LECTURA Y APOSTOLADO:

Pbro. Dr Jorge A. Gandul

San Pablo tuvo una vida intelectual muy activa, como se puede apreciar a través de la lectura de los Hechos de los Apóstoles o de sus cartas, las cuales, escritas en griego, comienzan a fecundar con el Evangelio la cultura entonces dominante. Es una vida intelectual al servicio de la misión que Dios le había encomendado: ensanchar el apostolado de la Iglesia hasta los confines del mundo conocido. El apóstol de las gentes afronta con profundidad, con la ayuda del Espíritu Santo, las cuestiones doctrinales que plantea el apostolado; escribe cartas para responder a las necesidades de las comunidades por él fundadas, o a las diversas circunstancias de sus miembros; y para ello, se vale de todos los recursos literarios y argumentativos a su alcance, poniendo al servicio del Reino su capacidad intelectual y sus estudios anteriores: En la escuela de Gamaliel o en las escuelas de retórica. Sus escritos tienen el vigor y el estilo de quien no deja de alimentar su espíritu; en la última etapa de su vida sigue pidiendo libros a Timoteo: “Cuando vengas, trae la capa que me dejé en Troade, en casa de Carpo, y los libros, sobre todo los de pergamino”.

Todo apostolado cristiano es apostolado de la doctrina, y requiere formar la inteligencia para dar razón de la fe creída y vivida.

La preocupación por la formación cultural es también hoy muy importante de cara a los retos que presenta la nueva evangelización.

PARA ORIENTARSE Y DAR LUZ: LEER MÁS:

La literatura, la historia, la sociología, la psicología, el arte y tantas otras disciplinas -si de verdad son de categoría, a la medida del hombre- cultivan aspectos de la inteligencia y de la sensibilidad importantes para el desarrollo humano.

La filosofía y la teología permiten penetrar más en el sentido de la doctrina, pues la fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón. Una fe mejor comprendida abre horizontes en el trato con Dios, y nos prepara para aportar respuestas, con espíritu cristiano, a las cuestiones de actualidad en cada área cultural. Una muestra de esta preocupación es la reciente invitación de Benedicto XVI en Colonia; “El Papa Juán Pablo II nos ha dejado una obra maravillosa, en la cual la fe secular se explica sintéticamente: El Catecismo de la Iglesia Católica. Yo mismo [ ...] he presentado el Compendio de ese Catecismo, que ha sido elaborado a petición del difunto Papa. Son 2 libros fundamentales [...]”.

Para amar al Señor, lo principal es la relación personal con El; pero una piedad sin doctrina es flor de un día, pues se basa en el sentimiento, que cambia con facilidad.

Las enseñanzas de Jesucristo responden a los interrogantes que laten en el fondo del alma pero buscar esas respuestas, asimilarlas y saber proponerlas impica leer y pensar. Las lecturas son necesarias para poder responder a los problemas a los problemas actuales: Hay que conocer en qué consisten y, en la medida de lo posible, saber cómohan intentado resolverlos. De lo contrario, faltarían recursos para hacer propuestas, y la propia posibilidad de diálogo quedaría limitada.

La lectura incide en la capacidad de comunicación oral y escrita, que permite una participación más inteligente en la vida social: En las conversaciones con amigos o familiares, a través de foros de debate, publicaciones, periódicos o Internet. Cabe pensar que contestaríamos si nos preguntasen: ¿Cual es el último libro que has leido?. ¿Que libros estás leyendo?. ¿Que te aportan?.

LECTURAS DE CALIDAD:

Las personas que han leído autores importantes, con cierto orden, tienen una visión más penetrante de la realidad, Leer autores valiosos alza el nivel del pensamiento. Los libros de ensayo o de historia facilitan la comprensión de las ideas dominantes; ayudan a formar el lenguaje adecuado, a descubrir argumentos en sintonía con el ambiente de actuación, a exponer ideas de modo convincente. Convencer no es vencer, es más bien implicar a otros en un esfuerzo común por conocer la verdad, atraer con la fuerza del pensamiento y la afabilidad en el trato. Leer ayuda a matizar, a razonar y participar en el debate cultural que se refleja en los medios de comunicación y en la vida diaria, ya sea en familia o en el lugar de trabajo. Además, la buena literatura, clásica y contemporánea _ narrativa, dramática, poética_, ha contribuido siempre a la formación ética y a la educación de los sentimientos, aspectos esenciales de la madurez personal.

Un obstáculo que dificulta la lectura es la falta de tiempo. Sin embargo, cuando se despiertan en el espíritu intereses altos y se comprende la importancia de la lectura, hasta las personas más ocupadas encuentran el modo. San Juan Crisóstomo comenta cómo el eunuco citado en el capítulo octavo de los Hechos de los apóstoles, siendo ministro de la reina de los Etíopes y por lo tanto un hombre importante, no descuidaba la lectura de la Escritura ni siquiera cuando estaba de viaje. Ese hombre terminará bautizándose al encontrar en Felipe las respuestas a los interrogantes que había suscitado en él la lectura del Profeta Isaías. Por otra parte, sorprende comprobar como unos pocos minutos de lectura al día dan acceso, con los años, a auténticas bibliotecas. Es cuestión sobre todo de despertar intereses, de aprovechar los momentos de descanso, las esperas o los viajes, reservando quizá para períodos de más cansancio aquellos libros que no van más allá del entretenimiento. Las obras de altura pueden abrir grandes perspectivas personales.

HACER PARTÍCIPE A LOS DEMÁS DE NUESTRAS LECTURAS:

En este ámbito, como en tantos otros, la familia y la primera enseñanza son decisivas. Si se adquiere el hábito de leer a una edad temprana, es más fácil que arraigue. Si los padres son buenos lectores, y los profesores saben despertar el gusto por los libros, habitualmente los más jóvenes se aficionan a leer. Esto acelera el crecimiento personal. La lectura eleva el nivel de intereses y facilita la conversación, enriqueciendo la amistad y la vida familiar.

Hacer partícipes a otros de las propias lecturas resulta también un modo de influir positivamente en el ambiente profesional. La difusión entre nuestros colegas de las obras que nos han resultado más sugerentes puede dar ocasión para pensar y hablar sobre las cuestiones fundamentales que atañen al propio quehacer, sobre el sentido del trabajo que se desempeña y su posible incidencia social y cultural.

Para fomentar la lectura de obras de calidad importa mucho que se tengan en cuenta las distintas preferencias, circunstancias o capacidades. Hay mucho que leer, y poco tiempo; conviene elegir bien, también para poder recomendar lecturas que ayuden. Es necesario discernir, porque algunas obras desorientan y confunden; y también porque, ante libros que superan la propia preparación, puede llegar el aburrimiento o el desinterés hacia argumentos cuya importancia no se ha captado. Por el contrario, si se lee con orden y con un buen asesoramiento, empezando por obras acequibles, capaces de abrir perspectivas, se termina por buscar y difundir la compañía de los grandes autores.

Las lecturas enriquecen de muchos modos: No solo aportan argumentos de reflexión y mejoran la capacidad de expresión; también ayudan a descubrir los propios límites intelectuales, y esto facilita razonar y debatir con humildad, con un espíritu informado por la caridad, que prefiere unir a enfrentar, para mostrar con los recursos de la inteligencia la fuerza atractiva de la verdad. Este modo de actuar constituye un paso para cambiar la cultura, imprimiendo en ella una impronta cristiana: “Obrar la verdad en la caridad”. Leer más y difundir el interés por la lectura lo facilitan.