucintamente, de esta manera: que "Cristo y Su Santísima Madre fueron eficazmente predestinados a existir con una prioridad lógica para todos los demás."

[89] Pii IX Acta I:599 [OL# 34].

[90] Fue reiterado por Pío XII en Munificentissimus Deus [AAS 42 (1950) 768 [OL # 520] y por el concilio Vaticano II que estableció en LG # 61 que María había sido predestinada desde toda la eternidad para ser la Madre de Dios por ese decreto de la divina Providencia que determinó la encarnación del Verbo. Paulo VI también citó este texto en Marialis Cultus # 25 [AAS 66 (1974) 136; St. Paul Editions 23]. En Redemptoris Mater, Juan Pablo II dice: "En el misterio de Cristo María está presente incluso 'antes de la creación del mundo,' como la que el Padre 'ha escogido' como Madre de su Hijo en la encarnación. . . De una manera totalmente especial y excepcional, María está unida a Cristo, y de manera semejante ella es eternamente amada en este 'amado Hijo'." Inseg X/1 (1987) 687 [St. Paul Editions 14].

[91] Píi  IX Acta I:607 [OL # 46]; (énfasis propio).

 

[92] AAS 16 (1883) 114 [Rosary # 19]; (énfasis propio).

[93] Para el tema de María como "Ministro de la Gracia según el magisterio," cf. Arthur Burton Calkins, "Mary as Coredemptrix, mediatrix and Advocate in the Contemporary Roman Liturgy" en Foundations I: 70-82.

[94] AAS 28 (1895-1896) 130 [OL # 169]; (énfasis propio). Cf. Prob 84-85.

[95] AAS 31 (1898-1899) 257 [OL # 212]; (énfasis propio).

[96] AAS 36 (1903-1904) 454-455 [OL # 235]; (énfasis propio).

[97] AAS 36 (1903-1904) 457 [OL # 241].

[98] AAS 25 (1933) 80 [OL # 319]; (énfasis propio).

[99] Cuando fue Cardenal, Secretario de Estado, bajo el reinado de Pío XI, había usado el término Corredentora al hablar de nuestra Señora (cf. OR 8 dicembre 1937, p. 3-4), pero al ser Papa, se abstuvo de usarlo, prefiriendo en cambio referirse a María como socia Christi Cf. Theotokos 54; Prob 22.

[100] AAS 38 (1946) 266 [OL # 413]; (énfasis propio).

[101] AAS 42 (1950) 768 [OL # 520]; para comentarios cf. Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:385-386.

[102] AAS 46 (1954) 634 [OL # 704].

[103] AAS 46 (1954) 635 [OL # 706].

[104] AAS 46 (1954) 634 [OL # 704].

[105] AAS 48 (1956) 332.

[106] AAS 52 (1960) 53 [mi trad.]; cf. Prob. 77.

[107] AAS 55 (1963) 10 [TPS 8:375]; (énfasis propio). Cf. Prob 77

[108] Cf. Totus Tuus 106-107.

[109] AAS 56 (1964) 1014 [TPS 10:138]; (énfasis propio).

[110] AAS 59 (1967) 467 [St. Paul Editions (trad. NCWC)  3].

[111] AAS 59 (1967) 473 [St. Paul Editions (trad. NCWC) 10].

[112] AAS 66 (1974) 134 [St. Paul Editions 21].

[113] AAS 66 (1974) 142 [St. Paul Editions 28].

[114] AAS 66 (1974) 728 [MGMO 176].

[115] AAS 67 (1975) 355-356 [MGMO 190].

[116] Inseg VI/1 (1983) 1135-1136 [ORE 783:1]; (énfasis propio).

[117]Inseg XX/2 (1997) 565 [ORE 1513:11; MCat 246].

[118] Inseg XIX/1 (1996) 116 [ORE 1426:11; MCat 62].

[119] Inseg XIX/1 (1996) 1392 [ORE 1444:11; MCat 96].

[120]Inseg XX/1 (1997) 750-751 [ORE 1489:11; MCat 189-190].

[121] Inseg XX/1 (1997) 622 [ORE 1487:7; MCat 186].

[122] Inseg XX/2 (1997) 35 [ORE 1500:7; MCat 208]; (énfasis propio).

[123] Cf. mi forma de tratar este asunto en Totus Tuus 162-168.

[124] Inseg XX/2 (1997) 56 [ORE 1502:7; MCat 210]; (énfasis propio).

[125] Para ver los antecedentes magisteriales y fundamento de esta analogía, cf. Totus Tuus 85-86; 102-105.

[126] Sobre la contribución de Juan el Geómetra a la mariología, cf. Theotokos 203-204.

[127] Inseg XVIII/2 (1995) 935 [ORE 1414:11; MCat 26]; exceptuando los títulos, (énfasis propio).

[128] Theotokos 204.

[129] AAS 27 (1894-1895) 178 [OL # 151]; (énfasis propio).

[130] AAS 36 (1903-1904) 453 [Burke 55 (alt.)]; (énfasis propio).

[131] AAS 10 (1918) 181-182 [OL # 267]; énfasis propio. Para comentarios sobre este texto, cf. Prob 90-91; Carol, "Our Lady's Coredemption," Mariology 2:383-384.

[132] Píi IX Acta I: 599 [OL # 34].

[133] AAS 20 (1928) 178 [OL # 287]; (énfasis propio).

[134] Pii IX Acta I:610 [OL # 52].

[135] Cf. Theotokos 336-337.

[136] AAS 28 (1895-1896) 130-31 [OL # 170].

[137] Cf. Theotokos 125-126.

[138] AAS 36 (1903-1904) 454 [OL # 233].

[139] AAS 35 (1943) 247-248 [OL # 383]; (énfasis propio). Pío XII citó de nuevo la primera parte de este texto en su Encíclica Ad Caeli Reginam del 11 de octubre de 1954, AAS 46 (1954) 635 [OL # 705].

[140] AAS 51 (1959) 713 [TPS 6:94]; (énfasis propio).

[141] Cf. Colman E. O’Neill, O.P., Meeting Christ in the Sacraments (Staten Island, N.Y., Alba House, 1991; rev. Ed. Romanus Cessario, O.P.) 221-231.

[142] Sobre la diferencia que hay entre la manera en la que sacerdotes y los fieles ofrecen a la divina víctima en la misa, Cf. A la Encíclica de Pío XII Mediator Dei del 20 de noviembre de 1947, AAS 39 (1947) 553-555 [Pierre Veuillot (ed.), The Catholic Priesthood According to the Teaching of the Church: Papal Documents from Pius X to Pius XII (1939-1954) (Dublin: Gill and Son. 1957). Libro I. Vol. 2 # 229-232] y Meeting Christ in the Sacraments 209-214.

[143] AAS 66 (1974) 131-132 [St. Paul Editions 19].

[144] Cf. Anterior pie de página # 2.

[145] AAS 35 (1943) 247.

[146] Inseg VI/1 (1983) 1447 [ORE 788:2]; (énfasis propio).

[147] Inseg VI/2 (1983) 1265 [ORE 813:1]; (énfasis propio).

[148] Inseg XVIII/1 (1995) 542 [ORE 1384:3]; (énfasis propio).

[149] AAS 87 (1995) 520 [ORE 1385:XIX]; (énfasis propio).

[150] Summa Aurea 7:495 [OL # 12]; (énfasis propio).

[151] AAS 27 (1894-1895) 178 [OL # 151]; (énfasis propio).

[152] AAS 36 (1903-1904) 453-454 [OL # 232-233].

[153] AAS 10 (1918) 182 [OL # 267]; (énfasis propio).

[154] La terminología de Benedicto también aparece en LG #58.

[155] AAS 12 (1920) [Bro. Richard Zehnle, S.M. (trans.), “Marian Doctrine of Benedict XV,” Marian Reprint 70:9].

[156] Domenico Bertetto, S.D.B. (ed.), Discorsi di Pio XI 2:988 [mi trad.]; (énfasis propio).

[157] Domenico Bertetto, S.D.B. (ed.), Discorsi di Pio XI 2:1013 [OL # 326 (alt.)]; (énfasis propio).

[158] AAS 44 (1952) 429 [OL # 568]; (énfasis propio).

[159] AAS 48 (1956) 352 [OL # 778]; (énfasis propio).

[160] D-H # 3926.

[161] Sobre el tratamiento que Pío XII da a los Corazones de Jesús y María, cf. A mi comentario en Foundations I:67 y mi artículo, “The Cultus of the Hearts of Jesus and Mary in the Papal Magisterium from Pius IX to Pius XII” Acta Congressus Mariologici-Mariani Internationalis in Sanctuario Mariano Kevelaer (Germania) Anno 1987 Celebrati II: De Cultu Mariano Saeculis XIX et XX usque ad Concilium Vaticanum II Studia Indolis Generalioris  (Rome:    Pontificia Academia Mariana Internationalis, 1991)  381-392.

[162] Discorsi – messaggi – Collogni del Santo Padre Giovanni XXIII II:52 [TPS 6:176].

[163] Inseg P IV (1966) 825 [mi trad.]; (énfasis propio).

[164] AAS 59 (1967) 470 [St. Paul Editions (trad. NCWC ) 6]; (énfasis propio).

[165] AAS 67 (1975) 356 [MGMO 192]; (énfasis propio).

[166] Inseg VIII/1 (1985) 318-319 [ORE 8767]; (énfasis propio).

[167] Inseg XIV/2 (1991) 530 [ORE 1207:4 (alt.)]; (énfasis propio).

[168] Inseg XVI/1 (1993) 1136 [ORE 1292:7]; (énfasis final propio).

[169] Sobre el tema del sacrificio conjunto de Jesús y María en el magisterio y en la liturgia, cf. mi artículo, “Mary as Coredemptrix, Mediatrix and Advocate in the Contemporary Roman Liturgy,” Foundations I: 66-68.

[170] Inseg VII/1 (1984) 308-309 [St. Paul Editions 40-41]; exceptuando “mediante toda su vida," (énfasis propio).

[171] Inseg VII/1 (1984) 307 [St. Paul Editions 37-38].

[172] Inseg XX/1 (1997) 621 [ORE 1487:7; MCat 185].

[173] Inseg XX/1 (1997) 572 [ORE 1486:11; MCat 183]; (énfasis propio).

[174] Inseg XX/2 (1997) 297 [ORE 1508:7; MCat 232].

[175] OR 24 febbraio 2000, p. 7 [ORE 1632:11]; (énfasis propio).

[176] Cf. a mi manera de tratar el sacrificio del Corazón maternal de María en MMC 213-218; Foundations II: 140-144. Para ver un estudio más detallados del Corazón de María como símbolo de su colaboración en la obra de nuestra salvación, cf. mi artículo, "The Heart of Mary as Coredemptrix in the Magisterium of Pope John Paul II" en S. Tommaso Teologo: Ricerche in occasione dei due centenari accademici (Città del Vaticano: Librería Editrice Vaticana "Stdi Tomistici # 59" ,1995) 320-335; Trad. Italiana "Il Cuore di Maria Corredentrice nel Magistero di papa Giovanni Paolo II" fue publicado en Corredemptrix: Annali Mariani 1996 del Santuario dell'Addolorata (Castelpetroso, Isernia, 1997) 97-114.

[177] Inseg XIX/1 (1996) 1392 [ORE 1444:11; MCat 95].

[178] Sobre el concepto de María como asociada o socia en la obra de salvación de acuerdo con la liturgia, cf. mi estudio en Foundations I: 52-54. Sobre este mismo concepto de acuerdo al magisterio, cf. mis estudios en MMC 167-179 y en Foundations II:126-127.

[179] Roman Missal, Prefacio del Sagrado Corazón de Jesús.

[180] Inseg XIX/1 (1996) 1392 [ORE 1444:11; MCat 96]; (énfasis propio).

[181] Inseg XX/2 (1997) 331 [ORE 1509:11; MCat 234]; (énfasis propio).

[182] Flannery 379. He añadido los números.

[183] Cf. Totus Tuus 266-269.

[184] Los italianos hablan de documenti pontifici secondari, e quindi senza peso dottrinale.

[185] Ignazio M. Calabuig, O.S.M. e il Comitato di redazione della rivista Marianum, "Riflessione sulla richiesta della definizione dogmatica di Maria corredentrice, mediatrice, avvocata," Marianum LXI (1999) 157 n. 50.

[186] Inseg XIX/1 (1996) 1344 [ORE 1446:6].

[187] Inseg XVIII/2 (1995) 54 [ORE 1399:3].

[188] Con mis disculpas al padre Aidan Nichols, O.P., yo pondría su propuesta de "La Colaboradora Redentiva" entre éstos. Cf. a su artículo "Von Balthasar and the Coredemption" en Mary at the Foot of the Cross: Acts of the International Symposium on Marian Coredemption (New Bedford, MA:  Academy of the Immaculate, 2001) 314.

[189] Cf. Mark I. Miravalle, S.T.D., Mary:  Coredemptrix, Mediatrix, Advocate (Santa Barbara, CA: Queenship Publishing, 1993) XV; MMC 147-148, Foundations II: 117-118.