Autor: Giovanni Patriarca
Fuente:
www.upra.org
El Credo musulmán
El Profeta afirmó que consistía en creer en Alá, en Sus Ángeles, en Sus Libros, en Sus Enviados, en el último Día y en el Decreto Divino, tanto en el bien como en el mal
EN UNO DE LOS MÁS
FAMOSOS HADITH se cuenta que un día se presentó ante Mahoma un hombre, vestido
impecablemente y de negros cabellos, que, después de haberse sentado, le
preguntó qué era realmente el Islam. Ante lo cual Mahoma no se arredró sino
que, al contrario, contestó con claridad que no existía otro Dios que Alá, que
Mahoma es Su Enviado, que se debe cumplir con la oración, no abstenerse del
zakah y del ayuno en el mes de Ramadán y peregrinar a la Meca.
Al término de esta concisa pero pregnante explicación de aquellos que son
comúnmente considerados los pilares del Islam (arkan al islam) el desconocido,
alzándose al tiempo que adhería a las palabras del Profeta, le preguntó en qué
consistía el credo del Islam. El Profeta afirmó que consistía en creer en Alá,
en Sus Ángeles, en Sus Libros, en Sus Enviados, en el último Día y en el
Decreto Divino, tanto en el bien como en el mal. Al término de la conversación
Mahoma se dirig ió a los presentes revelando que aquel misterioso hombre no
era otro que Jibril (el arcángel Gabriel), venido para dar testimonio y dar a
conocer su religión 1.
Creer en Alá
No hay ningún otro Dios además de Alá. Él es la Luz del cielo y la tierra 2.
Él es aquel que da la vida y la muerte. A la luz de su absoluta sabiduría
ninguna cosa resulta oscura. La mente del hombre es hasta tal punto incapaz de
penetrar tales profundidades que le está prohibido hablar acerca de la esencia
del Altísimo, ya que todo lo que llega a la mente humana no puede comprender
plenamente la inmensidad de Dios. La fe en Alá presupone la fe en su
existencia, la fe en sus atributos y en sus nombres, creer que Él es el único
Creador, el Señor absoluto y Autor del universo entero, además de ser el único
digno de adoración.
Sería un gravísimo pecado asociar a Dios con alguna criatura o a alguna otra
divinidad, ya que el Omnipotente no tiene igual 3 y «no ha adoptado n ingún
hijo, ni junto a Él hay dios alguno. Si así fuera, cada dios se llevaría lo
que hubiese criado y los unos doblegarían a los otros» 4.
A los hombres les ha sido dada por naturaleza una propensión a la fe que les
permite dirigirse a la verdadera religión 5. La fitra, es decir, aquella
naturaleza que predispone al “monoteísmo islámico”, encuentra una confirmación
en la común aceptación de una autoridad divina omnipotente por todos
reconocida, puesto que Él enseña Su Potencia con una miríada de señales 6.
Todo lo que Él ha creado está al servicio del hombre 7, que no debe, sin
embargo, ni desarrollar un falso orgullo ni alejarse de la rectitud. El Corán,
en efecto, enseña que Dios dispersa la ansiedad de los corazones y es clemente
con quién lo invoca 8. Pero «todo aquel que está sobre la tierra es mortal,
mientras que la faz del Señor, majestuosa y noble, es eterna» 9.
Conocer al Altísimo quiere decir, sobre todo, conocer sus atributos y sus
noventa y nueve n ombres 10. El kalam subdivide los atributos en cuatro
categorías. En los sifat al-dhat, (atributos de la esencia) están recogidos
los testimonios de Su existencia. En los sifat dhattiyya (atributos
esenciales) se explicitan claramente su perfección y unicidad. Él se
caracteriza por su pre-eternidad y su post-eternidad. Ninguna criatura puede
ser mínimamente similar a Él y de ninguna necesitará nada porque es
autosuficiente. En los sifat ma´nawiyya (atributos conceptuales) están
representadas las características de su esencia: potencia, voluntad, ciencia,
vida, palabra, oído, vista, percepción hasta el infinito. En los sifat al-fi´l
(atributos del acto divino) se hacen explícitas sus acciones poderosas, desde
la creación al orden.
A partir de estas indicaciones las diversas escuelas teológicas han
desarrollado, a lo largo de los siglos, una serie de teorías y definiciones,
no pocas veces contradictorias.
En el contexto de la tradición filosófica no han faltado lo s esfuerzos
racionales por demostrar, de modo definitivo, la existencia de Dios. En ella
es evidente el influjo de la filosofía griega y, en particular, de
Aristóteles.
Creer en los Ángeles
Los Ángeles están compuestos de materia sutil y «hechos de luz» 11. El término
árabe mala´ika podría derivar o del verbo alaka, que significa “transmitir un
mensaje”, o del verbo laaka, que tiene el significado de “enviar”. En ambos
casos se pone de relieve la peculiaridad de los ángeles en cuanto ministros
fidelísimos de Dios y custodios de su eterno mensaje.
Los Ángeles son anteriores al hombre porque asistieron a su creación por parte
de Alá. Se lee en el Corán que poseen alas 12. No se parecen en absoluto al
hombre, si bien pueden adoptar su apariencia. A diferencia del culto pagano de
la Arabia pre-islámica, en el que los ángeles eran considerados criaturas
femeninas, los ángeles de la revelación coránica no tienen sexo a causa de su
naturaleza et érea. Ellos poseen el don de la impecabilidad –de modo análogo a
como sucede con los profetas– y rehúyen, por ello, de todo pecado o maldad.
Por este motivo adoptan una conducta muy dura respecto a los incrédulos. Sólo
a Dios resulta posible conocer las filas de Sus ángeles, aunque según la sunna
su número es altísimo. Se cuenta que durante el mi´raj el Profeta llegó con
Jibril a Bayt al-Ma´mur donde «ruegan cada día setenta mil ángeles que ya no
se detienen más» 13.
Conocemos el nombre de algunos ángeles que se caracterizan por cumplir
funciones bien precisas: Israfil hará sonar la trompeta del Día del Juicio,
Malik es el custodio del Infierno, Ridwan es el custodio del Paraíso, ´Azra´il
es el ángel de la Muerte, Munkar y Nakir interrogan al difunto en la tumba. La
sunna nos informa acerca de varios encuentros de Mahoma con el arcángel
Gabriel (Jibril), sea en su aspecto celeste como bajo la apariencia humana. En
un hadith, en el que Mahoma describe su experiencia mís, es tá escrito que «la
grandiosidad de su creación cubría aquello que hay entre el cielo y la tierra»
14. Además de ser intermediario de Dios, Jibril es aquel que ha vigilado para
que el Corán, así como su mensaje, fuese correctamente recibido.
La palabra al-mala´ika contiene en sí el significado de “seres de naturaleza
superior”, refiriéndose, por lo tanto, no sólo a los ángeles sino también a
los demonios, a los jinn (genios) y a otros espíritus. En la tradición
antropológica de los pueblos del Islam, los demonios y los jinn han tenido, ya
desde los orígenes, una importancia notable a pesar del silencio de la
teología a este respecto. Se debe tener presente, además, el singular rechazo
de Iblis. El ángel desobediente no quiso obedecer el mandato del Señor 15 de
postrarse delante del primer hombre, volviéndose por ello el acérrimo enemigo.
En algunas corrientes musulmanas, el pecado de desobediencia de Iblis es
interpretado como señal de la extrema fidelidad de un ángel a la unicidad de
Dios. No aceptar postrarse delante del hombre sería el extremo testimonio de
su fidelidad al Creador.
Creer en los Libros del Altísimo
Dios, en distintas épocas, ha hecho descender sobre sus Profetas la Torah, los
Salmos y el Evangelio. Por último, ha sido revelado el Corán, el único libro
divino que no ha padecido manipulaciones y no ha sido alterado por alguna
modificación posterior. La Torah incluye los cinco libros del Pentateuco
(Génesis, Éxodo, Levítico, a fin de exponer claramente las reglas de la Ley,
los deberes y las obligaciones en relación a Dios. En ella también se anuncia
la venida de un profeta nacido de los hijos de Ismael (los Árabes), que
llegarán a ser una gran nación 16. Pero la Torah de la que habla el Corán es
aquella revelada directamente a Moisés y no un conjunto de tradiciones,
documentos y hechos que van desde la época de Moisés (siglo XIII a. C.) al
término de la cautividad babilónica (siglo V a.C.). Además, hay que tener
presente que en la Torah «en ninguna parte se habla del Jardín, ni del fuego,
ni del Día de la Resurrección, ni del de la Convocación y de la Retribución,
pese a que estas verdades son las más importantes que se pueden encontrar en
los Libros Divinos» 17. Los Salmos son un conjunto de «oraciones,
invocaciones, exhortaciones y sentencias» 18. que, aun cuando se vinculen
directamente con David, no falta quien, entre los estudiosos musulmanes,
piensa que se trata de una colección de “normas de ley” en las que confluyen
aportes de diversos autores y de distintas épocas.
El Evangelio fue revelado por Dios a Jesús el Mesías, hijo de María, para
«explicar las verdades, llamar a las criaturas a profesar la Unicidad del
Creador, abrogar algunas normas secundarias de la Torah, limitándolas a lo
estrictamente necesario, a fin de anunciar la aparición del Sello de los
Profetas» 19. Tal Evangelio es único. De ahí que los Evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan, según l a tradición musulmana, no reflejan la veracidad
del mensaje original, contradiciéndose recíprocamente en numerosos aspectos.
El último de los Libros revelados es el Corán, cuya misión es universalmente
válida y perenne, dirigida no a un pueblo determinado, en un preciso momento
histórico, sino a toda la humanidad.
De modo análogo a como la Ley cristiana ha abrogado la ley mosaica, así la ley
coránica «abroga todos los libros anteriores» por la claridad de su mensaje y
la verdad que contiene. Ella ha sido revelada en un árabe especialmente claro,
«con una pureza de lenguaje y elocuencia que supera las capacidades humanas»
20. Se habla, en efecto, del milagro del Corán porque, «aunque se reuniesen
los hombres y los genios para producir algo semejante a este Corán, no
lograrían nada parecido, aunque se auxiliasen unos a otros» 21. A modo de
confirmación del carácter sobrenatural de la revelación, la tradición afirma
que el Profeta era completamente analfabeto. El Corán, por l o tanto, «es el
más grande de los milagros por el solo hecho que es un signo racional,
permanente en el curso de todos los tiempos y visible, en cada instante, al
ojo del espíritu, mientras que los otros milagros han desaparecido con su
época y de ellos no queda otra huella sino la oral» 22.
Creencia en los Enviados
«Creemos en Dios y en lo que se nos ha revelado y en lo que fue revelado a
Abraham, a Ismael, a Isaac, a Jacob y a las Doce Tribus; en lo que fue dado a
Moisés y a Jesús; en lo que fue dado a los Profetas por su Señor; no
diferenciamos entre ellos y Le somos sumisos» 23. En estas palabras está
presente la urgente invitación a creer en aquellos hombres elegidos y enviados
por Dios, impecables y justos, que hablan en su nombre y muestran el camino
que debemos seguir. Ellos son enviados (rasul) y profetas (anbiya). Recibieron
la «Advertencia con pruebas claras y Escrituras» 24 a fin de anunciar la
recompensa o el castigo e indicar el camino de la perfección. En el texto
sagrado aparece el verbo awhaya (IV forma) 25, que significa literalmente
inspirar, transmitir, sugerir una idea, aunque tal verbo asume un sentido aún
más sutil, como si la inspiración tuviera que verificarse en secreto, en una
relación íntima entre la divinidad y el enviado.
El Corán hace referencia a veintiséis profetas a cuya cabeza, en orden
cronológico, se ubica Adán. Aparecen, también, tres enviados árabes que no son
mencionados en los textos sagrados precedentes: Hud, Salih y Shu´ayb.
Cada profeta o enviado es y permanece un hombre mortal, al que le ha sido dada
la tarea de anunciar la nueva buena del Paraíso. Ellos poseen el don de la
veracidad en lo que se refiere a la transmisión fiel del mensaje de Dios, tal
como se pone en evidencia en el hecho que tal mensaje es confirmado en el
curso de los siglos por los profetas que se han sucedido. Es obligada, aquí,
una sutil precisión para una mayor claridad. Mientras «el profet a (nabi) es
un hombre al que le ha sido revelada una ley religiosa, quien, sin embargo,
pudo no haber recibido la orden de transmitirla» 26, el enviado (rasul) ha
recibido tal orden. Cada rasul, por lo tanto, es nabi, pero no cada nabi es
rasul 27. Para demostrar la autenticidad y la verdad de su mensaje, a los
profetas les ha sido dado el don de los milagros, que «interrumpen el normal
curso de las cosas» 28 y de frente a los cuales los incrédulos resultan
impotentes y débiles. Aparte de tales dotes, ellos poseen «la más penetrante
inteligencia y comprensión de entre todas las criaturas» 29.
No va con ellos ni la mentira, ni la desobediencia, ni la ocultación ni el
olvido. Sin embargo Adán, al comer del fruto del árbol prohibido, se manchó de
la culpa del olvido de las enseñanzas recibidas 30. Pese a ser los mejores de
entre los seres humanos, los profetas fueron golpeados por la enfermedad y
padecimientos a modo de testimonio de la fugacidad de la experiencia terrenal,
a bundante en pruebas y sufrimientos. Los hombres han recibido de ellos un
claro ejemplo al que dirigirse en los momentos de dolor y desesperación.
Mahoma es el último de los profetas, ya que concluye y perfecciona todas las
experiencias proféticas precedentes 31. Él es el buen modelo a seguir 32 y el
«sello de los profetas», ya que su Ley «conviene a todo pueblo, tiempo, lugar
y circunstancia» 33. Por este motivo aquellos que supieron, ya desde los
orígenes de la revelación, seguir las enseñanzas del Profeta son considerados
como la «más eminente de las comunidades» 34.
Creer en el Último Día
«¡Toda cosa es perecedera, menos Su faz!¡A Él pertenece el Juicio!¡A Él seréis
devueltos» 35. El acontecimiento de la muerte es inevitable y Dios ha
establecido un término para cada criatura 36 y para cada comunidad 37.
Los ángeles, mandados por el Altísimo, irán al encuentro del alma del difunto.
Aquellos que han seguido en vida la recta vía del Isla m, no sufrirán en el
momento del tránsito, ya que recibirán la feliz noticia del Jardín que les ha
sido prometido. En cambio, los incrédulos y los idólatras serán objeto de
burla y se consumirán en la ansiedad y en el temor 38. Al momento de fallecer,
un estado de confusión, como de ebriedad, se apoderará de cada hombre. Apenas
superado el momento del tránsito, las almas afrontan el primer viaje hacia las
puertas del cielo que serán abiertas a los piadosos y cerradas a los impíos.
Al término de esta celeste peregrinación, donde las almas de los fieles gozan
de la visión del Altísimo, regresarán a sus respectivas tumbas a la espera del
Día del Juicio. La tumba es la primera morada del Akhira (vida después de la
muerte) y puede ser un lugar de castigo y sufrimiento. Munkar y Nakir se
ocuparán del interrogatorio sobre los dos shahada (unicidad de Dios y sobre
Mahoma como profeta de la verdadera revelación) y sobre las acciones
realizadas en vida 39. El difunto, ya desde este momento, te ndrá una clara
idea de qué será de él 40.
El conocimiento del Día del Juicio sólo le pertenece a Dios y tomará a todos
los hombres por sorpresa 41. El Juicio iniciará con la Reunión de los Cuerpos,
que serán creados de nuevo y reunidos en el Lugar de la Estación (al-Mawqif).
Allí, el Altísimo llevará a cabo la Rendición de Cuentas por las acciones
realizadas, de modo que «quien haya hecho el peso de un átomo de bien, lo
verá; quien haya hecho el peso de un átomo de mal, lo verá» 42. Después de la
confesión de todo aquello que se ha realizado en la vida, los actos serán
pesados para asignarles el valor que les corresponde (la Balanza).
Aquellos en quienes el bien ha prevalecido sobre el mal, recibirán en la mano
derecha el libro (Entrega del Libro). Lo contrario les pasará a aquellos que
se hayan manchado con las mayores culpas, sufriendo las consecuencias de
recibir el libro en la mano izquierda. Por lo tanto, se deberá superar el
Puente (Sirat), más estrecho qu e la hoja bien afilada de una espada, que se
yergue por encima del infierno. El cruce no será para todos igual, al punto
que algunos resbalarán perdiéndose en el fuego de las profundidades. Una vez
atravesado el Puente se entrará en el Jardín, bañado por las dulces aguas del
Kawtar, para «gozar eternamente su deliciosa felicidad» 43. Estaba escrito, en
efecto, que «quienes hayan creído y hayan hecho obras pías, ésos disfrutarán
en un prado florido; quienes hayan sido infieles y hayan desmentido nuestras
aleyas y la llegada del Mundo Futuro, ésos sufrirán el tormento» 44.
Quien haya pecado será castigado según la propia culpa, y permanecerá en el
Fuego «por un tiempo proporcional a su pecado, para después salir y entrar en
el Jardín y permanecer allí para siempre» 45.
El fin del mundo será anunciado por algunas señales apocalípticas46: en
particular, la aparición del Mahdi, es decir la llegada del Dajjal (el
Impostor por excelencia), el retorno de Jesús 47, la de vastación del mundo
por parte de Gog y Magog, la aparición de la bestia (dabba), el nacimiento del
sol por occidente, un humo turbio y espeso envolverá la tierra por cuarenta
días, la destrucción del Ka´ba por parte de los Etíopes, la desaparición del
Corán y una general infidelidad y agnosticismo.
Creer en la Predestinación
Cada acción y cada gesto en la vida de un hombre forman parte integrante de un
diseño inescrutable de Dios, a cuya voluntad todo está sometido.
Él está al tanto de cada cosa ya desde la pre-eternidad, al punto que «ninguna
desgracia aflige a la tierra o a vosotros mismos sin que haya ya sido escrita
en un Libro, antes, incluso, de que Nos la produzcamos» 48. Claro que, aun
cuando Dios sea la causa y el origen de cada acontecimiento, el hombre no está
ni obligado ni forzado en la orientación que le imprime a su existencia. Su
«parcial voluntad» 49 le permite elegir entre el bien y el mal, así como su
inteligencia está en condiciones de dirigir sus acciones en un sentido o en el
otro. Esta posibilidad de elección en el contexto de la divina providencia va
a entrar en colisión con la herencia del dahr (fatum, destino impersonal) que
caracterizaba a los politeístas. El Corán mismo permite la elección, al
advertir que «quien quiera crea, quien no quiera, rechace la Fe» 50. Este
consciente sentido de responsabilidad, que asume un fuerte valor moral y que
está en la base de la libertad misma, recibe una clara confirmación en el
hecho que «el bien que te alcanza procede de Dios. El mal que te aflige
procede de ti» 51. Por lo tanto, en síntesis, todos los actos humanos, «todas
sus palabras, todos sus movimientos, buenos y malos, se realizan por voluntad,
decreto y conocimiento por parte del Altísimo. Pero el bien se realiza con Su
consentimiento; el mal, en cambio, sin Su consentimiento» 52.
En el camino trazado por la enseñanza coránica no raramente se dan
interpretaciones radicalmente contrap uestas. Por una parte los Jabiritas
afirman que el destino viene asignado por Dios en razón de «su universal e
ilimitada potencia, al margen de las acciones u obras humanas» 53, en una
interpretación que asigna a cada hombre una kisma (parte asignada, destino
inmutable) con una absoluta falta de libertad; por otra, en cambio, los
Kadaritas afirman la existencia del libre albedrío.
Giovanni Patriarca
Doctor en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
(Traducción de Rodrigo Frías Urrea)
Notas
1 Muslim, 8.
2 XXIV, 35. Las citas del Corán están tomadas de la traducción de Juan Vernet,
editorial
Planeta, Barcelona, 1991, con alguna ligera modificación. Las del Génesis, de
la Biblia de
Jerusalén.
3 II, 32.
4 XXIII, 91.
5 XXX, 30.
6 «En eso hay aleyas para gentes que reflexionan. Entre sus aleyas está la
creación de los
cielos y de la tierra, vuestros distintos idiomas y colores. En eso hay aleyas
para los mundos
» (XXX, 21-22).
7 «Él es quien creó para vosotros lo que hay en la tierra» (II, 29).
8 LII, 27.
9 LV, 26-27.
10 «Dios tiene los nombres más bellos: Rogadle con ellos y dejad a quienes se
desvían a
causa de sus nombres: les recompensará por lo que hacen» (VII, 180).
11 Muslim, 2996.
12 «¡Alabado sea Dios, Creador de los cielos y de la tierra! Toma por
mensajeros a los ángeles
que tienen dos, tres o cuatro pares de alas» (XXXV, 1).
13 Bukhari, 3207
14 Muslim, 177
15 «Entonces dijimos a los ángeles: “Postraos ante Adán”; y se postraron,
excepto Iblis, que
rehusó, se enorgulleció y fue uno de los infieles» (II, 34).
16 «En cuanto a Ismael, también te he escuchado: “He aquí que le bendigo, le
hago fecundo
y le haré crecer sobremanera: Doce príncipes engendrará, y haré de él un gran
pueblo”
» (Gn 17, 20).
17 Al-Gaza’iri. Le perle della teologia, en Islamistica (documenti), PI SAI,
Roma, 2001, pp.
7-9.
18 íbid.
19 íbid., pp. 7-10
20 íbid., pp. 7-11.
21 XVII, 88.
22 Al-Gaza’iri. Le perle della teologia, pp. 7-10.
23 II, 136.
24 XVI, 44.
25 El wahi, en efecto, es la revelación en sí misma, que puede tener lugar
durante el sueño
o a través de la aparición de un ángel o por otro medio.
26 Al-Gaza’iri, Le perle della teologia, pp.. 7-12
27 íbid.
28 íbid., pp. 7-13.
29 íbid., pp. 7-15.
30 «Ambos comieron de él: Aparecieron sus vergüenzas y empezaron a cubrirlas
con hojas
de los árboles del Paraíso. Adán desobedeció a su Señor y se extravió. Después
su Señor le
escogió , le perdonó y le dirigió» (XX, 121-122).
31 «Cuando Dios hubo aceptado la alianza de los profetas, dijo: «Cierto es lo
que os he dado
en el Libro y en la Sabiduría; luego os vino un Enviado confirmando lo que
teníais. ¡Creed
en él y auxiliadle!»» (III, 81).
32 «En el Enviado tenéis un hermoso e jemplo para quienes esperan en Dios y en
el último
Día...» (XXXIII, 21).
33 XXXIII, 40.
34 Al-Gaza’iri, Le perle della teologia, pp. 7-18.
35 XXVIII, 88.
36 «Nadie muere si no es con permiso de Dios. Es un contrato a plazo fijo. A
quien desea la
recompensa de este mundo, le damos parte de ella, y a quien desea la
recompensa de la
última vida, le damos parte de ella. Recompensaremos a los agradecidos» (III,
145).
37 «Cada comunidad tiene un plazo, y cuando llega su plazo no puede retrasarlo
ni adelantarlo
un momento» (VII, 34).
38 «¿Quienes son más injustos que aquellos que inventan contra Dios una
mentira o desmienten
sus aleyas? A ésos Dios les dará la parte de felicidad que les haya prescrito
en el
Libro hasta que les alcancen nuestros enviados llamándoles hacia Él.
Preguntarán: «¿Dónde
están aquellos a los que rogabais prescindiendo de Dios?» Responderán: «Se han
apartado
de nosotros», y atestiguarán en contra d e sí mismos que ellos fueron
infieles. Dios
dirá: «Entrad a reuniros en el fuego con las generaciones de genios y hombres
que os precedieron»» (VII, 37-38).
39 Dos ángeles conservarán en rollos de papel (kutub) y en pequeñas hojas (suhuf)
las acciones
de cada cual, de una parte el bien, de otra el mal.
40 «Cuando uno de vosotros muere le es indicado el propio puesto desde la
mañana a la
tarde; si es de la gente del Paraíso, le es indicado el puesto entre la gente
del Paraíso, si es
de la gente del Infierno, le es indicado el puesto entre la gente del
Infierno; […] éste es tu
puesto hasta que Dios te resucite en el Día del Juicio» (Bukhari, 1379).
41 «Te pregunta acerca de la Hora: “¿Cuándo será su llegada” Responde: “Su
conocimiento
está junto a mi Señor. Nadie la manifestará en su momento, sino Él. Ella pesa,
preocupa
en los cielos y en la tierra. No os llegará más que de improviso”» (VII, 186).
42 XCIX, 7-8.
43 Al-Gaza’iri , Le perle della teologia, pp. 7-23.
44 XXX, 15-16.
45 íbid.
46 Sería oportuno leer atentamente la Sura del Oscurecimiento (LXXXI) y la
Sura de la
Hendidura (LXXXII) en las que se afirma que el sol se oscurecerá, las
estrellas caerán, el
cielo se destapará y derrumbará, los mares se entremezclarán y habrá
terremotos y catástrofes
de todo tipo.
47 ´Isa (Jesús) dará muerte al Dajjal. Reaparecerá de nuevo en Damasco
recitando oraciones
islámicas y hará surgir un reino de paz y bienestar. Una vez muerto será
sepultado en
Medina.
48 LVII, 22.
49 Al-Gaza’iri, Le perle della teologia, pp. 7-24.
50 XVIII, 29.
51 IV, 79.
52 íbid., pp. 7-25.
53 A.A.V.V., Enciclopedia delle Religione, L’Universale-Garzanti, Milán, 2004,
pp. 505.