Juan Ruusbroec y los pseudomísticos

(En el siglo XIV existían en Europa movimientos pseudomísticos muy parecidos al gnosticismo nuevaeriano de hoy. Un místico de verdad, precursor de san Juan de la Cruz y de santa Teresa, los denuncia con energía)

 

La imagen del alma que se pierde en el mar, tan utilizada por los místicos de todas las religiones,  tiene en el cristianismo unos matices diferenciales propios, que nada tienen que ver con la despersonalización panteísta o nuevaeriana, así en los versos de profundo sentido trinitario de la beata Sor Isabel de la Trinidad:

En noche apacible de profundo silencio
dulcemente deslizaba por el océano inmenso.
En plena calma la bóveda del cielo
parecía escuchar palabras del Eterno.
Surgen de pronto olas profundas
y al ligero esquife hacen que sucumba.
Era la Trinidad que me acogía en su seno
y en su abismo divino encontré mi centro.
No me veréis más por las orillas
me engolfo en lo infinito que es mi herencia.
Mi alma descansa en esta inmensidad
y vive con "sus Tres" como en la eternidad.

La idea cristiana de la transformación divina del alma en su unión con Dios está muy clara en el místico belga Juan Ruysbroeck o Ruusbroec (1293-1381):

"Unificados en su amor, pero no idénticos en su naturaleza, pues esto equivaldría a ser Dios sin dejar de ser nosotros mismos, lo cual es imposible".

"Cuando digo que somos uno con Dios ha de entenderse por amor, no en esencia ni por naturaleza, porque nuestra esencia es criatura y la esencia de Dios es increada. Entre Dios y la criatura hay diferencia infinita. Por eso, aunque están unidos, no pueden ser idénticos. Si nuestra esencia se redujese a nada, no tendríamos ni conciencia ni amor ni bienaventuranza. No podemos pasar de nuestra esencia a la supraesencia más que por el amor. Somos dichosos en nuestra esencia si vivimos en el amor. Llegamos a ser felicidad en la esencia de Dios, si morimos en la esencia de Dios por gozar de Él. Por eso se dice un vivir muriendo y morir viviendo. Morimos en Dios y vivimos en Dios".

En tiempos de Ruusbroec existían en Europa movimientos pseudomísticos de características muy similares a los que hoy se integran en Nueva Era. Surgieron en forma de asociaciones piadosas y caritativas especialmente en el norte de Europa, a partir del siglo XII, subsistiendo en el siglo XIV en el que vivió el místico flamenco. Destacan entre ellos los begardos, los franciscanos radicales y los hermanos del Libre Espíritu. El término "begardo" fue prácticamente sinónimo de "beguino" y se admite que tanto el vocablo "beguina" como su sinónimo masculino, "begardo", se deben al sacerdote belga Lamberto Beghe, fallecido en el año 1187, aunque otro origen posible se debe al verbo flamenco beghen ('orar, rezar'), de modo que tanto los begardos como las beguinas serían etimológicamente los "orantes", los que rezan. Tanto unos como otros caían en ese error que ha acompañado al cristianismo desde su nacimiento hasta nuestros días: el gnosticismo, del que hablaremos más adelante. Para los hermanos del Libre Espíritu sólo existía un pecado: el no ser conscientes de la propia divinidad, lo que tiene claras resonancias cursomilagreras. Ruusbroec combate con energía los errores de estos pseudomísticos ociosos, sensuales y quietistas que trataban de compatibilizar la espiritualidad con el desenfreno sexual. En el capítulo 4º de "El libro de la más alta verdad" el beato Ruusbroec define con asombrosa precisión esa mezcla de panteísmo despersonalizante y de amoralismo desenterrado y vuelto a poner de moda hoy por Nueva Era. La cita es larga, pero merece la pena:

"Aún más, algunos hay tan equivocados que dicen que las personas desaparecerán en la divinidad y que en la eternidad no quedará otra cosa más que la substancia esencial de la divinidad. Y que todos los espíritus bienaventurados se transformarán de tal modo en esta esencia bienaventurada que no quedará nada del ser, ni obrar, ni conocer con distinción de criatura alguna.

Tales hombres andan descaminados en una ciega simplicidad de la propia esencia. Quieren obtener la salvación por vía meramente natural... Les parece que ellos mismos son Dios en el fondo de su simplicidad. Carecen de la verdadera fe, esperanza y caridad... Por mucho mal que hagan viven como quien no tiene conciencia. Desprecian los sacramentos, virtudes y prácticas de la Iglesia. A su juicio no les hacen falta para nada. Han superado todo lo que necesitan los hombres imperfectos... Ignoran las Escrituras como si nada hubiese sido escrito. Les parece haber encontrado y poseer aquello por lo cual se hizo la Escritura, es decir, la quietud ciega y esencial que ellos sienten. En realidad, han perdido a Dios y todos los caminos que pudiesen conducir a El... Gustan también de escoger ciertas palabras de las Escrituras que tergiversan a su gusto para agradar a otros hombres simples y atraerlos a la falsa pasividad en que ellos viven...

Quieren enseñar y no admiten que nadie les enseñe. Censurar y no ser censurados, mandar sin obedecer a nadie. Quieren someter a otros hombres sin que ellos a nadie se sometan. Quieren dar lo que les place sin que nadie les conteste. Son tercos. No se someten a nadie. A esto llaman libertad de espíritu. Libres en la carne porque dan al cuerpo lo que pide, consideran que eso es libertad de la naturaleza. Se han unido al ciego vacío de su propia esencia. Les parece que allí son uno con Dios. Lo consideran como la salvación eterna. Introvertidos, viven poseídos por la propia voluntad y su inclinación natural. Por eso les parece que están por encima de la ley, de los mandamientos de Dios y de la Iglesia. No sienten ni a Dios ni diferencia alguna por encima de la quietud esencial que poseen. La luz divina no se les ha mostrado ni ven las propias tinieblas, porque no han buscado con verdadero amor ni con libertad sobrenatural... Consideran que la mayor santidad consiste en que el hombre siga desenfrenadamente la propia naturaleza en todas las cosas, para poder vivir en ociosidad dentro de sí mismo, con espíritu inclinado al mal. Se dejan llevar eternamente por cualquier movimiento de la carne para liberarse al instante de imágenes y volver sin trabas a la desnuda ociosidad de su espíritu."

 
Xoán Xulio Alfaya

 

Copyright: Xoán Xulio Alfaya, 2000


Juan Ruusbroec: "Obras". Universidad Pontificia de Salamanca y Fundación Universitaria Española. Madrid, 1985.