La Liturgia de la Palabra: Acólitos y Lectores
 

 

Nueva Instrucción del Misal Romano
 


La Liturgia de la Palabra  (Nueva Instrucción del Misal Romano)


 
Se añadieron varios artículos de la nueva introducción revisada del
Leccionario de la Misa, incluyendo el empeño de seguir estrictamente la lista de lecturas del día, (357). No está permitido que las lecturas indicadas en el Leccionario sean sustituidas por otras lecturas no bíblicas, (57). La nueva Institutio prohibe la división de las lecturas en partes, excepto la de la Pasión del Señor, (109). En la celebración de la Misa con el pueblo siempre se proclaman las lecturas desde el ambón, (58). La nueva Institutio recomienda que se cante el Salmo Responsorial, (61). Si no se lo canta, ha de recitarse en la forma más adecuada para la meditación de la palabra de Dios, (61).

La
Institutio presenta como la finalidad de la profesión de fe "la manera por la cual la asamblea entera responde a la palabra de Dios" y "trae a su memoria, antes de empezar la celebración del misterio de la fe en la Eucaristía, la norma de su fe.", (67). Del mismo modo, la Oración Universal se ve como una respuesta a la Palabra de Dios de parte de los fieles, "ejerciendo su oficio sacerdotal, ruegan por la salvación de todos," (69). A la descripción previa de esta oración, se añade la recomendación de que sean unas peticiones breves, compuestas con sabia libertad, "pidiendo por las necesidades de la comunidad entera", (71).
 

 


 
Los Acólitos

 


El acólito es instituido con "funciones especiales" (98) que él solo debe realizar y que, idealmente, deben ser distribuidos entre otros acólitos (187). Si un acólito instituido está presente, haga él lo que es de más importancia, distribuyéndose las otras entre varios ministros (187). Estas "funciones especiales" aparecen detallados en los números 187-193, muchas de las cuales son ejecutadas en ausencia del diácono, e incluyen la incensación del sacerdote y la asamblea durante la preparación de los dones (190), y el ofrecimiento del cáliz a los que van a comulgar (191).
 
A diferencia de otros ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, el acólito instituido puede ayudar al sacerdote o al diácono en la purificación y arreglo de los vasos sagrados en la credencia (192). En ausencia del acólito instituido, los ministros laicos pueden servir en el altar, asistiendo al sacerdote o al diácono. "Pueden llevar la cruz, las velas, las cenizas, el incensario, el pan, el vino y el agua" o servir como ministros extraordinarios de la Comunión (100). El Obispo puede establecer otras normas que rijan la función de dichos servidores del altar (107).
 
 
 
Los Lectores

 


Los deberes del lector instituido aparecen definidos de una manera específica para él y "sólo él debe ejercerlos, aunque estén presentes otros ministros ordenados" (99). En la ausencia de un lector instituido, cualquier otra persona competente puede proclamar las Escrituras, mientras que éstas se hayan preparado adecuadamente (101). Las funciones del maestro de ceremonias (106), músicos (103), sacristanes (105), comentador (105), ujieres o ministros de hospitalidad (105) también aparecen definidos.

 


La ampliación de las funciones propias de la Palabra de Dios nos hacen recordar que debido a que el oficio de proclamar las Sagradas Escrituras es un ministerio, y no una función del celebrante, "las lecturas deben ser proclamadas por un lector, el Evangelio por un diácono, o por un sacerdote que no sea el celebrante" (59).

 


En ausencia del diácono, el lector, "usando su vestidura propia, puede llevar el
Evangeliario ligeramente elevado en la procesión de entrada (194). Al llegar al presbiterio, coloca el Evangeliario sobre el altar y, después, se coloca en el presbiterio junto con los otros ministros (195). Sin embargo, nunca se lleva el Leccionario en procesión.
 

 

Las moniciones en la Liturgia



 

 

Hay varias clases de intervenciones: “indicativas” (posturas corporales, el modo de realizar una procesión), otras “explicativas” (ambientar una lectura desde un contexto histórico) y otras “exhortativas” (desde qué actitud espiritual podemos cantar un salmo responsorial).

 


 Cualidades de la Buena monición:
- Que sean breves: no a los tonos pesados, escolásticos y farfallosos por la largueza de la monición.
- Que sean sencillas, diáfanas: ayudar a captar mejor el contenido del rito o de las lecturas (evitar frases alambicadas, a base de oraciones subordinadas, queriendo decirlo todo).
- Que sean fieles al texto: que la monición ayude a escuchar la lectura desde la actitud justa (sin manipular su interpretación, dejándola abierta) y realizar el gesto simbólico (por ejemplo, el gesto de la paz) exactamente dentro de su identidad y finalidad.
– Que sean discretas: discretas en número (hacer las convenientes y no siempre las mismas), evitando la palabrería.
- Que sean pedagógicas: producir el efecto deseado (despertar el interés por la lectura, suscitar la actitud interna).
- Que estén bien preparadas: normalmente por escrito y además en coordinación con el presidente (es importante que haya confluencia de direcciones entre el presidente con su homilía, el que hace las moniciones y el que escoge y dirige los cantos).

 


Consejos sencillos sobre el modo de hacerlas:

-Que las diga la misma persona: para dar unidad al conjunto (el que proclama la lectura no debe ser el que también dice la monición, así distinguiremos la “palabra nuestra” de la “Palabra de Dios”).

- Es mejor “decirlas” aunque estén escritas (la monición pide una comunicatividad especial).

- Las moniciones que ofrecen los libros o las hojas pastorales las tiene que considerar el monitor (o el equipo que prepara la celebración) como sugerencias, como material que tendrá mucho de aprovechable, pero no como dogmáticas. A partir de lo que allí se dice, con sentido litúrgico y sintonía con la comunidad, deben llegar al lenguaje más válido de una monición.

 


Monición de entrada:
- Que motive próximamente la celebración que empieza, conectarla con la vida, con la fiesta o las circunstancias especiales del día.

Monición a la "Palabra”:
- Que no sea una homilía anticipada, o un resumen de lo que ya la lectura misma va a decir (que no adelante el contenido o lo resuma).
- Que prepare la escucha, motive la actitud de interés y de “obediencia a la fe”.
- Es útil que presente el contexto histórico de una lectura.
- Que despierte la atención de la comunidad a partir de las circunstancias que estamos viviendo en la actualidad o que suscite una pregunta reflexiva sobre nuestro modo de comportarnos frente a esta situación, sobre si se aplican estas palabras de increpación o de alabanza.

 



“La monición lo que hace es presentar que la lectura que vamos a escuchar es de interés también para nosotros (abrir el apetito)”

Cogido del artículo: “Los ministerios laicales” Autor: Arturo Reyes, Lima-Perú