Joseph Ratzinger y la teoría de la evolución

La irracional pretensión de transformarla en "filosofía primera"

 

Cada vez es menor la separación entre física y metafísica introducida por el pensamiento cristiano. Todo debe volver a ser “física”. La teoría de la evolución se ha mostrado cada vez más como el camino para que la metafísica desaparezca del todo, para hacer parecer superflua la “hipótesis de Dios” (Laplace) y para formular una interpretación del mundo estrictamente “científica”. Una teoría de la evolución que explica todo lo real de modo global se ha convertido en una especie de “filosofía primera” que, por así decirlo, constituye la base de la interpretación racional del mundo. Cualquier intento de poner en juego otras causas distintas a las incluidas en esta teoría ‘positiva’, cualquier intento de “metafísica”, tiene que parecer un retroceso frente al racionalismo, un abandono de la pretensión de universalidad de la ciencia. Así, la idea cristiana de Dios se considera acientífica. Ya no corresponde e ninguna theologia physica: en este sentido, la única theologia naturalis es la teoría de la evolución, y esta no conoce ningún Dios ni ningún creador en el sentido del cristianismo –del judaísmo y del islam—ni un alma del mundo o una fuerza interna en el sentido de la stoa. A lo sumo, desde el punto de vista del budismo, podría considerarse todo este mundo como apariencia y la nada como lo verdaderamente real, y justificar así formas místicas de religión que al menos no compiten de modo directo con el racionalismo.

¿Se ha dicho con ello la última palabra? ¿Se han separado definitivamente cristianismo y razón? En cualquier caso, no hay ninguna vía que evite el debate en torno al alcance de la teoría de la evolución como filosofía primera y la exclusividad del método positivo como única forma de ciencia y racionalidad. Así, este debate deben mantenerlo ambas partes con objetividad y disposición a escuchar, lo que hasta ahora apenas ha ocurrido. Nadie puede dudar seriamente de las pruebas científicas de los procesos microevolutivos. La cuestión que un creyente le plantea a la razón moderna no hace referencia a este asunto, tampoco al de la macroevolución, sino a la expansión de una philosophia universalis que pretende convertirse en una explicación global de lo real y no quisiera dejar ya aparte ningún otro nivel del pensamiento.

Se trata, en fin, de si la razón y lo racional están o no al comienzo de todas las cosas y en su fundamento. Se trata de saber si lo real surgió del azar y la necesidad, es decir, de lo irracional; si, por tanto, la razón es un producto casual de lo irracional y carece también de importancia en el océano de lo irracional, o si continua siendo cierta la idea que constituye la convicción fundamental de la fe cristiana y su filosofía: in principio erat verbum, “en el principio de las cosas está la fuerza creadora de la razón”. La fe cristiana es, hoy como ayer, la opción de la prioridad de la razón y lo racional. Esta cuestión última no se puede resolver ya mediante los argumentos de las ciencias naturales, y también el pensamiento filosófico choca aquí con sus límites. En este sentido, no existe una posibilidad última de demostrar la opción cristiana fundamental. Pero, ¿puede la razón renunciar a la prioridad de lo racional sobre lo irracional, a la existencia original del logos, sin abolirse a sí misma? La razón no puede hacer otra cosa que pensar también sobre lo irracional a su modo, esto es, de modo racional, estableciendo así implícitamente de nuevo la cuestionada primacía de la razón. Por su opción a favor de la primacía de la razón el cristianismo sigue siendo también hoy “racionalismo”.

Hemos visto anteriormente que en la concepción del mundo cristiano primitivo los conceptos de naturaleza, hombre, dios, ethos, y religión estaban indisolublemente vinculados entre sí y que esta vinculación había contribuido a que el cristianismo tomara conciencia de la crisis de los dioses y la crisis del racionalismo antiguo. La orientación de la religión hacia una visión racional de la realidad, el ethos como parte de esta visión y su aplicación concreta bajo la primacía del amor quedaron unidas entre sí. La primacía del logos y la primacía del amor resultaron idénticas. El logos se mostraba no sólo como razón matemática en el fundamento de todas las cosas, sino como amor creador hasta el punto que con-padece con lo creado. El aspecto cósmico de la religión, que venera al Creador en su poder sobre la existencia, y su aspecto existencial, la cuestión de la redención, se vincularon y se convirtieron en uno solo. De hecho, toda explicación de lo real que no pueda apoyar también con razones claras un ethos resulta necesariamente insuficiente.

En realidad la teoría de la evolución también intenta dar una nueva fundamentación al ethos desde el punto de vista de la evolución al pretender convertirse en una philosophia universalis. Pero este ethos relacionado con la evolución, que encuentra inevitablemente su concepto clave en el modelo de la selección, esto es, en la lucha por la supervivencia, en la victoria del más fuerte, en la adaptación con éxito, puede ofrecer poco consuelo. Aunque se le intente adornar de distintas formas, sigue siendo un ethos cruel. El intento de destilar lo racional de lo que es en sí irracional fracasa aquí de forma evidente. Todo esto resulta poco apropiado para una ética de la paz universal, del amor práctico al prójimo y de la necesaria abnegación de cada uno.

El intento de dar de nuevo un sentido claro al concepto del cristianismo como religio vera en medio de esta crisis de la humanidad debe basarse por igual, por así decirlo, en el recto obrar (ortopraxis) y el recto creer (ortodoxia). Su argumento más profundo debe consistir –al fin y al cabo igual que entonces- en que el amor y la razón coinciden como verdaderos pilares fundamentales de lo real: la razón verdadera es el amor, y el amor es la razón verdadera. En su unión constituyen el verdadero fundamento y el objetivo de lo real.

 

Cfr. Joseph Ratzinger – Paolo Flores d’Arcais: ¿Dios Existe? (Espasa, Madrid, 2008) pp. 20-23