Liturgia de la Cuaresma
Sentido tradicional y actual.
Contenidos de la Celebración Eucarística.
Estructura de la Cuaresma.
Autor: P.
Antonio Rivero, L.C.
Fuente: Catholic.net
A mediados del siglo II se fijó un domingo como Pascua anual,
aniversario de la Pasión de Cristo. Se relacionó con la Pascua judía,
pero sin coincidir en el mismo día, ya que el Papa Víctor (189-198),
después de una intensa controversia, fijó la Pascua cristiana en el
domingo siguiente al 14 de Nisán, fiesta de la Pascua judía.
I. SÍNTESIS HISTÓRICA
La Cuaresma comenzó, embrionariamente, con un
ayuno comunitario de dos días de duración: Viernes y Sábado Santos
(días de ayuno), que con el Domingo formaron el “triduo”. Era un ayuno
más sacramental que ascético; es decir, tenía un sentido pascual
(participació
Poco después la Didascalía habla de una
preparación que dura una semana en la que se ayuna, si bien el ayuno
tiene ya también un sentido ascético, es decir, de ayuno, abstinencia,
sacrificio, mortificación.
A mediados del siglo III, el ayuno se extendió
a las tres semanas antecedentes, tiempo que coincidió con la
preparación de los catecúmenos para el bautismo en la noche pascual.
Era un ayuno de reparación de tres semanas. Se ayunaba todos los días,
excepto el sábado y el domingo.
A finales del siglo IV se extendió el triduo
primitivo al Jueves, día de reconciliació
Pero a finales del siglo V, los ayunos
tradicionales del miércoles y viernes anteriores a ese domingo primero
de cuaresma cobraron tal relieve, que se convirtieron en una
preparación al ayuno pascual.
Durante los siglos VI-VII varió el cómputo del
ayuno. De este modo, se pasó de una Cuadragésima (cuarenta días: del
primer domingo de cuaresma hasta el Jueves Santo, incluido), a una
Quinquagésima (cincuenta días, contados desde el domingo anterior al
primero de Cuaresma hasta el de Pascua), a una Sexagésima (sesenta
días, que retroceden un domingo más y terminan el miércoles de la
octava de Pascua) y a una Septuagésima (setenta días, ganando un
domingo más y concluyendo el segundo domingo de Pascua). Este periodo
tenía carácter ascético y debió introducirse por influjos orientales.
Esta evolución cuantitativa se extendió
también a las celebraciones. En efecto, la Cuaresma más antigua en
Roma sólo tenía como días litúrgicos los miércoles y los viernes; en
ellos, reunida la comunidad, se hacía la “statio” cada día en una
iglesia diferente. En tiempos de san León (440-461), se añadieron los
lunes. Posteriormente, los martes y los sábados. El jueves vendría a
completar la semana, durante el pontificado de Gregorio II (715-731).
Al desaparecer la penitencia pública, se
expandió por toda la cristiandad, desde finales del siglo XI, la
costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles como señal de
penitencia.
Por tanto, la Cuaresma como preparación de la
Pascua cristiana se desarrolló poco a poco, como resultado de un
proceso en el que intervinieron tres componentes: la preparación de
los catecúmenos para el bautismo de la Vigilia Pascual, la
reconciliació
Como consecuencia de la desaparición del
catecumenado (o bautismo de adultos) y del itinerario penitencial (o
de la reconciliació
Con la reforma litúrgica, después del Concilio
Vaticano II (1960-1965), se ha hecho resaltar el sentido bautismal y
de conversión de este tiempo litúrgico, pero sin perder la orientación
del ayuno, la abstinencia y las obras de misericordia.
II. SENTIDO TRADICIONAL DE LA CUARESMA
ROMANA
La Cuaresma Romana tradicional tuvo un triple
componente: la preparación pascual de la comunidad cristiana, el
catecumenado y la penitencia canónica.
1. Primero, la preparación pascual de la
comunidad cristiana.
Según san León, la Cuaresma es “un retiro
colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo
a sus fieles el ejemplo que le dio Cristo en su retiro al desierto, se
prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la
purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida
cristiana”. Se trataba, por tanto, de un tiempo –introducido por
imitación de Cristo y de Moisés- en el que la comunidad cristiana se
esforzaba en realizar una profunda renovación interior. Los variados
ejercicios ascéticos que ponía en práctica tenían esta finalidad
última y no eran fines en sí mismos.
2. Segundo, el catecumenado.
Según la Tradición Apostólica, el catecumenado
comprendía tres años, durante los cuales el grupo de los audientes
recibía una profunda formación doctrinal y se iniciaba en la vida
cristiana. Unos días antes de la Vigilia Pascual, el grupo de los
elegidos para recibir en ella el Bautismo, se sometía a una serie de
ritos litúrgicos, entre los que tenía especial solemnidad el del
sábado por la mañana. Es el catecumenado simple.
Más tarde, la Iglesia desplazó su preocupación
por los audientes a los electi. Estos se inscribían como candidatos al
bautismo al principio de la Cuaresma. En ella recibían una preparación
minuciosa e inmediata.
Pero a principios del siglo VI desapareció el
catecumenado simple, se hicieron raros los bautismos de adultos, y los
niños que presentaban para ser bautizados procedían de medios
cristianos. Todo ello provocó una reorganizació
Al principio había tres escrutinios, que
consistían en exorcismos e instrucciones. En la segunda mitad del
siglo VI son ya siete. Unos y otros estaban relacionados con la misa.
Primitivamente los tres escrutinios se celebraban los domingos
tercero, cuarto y quinto de cuaresma. Después se desplazaron a otros
días de la semana. En esos escrutinios se preguntaba sobre la
preparación de los catecúmenos.
Desde esta perspectiva, es fácil comprender
que la preparación de los catecúmenos y su organización modelase tanto
la liturgia como el espíritu de la Cuaresma. De hecho, los temas
relacionados con el bautismo permearon la liturgia cuaresmal. De otra
parte, la comunidad cristiana, aunque ayunaba sin olvidar a los
penitentes, lo hacía pensando sobre todo en los catecúmenos.
La evolución posterior de la preparación
bautismal trajo consigo que los escrutinios se desligasen
completamente de la liturgia cuaresmal, provocando una nueva
reorganizació
3. Tercero, la penitencia canónica.
La reconciliació
La imposición de la ceniza es, por ejemplo,
uno de esos testimonios penitenciales de la liturgia cuaresmal.
III. SENTIDO DE LA CUARESMA ACTUAL
La Constitución “Sacrosanctum Concilium” (nn.
109-110) considera a la Cuaresma como el tiempo litúrgico en el que
los cristianos se preparan a celebrar el misterio pascual, mediante
una verdadera conversión interior, el recuerdo o celebración del
bautismo y la participación en el sacramento de la Reconciliació
A facilitar y conseguir estos objetivos
tienden las diversas prácticas a las que se entrega más intensamente
la comunidad cristiana y cada fiel, tales como la escucha y meditación
de la Palabra de Dios, la oración personal y comunitaria, y otros
medios ascéticos, tradicionales, como la abstinencia, el ayuno y la
limosna.
La celebración de la Pascua es, por tanto, la
meta a la que tiende toda la Cuaresma, el núcleo en el que se
convergen todas las intenciones y el elemento que regula su dinamismo.
La Iglesia quiere que durante este tiempo los cristianos tomen más
conciencia de las exigencias vitales que derivan de hacer de la Pascua
de Cristo centro de su fe y de su esperanza.
No se trata, por tanto, de preparar una
celebración histórica (drama) o meramente ritual de la Pascua de
Cristo, sino de disponerse a participar en su misterio; es decir, en
la muerte y resurrección del Señor. Esta participación se realiza
mediante el bautismo –recibido o actualizado-
IV. LOS CONTENIDOS DE LA CELEBRACIÓN
EUCARÍSTICA
Veamos primero el leccionario, después las
oraciones y, finalmente, los prefacios.
1. El leccionario
Es doble: del dominical y el ferial. El
dominical tiene tres ciclos: A, B, C; el ferial, en cambio, repite
todos los años las mismas lecturas.
En los domingos primero y segundo de todos los
ciclos se han conservado las narraciones de las tentaciones y de la
transfiguració
Ciclo A: samaritana (tercer
domingo: agua viva), ciego de nacimiento (cuarto domingo: la luz) y la
resurrección de Lázaro (quinto domingo: la vida) , con clara
resonancia bautismal. No aparecen como hechos pasados sino como
realidades presentes. Lo que se prefiguró en el A.T. se actualizó en
el N.T. con Cristo.
La primera lectura está muy relacionada con el
evangelio, donde aparecen los grandes temas de la historia salvífica:
la creación del hombre (primer domingo), la vocación de Abraham
(segundo domingo), el agua en el desierto (tercer domingo), la
elección y consagración de David (cuarto domingo) y la visión de la
resurrección de Daniel (quinto domingo).
La segunda lectura aporta una contribución
específica de cara a una pedagogía teológica sobre la conversión y el
camino hacia el misterio de la pascua. Supuesta la obra salvífica de
Cristo, el paso primero y decisivo que cada hombre ha de dar es elegir
entre Cristo y las potencias del mal (primer domingo). Una respuesta
positiva la encontramos en la aceptación de Abraham a la propuesta
divina de abandonar su patria (segundo domingo). También nosotros
hemos recibido esa llamada en y por Jesucristo, que ha muerto por
nosotros. Esto ha de provocar la conversión y adhesión a Cristo,
temática desarrollada en los últimos domingos.
Ciclo B: la expulsión de los
vendedores del templo (tercer domingo), “tanto amó Dios al mundo”
(cuarto domingo), “Si el grano de trigo...” (quinto domingo), con
clara resonancia pascual: morir para resucitar. Este ciclo ofrece una
buena catequesis sacramental. El evangelio del primer domingo relata
la tentación de Cristo en el desierto, pero pone el acento en la
presencia del reino, que exige una conversión sin dilaciones: la buena
noticia se dirige a nosotros (primer domingo). Elegido el camino de la
conversión, somos llevados, como Cristo, a la transfiguració
Las orientaciones de la primera lectura son
fundamentales: alianza con Noé, que encuentra su plena realización en
Cristo (primer domingo) y alianza con Abraham, que inaugura el
verdadero sacrificio, consistente en cumplir, con Cristo, la voluntad
del Padre (segundo domingo). El tema de la Alianza continúa en los
siguientes domingos. Esta se concreta en el don de la ley, sobre todo
en la ley del amor (tercer domingo). Al don divino de la ley debe
corresponder el pueblo, aceptando su palabra y cumpliendo su mensaje
(cuarto domingo). La alianza ha de ser aceptada sobre todo en el
corazón, pues se trata de que el Padre pueda decir “yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo” (quinto domingo). La teología de estas lecturas
es la de la Alianza, que será reiterada y realizada plenamente en el
misterio pascual.
La segunda lectura son concreciones morales
que se derivan de esta alianza que Dios ha hecho con nosotros: llevar
una vida digna, propia de un cristiano.
Ciclo C: Es una llamada a la
conversión a Dios. Los domingos primero y segundo presentan también
las tentaciones y la transfiguració
La primera y la segunda lectura están muy
unidas entre sí en todos los domingos. El Señor, por tanto, nos salva
si elevamos a Él nuestro grito (primera lectura del primer domingo),
que es el grito de la fe (segunda lectura del primer domingo). Como Él
quiere realmente salvarnos, toma la iniciativa de la alianza con los
hombres (primera lectura del segundo domingo), la cual realiza en
Cristo, y con tal perfección que somos ciudadanos del cielo y
aguardamos la transformació
El domingo de Ramos se lee la Pasión del Señor
de los tres sinópticos.
Las lecturas del Antiguo Testamento se
refieren, como dijimos, a la historia de la salvación, que es uno de
los temas específicos y clásicos de la catequesis cuaresmal. Los
textos varían cada año, pero siempre recogen los principales momentos
de esta historia, desde el principio hasta la promesa de la Nueva
Alianza.
Las lecturas del apóstol han sido
seleccionadas con este criterio: que estén relacionadas con las del
evangelio y las del A.T. y, en cuanto sea posible, tengan una adecuada
conexión con ellas.
En cuanto a las lectura feriales, de los días
de semana se han seleccionado de modo que tengan una mutua relación y
tratan una serie de temas propios de la catequesis cuaresmal,
acomodados al significado espiritual de este tiempo. A partir del
lunes de la cuarta semana se lee, en forma semicontinua el evangelio
de san Juan, donde aparecen los textos de este evangelio que mejor
responden a las peculiaridades de la Cuaresma.
Podemos sintetizar así
las lecturas feriales:
· El bautismo es una purificación (curación de Naamán, el hijo del centurión, la piscina de Betsaida).
· Para que las aguas bautismales sean activas y podamos participar en la resurrección bautismal, se requiere la fe, cuyo modelo es la fe de Abraham.
·
Pero estamos en camino hacia la pascua: somos
salvados en la muerte y resurrección de Cristo. Por eso, el episodio
de José, vendido por sus hermanos, la parábola de los viñadores
homicidas, las conspiraciones contra el justo y las tentativas de
apresar a Jesús –el cordero conducido al matadero-, las agitaciones
contra Jesús, la serpiente de bronce y Cristo levantado en la cruz,
evocan la pasión inminente del Señor, en la cual radica nuestra
liberación.
Junto a esta tipología bautismal (bautismo,
fe, pascua) se inserta la penitencial, pues la acción de Dios exige la
cooperación del hombre. Unidos con ella están los temas de la
conversión, el perdón, el amor al prójimo, y los medios que a ellos
conducen: la gracia, la oración, la renuncia personal (humildad,
ayuno, limosna, etc.).
2. Las oraciones
La temática de las oraciones cuaresmales es
muy rica. Se ha cuidado mucho que reflejen el tema principal de la
Pascua, ya que la cuaresma es, sobre todo, una preparación a la misma.
Varias oraciones hablan del sentido escatológico de la cuaresma y de
la pascua.
Otras oraciones se refieren al bautismo, bien
como nuevo nacimiento, bien como sacramento de la fe. Sin embargo, el
elemento bautismal es menos rico que en el leccionario.
Tampoco faltan textos relativos al tema del
ayuno, contemplado en una perspectiva más amplia que la mera
abstención de alimentos, aunque este aspecto también está acentuado.
Tanto el ayuno como las otras obras penitenciales tienen que ayudar a
la conversión del corazón y a una verdadera renovación espiritual
(ayuno, oración, limosna). También hay oraciones referidas a la
penitencia, desde un aspecto positivo. Otras hablan de la necesidad de
alimentarse de la Palabra de Dios.
Y en las oraciones de poscomunión los temas
son los de la purificación del mal, del pecado, de las malas
costumbres; y los que se refieren al crecimiento en el bien y en la
vida cristiana. Es decir, a los aspectos positivos y negativos de la
salvación.
3. Los prefacios.
Son nueve prefacios. El más rico es el
primero, que presenta una síntesis completa de la cuaresma:
preparación a la celebración de la pascua por medio de la purificación
en la alegría del Espíritu, que la convierten por ello en tiempo
ascético fuerte –caracterizado por la oración y la caridad-, y en
tiempo sacramental, por la actualización y renovación de los
sacramentos pascuales, en los que la Pascua nos hace plenamente
partícipes.
Los otros tres se refieren a la penitencia del
espíritu, a los frutos de la abstinencia y a los frutos del ayuno,
respectivamente.
Los prefacios dominicales expresan en su
embolismo los temas de las lecturas evangélicas.
V. ESTRUCTURA DE LA CUARESMA
En la Cuaresma actual pueden distinguirse las
siguientes partes: miércoles de ceniza, los domingos I-II y III-V, las
ferias de las semanas I-V, el domingo VI, las ferias II-IV de la
semana santa y la misa crismal. Centremos la atención en el miércoles
de ceniza.
Miércoles de ceniza
La ceniza es un signo de penitencia muy fuerte
en la Biblia (cf. Jn 3, 6; Jdt 4, 11; Jer 6, 26). Recuerda una antigua
tradición del pueblo hebreo, que cuando se sabían en pecado o cuando
se querían preparar para una fiesta importante en la que debían estar
purificados se cubrían de cenizas y vestían con un saco de tela
áspera. De esta forma nos reconocemos pequeños, pecadores y con
necesidad de perdón de Dios, sabiendo que del polvo venimos y que al
polvo vamos.
Siguiendo esta tradición, en la Iglesia
primitiva eran rociados con cenizas los penitentes “públicos” como
parte del rito de reconciliació
El Pueblo de Dios tiene un particular aprecio
por el miércoles de ceniza: sabe que ese día comienza la Cuaresma. Y
participando del rito de la ceniza –acompañado del ayuno y la
abstinencia- manifiesta el propósito de caminar decididamente hacia la
Pascua. Ese recorrido pasa por la conversión y la penitencia, el
cambio de vida, de mentalidad, de corazón.
La ceniza está hecha con ramos de olivos y
otros árboles, bendecidos el año precedente en el domingo de Ramos,
siguiendo una costumbre muy antigua (siglo XII). El domingo de Ramos
eran ramas que agitábamos en señal de victoria y triunfo. ¿Y ahora?
Esas mismas ramas se han quemado y son ceniza: lo que fue signo de
victoria y de vida, ramas de olivo, se ha convertido pronto en ceniza.
Así es todo lo creado: polvo, ceniza, nada.
Se bendice con una fórmula que se refiere a la
situación pecadora de quienes van a recibirla, a la conversión y al
inicio de la Cuaresma; a la vez que pide la gracia necesaria para que
los cristianos, siendo fieles a la práctica cuaresmal, se preparan
dignamente a la celebración del misterio pascual de Jesucristo.
El rito es muy sencillo: el sacerdote impone
la ceniza a cuantos se acercan a recibirla, mientras dice una de estas
dos fórmulas: “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” o
“Conviértete y cree en el Evangelio”. La primera es la clásica y está
inspirada en Gn 3, 19; la segunda es de nueva creación y se inspira en
Mc 1, 15. Las dos se complementan, pues mientras la una recuerda la
caducidad humana –simbolizada en el polvo y la ceniza-, la otra apunta
a la actitud de conversión interior a Cristo y a su evangelio, actitud
específica de la Cuaresma.
El simbolismo
· La condición débil y caduca del hombre, que marcha inexorablemente hacia la muerte, lo cual provoca pensamientos de honda meditación y humildad, y da a la vida cristiana seriedad en los planteamientos y compromisos. La ceniza es la combustión por el fuego de las cosas o de las personas. Este símbolo ya se emplea en la primera página de la Biblia cuando se nos cuenta que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2, 7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3, 19). Por extensión representa la conciencia de la nada, de la nulidad de la creatura con respecto al Creador, según las palabras de Abraham: “Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor” (Gn 18, 27). Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de humildad (humildad viene de humus, tierra): polvo y ceniza son los hombres (Si 17, 32), “todos caminan hacia una misma meta: todos han salido del polvo y al polvo retornan (Sal 104, 29). Por tanto, la ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (42, 6) es explícitamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz. La ceniza se mezcla a veces con los alimentos de los ascetas y la ceniza bendita se utiliza en ritos como la consagración de una iglesia.
·
La condición pecadora
del hombre y la penitencia interior, la necesidad de conversión,
la tristeza por el mal que habita en el corazón humano, la actitud de
liberación de cuanto contradice la condición bautismal, y la decisión
firme de emprender el camino que conduce a participar en la Muerte y
Resurrección de Cristo. Además de caducos (primer significado)
· La oración (al estilo de Judit 9, 1, o de los hombres de Macabeo en 2 Mac 10, 25), la súplica ardiente al Señor para que venga en nuestro auxilio. Otras veces aparece la ceniza en la Biblia como expresión de una plegaria intensa, con la que se quiere pedir la salvación de Dios. Judit pide la liberación de su pueblo: “rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el saco que tenía puesto y clamó al Señor en alta voz” (Jdt 9, 1). Todo el pueblo se postró también ante Dios, “se cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron las manos ante el Señor” (Jdt 4, 11). “Los hombres del Macabeo, en rogativas a Dios, cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de saco su cintura, y pedían a Dios” (2 M 10, 25). Cuando la comunidad cristiana quiere empezar la “subida a Jerusalén”, unida a Cristo, y anhela verse liberada del mal y llena de la vida de la Pascua, es bueno que intensifique su oración con gestos como éste, que es a la vez acto de humildad, de conversión y de súplica ardiente ante el que todo lo puede, incluso llenar de vida nueva nuestra existencia.
· La resurrección, dado que las cenizas de este día recuerdan no sólo que el hombre es polvo, sino también que está destinado a participar en el triunfo de Cristo. A través de la renuncia, de la cruz y de la muerte, Dios convierte la ceniza en trigo que cae en la tierra y produce fruto abundante: muriendo con Cristo al pecado, resucitaremos con Él a la nueva vida. Venimos del polvo, es cierto, y nuestro cuerpo mortal tornará al polvo. Pero eso no es toda nuestra historia ni todo nuestro destino. Nuestra ceniza tiene ya el germen de la vida nueva. Es ceniza pascual. Nos recuerda que la vida es cruz, muerte, renuncia, pero a la vez nos asegura que el programa pascual es dejarse alcanzar por la Vida Nueva y gloriosa del Señor Jesús. Como el barro de Adán, por el soplo de Dios, se convirtió en ser viviente, nuestro barro de hoy, por la fuerza del Espíritu que resucitó a Jesús está destinado también a la vida de Pascua. De las cenizas Dios saca vida. Como el grano de trigo que se hunde en la tierra. A través de la cruz, Cristo fue exaltado a la vida definitiva. A través de la cruz, el cristiano es también incorporado a la corriente de la vida pascual de Cristo. Por eso, Pablo nos anuncia que hoy es “un día de gracia y salvación” (segunda lectura).
·
La Pascua, pues la ceniza del comienzo
de la cuaresma se encontrará con el agua purificadora en la Vigilia
Pascual: lo que es signo de muerte y destrucción, se trocará en fuente
de vida en la Vigilia Pascual, gracias a las aguas regeneradoras del
Bautismo. La Cuaresma se convierte, desde su primer momento de ceniza
en “sacramento de la Pascua”, en signo pedagógico y eficaz de un
éxodo, de un “tránsito” de la muerte a la vida. La ceniza es el
símbolo de que participamos en la cruz de Cristo, de que “el hombre es
llamado a tomar parte en el dolor de Dios hasta la muerte del Hijo
eterno el Viernes Santo” (Juan Pablo II, cuaresma de 1982), para con
el pasar a la vida podamos llegar con el corazón limpio a la
celebración del misterio pascual de Cristo, y alcanzar la imagen de
Cristo resucitado.
Por tanto, el miércoles de ceniza es una
llamada a la conversión, como comunidad cristiana y como Iglesia. La
Cuaresma es el gran tiempo de preparación a la Pascua. La Iglesia nos
invita a aprovechar este “tiempo favorable” y a prepararnos para la
celebración del Misterio Pascual de Jesucristo. Por eso, la Cuaresma
debería ser como un “gran retiro espiritual” vivido por toda la
Iglesia, porque es un itinerario penitencial, bautismal y pascual. La
Cuaresma es también el tiempo propicio para la oración personal y
comunitaria, alimentada por la Palabra de Dios y propuesta
cotidianamente en la liturgia.
Desde el Miércoles de ceniza, se nos ofrece
una serie de medios para llevar a cabo esta purificación y renovación
interior: la limosna, la oración, el ayuno, la escucha de la Palabra
de Dios, el sacramento de la Reconciliació
CONCLUSIÓN
Comencemos nuestro
camino por el desierto con buen ánimo, y así llegaremos a la tierra
prometida de la Pascua. Volvamos a la casa del Padre llevando en el
corazón la confesión de nuestras culpas, como ese hijo
.
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