GUSTAVO DANIEL D´APICE
EL SERVICIO DE LOS CARISMAS
Los carismas siempre han existido en la Iglesia de Jesús. Veamos algunos ejemplos de ellos.
EL SERVICIO DE LOS
CARISMAS.
Si bien los carismáticos, o movimiento de renovación
espiritual, han estado siempre en la Iglesia de Cristo (léase Hechos 2 con los
carismas de Pentecostés, y todo ese libro con las curaciones y milagros
apostólicos, o también I Corintios 12-14, donde San Pablo regula el ejercicio
de los carismas), desde la segunda mitad del siglo XX se han hecho más
manifiestos en el contexto popular del pueblo cristiano, ya sea en su
vertiente carismática católica o pentecostal evangélica.
Se caracterizan por su aspecto “extraordinario”, es
decir, fuera de lo ordinario, de lo común.
En sí no hacen a la santidad del individuo, ni el
poseerlos significa que uno es más o menos santo.
No entran en el así denominado desarrollo normal de la
vida cristiana.
Pero están al servicio de la comunidad, y ejercitados
con espíritu de humildad, solidaridad generosa y servicio desinteres ado, no
deja de redundar en gracia del que lo posee y de quienes son beneficiarios de
una o de otra manera de ellos.
Mencionemos algunos:
Está el así llamado “descanso en el espíritu”: El que
preside la oración tiene el carisma de que, tocando con un leve movimiento la
frente de aquél a quien Dios a dispuesto y preparado, lo hace “caer”, es
decir, salir momentáneamente del tiempo y del espacio cronológicos,
colocándolo en un estado de suspensión de los sentidos, lo que produce
realmente un descanso psicológico, emotivo, espiritual, y también físico, por
qué no. Se sale de la medida del movimiento (cronos), que es el tiempo, y de
alguna manera se entra en el tiempo de Dios (evo) mediante esa intervención
“salvífica” (kairós) del que hace de mediador junto a Jesús en ese momento (el
que preside la oración ).
Otro carisma habitual en este tipo de grupos y
encuentros es el de la glosolalia, o “don de lenguas”: A través de un pastor y
grupo carismáticos, generalmente por imposición de manos, que no es un
sacramento, sino un signo “sacramental” de transmisión o comunicación de algo,
se produce la “efusión” del Espíritu Santo, ya recibido en el Bautismo, y éste
se manifiesta a través de lenguas extrañas, en un lenguaje que pudo haber
existido, o existe en otra parte, pero desconocido para el que lo emite.
A veces, junto al don de lenguas, viene
simultáneamente el don de “interpretación de lenguas”: es decir, la capacidad
de interpretar inteligiblemente lo que la persona va pronunciando, y de
expresarlo en voz alta para la edificación de todos. Esta interpretación puede
venirle a la misma persona que posee el don de lenguas o a otra. El don de
lenguas es un don de oración (intercesión, súplica, petición, alabanza,
glorificación de Dios) y/o de profecía.
En efecto, otro de los dones carismáticos es el de la
“profecía”: Profetizar en estos grupos, es comunicar mensajes de esperanza y
edificación para los oyentes. Nu nca va más allá de lo que Dios revela en la
Sagrada Escritura, y muchas veces es una explicitación de la misma o la
actualización de ella para una circunstancia concreta. Esta profecía puede
emitirse en la lengua común de todos, o “en lenguas”, en cuyo caso, para
entenderla, se requiere que la misma persona u otra del grupo tenga el don de
“interpretación de lenguas”.
Otro don muy buscado principalmente por los
beneficiarios, es el de “curaciones”: El poseedor de este carisma tiene la
capacidad de que, según la Voluntad de Dios, y para manifestar el poder del
Mismo a la comunidad y suscitar la fe en Jesús Resucitado, victorioso y
presente, puede curar a algunas personas, ya sea en su parte física o
emotiva-psicológica (en este caso se denomina “sanación”). También en su parte
espiritual: en este caso tendríamos los “exorcismos”, que alejan la presencia
de los demonios.
En I Corintios 12 se mencionan otros carisma, o
impulsos del Espíritu Santo para la edificació n de los demás: sabiduría para
hablar, ciencia para enseñar, fe para mover montañas, y toda serie de
milagros.
Un carisma muy importante es el de discernir los
espíritus: Porque todas estas cosas puede provocarlas el Espíritu de Dios, el
mismo demonio puede remedar muchos de estos hechos, o la histeria, egoísmo y
autosugestión personal o colectiva. El discernimiento de espíritu permite
darse cuenta de si el carisma proviene de Dios o no. Carisma fundamental en el
pastor, y también en el rebaño de fieles.
Sin embargo, en el versículo 28 del capítulo 12 que
venimos viendo de la I carta de San Pablo a los Corintios, dice que el carisma
principal es el de los apóstoles, cuyos sucesores son lo Obispos: Así que de
nada vale mover montañas si no se obedece al Obispo, sea éste quien fuere; se
estaría desobedeciendo al mismo Espíritu de Dios, según San Pablo, y el
carisma no sería auténtico.
En el capítulo 13 muestra el Apóstol la preeminencia
del amor: Hacer milagros y curaciones, si no se hace por amor, sería pura
vanagloria y ostentación, cuando no por otros motivos inconfesables. El amor
no pasará nunca. Continuará en la eternidad, donde ya no harán falta los
carismas extraordinarios, sino que Dios será todo en todos por ese amor.
En el capítulo 14 vuelve San Pablo al orden de los
carismas y a que estos se coloquen al servicio de la comunidad. Carismas
extraordinarios en servicio ordinario de cada día, discernimiento para saber
si las cosas provienen de Dios o es el diablo que se viste de ángel de luz, o
nuestra propia vanidad que quiere aparecer. Preeminencia del amor solidario,
generoso y honesto en todas las cosas.
Gustavo Daniel D´Apice
Filósofo y Teólogo
Pontificia Universidad Católica
gusdada@uolsinectis.com.ar