Dominique Morin: vivía inmerso en la
droga, la violencia y el sexo
Viví inmerso en la droga, la violencia política y el placer sexual
Dominique Morin es bastante conocido en Francia. Ha escrito un libro, "Le sida a
fait de moi un témoin", no traducido al castellano. Ofrecemos cuatro artículos
suyos con trazos autobiográficos. En ellos habla desde la experiencia de una
persona conoce de primera mano varios de los males de nuestro tiempo. Su
posterior conversión hacen de él un testimonio vivo del cristianismo y recibe
invitaciones para dar conferencias por toda Francia. Su e-mail es dom.morin@wanadoo.fr.Esta
dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam,
necesita tener Javascript activado para poder verla Este amor que nos salva
Entre los diecisiete y los veintiún años, viví inmerso en la droga, la violencia
política y el placer sexual sin límite alguno. Atrapado en este remolino , un
día tomé una pistola decidido a utilizarla. ¿Qué hacer frente a tal decisión
imposible?
Solo, como un niño abandonado, lloré, suplicando interiormente : «Si hay alguien
que me escuche, que venga en mi auxilio, pues ya no puedo más». Sin duda esta
fue mi primera oración. Seguro que mi madre me alojaría una vez más para
ayudarme a salir de ese ambiente opresor. Tenía que tomar una decisión rápida, y
me incliné hacia el buen camino. En aquel momento Dios me ayudó. Le doy gracias,
y también a mi madre, que corrió el riesgo de tenderme la mano una vez más.
Fue necesario nuevamente huir radicalmente del sexo, las drogas, el alcohol, y
la violencia. Ese ambiente seguía asqueándome, pero yo todavía no estaba curado.
Permanecí alejado de esas tentaciones durante tres años.
Volví a la Iglesia católica dentro de la cual había sido bautizado y consagrado
a la Virgen María. En la navidad de 1984 acudí a mi primera misa. Dos años de
práctica regular me dieron la fuerza para dominar mis instintos. Fueron dos años
llenos de gracias y que pacificaron mi alma.
Pero me sentía demasiado pecador, indigno de la iglesia. San Juan de la Cruz
dice que «se obtiene de Dios tanto como de Él se espera». Yo no podía imaginarme
que su amor podría llegar a tanto.
Jamás se dirá lo suficiente sobre la misericordia de Dios.
Hice una confesión general de mis pecados imperdonables. El sacerdote no
reaccionó como me esperaba. Lo miré casi seguro de su reacción cuando, ¡menuda
sorpresa! Su sonrisa sincera y compasiva me hizo dudar de mis certezas.
Transformado por este signo de la misericordia de Dios permanecí en esta Iglesia
donde me sentía bien.
La curación se operaba lentamente, como una flor se abre para recibir los rayos
del sol, así me abría yo a la vida. Simpaticé con algunos católicos, entre
ellos, con mujeres, con los cuales conservo aún hoy la amistad.
Durante ocho años caminé por este camino hasta el día en que mi pasado se vengó
brutalmente de mí. Un examen médico me reveló que tenía yo sida, contagiado 13
años antes por una joven que hoy sé que ya murió. Todo se derrumbó a mi
alrededor, hasta mi fe tembló. Mi familia, mis amigos y la gracia de Dios me
impidieron caer más bajo. Tuve el reflejo de ponerme a rezar. Es el instinto del
pobre. Oración desordenada, cargada de tristeza y de rebeldía, pero, a pesar de
todo, fiel y perseverante. Después de muchas infecciones sucesivas, pude en 1996
recibir un tratamiento que equilibró mi salud.
Después de desapegarme de mi vida, era necesario aprender a vivir como un
incurable. Comencé entonces a dar testimonio de la esperanza y de la verdad
basada en mi experiencia yendo a escuelas, asociaciones o parroquias que me
invitaban. Un testimonio de esperanza y de verdad basado en mi propia
experiencia.
Como el sida, el aborto es el drama de un amor desnaturalizado que produce la
muerte. El amor no puede ser neutro. O construye o destruye.
Nuestra sociedad ya no propone más que respuestas fatalistas, sin esperanza.
Cuando una madre agobiada va a que le diagnostiquen su embarazo, teme que la
animen a abortar si aparecen obstáculos. El aborto se ha convertido en una
solución médica para evacuar las carencias de nuestra sociedad, y las mujeres
embarazadas cargan solas con esta responsabilidad. Sólo se acepta el niño si
alguien se decide a ayudar a la madre para que lo acoja. Los médicos pueden
contribuir a sembrar la duda : «¿Está usted segura de querer dar a luz?». Las
mujeres se consideran a menudo culpables de su embarazo. La moral se convierte
en un concepto puramente médico y socio-económico.
Durante mis testimonios como enfermo de sida me he encontrado con militantes que
defienden el aborto y cuya mirada se pone dura cuando se les propone otra
alternativa o cuando se les habla de otra cosa que no sea el preservativo para
combatir el sida. He visto en ellos a veces el odio y siempre la tristeza. ¡Qué
contraste con el gozo de una mujer que da la vida, de un joven que vive la
castidad con alegría! La ideología no lo explica todo. Hacer que los otros
paguen nuestros fracasos jamás soluciona nada.
Esas relaciones destructoras y esa ley de lo efímero hacen que toda relación
afectiva se vuelva aleatoria, que el amor sea un riesgo del que hay que
protegerse y que el prójimo sea un adversario en un combate en el que todos
pierden. Si hay jóvenes que han podido conservar su pureza y creen en el amor
verdadero y en la vida como un regalo, es sobre todo para demostrarnos que esas
virtudes tan ridiculizadas son necesarias ahora más que nunca.
Señor, ayúdanos a estar siempre abiertos a la vida y a ser tus instrumentos para
convertir a nuestros hermanos devastados por el odio y la desesperación. Que
recuerden que han sido niños, que un día creyeron en la vida y el amor. Amar es
lo que da un sentido a la vida.
Aunque me haya quemado las alas en este juego trucado donde todos pierden sigo
creyendo en el amor y en la amistad humana. Y no en esta guerra sexual en la que
cada uno tiene miedo de amar, de entregarse y de crear un proyecto común.
Amor desencarnado y solitario donde el ser amado nos es peligroso.
Este amor me condujo al sida como condujo a numerosas mujeres al aborto como si
fuera una fatalidad. Salgamos de esta lógica infernal rompiendo, cada cual en su
propia existencia, el círculo de la fatalidad gracias al complot del amor.
Superemos este miedo a darnos uno mismo al otro, aún en la amistad, sin esperar
nada a cambio. Miedo de participar a la creación que Dios nos ha regalado.
El amor no está condenado al miedo y al muerte mientras no nos resignemos.
Porque los hijos que aceptamos, quizás en el dolor y la duda, son ellos nuestros
guardianes. Nos protegen de nosotros mismos, contra el riesgo siempre creciente
de ver nuestros corazones endurecerse, de volverse nuestro único objetivo y ya
no saber amar.
Nuestro creador nos lo probó encarnándose de una mujer, María. En Belén hace
2000 años no había lugar en la hospedería para esta madre y su hijo. Había un
portal para que Maria pudiese darnos su amor por Dios, el amor de su Dios. Fue
el más bello entre los hijos de hombre, como cada niño lo es para sus padres. El
niño Jesús que iba a rescatar al hombre de corazón endurecido y recordarle con
la cruz y la resurrección, hasta qué punto Dios lo ama siempre.
Demos ánimo con todas nuestras fuerzas a los que comienzan la vida para que se
comprometan y crean en la fecundidad de este misterio que no es posible reducir
a nuestra comprensión. Un corazón aclarado con la inteligencia puede descubrir
él mismo este don de amor. La fuente de los problemas de los jóvenes de hoy es
no tener nadie a quien admirar, estimar o amar y por defecto se entregan a un
sucedáneo de amor que no los colmará nunca.
Señor danos la gracia a todos de ser o de volver a ser como niños, siempre
maravillados del encanto de la vida. Danos a todos un corazón de niño, sencillo,
lleno de fe y de amor, abierto a la gran aventura de la vida.
Hago esta oración por los que no piden más que amar y ser amados.
¡Que nuestra sola enfermedad sea el amor!
El amor no es un juego
De adolescente, jugué al amor con las chicas. No amé ni respeté a ninguna, no
hice más que disfrutar egoístamente y rápidamente dejé de creer en el amor. Un
buen día me convertí, y cambié de comportamiento. Encontré así la fe en el amor
a través de verdaderas amistades con mujeres católicas sin afán de sexo gracias
a la castidad. Quería casarme con una amiga que sigo amando cuando me enteré de
que tenía el sida durante mis años de desenfreno. Entonces, razonablemente,
decidí renunciar al matrimonio.
Desde entonces cuando me hablan de prevención, veo mucho más allá que el sida.
Jugando con el amor sin aceptar reglas perdí mi capacidad de fecundidad, de
entrega, necesarias para construir mi vida con la persona amada. ¿A quién podría
desear yo esta desgracia, sin hablar ya del sida?
El vagabundeo sexual y las prácticas contra natura propagan el sida, el
preservativo no incita a alejarse de él sino sólo a limitar sus riesgos. ¿Es una
prevención seria? En lugar de reducir el amor a un juego peligroso, pensad sobre
todo en fundar vuestras relaciones en amistades sólidas. ¡El futuro está aquí
cerca! Encerrados en relaciones decepcionantes que no cumplen sus promesas,
pasando de una pareja a otra, estáis hiriendo vuestro corazón y vuestro cuerpo.
El amor libre es una ilusión mortal. Mirad todas sus víctimas y añadid a ellas
las del aborto e incluso las de preservativos y anticonceptivos, que muestran
así sus límites.
Lo que la Iglesia os propone es hacer que el amor sea portador de paz y alegría
abriéndolo a la vida con la exigencia de la verdad y la justicia.
Por culpa del sida no puedo entregarme completamente a la persona que amo sin
hacerla correr un riesgo. La única verdad del sida es la mentira, el miedo, la
soledad al final del camino. No hablar a los jóvenes sino de buscar el placer
sin amar, corriendo riesgos, es la conclusión lógica de una sociedad que ya no
les habla de la fecundidad del amor verdadero.
La castidad, dominio gozoso de la sexualidad, permite que ésta no sea un peso ni
para uno mismo ni para los demás. La verdadera libertad es un camino donde el
amor no rima ni con el miedo ni con la decepción solitaria, sino con la
confianza y la alegría compartida.
Sin que sea necesario para ello ser católico, hacer que el amor rime con la
desconfianza y el miedo escondido tras el preservativo es profundamente malsano.
Si queréis placer, corred riesgos, tomad precauciones, y … ¡buena suerte! Pero
yo no os animaría a ir por esta senda que es una burla al amor. El amor no da
sino paz y alegría si es respetado. A vosotros adolescentes, os están mintiendo.
Tenéis derecho a saberlo antes de elegir libremente vuestro camino.
Cuando hacía paracaidismo, si me hubieran dicho que el paracaídas estaba
estropeado pero que había pocos riesgos de que se rompiera al lanzarme del avión
¿qué hubiera escogido? El placer del salto vertiginoso por un lado, el riesgo
mínimo por otro… Pero hubiera preferido quedarme en tierra. Con el preservativo
os ocultan que el riesgo existe en cada momento y que un día os puede tocar a
vosotros. Numerosos testimonios de fracaso me han mostrado los límites de tal
prevención.
Al final ¿quiénes son los inconscientes? ¿Los que os dejan arriesgaros
preparándoos un infierno o los que os invitan a reflexionar sobre el amor y a no
reducirlo a un simple riesgo? Mejor que ocultar o deformar el discurso católico
¿no tenéis más bien derecho a que os digan toda la verdad antes de correr
riesgos que a fin de cuentas tendréis que asumir solos?
La Iglesia siempre tiene un discurso razonable y realista, sin buscar adaptarse
a la evolución de las costumbres ni a los jóvenes que quieren seguir sus
antojos. Nos recuerda a tiempo y a destiempo que no podemos burlarnos del amor
sin riesgo mortal para nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestra alma. La
Iglesia ve las almas antes de la satisfacción de los deseos. Esta existencia es
una promesa que os dará los medios para alcanzar la felicidad verdadera.
Escoged la libertad de amar con confianza y con la verdad que lleva a la vida, y
no busquéis el placer a cualquier precio, que lleva a la mentira y a la muerte.
Carta a una joven católica que quiere estar a la última
Querida joven,
Me gustaría a partir de mi propia experiencia reflexionar contigo sobre ciertas
actitudes. Yo consumí mi adolescencia en experiencias desordenadas, con el deseo
sexual como motor y un afecto enfermizo como brújula. Yo creía en esa época que
tales prácticas serían una iniciación sin consecuencias, sin embargo aprendí a
mentir y a engañar en el amor, y atrapé el sida. Un día al fin, dejé todo para
intentar construir mi vida. Mi regreso a la fe católica dio sentido a mi
búsqueda. Hace diez años que conozco mi enfermedad y, al mismo tiempo que la
combato, doy testimonio de la belleza de la castidad y de la amistad. Aunque mi
corazón y mi cuerpo permanecen marcados al rojo vivo, el perdón de Dios curó mi
alma y las relaciones castas que cultivo con las mujeres me enseñaron a creer en
el amor.
A nuestro alrededor reina el culto al placer y a la superficialidad. Mundo de
mentiras y de soledad donde el hombre y la mujer, huérfanos de Padre al que no
conocen o que han rechazado, buscan una razón de ser. Esta influencia a la cual
todos estamos sometidos de una manera o de otra, se basa en la fragilidad humana
abandonada a sí misma. En la adolescencia el cuerpo se transforma y la
imaginación sexual despierta. La adolescente descubre su fecundidad,
transformación interior de su cuerpo que un día hará de ella una mujer. Ese
mismo cuerpo comienza a tomar una forma propiamente femenina que va atraer
naturalmente la mirada de los hombres. La niña se convierte en una mujer y el
niño en un hombre. El pudor le permite proteger la intimidad de su cuerpo que se
transforma, de la mirada curiosa que puede suscitar en los chicos. Esta castidad
tal vez inconsciente, es en todo caso un signo evidente de delicadeza. El joven
en su adolescencia descubre su sexualidad de manera exterior a través de una
genitalidad muy invasora. Como la primera imagen que la joven da de ella es su
ropa, ¿cuál será el impacto sobre el joven de una pierna descubierta, de un
pantalón apretado o de una blusa que deja ver el pecho? No olvides que el joven
te mira con su psicología, a una edad en que, lo que para la mujer es sólo una
seducción inocente, para el hombre representa una excitación sexual. Vuestras
relaciones estarán forzosamente influenciadas aunque el joven no se atreva a
confesarte su debilidad. Ayúdale a elevar su espíritu y a crecer, siendo
delicada con él por tu exigencia, sin tentar su enorme fragilidad.
La seducción busca atraer a toda costa la mirada del otro. También la
provocación y el deseo de impresionar, pero de otra manera. ¿Provocando su
mirada, estás segura de respetar su libertad? ¿Soportarías que él utilizara su
fuerza física, que es su punto débil junto con el instinto sexual, para forzarte
a que te intereses por él? Cada uno es responsable de permitir al otro que elija
libremente. Es muy triste que una mujer joven o adulta nos solicite con su
cuerpo que, a pesar de su naturaleza frágil, somos capaces de mirar castamente.
Si cada uno no ayuda al otro, buscando el respeto mutuo, la relación será
rápidamente fuente de conflicto. Observa simplemente alrededor de ti esta
sociedad donde reina la seducción, la apariencia y el egoísmo. El sufrimiento y
la soledad no están lejos y la satisfacción es efímera y ridícula.
La inestabilidad afectiva y la falta de pudor actual son consecuencia de la
ignorancia o de la negación de la debilidad humana y de la ausencia de una
educación al pudor y a la prudencia. La belleza femenina requiere valorizarse de
otra manera y no a través de un mediocre sistema de seducción carnal. Pero la
moda para la ropa es a veces tan ambigua que es difícil y a veces imposible
evitar la atracción de un cuerpo que se muestra ostentosamente en espectáculo.
¿Acaso lo único interesante de la mujer sea su cuerpo? Nunca lo he pensado así
pero entonces ¿qué podemos hacer?, ¿resignarnos o protestar como lo hago yo?
Por experiencia sé lo que un joven piensa al ver un cuerpo descubierto; su
pensamiento se concentra en lo que ve y corre el riesgo de no ir más allá. De
alguna manera, es reducir la mujer a las formas que enseña. Hablo a menudo con
jóvenes que me confían sinceramente que se sienten violentos y que nunca lo
confesarán a las chicas.
Pasemos a lo esencial.
Nuestra fe católica nos enseña que nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu
Santo. Vamos a confesarnos de haberle faltado al respeto a fin de recobrar la
amistad de Dios volviéndonos disponibles a su gracia. Cada uno de nuestros actos
visibles da testimonio de nuestra fe. No existen acciones nuestras que
pertenezcan al ámbito espiritual en las que Dios tenga tutela y otras en las que
deba permanecer alejado. Nuestra actitud respecto a nuestro cuerpo es una manera
de expresar nuestro pensamiento. Quien se descuida o se preocupa demasiado de su
apariencia deforma la imagen de la creación que Dios puso en él, apegándose
excesivamente a la superficialidad, por nuestro solo provecho, frecuentemente
además perdiendo la interioridad en su vida. Tal es el caso de la seducción o de
la agresividad vestimentaria. Nuestro cuerpo es un instrumento que debe
permitirnos realizar grandes cosas. Por eso hay que respetarlo y ser delicado
con él, pues nuestra alma necesita una imagen que la valorice, y no algo que la
oculte o la deforme.
Nuestro Dios no es severo ni cruel. El se encarnó, vivió nuestra condición y
murió en la ignominia de la cruz para rescatarnos. Es la prueba evidente de su
amor sin límite por nosotros. Desviar la voluntad en un pobre sistema de
seducción, ¿no es acaso correr el riesgo de alejarse de un amor tan tierno y
misericordioso? Tal vez nunca lo habías pensado antes, o habías confundido
indulgencia con complacencia.
¿Piensas que con ir a misa, rezar un poco, o respetar ciertas reglas morales
exigentes es más que suficiente? Entiendo que el mundo es fascinante, brillante,
tentador, como lo es el mal, puede brillar más que el bien, que no brilla tanto
pero que es fiel a sus promesas que son de otro orden, verdadero y fecundo.
Seguir el espíritu del mundo en cuestión de moda y después en cuestión de
relaciones peligrosas, quien sabe, nuestra naturaleza es tan frágil, es
realmente correr un gran riesgo a nivel espiritual. Dios que es siempre fiel te
dice sin cesar «te amo como tú eres, hija mía», pero el joven guapo que te mira,
seducido o atraído, despierta tu vanidad y tus emociones y puede hacerte perder
la cabeza. Por lo tanto, en este campo también tienes que elegir, y las
actitudes provocantes son una elección inconsciente. Te preciso que si doy la
impresión de culpabilizar a las mujeres más que a los hombres, es porque Dios
les ha confiado educar a los hombres y que, aunque el pecado original las ha
reducido a un objeto de seducción, siguen teniendo como vocación ser nuestras
educadoras.
Recibe esta carta como homenaje a tu vocación.
Al despertar tomo el arma de la oración para inspirar respeto y discreción. Mi
vida espiritual me ha enseñado que la vida interior vale más que todo, pacifica
los sentimientos y las pasiones, da sentido a la delicadeza y dispone más a Dios
y a los demás, alejándolos de los obstáculos de nuestra naturaleza y de nuestra
voluntad. La delicadeza para con los otros es uno de los signos del alma
pacificada con la oración. Comienza de esta manera o más bien continúa, vuelve
sin cesar a la oración que permite que Dios actúe en ti y te hace disponible a
su amor. Deja a un lado las influencias, las tentaciones, la apariencia, y ve a
lo esencial. Ahí encontrarás a Dios y tu verdadero valor. Al descubrir que eres
amable y amada por lo que tú eres y como tú eres realmente, te influirá menos la
seducción de aquellas personas que no se sienten a gusto en la vida. Dejarás de
ser superficial cuando vuelvas a tomar el camino de la vida interior. Te deseo
que tomes este camino maravilloso hacia la verdadera belleza del alma de la
mujer. Belleza que necesitamos los hombres para avanzar y crecer juntos.
Carta a un fumador de marihuana
Me dirijo a ti porque yo desperdicié mi adolescencia fumando marihuana. En
aquella época nadie pudo disuadirme de dejar de fumar. Fue difícil dejarlo, y
conservo un recuerdo doloroso de ello: en aquella época una chica me contagió el
sida. ¿Cómo ayudar a los que se drogan o a los que se sienten tentados para que
no lo hagan?. Yo doy mi testimonio delante de jóvenes en las escuelas o en otros
lados para hacerlos reflexionar sobre el tema. Me impresiona mucho su atención y
su receptividad, incluso se muestran agradecidos. Saben que digo la verdad, aún
los que se drogan. El hashish no resuelve nada, peor aún, impide que el fumador
construya su vida. A tu alrededor ¿cuántos se fuman un porro? Los hay que se
identifican con eso, se sienten valorizados por los otros fumadores, otros, que
esperan impacientemente su legalización. ¡Cómo culpabilizarlos si también son
víctimas como tú y yo! Sin embargo, ¿crees tú que anestesiados por la influencia
de la droga, se pueda establecer una conversación apropiada sobre ella?
¿Porqué dejar de fumar el cannabis? Porque nos hace totalmente dependientes;
porque la droga aniquila nuestras facultades; porque nuestra existencia se
vuelve virtual. Nos volvemos incapaces de asumir cualquier responsabilidad o de
tomar decisiones libres. En resumen, ¡es una pérdida de tiempo y de
energía!¿Cuántos fumadores habituales de cannabis se han hecho esclavos de él?
Es difícil reconocerlo, ya lo sé. Tomar conciencia de ello puede darnos miedo, o
podemos perder nuestra autoestima. Pero también puede hacernos reaccionar. Es lo
que yo espero. Para poder lograr un proyecto escolar, personal o de cualquier
otro tipo, es necesario elegir la libertad en lugar de la droga. ¡Debemos
actuar! y para actuar hay que ser consciente y conocerse a sí mismo. El porro
hace aún más difícil el esfuerzo, desanima y favorece la depresión. No dejes que
la marihuana te gobierne. Yo, un día decidí dejarla para retomar las riendas de
mi destino. Desde entonces ya no tengo miedo de vivir y soy libre.
Si nos abstenemos del cannabis, podemos tomar decisiones libres, y acercarnos a
los demás. Necesitas de los demás y ellos de ti para construir mutuamente un
porvenir. Tus compañeros de la droga no pueden hacer nada por ti en este
momento, porque de por sí no pueden con ellos mismos. ¿cómo poder amar a los
demás o amarse a sí mismo cuando uno solo se soporta estando drogado? La
realidad del drogadicto es la huida y una gran soledad. La vida se aleja, se
vuelve angustia, solo la olvidamos consumiendo nuestra droga. ¡Qué desperdicio
de tantas vidas de jóvenes llenas de promesas!
¿Eso era lo que buscabas? ¿qué vas a encontrar en el placer fácil, huyendo de
las dificultades? La felicidad es una realidad frágil que implica un esfuerzo
continuo. Una vida digna de su nombre se basa en el amor que le da su sentido y
en la verdad que orienta nuestras decisiones. Por supuesto que no consiste en
huir. Sin embargo, no te culpo. Fuiste engañado por esta bella ilusión como yo.
Ganarás confianza en ti mismo en este combate por la vida. Para recobrar tu
dignidad donde libertad y responsabilidad caminan juntas. ¡Abandona la angustia
de vivir escondido en la marihuana!
Al dar uno lo mejor de sí, se corren riesgos. Pero date la oportunidad de
descubrir la verdadera vida. Si huyes de la realidad, vas directo hacia el
suicidio espiritual y humano. Renuncia a todo lo que te encadena; no te prometo
nada, pero abre los ojos y descubrirás la belleza de la vida y lo mucho que
vales. A pesar de las dificultades, la alegría de dar y recibir de los demás.
Esta alegría y esta paz, ninguna ilusión la puede dar. No tengas miedo, levanta
tu mirada y camina hacia tu porvenir. Aprende a ver a la gente que te rodea como
compañeros y no como agresores o enemigos.
El sol sale todas las mañanas para ti también. La vida es realmente bella,
aprende a descubrirla y a amarla. Ella te tiende los brazos, puedes estar
seguro.
Así es que, éxito en el camino. ¡Te estamos esperando!