TEMAS
PARA NUESTROS TIEMPOS
La sublime dignidad de la persona humana
Primera parte
Por Francesc Torralba i Rossello, doctor en filosofía
y en teología
Noción
de dignidad.- El termino dignidad es un
termino polisémico cuyo contenido difiere según contextos y según autores. En
primer lugar, se puede definir como un atributo o característica que se predica
universalmente de la persona humana. Decir de una realidad que es digna o que
tiene dignidad significa, “a priori”, reconocerla como superior a otra
realidad e implica, por consiguiente, un trato de respeto. El respeto y la
dignidad son conceptos mutuamente correlacionados. La dignidad conlleva el
respeto y el respeto es el sentimiento adecuado frente a una realidad digna como
la persona.
La
dignidad no es, evidentemente, un atributo de carácter físico o natural, sino
un atributo que se predica universalmente de toda persona indistintamente de sus
caracteres físicos y de sus manifestaciones individuales. En este sentido, la
dignidad no es algo que se tiene, como un elemento cuantificable, sino que es
algo que se predica del ser. Filosóficamente hablando, la dignidad no se tiene,
sino que uno es o no es digno.
El
término dignidad indica un atributo universalmente común a todos los hombres,
sin cuyo reconocimiento no se puede ejercer la libertad y menos aún la
justicia. Se trata de una característica específica que coloca al ser humano
en un nivel superior de la existencia según el cual debe ser respetado por
todos los existentes.
Existen
distintas formas de comprender la idea de dignidad: la dignidad ontológica que
se refiere al ser, la dignidad ética que se refiere al obrar y la dignidad teológica
que se refiere a Dios.
Dignidad
ontológica.- La dignidad ontológica se
refiere al ser. Decir que la persona tiene una dignidad ontológica es afirmar
que goza de una dignidad y, por lo tanto, es merecedora de un respeto y de una
consideración. La dignidad de la persona humana, desde este punto de vista,
radica en su ser y no en su obrar. Puede actuar de una forma indigna, pero, a
pesar de ello, tiene una dignidad ontológica que se refiere a su ser. Es digno
por el mero hecho de ser persona. Dice R. Guardini que “sacrificar la
integridad de la persona por un fin cualquiera, incluso el mas elevado,
significaría, visto en la realidad, no solo un crimen, sino también una
dilapidación. La persona posee una dignidad absoluta”.
Dignidad
ética.- Existe una dignidad arraigada
al ser y una dignidad arraigada al obrar. La dignidad del obrar es la dignidad
ética y se refiere a la naturaleza de nuestros actos. Hay actos que dignifican
al ser humano, mientras que hay actos que lo convierten en un ser indigno.
La
dignidad ética no debe identificarse ni confundirse con la dignidad ontológica.
La primera se relaciona con el obrar; la segunda, en cambio, se relaciona con el
ser. Hay seres que, por su forma de obrar y de participar en el seno de la
comunidad, se hacen dignos de una dignidad moral, mientras que los hay que, por
su forma de vivir, son indignos desde un punto de vista moral. Sin embargo,
ambos, por el mero hecho de ser personas, tienen una dignidad ontológica.
Dignidad
teológica.- La dignidad teológica se
elabora por referencia a Dios. Desde el punto de vista bíblico, en el Génesis,
la persona se define como imagen y semejanza de Dios. No esta o aquella persona,
sino toda persona. Esto significa que la persona es un ser heterogéneo en el
conjunto de la creación, pues solo ella es icono de Dios.
Esta
particularidad en el conjunto de la creación es la base de su dignidad. Desde
un punto de vista teológico, lo que hace a la persona un ser digno no es su
naturaleza, su inteligencia, su libertad o su capacidad de amar, sino el hecho
de ser imagen de Dios. La razón ultima, pues, de su dignidad radica en que es
imagen de la Bondad Suprema.
Santo
Tomas de Aquino, la figura más sobresaliente del pensamiento cristiano
medieval, hace radicar la superioridad de la persona sobre el resto de la creación
material en el hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ese
mayor grado de similitud se debe a que el hombre posee una voluntad libre, por
la que puede dirigirse a sí mismo hacia su propia perfección. Con palabras de
la Suma Teológica: “el hombre es imagen de Dios en cuanto es principio
de sus obras por estar dotado de libre albedrío y dominio de sus actos”.
Esta
fundamentacion de la dignidad, que en la historia del pensamiento occidental ha
tenido tanto influjo, pertenece a una tradición simbólica muy determinada: el
universo judeocristiano.
En nuestra próxima entrega hablaremos de la relatividad, de las caracterizaciones filosóficas y de las manifestaciones de la dignidad humana.