XV Asamblea
General de Confer
Homilía de Mons. Jesús Sanz Montes, ofm en la Eucaristía.
(12-11-2008)
Queda todavía
en nuestra memoria reciente la celebración del Sínodo de los Obispos en Roma,
con la temática de
Toda la historia de la salvación es una trama redentora que tiene
como punto de partida ese momento creador en el que Dios hizo las cosas?
diciéndolas. �Dijo Dios?�, va engarzando el doble relato del Génesis la llamada
que el Creador hacía a la vida. �Dijo Dios? y las cosas fueron hechas�.
Entonces el Señor llamó a su mejor criatura, la que más se le
asemejaba y como imagen le espejaba, para firmar juntos su obra de arte:
�ponedle nombre a cuanto yo he hecho, a cuanto yo he dicho�. Y el hombre y la
mujer fueron poniendo nombre a los seres, respondiendo así a la divina
invitación del Señor.
No obstante esos dichos y esos hechos quedaron truncados cuando
la insidia del divididor introdujo la extrañeza, la inculpación, la mentira. Es
la diabólica firma de autor que todo lo desgarra y rompe, todo lo daña y
destruye. Quedó rota así la historia que Dios soñó, cambiando la belleza
armoniosa en belleza manchada, y la bondad agraciada en bondad envilecida. Pero
Dios no se escandalizó fatalmente, no fue a probar qué sé yo qué suerte con
otros mundos y con otras gentes. Mantuvo su voluntad de compartir su entraña con
nosotros aunque tuviera que volver a empezar. Y empezó de nuevo la historia
truncada. Preparó un pueblo, le acompañó en desiertos, le condujo a una tierra
esperada y les prometió lo más.
El libro de
Dios nos acompaña hablándonos. Dios diluye nuestra soledad
poniendo discreto su Palabra entre nosotros y en nosotros mismos, como si fuera
un fuego hermano que ilumina y caldea los pasos de nuestra aventura humana y
creyente. Siempre estaremos en vilo en el trance de esperar y reconocer la
palabra para la que nacimos, una palabra que por venir del mismo Dios quiso Él
acallarla desde siempre para decírmela a mí y para decirla conmigo.
Como recordaba en mi mensaje de este año con motivo de
Dios ha querido confiarnos una palabra suya, una palabra que se
ha hecho carisma. �La vida consagrada está llamada a ser "exégesis" viviente de
Y de fronteras y periferias hemos hablado en este proceso de
�Pensar Confer� que concluye en estos días. Sin duda que tanto las geográficas
como las culturales cuentan con la presencia de tantos religiosos y religiosas
que están ahí en primera línea dando testimonio hasta el martirio. Pero debemos
estar allí con una clara identidad: podemos estar en la intemperie de la
frontera y la periferia si sabemos a qué casa pertenecemos y quién nos la
habita. Porque no estamos sin más en la calle, no estamos ni siquiera con los
excluidos y los pobres de todas las pobrezas, sino sabiéndonos pertenecientes al
Señor y piedras vivas de su santa Iglesia. Olvidar esto, inevitablemente
generará o la fuga a nuestras seguridades o la esterilidad de nuestras
guerrillas. Ni fugitivos ni guerrilleros, sino testigos del Señor amado sobre
todas las cosas, que nos hermana en fraternidad evangélica dentro de su Iglesia
y nos envía a curar leprosos, vendar heridos, saciar hambrientos, redimir
cautivos, resucitar muertos? sean cuales sean las lepras, las heridas, las
hambres, las cautividades o las muertes.
Hace unos días leía un viejo poema de nuestro gran poeta Luís
Rosales. El escritor se entretiene en el significado de lo que da título a esa
obra, que con toda su carga de belleza y provocación quiso intitular
precisamente �La casa encendida�. Sus versos arrojan un cierto escepticismo
burlón, lleno de rutina y bostezo ante la mecánica repetición de ritos
cotidianos que no sirven para estrenar ninguna novedad. No sólo me parecieron
desnudamente hermosos en sus imágenes, sino una ajustada descripción de lo que
puede suponer sentarse en la puerta de la vida, para verla pasar cada vez menos
conmovidos, cada vez más cansinos y sin ningún afán. Dice así nuestro poeta:
Has llegado a tu casa,
y ahora querrías saber para qué sirve estar sentado,
para qué sirve estar sentado igual que un náufrago
entre tus pobres cosas cotidianas.
Sí, ahora quisiera yo saber
para qué sirven el gabinete nómada
y el hogar que jamás se ha encendido. (Luís Rosales. La casa
encendida. Fragmento).
Porque ¿qué sucede cuando somos nómadas y náufragos de esa
cotidianeidad, cuando no habitamos una casa encendida, cuando nuestros textos y
nuestros gestos suenan a cosas vacías que no abrazan de veras la vida ni sus
heridas, que no buscan el rostro de Dios cada mañana, que no acogen el don de la
fidelidad a Dios y a su Iglesia, ni son con vocaciones bendecidas? Si tuviésemos
la sencillez libre de poner nombre a nuestra esperanza y nuestra espera, sería
el primer momento de un auténtico recomenzar, sin escabullirnos a trancas y
barrancas en ese nomadismo náufrago que no nos hace felices, sino rehenes de
nuestras pobres cosas cotidianas.
Sólo Dios permanece para siempre. Sólo Él nos da la sabiduría
del corazón que se dilata desde lo fugaz y caduco hasta lo eterno y sin fin.
Toda la vida reclama la eternidad, porque para ella hemos nacido. Como dice otro
poeta, Juan Ramón Jiménez, �No fui nada hasta que no maduré en el otoño de la
vida, esta inmensa ceniza que huele a gloria�.
Ese es el indicio de la esperanza: una ceniza que nos acerca el
olor de la gloria, del verdadero volver a comenzar con la audacia confiada de un
niño, con la imaginación enamorada de quien no se resigna sin más.
�Tú, Señor, conoces todos mis deseos, y no se te ocultan mis
gemidos�
(Sal 38, 10-11). Hay, efectivamente quien conoce mis verdaderos deseos: los más
nobles y los más inconfesables, y hay quien también escucha mis gemidos: los más
heridos y los más ficticios. Pero ese conocimiento no es el del Gran Gendarme
que me registra las entrañas y me fiscaliza hasta la calderilla, sino alguien
que ante mi corazón asustado, ante mis fuerzas menguadas, ante el apagón de mis
ojos, es capaz de conmoverse para venir a mi encuentro y hacer posible un
verdadero recomienzo que no tiene en mí su medida.
La sorpresa de algo no debido, de algo que no es fruto de
nuestro cálculo ni pago a nuestros servicios prestados, de algo que sabe a
gracia porque por gracia gratis se nos da, es lo que Dios nos quiere regalar, a
lo que nos invita, lo que espera de nosotros y en lo que se cifra nuestra
maravilla.
¿Tendremos la sencillez y la libertad, tendremos el coraje de
poner nombre a estas cosas como hizo el Papa Benedicto XVI: «La vida consagrada
en los últimos años ha vuelto a ser comprendida con un espíritu más evangélico,
más eclesial y más apostólico; pero no podemos ignorar que algunas opciones
concretas no han ofrecido al mundo el rostro auténtico y vivificante de Cristo.
De hecho, la cultura secularizada ha penetrado en la mente y en el corazón de no
pocos consagrados, que ven en ella una forma de acceso a la modernidad y de
acercamiento al mundo contemporáneo. La consecuencia es que junto con un
indudable impulso generoso, capaz de testimonio y de entrega total, la vida
consagrada experimenta hoy la insidia de la mediocridad, del aburguesamiento y
de la mentalidad consumista (?) Se necesitan
opciones valientes, a nivel personal y comunitario, que impriman una nueva
disciplina a la vida de las personas consagradas y las lleven a redescubrir la
dimensión integral del seguimiento de Cristo.
Pertenecer totalmente a Cristo quiere decir arder con su amor
incandescente, quedar transformados por el esplendor de su belleza»
(Benedicto XVI, Discurso
a los Superiores Mayores de la vida consagrada. 22 mayo 2006.).
Queridos hermanos y hermanas, como obispos queremos acompañaros con todo nuestro afecto y con toda nuestra responsabilidad. No somos polizones ni tampoco espías. Dejemos que quienes nutren los blog de la insidia entierren a sus muertos como deía Jesús a sus discípulos y no demos pábulo a quienes nos tergiversan, nos azuzan y enemistan. Los obispos, y este obispo que os habla, a pesar de lo que dicen que decimos o que digo, no queremos una "Confer bis", como nada inocentemente se ha repetido. Queremos sólo una Confer fiel, serena y eclesial. Por eso, sigamos construyendo con la ayuda de Dios los caminos que clarifican los malos entendidos, que ponen luz en lo que se oscurece, verdad en lo que se hace ambiguo, y docilidad evangélica ante cualquier entredicho. Hermanos vuestros somos a los que nos importa vuestra vida, creedlo, esa que como sucesores de los Apóstoles también Dios nos confía. Queremos brindar con vuestros gozos, saber sufrir en vuestras pruebas, compartir las nobles preguntas y juntos acoger de Dios las respuestas. Dar gracias con vosotros y por vosotros por tantas cosas hermosas de vuestra entrega y vuestra vida. Pero porque hay afecto y porque en la Iglesia de Dios tenemos también esa encomienda, no dejaremos de deciros con respeto y con verdad las cosas que nos parezcan erradas, ambiguas o confundidas. No es una llamada a un servilismo sumiso de prietas las filas, sino la invitación madura a acoger lo que la Iglesia a todos nos señala e indica en cualquier cuestión: sea la enseñanza, la familia, la vida o la teología.
Dios ha querido confiar a los sucesores de los Apóstoles esa
vigilancia netamente episcopal que no nace de la fiscalización del gran gendarme
ni se diluye en la irresponsabilidad de unos padres que no educan la vida que
les ha sido confiada. Nos sabemos y nos sentimos acompañados por
En medio de nuestros caminos, bajo el sol más luminoso o a través
de las cañadas más oscuras, el Señor buen Pastor que sabe nuestro nombre nos
conduce hacia los pastos fértiles. Y cuando hemos experimentado la inmerecida
piedad del buen Dios al curarnos nuestras lepras samaritanas, dejemos que brote
el canto de nuestra mejor gratitud como nos ha invitado el evangelio de este
día. Seamos custodios de
Pido al Señor, a santa María y a todos nuestros santos Fundadores
que dé fruto esta Asamblea. Que ellos os guarden y que os bendigan.
Obispo de Huesca y Jaca
Presidente de