Tercera parte: El perdón
Tema 2 Consecuencias para quien
perdona.
Decíamos en la sesión anterior que a Diferencia del
resentimiento producido por ciertas ofensas, el perdón no es
un sentimiento. Perdonar no equivale a dejar de sentir.
El perdón es un acto de voluntad porque consiste en una
decisión. Al perdonar opto por cancelar la deuda moral que
el otro ha contraído conmigo al ofenderme, y por lo tanto,
lo libero en cuanto deudor. Y para dejar de sentir los
efectos de la ofensa, debo pedir a Dios su gracia.
Este modo de proceder es radical e incluye diversas
consecuencias para quien perdona. Veámoslas.
1. Modificar los sentimientos negativos
La decisión de cancelar la deuda al ofensor es un acto de
amor y exige también el deseo de eliminar los efectos
subjetivos que la ofensa produjo en mí, como son el odio, el
resentimiento, el afán de venganza. Perdonar “es dejar de
odiar, y está es, precisamente la definición de la
misericordia: es la virtud que triunfa sobre el rencor,
sobre el odio justificado (por lo que trasciende la
justicia), sobre el resentimiento, el deseo de venganza, de
castigo. Es entonces la virtud que perdona, no por suprimir
la ofensa, porque no lo podemos hacer, sino por la
interrupción del resentimiento hacia quien nos ofendió o
perjudicó”. Ciertamente estas decisiones no eliminan
automáticamente las tendencias emocionales, los sentimientos
generados por la ofensa, pero lleva a no consentirlos y a
poner los medios para tratar de modificarlos
progresivamente.
La eliminación de esos sentimientos negativos, provocados
por la ofensa, puede resolverse por una vía indirecta. En
lugar de reprimirlos es más efectivo tratar de darle un giro
que lo haga cambiar de signo. Al sentir la herida, podemos
pensar en el daño que el otro se ha hecho a sí mismo al
ofendernos, y dolernos por él; podemos también pedirle a
Dios que lo ayude a enmendar su acción errónea, a pesar de
que estamos aún experimentando sus efectos. No está en
nuestras manos no sentir ya la ofensa y olvidarla, pero el
corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en
compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en
intercesión.
Cancelar la deuda que se produce al perdonar implica
a la persona que perdona. No es un acto en el que la
subjetividad queda al margen, como si se tratara de un
negocio que se resuelve fríamente. Perdonar exige
restablecer la relación que se tenía con el otro antes de
que se cometiera la ofensa. Si la relación era estrecha,
exigirá restablecimiento desde el amor interior. No
basta cancelar la deuda y mantenerse al margen. Es preciso
que ningún sentimiento negativo que produjo la ofensa,
ensombrezca la relación amorosa que existía. Cuando alguien
ha sido ofendido por un amigo, no podrá decirle: te perdono,
pero de ahora en adelante guardaremos nuestras distancias.
Si realmente lo ha perdonado las distancias han de
desaparecer. Deberá tratarlo como si nada hubiera ocurrido,
aceptarlo a pesar del daño ocasionado, aún cuando la herida
no haya desaparecido todavía. Ciertamente, en este caso en
el que la amistad exige reciprocidad, se requerirá que e
otro rectifique, porque si mantiene su disposición ofensiva,
la relación no se podrá reconstruir, por más que el ofendido
perdone.
2. Perdón y la prudencia
Cuando alguien ha producido un daño y mantiene su intención
de seguirlo cometiendo, es perfectamente válido que el
afectado al perdonar ponga las medidas de prudencia
necesarias para evitar que el otro siga realizando su
propósito. Si alguien viene a mi casa y roba o intenta
agredir a una persona de mi familia, lo puedo perdonar, pero
evitaré que vuelva a entrar a la casa, al menos mientras no
me conste que sus intenciones han cambiado realmente. Este
modo de proceder no responde sólo al derecho que tengo de
proteger lo personal, sino también al afán por ayudar al
ofensor. Si perdonar es un acto de amor y el amor
consiste en buscar el bien del otro, en la medida en que
ayude al enemigo a evitar acciones que lo dañan, le estaré
haciendo un bien. Si además de cerrarle las puertas de
mi casa para que no concrete sus malos propósitos, puedo
influir de alguna forma en su conducta, deberé hacerlo, si
quiero llevar el perdón hasta sus últimas consecuencias.
Del mismo modo, en algunas ocasiones el bien de la persona
que cometió la ofensa, puede requerir una acción punitiva
por parte del que perdona. Un castigo puede ser
compatible con el perdón, si lo que se busca es realmente el
bien del otro, no la venganza. Una madre puede llamarle
fuertemente la atención a su hija que ha desobedecido, y
simultáneamente perdonarla; incluso imponerle un castigo, si
este recurso fuese lo más acertado para que se corrigiera.
También aquí es necesario, en muchos casos, sobre ponerse a
los propios sentimientos, si en verdad se busca el bien de
los demás. Es más cómodo perdonar y quedarse pasivo ante el
error del otro, que perdonarlo y tomar las medidas
correctivas que lo mejoren. Perdonar no significa
necesariamente cancelar el castigo o las deudas materiales,
sino eliminar la deuda moral que el otro contrajo conmigo al
ofenderme.
Puede suceder que, después de perdonar y renunciar a toda
venganza personal, permanezca, amparado en el sentido de
justicia, un sentimiento sutil, el deseo de que un tercero
ejecute la venganza, como un decir “yo te perdono, pero ya
te las verás con Dios”. Quien procede así no estará
realmente perdonando.
El perdón es un acto radical de la voluntad, que incluye dos
aspectos, por una parte, la decisión de cancelar la deuda
moral que viene de la ofensa recibida, restablecer la
relación con la persona que me ha ofendido y buscar su bien,
según convenga en cada caso; por otra parte, tratar de
eliminar los sentimientos contrarios provocados por la
ofensa, cambiándolos por otros positivos.
3. Perdonar y olvidar
¿Qué relación existe entre perdonar y olvidar? ¿Perdonar es
olvidar? ¿Olvidar es perdonar? ¿Qué significa la expresión
“perdono pero no olvido”?
Hemos visto que el acto de perdonar consiste en una decisión
de la voluntad. La acción de olvidar, en cambio, tiene lugar
en el ámbito de la memoria, que no responde inmediatamente a
los mandatos de la voluntad. Yo puedo decidir olvidar una
ofensa y que se borre aquel recuerdo, pero no lo consigo. La
ofensa sigue ahí, en el archivo de la memoria, a pesar del
mandato voluntario. Lo primero que esto me dice es que
olvidar no es lo mismo que perdonar, porque yo puedo decidir
perdonar y perdono, mientras que mi decisión de olvidar no
tiene el mismo resultado. El perdón entonces puede ser
compatible con el recuerdo de la ofensa.
En cambio la expresión “perdono pero no olvido” significa,
en el fondo, no quiero olvidar, y ese no querer olvidar
equivale a no querer perdonar. ¿Por qué? Cuando se perdona
se cancela la deuda del ofensor, lo cual es incompatible con
querer mantenerla, con no querer olvidar. Perdonar es
querer olvidar.
Ordinariamente, si la decisión de perdonar que incluye el
deseo de olvidar, de no registrar los insultos, ha sido
fieme y se mantiene, el recuerdo de la ofensa irá perdiendo
intensidad, y en muchos casos, acabará desapareciendo con el
paso del tiempo. Pero aun si esto último no ocurriera, el
perdón se ha realizado ya que su esencia no es olvidar, sino
la decisión de liberar al ofensor de una deuda contraída.
Una señal elocuente de que he perdonado aunque no haya
podido olvidar, es que el recuerdo involuntario de la
ofensa, no cuenta cuando me dirijo a la persona.
Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que proceder
como si hubiera olvidado. El verdadero perdón exige obrar de
este modo. Porque “el verdadero amor, no lleva cuantas del
mal (1Cor 13, 5)”.
Por otra parte ¿podemos decir que olvidar es perdonar? Ya
hemos visto que se trata de dos acciones que no se pueden
identificar. Una ofensa se puede perdonar sin haber sido
perdonada, aunque si el agravio ha sido intenso,
difícilmente se olvidará sino se perdona. Por eso cuando la
ofensa ha sido grave y se ha decidido perdonarla, el olvido
puede ser una clara confirmación de que realmente se ha
perdonado. Borges narra, con brillante imaginación, un
supuesto encuentro de Caín y Abel, tiempo después del
asesinato, que ilustra lo que acabamos de decir: “Caminaban
por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los
dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra,
hicieron fuego y comieron.
Guardaban silencio a la manera de la gente cansada cuando
declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún
no había recibido su nombre. A la luz de las llamas Caín
advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó
caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le
fuera perdonado su crimen. Abel contestó: ´ ¿tú me has
matado o yo te he matado? Ya no recuerdo, aquí estamos
juntos otra vez como antes´ Ahora sé que me has perdonado
Caín, yo trataré también de olvidar”.
Cuestionario práctico
¿Soy acaso de los que perdono pero no olvido?
Si no puedo olvidar las caídas ajenas, ¿por lo menos he
aprendido a silenciar sus errores, de una vez para siempre,
o soy de los que escarbo en la herida, una y otra vez, sin
dejar nunca que cicatrice?
¿Soy sincero cuando pido perdón? ¿Totalmente franco y veraz?
¿Espero con humildad y confianza el perdón?
Reflexión
El perdón, ¡fuente de felicidad! Aquí tienes un modo
sencillo, al alcance de tu mano, de gustar esa felicidad y
paz del alma: aprende a perdonar de corazón y de corazón a
pedir perdón. Pues, no viene mal recordarlo, todo hombre es
débil. Es cierto, pero con todo y todo, como nos lo susurra
Víctor Hugo, en Los Miserables: “Mas si a pesar de sus
esfuerzos, cae, es una caída, sí, pero caída sobre las
rodillas que puede transformarse en oración”. Y esa oración,
merece la pena escucharla…
Oración para pedir perdón
Señor Jesucristo, hoy te pido la gracia de poder perdonar a
todos los que me han ofendido en mi vida.
Sé que Tú me darás la fuerza para perdonar.
Te doy gracias porque Tú me amas y deseas mi felicidad más
que yo mismo.
"Señor Jesucristo, hoy quiero perdonarme por todos mis
pecados, faltas y todo lo que es malo en mí y todo lo que
pienso que es malo.
Señor, me perdono por cualquier intromisión en ocultismo,
usando tablas de uija, horóscopos, sesiones, adivinos,
amuletos, tomado tu nombre en vano, no adorándote; por herir
a mis padres, emborracharme, usando droga, por pecados
contra la pureza, por adulterio, aborto, robar, mentir.
Me perdono de verdad. Señor, quiero que me sanes de
cualquier ira, amargura y resentimiento hacia Ti, por las
veces que sentí que Tú mandaste la muerte a mi familia,
enfermedad, dolor de corazón, dificultades financieras o lo
que yo pensé que eran castigos. ¡Perdóname, Jesús, Sáname!
Señor, perdono a mi madre por las veces que me hirió, se
resintió conmigo, estuvo furiosa conmigo, me castigó,
prefirió a mis hermanos y hermanas a mí, me dijo que era
tonto, feo, estúpido o que le había costado mucho dinero a
la familia, o cuando me dijo que no era deseado, que fui un
accidente, una equivocación o no era lo que ella quería.
Perdono a mi padre por cualquier falta de apoyo, falta de
amor, o de afecto, falta de atención, de tiempo, o de
compañía, por beber, por mal comportamiento, especialmente
con mi madre y los otros hijos, por sus castigos severos,
por desertar, por estar lejos de casa, por divorciarse de mi
madre, por no serle fiel.
Señor, perdono a mis hermanos y hermanas que me rechazaron,
dijeron mentiras de mí, me odiaron, estaban resentidos
contra mí, competían conmigo por el amor de mis padres; me
hirieron físicamente o me hicieron la vida desagradable de
algún modo. Les perdono, Señor.
Señor, perdono a mi cónyuge por su falta de amor, de afecto,
de consideración, de apoyo, por su falta de comunicación,
por tensión, faltas, dolores o aquellos otros actos o
palabras que me han herido o perturbado.
Señor, perdono a mis hijos por su falta de respeto,
obediencia, falta de amor, de atención, de apoyo, de
comprensión, por sus malos hábitos, por cualquier mala
acción que me puede perturbar.
Señor, perdono a mi abuela, abuelo, tíos, tías y primos, que
hayan interferido en la familia y hayan causado confusión, o
que hayan enfrentado a mis padres.
Señor, perdono a mis parientes políticos, especialmente a mi
suegra, mi suegro, perdono a mis cuñados y cuñadas.
Señor, hoy te pido especialmente la gracia de perdonar a mis
yernos y nueras, y otros parientes por matrimonio, que
tratan a mis hijos sin amor.
Jesús, ayúdame a perdonar a mis compañeros de trabajo que
son desagradables o me hacen la vida imposible. Por aquellos
que me cargan con su trabajo, cotillean de mí, no cooperan
conmigo, intentan quitarme el trabajo. Les perdono hoy.
También necesito perdonar a mis vecinos, Señor. Por el ruido
que hacen, por molestar, por no tener sus perros atados y
dejar que pasen a mi jardín, por no tener la basura bien
recogida y tener el vecindario desordenado; les perdono.
Ahora perdono a mi párroco y los sacerdotes, a mi
congregación y mi iglesia por su falta de apoyo, mezquindad,
falta de amistad, malos sermones, por no apoyarme como
debieran, por no usarme en un puesto de responsabilidad, por
no invitarme a ayudar en puestos mayores y por cualquier
otra herida que me hayan hecho; les perdono hoy.
Señor, perdono a todos los profesionales que me hayan herido
en cualquier forma, médicos, enfermeras, abogados, policías,
trabajadores de hospitales. Por cualquier cosa que me
hicieron; les perdono sinceramente hoy.
Señor, perdono a mi jefe por no pagarme lo suficiente, por
no apreciarme, por no ser amable o razonable conmigo, por
estar furioso o no ser dialogante, por no promocionarme, y
por no alabarme por mi trabajo.
Señor, perdono a mis profesores y formadores del pasado así
como a los actuales; a los que me castigaron, humillaron,
insultaron, me trataron injustamente, se rieron de mí, me
llamaron tonto o estúpido, me hicieron quedar castigado
después del colegio.
Señor, perdono a mis amigos que me han decepcionado, han
perdido contacto conmigo, no me apoyan, no estaban
disponibles cuando necesitaba ayuda, les presté dinero y no
me lo devolvieron, me criticaron.
Señor Jesús, pido especialmente la gracia de perdonar a esa
persona que más me ha herido en mi vida. Pido perdonar a mi
peor enemigo, la persona que más me cuesta perdonar o la
persona que haya dicho que nunca la perdonaría. "Gracias
Jesús, porque me estás liberando del mal de no perdonar y
pido perdón a todos aquellos a los que yo también he
ofendido.
Gracias, Señor, por el amor que llega a través de mí hasta
ellos. Amén.
Preguntas que pueden servirte para estructurar tus
conclusiones
¿Qué me ha parecido el tema?
¿Qué aplicaciones prácticas encuentro para mi vida?
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