María, ahora es todo luz
Padre Mariano de Blas L.C
Primer Misterio Glorioso. La Resurrección
No dudo que la primera aparición fue para ti, Madre Corredentora. ¡Qué distinto
del Cristo deshecho sobre tus brazos en el Calvario, Ahora es todo de luz. Le
quedan cinco heridas, pero heridas de amor. Lo abrazas todavía con cuidado,
temiendo hacerle daño por las heridas del Viernes. Tu mente no se hace a la idea
de que se curen tan pronto tan terribles heridas. El dolor había sido tan
profundo que necesita mucho tiempo para curarse.
Tan honda y despiadadamente había entrado la espada en tu alma que extraerla
supuso un esfuerzo impresionante. ¿Es posible en tan corto espacio de tiempo
pasar del abismo de dolor al abismo de gozo? ¿Qué te dijo tu hijo resucitado? Lo
adivinamos: “¡Gracias, Madre, por tu ayuda, por tu oración, por tu presencia.
Gracias a mi Madre pude realizar la redención. Gracias, porque no sólo me
ayudaste a nacer, sino también a morir”.
Jesús, una vez resucitado, resucita a los apóstoles: A Pedro le cura el temor
mortal de sus negaciones mediante una aparición a él solo. A los dos de Emaús
les hace exclamar: “¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras?” A Tomás le arrancó su racionalismo
infundiéndole la fe. María completa la tarea. Me la imagino muy bien animando
con sus mejores formas a Pedro, haciéndole ser humilde pero confiado.
¡Qué palabras diría a Tomás, el incrédulo, Ella que había aprendido a creer
heroicamente, aquella Mujer de la que se dijo: “Dichosa Tú que has creído”. Ella
completaría la explicación de la Escritura a Cleofás y a su amigo, al narrarles
cómo Ella llevaba años meditando en su corazón los misterios de Jesús.
Jesús se les aparecía de vez en cuando iluminándolos como un relámpago en la
noche; pero luego les dejaba el vacío de su ausencia. María era una luz de día y
de noche: A todas horas disponible, para responder a todas las preguntas, para
iluminar las conciencias, para fortalecerles en la futura vida apostólica. La
presencia y solicitud de María fue algo único, irrepetible en la vida de los
apóstoles.¡Qué envidia de la buena!
María ya no era la mujer discreta y oculta que dejaba actuar a su Hijo. Ahora
Ella comenzaba a ejercer su plena maternidad sobre la Iglesia niña, comenzaba a
ser Madre de la Iglesia.
Resucítanos, OH Madre, como a los primeros apóstoles; acompáñanos ahora que lo
necesitamos como entonces o más que entonces; sigue ejerciendo tu maravillosa y
oportuna maternidad sobre estos hijos tuyos que deben vivir rodeados de lobos y
de constantes peligros. OH Madre bendita de la Pascua, infúndenos la alegría de
vivir, de ser tuyos y de Jesús de tal forma que llenemos de alegría pascual al
mundo entero.