Autor: Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre
Fuente: www.enticonfio.org
 
 

El auge del esoterismo

Contra el auge del esoterismo, el mejor remedio es la fidelidad a nuestra fe.

 

Asistimos, en nuestro tiempo, a la proliferación de libros, revistas, programas radiofónicos y televisivos, de tipo esotérico. No es fácil encontrar el denominador común en el que se mueven todas estas manifestaciones. Si por algo se caracterizan, es por ser un auténtico cóctel: astrología, parasicología, magia, sincretismo de creencias religiosas, etc. Sin embargo, este "revoltijo" responde a una demanda: el deseo de conocimiento de lo oculto, lo enigmático, lo incomprensible. Y esta demanda a la que me refiero, revela unas necesidades que están ocultas en el hombre moderno: la búsqueda de respuestas a los interrogantes del ser humano (el futuro, el más allá de la muerte, etc.) y la necesidad de saciar el deseo de trascendencia en nuestra vida. Por otra parte, no se puede negar que, junto a estas motivaciones, se encuentran otras mucho más intrascendentes, como la de salir de la rutina diaria y buscar sensaciones diferentes, al modo como algunos recurren a las películas de terror. Es un fenómeno complejo.

Pero, el auge del esoterismo es especialmente merecedor de estudio, en cuanto que tiene lugar en una sociedad en la que la increencia y el secularismo alcanzan una fuerte implantación. Incluso, el esoterismo y la increencia, lejos de ser dos fenómenos opuestos, pueden llegar a ser perfectamente compatibles. ¿Será acaso el esoterismo un sucedáneo o sustitutivo de la religión?

Frente a esta realidad, cabe la crítica y también la autocrítica. A las dos me voy a referir brevemente:

· Crítica al esoterismo: “Cuando el hombre deja de creer en Dios, termina por creer en cualquier cosa” (Chesterton)

Una primera crítica, es la de falta de rigor científico…: psicofonías, campos de energía, ovnis, espectros, etc. Un batiburrillo tal de datos tomados de distintos campos, le recuerda a uno, aquello del cajón de sastre en el que hay de todo, pero en el que, a la hora de la verdad, no se encuentra nada. Pero claro, es evidente que la rigurosidad científica vende menos que toda esta especie de literatura barata esotérica, que despierta curiosidad y morbo.

Contrariamente a lo que muchos piensan, el enemigo de la fe no es la razón, sino la superstición. Es decir, la crisis de la religión no está motivada por el hecho de que nuestra cultura sea excesivamente racionalista, sino por todo lo contrario: la crisis de la razón es la que ha provocado el debilitamiento de la fe, desde el momento en que la filosofía ha renunciado a plantearse las preguntas por el sentido y la comprensión global de la vida, y se limita a tratar cuestiones fragmentarias y a refugiarse en la duda y en el subjetivismo. En definitiva: a más razón, más fe y menos superstición; y a menos razón, menos fe y más superstición.

También cabe hacer otras críticas, no menos importantes, ya que el esoterismo responde a un deseo de controlar lo misterioso, lo trascendente, y ponerlo a nuest ro servicio, con el consiguiente peligro de manipulación. En este sentido, da la impresión de que busca llenar el espacio de religiosidad que todo hombre lleva en su interior, pero desligándolo de cualquier exigencia ética en la vida diaria, bien sea personal o social. Sacia la curiosidad por lo trascendente, sin que exija mayores compromisos morales... ¡Una religión light!

· Autocrítica sobre el esoterismo: “No os avergoncéis jamás del Evangelio” (Juan Pablo II)

Es justo y necesario, también en este tema, que tengamos nuestra dosis de autocrítica. Sabemos que muchas inquietudes y dudas que buscan ser satisfechas en el confuso campo del ocultismo esotérico, tienen una clara respuesta en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio de la Iglesia. Me refiero, principalmente, a las verdades de la fe católica que hacen referencia a la vida después de la muerte: la existencia del cielo, infierno, purgatorio, la inmortalidad del alma, la resurrección de la carne, el jui cio final, etc. El problema está en que, a veces, hemos dejado de predicarlas porque nos resultaban incómodas, o porque pensábamos que no respondían al lenguaje del hombre moderno. Y ahora, resulta que el hombre de nuestros días se plantea, fuera de la Iglesia Católica, esas inquietudes y preguntas legítimas. Y, con perplejidad y preocupación, vemos proliferar programas de radio y televisión a los que acuden católicos, pretendiendo encontrar las respuestas que no han encontrado en la Iglesia.

Como ejemplo, pensemos en la difusión que tiene en nuestros días la creencia en la reencarnación. Ante este hecho, en ocasiones, se ha echado de menos una exposición clara de la doctrina, que contraponga a la reencarnación, la inmortalidad del alma y la resurrección final. De hecho, existen católicos que ni tan siquiera saben que la reencarnación es incompatible con su credo. En el seno de la Iglesia, acaso tengamos nuestra parte de culpa, por las veces que hayamos podido silenciar, y quizá hasta deformar, los contenidos de la fe católica que profesamos.

Y es que… contra el auge del esoterismo, que es uno de tantos signos de debilitamiento y descomposición de la cultura occidental, el mejor remedio es la fidelidad a nuestra fe.