EL DIOS CRISTIANO Y LOS OTROS DIOSES

 

Con Juan Martín Velasco

 

Convoca Foro de Profesionales Cristianos de Madrid

Parroquia S. Estanislao de Kotska. 22 de Febrero del 2010

 

“Comienzo por reorientar el título. Yo tengo mucho respeto a Dios y por eso el hablar del “Dios cristiano y los otros dioses” me suponía una doble dificultad y por eso voy a tratar de poner las cosas un poco menos difíciles; pienso hablar de “El cristianismo y las religiones”, prácticamente es lo mismo pero desde un punto de vista más asequible; y añado enseguida “en situación de pluralismo religioso”.

 

Los que se ocupan de la crisis religiosa en nuestro tiempo y de la situación religiosa en general suelen decir que en la segunda mitad del siglo XX el cristianismo se está enfrentado sobre todo con tres grandes desafíos: en primer lugar, la secularización, sobre todo en su último avatar que es la indiferencia  indiferencia religiosa; en segundo lugar, el desafío que plantea a todas las religiones, porque este es un desafío mundial, la situación de injusticia, de gravísima injusticia, con todo lo que ello conlleva de pobreza, etc., y lo que implica para las religiones,  porque esa injusticia no es solo una cuestión ética sino religiosa: se ha dicho con toda razón que nada oculta tanto a Dios como el mal y esta es una de las formas de mal más graves; el tercer reto, sobre todo a partir de las últimas décadas del pasado siglo,  es el pluralismo; el pluralismo afecta a varias esferas de la vida, hay un pluralismo cosmovisional o ideológico, hay un pluralismo cultural, con puntos de contacto con el anterior, y hay un pluralismo religioso. El pluralismo religioso se da a distintas escalas: a escala de nuestro país, del propio continente europeo y a nivel mundial, dada la situación de globalización en que vivimos; y me gustaría añadir que hay otro pluralismo del que se habla menos pero que es muy importante, que es el pluralismo de la conciencia de las personas y lo que eso lleva de dificultad para poder vivir religiosamente,   cuando hasta hace poco tiempo hemos vivido en una situación de una religión predominante.

 

¿Qué es pluralismo desde el punto de vista religioso? No se trata solo de que exista  una pluralidad de religiones,  sino que es un pluralismo que se da en un mismo espacio y que se gestiona de una determinada manera: allí donde hay varias religiones pero una predomina de forma clara sobre las demás, no hay verdadero pluralismo religioso; allí donde hay varias religiones pero sin interacción alguna entre los sujetos que viven esas religiones, tampoco se puede hablar de verdadero pluralismo en sentido estricto. El pluralismo, para ser así considerado, tiene varias exigencias: supone que se dé en situación de cierta paridad y con posibilidades de interacción entre los miembros de las diferentes religiones, que se considere el pluralismo como algo favorable, y que se considere como una situación definitiva y no como una situación temporal llamada a ser superada por el predominio de alguno de los grupos presentes. Un buen sociólogo, refiriéndose al pluralismo cultural, destacaba  estos rasgos  que pueden aplicarse al religioso: disposición tolerante entre los grupos, posibilidad de asociación voluntaria y no impuesta, posibilidad de afiliaciones mutuas, líneas de división transversales, posibilidad para un mismo individuo de vivir sucesivamente diferentes identidades.

 

El pluralismo es el fruto tardío de la modernidad; sin duda ha influido en él la secularización, porque donde hay una religión oficial no cabe pluralismo. Hoy todos los países de nuestro entorno son, religiosamente hablando, laicos, y dejan un espacio social común en el que pueden vivir distintas religiones; han influido los movimientos de población -por comercio, inmigración, turismo…- y, sin duda, la globalización;  es decir, el hecho de que vivamos en la aldea global, con interacción permanente en todas partes del mundo, una comunicación constante que ha llevado a los sujetos a la conciencia planetaria, el sabernos habitantes del mismo planeta: por primera vez hace unos años hemos visto nuestro planeta desde fuera, como una especie de nave espacial en la que vamos todos,  y en la que compartimos el mismo destino.

 

El pluralismo, sobre todo cuando afecta a la conciencia de las personas y estas se ven impactadas por esa diversidad de posiciones, posturas, formas de pensar, y sobre todo cuando se refiere a algo como la religión que afecta profundamente a la conciencia, produce una serie de reacciones que los sociólogos han descrito con mucha precisión. Peter Berger, se refría a estas reacciones como más habituales al impacto del pluralismo:

 

  1. la primera es la negociación, la adaptación de nuestra identidad, mental, cultural,  en este caso religiosa, a las exigencias de las otras realidades que la ponen en cuestión y con las que no tiene más remedio que convivir. Desde la mitad del XIX se introduce una reacción de este tipo al impacto de la modernidad sobre las religiones: muchos sujetos religiosos reaccionaron tratando de adaptar el cristianismo a la modernidad, en algunos casos la adaptación fue tal que el cristianismo terminó diluyéndose: pensemos por ejemplo en el cristianismo liberal que decía que “el cristianismo no es más que”, refiriéndose a algo que ya no era el cristianismo, como una forma de ética…, y terminaba adaptándose a la mentalidad moderna y al final,  en este proceso, se había pasado de la adaptación a la “rendición cognitiva” en la que  se diluía la propia identidad.

  2. Hay otra opción contraria y frecuente, hoy tiene representantes muy numerosos, que es el atrincheramiento cognitivo: es el establecimiento de barreras que protejan contra los peligros del pluralismo, y la reafirmación de la propia identidad reduciéndola a los principios básicos, muy pocos, muy simples  muy claramente definidos y totalmente innegociables. Este fundamentalismo que surge a principios del siglo pasado en América, se llama así porque reduce el cristianismo a 5 principios fundamentales que no son negociables en absoluto y a partir de los cuales se construye la identidad cristiana; una vez atrincherados,  o nos defendemos del exterior o, si tenemos fuerzas suficientes,  intentamos conquistar las zonas que la secularización nos ha ido arrebatando en los últimos tiempos; esto introduce el peligro de aislarse del exterior y construir una cultura o religión ajena a la época, al medio,  y la sociedad en que se vive; en algunos casos,  sabemos que el fundamentalismo llega a defender la identidad así construida con la violencia.

 

El efecto que produce el pluralismo sobre las religiones y sobre las personas es importante, de ahí que las religiones, las iglesias, en un primer momento no vean con simpatía ese fenómeno del pluralismo; en los documentos oficiales de las religiones casi nunca se habla   del pluralismo  positivamente;  se destaca más bien los problemas que conlleva para la religión, como que los afectados por él caigan en el relativismo religioso -todas las religiones valen, todas valen lo mismo…-  o,  incluso, en la indiferencia, cuando es verdad que implica  problemas, pero también  ofrece no pocas oportunidades para vivir mejor la propia religión.  

¿Qué respuestas han dado las religiones a la existencia de religiones diferentes a lo largo de la historia? El hecho no es  nuevo del todo, porque pluralidad de religiones ha habido desde el principio y esa pluralidad ha sido vivida con una serie de modelos que voy a citar, aunque  sin detenerme en ellos,  porque creo que es bueno recordarlos:

 

Durante mucho tiempo, sobre todo cuando las religiones eran religiones nacionales, en las que el sujeto era la nación y no el individuo, podían coexistir infinidad de religiones nacionales sin que las unas se molestasen a las otras; cada religión tenía sus propios dioses y se toleraba a los  de los otros. El problema se plantea  de forma más aguda, cuando surgen las religiones universales o con pretensión universal. Las religiones universales son aquellas cuyo sujeto no es la nación sino el individuo, la persona: toda persona puede ser miembro de esa religión universal, independientemente de su nación, cultura o  raza, etc.  Así, todas esas religiones se sienten en el derecho y el deber  de atraer hacia ellas a esos individuos,  por lo que entran en colisión con las otras religiones que pretenden lo mismo. Sólo que durante mucho tiempo, existiendo ya las religiones universales, y especialmente cuando surgen el cristianismo y el islam, que juntamente con el budismo son las religiones propiamente universales, durante mucho tiempo, como digo, una vez que se han asentado las zonas de influencia, coexisten cada una en esas zonas de influencia, sin mayores problemas; esto ha existido así durante bastante tiempo. En nuestra época, el fenómeno de las migraciones y de la globalización hace que las personas se muevan y que no puedan aislarse fácilmente esas zonas tan claras de antes; cuando las religiones universales coexisten en un mismo espacio, sobre todo si éste es pequeño, lo normal es que en un primer momento se intente algún tipo de demarcación, que consiste en asignar a cada religión unos espacios que tengan poca relación con los espacios que ocupan las otras; recuerden por ejemplo que en la España medieval  había ciudades con un barrio judío, un barrio morisco aislados del resto de la ciudad cristiana. Se trataba de evitar así los problemas.

 

En otros lugares se ha dado el “sinoiquismo”, palabra extraña pero que significa sencillamente el hecho de convivir en una misma casa personas diferentes: ha habido ciudades como Toledo, la ciudad de las tres culturas,  y ha habido en la España medieval otros casos –quizás no tantos como se ha dicho, pero algunos- de coexistencia  pacífica de cristianos, musulmanes y judíos sin graves problemas en la misma ciudad y con ciertos niveles de diálogo. La verdad es que el sinoiquismo, el hecho de cohabitar en la misma casa religiones distintas,  generalmente dura poco antes de que surjan problemas que hacen volver al sistema de  demarcación o, sencillamente,  a la exclusión del otro.

 

Puede darse también el sincretismo, que es la mezcla de las religiones. Hay situaciones en las que las religiones conviven y se comunican unos u otros aspectos y termina produciéndose en un determinado espacio un sincretismo religioso: en América Latina todos sabemos que existen comunidades que son católicas pero que conservan no pocos elementos de las religiones precolombinas que siguen coexistiendo en ellas con elementos del cristianismo.

Todas estas respuestas aparecen como insuficientes cuando, como sucede ahora, en el mismo barrio tenemos musulmanes, cristianos, hindúes, seguidores de las religiones tradicionales chinas y de tantas otras religiones.  Es una situación en la que -todos coinciden-  cualquiera de las soluciones anteriores no sirve, y todos coinciden también en que es una situación que exige el diálogo entre todas las religiones y  la colaboración entre sus miembros para la solución de los problemas que les son comunes. Hay infinidad de documentos sobre el tema: una reunión convocada por la UNESCO,  concluía que  “el porvenir del mundo depende de la capacidad de todos para  vivir el pluralismo político, social, cultural y religioso de manera positiva e incluso creativa”. Pero no sólo las instituciones socio-políticas, también las Iglesias desde hace ya bastantes décadas, venimos insistiendo en que la única forma de que nuestra  coexistencia no derive en la violencia desatada, con los peligros que ello implica para la paz del mundo, es que se dé  el diálogo y el diálogo lleve al entendimiento y el entendimiento a la colaboración para la solución de los problemas más importantes del mundo en el que estamos. Esto explica la gran cantidad de instituciones creadas para el diálogo interreligioso y la enorme cantidad de documentos sobre el tema, tanto desde el área sociopolítica como religiosa. En un documento de J. Joaquín Alemán –que en paz descanse- se dice que en 30 años la Iglesia católica ha producido más de 260 documentos sobre el diálogo interreligioso, lo que da una idea de la importancia que se le ha concedido al tema.

 

En la Iglesia Católica el Papa no se ha contentado con invitar al diálogo y defenderlo, incluso ha llegado a establecer instituciones en el seno de la Iglesia destinados a ese fin, lo que hoy es el Instituto para el diálogo interreligioso  –anterior Secretariado para los no creyentes-.  Juan Pablo II dijo que ese diálogo es una obligación para los cristianos.

Pero para que ese diálogo pueda darse, es preciso que los dialogantes tengan una serie de puntos en común y, sobre todo, es preciso que eviten una serie de peligros en los que han caído todas las religiones a lo largo de la historia.

 

Así, es indispensable el conocimiento mutuo, la eliminación de prejuicios hondamente arraigados que deforman la identidad de los dialogantes, el respeto y la tolerancia hacia las ideas y las creencias de los demás. En la historia las actitudes de unas religiones para con las otras se han resumido en dos más importante que describiré tal y como se han desarrollado en el cristianismo..

 

El modelo que ha predominado durante mucho tiempo, sobre todo a partir de  Constantino, ha sido el exclusivismo, que consiste precisamente en esto: en decir que el cristianismo es la religión verdadera, la única verdadera y que todas las demás son falsas; esto se tradujo en una proposición teológica que muchos conocemos, el famoso adagio: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Es curioso que esta proposición no nació para hablar de la relación con otras religiones sino que se refería a aquellos que,  habiendo conocido la Iglesia,  la abandonaban, con algún tipo de culpa de su parte: inicialmente no era que los que estaban fuera de la Iglesia no se salvaban sino que los que habían conocido la Iglesia y se separaban de  ella, por la herejía o por el cisma, de esos se decía que fuera de la Iglesia no tenían salvación. Así lo emplean los primeros que utilizan el adagio. Pero muy pronto y por desgracia comenzó a utilizarse sin tener en cuenta  si se había conocido o no a la Iglesia y, por ejemplo,  San Agustín se refiere también a las tribus no romanizadas en África y que no han conocido la Iglesia y les aplica el mismo adagio de que también para ellas fuera de la Iglesia no hay salvación. Ha venido siendo utilizado a lo largo de la historia. Hoy nos parece increíble, pero en un concilio, el de Florencia, se llega a afirmar que  “la Iglesia cree firmemente, profesa  y predica que ninguno de los que no están dentro de ella, es decir, no solo paganos, sino cismáticos, judíos o herejes,  pueden ser partícipes de  la vida eterna sino que han de ir al infierno… a menos que sean agregados a ella antes del fin de su vida”. Tan evidente es que ese principio choca con los que entendemos por ideas cristianas que se buscan desde el inicio todo tipo de salidas  o brechas para buscarle excepciones. Se comienza a distinguir entre “pertenencia explícita” y “pertenencia de deseo”, de modo que aquellos que viven de  acuerdo con su conciencia recta tiene algún tipo de pertenencia y pueden salvarse. Hay salidas,  al principio,  verdaderamente curiosas para responder a una pregunta lógica: ¿qué pasa con los que no han conocido a Jesucristo?, ¿no pueden salvarse? Algunos, acogiéndose a la carta de Pedro que habla del descenso de Jesucristo tras la muerte a los infiernos,  afirman  que Jesús bajó  para predicar el evangelio a los que no lo habían conocido para que ellos pudieran también  salvarse, optando por el evangelio.

 

Las peripecias de este adagio han sido numerosas, pero está totalmente superado. Ya en los años 40 del siglo pasado, Pío XII condenó a un jesuita americano que se había equivocado de siglo y seguía defendiendo el adagio en el sentido más riguroso.

El segundo modelo que ha coexistido con el primero y que ha venido a reemplazarlo es el inclusivismo, que significa: el cristianismo es la religión verdadera,  pero incluye también religiones que no siendo la cristiana contienen principios de lo que en el cristianismo se realiza de forma perfecta. Los primeros escritores cristianos,  que conocían la filosofía griega,  descubrieron enseguida en Platón y Aristóteles cosas coincidentes con  el monoteísmo cristiano y afirmaron: hay semillas del logos, semillas del Verbo esparcidas no sólo en las religiones sino en  el pensamiento griego y por tanto a partir de esas semillas, los que viven de acuerdo con esos valores se salvan porque están incluidos en el cristianismo.

 

El Concilio Vaticano II,  que en este terreno supuso un avance importante,  sanciona la concepción inclusivista: aquella según la cual los miembros de otras tradiciones religiosas  que viven de acuerdo con esas tradiciones y con su recta conciencia también pueden salvarse. Esto está en la LG, 16, y en el Documento sobre las Misiones y en el que establece las relaciones de los cristianos con las religiones no cristianas.  No está claro si dice que se salvan por las religiones o por los valores que,  siguiendo su recta conciencia,  les hacen emparentar con el cristianismo,  independiente de sus propias religiones. En todo caso, después del Vaticano II casi todos los teólogos católicos admiten que se salvan a través de su propia religión, porque esa religión contiene valores que se realizan de forma más perfecta en el cristianismo

 

¿Son estas dos posturas suficientes para seguir la invitación al dialogo que nos ha hecho la jerarquía desde el Vaticano II? A mi modo de ver, no porque ninguna de las dos procura la situación de paridad de los interlocutores que exige el verdadero diálogo. De ahí los numerosos intentos que se están dando en la teología católica para superar la misma  postura inclusivista, pero sin que hasta ahora se encuentre una respuesta verdaderamente satisfactoria. Están, eso sí, surgiendo diferentes intentos.

 

Un teólogo alemán, con un derroche de imaginación, lo llama el inclusivismo recíproco: cuando voy a dialogar con otra religión,  mi postura es inclusivista, pero tengo que estar dispuesto a que su postura para conmigo sea también inclusivista pero al revés: yo dialogo contigo porque tú tienes valores que en mi religión están desarrollados de forma perfecta. En apoyo de su postura, cuenta  una anécdota atribuida al padre Rahner, que,  hablando con un filósofo japonés que conocía el pensamiento occidenta y la idea de los cristianos anónimos  del padre Rahner–una forma de expresar el inclusivismo anterior al concilio- le dijo al final de la conversación, “¿qué pensaría usted, padre, si yo le dijera que usted es un budista anónimo?” A lo que el padre Rahner  habría respondido que le parecería muy bien, y que era lo mejor que podía hacer.

 

Siendo inclusivistas es muy difícil que se pueda dialogar y por eso todos buscamos la manera de ir más allá sin romper con el principio fundamental de la identidad cristiana según la cual Jesucristo es el mediador de la salvación. Y esto no es fácil,  por eso,  éste es el capítulo de la teología cristiana mas cultivado en la actualidad y aquel en el que se producen más publicaciones y más advertencias por parte de la Congregación para la fe. La Comisión Teológica Internacional dice que este es un problema en ebullición,  que no se puede decir nada seguro  todavía, que hay que ir con suma cautela; pasito a pasito, dice González Faus. Yo lo repito para que nadie  tome lo que  digo como  última palabra. Lo ofrezco como un elemento más a la hora de formarse un juicio. Porque lo que está claro es que hay que dialogar, lo que es indudable también es que con las posturas que hemos mantenido hasta ahora es imposible, por tanto hay que buscar una salida ¿Por dónde la buscaría?  Voy a proponer algunos principios desde la ciencia de las religiones,  que es lo que yo he cultivado a lo largo de mi vida, pero que pueden servir a los teólogos para elaborar sus propias respuestas.

 

1-     La pluralidad de religiones es un hecho histórico. Y no un hecho histórico contingente, que se haya producido por casualidad, resultado de la Torre de Babel, o fruto del pecado original. La pluralidad de las religiones se deriva de la naturaleza misma de la religión. Y por eso me voy a detener un poco a detallar lo que la fenomenología de la religión entiende como estructura del fenómeno religioso.

2-     Todas las religiones y el cristianismo también, como las demás, constituyen un fenómeno notablemente complejo; constan en primer lugar de un sistema organizado de mediaciones; ¿Qué que son mediaciones? Todos aquellos elementos que surgen en las religiones por la necesidad que tiene el hombre de mediar su relación con lo trascendente. El misterio es absolutamente trascendente, inefable, incomprensible para el hombre (a Dios no lo ha visto nadie jamás, dice la Escritura). Pero el hombre es un ser mundano, corporal e histórico y no puede entrar en relación con el misterio mas que mediando la  presencia del misterio en realidades mundanas, y de hecho así lo ha hecho siempre: lo ha visto en el cielo, en la tierra, en el viento, en el fuego, en su propio corazón. Sin esas mediaciones el hombre no podría entrar en relación con un misterio que es absolutamente trascendente para él,   del que el hombre no se puede hacer una idea adecuada. San Agustín llega a decir:  ¿has entendido lo que dices cuando dices “Dios”, pues eso no es Dios, porque Dios supera con mucho nuestra capacidad de comprensión. La condición trascendente del misterio (trascendente no quiere decir lejano, que esté en el empíreo, más allá de la ultima de las esferas,  quiere decir  que nos precede, pero también que nos envuelve, que nos sustenta en el ser, que nos está haciendo permanentemente  ser), significa que al mismo tiempo que no lo podemos abarcar, tampoco podemos salir de él y de su influencia sobre nosotros. No invento nada, recordad a San Pablo cuando dice que el Misterio no ha dejado a nadie sin noticias de sí mismo, porque “en él vivimos, nos movemos y existimos”. No es sólo que Él esté íntimamente presente a nosotros, sino que nosotros  vivimos y existimos en él.. Como dice S. Agustín en una frase verdaderamente insuperable, Dios es a la vez lo  más elevado que lo más elevado de mí mismo y más íntimo a mí que mi propia intimidad.

3-      ¿Como entra el hombre en relación con el misterio? Mediante una sola actitud,  enteramente peculiar frente al resto de actitudes que adoptamos frente a  todo lo mundano,  la actitud teologal, la actitud que tiene a Dios como término. Esa actitud, que en cristianismo recibe los nombres de fe-esperanza-caridad., recibe para los musulmanes el nombre de Islam, entrega o sometimiento incondicional a Dios, y en otras religiones otros nombres diferentes. La aceptación del misterio, así vivida,  es el núcleo fundante de todas las religiones. Todas las religiones consisten fundamentalmente  en el reconocimiento del misterio, es decir de la realidad absolutamente trascendente, más íntimamente a nosotros que nuestra propia intimidad, a través de una actitud de total confianza como la que designan los nombre  fe-esperanza-caridad.

4-     Pero ¿cómo puede el hombre vivir una relación de este estilo? Solo mediándola en realidades del mundo en las que se le hace presente el misterio, y en expresiones de esa actitud profunda suya a través de todas sus facultades humanas. El hombre que entra en relación con el misterio mediante la absoluta confianza, tiene que decirse a sí mismo quién es el misterio para él. Y así surgen las mediaciones racionales, es decir, las  creencias,  las doctrinas, los sistemas míticos, los sistemas simbólicos, parte integrante de toda religión. Todo conjunto de fórmulas racionales que la razón humana produce para poder vivir su relación con lo absolutamente trascendente.

5-     Pero el hombre no es solo razón, es también acción, por eso el hombre necesita toda una serie de ritos, de expresiones simbólicas que expresen su relación con el misterio, como lo que nosotros llamamos  sacramentos. Y el hombre no puede vivir su relación con el misterio sin unas  de formas de vida en las que encarnarla. Y como el sujeto humano no es un sujeto aislado sino que vive en comunidad, genera enseguida comunidades religiosas, las iglesias, los discipulados, las sectas, las fraternidades, la ummah musulmana, la samgha budista, etc.

6-      Así pues, toda religión es un conjunto o sistema de mediaciones al servicio de la experiencia íntima  de Dios vivida en la actitud teologal. Naturalmente, las mediaciones se corresponden con la situación cultural por la que atraviesan los distintos grupos religiosos; por eso no puede haber mas que múltiples religiones,  dada la pluralidad de culturas humana a lo largo de la historia, las religiones se han multiplicado y ha surgido la enorme pluralidad de religiones que conoce la historia huamana.

7-     De ahí que la multiplicidad no sea debida a un accidente sino que es consecuencia lógica de la estructura misma del fenómeno religioso. Pero esto tiene una consecuencia inmediata. Solemos atribuir a Dios el nombre de absoluto, de forma muy impropia, ya que el dios de las religiones es siempre el Dios de alguien, el Dios a quien invocamos como Dios mío  Pero, si del misterio podemos decir en algún sentido que es absoluto, de las religiones no podemos decirlo. ¿Es el cristianismo la religión absoluta? Se afirma a veces, pero sin razón. Si fuera absoluta estaría fuera del tiempo, pero el cristianismo nació en una fecha determinada, derivada de otra religión, con relaciones perceptibles por los estudios históricos con otras religiones. Es decir,   que es una religión relativa, como todas las demás religiones.

8-     ¿Quién produce las religiones? Se puede decir, con toda razón, que las religiones son producto del ser humano. ¿Caemos así en el relativismo? No. Porque cuando hablamos así, nos referimos al sistema de mediaciones y si se estudia la historia de las religiones se percibe perfectamente cómo el sistema de mediaciones que constituye cada religión ha surgido, a partir ciertamente de una experiencia fundante, pero por la iniciativa de una serie de personas y comunidades, que la historia puede identificar. Basta estudiar los orígenes del cristianismo para ver como el cristianismo fue surgiendo de las formas de vivirlo las primeras comunidades cristianas que fueron las que levantaron la gran “catedral semiótica”, el conjunto de símbolos que poco a poco fue constituyendo lo que hoy llamamos cristianismo.

9-     ¿Hay que decir entonces que las religiones son una creación del hombre? No, ciertamente, porque sin la presencia del misterio en el sujeto,  el sujeto religioso no hubiese podido ni remitirse a un más allá de sí mismo, ni producir el conjunto de símbolos con los que se remite a él. Si el hombre ha podido preguntarse ¿quién es Dios? Y  llegar a  pensar en él- es porque la presencia de Dios en él  le está constantemente moviendo a decirse a sí mismo y a comunicar a los demás quién es esa presencia originaria, inobjetiva con la que está agraciado.  Si Dios no estuviese en el fondo del hombre dándose permanentemente, revelándose constantemente, el hombre religioso no hubiese podido ser religioso, vivir religiosamente y levantar esos sistemas de símbolos que constituyen las diferentes religiones.

10- Nada de lo que nosotros decimos, pensamos, hacemos, vivimos para entrar en relación con Dios se confunde con él, le abarca, lo representa. El Maestro Eckhart oraba a Dios en estos términos “Dios mío, líbrame de mi Dios”. Es decir, líbrame de mi manera de entender, de decir,  todo aquello que no tengo más remedio que utilizar para entrar en relación contigo, pero que en absoluto se confunde con Dios. Nada de lo que nosotros decimos sobre Dios se confunde con Dios. Un gran filósofo judío  dice con toda razón: “Dios creó al hombre, no  la religión”; creó al hombre a su imagen e hizo posible que el hombre “produjera” la religión. Y el hecho de que  el hombre sea culturalmente plural,  origina la pluralidad de las religiones.

11- Todas las religiones se saben procedentes de Dios. Y la forma de expresar esa procedencia es atribuir a Dios su origen. Para esa expresión se utiliza la idea de revelación. De ahí que esa palabra signifique fundamentalmente no la comunicación por Dios de determinadas verdades al hombre, sino la autocomunicación de Dios a la que el hombre responde con la fe que se expresa después en los distintos sistemas religiosos.

En el cristianismo es bastante frecuente decir que la diferencia entre el cristianismo y las otras religiones es que el cristianismo  es la religión revelada y el resto de las religiones son producto del hombre. A veces se ha presentado la historia religiosa de la humanidad como un conjunto de religiones producto de la búsqueda de Dios por el hombre, a la que respondería la respuesta de Dios contenida exclusivamente en la religión bíblica y cristiana.

Ahora bien, todas las religiones se consideran reveladas. La idea de la revelación pertenece a la idea misma de religión. Porque todas ellas son conscientes de existir a partir de una previa presencia, llamada y revelación de Dios.  Todas hacen suya la frase que Pascal pone en boca de Dios: “No me buscaríais si no me hubieseis encontrado” El encuentro de Dios es previo a la búsqueda de Dios, y esto aparece como una convicción compartida por todas las tradiciones religiosas, incluso las que antes llamábamos religiones “primitivas” y que ahora solemos llamar religiones tradicionales. En más de una tradición africana esta convicción se expresa en este hermoso cuento: Se trata de una mujer que lo pierde todo, marido, hijos, todos sus bienes,  lo pierde todo, como Job, y se sienta esperando morir. Pero en lugar de morir, ve cómo se le rejuvenecen las fuerzas y dice, “voy a aprovechar para pedirle cuentas a Dios de lo que me ha hecho”. Y construye un tinglado de madera para llegar al cielo, pero que pronto se pudre y se viene abajo. Busca entonces a Dios intentando encontrarse con él en el horizonte, donde el cielo se junta con la tierra. A lo largo de su camino va contando su historia de poblado en poblado, y cuando ya está casi desesperada porque el horizonte se le aleja a medida que avanza, un anciano le dice “pero mujer, ¿cómo vas buscando a Dios delante de ti, no te das cuenta de que lo llevas a la espalda y es él el que te empuja?”. En esa religión también tienen una idea de revelación que expresan simbólicamente de esa manera tan hermosa.

 

Todas las religiones se saben reveladas, por tanto, y todas se saben intentos de respuesta a esa revelación. ¿Cómo tratan de justificar cada una de ellas que es revelada? Todas de formas muy parecidas. ¿Cómo lo hacemos nosotros? Diciendo que Jesús es la revelación de Dios: Jesús recibe de Dios la palabra o es la palabra de Dios que desciende a nosotros y nos comunica su mensaje a través de los apóstoles… Los musulmanes dicen que Alá es único y Mahoma es su profeta, dicen que Alá se comunicó a través del ángel Gabriel a Mahoma y le fue dictando el Corán. Y los hindúes, que tienen unos escritos antiquísimos, dicen que las escrituras del principio son fruto de los videntes, que vieron en el origen las cosas tal como son y se las han comunicado a los demás. En todas las religiones se justifica la verdad de la propia religión por un sistema parecido. Y no faltan en muchas religiones milagros que acreditan al que trae la verdad de parte de Dios, como nosotros hemos dicho muchas veces, que los milagros y las profecías acreditaban la verdad de la religión cristiana.  ¿Esto quiere decir que todas las religiones son iguales? No, todas son diferentes, y todas las religiones viven esa relación con Dios y la expresan y la formulan  y producen obras magníficas  para expresarla  de maneras distintas.

 

A todos nos tienta la pregunta de cuál de las religiones es la mejor. Naturalmente, cada sujeto tiene la propia religión por la que mejor responde a sus aspiraciones más altas, por tanto, por la mejor. Desde un punto de vista histórico es muy difícil, por no decir imposible dar una respuesta concluyente a esa pregunta, porque todas han producido obras excelentes y todas también tiene en su historia efectos negativos producidos por las distorsiones históricas que han sufrido debido a las infidelidades de sus miembros. Por eso sería más provechoso que los miembros de las diferentes religiones nos esforzásemos por colaborar de la mejor manera posible al bien de la humanidad y mostrar así la excelencia de nuestra religión. Al final, siempre habrá que confesar que sólo Dios conoce a los suyos y esforzarse por cumplir su voluntad de manera que nos reconozca a nosotros, dejándole a él el juicio sobre los demás. Y, entre tanto, dialogando y colaborando con todos de la mejor manera posible para mejorar este mundo y esta historia que Dios nos ha encomendado a todos.

Así, la pluralidad de las religiones es un hecho y se concibe  que las religiones sean diferentes. ¿Hay alguna manera de demostrar que la religión propia es la absoluta? No, ninguna religión lo puede demostrar, ni históricamente, ni filosóficamente ni científicamente. ¿Cómo surge en nosotros la convicción de que nuestra religión es la definitiva? Por nuestra adhesión a Jesucristo, es decir, por nuestra fe; es la fe la que nos lleva a decir que en Jesucristo Dios se nos ha revelado de manera definitiva.  Las reflexiones anteriores nos llevan a concluir que el proyecto mismo de la teología de las religiones está llamado al fracaso. Es inútil que pretendamos decir desde el cristianismo cuál es el valor de las otras religiones en el plan salvífico de Dios, porque desde el cristianismo nos hacemos una idea de los otros que no se corresponde con la idea que ellos tienen de sí mismos, como ellos se hacen de nosotros una idea que no se corresponde con la que nosotros tenemos de nosotros mismos. Por eso no cabe una teología de las religiones, porque cada teología se hace desde el interior de una religión y en cada una se ve a los otros de manera distinta a como ellos se ven a sí mismos.

 

¿Cómo proceder entonces? Algunos pensamos que hay que renunciar a hacer una teología de las religiones porque eso lleva a un callejón sin salida, y lo que hay que hacer es comenzar a dialogar y a hacer teología en dialogo, es decir, a hacer teología teniendo en cuenta también a los demás. ¿A dónde va a conducir esto? No lo sabemos, sólo Dios lo sabe. Pero sabemos que estamos urgidos al diálogo, que es indispensable ese dialogo, sabemos que no podemos imponer a los otros un juicio que depende de nuestra manera de verlos a ellos. Pues comencemos a hacer teología, cada uno desde su propia fe,  desde lo mejor de sí mismo, en diálogo con los demás y probablemente ese diálogo nos haga conocernos mejor y nos haga avanzar  en el camino hacia la llegada del reino de Dios que no sabemos nosotros ni cómo ni cuando ni en virtud de qué va a llegar.

 

Ni relativismo ni disolución de la identidad cristiana

 

Para terminar, os voy  a ofrecer unos pocos datos que  me parecen responder a las muchas preguntas que suscita una exposición como la que yo he hecho.

 

Afirmo que de la visión de la religión y las religiones que he ofrecido no se sigue en absoluto la eliminación de la originalidad y peculiaridad de la identidad cristiana. Hablar como he hablado no supone disolver la identidad cristiana. Tal vez lo que sí se sigue es la necesidad de prestar atención  a aspectos de la identidad cristiana que hasta ahora hemos tenido menos en cuenta de lo que convenía. ¿Por qué afirmo esto? En primer lugar porque el afirmar la propia religión incondicionalmente, el ser cristiano y serlo convencidamente hasta serlo incondicionalmente, no requiere la necesidad de excluir a los demás de toda verdad o incluirlos necesariamente en la propia. Yo estoy convencido de que en Jesucristo Dios se nos ha revelado de forma definitiva; si no, no sería cristiano. Pero esto no lleva consigo que diga que a los otros no se les ha revelado de ninguna manera. ¿Y si se nos ha revelado a todos y tenemos que descubrir entre todos que se nos ha revelado a todos? Para que veáis que hay textos que nos pueden orientar en esta dirección me voy a remitir a textos familiares en los que ya se afirma algo parecido a lo que acabo de decir. Por ejemplo, en la Gaudium et Spes, se dice, sobre la participación de todos los hombres en el misterio pascual: “… No sólo para los cristianos sino para todos los hombres de buena voluntad en cuyo corazón actúa la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es realmente una sola, la vocación divina; en consecuencia debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios, se asocien también a este misterio pascual”. Fijaos si no está dicho con claridad. Naturalmente que yo acepto que gracias a la fe y al bautismo nosotros participamos de la muerte y resurrección de Cristo, pero el texto del Concilio dice: “Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es vocación divina y en consecuencia debemos mantener que Él  ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios,  se asocien a ese misterio pascual”. ¿Se asocien incorporándose visiblemente a la Iglesia cuando no la conocen ni están en disposición de conocerla? ¿Podrán adherirse a ella sin ese conocimiento que en la actuales condiciones de pluralismo y pluricentrismo les resulta imposible?.

 

A esta pregunta responde del alguna manera un texto de la encíclica Redemporis misssio de Juan Pablo II: “Puesto que la salvación está destinada a todos,  debe estar a disposición de todos, porque es palabra de la Escritura que Dios quiere que todos los hombres se salven. Puesto que está destinada a todos  debe estar en verdad a disposición de todos. Pero es evidente que tanto hoy como en el pasado muchos hombres no tienen la posibilidad de reconocer y aceptar la verdad del Evangelio y de entrar en la Iglesia, viven en condiciones socioculturales que no se lo permiten y han sido educados en otras tradiciones religiosas. Para ellos la  salvación de Cristo es accesible en virtud de la  gracia que, aún teniendo una misteriosa relación con la Iglesia,  no los introduce formalmente  en ella sino que los ilumina de forma adecuada en su situación interior”. Está dicho con toda claridad, aunque pocas veces se sacan las conclusiones que podrían sacarse de textos como éstos.

 

Esto crea muchos problemas,  pero para eso está la teología, para ir resolviéndolos como ha ido haciendo a lo largo de la historia con los problemas que ha ido planteando la evolución del pensamiento y la cultura.  .

 

Uno de los problemas que se plantea sin duda es que  la religión cristiana es universal y por tanto tiene que llegar a todos los hombres y por tanto nosotros tenemos que realizar la misión para atraer a los hombres a la Iglesia. Que la religión cristiana es universal es claro, “Dios quiere que todos los hombres se salven”. Y   Jesús en la cena habla de su sangre que se derrama “por vosotros y por todos para el perdón de los pecados”. Hay una vocación universal clara, pero ¿cómo hemos concebido esa universalidad hasta ahora? Como el paso a realizar por medio de la misión de todos los pueblos al seno de la Iglesia. Tal proyecto en otros tiempos parecía viable. Hoy sabemos que  no lo es. Las nuevas circunstancias de pluricentrismo y pluralismo religioso y cultural muestran con claridad que tal idea de la misión es irrealizable.. Pensar la universalidad en los términos en que la hemos pensado hasta ahora es hacerla literalmente imposible. ¿Y si el logro de la universalidad de la salvación ofrecida por Dios tuviese que realizarse de otra forma? Por ejemplo, dando  cada religión  testimonio de su fe de la manera más pura y más fehaciente,  esperando que ese testimonio produjese en los demás  efectos que solo Dios conoce, pero que podrían consistir en la ayuda mutua a profundizar en las propias raíces y a enriquecerse mutuamente con ese testimonio. De hecho ya son muchos los misioneros que no conciben su misión como una campaña de proselitismo sino como una acción de diálogo, ayuda y testimonio. De testimonio del Dios de Jesucristo, que puede purificar no pocas impurezas  de otras religiones, que puede enriquecerse con lo que otras religiones le aportan y que puede llevar a muchos a descubrir el Dios en el que creen de una manera mucho más pura y así acercarse cada vez más al único Dios verdadero.

 

Termino respondiendo a la objeción más fuerte que se hace a lo que acabo de proponer. Muchos podéis pensar: “ La respuesta al pluralismo que acabas de proponer nos lleva al relativismo”. Pues bien, yo estoy convencido de lo contrario. Os  mostraré con dos testimonios muy hermosos, que entrar en contacto con los otros no lleva al relativismo sino al contrario al mejor conocimiento y al mayor aprecio de lo mejor de nosotros mismos.. El primer testimonio es el de un arzobispo luterano, N. Söderblom, gran historiador de las religiones, que en su lecho de muerte repetía “Yo sé que mi salvador vive” -la frase de Job que se rezaba en el oficio de difuntos-,  me lo ha enseñado la historia de las religiones”. La historia de las religiones, lejos de llevar a la  relativización de la propia religión, lleva a descubrir lo hermoso, lo grande, lo valioso de la propia religión.

 

Y el último testimonio está expresado en forma de parábola, tomada de la tradición hasídica del judaísmo, pero existe un testimonio muy similar en la tradición sufí,  y dice así: “Rabí Bunam acostumbraba a relatar a los jóvenes recién llegados, la historia de Rabí Aizik,  de Cracovia –el hasidismo nace en el centro de Europa, y Cracovia fue uno de sus centros-. Después de muchos años de  extremada pobreza que no debilitó jamás su fe en Dios, soñó que alguien le pedía que fuese a Praga a buscar un tesoro debajo del puente que conduce al palacio del rey. Cuando el sueño se repitió por tercera vez, Rabí Aizik se preparó para el viaje y partió para Praga. Pero el puente estaba vigilado noche y día y él no se atrevía a empezar a cavar. Sin embargo,  iba allí todas las mañanas y se quedaba dando  vueltas alrededor hasta que oscurecía. El capitán de la guardia le pregunto de buenas maneras si estaba buscando algo. Rabí Aizik le refirió el sueño que lo había traído desde una lejana comarca de Polonia y el capitán se echó a reír y le dijo: “Así, buen hombre, que por hacer caso a un sueño has desgastado la suela de tus zapatos para venir hasta aquí.  Y, si de tener fe en los sueños se tratara, también yo habría partido cuando soñé una vez que tenía que ir a  Cracovia y cavar en busca de un tesoro debajo de la estufa en la casa de un judío. El judío se llamaba Aizik, hijo de Iekel; me imagino qué habría pasado: que habría tenido que excavar en las casas de todos los judíos en un barrio donde la mitad de los judíos se llaman Aizik y la otra mitad se llaman Iekel.” Y siguió riéndose. Aizik no necesito buscar más. Saludó cortésmente al capitan, viajó de vuelta al hogar, cavó debajo de la estufa, encontró el tesoro y construyó la casa de oración”. La verdad está en nosotros pero posiblemente no  lleguemos a ella  si no es pasando por los otros. Mircea Eliade que refiere esta historia, concluía que en ella se contiene toda la verdad del ecumenismo; de ese ecumenismo generalizado, añadiría yo, que busca el diálogo interreligioso.

 

Coloquio

 

 

P--- Metz dice que los cristianos tienen que aceptar la verdad venga de donde venga, y la otra es en relación con la colaboración en las grandes religiones del mundo.

 

R--- Metz tiene una página preciosa donde dice, “me voy a poner  a soñar, ¿qué pasaría si los dos mil millones de cristianos nos pusiésemos a trabajar en serio en la tarea de la compasión con las víctimas?”. Yo sueño un poco más. ¿Y si nos pusiésemos a trabajar en la mejora de las condiciones de vida de todos los hombres  desde la compasión por las víctimas los cinco mil millones de hombres religiosos que creemos en ese Dios del que todos creemos que es el dios de todos? Quizás fuera lo único capaz de cambiar el mundo.

 

P--- El pluralismo es también eclesial

 

R--- Efectivamente, el pluralismo es no solo interreligioso sino intrarreligioso. Dentro del cristianismo estamos los católicos, los ortodoxos con sus distintos patriarcados y tendencias, las numerosas familias protestantes… Y los católicos estamos oficialmente unidos pero dentro del catolicismo hay tantas familias y tendencias como corrientes hay en el protestantismo. ¿qué cabe hacer ante esta enorme pluralidad? ¿Soñar la unidad de todos los católicos bajo la forma de la uniformidad de sensibilidad, de forma de pensar, de manera concreta de trabajar? Yo creo que eso no sólo sería imposible sino que además no sería bueno. Porque el Espíritu en la Iglesia es la fuente de los distintos carismas y naturalmente cuando hay distintos carismas eso origina distintas mentalidades, que lleva a enfocar de manera distinta las respuestas a los problemas enormemente complejos que la situación actual plantea a los católicos. Pero, además sería conveneinte que tuviéramos en cuenta que el Espíritu que genera la diversidad de carismas también produce la unidad en el mismo cuerpo y que eso nos llevara a todos a converger hacia el centro que es, en definitiva, Jesucristo, concebido desde diversas posturas o sensibilidades. Eso sería muy deseable. Tenemos la suerte de que hay además en el catolicismo un ministerio de la unidad. El ministerio de Pedro y el ministerio episcopal o apostólico es sobre todo el ministerio de la unidad de los diferentes. Y no deja de ser una lástima que no siempre la jerarquía ejerza ese ministerio de unidad y prefiera alinearse con una de las tendencias ignorando o marginando a las demás y haciendo muy difícil la comunión eclesial que tanto predica.

 

P--- El primado de Pedro como dificultad para el diálogo

 

R--- A mí me encantó en el año 94 un documento de Juan Pablo II en el que pidió al resto de las confesiones cristianas sugerencias sobre la forma de ejercer el ministerio de Pedro más conveniente    para el logro de la deseada unidad. Creo que hubo algunas respuestas, pero desde luego no produjo los efectos que algunos esperamos.

 

P--- ¿No  se resta importancia en esa visión del pluralismo a la figura de Cristo, no queda desplazada?

 

R--- La manera cristiana de creer en Dios es creer en “Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Nosotros no seríamos cristianos si en la confesión de Dios no incluyésemos “Y en Jesucristo,  su único hijo,  nuestro señor”. Pero podemos confesarlo con decisión sin que esta confesión nos lleve a excluir del  designio salvífico universal de Dios a las religiones que han surgido en el mundo en tiempos o en circunstancias históricas y culturales en las que es imposible el conocimiento y el contacto con Cristo indispensable para adherirse a él. Este hecho y la necesidad ineludible del diálogo interreligioso para preservar la paz en el mundo es el que lleva a algunos a pensar nuevas fórmulas que permitan descubrir la validez de las religiones no cristianas en el plano salvífico de Dios, dejándole a él la forma en que se realiza la relación con Cristo mediador de la salvación para los cristianos que hasta ahora sólo habíamos entendido en términos de inclusivismo, y que cada vez se hace más difícil entender en esos términos. Yo estoy convencido que la teología encontrará la forma de expresar la fe cristiana en este aspecto concreto, sobre todo si entra en el camino del diálogo interreligioso con la confianza de que ese diálogo no permita descubrir aspectos del cristianismo a los que hasta ahora hemos prestado menos atención. Leamos, por ejemplo, el capitulo 25 de Mateo desde  esta perspectiva: “Venid, benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer… y ¿cuándo te dimos de comer?…”. Donde se muestra que sin conciencia de haberle dado de comer a Jesucristo, el haber sido sensible a las necesidades de los  más pequeños los había llevado al encuentro efectivo con él.

Y a mí me parece más importante entrar en el diálogo interreligioso sin desconfianza que, por no tener todavía una respuesta clara a un problema teológico, que, además se ha planteado en circunstancias muy distintas de las actuales, mantener el estado actual de distanciamiento entre las religiones  que dificulta el camino hacia la paz mundial. Yo estoy  de acuerdo en que yo no he resuelto esos problemas teológicos, solo he apuntado algunas pistas que pueden ayudar a los teólogos a seguir buscándolos con ahinco.

 

P--- Jesús sólo nos puede hablar a modo humano y entonces no agota el misterio de Dios.

 

R--- Claro que Jesús no agota el misterio de Dios. En lugar de responder yo os voy a leer un  texto de S. Tomás y decidme si no abre pistas en las que no hemos pensado nosotros. Se pregunta si son posibles muchas encarnaciones o Jesús solo se podía encarnar en la naturaleza humana que asumió. Su respuesta es: “el poder de una persona divina es infinito, es ilimitado con respeto a todo lo creado, de modo que debemos mantener que junto a la naturaleza humana realmente  asumida, una naturaleza divina podría asumir otra numéricamente distinta”. Ved las posibilidades que abre S. Tomás con un texto como éste. Estoy seguro de que los teólogos no han agotado las muchas posibilidades que la misma tradición cristiana ofrece para avanzar en este terreno.

 

P--- Sobre la importancia de la conciencia personal

 

R--- La conciencia merece un respeto incondicional y por tanto nadie se puede atrever a imponer nada a la recta conciencia de una persona. Porque la recta conciencia de uno, que ha hecho lo posible por formársela, es la voz de Dios en él y contra esa voz  de Dios yo no creo que pueda oponerse la voz de nadie. A mí me gustaba mucho un adagio teológico antiguo: “de las cosas íntimas,  ni la Iglesia”, es decir, de las decisiones últimas, de las decisiones íntimas de la conciencia,  ni la Iglesia puede juzgar.

 

P--- ¿No cree que los cristianos deberíamos proponer un Credo resumido… para poder hablar con los otros ¿no deberíamos quedarnos con lo fundamental, no aparece como lejano y difícil  para la mentalidad científica lo del “Creador del cielo y la tierra”?

 

R--- A mí,  que nadie me quite “Creador del cielo y de la tierra…” porque me quitan lo fundamental. Si no fuese así,  no podríamos confiar en Él de forma incondicional. Lo que pasa es que la creación no tiene que ver con el Big Bang y esas cosas que saben los científicos, sino que es una cosa distinta. Crear no es una acción puntual antes del primer momento de la existencia del universo. Crear, para el cristiano, es más bien estar Dios constantemente manteniendo en el ser todo lo que es, estar constantemente manteniendo el ser, mi ser  y el tuyo. Me gusta leer lo que dice San Ignacio “El hombre es criado por Dios”, no “fue creado”, está siendo creado permanentemente y gracias a eso podemos confiar en Él, como dice el salmo, “Nuestro auxilio nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”. Porque hizo el cielo y la tierra, podemos confiar en Él.