La clave para acoger a los divorciados en la Iglesia: oración en grupos y paciencia
Los separados no son unos «sin papeles» eclesiales, sino cristianos que, como todos, pueden dar pasos hacia la santidad. El padre Louis-Marie Guitton explicó en Toledo cómo funcionan los grupos que lo facilitan en Francia.
El
responsable de temas de Familia y Vida en la diócesis francesa de Toulon es
el padre Louis-Marie Guitton, sobrino del famoso escritor Jean Guitton. Es
un hombre tranquilo, conciliador, sonriente y que tiene una visión
evangelizadora a muy largo plazo. Explicó en las Jornadas de Pastoral de
Toledo el 12 de enero
cómo funcionan los grupos de oración de separados y divorciados en su
diócesis, creados a partir de la experiencia de muchos años
en la diócesis francesa de Dijon.
Guitton explica la receta que propone para separados y divorciados: "acoger,
esperar, y distinguir casos y casos".
Todo ello nace de la enseñanza de la Iglesia sobre estas situaciones,
explicada en el párrafo 84 de la "Familiaris
Consortio" de Juan Pablo II, donde se pide una acogida específica.
Para Guitton, trabajar con personas en situaciones matrimoniales complicadas
requiere tener en cuenta que la vida da muchas vueltas y que
lo que hoy parece irresoluble en
la vida de una pareja, en unos años puede haber cambiado mucho.
Implica tener además una visión mística de la vida y confiar en Dios, que
llama a la santidad.
No son
unos sin-papeles eclesiales
“Estos hermanos no son sin-papeles eclesiales que debemos regularizar, sino
personas llamadas a la
conversión, igual que tú y yo. Y para eso a menudo antes
han de reconciliarse con
Dios, y consigo mismos. Y quizá después puedan hacerlo con
su cónyuge y sus parientes”.
Para Guitton, esta pastoral requiere paciencia y esperar milagros, es decir,
una visión sobrenatural. “Los divorciados y separados están llamados a ser
santos. Dios dará a unos
gracias de continencia sexual. Y a otros les puede dar gracias de
reconciliación con su cónyuge”.
Así
funcionan los grupos eficaces
En Toulon y en Dijon han establecido una dinámica para crear grupos para
separados, divorciados y personas en situaciones matrimoniales complicadas.
1. Debe ser un grupo de
oración, que empiece con oración y alabanza y se centre en
alabar al Señor y en orar. Los asistentes acuden a mirar al Señor, no a
mirar sus problemas.
2. No se pide a la gente
que hable en el grupo de sus problemas matrimoniales, aunque
se pueden desarrollar amistades. Al acabar una sesión, la gente que quiera
puede ir a tomar un café y abrir su corazón y compartir sus sentimientos con
quien vean adecuado.
3. En la reunión semanal
se proclama y medita la Escritura, desde el corazón y para
que hable al corazón, no como exégesis intelectual
4. Una vez al mes se
organiza un encuentro de formación y fraternidad, que
incluye el pasar juntos una mañana, con charlas de un tema y acabar con una
comida juntos.Los temas de estas charlas no son un itinerario, porque la
gente rara vez puede venir a todas. Vienen a ellas los que a través del
grupo de oración se están abriendo a Dios y su voluntad. Puede ser un
encuentro que junte varios grupos de toda la diócesis.
5. Temas posibles del grupo mensual: cómo orar, cómo ama Dios, la Palabra de
Dios en mi vida, el perdón y la reconciliación, la importancia de ser
padres, los niños, cómo encontrar mi lugar en la Iglesia, la sexualidad
según Dios, qué significa el sacramento del matrimonio… son temas que acaban
y empiezan en esa sesión, no siguen un itinerario.
Los
separados están como los catecúmenos
Guitton recuerda que los divorciados o separados que conviven maritalmente
con alguien que no es su cónyuge ante la Iglesia no pueden comulgar ni
confesarse si no hacen firme propósito de abandonar esa convivencia.
Por eso su situación se parece en parte a la de los catecúmenos, a aquellos
aún no están bautizados:
van a la iglesia pero aún no
pueden acercarse a los sacramentos.
Por eso no es absurdo
crear liturgias y gestos simbólicos para estos divorciados similares a los
que la Iglesia destina a los catecúmenos: la entrega de la
cruz, la de la luz, ceremonias de acogida en la capilla, etc… Todo son pasos
en espera de llegar a la plena comunión.
En Toulon hay 3 grupos con esta estructura, aunque hubo alguno más antes. El
modelo nació en la diócesis de Dijon, donde un equipo lo aplica desde hace
unos 20 años con el nombre “Misericordia
y Verdad”.
"¿Continencia? ¿Reconciliación?"
La Iglesia anima a los divorciados a vivir la continencia sexual, o bien a
intentar la reconciliación. Ambas cosas son difíciles y a muchos les parecen
imposibles.
“¿Continencia? ¿En qué
mundo vive este cura?”, pueden decir al padre Guitton.
Pero él responde: “bien,
al menos hagamos una cosa:
recemos juntos, quedemos cada semana, yo me quedo a tu lado,
yo te acompaño en tu proceso;
cuando la gente reza unida,en
grupos, las relaciones cambian. Yo no tengo una solución
para tu caso pero, mientras tanto, vamos a convertirnos juntos, a crecer
juntos en la fe. En 5 o 6 años, con oración, pueden cambiar las cosas, Dios
puede dar esa reconciliación, o la continencia, u otra salida”.
Dureza
edificante, si incluye acogida
La negación de la comunión a estas personas no sólo tiene un valor
pedagógico para ellos, sino para todos los cristianos. Y no como castigo,
sino como edificación.
Con el padre Guitton habló en Toledo
Serge Maury, un
vinatero francés que vive medio año en Canadá y que participa en esta
pastoral con separados (lea
aquí
su testimonio de conversión). Maury pone dos ejemplos de
como la firmeza eclesial, cuando es acogedora, puede edificar a todos,
divorciados o no.
“Una amiga de París, aunque estaba divorciada y con otra pareja, iba a
comulgar y su cura le daba de comulgar. Mal hecho.
Se mudó a otra diócesis, donde
le negaban la comunión, como pide la Iglesia. Primero se
enfadó. Pero después pasó el tiempo y creció su fe y explicaba a sus hijos
que ahora entiende mejor
la comunión y es muy seria sobre eso”, explicó Maury, que ha
vivido esa situación muchos años.
En la
fila con los brazos en aspa
Otro ejemplo: “en algunos sitios, ya es bastante frecuente que quien no
puede comulgar pero quiere acercarse al Señor se levanta, se pone
en la fila con los brazos
cruzados en aspa y el sacerdote en vez de darle la comunión le imparte una
bendición. ¡Qué vergüenza debió sentir la primera persona
que hizo eso en una parroquia o comunidad! Que valiente debía ser. ¡Todos
los ojos fijos en ella, en la fila, pidiendo una bendición pero indigna de
comulgar! Pero, pasada esta etapa… ¿no significa eso que alguien así
entiende muy en serio la comunión?
¿No nos edifica a todos eso? Nos
hace pensar: ¿y yo, soy digno de comulgar? Es como un gesto
profético. Y dentro de unos años quizá en las filas haya más gente con
brazos cruzados que gente que comulgue, no necesariamente por temas
matrimoniales", profetiza Maury.
Las
reglas son buenas, pero no salvan
Guitton lamenta que en Francia, como en España, durante años los curas no
explicaron las condiciones para comulgar en la misa. Hoy los curas jóvenes
suelen hacerlo. “Es bueno recordar las reglas, pero las reglas por sí solas
no convierten a nadie. Es Cristo quien convierte.
La regla no debería ser lo
primero que anunciemos, sino a Cristo. Y ayudarnos con el
grupo de apoyo”.
Educar
los hijos del otro... como San José
Maury explica que en su grupo de oración de separados eran 8 personas. "Casi
todos queríamos como patrona a María Magdalena, pero al final se dedicó el
grupo a San José. ¿Por qué? ¡Porque
él fue el primer padre cristiano
que crió a un hijo que no era hijo suyo! Todos los miércoles
voy al mercado a evangelizar en la calle. A una niña le gustó nuestro icono,
pidió al hombre junto a ella ir a la iglesia, el señor dijo que no podía
llevarla a la iglesia porque era la hija de su pareja. Le dije: “quizá Dios
haga que sea la niña que Él quiere que críes y eduques, aunque sea de tu
pareja”. Algo de eso ya lo vemos en la Sagrada Familia.
José no dijo: “Jesús es hijo de
mi pareja", sino que lo crió y lo educó, como Dios le había
encargado”.
Volver
después de muchos años
Maury insiste en que hay esperanza para los matrimonios rotos. “He visto
gente rezar durante años y a cónyuges volver a reunirse. Incluso alguno a
vuelto a casa con un hijo de otra relación, y es acogido con amor. Conozco
señoras que esperan el
retorno del marido sin una sola queja, sin hablar mal ante sus hijos,
rezando el rosario cada día por su retorno. Hay que vivirlo en fe. Si la
Iglesia confirma que tu matrimonio no fue nulo, quizá Dios te puede estar
llamando a una consagración especial”.
Guitton concluye con una idea básica: “la gente en estas situaciones
complejas debe buscar su conversión y empezar ya a evangelizar y buscar la
santidad, igual que todos los demás.
No podemos esperar a ser
perfectos para empezar a evangelizar, porque entonces no empezaremos nunca.
Todos estamos llamados a transmitir la fe a nuestros hijos, a evangelizar y
a crecer en la fe”.