JESUS DE NAZARET ES EL MISMO QUE EL JESUS DE LA FE

A. EL MESIAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Noción general de Mesías

En el Antiguo Testamento, Mesías significa Ungido. El término Cristo también significa Ungido.

Los textos del Antiguo Testamento en los que aparecen los términos Mesías,

Ungido, Cristo se refieren a los sacerdotes y reyes, que son ungidos con aceite para desempeñar sus funciones.

También, los términos Mesías, Ungido, Cristo se aplican a todo el pueblo de Israel, que es el Ungido, el elegido por Yahvé.

Finalmente estos términos se refieren al Mesías, entendido como una persona que había de venir a redimir al pueblo de sus pecados.

2. El primer anuncio de la venida del Mesías

Ya en el Génesis, primer libro de la Biblia, después del pecado original, Dios se dirige a la serpiente y condenándola le dice: «Pondré enemistad entre tí y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te aplastará la cabeza mientras tu acecharás su calcañar (talón»> (Gén 3,15).

Con estas palabras, Dios promete la victoria final de un descendiente de Eva sobre el diablo.

A este texto lo conocemos como el protoevangelio, es decir, como el antecedente del Evangelio; pues Dios promete por primera vez la existencia del Redentor vencedor del mal.

Este texto se refiere al futuro Mesías. Así lo entendieron los judíos.

La versión griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta (LXX); muy conocida en el mundo civilizado de su época, traducida en Alejandría en los siglos III y II antes de Jesucristo, para designar al descendiente de la mujer, utiliza un pronombre masculino. Con ello quiere dejar claro que será un Hijo de la Mujer el que obtendrá la victoria sobre el diablo.

Esta interpretación, dada ya por los israelitas, deja muy claro que habrá un Mesías vencedor del maligno.

Además, junto al Mesías, se incluye a su Madre. La expresión latina ipsa conteret - ella te aplastará la cabeza- puede referirse al descendiente o a la misma mujer. Por eso la Iglesia, también cree, que se refiere a Santa María. También la Madre del Salvador o Mesías coparticipa en la Redención del género humano.

3. El concepto de Mesías que tenía el pueblo de Israel

Conocemos que la Revelación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es progresiva. Dios revela poco a poco las verdades salvadoras.

Por este motivo, aún teniendo presente el texto del Génesis o protoevangelio que contiene la promesa hecha por Dios a nuestros primeros padres de la venida de un futuro Redentor o Mesías sólo, poco a poco, el pueblo judío fue conociendo a través de la Revelación cómo sería el Mesías.

Cuatro rasgos fundamentales configuran a lo largo de la Revelación quién sería el Mesías. 1º El Mesías-Rey o Mesías-Rey, Hijo de David; 2° El Mesías-Emmanuel o Dios-con nosotros; 3° El Mesías-Sacerdote; 4° El Mesías, Hijo del hombre.

Además, otras profecías del Antiguo Testamento, van indicando progresiva-mente detalles y circunstancias de su vida.

1º La promesa hecha por Dios al rey David: El Mesias-Rey, Hijo de David

El primer texto en el que aparece claramente el hecho de que el Mesías será una persona y, además, descendiente del rey David es en la profecía de Natán a David.

David quiere construir un Templo para depositar el Arca de la Alianza, construída por Moisés y dar en ese Templo culto a Yahvé.

El profeta Natán le dice que ese Templo no lo construirá él, sino su hijo Salomón. Como así sucedió.

Pero al mismo tiempo, Dios, por boca de Natán, le promete a David que su descendencia será eterna. Que la Alianza que Dios estableció primero con Abraham y los patriarcas y después con Moisés en el Monte Sinaí, ahora la confirma eternamente con David y su descendencia.

- El pueblo de Israel entendió, que en esta promesa hecha por Dios a David, se anunciaba el Mesías.

- La promesa es una Nueva Alianza en la que Dios se compromete, como recuerda el Salmo 2, «yo seré para él un padre y él será para mí un hijo».

- Esta Alianza es irrevocable. Los destinos de Dios y de la descendencia de David quedan ligados para siempre. Es eterna.

- Esta Alianza con David y su descendencia va encaminada a la realización del plan divino de salvación de todos los hombres. También el Salmo 2 lo dice: «Pídeme y te daré las naciones en herencia, y extenderé tus dominios hasta los confines de la tierra» .

El pueblo judío, desde esta profecía de Natán a David, esperaban la aparición de un Mesías, descendiente de la casa real. Es el Mesías-Rey, Hijo de David.

Jesús pertenecía a la casa real de David. En él se cumple la profecía. Es el Hijo de David, como le aclaman los mismos judíos en su entrada triunfal en Jerusalén en las vísperas de su Pasión.

La Bendición de Balaam

La idea de un Mesías-Rey, viene confirmada por otras del Antiguo Testamento. Como por ejemplo, la Bendición de Balaam

Balaam era un profeta no judío, que es llamado por los enemigos de Israel para que maldiga a los israelitas. Balaam, imposibilitado por Dios, en vez de maldecir al campamento judío, lo bendice con estas palabras: «Alzaré de J acob una estrella, surge de Israel un cetro, que aplasta los costados de Moab y el cráneo de los hijos de Set» (Núm 24, 17).

- En Moab y Set están representados proféticamente todos los reyes de la tierra.

- La estrella, que se alzará de Jacob, es el Mesías-Rey, al que se promete el dominio universal sobre todos los hombres.

- El pueblo de Israel comprendió que esta profecía se refería al Mesías, pues este dominio universal no es el que tenían los reyes de Israel, que era exclusivamente nacional.

2° El Mesías como el Emmanuel o Dios-con-nosotros

Sobre todo los profetas Isaías y Miqueas presentan al Mesías con características divinas.

El profeta Isaías dice del futuro Mesías: «He aquí que la Virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel-Dios-con-nosotros-» (Is 7,14).

Isaías a este niño le da los títulos de «Dios fuerte», «Padre sempiterno», «Príncipe de la Paz». Con ello, quiere indicar que este hijo no será un rey como los demás de la dinastía de David.

El pueblo de Israel interpretó correctamente esta profecía como dirigida al Mesías. El título de Emmanuel (Dios-con-nosotros) lo interpretaron como una especial protección de Dios sobre el Mesías, pero no vieron en este título el hecho de que realmente el Mesías sería Hijo de Dios, consustancial al Padre.

3º El Mesías-Sacerdote en el Antiguo Testamento

En la Revelación, junto al Mesías-Rey aparece el Mesías-Sacerdote.

En los Salmos aparece esta concepción sacerdotal del Mesías. Por ejemplo,

refiriéndose al Mesías dice un salmo: «Tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (Sal 110,4).

Melquisedec era sacerdote de Salem (posiblemente el actual Jerusalén). Abraham, padre del pueblo judío, cuando regresó victorioso de una batalla en la que venció a los cinco reyes ocupantes del país, se encontró con Melquisedec. Ya pesar de ser él el padre del pueblo elegido, no sólo fue bendecido por Melquisedec sino que, además, Abraham le ofreció la décima parte de lo conquistado en la guerra, indicando con ello la superioridad de Melquisedec.

Esta escena del Antiguo Testamento indica la superioridad de Melquisedec sobre Abraham.

San Pablo utilizó este pasaje en el Nuevo Testamento, para explicar la superioridad del sacerdocio de Jesucristo sobre el sacerdocio levítico del Templo. El sacerdocio de Jesucristo es eterno como el de Melquisedec y el sacerdocio del Templo viene de Leví, es propio de la tribu de Leví, uno de los Doce patriarcas descendientes de Abraham.

Melquisedec es figura del Mesías-Sacerdote.

Hay otros textos en los que se insiste sobre la figura del Mesías-Sacerdote. Por ejemplo: «Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará según mi alma: le edificaré una casa estable, y él andará como mi Mesías» (I Sam 2,30-35).

La figura del Mesías-Sacerdote profetizado en el Antiguo Testamento no fue nunca tan popular entre el pueblo judío como la del Mesías-Rey, Hijo de David.

4° El Mesías es el Hijo del hombre

El profeta Daniel en una visión sobre el fin del mundo o apocalíptica en la que se prepara el juicio de los hombres, ve aparecer como juez al «Hijo del hombre».

Este «Hijo del hombre» (Dan 7, 13) tiene todas las características del Mesías: es Señor absoluto de todas las naciones; su dominio es eterno; su imperio no tiene fin, etc.

Este título de «Hijo del hombre» es el que más veces utilizó Jesucristo para hablar de sí mismo. La razón de ello está en que el «Hijo del hombre» se presenta en un contexto totalmente religioso: aparece al final de la historia, como juez al fin de los tiempos, y sin ninguna connotación política terrenal.

4. Otras profecías que señalan características del Mesías

a) Bendición de Jacob a su hijo Judá

Jacob o Israel, poco antes de morir, bendice a sus doce hijos, los Doce patriarcas de

las doce tribus de Israel.

A su hijo Judá le profetiza lo siguiente: «No faltará de Judá el cetro, ni de entre sus pies el báculo, hasta que venga aquel cuyo es ya él le darán obediencia los pueblos» (Gén 49, 10).

- Le promete que su casa será la casa real de Israel. y así fue, pues David es de la tribu de Judá.

- Le dice que esta dinastía reinará hasta que venga aquel cuyo es (el cetro), es decir el auténtico Rey de Israel o Mesías, a quien pertenece en propiedad el reino.

- Este hecho sucederá cuando falte el cetro de Judá. Es decir, que en Israel habrá un rey que no pertenecerá a la tribu de Judá.

- Esto sucedió con el reinado de Herodes, que no era judío sino idumeo. y en su reinado nació Jesús en Belén.

En la época del nacimiento de Jesús, reinando el idumeo Herodes, el pueblo judío sabía que era el tiempo en que se había cumplido la profecía de Jacob. Por eso había entre los judíos una gran expectación sobre el posible nacimiento del Mesías. Esto explica que cuando Jesucristo se proclama Mesías, inicialmente no hubiera una gran extrañeza entre el pueblo sino que le siguen multitudes. El mismo Herodes creyó que era posible el nacimiento del Mesías y ya sabemos que para librarse de él hizo matar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén.

b) Los poemas del siervo de Yahvé

El profeta Isaías en el «Libro de la Consolación» describe al futuro Mesías como un varón de dolores, cordero que llevan al matadero, juzgado, escupido, maltratado, colgado entre malhechores, etc.

Las profecías de Isaías, y otras parecidas de otros profetas, se cumplieron literalmente en la Pasión de Jesucristo. De esta tremenda similitud entre lo profetizado y los sufrimientos de Jesús en la Pasión se dan cuenta los evangelistas, que van haciendo notar las coincidencias entre ambas realidades.

c) Lugar del nacimiento del Mesías

El profeta Miqueas señaló a Belén de Judá como la ciudad donde nacería el Mesías. De Belén era David.

Cuando Herodes, avisado por los Magos, preguntó a los sabios de Israel dónde debía nacer el rey de los judíos, estos le contestaron con la profecía de Miqueas, tal como recoge el Evangelio. Y en Belén nació Jesucristo como el rey David.

Conclusión

En Israel, en la época de Jesucristo, predominaban dos concepciones del Mesías: como Rey y como Sacerdote.

Conviene advertir que los judíos, como consecuencia del dominio romano, fueron exaltando progresivamente la figura del Mesías-Rey, al que veían como el libertador del yugo romano. La figura del Mesías-Sacerdote que completa la anterior, fue quedando en un segundo plano y junto con ella la del Siervo doliente y la del Hijo del hombre.

Fue, sobre todo, la literatura apócrifa (no revelada) y la rabínica (la de los maestros de Israel) la que produjo este cambio de mentalidad en la mayoría del pueblo.

Los judíos no consiguieron unir esta doble concepción del Mesías, como Rey y Sacerdote. Sólo grupos más selectos, como por ejemplo los esenios, entendieron que estas dos figuras del Mesías se complementaban. Comprendieron que el Mesías vendría a liberar al pueblo judío de toda opresión por la liberación de sus pecados, pues toda situación de injusticia es consecuencia del pecado que da lugar a la formación de estructuras de opresión o «estructuras de pecado».

El Mesías-Sacerdote se ofrece como Siervo doliente en el Sacrificio de la Cruz. Muere para redimir los pecados de todos los hombres y vendrá al fin de los tiempos como Hijo del hombre a juzgar el mundo. Así triunfa -es Mesías-Rey- sobre el pecado y la muerte.

Jesús de Nazaret es el mismo que el Jesús de la fe

Intentamos probar que el Jesús de la fe de los primeros cristianos es igual al Jesús histórico de Nazaret. Para ello, vamos a responder en primer lugar a la pregunta ¿quién se creía que era Jesús de Nazaret? ¿qué decía de sí mismo? y, después, al considerar su Humanidad, comprobaremos que no es en absoluto admisible pensar que Jesús fuera simplemente un iluminado, un fanático o un falsario. Si Jesús por su personalidad muestra un gran equilibrio humano, físico, psicológico y espiritual, ¿ cómo es posible que mintiera, engañara o se creyera el Mesías, Hijo de Dios hecho hombre? Sólo cabe una respuesta, la singular personalidad de Jesús de Nazaret sólo se puede explicar porque realmente es lo que afirma ser.

B. LA CONCIENCIA QUE JESÚS TENÍA DE SÍ MISMO

1. Jesús viene a cumplir una misión divina

En todos sus actos, Jesús de Nazaret manifiesta destacadamente su conciencia de tener una misión divina que cumplir.

Jesús afirma repetidas veces que ha sido enviado por Dios para cumplir su voluntad: «He bajado del Cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre me envió» (Ju 6, 38); «¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49).

2.  Jesús se declara Hijo de Dios

- Jesús acepta ser llamado Hijo de Dios por el Sanedrín en su juicio.

- Dios Padre lo proclama su Hijo en el Bautismo y en la Transfiguración: «Tú eres mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias» (Mt 3, 17).

- Indirectamente se afirma que Jesús es Hijo de Dios cuando se dice que «los ángeles le servían» (Me 1, 13), es decir, es superior a cualquier ser creado.

- También, todas las veces que se le proclama Señor -«Kirios»- se enseña su divinidad, porque este título en la Sagrada Escritura se reserva sólo a Dios.

- Jesús, declara su identidad de naturaleza con Dios Padre «Yo y el Padre somos una misma cosa» (Jn 10, 30), y por tanto, es igual a Dios Padre.  En una ocasión en que el Apóstol Felipe le dice «muéstranos al Padre -Jesús le respondió-, el que me ve a mí, ve al Padre» (Jn 10, 14), y en este contexto de identificación con el Padre, contesta a Tomás: «yo soy el camino, la verdad y la vida.  Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 6).

Jesús, a través de estas expresiones y otras más, manifiesta la conciencia que tenía de su divinidad.

3.  Jesús se manifiesta revestido de poderes divinos

Jesús al manifestarse superior a Abraham, al Templo, al sábado, a la Ley de Moisés, con poder de abolirla y al atribuirse el poder de perdonar pecados, cosa exclusiva de Dios, declara sus poderes divinos.  Tanto es así que cuando realiza milagros lo hace en nombre propio.

Jesús, como Hijo de Dios, tiene poder sobre la naturaleza «Quién es este al que los vientos y la mar le obedecen» (Mt 8, 27); impone preceptos divinos; manda profetas como Dios en el Antiguo Testamento; hay que amarle, como a Dios, más que a cualquier otra cosa, etc.

Para nuestros propósitos son suficientes las citas en las que Jesús manifiesta su carácter divino.

4.  Jesús manifiesta que es el Mesías prometido a Israel

a)           No sólo porque se llama Hijo de Dios sino porque explícitamente se aplica las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento.

b)                       El Señor acepta ser llamado Mesías.  Por ejemplo:

- Andrés dice a su hermano Pedro «Hemos hallado el Mesías, que quiere decir el Cristo» (Jn 1, 41); y a la afirmación de la Samaritana "Sé que viene el Mesías, el llamado Cristo; cuando él venga, nos hará saber todas las cosas, Jesús dice Soy yo, que hablo contigo" (Jn 4, 25-26).

- Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el «Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16), Jesús no le reprende, lo acepta y declara que esto lo ha dicho movido por inspiración divina.

- y, finalmente, cuando Caifás pregunta a Jesús, «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito: Jesús le responde. Yo soy» (Mc. 14, 61). No es posible una declaración más clara.

5. Jesús es el Siervo doliente del Antiguo Testamento

Jesús aceptó que se aplicara a su persona el título mesiánico de Siervo sufriente de los poemas del Siervo de Yahvé del Antiguo Testamento.

a) Textos explícitos de los poemas aplicados a Jesús

San Mateo, después de una serie de milagros de curaciones realizados por Jesús, dice que se han llevado a cabo para que se cumpliera lo profetizado por Isaías «El tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias» (Mt 8, 17). También Jesús se aplica a sí mismo el poema del Siervo «fue contado entre malhechores» (Lc 22, 37); que repetirá San Marcos al narrar que Jesús murió "entre malhechores" (Mc 15, 28).

b) Las alusiones a los poemas son muy frecuentes: «esta es mi sangre de la Alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados» (Mt 26, 28) alusión al Poema de Isaías «porque entregó su vida a muerte. ..y El mismo llevó los pecados de muchos» (Is 53, 12).

El mismo Jesús debe de explicar, aún después del Calvario, el valor de las profecías mesiánicas del siervo de Yahvé recogidas en Isaías y los Salmos. Por ejemplo, les dice a los discípulos de Emaús: «¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a El se refería en todas las Escrituras» (Lc 24, 25-27).

6. Jesús es el Hijo del hombre

Es el título mesiánico preferido por el Señor. Jesús se lo aplica a sí mismo 81 veces en los Evangelios.

La multitud lo identifica por este título a El y al Mesías. Jesús, por ejemplo, después de indicar «de qué muerte había de morir, la multitud le contestó: Nosotros sabemos por la ley que el Mesías permanece para siempre: ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre ha de ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre? (Ju 12, 33-34); es decir, al identificar el Hijo del hombre con el Mesías se extrañan de que debe morir, ¿acaso el Mesías no es eterno como su Reino? Lo mismo hace San Esteban en su martirio «El, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios ya Jesús en pie a la diestra de Dios, y dijo: estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios» (Hech 7,55-56).

El titulo de Hijo del hombre sólo era comprensible para los judíos y su carácter arameo está confirmado por el poco uso que se hace de él en los restantes escritos neotestamentarios; solo 14 veces.

7. El ocultamiento de la condición mesiánica de Jesús

Jesús parece que quería ocultar su condición mesiánica. El mismo uso tan repetido del título Hijo del hombre, (que no era desconocido de los judíos pero que tampoco era de los más favorecidos por la última tradición hebrea), así como cuando en otras ocasiones, Jesús, aún afirmando que es el Mesías, manda que no se comunique su condición, «no les dejaba hablar, porque conocían que El era el Mesías» (Lc 4, 41); «entonces ordenó a sus discípulos que a nadie dijeran que El era el Mesías» (Mt 16,20»), pueden hacer pensar que Jesús ocultó su condición de Mesías a los judíos de su tiempo.

Precisamente, algunos críticos modernos se apoyan en este conjunto de datos para afirmar que la idea de Mesías es una creación de la fe de los primeros cristianos.

A esta afirmación de la ocultación mesiánica de Jesús hay que hacer varias observaciones.

1°  El Señor, lo hemos visto, en algunas ocasiones prohibió que se dijera que era el Mesías.

2°  El Señor, a pesar de estas prohibiciones, no ocultó su condición de Mesías. Por ejemplo ya se ha indicado, en el juicio ante el Sanedrín.

3°  La Revelación que Jesús hace de sí mismo es progresiva, y no es completa y total -como es lógico- en los primeros momentos de su predicación porque Jesús debía preparar a sus discípulos a la comprensión del mensaje que anunciaba.

4°  El Señor acepta ser llamado Mesías, Cristo, Hijo de Dios, Hijo de David, Siervo de Yahvé, etc. y él mismo así lo reafirma en ocasiones, algunas de ellas muy significativas; por ejemplo, en su juicio a la pregunta oficial de Caifás ya Pedro en Cesarea de Filipo.

5°  En general, los judíos esperaban un Mesías libertador de la opresión romana. y en este sentido es significativo que, en dos ocasiones, quisieran hacer Rey a Jesús.

6°  Jesús de Nazaret debe de corregir esta concepción política y nacionalista del Mesías. Frente al Mesías salvador terreno opone la figura del Mesías salvador trascendente. Por eso utilizó con frecuencia el título apocalíptico de «Hijo del hombre».

7°  Es evidente que a nosotros, después de casi dos mil años y fuera del ambiente judío de su época, este título nos parezca poco expresivo de la Mesianidad. Nos parecería más oportuno que hubiera utilizado habitualmente expresiones más claras, cosa que también hizo.

8°  Ahora bien, este título en el contexto judío, profundos conocedores de la Biblia, era perfectamente conocido y referido claramente al Mesías. Los judíos no se equivocaron y entendieron perfectamente que Jesús al llamarse «Hijo del hombre» se llamaba Mesías. Precisamente los judíos, por no aceptar su condición mesiánica, juzgaron a Jesús. El Sanedrín le condenó por llamarse Mesías y hacerse Hijo de Dios. Vemos las reacción de Caifás: "El Pontífice, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? y todos contestaron ser reo de muerte" (Mc 15, 63-64).

9°  Con los descubrimientos del Qumram se conoce con mayor profundidad la mentalidad de los esenios, y se sabe que el título de Hijo del hombre es siempre el título que corresponde al Mesías.

10º  En conclusión, Jesús no ocultó su condición mesiánica, sino que simplemente la fue desvelando poco a poco. Utilizó el título apocalíptico de Hijo del hombre, perfectamente conocido en su época, para corregir la concepción deformada del Mesías como libertador político.

C. LA HUMANIDAD DE JESUS ES UNA GARANTIA DE SU MISION DIVINA

1. La figura corporal y la vida exterior de Jesús

a) Sobre la figura corporal de Jesús no se conserva ningún relato directo. No sabemos como era físicamente el Señor. Ahora bien, sabemos que Jesús de Nazaret causa una fuerte impresión y atracción entre el pueblo, los enfermos, los niños y los pecadores. Los niños se acercan a El, lo vemos mirar con amor al joven rico, una mujer del pueblo no pudo menos que exclamar «¡ Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!» (Lc 11, 27). De todo ello deducimos que Jesús tenía una agradable configuración corporal.

b) Jesús de Nazaret vivió una vida dura, sencilla y austera.

Recorrió a pie largas distancias, durmió al raso, sentía hambre, sed y sueño, etc. Jesús era una persona sana, recorre con facilidad el camino de Jericó a Jerusalén con un desnivel de 1.200 m.

c) Jesús vivió perfectamente integrado en el ambiente social que le rodeaba.

Vivía con sus padres, tenía amigos y conocidos. Conocía bien las profesiones corrientes de sus contemporáneos. Son frecuentísimas sus alusiones a diversas profesiones: la de pescador, artesano, maestro de obras, viticultor, agricultor, pastor, etc.

Vivió modestamente sin que esto signifique miserablemente; llevaba una túnica inconsutil muy apreciada. Tenía amigos acomodados: Lázaro y sus hermanas. Sabía sentarse a comer en casa de gente rica como Simón el leproso y, al mismo tiempo, se conforma cuando le falta algo: duerme sobre un rollo de cuerdas en la barca de Pedro, tiene sed en el pozo de Sicar y está cansado del camino, etc.

La vida física de Jesús de Nazaret, tal como la presentan las narraciones evangélicas, es de una absoluta y total normalidad, propia de un hombre sano.

2. El equilibrio espiritual de Jesús

a) El hecho extraordinario de la inteligencia de Jesús. Jesús de Nazaret es un simple artesano de Israel y, en cambio, sus enseñanzas trascienden el particularismo local y nacional. Son universales, para todos los hombres de todos los tiempos. Este hecho extraordinario refleja, al menos, su admirable inteligencia.

Que Jesús de Nazaret tiene una capacidad intelectual muy superior a la puramente humana se demuestra tanto por el modo como adquirió y transmitió a los demás su doctrina como por el contenido de sus enseñanzas.

b) El modo como adquirió Jesús su doctrina. Jesús no adquirió su sabiduría de las escuelas rabínicas de su época, que no frecuentó, <dos judíos se admiraban y decían ¿Cómo entiende este la Escritura sin haber estudiado?» (Ju 7, 15), ni de fuentes extrajudías, porque ninguna doctrina religiosa de su época es como la suya.

3. El contenido de las enseñanzas de Jesús: su riqueza y su armonía

a) Las enseñanzas de Jesús no tienen fronteras nacionales. Aunque Jesús enseñó en arameo y en el mundo judío de Israel, los hombres de cualquier cultura y época le comprenden.

El mensaje de Jesús: Dios es Padre de los hombres; el hombre debe salvar su alma inmortal; la vanidad de las cosas terrenas y al mismo tiempo el valor de la vida temporal, etc., ha fecundado toda la cultura occidental.

b) La doctrina de Jesús es equilibrada, sin estridencias. Por su espíritu realista, Jesús no es un visionario. Tiene, es verdad, un sentido heroico de la vida y su mensaje exige posturas definidas para entrar en el reino de los Cielos. Pero, al mismo tiempo, es un gran observador de la realidad, todas las clases sociales desfilan en los cuadros maravillosos de las parábolas.

El espíritu sincero, auténtico de Jesús choca contra los convencionalismos farisaicos. No soporta la caricatura de la religión y manifiesta, por ejemplo, que el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado.

Pero no adoptó jamás una actitud estoica y antinatural: llora ante Jerusalén y en la tumba de Lázaro y siente angustia ante su muerte.

c) Espíritu de comprensión con todas las debilidades humanas. Jesús tiene un gran amor a los hombres. Se muestra con ellos con gran benevolencia. Siente compasión de las multitudes, del pueblo hambriento; siente pena de la viuda de Naim que lleva a enterrar a su único hijo y del padre que pide la curación de su hija. Se entristece con Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro. A Judas, el traidor, le atiende hasta el último momento; así como a los pecadores arrepentidos, a los enfermos, incluso los leprosos tan despreciados en aquella época, etc.

Jesús dice de sí mismo que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29) y demuestra su espíritu de mansedumbre, sin blandos sentimentalismos con su actuación amable con el prójimo: niños, enfermos, pecadores. Aunque, junto con este carácter tan amable y agradable que arrastra a las muchedumbres a seguirle, Jesús de Nazaret demuestra una gran energía en condenar actitudes hipócritas.

Jesús manifiesta un gran espíritu de comprensión con todas las debilidades. A San Pedro le dice que «hay que perdonar hasta setenta veces siete» (Mt 18,22) es decir, todas; pero nunca condesciende con el pecado y no promete bienes materiales. Enseña que hay que amar a los enemigos. Al mismo tiempo, no halaga las pasiones, el orgullo, la vanidad ni la ambición. Exige  renuncia. Afirma que los desheredados, los que sufren, los mansos, son los que están más cerca del Reino de los Cielos.

Jesús de Nazaret se presenta como un hombre profundamente religioso, muy unido a Dios Padre; hace oración con frecuencia; pero no aparece nunca como un fanático.

Jesús vivió con normalidad entre sus condiscípulos, sintonizando con sus problemas ordinarios de la vida corriente. Por ejemplo, conoce las deficiencias de sus discípulos, pero no los abandona. Era tan profundamente humano que nada de lo que es humano, en su sentido más noble, le es extraño.

En las enseñanzas de Jesús hay calor humano y ninguna, después del paso de los siglos, se presenta a nosotros como una trivialidad o tópico.

En conclusión, Jesús refleja una gran armonía en su personalidad y en su predicación.

d) Jesús expone las verdades más profundas con sencillez y claridad, y con profunda agudeza confunde a sus enemigos: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y  a Dios lo que es de Dios». (Lc 20, 25). Esta respuesta del Señor es universal. Enseña a todos los hombres a distinguir entre lo que se debe a la sociedad civil y a Dios.

En Jesús no hay gestos teatrales. Su espíritu es sencillo e independiente. No encontramos en El grandes contrastes, como en otros personajes de la historia, cuyas genialidades se mezclan con rasgos de debilidad espiritual. En Jesús todo es armónico, sin sombras, sin gestos que halaguen a las masas. Se niega a someterse al capricho de los judíos que le piden un milagro cósmico. Sus milagros son para dar a conocer su mesianidad y para remediar una necesidad,  pidiendo muchas veces que no lo divulguen. Su oratoria no es altisonante, sino sencilla, clara, con el uso frecuente de parábolas. Tiene autoridad al hablar y predica un mensaje totalmente independiente de los particularismos judíos, una salvación sin fronteras y una fraternidad universal.

e) Jesús enseña sin vacilaciones ni cambios y es fiel a su misión. Jesús fue un hombre de carácter en el mejor sentido de la palabra. Tuvo lucidez de juicio y voluntad decidida. Exige un «sí» tajante a sus seguidores. A Pedro le dice:<<Apártate de mí Satanás>> (Mt 4, 10) cuando le quiere apartar de su misión. Expulsa a los mercaderes del Templo.

Jesús aparece seguro de sí mismo, sin conflictos interiores, dueño de la situación, a pesar de que su doctrina choca con las concepciones del ambiente y su vida transcurre en un ambiente de incomprensión.

Enseña con autoridad propia. Por ejemplo, no formula nunca preguntas en sentido estricto, sólo con carácter oratorio y pedagógico. No apela nunca a una autoridad superior, más aún es él quien dice «Se os dijo... yo os digo» (Mt 5).

Jesús es fiel a su misión. Y, a pesar del abandono de muchos, continúa exponiendo su doctrina. Exige fidelidad, decisión y lucha en los que le siguen. «El Reino de los Cielos está en tensión, y sólo los esforzados lo conseguirán» (Mt 11, 12). No admite dilaciones «dejad que los muertos entierren a sus muertos» (Mt 8, 22). No se puede servir a dos señores, a las riquezas ya Dios. En Getsemaní, con serenidad pide que dejen libres a sus discípulos; ante el Sanedrín se declara el Mesías esperado; y en el tribunal romano declara que su Reino es espiritual, aclara las ideas a Pilato y se mantiene en un digno silencio.

4. La santidad de Jesús

a) Jesús se atrevió a preguntar «¿quién de vosotros puede acusarme de pecado alguno?» (Ju 8,46), y nadie le pudo acusar de ser pecador, ni entonces ni ahora.

Las acusaciones de los israelitas hacen referencia a que amaba a los pecadores y publicanos, ya que violaba el sábado con sus curaciones milagrosas y aunque El mismo comenta que en oposición a Juan le llaman «comilón y bebedor» (Lc 7, 34), sus jueces no pudieron encontrar en él ninguna culpa para condenarle y buscaron falsos testimonios. El mismo Judas reconoce haber entregado la vida de un inocente, y también uno de los crucificados con El.

b) Jesús, que recomienda constantemente la humilde confesión de los pecados, nunca jamás implora perdón de sus pecados ni hace un acto de contrición, manifestando con ello que es el inocente. Pilato, en el juicio, dijo a los príncipes de los sacerdotes ya la muchedumbre: "Ningún delito hallo en este hombre" (Lc 33, 4).

c) La vida de Jesús es un compendio de todas las virtudes sin que ninguna destaque y apague a las demás. Ya hemos considerado el sorprendente equilibrio y riqueza de su espíritu.

d) Jesús es un milagro desde el punto de vista humano. En su vida encontramos armonizados sentimientos en apariencia contrapuestos. En contraste con los mayores santos que tuvieron luchas interiores, caídas y progresos, para llegar al dominio de sí mismos, en Jesús no se encuentran ni tensiones, ni sentido de culpabilidad, ni necesidad de rectificación. Su trayectoria es rectilínea y plena.

D. HECHOS QUE ACREDITAN LA MISION DIVINA DE JESUS

1. Los milagros de Jesús

La humanidad de Jesús es una garantía de su misión divina; pero, cuando no se cree

a su persona aún tenemos la posibilidad de creer en sus obras, como El mismo ha dicho «Si no me creéis a mí, al menos creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre» (Ju 10, 38).

Estas obras de Jesús, que muestran su Divinidad, son los milagros. Los Evangelios sin ópticos narran unos 30 milagros de Jesús, que suelen distribuirse en dos grupos: milagros con respecto a seres humanos, o sea resurrecciones, curaciones de enfermos, ciegos, paralíticos, leprosos, posesos, etc.; y milagros sobre la naturaleza, por ejemplo, convertir el agua en vino, multiplicar los panes y peces, calmar las tempestades, las pescas milagrosas, etc.

2. Aspectos de los milagros de Jesús

La crítica y la investigación bíblica centran su atención en tres aspectos de los milagros de Jesús: histórico, literario y teológico. Estos tres aspectos plantean y responden a tres preguntas metodológicas. Primera. ¿Hubo realmente milagros en la vida de Jesús? Segundo. En caso positivo, ¿ son reconocibles a través de los relatos evangélicos llegados hasta nosotros ? Tercero. ¿ Qué significado poseen los milagros del Señor ?

3. Autenticidad histórica y literaria de los milagros de Jesús

El apriorismo racionalista niega la autenticidad histórica de los milagros evangélicos. Ante esta afirmación, hay que decir que la crítica histórica permite concluir con seguridad que Jesús obró milagros; hechos extraordinarios, no explicables naturalmente. Hay cuatro argumentos que fundamentan la historicidad y autenticidad de los milagros de Jesús:

a) Las narraciones evangélicas de los milagros se diferencian de las narraciones milagrosas helenistas y de las narraciones del mismo tipo rabínicas ¿por qué?

Con respecto a cualquier otra narración, las evangélicas tienen tres grandes diferencias:

- el milagro de Nuevo Testamento es ajeno a todo tipo de magia o sortilegio;

- ocurre siempre en virtud de la palabra de Jesús o sus discípulos;

- y el acento recae en la necesidad de la fe.

b) Los milagros son elementos esenciales de los relatos evangélicos. No sólo

constituyen, por su extensión, una parte considerable de las narraciones, sino que están relacionadas íntimamente con su estructura.

En los Evangelios, el esquema de los relatos milagrosos no es el producto de cierta clase de literatura; por el contrario, la narración es la consecuencia literaria de una situación real que es verazmente testimoniada por los evangelistas. Es decir, ha sido una situación, un hecho realmente acaecido, lo que ha llevado a la forma literaria del relato del milagro.

Por tanto, los milagros de Jesús son hechos auténticamente ocurridos y no «invención» literaria de la primitiva comunidad cristiana.

Dada la estrecha unidad existente entre la palabra y la obra de Jesús, tanto en el plan salvífico como en la vida de Jesús, es obligado concluir la realidad histórica de las acciones milagrosas indivisiblemente asociadas a las palabras de Jesús.

Por ejemplo, «Dice al hombre: extiende tu mano. Ella extendió, y la mano quedó sana» (Mc 3, 5). Es imposible sostener la genuidad de las palabras y negar, por otro lado, los hechos que las acompañan y ocasionan.

c) Otra cosa sería discutir cuestiones de detalle: si las curaciones del siervo del centurión y la del hijo del cortesano fueron el mismo episodio, etc.

4. Significado teológico de los milagros de Jesús

Es indudable que los milagros son testimonios elocuentes a favor de la personalidad divina y la obra salvífica de Jesús. Así lo entendieron los judíos después de la resurrección de Lázaro. «Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué haremos, que este hombre hace muchos milagros? Si le dejamos así, todos creerán en El, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. .. Desde aquel día tomaron la resolución de darle muerte» (Ju 11,47-53).

Los milagros no son sólo un testimonio extrínseco a la Revelación de Jesús, sino parte esencial de ella. Realizan aunque sólo sea iniciándola, la salvación que proclaman. Los milagros son un anticipo de la salvación mesiánica, y signo externo de la superabundancia interior de la gracia y la vida nueva traída por Cristo.

E. LA RESURRECCION DE JESUCRISTO

La Resurrección de Jesús es el milagro decisivo, en estrecha relación con el resto de los milagros evangélicos, de cuya realidad no se puede dudar.

El examen crítico de los textos del Nuevo Testamento obliga a afirmar con certeza el hecho histórico, constatable y constatado por sus discípulos, de la Resurrección de Jesús. No es el resultado de la imaginación y del entusiasmo personal de los primeros cristianos.

1. La realidad del hecho histórico

Jesús fue enterrado por José de Arimatea en un «sepulcro nuevo que él se había hecho excavar en la piedra para sí» (Mt 27, 60), no en un sepulcro anónimo o en la fosa común. La realidad histórica de la Resurrección de Jesús se fundamenta en un amplísimo conjunto de hechos, todos ellos fácilmente comprobables por sus discípulos.

a) Sepulcro vacío. «El primer día de la semana, muy de mañana vinieron al monumento, trayendo las aromas que habían preparado, y encontraron removido del monumento la piedra, y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús» (Lc 24, 1- 3).

b) La visita al sepulcro de los Apóstoles Pedro y Juan para comprobar lo que les habían dicho las mujeres. «Salió, pues, Pedro, y el otro discípulo y fueron al monumento. Ambos corrían; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al monumento, e inclinándose, vio las bandas; pero no entró. Llegó Simón Pedro después de él, y entró en el monumento y vio las fajas allí colocadas, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con las fajas, sino envuelto aparte. Entonces entró también el otro discípulo que vino primero al monumento, y vio y creyó; porque aún no se habían dado cuenta de la Escritura, según la cual era preciso que «El resucitase de entre los muertos» (Ju 20,3-9).

c) La manifestación angélica a las santas mujeres.

«Estando ellas perplejas sobre esto, se le presentaron dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes. Mientras ellas se quedaban aterrorizadas y bajaron la cabeza hacia el suelo, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí; ha resucitado. Acordaos como os habló estando aún en Galilea, diciendo que el Hijo del hombre había de ser entregado en poder de pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercer día» (Lc 24, 4- 7).

d) Aparición a los discípulos de Emaús: «El mismo día, dos de ellos iban a una aldea, que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús, y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos. Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos pero sus ojos no podían reconocerle. .. Puesto con ellos a la mesa, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24, 13-30).

e) La aparición a San Pedro está atestiguada por San Lucas y San Pablo: «Los discípulos de Emaús, en el mismo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once ya sus compañeros, que les dijeron: «El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Pedro» (Lc 24,33).

f) La aparición a los discípulos reunidos en el Cenáculo.

«La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. y diciendo esto les mostró las manos y el costado, los discípulos se alegraron viendo al Señor» (Ju 20, 19-20).

Santo Tomás, que no estaba, no creyó a sus compañeros. Por eso, «Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel. Respondió Tomás y dijo: jSeñor mío y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto has creído. jDichosos los que sin ver creyeron». (Lc 20, 26-29).

g) Apariciones en Galilea.

- Junto al mar de Tiberíades: «Después de esto se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades» (Ju 21, I).

-En un monte de Galilea: «Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, y viéndole, se postraron» (Mt 28, 16).

h) A María Magdalena

«Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena» (Mc 16, 9).

i) En la Ascensión

«Los llevó cerca de Betania, y levantando sus manos, les bendijo y mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo» (Lc 24,50-51).

2. Valor de las narraciones evangélicas de la Resurrección

a) Las narraciones evangélicas de la Resurección tienen las mismas características que las otras narraciones y tradiciones evangélicas y, por tanto, gozan del mismo valor literario e histórico.

b) Respecto a las dimensiones salvíficas del misterio de la Resurrección, están perfectamente explicadas por San Pablo «Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe» (1 Cor 15, 14).

c) El mismo Jesús destacó que su Resurrección era la señal inequívoca de su misión divina. Ya hemos dicho, que cuando los fariseos le piden un milagro respondió: «Esta generación perversa y adúltera pide una señal. Pero no se le dará otra que la señal del profeta Jonás. De igual modo que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra» (Mt 12, 39).

d) La fe de los primeros cristianos en la Resurrección es fe en un hecho histórico único y nunca aparecen indicios de una resurrección simbólica «Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su Resurrección de entre los muertos» (Hech 10-41).

Los apóstoles y discípulos afirman la Resurrección corporal de Jesús menos de cuarenta horas después de su muerte y sepultura.

Psicológicamente están tan poco preparados para aceptar el hecho de la Resurrección, que esta sólo se les impone categóricamente al ver al mismo Jesús resucitado, no fiándose de las declaraciones de las mujeres ni de la comprobación de Pedro y Juan del sepulcro vacío.

Están encerrados en el cenáculo porque tenían miedo; se van a su casa de Emaús porque dudan que suceda ya nada más; no hacen caso a las mujeres, etc. ya pesar de estas dificultades personales enseguida enseñan la verdad histórica de la Resurrección del Señor, que es imposible que hubieran inventado por su situación personal de desconcierto. No ha habido tiempo para crear un mito.

F. JESUCRISTO y LAS PROFECIAS

En Jesucristo se cumplen las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento y al propio tiempo, Jesucristo es un profeta cuyas profecías se han cumplido o se cumplirán.

Para nuestra mentalidad puede resultar difícil captar el valor de las profecías; no sucedía así con los hombres del tiempo de Jesús que vivían inmersos en el mundo del Antiguo Testamento donde tanta importancia adquieren los profetas y sus profecías que preparan al pueblo de Israel para la venida del Mesías.

Etimológicamente profecía significa «decir), «visión». Hemos dicho, que la profecía es una revelación divina y no necesariamente una predicción del futuro. Ahora bien, será bajo esta segunda acepción de futuro como la vamos a tratar aquí.

La esencia de la profecía consiste en un conocimiento recibido de Dios, por tanto la causa de la profecía es el mismo Dios. Los profetas se consideran enviados de Dios y sus enseñanzas gozan de una certeza infalible.

La existencia de profecías en el Antiguo Testamento sobre la persona del Mesías, sus características personales y el tiempo de su llegada que tienen cumplimiento en Jesucristo es una prueba del origen sobrenatural del cristianismo. Al estudiar lo que significa exactamente la noción de Mesías en el apartado la «Conciencia que Jesús tenía de sí mismo», hemos visto como el mismo Cristo, los Apóstoles y primeros cristianos se hacen eco constantemente de las profecías del Antiguo Testamento y atribuyen su cumplimiento en Jesucristo.

Quienes niegan el carácter sobrenatural del cristianismo, han intentado descalificar el valor de las profecías, sea su autenticidad, historicidad, etc., negando su existencia o

reduciéndola a una simple perspicacia natural. En definitiva, la posibilidad de la profecía no es más que un aspecto particular de la posibilidad de la Revelación.

Jesucristo es profeta y en su predicación anuncia verdades que sucederán y que algunas ya se han cumplido, y otras se cumplirán. Recordemos como repetidas veces predice su propia pasión, muerte y resurrección, que se cumplió históricamente. A sus discípulos les predice la destrucción del Templo y la dispersión del pueblo de Israel. Hechos que se cumplieron en el año 70 con la conquista de Palestina y destrucción de Jerusalén por obra de Tito.

Otras profecías son las persecuciones que sufrirán sus discípulos; la muerte de Pedro, etc.

El mismo pueblo que escuchaba a Jesús lo tenían por «un varón profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo» (Lc 24, 19).

G. CONCLUSIONES

1. Jesús ha existido históricamente.

2. Jesús afirma ser el Hijo de Dios, el Mesías esperado.

3. Jesús muestra gran normalidad humana, física, psíquica y moral, que excluye la patología y la falsedad.

4. Jesús manifiesta unas cualidades excepcionales que cree que dice la verdad y que por su talante humano queda excluido que sea un enfermo o un mentiroso.

5. Jesús además reafirma sus palabras con hechos extraordinarios, históricamente comprobables.

6. Jesús reafirma definitivamente sus palabras con su Resurrección, que tiene todas las garantías históricas de autenticidad.

7. Jesús dice que es el Hijo de Dios, y no está ni loco ni enfermo. Si su personalidad es singular por su excepcionalidad, si existen todas las garantías históricas de que ha hecho milagros y ha resucitado ¿no será verdad lo que dice Jesús: que El es el Hijo de Dios hecho hombre y el Mesías prometido?