LA TRISTEZA

R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.


De la tristeza sale la muerte
( Si 38,18)

La tristeza (y su opuesto, la alegría) es un tema que tiene mucha importancia en la vida psicológica y espiritual. Desde ya digamos que hay una tristeza buena y otra mala. Hablaré primero -y más largamente- de esta última; terminaré, finalmente, refiriéndome a la primera. La tristeza es uno de los grandes males de nuestro tiempo que incluso alcanza el matiz patológico de 'complejo de falta de sentido existencial', como lo llamó Viktor Frankl, manifestándose como frustración existencial, depresión existencial o pesimismo radical. En muchos casos, sin embargo, estos problemas -que terminan siendo problemas de resolución psiquiátrica- comienzan con un mal enfrentado problema espiritual, o al menos afectivo con repercusiones espirituales. No pretendo aquí otra cosa que repetir algunas de las grandes páginas -dándoles un orden ligeramente diverso- de aquel maestro del siglo XVI que fue el jesuita Alonso Rodríguez, cuya exposición sobre la tristeza completaré con algunas apreciaciones de Santo Tomás y del 'Apóstol de Andalucía', San Juan de Ávila[1].


1 Cf. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas , Tomo II, Tratado Sexto, Ed. Poblet, Buenos Aires, 1942 (todos los textos que aparecerán entre comillas y sin referencia al pie de página, corresponden a este tratado); Santo Tomás, Suma Teológica , I-II, 35-39 (allí analiza la naturaleza, sus causas, efectos, remedios, moralidad).

 

 

I. LA TRISTEZA EN GENERAL

II. LOS GRANDES DAÑOS QUE SE SIGUEN DE LA TRISTEZA

III. RAÍCES Y REMEDIOS DE LA TRISTEZA

IV. EL SERVIR A DIOS CON ALEGRÍA

V. LA TRISTEZA SANTA
 



 

I. LA TRISTEZA EN GENERAL

Son muchos los nombres que la lengua latina refiere a esta realidad [2]:

- Dolor (dolor): viene de dolendo , partir o cortar en dos; parece tener parentesco con el verbo dolare que es quitar la piel de los árboles y plantas.

- Moestitia, moestitudo : viene de moerendo, moerer (dolerse en silencio), que parece ser análogo a amaritudo , amargura.

- Tristitia (tristeza) viene de tétrico, estar rodeado de oscuridad y negrura.

- Poena (pena) significa la fatiga o aflicción que es efecto de un castigo, y, aunque principalmente se aplica a la aflicción corpórea, puede también aplicarse a la espiritual.

- fletus, flere (derramar lágrimas), ploratus, plorare (llorar con la voz), luctus, lugere (dolerse vistiéndose de luto), lamentatio, lamentare (lamentarse), gemitus (gemido), ululatio (ulular, gritar): se refieren a las manifestaciones exteriores del dolor y la tristeza cuando son intensos.

La tristeza es una reacción del apetito que sigue a la percepción de un mal interior que incomoda. En términos generales la tristeza se puede dividir en sensitiva (la que tiene por objeto un mal interno sensible captado por los sentidos) y racional (que tiene por objeto un mal sensible pero captado por la razón o bien un mal espiritual), y ésta en natural (cuando se trata de un mal puramente de orden natural) y sobrenatural (cuando se refiere al mal espiritual que es el pecado, la condenación, la pérdida de Dios, etc.). También puede dividirse -accidentalmente- según las diversas materias u objetos exteriores; en este último sentido Santo Tomás siguiendo a San Gregorio Niseno y San Juan Damasceno la divide en cuatro especies: la compasión , que es la tristeza del mal ajeno estimada como mal propio ; la envidia , que es la tristeza del bien ajeno estimada como mal propio ; la angustia o ansiedad , que es la tristeza que nos oprime de tal modo el ánimo que llega a impedirnos la huida (angustia proviene precisamente de angosto) y no nos deja vislumbrar consuelo alguno; finalmente, la acedia , o abatimiento que es la tristeza u opresión que por su magnitud nos inmoviliza para obrar.

La tristeza -como el dolor sensible- consiste propiamente en la percepción de la unión del sujeto con algún mal . Notemos que deben darse las dos cosas: la unión con un mal y la percepción de esta unión. Desde ya puede intuirse que las tristezas (especialmente racionales naturales y sobrenaturales) estarán en relación con lo que cada uno considere un mal para él y variarán de sujeto a sujeto, de edad a edad, de psicología a psicología. Siendo la causa de la tristeza la percepción de un mal que se nos une, se comprende que podamos entristecernos no sólo con males actualmente presentes, sino también con males pasados (actualizados por la memoria) e incluso con males futuros (hechos presentes por la imaginación o fantasía).

Si tratáramos de describir fisiológicamente la pasión de la tristeza deberíamos representarla como un movimiento de 'estrechamiento', 'encogimiento' o 'aplastamiento'. Es como si se nos cargase un gran peso sobre el alma. Los mismos nombres que algunas de sus especies reciben (y que se usan como sinónimos de la tristeza) lo insinúan: angustia, que viene de angostarse; abatimiento; la misma palabra 'tristeza' que viene de tinieblas. La tristeza produce una parálisis y un ahorcamiento del alma y del mismo cuerpo. De ahí sus signos externos: lentitud de movimientos, hombros caídos, sensación de un gran peso, mirada perdida, lágrimas, etc. San Juan de Ávila la llama con justeza 'caimiento de corazón' [3].


2 Cf. estas puntuaciones etimológicas en: Ubeda Purkiss-Soria, Introducciones al tratado de las pasiones. Suma Teológica , Ed. BAC, Madrid 1954, t. IV, p. 838-839.

3 Cf. San Juan de Ávila, Audi, filia , c. 23; en Obras completas , T. I, B.A.C., Madrid 1970, p. 612.

 

II. LOS GRANDES DAÑOS QUE SE SIGUEN DE LA TRISTEZA [4]

Aleja de ti la tristeza, pues a muchos mata la tristeza y no hay utilidad en ella ( Eclo 30,24-25). Estamos hablando de la mala tristeza. Grandes daños se siguen de ella, que por eso anota San Ignacio en sus Reglas de Discernimiento de Espíritus para la primera semana que 'es propio del mal espíritu morder, tristar y poner impedimento' en quien va intensamente purgando sus pecados[5]. He aquí, siguiendo la exposición de Alonso Rodríguez, algunos de esos males.

1. Daño físico

El primer efecto nocivo que señalo, lo indica Santo Tomás, y es el daño al mismo cuerpo. Es más, el Santo llega a decir: 'la tristeza es, entre todas las pasiones del alma, la que daña más al cuerpo, pues se opone a la vida del hombre en cuanto a la esencia de su movimiento... La vida humana consiste en cierto movimiento que del corazón se difunde a los demás miembros; movimiento que conviene a la naturaleza humana según determinada medida. Si, pues, este movimiento se extralimita de la medida conveniente, será contrario a la vida humana en cuanto a la medida, pero no en cuanto a la esencia de ese movimiento [ es decir, al menos es movimiento, lo cual ya es algo ]. Pero si impide el proceso del movimiento, le será opuesto según su misma especie... Las pasiones que implican un movimiento del apetito con huida o retraimiento, se oponen a la misma moción vital... y por tanto son dañosas de modo absoluto, como el temor y la desesperación, y más que todas, la tristeza, que agrava el ánimo con el mal presente, cuya impresión es más fuerte que la del mal futuro'[6].

2. El primero de los males espirituales es el hastío por la oración

'Si le dais entrada, y se comienza a enseñorear de vos, luego os quitará el gusto de la oración, y hará que os parezca larga la hora, y que no la cumpláis enteramente: y aún algunas veces hará que os quedéis del todo sin oración y que dejéis la lección espiritual. Y en todos los ejercicios espirituales os pondrá un tedio y un hastío que no podáis arrostrar a ellos. Adormecióse de tedio mi alma ( Sal 118,28)... Con la tristeza y acidia espiritual cobra el ánima tanto tedio y hastío a todos los ejercicios espirituales y a todas la obras de virtud, que está como dormida, inhábil, y torpe para todo lo bueno. Y algunas veces es tan grande el fastidio que tiene uno con las cosas espirituales, que le vienen a enfadar y dar en rostro los que tratan de virtud y de perfección; y algunas veces les procura retraer y estorbar de sus buenos ejercicios'.

3. Aspereza y desabrimiento

'Tiene también otra cosa la tristeza, dice Casiano, que hace al hombre desabrido y áspero con sus hermanos. San Gregorio dice: La tristeza mueve a ira y enojo ( Tristis ex propinquo habet iram [7]); y así experimentamos que cuando estamos tristes, fácilmente nos airamos y nos enfadamos luego de cualquiera cosa; y más, hace al hombre impaciente en las cosas que trata, hácele sospechoso y malicioso'.

4. Amarga hasta hacer perder el juicio

Dice el Eclesiástico: Non est sensus, ubi est amaritudo: Donde hay amargura no hay sentido ( Eclo 31,15). 'Y así vemos muchas veces que cuando reina en uno la tristeza y melancolía, tiene unas aprehensiones tan sin fundamento que los que están en su seso se suelen reír y hacer conversación de ellas como de locuras. Y a otros habemos visto hombres gravísimos de grandes letras y talentos, tan presos de esta pasión, que era gran compasión verlos unas veces llorar como criaturas, y otros dar unos suspiros que no parecía sino que bramaban, y así cuando están en su seso, y sienten venir esta locura, que bien se puede llamar así, se encierran en su aposento para, allí a solas llorar y suspirar consigo, y no perder la autoridad y opinión de los que les vieren hacer tales cosas'.

5. Inutiliza al hombre

'Si queréis saber de raíz los efectos, y daños que causa la tristeza en el corazón, dice Casiano, el Espíritu Santo nos los declara brevemente por el Sabio: lo que hace la polilla en la vestidura, y el gusano y carcoma en el madero, eso hace la tristeza en el corazón del hombre ( Prov 25,20: Sicut tinea vestimento et vermis ligno, ita tristitia viri nocet cordi ). La vestidura comida de polilla no vale nada, ni puede servir para nada; y el madero lleno de carcoma no es de provecho para el edificio, ni se puede cargar sobre él peso alguno, porque luego se hace pedazos; así el hombre lleno de melancolía, triste y desgraciado, se hace inútil para todo lo bueno'.

6. Hace caer en todo género de pecados

'Y no para aquí el mal, sino lo que peor es, la tristeza en el corazón es causa y raíz de muchas tentaciones y de muchas caídas: Multos enim occidit tristitia: a muchos mata la tristeza ( Eclo 30,23). A muchos ha hecho la tristeza caer en pecados. Y así llaman algunos a la tristeza nido de ladrones y cueva de los demonios, con mucha razón. Y traen para esto aquello que dice el santo Job del demonio: Duerme a la sombra (Job 40,16). En esa sombra y oscuridad, en esas tinieblas y tinieblas de esa confusión que tenéis cuando estáis triste, ahí duerme y se esconde el demonio, ése es su nido y madriguera, y ahí hace él sus mangas, como dicen; ésa es la disposición que él está aguardando para acometer con todas cuantas tentaciones quiere. Así como las serpientes y bestias fieras están aguardando la oscuridad de la noche para salir de sus cuevas, así el demonio, serpiente antigua, está esperando esa noche y oscuridad de la tristeza, y entonces acomete con todo género de tentaciones: Tiene preparadas sus saetas dentro de la aljaba, para asaetear a escondidas a los que son de recto corazón ( Sal 10,3)'.

7. ... Especialmente de desesperación

'Decía el bienaventurado San Francisco que se alegra mucho al demonio cuando el corazón de uno está triste; porque fácilmente le ahoga en la tristeza y desesperación ... Nótese mucho esta doctrina, porque es de mucha importancia. Al que anda triste y melancólico, unas veces le hace el demonio venir en gran desconfianza y desesperación, como hizo con Caín y con Judas'.

8. ...O de placeres mundanos...

'... O le convierte a los placeres mundanos .... Otras veces, cuando por ahí le parece que no tiene buen juego, le acomete con deleites mundanos; otras con deleites carnales y sensuales, so color que con aquello saldrá de la pena y tristeza que tiene... Otras veces le suele traer el demonio pensamientos carnales y deshonestos que dan gusto a la sensualidad, y procura que se detenga en ellos, so color de que, con eso desechará la tristeza y se aliviará su corazón. Ésta es una cosa mucho de temer en los que andan tristes y melancólicos, porque suelen ser muy ordinarias en ellos estas tentaciones. Y lo advierte muy bien San Gregorio. Dice que como todo hombre naturalmente desea alguna delectación y contento, cuando no lo halla en Dios ni en las cosas espirituales, luego el demonio, que sabe bien nuestra inclinación, le representa y pone delante cosas sensuales y deshonestas, y le ofrece gusto y contento en ellas, con que le parece que se le mitiga y alivia la tristeza y melancolía presente. Entended, dice el Santo, que si no tenéis contento y gusto en Dios y en las c

 

III. RAÍCES Y REMEDIOS DE LA TRISTEZA [12]

Quiero señalar ahora las principales causas o raíces de la tristeza y, consecuentemente, sus remedios.

1. El temperamento melancólico

'Algunas veces nace de enfermedad natural de humor melancólico que predomina en el cuerpo, y entonces el remedio más pertenece a los médicos que a los teólogos', dice, con buen tino, Alonso Rodríguez. Antes que él Santo Tomás había escrito, hablando de este estado puramente natural, que se mitiga con remedios naturales, y concretamente con 'el sueño y los baños': 'Dice San Agustín: 'había oído que el baño es llamado así porque arroja del alma la tristeza'. Y más adelante: 'Dormí, y al despertar, observé que en gran parte se había mitigado mi dolor'. Y cita [Agustín] lo que en el himno de San Ambrosio se dice: 'El descanso a los miembros cansados prepara para el trabajo, repara las mentes cansadas y libera los pechos oprimidos por la pena''[13]. Y explica psicológicamente el efecto diciendo: 'la tristeza se opone específicamente al movimiento vital del cuerpo. Por eso aquellas cosas que restablecen la naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital son contrarias a la tristeza y la mitigan' [14].

Bien dice Alonso Rodríguez que en lo que respecta a la base fisiológica toca a los médicos buscar el remedio y no a los teólogos. Sin embargo añade que algo hay que toca al director espiritual, al confesor o al consejero, y es el cuidar la actitud espiritual de tales personas: pues el temperamento melancólico 'se engendra y aumenta', dice, con los pensamientos melancólicos. Se trata, pues, de no echar más leña al fuego. Y es interesante la actitud que exige por parte de la misma persona interesada: debe reaccionar ante estas tentaciones de tristeza igual que si se tratase de tentaciones contra la castidad o contra la fe: 'Pero se ha de advertir que ese humor melancólico se engendra y aumenta con los pensamientos melancólicos que uno tiene. Y así dice Casiano que no menor cuidado habemos de poner en que no entren ni nos lleven tras sí estos pensamientos tristes y melancólicos, que en los pensamientos que nos vienen contra la castidad o contra la fe, por los daños grandes que dijimos nos pueden de eso venir'.

2. Las pasiones no mortificadas

'Otras veces, sin haber precedido causa alguna particular que provoque a ello, de repente se suele hallar uno tan triste y melancólico, que no gusta de nada, ni aún de los amigos y conversaciones que antes solía gustar; sino todo le enfada y le da en rostro, y no querría tratar ni conversar con nadie: y si trata y habla, no es con aquella suavidad y afabilidad que solía, sino con sacudimiento y desgracia. De donde podemos colegir, dice Casiano, que nuestras impaciencias y palabras ásperas y desabridas no nacen siempre de ocasión que nos den nuestros hermanos para ello, sino de acá dentro; en nosotros está la causa: el no tener mortificadas nuestras pasiones es la raíz de donde nace todo eso. Y así, no es el remedio para tener paz, el huir el trato y conversación de los hombres, ni nos manda Dios eso, sino el tener paciencia y mortificar muy bien nuestras pasiones; porque si éstas no mortificamos, dondequiera que vamos y a dondequiera que huyamos, llevamos con nosotros la causa de las tentaciones y turbaciones.

Bien sabido es aquel ejemplo que cuenta Surio, de un monje, el cual por razón de su cólera e ira poco mortificada, era pesado a sí y a los otros; determinóse de salir del monasterio del santo abad Eutimio, en el cual vivía, pareciéndole que, estando quitado de tratar con otros y viviendo solo, cesaría la ira, pues no tendría ocasiones con que airarse. Hácelo así, y encerrándose en una celda, llevó consigo un cántaro de agua, y por arte del demonio se le derramó; levantóle y volvióle a llenar de agua, y segunda vez se derramó cayendo en el suelo; volvió tercera vez a llenarle y ponerle bien, y tercera vez se le derramó; entonces, con más cólera que solía, toma el cántaro y da con él en el suelo haciéndole pedazos. Acabando de hacer esto, cayó en la cuenta y echó de ver que no era la compañía de los monjes y la comunicación con ellos la causa de su caída en impaciencias e iras, sino su poca mortificación, y al fin volvió a su monasterio. De manera, que en vos está la causa de vuestra inquietud e impaciencia y no en vuestros hermanos: mortificad vos vuestras pasiones, y de esa manera, dice Casiano, aun con las bestias fieras tendréis paz, conforme a aquello de Job: Las bestias fieras serán mansas para ti (5,23); cuanto más con vuestros hermanos'.

3. Los apegos y anhelos mundanos

San Buenaventura, San Gregorio y San Agustín y otros Santos 'dicen que la tristeza del mundo nace de estar uno aficionado a las cosas mundanas; porque claro está que se ha de entristecer el que se viere privado de lo que ama. Pero el que estuviera desasido y desaficionado de todas las cosas del mundo, y pusiere todo su deseo y contento en Dios, estará libre de la tristeza del mundo. Dice muy bien el Padre Maestro Ávila: no hay duda sino que el penar viene del desear, y así a más desear, más penar; a menos desear, menos penar; a ningún desear, descansar . De manera, que nuestros deseos son nuestros sayones; ésos son los verdugos que nos atormentan y dan garrote'.

También San Juan de la Cruz dice que 'el apetito de criatura hace al alma pesada y triste para seguir la virtud' [15].

'Descendiendo en esto más en particular y aplicándolo a nosotros -retomamos a Alonso Rodríguez- digo que muchas veces la causa de la tristeza del religioso es no estar indiferente para todo aquello en que le puede poner la obediencia; eso es lo que le suele traer muchas veces triste y melancólico, y lo que le hace que ande con pena y con sobresalto: si me quitarán esto, en que me hallo bien; si me mandarán aquello, a que tengo repugnancia. Así lo dice San Gregorio: Porque desea uno tener lo que no tiene, o teme perder lo que tiene, por eso anda con pena y con sobresalto. Pero el religioso que está indiferente para cualquier cosa que le ordenare la obediencia, y tiene puesto todo su contento en hacer la voluntad de Dios, siempre anda contento y alegre, y nadie le podrá quitar su contento; bien podrá el superior quitarle de este oficio y de este colegio; pero no podrá quitarle el contento que en eso tiene; porque no le ha él puesto en estar aquí o allí, ni en hacer este oficio o aquel, sino en hacer la voluntad de Dios. Y así consigo lleva siempre su contento, dondequiera que fuere y en cualquiera cosa que le ocuparen. Pues si queréis andar siempre alegre y contento, poned vuestro contento en hacer la voluntad de Dios en todas las cosas, y no le pongáis en esto o aquello, ni en hacer vuestra voluntad, porque ése no es medio para tener contento, sino para tener mil descontentos y sinsabores'.

'¡Contento, Señor, contento!', repetía siempre como muletilla el Beato Alberto Hurtado.

4. El espíritu de orgullo

'Declarando esto más, lo que suele ser muy comúnmente causa y raíz de nuestras melancolías y tristezas, es, no el humor de melancolía, sino el humor de soberbia que reina mucho en nuestro corazón; y mientras ese humor reinare en vuestro corazón, tened por cierto que nunca os faltarán tristezas y melancolías, porque nunca faltarán ocasiones; y así, siempre viviréis con pena y con tormento. Y a esto podemos reducir lo que acabamos de decir, de no est

 

IV. EL SERVIR A DIOS CON ALEGRÍA [18]

' Gaudete in Domino semper, iterum dico gaudete ( Fil 4,4): Gozaos siempre en el Señor; otra vez os torno a decir que os gocéis y regocijéis , dice el Apóstol San Pablo. Lo mismo nos repite muchas veces en los Salmos el profeta David: Alegraos en el Señor y regocijaos, oh justos, y gloriaos todos los rectos de corazón ( Sal 31,11) . Salten de gozo y alégrense en ti, Señor, todos los que te buscan ( Sal 69,5). Cantad a Dios con júbilo, moradores todos de la tierra, servid al Señor con alegría: llenos de alborozo llegad a su presencia ( Sal 99,1). Alégrese el corazón de los que buscan al Señor ( Sal 104,3). Y en otros muchos lugares nos exhorta a menudo a que sirvamos a Dios con alegría. Y con esto saludó el ángel a Tobías: Dios te de siempre mucho gozo y alegría ( Tob 5,11). Solía decir el bienaventurado San Francisco: al demonio y a sus miembros pertenece estar triste, mas a nosotros alegrarnos siempre en el Señor. En las moradas de los justos siempre se ha de oír voz de alegría y de salud ( Sal 117,15). Hanos traído el Señor a su casa, y escogido entre millares; ¿cómo habemos de andar tristes?'.

Bastaría con esto para tomar conciencia de la importancia de servir a Dios con alegría; pero demos algunas razones que refuerzan esta convicción.

1. Es la voluntad de Dios

'Así lo quiere el Señor: Hilarem datorem diligit Deus, dice San Pablo: Quiere Dios un dadivoso alegre ( 2 Cor 9,7) conforme a lo que Él dijo por el Sabio: Todo lo que das, dalo con semblante alegre ( Eclo 35,11). Así como acá en el mundo vemos que cualquier señor quiere que sus criados le sirvan con alegría, y cuando ve que andan encapotados y le sirven con ceño y con tristeza, no le es agradable su servicio, antes le enfada, así Dios nuestro Señor gusta de que le sirvamos con mucha voluntad y alegría, no con ceño, ni tristeza.

Nota la Sagrada Escritura que ofreció el pueblo de Israel mucho oro y plata y piedras preciosas para el edificio del templo con grande voluntad y alegría. Y el rey David dio gracias a Dios de ver al pueblo ofrecer sus dones con tan grande gozo (Cf. 1 Paral 29,9.17). Eso es lo que estima mucho Dios. No estima tanto la obra que se hace, cuanto la voluntad con que se hace. Aun acá solemos decir: la voluntad con que lo hace vale más que todo, y aquello estimamos en mucho, aunque la cosa sea en sí pequeña. Y por el contrario, por grande que sea, si no fue hecha con voluntad y alegría, no la estimamos ni agradecemos, antes nos descontenta. Dicen muy bien que es como quien sirve un buen manjar, pero con salsa amarga, que lo hace todo desabrido'.

2. Da más gloria a Dios

'La segunda razón es que redunda en mucha gloria y honra de Dios el servirle con alegría, porque de esa manera muestra uno que hace aquello de buena gana y que le parece todo poco para lo que desea hacer. Los que sirven a Dios con tristeza, parece que dan a entender que hacen mucho y que andan reventando con la carga, y que apenas la pueden ya llevar por ser grande y pesada, y eso desagrada y da en rostro. Y así, una de las causas por que el bienaventurado San Francisco no quería ver en el rostro de sus frailes tristeza, era, porque da a entender que hay pesadumbre en la voluntad y pereza en el cuerpo para el bien. Pero esotros, según van de alegres y ligeros, parece que están diciendo que no es nada lo que hacen para lo que desean y querrían hacer. Como decía San Bernardo: Señor, lo que yo hago por Vos, apenas es trabajo de una hora; y si más es, con el amor no lo siento. Eso da mucho contento al Señor, y así dice Él en el Evangelio: Cuando ayunareis, ungid la cabeza y lavaos el rostro, porque no echen de ver los hombres que ayunáis ( Mt 6,17); quiere decir: poneos de fiesta y andad alegre, que parezca que no ayunáis ni hacéis nada. No andéis tristes, como los hipócritas ( Mt 6,16), que quieren dar a entender a todos que ayunan y que echen de ver que hacen algo. De camino se ha de advertir aquí que hay algunos, que para andar con modestia y recogimiento, les parece que es menester andar cabizbajos y con semblante triste, y engáñanse. Dice San León Papa: La modestia del religioso no ha de ser triste, sino santa ( Religiosorum modestia, non sit maesta, sed sancta ). Ha de traer siempre el religioso una modestia alegre y una alegría modesta. Y saber juntar estas dos cosas, es gran decoro y grande ornato del religioso'.

3. Es útil al prójimo

'Lo tercero, no solamente redunda esto en mucha honra de Dios, sino también en provecho y edificación de los prójimos y en abono de la virtud. Porque los que de esta manera sirven a Dios, persuaden mucho a los hombres con su ejemplo que en el camino de la virtud no hay la pesadumbre y dificultad que los malos imaginan; pues les ven a ellos caminar por él con tanta suavidad y alegría. Con lo cual los hombres que naturalmente son amigos de andar alegres y contentos, se animan mucho a darse a la virtud. Por está razón particularmente nos conviene mucho a nosotros [religiosos y dados al apostolado] andar con alegría en nuestros ministerios, por tratar con prójimos, y ser nuestro fin e instituto el ganar almas para Dios. Porque de esa manera se ganan y aficionan muchos, no sólo a la virtud, sino a la perfección y a la Religión [es decir, a la vocación religiosa; la alegría, está diciendo aquí Alonso Rodríguez, es despertadora de vocaciones]. De algunos sabemos que han dejado el mundo y entrado en Religión, por ver la alegría y contento con que andan los religiosos. Porque lo que desean los hombres es pasar esta vida con contento; y si entendiesen el que tiene el buen religioso, creo se despoblaría el mundo y se acogerían todos a la Religión; sino que es éste un maná escondido, que le escondió y guardó Dios para los que Él quiso escoger; a vos os descubrió el Señor este tesoro escondido, y no se le descubrió a vuestro hermano, y así él se quedó allá, y a vos os trajo acá: por lo cual le debéis infinitas gracias'.

4. Hace las obras más meritorias

'La cuarta razón por que nos conviene andar con alegría, es porque la obra comúnmente es de mayor mérito y valor cuando se hace con esta alegría y prontitud, porque eso hace hacer la obra mejor y más perfectamente. Aun allá dijo Aristóteles: La alegría y gusto con que se hace la obra, es causa que se haga con perfección; y la tristeza, de que se haga mal hecha [19]. Y así vemos por experiencia que hay mucha diferencia del que hace la cosa con gusto, al que la hace con mala gana; porque éste no parece que atiende más que a poder decir que la hizo; pero aquél estáse esmerando en hacer bien lo que hace, y procura hacer lo mejor que puede. Añádese a esto lo que dice San Crisóstomo, que la alegría y contento del ánima da fuerzas y aliento para obrar. Y así decía el profeta David: Viam mandatorum tuorum cucurri, cum dilatasti cor meum ( Sal 118,32): La alegría dilata y ensancha el corazón; pues dice el Profeta: Señor, cuando Vos me dábades aquella alegría con que se dilataba mi corazón, corría yo con grande ligereza por el camino de vuestros Mandamientos. Entonces no se siente el trabajo: Correrán y no se fatigarán; andarán y no desfallecerán ( Is 40,31).

 

V. LA TRISTEZA SANTA [25]

Decíamos al principio que junto a la tristeza mala hay una buena tristeza. Lo dice, por ejemplo, San Basilio que hay una tristeza buena y provechosa [26]. Una de las ocho bienaventuranzas que pone Cristo en el Evangelio es precisamente: Bienaventurados los que lloran porque serán consolados ( Mt 5,5). Por tanto, hay que distinguir tres maneras de tristeza: una mundana , de la que hemos hablado, y de la cual no deben estar afectados los hijos de Dios; otra indiferente , que es la causada por los males verdaderos pero de orden natural, la cual conviene que sea moderada por la razón y la virtud (por ejemplo, San Pablo no quiere que ni aún de la muerte de nuestros amigos y parientes nos entristezcamos demasiado: En orden a los difuntos, no queremos, hermanos, que estéis en ignorancia, por que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza ( 1 Tes 4,12); no dice absolutamente que no nos entristezcamos, pues es natural hacerlo, y el mismo Cristo tuvo este afecto, como lo demuestra al llorar por Lázaro ( Jn 11,36: Al verlo llorar decían: Mirad cómo lo amaba ), pero no quiere que nos entristezcamos como los mundanos que no tienen otra esperanza que la vida en este mundo.

Junto a estas dos, pues, hay una tristeza espiritual y según Dios; propia de los siervos de Dios. Es la bienaventuranza de los que lloran, la cual es el fruto más preclaro del don de ciencia y, por tanto, está en la línea de la perfección de la virtud de la fe' [27]. San Basilio y Casiano dicen de ésta que se engendra de cuatro maneras o de cuatro cosas.

1. Ante todo, de los pecados que hemos cometido contra Dios

A los Corintios escribía San Pablo: Me gozo, no de la tristeza que tuvísteis, sino de que vuestra tristeza os condujera al arrepentimiento. Porque os entristecisteis según Dios; y la tristeza que es según Dios obra arrepentimiento saludable de que no hay que arrepentirse ( 2 Cor 7,9). El llorar uno sus pecados, y entristecerse y dolerse por haber ofendido a Dios, ésa es muy buena tristeza, y según Dios. Dice San Juan Crisóstomo que ninguna pérdida hay en el mundo que se restaure con el dolor, pesar y tristeza, sino sola la del pecado: y así, en todas las otras materias es mal empleado el dolor y la tristeza, salvo en ésta. Porque todas las demás pérdidas no sólo no se remedian con llorar y estar tristes, sino que de esta manera se aumentan; pero la pérdida por el pecado se remedia con la tristeza moderada de haber pecado. 'Estar triste a gusto de Dios -predicaba San Agustín- es afligirse de los pecados por espíritu de penitencia. La pesadumbre por las maldades propios engendra la justificación. Avergüénzate de lo que eres, a fin de ser lo que no eres ( prius tibi displiceat quod es, ut possis esse quod non es )' [28].

Esta tristeza de nuestros yerros procede de la iluminación del don de ciencia pero termina no en llanto sino en consuelo porque su fruto es el recto ordenamiento -de allí en adelante- de todas las creaturas hacia Dios (el uso correcto de las cosas) [29].

2. De los pecados ajenos

Engendra también esta buena tristeza los pecados de otros, es decir, el ver que Dios es ofendido y menospreciado, y que es quebrantada su ley. Esta es muy buena porque nace del amor y celo de la honra y gloria de Dios y bien de las almas. El verdadero santo llora por los pecados que afligen al mundo, especialmente por los pecados de los hijos de la Iglesia. Decía Santa Catalina: '¿Qué consuelo podría hallar yo en poseer la vida, viendo que tu pueblo está privado de ella, y viendo cómo las tinieblas del pecado cubren a tu amada Esposa, por mis pecados y los de las demás creaturas tuyas?' [30]. ¿Acaso no fue el mensaje de Fátima: 'Haced penitencia por los pecados de los hombres'?

Puede observarse este sentimiento espiritual en los Profetas y amigos de Dios. Nos dice, por eso la Sagrada Escritura: Se apodera de mí la indignación porque los impíos abandonan tu ley... Mi celo me consume, porque mis adversarios olvidan tus palabras... He visto a los traidores, me disgusta que no guarden tu promesa ( Sal 118, 53.139.158).

3. Del deseo de perfección

Nace también esta tristeza del deseo de perfección, es decir, del ansia grande de ir adelante en la perfección, y del lamentarse por no ser mejores. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia [santidad] ( Mt 5,6).

4. De la contemplación de la gloria y del deseo de los bienes celestiales

Es decir, del verse desterrados y del ver dilatarse el momento de la unión con Dios. Así, por ejemplo, lloraban los israelitas acordándose de la tierra prometida y especialmente del templo de Dios: ¡Ay de mí, que se me dilata mi destierro! , dice una de las versiones del Salmo 120 (120,5). Una de las más hermosas expresiones místicas de esta tristeza es el Salmo 42, 2-4:

Como anhela la cierva las corrientes de agua,
así te anhela mi alma, ¡oh Dios!
Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo:
¿Cuándo iré y veré la paz de mi Dios?

Mis lágrimas son día y noche mi pan,
cuando me dicen cada día: ¿Dónde está tu Dios?
 

Y también el Salmo 137,1-4:

A orillas de los ríos de Babilonia
estábamos sentados y llorábamos,
acordándonos de Sión;
en los álamos de la orilla
teníamos colgadas nuestras cítaras.

Allí nos pidieron
nuestros deportadores cánticos,
nuestros raptores alegría:
'¡Cantad para nosotros
un cantar de Sión!'

¿Cómo podríamos cantar
un canto de Yahveh
en una tierra extraña?

Y a la Virgen le rezamos diciendo: 'A ti suspiramos los desterrados hijos de Eva, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas'.

Esta buena tristeza nos da una vida sin tristeza. Decía Agustín: 'No podemos llegar a una vida sin arrepentimiento sino por el arrepentimiento de la mala vida'31. No podemos llegar a la vida sin tristeza sino por la tristeza de la mala vida.

Casiano pone algunas señales para reconocer cuál sea la tristeza buena y la mala:

1º La mala es áspera, impaciente, llena de rencor y amargura infructuosa, y nos inclina a la desconfianza y desesperación, y nos retrae y aparta de todo lo bueno. No trae consigo consuelo ni alegría ninguna.

2º La buena es obediente, afable, humilde, mansa, suave y paciente. Como nace del amor de Dios, contiene en sí todos los frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, longanimidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia. A pesar de ser tristeza es, en cierta manera, alegre y trae consigo consuelo, confortación y aliento para todo lo bueno. El mismo andar uno llorando sus pecados, aunque por una parte aflige y da pena, por otra consuela grandemente. Es más, San Agustín saca de esto una gran reflexión y es que si el llorar de los justos, es decir, su tristeza, le da tanto contento, ¿qué será la alegría y el contento que sentirán, cuando el Señor los consuele en la oración, y les dé aquellos júbilos espirituales que Él suele comunicar a sus escogidos? ¿qué será cuando del todo les enjugue y limpie las lágrimas de sus