INTERNET Y CUESTIONES MORALES

R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.

Para el III Congreso Internacional y Exposición de Informática e Internet

 Mendoza 24-26 de junio de 1998

 

Según la Enciclopedia Británica la Internet fue creada en 1983; diez años más tarde conectaba alrededor de dos millones de computadoras y era usada por cerca de 23 millones de usuarios. Las cifras se han multiplicado vertiginosamente desde esa fecha. En la actualidad ha desbordado ampliamente su uso primario como “correo electrónico” entrando en el campo de las transacciones monetarias, del desarrollo cultural e incluso de los servicios médicos.

             ¿Qué decir de los aspectos morales que se relacionan con ella? Internet, como la Informática en general es una obra de la técnica y desde esa perspectiva debe ser analizada. Las obras del hombre se dividen en dos clases: los actos morales, y los actos del arte o técnica; los primeros tienen por objeto directamente la persona humana del que obra de su prójimo; los segundos tienen como objeto las cosas exteriores materiales que se fabrican, construyen o transforman. La clave de todo el problema consiste en responder a la pregunta: ¿hay independencia entre la técnica y la ética o moral? Muchos reivindican una absoluta independencia (por ejemplo, en el plano de la experimentación embrional, clonación, fecundación artificial, experimentación química y atómica, etc.). Sin embargo debemos afirmar que no puede darse una independencia absoluta, y esto hay que defenderlo con todas las fuerzas pues está en riesgo la misma persona humana. Es cierto que lo que denominamos “obrar técnico y obrar ético” tienen criterios diversos:

             a) El obrar técnico (el hacer o fabricar) se maneja por criterios de eficacia y utilidad. Desde el punto de vista técnico algo está bien hecho cuando se ha logrado lo que se intentaba con el menor esfuerzo y gasto y el resultado es algo útil. Por eso hacemos programas de computación nuevos porque los viejos ya no sirven o son muy lentos, o muy caros. Consideramos “bueno” un nuevo modelo cuando este resulta rentable, ventajoso, atractivo, fácil de usar y eficaz en su acción.

             b) El obrar ético es el que tiene por objeto a la persona humana. Aquí los criterios son diversos pues la persona tiene una dignidad en sí misma que no puede medirse por criterios utilitaristas. Es más, cuando tratamos a una persona con tales criterios se dice que la estamos manipulando o usando. A nuestro prójimo no le decimos la verdad porque esto sea provechoso sino porque él, como persona humana que es, merece ser tratado así y porque nosotros como personas humanas que somos debemos obrar con veracidad; a nuestros padres no los respetamos porque esto sea eficaz para que nos ayuden económicamente o para que nos traten bien sino porque corresponde que sean tratados así, como todo ser humano, etc.

             Ahora bien,¿esto quiere decir que todo cuanto pertenece al campo de la técnica puede ser manejado con el solo criterio de la eficacia y la utilidad y que debo reservar los criterios del respeto absoluto para el campo del trato con las personas humanas? ¿Puedo buscar siempre lo que es más útil y eficaz en el campo de la medicina, de la biología o de la informática? No. Porque la ciencia y la técnica están al servicio de la persona humana, versan sobre realidades materiales pero siguen siendo actos de una persona humana sobre el universo material al que pertenece esa persona humana. Por eso, aunque los criterios sean diversos, el campo de la técnica debe estar subordinado al de la ética. Este es el marco: el técnico puede buscar siempre más y más el progreso técnico pero siempre subordinándose al bien de la persona humana; y debe abandonar una técnica por muy provechosa o redituable que sea cuando ella atenta contra la dignidad de la persona humana. Ha sido dicho: “Sería ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la investigación científica y de sus aplicaciones. Por otra parte, los criterios orientadores no se pueden tomar ni de la simple eficacia técnica, ni de la utilidad que pueden reportar a unos a costa de otros, ni, peor todavía, de las ideologías dominantes. A causa de su mismo significado intrínseco, la ciencia y la técnica exigen el respeto incondicionado de los criterios fundamentales de la moralidad: deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables y de su bien verdadero e integral según el plan y la voluntad de Dios. El rápido desarrollo de los descubrimientos tecnológicos exige que el respeto de los criterios recordados sea todavía más urgente; la ciencia sin la conciencia no conduce sino a la ruina del hombre. Nuestro tiempo, más que los tiempos pasados, necesita de esta sabiduría para humanizar más todas las cosas nuevas que el hombre va descubriendo. Está en peligro el destino futuro del mundo, a no ser que surjan hombres más sabios”[1].

             Los actos técnicos o artísticos pueden ser bien usados o mal usados: transmitir información, perfeccionar las técnicas de comunicación visual o dominar la materia atómica, puede servir para usos moralmente buenos o para usos éticamente reprobables; el problema no es la máquina sino el hombre que la usa. “La ‘técnica’, entendida como un conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, es indudablemente una aliada del hombre. Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y lo multiplica. Ella fomenta el aumento de la cantidad de productos de trabajo y perfecciona incluso la calidad de muchos de ellos. Pero, por otra parte, es un hecho que a veces la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre, como cuando la mecanización del trabajo ‘suplanta’ al hombre, quitándole toda satisfacción personal y el estímulo a la creatividad y responsabilidad; cuanto quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo”[2]. De aquí que se despierten tantos interrogantes en torno a este desarrollo tecnológico; interrogantes que “encierran una carga particular de contenidos y tensiones de carácter ético y ético-social”[3]. Por eso la importancia de dictaminar los criterios morales que han de regir este campo.

             Esto es lo que sucede con la Informática en general y con Internet en particular. Y este es el motivo por el cual la ciencia debe estar subordinada necesariamente a la moral. Quisiera indicar los principales usos buenos y malos que presenta hoy en día Internet y el campo de acción que este fenómeno abre.

 

I. El buen uso

             Los buenos empleos son innumerables y bien conocidos; por eso me limito a mencionar algunos.

             1) En el campo de la educación permite el acceso a una mejor y más rápida documentación. Hoy en día el ingreso a las grandes bibliotecas del mundo no es algo restringido a quienes tienen los medios económicos para viajar. Las pistas informáticas han puesto documentación antes casi inaccesible a disposición de los investigadores. Lo mismo se diga con la revolución educativa introducida por los métodos interactivos en todas las materias, y de modo particular en el estudio de las lenguas. Los medios informáticos permiten hoy en día una educación a distancia con cierta eficacia; ya desde 1985 se dictan por este medio cursos y carreras completas. En la actualidad cerca de 300 universidades enseñan de esta manera.

            2) En el campo de la salud y de la vida está permitiendo intercambios de información y consulta médica; por ejemplo, la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos lanzó el 26 de junio de 1997 un “sitio” en Internet llamado “Medline” que compendia resúmenes de cuatro mil revistas médicas, con nueve millones de referencias; cinco meses más tarde, según el diario La Nación, recibía un millón de consultas diarias[4]. También se hacen ya intervenciones quirúrgicas con asesoramiento actual de expertos que se encuentran en lugares distantes, e incluso se ha comenzado a intervenir quirúrgicamente a distancia. Todas estas cosas han contribuido a salvar muchas vidas o al menos a mejorar la cualidad de vida y las posibilidades de sobrevida.

            3) En el campo de la información es más que evidente su utilidad: tenemos información mundial al instante de todo tipo de acontecimientos.

            4) En el campo de las relaciones humanas y sociales vale otro tanto: el correo electrónico y las otras vías de comunicación informática aceleran las relaciones, sacan del aislamiento a personas solitarias, acortan las distancias de los seres queridos que se ven alejados temporal o definitivamente, permiten mantener vivas las amistades y los intercambios de opinión, etc.

            Resumiendo todo esto ha escrito hace ya algunos años el Papa Juan Pablo IIhablando del porvenir del próximo milenio: “El desarrollo de la informática multiplicará la capacidad creadora del hombre y le permitirá el acceso a las riquezas intelectuales y culturales de otros pueblos. Las nuevas técnicas de la comunicación favorecerán una mayor participación en los acontecimientos y un intercambio creciente de las ideas...”[5].

            En este sentido Internet nos abre campos de enorme provecho.

II. El mal uso

            Pero no todo es rosa en este terreno, ni mucho menos. Como todas las cosas humanas, también Internet puede ser mal usada y abusada. Señalemos entre otros problemas:

1) Ante todo, el carácter absorbente que puede revestir Internet (de modo particular el “navegar” por la “web”). Los medios de comunicación en general son cautivantes, porque se dirigen a los sentidos que quedan como absortos por la imagen, el sonido y especialmente por la imagen en movimiento. Esto es algo constatable particularmente con la imagen televisiva y es un fenómeno que causa creciente preocupación en padres y educadores. Internet ha incrementado este problema. Según datos actuales[6] el 19% de los “navegantes” argentinos se internan en la web entre 50 y 100 horas semanales (¡esto significa un promedio entre 7,5 a 14,5 horas diarias!); el 17% lo hace entre 10 y 19 horas semanales y el 15% lo hace entre 20 y 29 horas. Se comprende que un fenómeno semejante haya llevado en algunos casos a rupturas familiares, separaciones, hijos que abandonan sus hogares o son puestos directamente en la calle por sus padres. Recuerdo un caso aparecido en los periódicos hace un año o dos de un hombre en Estados Unidos que tomó conciencia de que su esposa (quien ya no le preparaba la comida, ni arreglaba la casa, ni lo acompañaba a jugar al golf) lo había reemplazado por su adicción a Internet; cuando la conminó a elegir entre Internet y él, ella eligió Internet. El uso de la computación tanto para juegos como para la navegación por Internet (y en mucho menor escala en otro tipo de trabajos) puede comportarse como una droga, produciendo una suerte de adicción compulsiva relacionada con la curiosidad y que reviste síntomas psíquicos y físicos bien definidos (problemas en la vista, dolores físicos, pesadillas, pensamientos obsesivos, aislamiento social, incapacidad de relación real, etc.).

2) El segundo problema es el fenómeno aislante que puede causar Internet. Se suele escuchar que el desarrollo de los medios de comunicación informáticos ha hecho de nuestro planeta una “gran aldea”, o aldea global: todos vivimos más cerca, nos conocemos, las acciones de uno repercuten prontamente en los demás... Sin embargo, ha habido voces que han denunciado el peligro que esta gran aldea se convierta en un enorme desierto poblado de solitarios incapaces de vivir en sociedad real entre sí. Muchas islas hacen un archipiélago, pero pueden restar siempre incomunicadas. El personaje central de “La Traviatta”, de Verdi, critica al París de su tiempo la soledad en que la ha relegado a pesar de ser una las ciudades más pobladasde su momento: “questo popoloso deserto che chiamano Parigi”, este populoso desierto que llaman París. Hay muchas personas que no tienen dificultad en conectarse con otras por medio de las diversas posibilidades que le da Internet, pero luego se muestran incapaces de convivir con los seres de carne y hueso que los rodean; hay personas que viven muy a gusto en las que han dado en llamarse “ciudades virtuales” (en las que la gente que se conecta obtiene ciudadanías, hace negocios o se encuentra con amigos sin salir de su casa[7]) pero no viven a gusto en su propia sociedad. Uno puede preguntarse si muchos de los que se conectan con cientos de “ciberamigos” en realidad se conectan con “otras personas”, es decir, si experimentan realmente la “alteridad” en sus comunicaciones, o si bien la comunicación se realiza con su propia computadora (como lo haría con un juego interactivo) a la cual sin saberlo otras personas prestan voz y pensamiento. A veces “los otros” no pasan de ser un singular tamagotchi encerrado en la computadora personal que bien podría no ser una persona real sino un juego programado para dialogar con el jugador; en tal caso, ¿habría alguna diferencia? Esto significa que la multiplicidad de comunicaciones mediante la informática no constituyen necesariamente un antídoto contra el aislamiento; podemos estar viendo crecer una generación de “autistas informáticos”.

3) Otro problema grave que se presenta relacionado con Internet es el servicio que la Red puede prestar a la canalización de ideologías y de comportamientos desviados. Dos son los fenómenos más relacionados con este peligro: la propaganda pornográfica y la propaganda sectaria.

a) La propaganda sectaria. Lamentablemente la dificultad de controlar la información ofrecida en Internet (o también la negligencia en buscar los medios para hacerlo) permite que la red informática se convierta en canal de proselitismo sectario. Peligro que se agudiza en nuestro tiempo pues, como ha dicho Hank Hanegraff, presidente del Instituto de Investigación Cristiana: “a medida que nos acercamos al fin del milenio, los cultos religiosos y pseudocristianos hacia los OVNI aumentan”[8]. Es bien conocido el caso de Marshall Applewhite, fundador de la secta “Heaven’s Gate”, que se suicidió el 26 de marzo de 1997 en Rancho Santa Fe, California, con 38 correligionarios, creyendo que de este modo se engancharían en la cola del cometa Hale Bopp donde los esperaba una nave redentora extraterrestre. Los miembros de esta secta hacían prosélitos por medio de Internet, y un año antes de su suicidio colectivo habían puesto a disposición e todos los usuarios de Internet una página Web con un manual de 400 páginas donde se ilustraban los contenidos y fines de la secta, así como los preparativos de su muerte. Nadie hizo nada para impedirlo ni para evitar que algunos descarriados los siguiesen. Algunos periódicos informaban del suicidio diciendo: “tragedia anunciada por Internet”[9]. Tomás E. Martínez ha escrito en La Nación el año pasado un artículo que tituló “Cuidado con el Apocalipsis”; entre otras cosas escribía: “Dos o tres veces por semana aparecen en mi correo electrónico mensajes de jóvenes que tienen entre 16 y 22 años y que se imaginan a sí mismos reencarnaciones de Evita Perón o del Che Guevara... Si el intercambio se prolongaba a dos o tres cartas, cualquiera de mis frases era aprovechada para aludir al Apocalipsis, a la muerte próxima, al anticristo inevitable”[10]. Hay muchos predicadores apocalípticos al asecho; Internet se está convirtiendo en una plataforma de propaganda. Desde este punto de vista, la proximidad del Tercer Milenio combinado con una Internet sin control puede convertirse en un “caldo de cultivo sectario” sobre el que se derrama un peligroso catalizador.

b) Junto a esto hay que señalar la amenaza no menos preocupante de la pornografía desenfrenada que ha encontrado en el campo de la informática una nueva fuente comercial. Hoy se habla corrientemente de sexo tecnológico, de ciberporno, sexo virtual, etc. En un informe publicado en Inglaterra en 1994, se establecía que la pornografía por computadora afectaba al 10% de los colegios secundarios británicos y, además, que ya estaba presente también en las escuelas primarias; según las cifras oficiales del mismo país, el 2% de los niños entre 5 y 11 años ya han “tragado” pornografía informática alguna vez[11]. La pornografía ofrece muchas variantes en el campo informático:

-Versiones para computadora de las revistas pornográficas (la revista “Penthouse” lanzó este producto en 1995 y el vicepresidente ejecutivo de los servicios de Internet afirmaba para esa época que “tuvo infinidad de pedidos aún sin haberla promocionado”).

-Juegos de computación pornográficos de todo tipo. Algún vendedor de estos productos confiesa que recibe 10 pedidos de juegos pornográficos por cada 2 juegos de ajedrez que vende. En Europa en los últimos meses (escribo esto en junio de 1998) la empresa italiana Peruzzo Informática ha lanzado ya “Mujer Virtual”, una “Tamagotchi para adultos”[12].

-También hay que señalar las conexiones pornográficas “on line”.

-Señalo también el llamado “sexo virtual” que mediante programas interactivos y diversos accesorios (casco, auriculares, guantes sensoriales, prótesis tecnológicas, etc.), simulan el partner sexual. Una propagandista entusiasta, Luisa Palac, directora de la revista norteamericana “Future Sex” ha escrito: “Por vez primera en la historia de la humanidad todos podrán hacer el amor: viejos, adolescentes, enfermos, tímidos, feos, podrán dar rienda suelta a sus fantasías gays o heterosexuales”[13].

-Finalmente señalo la publicidad de la prostitución que se hace mediante Internet, y no sólo publicidad de prostíbulos homo y heterosexuales, sino incluso (lo que ha causado enormes preocupaciones en los últimos años especialmente en Europa y Estados Unidos) se ha convertido en un espacio libre para los pederastas: la prostitución infantil y el abuso de menores (que ha sido calificado como “el nuevo flagelo del mundo” en el Congreso Mundial contra la Explotación Comercial de Niños, en Estocolmo[14]) ha encontrado entre muchos niños que son usuarios habituales de Internet y navegantes solitarios de la red un coto de caza sin guardianes.

Este bombardeo pornográfico que se ha incrementado al encontrar el cauce de Internet,  es responsable, según autorizadas investigaciones psiquiátricas y sociológicas, de numerosos efectos constatables en forma creciente en nuestro tiempo como, por ejemplo: la insensibilización social ante comportamientos desviados y ante los casos de violación femenina e infantil, el interés morboso por la desviación sexual,  el aumento de la hostilidad y la violencia individual y social, la insatisfacción sexual dentro y fuera del matrimonio, en algunos casos es causante de hondas angustias y tentativas de suicidio,  y, al no superar la actitud de egoísmo fundamental que caracteriza al comportamiento pornográfico, también es responsable de crear personalidades neuróticas, utilitaristas, antisociales, antisexuales, afectivamente retrasadas y frustradas.

4) Otro peligro que señalo es el de una mal entendida globalización cultural. Hoy se habla mucho de la globalización,en la que juega un papel fundamental la Internet: éste es un fenómeno de orden económico, social, comunicativo y también cultural. ¿Qué quiere decir: “la cultura se va globalizando”? Quiere decir que por obra de los medios de comunicación, y especialmente las redes de información, las distintas culturas entran en contacto, se rompen los aislamientos. Los contactos culturales son sumamente importantes y buenos. Pero realizados como hoy en día se llevan a cabo pueden comportar la pérdida de las diferencias culturales en lo que éstas tienen de enriquecedoras. Con la globalización cultural corremos el riesgo de crear una “subcultura”: una cultura chata, forjada de comunes denominadores, con un idioma pobre compuesto de palabras técnicas claves pero desprovistas de sentido. Hay también un peligro serio y cierto de “colonialismo cultural electrónico”. Una dependencia total de los medios de comunicación globales puede hacer perder los valores propios de cada cultura o país: su lengua, sus cantos, sus bailes, usanzas, pintura, arquitectura, historia, instituciones, etc., y ser reemplazados por los de otra cultura, incluso inferior. Y esto es muy grave, pues un pueblo sin identidad cultural propia, es un pueblo sin conciencia, sin personalidad, apático, frío y triste; es un pueblo que agoniza desnudo en una calefaccionada sala de terapia intensiva globalizada.

5) El quinto peligro es el de dar supremacía a lo mediatico sobre lo inmediato o como ha dicho un autorizado autor, “la tendencia a las experiencias secundarias”. La Internet pone a nuestra disposición una enormidad de recursos culturales, intelectuales, musicales, pictóricos, turísticos, informativos, etc. Debemos saber usarlos sin caer en gustos desequilibrantes. Hoy en día se corre el riesgo de crear una cultura de lo secundario: muchas personas en lugar de contemplar las obras de arte prefieren leer lo que se dice acerca de las obras de arte; en vez de experimentar un concierto en directo prefiern escucharlo en un buen reproductor de CD; en lugar de ir a un museo prefieren pasear por sus galerías desde el acceso fácil que les da su computadora o simplemente coleccionar en fascículos las reproducciones pictóricas más famosas. Este es el mundo de la experiencia indirecta, origen de una cultura “fast food”. La Internet puede aumentar esta tendencia poniendo al alcance de nuestro modem las bibliotecas, los museos, los paisajes, la música y la geografía del mundo entero. Hay que saber poner las cosas en su lugar. Nunca lo mediato será mejor que lo inmediato. Lo mediato es sólo un reemplazo de lo inmediato por nuestras limitaciones; pero debemos tratar de superar nuestras limitaciones y no ceder a la tentación de convertirnos en turistas cibernéticos, músicos cibernéticos, amigos cibernéticos, profesores cibernéticos... porque simplemente no hay hombres cibernéticos, en todo caso hay seres frustrados como hombres por culpa de una cibernética mal digerida.

6) Finalmente, indico como problema el posible empobrecimiento intelectual de los adictos a la navegación por Internet. Ya mencioné que la adicción a Internet tiene que ver con el vicio de la curiosidad, exacerbada por la capacidad atractiva de los medios audiovisuales. Un gran campo de la “navegación” tiene como finalidad la investigación; ciertamente esto no ofrece problemas, sino todo lo contrario. Pero un amplio margen de esta actividad tiene como única finalidad el satisfacer la curiosidad, frecuentar juegos, o el simple intercambio electrónico. Cuando el tiempo que consume es elevado comienza a tener repercusiones graves en el plano intelectual del usuario. Giovanni Sartori, famoso politicólogo italiano, ha publicado un libro titulado “Homo videns. La sociedad teledirigida”[15]. El “hombre vidente” es el que se forma y crece teniendo ante sus ojos imágenes; el autor sostiene que el acto de ver (sensitivo) empobrece y atrofia la capacidad de entender y comprender abstracciones. Esto, que tiene una aplicación principal respecto de la Televisión, también se puede verificar, en los casos que hemos indicado, para la navegación indiscriminada.

 

III. Los nuevos areópagos

Con gran inspiración escribió en 1990 el Papa Juan Pablo II: “El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola ‑como suele decirse‑ en una ‘aldea global’. Los medios de comunicación  social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos medios. Quizá se ha descuidado un poco este areópago”[16].

Este texto de Juan Pablo II dice una enorme verdad: los medios de comunicación son el principal instrumento no sólo de información sino de formación e inspiración para los comportamientos de todo tipo: social, individual y familiar. Sobre la base y el modelo que transmiten estos medios se estructura y forma el futuro modelo de humanidad, de civilización, de sociedad, de familia y de persona, para los miembros de las nuevas generaciones totalmente impregnadas en esta realidad.

             Debemos ser capaces de insertarnos en este fenómeno y tratar de canalizarlo, guiarlo y enmarcarlo moralmente para que sea una realidad al servicio del hombre. Esto requiere muchas exigencias:

             1) Para los políticos: establecer una legislación sobre este campo que sea respetuosa de la auténtica libertad y no del libertinaje, recordando para esto que “la libertad depende fundamentalmente de la verdad. Dependencia que ha sido expresada de manera límpida y autorizada por las palabras de Cristo: Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8,32)”[17].

             2) Para los educadores (padres de familia, maestros, profesores, etc.): forjar en los jóvenes y niños la capacidad del autodominio para que no se dejen arrastrar y absorber por algo tan subyugante como es la cultura de la imagen. Junto a esto hay que formarles criterios de discernimiento para que puedan juzgar y distinguir lo bueno y lo malo en estos medios. Finalmente, hay que educarlos para que sepan posponer los fenómenos mediáticos ante la experiencia inmediata, la relación familiar, social y amical.

             3) Para los trabajadores de la información: que tomen conciencia del valor fundamental de la verdad y que reconozcan que no es la “masa” de la información lo que forja las inteligencias y las culturas (por el contrario, puede banalizarlas y hacerlas superficiales) sino la calidad y esencialidad de los conocimientos transmitidos.


[1] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, Introducción, 2.

[2] Juan Pablo II, Laborens exercens, 5.

[3] Ibid.

[4] Cf. La Nación, 5 de noviembre de 1997, 6ª sección, p.4.

[5] Juan Pablo II, Dives in misericordia, 10.

[6] Cf. La Nación, 24 de mayo de 1998, p.15.

[7] Cf. La Nación, 23 de junio de 1997, 5ª Sección, p. 3-4.

[8] Cf. La Nación, 31 de marzo de 1997, p.2.

[9] Cf. La Nación, 29 de marzo de 1997, p.3.

[10] Cf. La Nación, 11 de abril de 1997, p.21.

[11] Cf. Europe Today, nº 118, 22 de junio de 1994.

[12] Cf. Los Andes, 7 de junio de 1998, p.6.

[13] Cf. Florencia Arbiser, Las máquinas del placer, Clarín, 12 de marzo de 1995, segunda sección, p. 3.

[14] Cf. La Nación, 29 de agosto de 1996.

[15] Cf. La Nación, 7 de junio de 1998, 4ª Sección, p. 9.

[16] Juan Pablo II, Redemptoris missio, 37; cf. Tertio millennio adveniente, 57.

[17] Juan Pablo II, Veritatis splendor, 34