DIOS UNO

I .  Existencia de Dios

1. Hay un doble conocimiento de Dios: natural y sobrenatural

El conocimiento natural de Dios es el que tiene cualquier hombre de una forma espontánea al considerar la realidad del mundo, su belleza, su caducidad, que le llevan a conocer al Creador; o de forma más científica, propia de los sabios que, con la ayuda de la filosofía y de la historia de las religiones, han llegado a conocer la existencia de Dios.

El conocimiento sobrenatural de Dios es posible en esta vida por la fe en la Revelación y en la otra vida por la luz de la gloria (lumen gloriae), que eleva el entendimiento humano a la contemplación, cara a cara, de Dios.

2. La fe en la existencia de Dios en el Antiguo Testamento es siempre evidente, supuesta, jamás negada. Que Dios no existe lo dice sin duda «el necio» (Sal 14, 1 y 53,2) o los que «no quieren sujetarse a sus mandatos» (Jer 5,12).

Dios, en el Antiguo Testamento, revela su existencia interviniendo directa y poderosamente en la historia de los hombres. La Revelación de Dios tiene un carácter práctico, «existencial»: ayudar al pueblo elegido a permanecer fiel a su Alianza.

La Revelación de Dios en el Antiguo Testamento por su mismo carácter existencial es fragmentaria y progresiva. Dios no da un compendio acabado de verdades sobre sí mismo; tampoco revela toda la riqueza de su ser y de su obra en un solo momento de la historia de Israel, sino que, poco a poco, a lo largo de sus vicisitudes históricas y teniendo en cuenta sus necesidades, se revela a sí mismo por sus intervenciones en dichos acontecimientos.

Dios se revela como el Creador de todas las cosas; como el Trascendente, no se identifica con ninguna de sus criaturas; como Omnipotente, etc.

Un momento culminante de la Revelación de Dios en el Antiguo Testamento es cuando declara su nombre a Moisés. (1)

Yahvé es el nombre de Dios. Cuando Moisés, ante la zarza ardiendo sin consumirse, recibe el mandato de salvar a su pueblo de la esclavitud de los egipcios, pregunta a Dios quién es el que le envía y recibe dos respuestas; «Moisés dijo a Dios: ¿ y quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? Dios le dijo: Yo estaré contigo, y ésta será la señal de que soy yo quien te envía. Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, daréis culto a Dios sobre este monte. Moisés dijo a Dios: Pero si voy a los hijos de Israel y les digo: El Dios de nuestros padres me envía a vosotros, y me preguntan cuál es su nombre, ¿qué voy a responderles?, y Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy- Así responderás a los hijos de Israel: El que es me envía a vosotros» (Ex 3, 11-14). Tanto la expresión «yo soy el que soy» como «El que es» se escriben en hebreo con el tetragrama IHWH, Yahvé.

El nombre que Dios se da a sí mismo yo soy, el que es, indica «que es el que existe por sí mismo». Además, con la expresión «Yo estaré contigo» Dios quiere enseñar a Moisés que está plenamente presente en la vida e historia de los hombres.

3 .La Revelación de Dios en el Antiguo Testamento se ilumina con la del Nuevo Testamento. El Concilio Vaticano II (2) ha declarado: «La verdad profunda de Dios y de la salvación que transmite dicha Revelación resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda revelación... Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por su Hijo» (Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum, 2 y 4).

Cristo nos revela a Dios en su persona y con sus obras. La razón más profunda de esta Revelación es que Cristo es uno con el Padre. Quien lo ve a Él, ve al Padre. Y, por eso, Cristo «es camino, verdad y vida» (Jn 14,6) para ir a Dios.

La Revelación de Cristo tiene también un carácter existencial, salvador para el hombre. Es una llamada a la fe en Dios, a la esperanza, al amor. El que responde a esta llamada de la fe estará libre del pecado y de la servidumbre del demonio y alcanzará la vida eterna.

La Revelación de Cristo nos presenta a Dios como Padre. Y al manifestarse Él como Hijo y prometernos al Espíritu Santo nos revela la esencia íntima de Dios, la Trinidad de Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

I.1. Cognoscibilidad natural de la existencia de Dios

1 .La existencia de Dios no es evidente por sí misma

Para conocer una cosa hay que conocerla bajo una razón propia. Por ejemplo, ver desde lejos un hombre no significa que sepamos que es Pedro o Pablo. Para poder conocer a Pedro o Pablo debemos distinguirlos por alguna de sus características.

Conocer propiamente a Dios será conocerlo bajo una razón propia de Él y no será suficiente conocerlo bajo la razón de felicidad que todos los hombres naturalmente desean, pues, para muchos, la felicidad no está en Dios, sino en el poder, en las riquezas o en los placeres.

La existencia de Dios bajo una razón particular y propia no es evidente para ningún hombre.

San Anselmo(3), y después de él Descartes (4) y Leibniz (5), pensaron de otra forma y expusieron el llamado argumento ontológico, que dice así: «Dios es el ser más perfecto que se puede pensar. Es más perfecto existir que no existir. Luego Dios existe.» Este argumento no es válido, por estar viciado en su planteamiento. Estamos afirmando que Dios es el ser más perfecto que se puede pensar. Pero de que el hombre piense una cosa como realmente existente no se sigue en absoluto el que exista en realidad. Una cosa es el pensamiento de una cosa real y otra, muy distinta, la realidad de la existencia pensada. Podemos pensar en el clavo más perfecto que pueda existir y esto no significa en absoluto que exista; de ese clavo que se piensa, no se puede colgar ninguna cosa real.

En el conocimiento natural de Dios se plantean tres cuestiones: 1) la posibilidad de conocer a Dios con la luz de la razón natural; 2) la posibilidad de demostrar la existencia de Dios, y 3) el hecho de la demostración de la existencia de Dios.

2 .Posibilidad de conocer la existencia de Dios con la luz de la razón natural

1°. Dios, creador y Señor, puede ser conocido con certeza con la luz de la razón natural, con las solas fuerzas de la razón (de fe).

El Concilio Vaticano I (1869-1870) definió esta verdad de fe con las siguientes palabras: «Si alguno dijera que Dios vivo y verdadero, Creador y Señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema» (DS 3026).

La definición del Concilio Vaticano I enseña que el objeto de nuestro conocimiento es Dios, uno y verdadero, Creador y Señor nuestro; y por tanto, Dios es persona y distinto del mundo; que el principio subjetivo del conocimiento de Dios es la razón natural, aún en estado de pecado; que el medio de conocimiento son las cosas creadas y que es un conocimiento cierto y posible.

Dios ha revelado, además de su existencia, la capacidad humana de conocerle con las solas fuerzas de la razón natural.

En el Antiguo Testamento esta verdad era tan evidente que todas las cosas y acontecimientos se convertían en una manifestación de Él: «Alabad a Yahvé todas las gentes, alabadle todas las gentes» (Sal 116,1); «Alabad a Yahvé desde la tierra los cetáceos y todos los abismos, el fuego, el granizo, la nieve, la niebla, el viento impetuoso, que ejecuta sus mandatos; los montes y todos los collados, los árboles frutales y los cedros todos; las fieras y todos los ganados, los reptiles y las aves aladas; los reyes de la tierra, y los jóvenes y las doncellas, los ancianos y los niños, alaben el nombre de Yahvé, porque sólo su nombre es sublime; su magnificiencia sobrepasa a los cielos y a la tierra» (Sal 148,7-13).

Sólo más tarde, alrededor del siglo II antes de Jesucristo, el libro de la Sabiduría amonesta al pueblo de Israel con estas palabras: «Vanos son todos los hombres que carecen del conocimiento de Dios, y por los bienes que disfrutan no alcanzan a conocer al que es fuente de ellos, y por la consideración de las obras no conocieron al artífice... pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, por razonamiento se llega a conocer al hacedor de éstas... Porque si pueden alcanzar tanta ciencia y son capaces de investigar el universo, ¿cómo no conocen más fácilmente al Señor de él?» (Sab 13, 1-9).

El libro de la Sabiduría muestra a la creación como un camino fácil de recorrer hacia Dios y ve en la divinización del mundo un error religioso-moral.

Un razonamiento parecido es el de San Pablo (6): «Lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos (los gentiles), pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, es conocido mediante las obras. De manera que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a obscurecerse su insensato corazón, y alardeando de sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria de Dios incorruptible por la semejanza del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos y reptiles» (Rom 1, 19-23). El hombre por su orgullo desprecia la verdad de Dios y cae en la idolatría.

En otros dos lugares San Pablo habla de la cognoscibilidad natural de Dios. En el discurso de Listra (7) enseña a sus oyentes que Dios «no las dejó (a las naciones) sin testimonio de sí mismo, haciendo el bien y dispensando desde el cielo las lluvias y las estaciones fructíferas, llenando de alimentos y alegría nuestros corazones» (Hech 14, 14-18). Y en el Areópago de Atenas (8) expone las mismas razones:

«Puesto en pie Pablo en medio del Areópago, dijo: " Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos; porque al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto he hallado un altar en el cual está escrito: " Al dios desconocido". Pues ese que sin conocerle veneráis es el que yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra no habita en templos hechos por mano del hombre, ni por manos humanas es servicio, como si necesitase de algo, siendo El mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Él hizo de uno todo el linaje humano para poblar toda la haz de la tierra. Él fijó las estaciones y los confines de las tierras por ellos habitables, para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no está lejos de cada uno de nosotros, porque en Él vivimos y nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas han dicho: Porque somos linaje suyo. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad es semejante al oro, o a la plata, o a la piedra, obra del arte y del pensamiento humano. Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima en todas partes a los hombres que todos se arrepientan, por cuanto tiene fijado el día en que juzgará la tierra habitada con justicia por medio de un Hombre, a quien ha destinado, acreditándole ante todos por su resurrección de entre los muertos.

»Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír, otros dijeron: Te oiremos sobre esto otra vez. Así salió Paulo de en medio de ellos. Algunos se adhirieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita y una mujer de nombre Damaris y otros más» (Hech 17, 22-34).

Los Santos Padres también insistieron en que era posible y fácil adquirir un conocimiento de Dios. Enseñan que Dios sacó todas las cosas de la nada dándoles existencia, a fin de que por medio de sus obras conociéramos y entendiéramos su grandeza. Dios es invisible para los ojos del hombre, pero llegamos a verle y conocerle gracias a su providencia y a sus obras. San Juan Damasceno (9) resume el convencimiento de los Padres al decir: «La creación misma, su conservación y gobierno proclaman la majestad de la naturaleza divina» ( Exposición de la fe ortodoxa}.

Filosóficamente se prueba la posibilidad de conocer a Dios por la creación, por la capacidad de la razón humana de buscar las causas eficientes de las cosas que conoce y, por ello, en último término, siempre busca la causa más alta de la que proceden todas las demás, y así tiende a alcanzar la causa última y universal de todas las cosas, que es Dios.

3. Posibilidad de demostrar la existencia de Dios

Puede demostrarse la existencia de Dios con la luz natural de la razón por las obras visibles de la creación, como la causa por el efecto (próxima a la fe).

El juramento antimodernista (10) de San Pío X (1910), es el intérprete auténtico de la definición del Concilio Vaticano I, anteriormente citado, y dice así: «Dios puede ser ciertamente conocido, por tanto también demostrado, como la causa por sus efectos» (DS. 3538).

Por estas declaraciones de la Iglesia hemos de concluir que al menos es verdad próxima a la fe, no ya la posibilidad de conocer, sino la de demostrar la existencia de Dios.

En los textos del libro de la Sabiduría del Antiguo Testamento y la Epístola a los Romanos del Nuevo Testamento, antes citados, se enseña que «por razonamiento» y «mediante las obras» se conoce a Dios. Esto indica que la simple razón humana, sin la ayuda de la fe, puede demostrar la existencia de Dios. Los grandes filósofos, ya desde los clásicos griegos, llegaron con su razón a demostrar naturalmente la existencia de una causa única del universo, que no es otra que Dios.

Especulativamente la posibilidad de demostrar la existencia de Dios es una consecuencia lógica de la posibilidad de conocer la existencia de Dios. La posibilidad de demostrar no es más que el modo como se realiza la posibilidad de conocer la existencia de Dios.

4. Demostración de la existencia de Dios

Santo Tomás de Aquino (11), recogiendo toda la tradición filosófica clásica resume en cinco vías o caminos la demostración de la existencia de Dios.

Estas demostraciones, al contrario del argumento ontológico, no parten del pensamiento, algo interno al hombre, sino de la experiencia del conocimiento de la realidad, que está fuera del hombre. Por tanto, en las vías de Santo Tomás, el término al cual llegan estas demostraciones es externo al pensamiento del hombre. Al ser el término real y externo no es posible hacer la crítica que se hace al argumento ontológico. No es que yo piense que Dios existe, sino que, realmente, independientemente de mi pensamiento y basándome en la realidad externa se prueba de forma totalmente demostrativa la existencia real de Dios.

Las vías de Santo Tomás se apoyan en el principio de causalidad. Observando los efectos, es decir, la realidad creada, se deduce que tienen una causa, y que ésta no puede estar en ellos. Esta causa a su vez es efecto de otra causa, etc. Ahora bien, no es posible una línea infinita de causas, pues se daría el caso o la paradoja de que todos los efectos dependerían de ninguna causa, si éstas fueran infinitas. Por ello, hay que concluir que debe existir una causa última que es el origen de todas las demás causas. A esta última causa, que no ha sido causada por otra, la llamarnos Dios.

El concepto que tiene la filosofía de Dios es el Ser que es por sí mismo, es decir, que no ha sido causado por nada. Dicho más sencillamente, Dios existe porque sí; es su propia existencia. Dios es causa de todo, pero no ha sido causado. Por ello, las demostraciones de Santo Tomás al terminar en una causa incausada llegan realmente a demostrar la existencia de Dios.

Vamos a explicar con más detalle el porqué las criaturas tienen una causa que necesariamente está fuera de ellas mismas, es decir, que ellas no son causa de sí mismas.

Si la causa estuviera en la misma realidad creada estaríamos afirmando el panteísmo: el Universo existe por sí mismo, es causa de sí mismo. El Universo sería Dios, pues cumple con su definición.

Ahora bien, esto no es lo que nos dice la experiencia al contemplar la realidad. Observamos que todo lo creado tiene una causa, esto es al menos lo que nos enseña el sentido común en el que se fundamenta la filosofía clásica de Sócrates, Platón y Aristóteles (12).

Y esta causa no puede estar en el efecto o realidad que se examina, pues se diría que algo que es, al mismo tiempo no-es, y ello contradice el principio de identidad del ser. Dicho de otro modo, no se puede tener la perfección A, cualquiera que sea, y al mismo tiempo afirmar que se la ha dado a sí mismo cuando aún no tenía la perfección A (no se puede dar lo que no se tiene). No es posible tener al mismo tiempo A y no-A: es contradictorio.

Las causas que sirven para demostrar racionalmente la existencia de Dios son las llamadas causas eficientes subordinadas entre sí.

Causa eficiente es la que produce el efecto. Subordinadas entre sí (o per se, en latín) significa que están unidas entre sí, de tal manera que si una sola de estas causas deja de actuar, aunque las demás permanezcan, ya no se produce el efecto.

Un ejemplo nos sirve para aclarar la cuestión. Pensemos en un reloj de bolsillo que está suspendido en el aire por su cadena, que sostiene la mano de una persona. El reloj se mantiene suspendido -efecto- porque cada una de las anillas de la cadena lo suspende -causas-. Si uno sólo de los eslabones de la cadena se rompe, aunque los otros no lo hagan, el reloj se cae. Son, pues, causas eficientes (su efecto es mantener el reloj suspendido) y subordinados entre sí (no puede fallar ningún eslabón).

Más aún, tampoco puede abrirse la mano que sostiene la cadena. Y, llevando más lejos este ejemplo, habría que preguntarse ¿ y quién sostiene la mano? La respuesta es la persona. Pero ¿quién sostiene a la persona?. No podemos dar una respuesta de causas eficientes infinitas pues debe haber algún termino final, que es la causa que sostiene todas las demás causas subordinadas y que, a su vez, no es sostenida por nada; sino, todo el efecto de sostener no existiría, pues faltaría la causa que da el impulso inicial de sostener, en este caso, el reloj. Es la causa sin causa. Y, precisamente, esta es la definición de Dios.

Hay otro tipo de causas eficientes no subordinadas entre sí. Estas no sirven para la demostración de la existencia de Dios.

Por ejemplo, los padres son causa eficiente del efecto hijo. Los hijos existen porque sus padres los han causado. Pero una vez nacido el niño (el efecto), los padres (causa) pueden desaparecer, y el hijo continúa existiendo independientemente de los padres. No son causas eficientes subordinadas entre sí, ya que. en éstas -como hemos dicho-, desaparecida una sola de ellas, deja de producirse el efecto.

Vamos a exponer brevemente las cinco vías de Santo Tomás.

La 1ª, Vía del movimiento, parte del hecho de que hay cosas que se mueven. Pero todo lo que se mueve es movido por otro, porque si se moviera a sí mismo se estaría dando una perfección que aún no tiene, lo cual es absurdo. No se puede admitir una serie indefinida de motores sin que haya un primer motor que no sea movido por nadie y que a su vez mueva a los otros, ya este primer motor o acto puro le llamamos Dios.

Pensar en un objeto en movimiento. Antes estaba parado, ahora se mueve. ¿Por qué se mueve? Sólo caben dos respuestas; se mueve por sí mismo o se mueve por otro.

Si se mueve por si mismo quiere decir que cuando estaba parado ya tenía la propiedad de estar moviéndose, pues estamos diciendo que el movimiento lo tiene por sí mismo. Este objeto está, al mismo tiempo, parado y moviéndose. Esto es contradictorio.

No penséis que un coche se mueve por sí mismo. Se mueve porque tiene motor y ruedas. Y el motor tampoco se mueve sólo, sino por la gasolina. Y la gasolina explosiona en el motor porque tiene esta capacidad energética. Y la energía le viene de que los árboles absorbieron ésta energía del sol, y después con el paso de los siglos y sometidos a grandes presiones, se convirtieron en petróleo del que se saca la gasolina. El sol, emite energía porque se producen reacciones de fusión y fisión de los átomos. Los átomos a su vez, se unen y separan porque tienen núcleo y electrones. Estos a su vez... y así podemos continuar... hasta que encontremos la última y primera causa de todo este movimiento. Esta causa no puede ser causada, porque si lo fuera volveríamos.a empezar todo el proceso hasta llegar verdaderamente a la causa última y nos deberíamos preguntar de nuevo ¿quién la ha causado? Pues bien, la causa incausada es la definición de lo que llamamos Dios. Una causa que nadie ha hecho, que ella misma es su existencia. Es lo mismo que Yahvé dijo a Moisés al darle su nombre. «Yo soy el que soy» (Ex 3,14), el que existe por si mismo, como ya hemos dicho.

Por tanto, sólo es válida la segunda respuesta: el motor se mueve por otro y este otro, después de muchos intermediarios, es movido por una causa incausada que tiene el movimiento por sí mismo: Dios.

La 2ª, Vía de fa causalidad eficiente, parte del hecho de que hay causas eficientes que producen un efecto distinto de ellas mismas. Pero como ninguna de las causas eficientes es causa de sí misma, porque sería al mismo tiempo causa y efecto de sí misma, hay que concluir que hay una primera causa eficiente, no causada y causa de todas las demás, a la que llamamos Dios. Es el ejemplo del reloj suspendido por la cadena.

La 3ª, Vía de la contingencia. Al hallar en la naturaleza cosas que pueden existir y no existir, afirmamos que han recibido la existencia de un ser que existe por sí mismo. La razón de ello es que ninguna cosa que tenga potencia para no ser puede haber existido siempre; porque una potencia natural de ser siempre es contradictoria con una potencia natural de no ser en un momento determinado; de donde resulta que no puede haber existido siempre, sino que es menester que haya comenzado a existir. Y quien le ha dado la existencia es un ser que debe existir por sí mismo y al que llamamos Dios.

Si realmente cualquier cosa de la realidad puede ser y no-ser, si fuera causa de sí mismo, se daría el hecho de que «es y no-es», y claro esto es contradictorio. Recordar que estamos diciendo que verdaderamente la realidad -el movimiento, un árbol, una piedra, lo que sea- puede existir como puede no existir. Si esto es así, y no acudimos a una causa externa de cada una de estas realidades, estamos afirmando que cada uno de estos objetos tiene el ser y el no-ser; y esto es absurdo. Veámoslo con más detalle. Si una cosa «ya es», ya existe, la tenemos ante nuestros ojos, ¿cómo es que no pasa a tener la otra propiedad que tiene de «no-ser», de no existir? Porque realmente si tiene la propiedad de no existir ¿Porqué existe?, y ¿cómo se mantiene en el ser en la existencia? No puede ser por si misma, pues lo lógico es que en algún momento actualizara la propiedad de no existir, que ya tiene. Por tanto, hemos de acudir a una causa, que es su propia existencia, que da esa existencia a todo lo demás. Esta causa, que es su propia existencia, es Dios. Así, insisto, se lo dijo a Moisés. «Yo soy el que soy» (Ex 3,14), el que existe por sí mismo.

La dificultad de que las cosas -árboles, piedras dejan en realidad de existir es sólo aparente. Estas cosas como seres individuales si pueden dejar de existir, pero no la materia. Recordar un principio de la física: la materia -energía, diríamos hoy día- ni se destruye ni se crea, sólo se transforma. Por tanto, el planteamiento hecho anteriormente es totalmente correcto y puede hacerse de esta manera, en términos más generales: la materia o energía puede existir o no existir. Y la respuesta es la misma que hemos dado.

Si afirmáramos que la materia o energía existe porque si, por sí misma, estaríamos diciendo que la materia o energía es Dios-panteísmo- pues cumple perfectamente con la definición de Dios: el ser que existe por si mismo, como ya hemos dicho tantas veces.

El panteísmo no es lógico. Puesto que una suma, por grande que sea, de todo el Universo -de seres imperfectos (son contingentes, podrían no existir)- no da nunca un ser perfecto (que existe por sí mismo y por tanto no puede dejar de existir). Es lógico buscar un ser perfecto, que da las perfecciones, aunque limitadas y diversificadas por la materia, a todo el Universo. Este ser perfecto es Dios.

Lo mismo podemos decir planteándolo al revés. Si los seres «no-son», no existen ¿cómo es que han llegado «a-ser», a existir? Debe haber una causa que les ha dado la existencia. Esta causa, que tiene la existencia por sí misma y es capaz de darla a los demás es Dios.

También, es válido si tratamos más en general, de la materia o energía. Si no existía, ¿cómo es que ahora existe? La única respuesta es la de siempre: por Dios, el ser existente por sí mismo.

La 4ª, Vía de los grados de perfección. Vemos que hay seres más o menos perfectos. Santo Tomás se refiere a las perfecciones puras trascendentales que son aquellas que no admiten ninguna imperfección, que son o no son, como por ejemplo el ser, la verdad, la bondad. Ahora bien, si los seres las poseen en mayor o menor grado indica que las poseen por participación y no por sí mismas; porque si las poseyéramos por si mismas, por su naturaleza, no las tendrían en mayor o menor grado, sino absolutamente.

Así, por ejemplo, se tiene la humanidad o no se tiene; lo que no se puede es ser más o menos humano. Ahora bien, si las poseen por participación, tienen que ser causadas por un ser que tenga las perfecciones por sí mismo, como propias de su naturaleza y por ello en grado máximo; a este ser le llamamos Dios. Dios es la Verdad, la Bondad, la Belleza, la Sabiduría, el Amor, etc.

La 5ª, Vía de la finalidad. Vemos que aun las cosas que carecen de conocimiento se mueven por un fin, pues obran ordenadamente; por lo tanto, no obran al azar, sino intencionadamente. Ahora bien, los seres que carecen de conocimiento tienden a un fin en cuanto son dirigidos por un ser inteligente que conozca dicho fin. Esta inteligencia directora o está ordenada por otra inteligencia superior o es la misma inteligencia ordenadora.

En el primer caso se vuelve a plantear el mismo problema, por lo cual hay que concluir que existe una inteligencia que es su mismo acto de entender, a la cual todos llamamos Dios.

Las cinco Vías de santo Tomás por su perfección lógica son totalmente demostrativas, pero esto no significa que forzosamente conduzcan a creer en Dios, porque una cosa es el convencimiento intelectual y otra el convencimiento de la fe, don gratuito de Dios.

5. La negación de la Revelación sobre la existencia de Dios y su cognoscibilidad

El ateísmo -científico, político y moral- niega la existencia de Dios y, por lo tanto, niega también la cognoscibilidad de Dios.

El ateísmo negativo se limita a negar la existencia de Dios. El ateísmo positivo intenta, además, demostrar que Dios no existe.

El agnosticismo no niega la existencia de Dios, sino la posibilidad de conocerlo sólo por la inteligencia. La existencia de Dios, entendida como un ser personal y distinto del mundo, el agnosticismo afirma que es absolutamente indemostrable.

El agnosticismo reviste diversas formas. El positivismo, que niega la posibilidad de conocer nada fuera de los objetos sensibles, y, por ello, la existencia de una causa suprasensible, como Dios, que no puede ser conocida. El criticismo de Kant niega el carácter probativo de los argumentos en favor de la existencia de Dios, ya que lo suprasensible escapa a la esfera de los fenómenos que es el único objeto de la razón. Para Kant, las verdades religiosas se captan por medio del sentimiento religioso, no por el entendimiento. De ahí se deriva una radical separación entre el campo de la fe y de la ciencia. El modernismo, herejía de finales de siglo pasado, es una versión católica del criticismo kantiano. El fideísmo y el tradicionalismo afirman que la razón no puede conocer a Dios y que todo conocimiento de Él nos viene de una Revelación primitiva transmitida por la fe o la Tradición a través de las generaciones a todos los hombres (13).

6. La Trascendencia de Dios

En muchas representaciones religiosas no cristianas, Dios está de algún modo identificado con el mundo o su acontecer; son, pues, panteístas (pan, en griego significa todo y Theos, en griego, significa Dios). Según el panteísmo, Dios y el mundo son un ser único: Dios es todo lo existente, ya hemos visto la falta de lógica del panteísmo.

La fe cristiana y judía cree en la trascendencia de Dios

1. Dios es real y esencialmente distinto al mundo y superior a él (de fe).

El Concilio Vaticano I dice: «Si alguno dijera que es una sola y la misma sustancia o esencia de Dios y la de todas las cosas, sea anatema» (DS 3023) y «Si alguno dijera que las cosas finitas, ora corpóreas, ora espirituales, o por lo menos las espirituales, han emanado de la sustancia divina, o que la divina esencia por manifestación o evolución de sí, se hacen todas las cosas, o finalmente, que Dios es el ente universal o indefinido que, determinándose a sí mismo, constituye la universalidad de las cosas, distinguiéndose en géneros, especies o individuos, sea anatema» (DS 3024).

Estas definiciones alcanzan a todas las formas del panteísmo, tanto al panteísmo sustancial que afirma que las cosas sean manifestaciones de la sustancia divina, como al panteísmo evolucionista, que enseña que las cosas han evolucionado o fluido de Dios. También se condenan los mitos paganos, que son como una expresión concreta del panteísmo.

Dios, en el Antiguo Testamento, aparece como Creador y por lo tanto radicalmente distinto de todas las criaturas.

En la primera frase de la Biblia se afirma: «Al principio, Dios creó el cielo y la tierra» (Gén 1, 1). En esta Revelación se nos dicen dos verdades: que Dios existía antes de la Creación y que, por tanto, es distinto al mundo creado (es Trascendente) y que es el Autor de todo el Universo.

La esperanza en un Dios Personal y Trascendente es atestiguada innumerables veces en la Sagrada Escritura. El hombre fiel no se siente jamás entregado a un ciego destino histórico, no es determinista, no cree que todo sucede de una manera, incontrolable, sino que pone su esperanza en un Dios personal que le escucha y le atiende.

Especulativamente las vías de Santo Tomás manifiestan la Trascendencia de Dios. Así, por ejemplo, en la primera vía, si Dios se identificara con la criatura, ésta sería movida por sí misma, lo cual es absurdo según se probó al exponerla. Del mismo modo se puede proceder en las demás vías de Santo Tomás y llegar siempre a la misma conclusión, la Trascendencia de Dios y la dependencia de las criaturas de su Autor, Dios Creador.

I. 2 .El conocimiento sobrenatural de la existencia de Dios en esta vida

La existencia de Dios no sólo es objeto del conocimiento de la razón natural, sino también objeto de la fe sobrenatural (de fe).

El Credo (14), comienza con las palabras «Creo en un solo Dios» (DS 5), por lo cual afirmarnos que no sólo conocemos, sino que creemos en Dios. Que la existencia de Dios es objeto de la fe sobrenatural está atestiguado por la Sagrada Escritura: «Sin la fe es imposible agradar a Dios; pues es preciso que quien se acerque a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan» (Heb 11,6).

La definición del Concilio Vaticano I nos da la razón por la cual es necesaria, además del conocimiento natural, la Revelación sobrenatural de la existencia de Dios, para que todos los hombres le conozcan «con facilidad, con firme certidumbre y sin mezcla de error) (DS 3005). Es decir, la Revelación sobrenatural es necesaria con necesidad relativa o moral; el hombre gracias a la luz de la fe conoce mucho mejor a Dios.

II. Naturaleza de Dios

II.1.            El conocimiento de la esencia de Dios

Ya hemos demostrado que Dios existe, que nuestra inteligencia puede llegar a esta certeza. Ahora debemos seguir adelante. El mismo hecho de la existencia de Dios nos lleva a conocer algo de su esencia, pues no es posible conocer la existencia de algo sin saber, al mismo tiempo, algo de la naturaleza de lo que existe. Antes respondíamos a la pregunta: ¿Existe Dios? , y ahora nos preguntamos: ¿ Cómo es Dios?

1. Incomprensibilidad de Dios

1. Dios es incomprensible para todo espíritu creado y, por tanto, es también inefable (dogma de fe).

Inefable viene del latín, in, o no, y affabilis o que se puede decir. Por tanto, inefable significa que no se puede expresar bien con palabras humanas.

El IV Concilio de Letrán, año 1215, (15) llama a Dios «incomprensible e inefable» (DS 800).

La fe de la Iglesia expresa que el entendimiento creado no puede, por sus solas fuerzas, llegar a ver la esencia divina como es en sí misma.

Esta enseñanza de la Iglesia es contraria a dos posiciones extremas. La primera afirma que ningún entendimiento creado puede llegar, ni siquiera con la ayuda de Dios, a conocer la esencia divina, tal como es en sí misma; incluso, dicen, los mismos bienaventurados no ven a Dios en sí mismo, sino un resplandor radiante y luminoso que brota de Él. La otra posición afirma que el hombre puede con sus propias fuerzas y en esta vida ver fácilmente la esencia divina.

La fe de la Iglesia está en un punto medio que puede exponerse así:

El conocimiento inmediato de Dios no es posible en esta vida (de fe).

El hombre mientras vive o puede adquirir algún conocimiento mediato y discursivo de la esencia divina (de fe).

Los bienaventurados en el cielo tienen un conocimiento inmediato e intuitivo de la esencia divina (de fe).

2 .El conocimiento natural de la esencia de Dios

El conocimiento natural de Dios en esta vida es mediato por sus efectos en la Creación. La esencia divina, tal como es en sí misma, no la conoce nuestra inteligencia, sólo podemos conocerla por el efecto de sus acciones. La razón de este conocimiento mediato y verdadero, pero imperfecto, de Dios, se debe a que nuestro conocimiento tiene su punto de partida en los sentidos y como no vemos a Dios por los sentidos, sólo lo podemos conocer como causa por los efectos -criaturas- que crea. Pero es un conocimiento verdadero, ya que todo efecto tiene alguna relación de semejanza con la causa que lo produjo.

El conocimiento natural de Dios en esta vida es analógico. Los términos unívoco, equívoco y analógico y los conceptos que expresan significan lo siguiente: Unívoco es un término que se aplica a dos o más seres con la misma propiedad; así, por ejemplo, gato se dice con la misma propiedad del gato padre y del gato hijo; de la causa y del efecto. Equívoco es un término que se aplica a dos o más seres con distinta propiedad; por ejemplo, can se dice de un modo totalmente distinto del perro, animal vivo, y de la constelación de las estrellas llamadas can. Análogo es un término que se aplica a varios seres en parte en el mismo sentido y en parte en sentido diverso; por ejemplo comida sana y hombre sano; el campo florido es risueño, el hombre ríe.

Recordemos que nosotros tenemos una doble fuente de noticias de Dios: los nombres y conceptos que se encuentran en la Revelación y las que hemos conseguido con la sola luz de la razón natural.

El conocimiento que tenemos de Dios es analógico, tanto el revelado como el conseguido por la razón natural. No puede ser de otra manera, porque si los términos que aplicamos a Dios ya las criaturas fueran unívocos, estaríamos afirmando la identidad real entre Dios y las criaturas, estaríamos aflffi1ando el panteísmo.

La afirmación unívoca de los conceptos que se refieren a Dios y al mundo lleva necesariamente al panteísmo porque, de hecho, realmente, estamos diciendo que son lo mismo. Por ejemplo, si se dice que el mundo es bueno se está afirmando la realidad de la bondad del Universo. Al mismo tiempo, si decimos unívocamente que Dios es Bueno se está, también, afirmando la realidad de la Bondad de Dios. Pero como se dice exactamente igual, son conceptos unívocos, que el Universo es Bueno y que Dios es Bueno, se está afirmando la absoluta igualdad entre el Universo Bueno y Dios Bueno. Se está diciendo que el Universo y Dios son lo mismo. Universo y Dios son todo lo mismo es el panteísmo.

El ejemplo de la Bondad, es extensivo a todos los ejemplos posibles: verdad, belleza, ser, vida, muerte, amor, accidentes: cantidad, cualidad, forma, etc.

Si los términos fueran equívocos llegaríamos a la contradicción entre Dios y el mundo, no podríamos conocer nada de Dios; luego sólo pueden ser analógicos.

Según la doctrina católica de la analogía, el mundo es criatura y como tal semejante a Dios Creador, pero desemejante en mucha mayor medida. Precisamente porque Dios crea algo semejante a Él, a este algo le es esencialmente inherente la desemejanza, si no ya no sería un efecto diferente a Él.

Por ejemplo, decimos Dios es Padre de los hombres. El concepto «padre» aplicado a Dios ya un ser humano es analógico: la paternidad de Dios es semejante a la paternidad humana pero es, al mismo tiempo, diferente. Dios no es padre de la misma manera que han llegado a ser padres los hombres.

Pero aún así, el conocimiento por analogía que tenemos de Dios nos permite, dentro de sus límites, conocer algo y bien de Dios.

3 .El conocimiento sobrenatural de la esencia de Dios

El conocimiento sobrenatural de la esencia de Dios en esta vida, por la fe. En diversas ocasiones hemos explicado que la Iglesia nos habla de un conocimiento de Dios que es dado por la Revelación. Nosotros, mediante la Revelación y nuestra fe en ella, conocemos verdades que nunca hubiéramos llegado a conocer con la sola luz natural de la razón y además nos confirma muchas otras verdades naturales. El Concilio Vaticano I es muy explícito a este respecto: «El sentir constante de la Iglesia católica ha sido y sigue siendo que hay un doble género de conocimiento distinto, no sólo por razón de su principio, sino también por su objeto. Distinto por razón del principio, porque en uno conocemos por medio de la razón natural y en otro por medio de la fe divina. Distinto también por razón del objeto, por cuanto, además de las verdades naturales que pueden alcanzar la razón humana, se proponen a nuestra fe misterios escondidos en Dios, que sólo por la luz de la divina revelación nos pueden ser manifestados» (DS 3015).

El conocimiento obtenido por la fe en la revelación divina es más perfecto y más noble que el adquirido por la sola luz natural de la razón, no sólo porque goza de mayor certeza (la autoridad de Dios), sino, además, porque se extiende a verdades a las cuales no llega la luz natural de la razón.

El conocimiento sobrenatural de la esencia de Dios en la vida futura. Este tema pertenece propiamente a los Novísimos del hombre; lo expondremos con brevedad. Novísimos significa, en latín, los últimos acontecimientos de la vida del hombre singular: Muerte, Juicio particular, Purgatorio, Cielo, Infierno; y del Universo: Fin del mundo, Resurrección de la carne, Juicio Universal, premio en el Cielo o castigo en el Infierno, que serán eternos.

Los bienaventurados en el cielo tienen un conocimiento inmediato e intuitivo de la esencia divina (de fe).

Ven la esencia infinita de Dios en su vida Trinitaria; y conocen a todas las criaturas, por ser Dios su causa creadora.

La visión beatífica se realiza con el concurso del «lumen gloriae» o luz de la gloria que eleva y fortalece la voluntad para amar a Dios. Ya veremos, más adelante, que el hombre durante esta vida necesita del don sobrenatural de la gracia, dado gratuitamente por Dios para que pueda conocerlo y amarlo por la luz de la fe. Pues bien, la gracia sobrenatural de esta vida terrena se transforma en el Cielo en la luz de la gloria. Por tanto, a mayor gracia o santidad ahora en la tierra, habrá mayor luz de la gloria o mayor capacidad de conocer, amar y gozar de Dios en el Cielo. La gracia es semilla de la luz de la gloria.

II.2.     Los atributos divinos entitativos y operativos

1. Noción de atributos

Atributo es toda propiedad o perfección propia y exclusiva de un ser. Así, todo atributo es una propiedad, pero no toda propiedad es un atributo. Por ejemplo, la risa es un atributo del hombre porque es una propiedad propia y exclusiva de él; pero el «estar vivo» es sólo una propiedad que comparte con otros seres vivos.

Atributo divino es una perfección propia y exclusiva de Dios, que se le atribuye como formando parte de su ser. Pueden ser entitativos si se refieren a su esencia y operativos si son propios de su obrar.

2. Los atributos divinos entitativos

El Concilio Vaticano I dice así: «La Iglesia Católica, Apostólica y Romana cree y confiesa que hay un solo Dios verdadero y vivo, creador y señor del cielo y de la tierra, omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito en entendimiento y voluntad y en toda su perfección; el cual siendo una sola sustancia espiritual, singular, absolutamente simple y de sí, e inefablemente hecho por encima de todo lo que fuera de El mismo existe o puede ser concebido» (DS 3001).

La fe de la Iglesia enseña como dogma de fe, según expone en el texto citado, los siguientes atributos de Dios:

1, la absoluta perfección; 2, la infinitud; 3, la simplicidad; 4, la unicidad; 5, la verdad; 6, la bondad; 7, la inmutabilidad; 8, la eternidad, y 9, la inmensidad y la omnipresencia, que son atributos entitativos. Y 1, el conocimiento o ciencia divina, y 2, la voluntad o el querer divino, que son atributos operativos.

La Revelación tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición enseña en numerosos lugares la existencia de dichos atributos.

La especulación teológica da las razones para explicar dichos atributos.

Todos los atributos entitativos pueden razonarse a partir de Dios como subsistente o acto puro. Acto puro es lo que no admite absolutamente potencia: todo lo que puede ser, ya es; ya está actualizado. En Dios todo existe, no hay nada que le falte, que pueda llegar a tener. No tiene potencia o capacidad para adquirir unas nuevas perfecciones. Dios tiene todas las perfecciones en grado sumo. Dios es la Perfección Absoluta.

Precisamente la capacidad de ser, es decir la capacidad de adquirir un nuevo acto o perfección, es la potencia.

Vamos a argumentar brevemente los atributos entitativos de Dios.

1.  Dios por ser Acto puro es absolutamente perfecto, puesto que la perfección es acto.

2 . Es infinito, porque no tiene potencia que limite al Acto puro.

3. Es simple, porque no puede ser compuesto, ya que toda composición entraña potencia.

4.  Es Uno y Único, pues si hubiera varios dioses en algo se diferenciarían y esto sería algo que el otro no tendría, o sea que estaría en potencia de tenerlo.  Imaginemos que hubiera dos Dios exactamente iguales.  Aunque fueran exactamente iguales, de hecho nunca podría ser así por el simple motivo que son dos.  Podrían, en teoría, tener las mismas absolutas y totales perfecciones pero uno no es el otro, pues, como vamos diciendo son dos.  Lo que hace que uno no sea el otro es el principio de individualización.  Uno es una persona, el otro es otra persona.  Pues bien, a cada uno le faltaría tener lo que tiene el otro y le hace ser persona.  Y al faltarle esa característica personal que tiene el otro, tendría aún la capacidad de llegar a tenerla.  Y tener capacidad de llegar a tener algo es estar en potencia para tenerlo.  Y tener potencia ya no es ser Acto puro; por tanto, no es ser Dios.  Por eso, sólo hay un Uno y Único Dios.

5. y 6. Es la Verdad y la Bondad, porque es causa eficiente de toda verdad y bondad.

Si no fuera causa de todo, habría algo que aún podría tener.  Estaría, respecto a ese algo, en potencia o capacitado de conseguirlo.  Pero como Dios es acto puro, sin potencia, resulta que ya es todo.

7. Es Inmutable, pues todo cambio significa pasar de la potencia al acto y Dios es Acto puro, sin potencia.

8.  Es Eterno, porque es inmutable, porque el tiempo no es otra cosa que la medición de los cambios.  Es decir, del paso de la potencia al acto.  De algo que aún no es a ser existente.

9 . Dios es Inmenso, porque no puede estar limitado por nada, porque esto significaría que está en potencia de superar la limitación; y es omnipresente a todas las criaturas como causa de su ser.

Los atributos se comprenden cuando captamos el hecho de que en Dios no hay potencia.

Todos los cambios no son otra cosa que pasar de la potencia al acto.  De lo que aún no es al ser a lo ya hecho.  Es la diferencia que hay entre «voy a hacer algo» y el «estar hecho».

Para aclarar algunos de los atributos anteriores basta considerar que como en Dios no hay cambios, no hay movimiento, ni la medida para medirlo, que es el tiempo.  Dios es eterno.

Y, también, es Inmenso por el mismo motivo.  Lo contrario significaría que en Dios hay capacidad o potencia para mejorar su mutabilidad y su limitación.  Pero no es así: al ser Acto Puro no hay nada en Dios que esté limitándole como potencia bajo  ningún aspecto.

 

3. El conocimiento o ciencia de Dios

Tanto por el Magisterio de la Iglesia, que le llama a Dios «Dios vivo», como por la Revelación, que muestra igualmente a Dios vivo y la vida de Dios, decimos de Dios, de modo analógico, que tiene las facultades superiores de los seres vivos: la inteligencia y la voluntad.

1. El conocimiento de Dios es infinito (de fe). La fe de la Iglesia afirma que es «infinito en su inteligencia y voluntad» (DS 3001) y la Revelación muestra, al «Dios sapientísimo» (1 Sam 2,3).

El conocimiento o la ciencia de Dios versa sobre distintos objetos. En Dios hay dos ciencias distintas:

2. Por la Ciencia de simple contemplación, Dios se conoce a sí mismo (de fe).

Así lo enseña la Revelación: «El Espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios. Así las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios» (1 Cor 2, 10-12).

Dios conoce su propia esencia y sus perfecciones (quién es). Se conoce inmediatamente, porque es la suma inteligencia y lo máximamente inteligible, por ser espíritu puro. Si lo consideramos, vemos que sólo es posible conocer lo espiritual incluso para los hombres. Aunque el conocimiento humano comienza por los sentidos, las ideas que tenemos son espirituales y no materiales. No tenemos los objetos sensibles en la cabeza, sino una representación espiritual de ellos. Por eso decimos que al ser Dios espíritu puro es máximamente inteligente e inteligible por El mismo.

En Dios, para conocerse a sí mismo, no son necesarios ni posibles, los pasos intermedios que en el hombre se dan desde el conocimiento por los sentidos a las ideas del entendimiento.

3. Por la Ciencia de visión, Dios conoce todas las cosas creadas (de fe).

Dios, al conocerse a sí mismo, conoce en sus infinitas perfecciones todas las posibilidades de las cosas que podrían existir. Estas posibles realidades aún no existen, porque aún no las ha creado. Por tanto, Dios las conoce porque Él es su causa ejemplar; es decir, en Él están todos los ejemplos o posibilidades de las futuras y posibles realidades creadas.

De todas estas infinitas posibilidades, que Dios conoce en sí mismo como causa ejemplar, su voluntad determina crear algunas, y las crea: las hace reales; fuera de sí mismo; es el Universo.

Dios, en este caso en que ha actuado su voluntad creando de la nada el Universo, es causa eficiente (lo ha hecho realidad).

Todas las realidades creadas, tanto las pasadas, las presentes y las futuras, Dios las conoce porque es causa de ellas. Es también causa final, pues si las ha creado es para manifestar su bondad y para que le den gloria.

Desde el punto de vista de la eternidad de Dios no hay, pues, ninguna dificultad para entender que Dios conozca todo lo creado, pues antes de que existiera ya lo conocía y si existen es porque Él ha querido.

Ahora bien, desde el punto de vista de nuestra temporalidad, estamos viviendo en el tiempo, puede haber dificultad para comprender como Dios conoce las cosas futuras.

Para aclarar este tema, hemos de distinguir entre realidades futuras necesarias y realidades futuras contingentes o libres.

Las realidades futuras necesarias son aquellas que se producirán necesariamente, porque dependen de las leyes físicas naturales, también creadas por Dios. Por ejemplo, las que dependen de la ley de la gravedad u otras leyes naturales más complejas, que el hombre conoce parcialmente o aun no ha descubierto. Pensemos que si el conocimiento científico es muy escaso, con facilidad el hombre queda desconcertado frente a ciertos fenómenos naturales y, como no les encuentra explicación, los atribuye a un ser superior. En todas las culturas primitivas abundan ejemplos de lo dicho. Pero a medida que la ciencia progresa se encuentra una explicación natural, e incluso se pueden hacer predicciones sobre lo que sucede.

Repetimos, pues, que todas estas realidades futuras son necesarias, dependen de leyes fijas y, por tanto, Dios que las ha creado conoce perfectamente lo que sucederá.

   4. Dios conoce los futuros libres (de fe)

Los futuros contingentes libres son aquellas realidades que dependen del ejercicio de la libertad y no de causas físicas.

La decisión libre de casarse o no, y otros muchos ejemplos, nos hace comprender que lo que sucederá depende de nuestra libertad.

Dios conoce los futuros contingentes libres, entre otras cosas, porque estaban presentes en su ciencia antes de crear nada y así lo manifiesta la Revelación: «Las obras de todos los hombres están delante de Él y nada se oculta a sus ojos... De un cabo a otro del mundo se extiende su mirada y nada hay desconocido para Él» (Cele 39, 24-25.

Pero continúa en pie la dificultad de entender y unir este conocimiento creador de Dios, desde la eternidad, con la libertad del hombre, que se da en el tiempo.

El Magisterio ha declarado que «todo está desnudo y patente ante sus ojos, aún lo que ha de acontecer por libre acción de las criaturas» (DS 3003).

La razón nos dice que Dios no es sólo el creador de las criaturas, sino también de su libertad. Dios al crear respeta no sólo el ser de las criaturas, sino su modo de actuar.

Diversas escuelas teológicas han profundizado en el doble tema del conocimiento creador de Dios y su compaginación con la libertad del hombre, sin alcanzar resultados positivos. Lutero (15), ante esta doble verdad de fe, negó una de ellas y afirma que el hombre no es libre. La Iglesia Católica mantiene como verdad de fe ambas verdades: la omnipotencia de Dios y la libertad del hombre.

     5. Cómo Dios conoce el mal

Dios no puede conocer el mal, pues es en sí mismo incognoscible, porque es privación de acto. El mal no es más que carencia del bien debido, por esto no se puede decir propiamente que tenga ser o acto.

El mal es carencia (no-es) de un bien debido. El mal no es un acto positivo, sino relativo: falta algo que se debería tener. Por ejemplo, un ciego es una persona que no tiene vista.

Una cosa sólo puede ser conocida cuando está en acto, cuando existe. Por ello Dios no conoce, ni causa el mal por sí mismo. Lo conoce en el bien creado en el cual se opone o falta. Dios no es causa del mal, sino del bien por el cual el mal es conocido, y es conocido Como carencia, no Como algo positivo en sí mismo. En el ejemplo anterior, Dios crea al hombre, que es un ser existente, pero no puede crear el no tener vista, porque es una carencia, que sólo existe en relación al hombre y no a otros seres; por ejemplo, una mesa no tiene vista y no es un mal existente.

4. La voluntad o amor de Dios

Dios tiene voluntad. Quiere. Ama. La voluntad o el querer de Dios tiene las características propias de la divinidad:

1. Es infinita (de fe) y es libre (de fe).

La Revelación enseña que « Yahvé hace cuanto quiere en loS cielos, en la tierra, en el mar y en todos loS abismos» (Sal 134, 6).

2. La voluntad de Dios es la norma suprema de moralidad. La razón de ello es bien clara: es Dios quien ha creado el Universo Con todas sus leyes, tanto las físicas Como la libertad del hombre. Lo moral es poner todos los medios para Conocer, respetar y ordenar estas leyes. Cuando no se hace así se produce el desorden, raíz de la inmoralidad. Innumerables ejemplos confirman esta afirmación. La falta de respeto a las leyes de la naturaleza lleva al desastre ecológico; la falta de respeto a la persona y su dignidad es un atentado a esa misma persona, etc. La moral y la ética se identifican con la naturaleza de las cosas, correctamente entendidas. Sólo lo sobrenatural, por definición, supera lo natural y es, también moral.

3. La voluntad creadora de Dios es la que ha sacado de la nada la creación entera.

Ya hemos explicado como Dios conoce en sí mismo todos los posibles por la ciencia de simple inteligencia y es causa ejemplar. También hemos explicado que por su ciencia de simple visión conoce todo lo que quiere crear y es causa eficiente.

Mediante un decreto o decisión inmutable de su voluntad crea el Universo. La Revelación es bien explícita: «Dios dijo: Haya luz y hubo luz» (Gén 1,3).

En conclusión, la voluntad divina, su querer o amor, es la causa de todo lo creado, de todo el ser.

4. Por su voluntad Dios se ama a sí mismo necesariamente, y ama la creación libremente (de fe).

Que Dios se ame a sí mismo necesariamente es una manifestación de su libre voluntad.

Esto puede parecer contradictorio: que se ame necesariamente y libremente. Pero no es así. Dios no puede, como nosotros, equivocarse al elegir el bien. Su entendimiento le presenta a su voluntad el Sumo Bien, que es El mismo, y necesariamente se ama. Para entenderlo mejor hay que comprender lo que es realmente el ejercicio de la libertad. El hombre, por su libertad, elige el bien que le presenta el entendimiento. Pero puede equivocarse por ignorancia, error, desorden de las pasiones... Por ejemplo, ¡cuántos se equivocan al hacer un negocio! ; pensaban que hacían bien y no fue así: su inteligencia les hizo plantear mallas cosas o su voluntad las ejecutó mal. Y puede pensar y elegir un bien que no es tal, pues le aparta de su fin. En Dios, esto no es posible; no hay en El ninguno de los desórdenes del hombre, por eso elige siempre el auténtico bien, que es El mismo: Bien Supremo. A lo largo de la vida parece que tenemos otros fines -familia, amigos, trabajo, medios materiales etc.- pero son sólo fines inmediatos, todos son medios para otros fines, hasta alcanzar el fin último, que es Dios.

Cuando nosotros elegimos un mal, que se nos presenta como bien, no estamos de hecho ejercitando la libertad. La libertad del hombre es para elegir el mejor bien que nos lleve a nuestro último fin.

Al elegir el mal lo que estamos haciendo es manifestar que somos libres. Algo muy distinto a ejercitar la libertad.

Que Dios ama libremente a las criaturas, ya hemos dicho algo de eso, es evidente.

Las criaturas, antes de ser creadas, no existen y por tanto no pueden exigir a Dios que las ame necesariamente. Tampoco un hijo que no se tiene puede reclamar el amor de sus padres, que aún no lo son.

Las criaturas, una vez creadas, también son amadas libremente por Él. Ha sido Dios quien las ha creado y nada les debe.

Sólo por su sabiduría y bondad las mantiene en su existencia. Porque va contra la sabiduría de Dios, parecería que se hubiera equivocado al crearlas, que se desdijera de su existencia. Lo mismo sucede por su bondad; parecería que también se equivocó al amarlas y llevarlas a la existencia. Los padres cuando tienen hijos, los conocen y los quieren; y si esto no es así, van contra la naturaleza por culpa de su egoísmo u otros motivos. Esto no puede darse en Dios, que es perfecto, sin errores, ignorancia, pasiones, etc.

5. Dios es Omnipotente (de fe).

Dios por ser omnipotente puede causar el ser o la existencia a cualquier ser que determine su voluntad.

-  Lo que no puede hacer Dios es lo contradictorio, porque esto no puede existir de ninguna manera, pues está en contra de la misma esencia de lo que se quisiese hacer. Por ejemplo: la cuadratura de un círculo.

-  También podemos decir que Dios al crear este mundo y no otros diferentes, que también hubiera podido crear, ha querido como limitar su propia Omnipotencia. Y, es conveniente insistir, que lo ha hecho por el amor que tiene a estas criaturas que ha creado y no a otras posibles, entre ellas al hombre. Es decir, a cada uno de nosotros nos ha querido individualmente, aún antes de crearnos. Y porque nos ha amado a cada uno y no a otro que hubiera podido querer, nos ha dado la existencia. Dios te quiere a ti personalmente. Es una maravillosa realidad este amor de Dios por cada una de las criaturas que han existido, existimos y existirán a lo largo de la historia del Universo.

6.  La voluntad divina y la libertad del hombre.

Ya hemos comentado este misterio de nuestra fe. Sólo podemos decir que Dios actúa en las criaturas libres respetando su libertad, que también El ha creado.

7. De cómo la voluntad divina obra por medio de las criaturas libres.

También aquí es fácil comprender cómo la voluntad de Dios ha causado los seres que han sido, son y serán necesariamente.

También aquí, como en el caso de la ciencia divina, es difícil que nosotros podamos comprender cómo Dios causa libremente los seres que sólo serán si así lo deciden libremente los seres racionales. Sólo podemos decir que: cuando Dios quiere que un efecto sobrevenga necesariamente, escoge causas segundas necesarias para su producción. Cuando quiere que el efecto suceda libremente, se vale de causas contingentes o libres. No olvidemos que la acción de la voluntad divina, al recaer sobre la causa segunda, produce no sólo su acción, sino además el modo de la acción libre, en conformidad con la causa en que obra. Dicho de otro modo, Dios es también la causa de la libertad.


 

Notas

(1) Moisés

La Biblia narra que el Patriarca Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Un descendiente de Sem o semita es Abram, que había nacido en Ur de Caldea alrededor del siglo XIX 6 XVII antes de Jesucristo. Abram vive en los inicios de la edad de hierro.

Pero Tare, padre de Abram junto con su esposa Sara, que era estéril, y su nieto Lot, hijo de Aran, hermano de Abram, que había muerto, los sacó de Ur de los Caldeos y llegaron hasta Harán y se establecieron en esta ciudad.

Pero Dios dijo a Abram: {{Sal de tu patria y de la casa de tu padre y ve a la tierra que yo te enseñaré. Yo te haré cabeza de una multitud de naciones».

Abram obedeció. Lot se quedó en el Sur de Palestina, en Indumea y el actual desierto del Negueb. Abram en el norte: Samaria y Galilea.

Estuvo en Egipto. Regresó a Palestina. Estando en su tienda, recibió calurosamente a tres viajeros. Uno de ellos, el que estaba en el centro, le prometió que tendría un hijo. Su mujer Sara, que lo oyó desde dentro de la tienda de campaña se rió. El hijo es Isaac, (risa de Dios). Eran dos ángeles y el mismo Dios.

Abram fue sometido a una terrible prueba por Dios. Le mandó que sacrificara a su propio hijo Isaac. Este, sin saber nada, cargó con la leña hasta el monte Moria. En el último instante, un ángel del Señor Dios detuvo el brazo de Abram, armado ya con el cuchillo y en vez de a Isaac, sacrificó a un carnero que estaba allí mismo con sus cuernos enredados en un zarzal.

El monte Moria está enfrente del Monte Sión. Ambos formaron la explanada del Templo de Jerusalén, convenientemente terraplenado el minúsculo collado que hay entre las dos. En el Monte Sión, los judíos construyeron el Templo, al que se ascendía por una escalinata. En el Monte Moria, los árabes han edificado, siglos después, la Mezquita de Omán sobre la roca desnuda del sacrificio no realizado de Isaac.

Dios por su absoluta obediencia le cambió el nombre de Abram por el de Abraham, padre de muchas naciones.

Abram tuvo de su esclava Agar, antes que a Isaac, otro hijo, Ismael. Cuando nació Isaac ya petición de Sara, se separó de ellos bendiciéndoles y profetizando que sus descendientes serían muy numerosos, poderosos y dueños del desierto. Son los ismaelitas o árabes.

Abraham, padre de nuestra fe judeo-cristiana tuvo dos nietos de Isaac: Esaú y Jacob. Esaú era fuerte, hirsuto y gran cazador. Jacob, su gemelo, era lampiño y pastor.

Rebeca, su madre, prefería a Jacob. Esaú, después de una cacería, llegó a casa hambriento y le dijo a su gemelo Jacob: «Te vendo mi primogenitura a cambio del plato de menestra roja que estás comiendo» (un plato de lentejas). Jacob se lo dio.

Años después, el anciano Isaac, próximo a la muerte, quiso bendecir a sus hijos. Esaú había ido a cazar por indicación de su padre. Rebeca aprovechó su ausencia, cocinó un cordero como si fuera una pieza de caza; vistió a su hijo Jacob con pieles, para que Isaac, ciego, al tocarlo creyera que era su hijo Esaú y lo bendijera como primogénito. Isaac se dejó engañar, y aunque le dijo hueles y hablas como Esaú, lo bendijo haciéndole primogénito del futuro pueblo elegido por Dios.

Al regresar Esaú, indignado, fue bendecido por su padre que le dijo: ya no tengo la bendición de la primogenitura pero tú serás padre de un gran pueblo. Y así fue. Esaú es el padre de los idumeos, a cuya familia perteneció Herodes el Grande.

Jacob lleno de miedo huyó de su casa. Estuvo 28 años fuera. Se casó con Raquel y Lía y sus dos esclavas y tuvo 12 hijos: De Lía: Rubén, el primogénito, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón; de Raquel: José y Benjamín; de Bala, esclava de Raquel: Dan y Neftalí; de Zelfa- esclava de Lía-: Gad y Aser. Nacieron en Paddán y Aram. Son los 12 patriarcas o padres de las 12 tribus de Israel.

Jacob regresó a su tierra. Pero tenía miedo de su hermano Esaú. Antes de pasar el río, estuvo toda la noche luchando en su intimidad con Dios, y, al final, obedeció a Dios y venció su miedo de regresar. Dios le cambió el nombre y le llamó, desde esta noche, Israel. «Ha luchado con Dios, victorioso», es lo que significa Israel.

Israel tenía un hijo favorito: José. Le distinguía vistiéndole con una túnica preciosa de hilo, bordada y de anchas mangas. Un día, envió a José a enterarse de como estaban de salud sus hermanos. José los encontró con sus rebaños. Ellos decidieron por envidia matarlo. Rubén se opuso y, al final, lo vendieron a una caravana de ismaelitas por 20 monedas de plata; unos 500 dólares.

Esclavo en Egipto en casa de Putifar, sufrió la cárcel durante muchos años acusado por la mujer de ese, despechada en sus amores por José, que no le hizo caso.

A través de una serie de circunstancias providenciales, desentrañó el sueño del faraón acerca de siete vacas gordas y siete vacas flacas que se comían a las gordas y fue nombrado intendente general de Egipto.

Cuando llegó la hambruna a Oriente Medio, las siete vacas flacas, Israel envió a sus 10 hijos a comprar comida a Egipto. El faraón había dictado la orden para este tipo de peticiones de «Ite ad Joseph» (id a José). Así lo hicieron los 10 patriarcas. José les reconoció, ellos no. José lleno de emoción, se retiró a llorar a su habitación y, luego, les pidió, sin darse a conocer, que en prueba de su buena fe y de que pagarían, trajeran en el próximo viaje al hermano pequeño: Benjamín.

Así lo hicieron, a pesar de la resistencia de Israel o Jacob. José, mediante una estratagema se quedó como prisionero a Benjamín. Judá se ofreció a quedarse por él. José ya no pudo aguantar más y les reveló quién era. Todos los hermanos se abrazaron llorando de emoción.

Es una de las historias más bellas y emotivas del Antiguo Testamento.

José, porque continuaba el hambre, pidió a su padre y hermanos que subieran a instalarse en Egipto, y así lo hicieron: eran 82 personas.

A Judá por su rasgo de generosidad, Israel le bendijo al acercarse el momento de su muerte: «No pasará el cetro de Judá hasta que tenga que venir el deseado de todas las naciones». Y así fue. Todos los reyes de Judá fueron de su tribu, excepto el primero, Saúl, que era de la tribu de Benjamín, como San Pablo. El primer rey idumeo, descendiente de Esaú, fue Herodes y bajo su reinado nació Jesucristo, el Hijo de David, de la tribu de Judá.

En Egipto, aquellos 82 semitas, estuvieron 400 años y se multiplicaron hasta formar el pueblo hebreo. Un faraón (¿Ramsés II?) que ya no conocía a José, los convirtió en esclavos y mandó matar a todos los niños. Uno de ellos, Moisés (salvado de las aguas) por la hija del faraón, por orden de Dios sacó al pueblo elegido de Egipto (¿época de las grandes migraciones de los pueblos del mar?) y los condujo hasta la entrada de Palestina, que conquistó Josué.

Josué, siguiendo las indicaciones de Moisés, repartió Palestina entre las 12 tribus de Israel (siglos XIV ó XII a. J.C.).

A la muerte del rey Salomón, año 931 a. J.C., Palestina se dividió en dos reinos. El reino del Norte fue destruido el año 722 a. J.C. por el asirio Sargón II y sus habitantes deportados a Nínive. Al reino del Sur o de Judá, lo conquistó Nabucodonosor el año 587 a. J.C. y sus habitantes deportados a Babilonia.

El rey Ciro, el año 538 a. J.C., los dejó volver a su tierra. Los Sumos Sacerdotes Zorobabel, Nehemías y Esdrás reconstruyeron el Templo.

(2) Concilio Vaticano II

Los Concilios Ecuménicos son Asambleas de todos los Obispos y de determinadas personas investidas de jurisdicción que, convocadas y presididas por el Sumo Pontífice, sucesor de San Pedro como Obispo de Roma, dictan resoluciones. Esas resoluciones sobre fe, moral y disciplina eclesiásticas para que tengan valor para la Iglesia Católica o Universal deben ser aprobadas por el Papa, cabeza por designación de Jesucristo de todo el Colegio Episcopal: es el Primado de Pedro que narra San Mateo en su Evangelio (Mt 16, 13-18) y San Juan confirma (Jn 21,15-17).

Conviene distinguir los Concilios Ecuménicos de los Concilios provinciales, sínodos particulares, sínodos universales, etc., que han sido convocados por un Obispo para su Diócesis, por un Arzobispo metropolitano para sus Diócesis sufragáneas o por el mismo Papa pero al que sólo asisten algunos Obispos y otras personas.

Tabla cronológica

Dejando sin contar el Concilio de Jerusalén, que tuvo lugar probablemente el año 49 ó 50, presidido por San Pedro, en el que intervino Santiago el Menor, y fue convocado a instancias de San Pablo y San Bernabé, se han celebrado en la Iglesia Católica y Apostólica 21 Concilios Ecuménicos.

En el de Jerusalén se trató de la conversión de los judíos y gentiles al cristianismo. Se definió que la ley de Moisés, tal como está en el Antiguo Testamento, no obligaba a los cristianos, pues la nueva ley del Evangelio la substituía, pues amplía y supera la del Antiguo.

1. Primer concilio de Nicea ( 325 ): Profesión de fe de Nicea contra Arrio: consubstancialidad del Hijo con el Padre.

2. Primer concilio de Constantinopla (381): Símbolo Niceno Constantinopolitano: divinidad del Espíritu Santo.

3. Concilio de Éfeso (431 ): Maternidad divina de María contra Nestorio.

4. Concilio de Calcedonia ( 451 ): Dos naturalezas en una persona de Cristo.

5. Segundo concilio de Constantinopla ( 553 ): Condenación de los tres capítulos de los nestorianos.

6. Tercer concilio de Constantinopla (680-681 ): Condenación del monotelismo en Cristo; la cuestión de Honorio.

7. Segundo concilio de Nicea (787): Significado y licitud del culto de las imágenes.

8. Cuarto concilio de Constantinopla (869-870): Liquidación del cisma de Focio.

9. Primer concilio de Letrán ( 1123 ): Confirmación del Concordato de Worms.

lO. Segundo concilio de Letrán ( 1139 ): Cisma de Anacleto II.

11. Tercer concilio de Letrán ( 1179 ): Mayoría de dos tercios para la elección papal.

12. Cuarto concilio de Letrán ( 1215 ): Profesión de fe contra los cátaros;

transubstanciación eucarística; confesión y comunión anual.

13. Primer concilio de Lyón (1245): Deposición del emperador Federico II.

14. Segundo concilio de Lyón ( 1274): Estatuto del cónclave, unión de los griegos,

cruzada.

15. Concilio de Viena (1311-1312): Supresión de los templarios. Cuestión de la pobreza de los franciscanos. Decretos de reforma.

16. Concilio de Constanza 1414-1418: Composición del gran Cisma de Occidente, resignación del Papa romano, Gregorio XII; deposición del Papa conciliar, Juan XXIII, y del aviñonés, Benedicto XIII. Elección de Martín V el11 de noviembre de 1417. Condenación de Juan Hus. Decreto «Sacrosancta»; supremacía del concilio sobre el Papa; decreto «Frequens» sobre la periodicidad de los concilios. Concordatos con las cinco naciones conciliares.

17. Concilio de Basilea-Ferrara-Florencia (1431-1442): Unión con los griegos el6 de julio de 1439, con los armenios el 22 de noviembre de 1439, con los jacobitas el4 de febrero de 1442. Desplazamiento a Roma el 25 de abril de 1442.

18. Quinto concilio de Letrán (1512-1517): Contra el concilio cismático de Pisa. Sobre la inmortalidad del alma. Decretos de reforma.

19. Concilio de Trento ( 1545-1563 ): Doctrina sobre la Escritura y la Tradición, pecado original y justificación, sacramentos y sacrificio de la Misa, culto de los santos. Decretos de reforma.

20. Concilio Vaticano I ( 1869-1870): Definición de la doctrina sobre la fe católica y sobre el primado, y de la infalibilidad pontificia.

21. Concilio Vaticano II ( 1962-1965): Doctrina sobre la Iglesia y de lo que debe hacer la Iglesia.

( 3) San Anselmo de Canterbury: 21 de abril

Nació el año 1033 en Aosta, en la región del Piamonte (Italia). Ingresó en la Orden de San Benito (benedictinos, como los de Montserrat) en el Monasterio de Le Bec (Francia). Se trasladó a Inglaterra y allí fue elegido arzobispo de Canterbury. Participó en el concilio particular de Bari, del cual conocemos muy poco. Al llegar San Anselmo al concilio, la Asamblea le aclamó como «luminaria de la Iglesia». Se sentó a los pies del Papa y estuvo hablando de la fe católica hasta el amanecer. Murió el año 1109.

(4) Renné Descartes

Renné Descartes nació en la Raye, en la Turena (Francia), en 1596, de una  familia noble. De los 8 a los 16 años estudió en el colegio de La Fleche, una de las más renombradas escuelas de Europa. De 1613 a 1617 estudió en París. Obtiene la licenciatura en derecho. No ejerce «y no resolviéndome a no buscar más ciencia que la que se pudiera encontrar en mi mismo, o bien en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos, en frecuentar el trato con gentes de diversos humores» (Discurso del método). La reina Cristina de Suecia, que luego se convirtió al catolicismo y murió en Roma, le invitó a darle clases de filosofía. Descartes, murió cristianamente el 11 de febrero de 1650 en Estocolmo. Sus argumentos ontológicos, son tres, pero en síntesis, dicen así: «Si yo siendo finito, tengo idea de lo infinito es que el ser infinito existe: Dios existe».

(5) Leibniz

Godofredo Guillermo Leibniz nace en 1646 en Leipzig. Con una sólida y profunda formación metafísica y matemática escribe a los 17 años De principio individuo, donde ya está el «leitmotiv}} de toda su filosofía y posterior cálculo infinitesimal. Muy conocido y apreciado en su tiempo, murió en 1716 solo y despreciado por la Corte Imperial y con casi toda su obra dispersa y sin editar. Su argumento ontológico es igual al de Descartes y San Anselmo. «Si yo ser finito tengo la idea del número infinito, es que existe el Infinito», o sea Dios.

(6) Apóstoles

Jesucristo eligió entre sus discípulos a 12 hombres que llamó Apóstoles o enviados para predicar el Evangelio por todo el mundo y para que fueran testigos de su vida pública, especialmente de su Resurrección.

Fue así: «Aconteció por aquellos días que salió él hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando llegó el día llamó a sí a los discípulos y escogió 12 de ellos, a quienes dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quién puso también el nombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé, Mateo y Tomás, Santiago el de Alfeo y Simón llamado el Celador, Judas de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor (Lc 6, 12-16).

San Pedro

Era pescador y posiblemente presidente de la cofradía de pescadores de Cafarnaun, al Norte del lago de Genesaret. Estaba casado y su hija Santa Prisca tiene una espléndida iglesia paleocristiana en el Aventino, sobre la casa que habitó con su padre.

Es la roca o fundamento de la Iglesia. Se llamaba Simón Bar Jona, Simón hijo de Jonás. Jesucristo le cambió el nombre por Kephas, en griego roca, piedra o Pedro. Es el único nombre de Apóstol que ha perdurado. Era y es costumbre, que al asumir un nuevo e importante cambio en la vida, se cambie de nombre para significar el nuevo estado. Así, David, duque de Windsor se llamó Eduardo VIII de Inglaterra; Karol Wojtila se llama Juan Pablo II.

Preside como Sumo Pontífice la primitiva Iglesia de Jesuralén. Es él quien pronuncia el primer discurso el día de Pentecostés, a los pocos minutos de que la Iglesia ha comenzado su caminar histórico. Era alrededor de las 9 de la mañana del año 33.

Hizo el primer milagro; con San Juan fue a Samaria a administrar el Sacramento de la Confirmación; había elegido a San Matías Apóstol en substitución de Judas, el traidor; convirtió al primer gentil, Cornelio ya toda su familia a los que bautizó; presidió el Concilio de Jerusalén...

Fue el primer Obispo de Jerusalén y Antioquía. Después fue Obispo de Roma. Allí murió mártir el año 62, condenado por el emperador Nerón. Murió colgado de la cruz como su maestro, Jesucristo.

Debió pedir que lo hicieran cabeza abajo, pues no se sentía digno de morir igual que el Señor. Fue en los «huertos de la colina Vaticana», propiedad de Nerón. El lugar exacto de este jardín está debajo de la actual Dataría Apostólica. Fue enterrado a pocos pasos de allí, en la misma colina Vaticana, junto a la parte inferior de un margen, que luego fue rebozado con argamasa y pintado de rojo romano.

Sobre la colina Vaticana y sus jardines o huertos se levanta hoy día, los bellísimos edificios renacentistas del Estado Vaticano. Su tumba está justo debajo del altar de la Confesión o testimonio o martirio de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Una hendidura en el suelo, comunica directamente con su tumba, desde hace dos milenios.

El año 1948 se excavó todo el subsuelo del Vaticano y, hoy día, tenemos a la vista en las catacumbas Vaticanas, el muro rojo, su tumba y sus huesos. Son huesos del siglo I, robustos, se nota de ellos las aristas sobresalientes donde se insertaron los fuertes tendones y músculos del fornido y fuerte pescador. Recordar que arrastró una red llena de 153 peces grandes hasta los pies de Cristo: más de 100 kilos.

San Andrés, Apóstol: 30 de noviembre

Fue uno de los dos primeros discípulos y Apóstoles de Jesús. Junto con San Juan Apóstol un día, al filo de las 4 de la tarde, estaban con su maestro, Juan el Bautista. Este señalando a Jesucristo les dijo: «He aquí el cordero de Dios». Andrés y Juan fueron detrás de Jesús. Este se paró para responder a la pregunta que le hizo Andrés: «Maestro, donde vives». Jesús les dijo: «Venid y veréis». y siguiéndole pasaron con él toda la tarde.

A última hora del día, Andrés encontró a su hermano Simón y le dijo: «Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo». Le condujo a Jesús que, fijando en él la vista, dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tu serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro» (Jn 1,36-42).

Sabemos por los evangelistas que era discreto, servicial y de confianza. San Andrés evangelizó, la Setia y la Tracia. Fue crucificado en Patrás de Grecia.

En honor de San Andrés y su cruz en forma de aspa, ésta se conserva, entre otros muchos sitios, en la bandera del Reino Unido, en la «Commenwelth», en Navarra, en Euskadi, etc. .

San Santiago el Mayor: 25 de julio

Es uno de los tres discípulos preferidos de Jesucristo, junto con San Pedro y San Juan. Entre otros detalles, le acompañaron en el monte Tabor el día de su Transfiguración y estuvieron muy cerca, «como a un tiro de piedra», unos 20 metros, en el Huerto de los Olivos, la noche del jueves Santo, momentos antes de su prendimiento y consiguiente pasión y muerte. El mismo Jesús se lo había pedido. Pero ellos, por tres veces se durmieron, pues estaban cansados y llenos de miedo. Jesucristo los amonestó cariñosamente esta noche triste, diciéndoles: «No habéis podido rezar una hora conmigo, orad y velad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto pero la carne es flaca». La tercera vez, añadió: «Levantaos, ha llegado la hora», y pocos segundos después, Judas le besó diciéndole: «Maestro» (cfr. Mt 26,36-46), y culminó nuestra Redención muriendo en la Cruz.

Evangelizó Judea. Su prestigio era enorme. Por eso, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, el que hizo matar, entre otros muchos a su hijo mayor ya su mujer, ya los 16 o más niños de Belén y sus alrededores, instigado por los principales de los jefes judíos, lo hizo decapitar por la espada el año 42, en Jerusalén. Fue el primer Apóstol mártir o testigo, que es lo que significa en griego martyr, de su maestro Jesucristo, Nuestro Señor.

Cuando en la primavera del año 70, Tito Flavio Vespasiano iba a cercar Jerusalén, los cristianos que habían sido advertidos proféticamente por Jesucristo (cfr Mt 25, 36-41) cogieron los restos de Santiago el Mayor y huyeron por la «ruta marítima del estaño fenicio»: Tarsis (Andalucía), Galicia, Normandía y las Islas (Gran Bretaña). Esta ruta era muy conocida en la antigüedad. Incluso, el Antiguo Testamento la describe en múltiples pasajes.

Un puerto importante es el de La Coruña, cerca de Flavia Liria, actual Santiago de Compostela. Allí, nuestros primeros cristianos depositaron en un sepulcro romano, el cuerpo de Santiago el Mayor. A finales del siglo XIX se excavó el subsuelo de la monumental catedral románica del obispo Gelmírez, la actual; y se encontró el sepulcro romano y los restos del Apóstol. Por tradición, desde los comienzos del siglo II, se decía que en la catedral de Pistoya (Italia) había un trocito del cráneo de Santiago el Mayor. Al cráneo de Santiago le falta un trocito que coincide exactamente, punto por punto, con el trocito de Pistoya. León XIII, declaró en una Bula, que es un hecho que Santiago el Mayor está enterrado en la catedral de Santiago de Compostela.

San Juan Apóstol y Evangelista: 27 de diciembre

Es el Apóstol más joven de Jesucristo. Cuando el Señor le llamó tenía entre 14 y 15 años. Lógicamente, no estaba casado y no se casó. Jesucristo lo llamó al mismo tiempo que a Andrés, en Betsaida, al sur del río Jordán. Es hermano pequeño de San Santiago el Mayor. Por su carácter enérgico, el Señor les llama los «hijos del trueno». Es, junto con Lázaro, una de las dos únicas personas de las que dice explícitamente el Evangelio que «Jesús les amaba». Jesucristo, desde la Cruz, le dijo, indicando a la Virgen María: «He ahí a tu madre». y desde aquel momento la recibió en su casa. Vivió con Santa María en Jerusalén donde probablemente murió o se durmió la Virgen y fue Asunta a los Cielos en cuerpo y alma, según creemos todos los católicos y ortodoxos.

En Éfeso, Iglesia fundada por San Pablo, fue Obispo. Tuvo muchos discípulos; los más famosos son San Policarpo de Esmirna y Papías de Hierápolis.

Bajo el Imperio de Domiciano fue conducido a Roma. Tertuliano dice que allí fue condenado a morir dentro de una caldera de aceite hirviendo, pero salió ileso milagrosamente de ella. El lugar fue delante de la Puerta Latina, Puerta de las murallas de Roma en la que empieza la Vía Latina, que lleva al Lacio o provincia de Roma. Hoy día, allí se levanta la catedral del obispo de Roma, San Juan de Letrán o más correctamente San Juan ante Portam Latinam, primera, en categoría, Iglesia de la cristiandad. La catedral de Roma es San Juan de Letrán. El Vaticano es simplemente donde vive el Santo Padre. Hasta 1870 vivió oficialmente en el palacio del Quirinal, hoy día residencia oficial del presidente de la República de Italia.

San Juan, por orden de Domiciano, fue desterrado a la isla de Patmos. Allí, escribió el único libro profético del Nuevo Testamento: el Apocalípsis. A la muerte de Domiciano volvió a Éfeso. Cuando tenía alrededor de 100 años escribió su Evangelio para completar lo que faltaba en los otros tres; y para salir al paso de las herejías de los docetas y de los primeros gnósticos, los que sólo creen en la razón y quieren explicar la fe partiendo sólo de la ciencia (gnosis, significa conocimiento). Por eso, San Juan dice que ha escrito su Evangelio «para que creáis en Jesucristo, al que vimos, palparon nuestras manos y comieron con él... y creyendo alcancéis la vida eterna». Escribió, además 3 cartas que son reveladas. Muy anciano, repetía constantemente: «Filioli mei, dilígite» (Hijitos míos, amaos). Murió alrededor del año 104.

San Felipe: 3 de mayo

Era amigo de Pedro y Andrés, de Santiago el Mayor y de Juan. Eran del mismo pueblo: Betsaida, a orillas del mar de Tiberiades o lago de Genesaret. Al día siguiente de la llamada de Pedro, Andrés, Juan y Santiago, Jesús le dijo: «Sígueme», y así lo hizo. Era del grupo de los discípulos galileos de Juan el Bautista. Por pequeños detalles que narran los Evangelios, Felipe debía tener, además de pescador, un pequeño comercio. De hecho, es a él a quien se dirige el Señor en la primera multiplicación de los panes. Y, él rápidamente calcula el costo del pan de cebada para 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños. Contestó a Jesucristo, sobre la marcha: «Señor, doscientos denarios no bastarían para dar de comer un poco de pan». Si lo calculáis, veréis que sus números son exactos. Un denario es lo que ganaba un jornalero al día. También, aparece relacionado con un grupo de griegos «deseosos de conocer a Jesús» y, aún hoy día, los griegos saben de comercio.

Predicó por Tracia (Asia Menor) y Escitia (al norte del Mar Negro).

Fue obispo de Hierápolis. Murió mártir, colgado de una cruz cabeza abajo. Lo remataron partiéndole el cráneo a golpes de piedra. Está enterrado junto con Santiago el Menor, en la iglesia de los Santos Apóstoles de Roma, que tiene el mayor altar de la ciudad papal.

San Bartolomé: 24 de agosto

San Bartolomé había nacido en Caná de Galilea, aldea muy próxima a Nazaret. Era amigo de Felipe de Betsaida, que fue quién lo presentó a Jesús de Nazaret. La escena la narra San Juan: «Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquél de quién escribió Moisés en la ley y los profetas, a Jesús, hijo de José de Nazaret. Díjole Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Díjole Felipe: Ven y verás» (Jn 1,43-46). Jesús, acto seguido, dice de él: «He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez ni engaño». Posiblemente era también comerciante como Felipe, y de ahí que se conocieran y fueran amigos.

Natanael, como casi todos los judíos, tenía también un nombre gentil, Bartolomé, y así, se le conoce. Predicó en Arabia. Murió mártir. Fue despellejado vivo. La gran palangana en que sus verdugos pusieron su piel, estaba en la iglesia de la isla Tiberina en el río Tíber de Roma. Pablo VI la regaló a la Iglesia Ortodoxa.

San Mateo Apóstol y Evangelista: 21 septiembre

Mateo o Leví era recaudador de impuestos a cargo del imperio Romano en Cafarnaun. Un día, «pasando Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio, de nombre Mateo, y le dijo: Sígueme, y él, levantándose le siguió» (Mt 9,9).

San Mateo evangelizó primero Palestina, luego Persia, actuales Irak e Irán, Annenia, Afganistán, etc., y finalmente Abisinia. Escribió en su etapa de Palestina su espléndido Evangelio. Murió mártir en Abisinia. No se conocen deta1les.

San Tomás Apóstol: 3 de julio

Fue Apóstol. Desconocemos cual fue el momento de su primer encuentro con Jesucristo.

Su carácter está muy bien descrito en los Evangelios. Era realista, tozudo y valiente. No cree en la Resurrección del Maestro, a pesar de que todos los otros Apóstoles, Santas mujeres y discípulos de Emaús le dicen que es cierto, que lo han visto y comido con ellos.

Realista y tozudo les dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré. Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas y puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros, luego dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Respondió Tomás y dijo: Señor mío y Dios mío. Jesús le dijo: Porque me has visto has creído, dichosos los que sin ver creyeron» (Jn 20,25-29).

Como valiente, cuando el Señor regresa del desierto de Efraim -al sureste del mar Muerto- a Betania, «los discípulos le dijeron: Rabí, los judíos te buscan para apedrearte, ¿y vas de nuevo allá? , -sólo estuvo de acuerdo un Apóstol- Tomás, llamado Dídino que dijo a los compañeros: Vamos también nosotros a morir con E1» (Jn 11, 8-16).

Tomás y Dídimo significan lo mismo: gemelo, en arameo y en griego. Tenía pues, un hermano gemelo.

Evangelizó la India, cerca del actual Madrás, donde aún existe una comunidad cristiana y católica, obedientes a Roma, los «cristianos de Santo Tomás». Sabemos que murió mártir en la India, pero desconocemos detalles.

San Santiago el de Alfeo o Santiago el Menor: 3 de mayo

Era «hermano» o sea, pariente del Señor. Hijo de Simón Alfeo y de María Cleofás, una de las mujeres que estuvo en el Calvario. Su madre ayudaba a Jesucristo ya sus Apóstoles y le siguió siempre por los caminos de Palestina.

Estuvo en el Concilio de Jerusalén. Fue él, el que nos dijo cada uno de nosotros: «gentiles convertidos al cristianismo, que os abstengáis de las carnes inmoladas a los ídolos, de sangre y de lo ahogado, y de la fornicación, de lo cual haréis bien en guardar salud» (Hech 15, 29).

Era muy piadoso, dedicado a la oración. De temperamento muy dulce y conciliador. Por su manera de ser pacífica y devota, convirtió a muchos judíos y gracias a él una «numerosa muchedumbre de sacerdotes se sometía a la fe». (Hech 6,7). Nos ha dejado una carta católica revelada. Años después San Pablo dictó la carta a los hebreos explicando a esos sacerdotes del Antiguo Testamento, convertidos al cristianismo, la diferencia, entre el sacerdocio de Aarón perecedero y el eterno sacerdocio de Melquisedec o de Jesucristo.

Los príncipes de los sacerdotes por envidia, arrojaron a Santiago el Menor desde una almena del templo y, luego, le rompieron la cabeza a pedradas, el año 62, por orden del sumo sacerdote Anano II.

San Simón, Apóstol: 28 de octubre

San Simón era hermano de Santiago el Menor. Por tanto, hijo de Simón de Cleofás y María de Alfeo, sobrino de San José y primo de Jesucristo.

A Simón, le apellidaban Zelotes, quizá por haber pertenecido antiguamente al partido nacionalista de los zelotes que luchaban contra el yugo romano en Palestina. Esto explica que los Apóstoles dijeran a Jesucristo que «aquí hay dos espadas» (Lc 22, 38) en el último momento antes de salir del Cenáculo en previsión de lo que va a suceder poco después en el Huerto de los olivos o Getsemaní cuando prendieron a Jesús.

Evangelizó Armenia y Persia. Sufrió el martirio el año 47 en la ciudad de Suanir. El año 1605 sus restos fueron trasladados a la Basílica Vaticana y se colocaron en un altar.

San Judas de Santiago, Apóstol

Por parte de madre, María de Santiago, era sobrino de la Virgen María, y por tanto, pariente del Señor, primo de San Simón Zelotes. Junto a San Simón fueron a predicar a Armenia y Persia. Ambos sufrieron martirio en Suanir, el año 47. y los dos están enterrados en la Basílica Vaticana.

En la última cena, Judas de Santiago o lo que es lo mismo Judas Tadeo, nombre de su padre, intervino en el discurso sacerdotal de Cristo. Cuando el Señor estaba enseñando «el que me ama a mí, será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él. Díjole Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué ha sucedido para que hayas de manifestarte a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada. El que no me ama, no guardará mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre, que me ha enviado. Os he dicho estas cosas mientras permanezco entre vosotros; pero el abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará no mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 22-26).

El Emperador Domiciano al fin de su reinado, año 95, cuando arreciaba la persecución que él mismo había desencadenado, hizo traer desde el Oriente, para comparecer ante sí, a dos nietos del Apóstol San Judas Tadeo. Domiciano pudo darse cuenta por sí mismo de que estos dos sencillos judíos-cristianos no podían constituir un peligro para el Imperio y ordenó suspender la persecución. El historiador Hegesipo, de quien Eusebio de Cesarea toma los hechos que acabamos de referir, dice que Domiciano se impresionó por el lenguaje sencillo y valiente de estos dos hombres sencillos.

En Estados Unidos hay mucha devoción a San Judas Tadeo. Iglesias, hospitales, colegios, etc., llevan su nombre.

Judas Iscariote

Judas el Iscariote, fue el Apóstol traidor. Vendió a Jesucristo por 30 denarios de plata, unos 700 dólares. Entregó al Señor, dándole un beso y llamándole Maestro. Jesús hasta este último momento intentó salvarle y le llamó amigo. Amargado por haber entregado al inocente, devolvió las monedas y las tiró en el Templo. Con ellas compraron un campo al Alfarero, el Halcedama o Campo de la Sangre, para hacer un cementerio para enterrar a los extranjeros, como ya ha habían profetizado Jeremías (32, 26 ss) y Zacarías (11, 12 ss), profetas del Antiguo Testamento «y se ahorcó» (cfr. Mt 26,27).

Puede ser que se le llame Iscariote por dos motivos. Porque era comerciante en el pueblo de Cariot o porque era de la secta de los sicarios, que defendieron la fortaleza Masada, último reducto judío, frente a los romanos, durante meses, después de la destrucción del reino de Israel.

San Pablo: 25 de enero

Saulo había nacido en Tarso. De familia acomodada; estudió en Jerusalén con el rabino Gamaliel.

San Lucas, su «querido médico», discípulo suyo y Evangelista nos cuenta su conversión:

«Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se llegó al sumo sacerdote, pidiéndole cartas de recomendación para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si allí hallaba quienes siguiesen este camino, hombres o mujeres, los llevase atados a Jerusalén. Cuando estaba de camino, sucedió que, al acercarse a Damasco, se vio de repente rodeado de una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una voz que decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él contestó: ¿Quién eres, Señor? y Él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer. Los hombres que le acompañaban quedaron atónitos oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó de tierra, y con los ojos abiertos, nada veía. Lleváronle de la mano y le introdujeron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber.

»Había en Damasco un discípulo de nombre Ananías, a quien dijo el Señor en visión: ¡Ananías! Él contestó: Heme aquí, Señor. Y el Señor a él: Levántate y vete a la calle llamada Recta y busca en casa de Judas a Saulo de Tarso, que está orando. Vio Saulo en visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que recobrase la vista. y contestó Ananías: Señor, he oído a muchos de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén y viene aquí con poder de los príncipes de los sacerdotes para prender a cuantos invocan tu nombre. Pero el Señor le dijo: Ve, porque es éste para mí vaso de elección, para que lleve mi nombre ante las naciones y los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto habrá de padecer por mi nombre.

»Fue Ananías y entró en la casa, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al punto se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista, y levantándose, fue bautizado, tomó alimento y se repuso. Pasó algunos días con los discípulos de Damasco, y luego se dio a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios; y cuantos le oían quedaban fuera de sí, diciendo: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía a cuantos invocaban este nombre, y que a esto venía aquí, para llevarlos atados a los sumos sacerdotes? Pero Saulo cobraba cada día más fuerzas y confundía a los judíos de Damasco, demostrando que éste es el Mesías. Pasados bastantes días, resolvieron los judíos matarle; pero su resolución fue conocida de Saulo. Día y noche guardaban las puertas para darle muerte; pero los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por la muralla descolgándole en una espuerta. Llegado que hubo a Jerusalén, quiso unirse a los discípulos, pero todos le temían, no creyendo que fuese discípulo. Tomóle entonces Bernabé y le condujo a los apóstoles a quienes contó cómo en el camino había visto al Señor, que le había hablado y cómo en Damasco "había predicado valientemente el nombre de Jesús. Estaba con ellos, yendo y viniendo dentro de Jerusalén, predicando con valor el nombre del Señor. y hablando y disputando con los helenistas, que intentaron quitarle la vida; pero sabiendo esto los hermanos, le llevaron a Cesárea y de allí le enviaron a Tarso» (Mt 9, 1-30).

Ya antes se había significado en el martirio de San Esteban: «Los testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo; y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: Señor, no le imputes este pecado. y diciendo esto se durmió. Saulo aprobaba su muerte» (Hech 7, 58-60).

Saulo no conoció a Jesucristo mientras vivió entre nosotros. Cambió de nombre y tomó el de Pablo, nombre de un notable romano al que convirtió: Sergio Paulo. Hizo 4 largos viajes por toda el Asia menor y Europa: unos 14.000 kilómetros. Fue hecho prisionero en Jerusalén. Apeló al César, derecho de todo ciudadano romano y San Pablo lo era. y, llevado a Roma, salió libre de las acusaciones el año 62. El año 67, de nuevo detenido, fue decapitado por espada -la muerte reservada a los ciudadanos romanos- cerca del lugar donde hoy se levanta la Basílica de San Pablo extramuros. Su cabeza junto con la de San Pedro, está encima del cimborio de San Juan de Letrán.

Escribió 14 cartas canónicas. Nadie deja de reconocerle que es un punto de referencia para comprender la historia de Occidente. Su vida está narrada en los hechos de los Apóstoles y en los apuntes autobiográficos de todas sus cartas.

( 7) Listra

Ciudad de Grecia. San Pablo dirigió un famoso discurso dirigido a todas las naciones.

(8) Areópago de Atenas

Es la plaza de Atenas. En ella. habían hablado, Sócrates. Platón. Aristóteles. Termistócles. Alejandro Magno, etc.

(9) San Juan Damasceno: 4 de diciembre

Nació en Damasco, en la segunda mitad del siglo VII, de familia cristiana. Ingresó en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén y recibió la ordenación sacerdotal. Escribió tratados de teología, principalmente contra los herejes iconoclastas o destructores de imágenes, llamados así porque pensaban que hacer y venerar imágenes de Jesucristo y la Virgen y los Santos, era como venerar ídolos. Murió a mediados del siglo VIII.

(10) San Pío X: 21 de agosto

            Giussepe Sarto nació en la aldea de Piere, situada en la región de Venecia, en el año 1835. Primero fue vicario, luego párroco, después bibliotecario de un seminario, más adelante rector del mismo seminario, más tarde obispo de Mantua y luego patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido Sumo pontífice y tomó el nombre de Pío X. Adoptó como lema de su pontificado: instaurare omnia in Cristo (restaurar todo en Cristo), consigna por la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también contra los errores doctrinales que en ella se infiltraban, especialmente el modernismo o racionalismo criticista kantiano católico. Murió de pena, al no poder evitar la primera guerra mundial, el día 20 de agosto del año 1914.

Juramento antimodernista

Pío X, el día 1 de septiembre de 1910, decretó por el Motu propio Sacrorum antistitum, que quiere decir por su propia autoridad como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el conocido juramento contra los errores del modernismo, que todos los profesores católicos, que enseñan oficialmente en nombre de la Iglesia, es decir que tienen oficialmente el munus docendi o facultad de enseñar dado por la jerarquía de la iglesia, deben hacer. El munus docendi se retira también oficialmente a los profesores que en sus enseñanzas se apartan de la fe y costumbres de la Iglesia Católica (cfr. DS 3537-3550).

Henricus Denzinger, alemán, publicó el año 1854, «Enchiridion symbolorum, definitionum el declarationum de rebus fideis et morum», que es un compendio de toda la doctrina de la Iglesia desde el primer símbolo primitivo egipcio escrito entre los años 150-180, pasando por todas las actas de todos los concilios ecuménicos y los más importantes de los locales o particulares, y todos los documentos escritos por los Sumos Pontífices (comienza con San Clemente Romano, tercer obispo de Roma después de San Pedro, con su Epístola a los Corintios del año 96) hasta sus días. Esta obra ha sido reeditada y ampliada hasta el año 1963, en 3 ediciones. Cada párrafo está numerado y unos impresionantes índices permiten encontrar cualquier cita en pocos segundos. Se le citaba DZ seguido del número del párrafo. Está traducida a casi todos los idiomas. En castellano lleva el título de «El Magisterio de la Iglesia».

El año 1976, Adolfus Schonmetzer reelaboró el Enchiridinm symbolorum añadiendo nuevos textos del Magisterio, tanto antiguos, descubiertos a lo largo de este más de un siglo, como los posteriores al 1967. Por ejemplo, el primer símbolo es ahora uno etíope de los años 160-170, más antiguo que el egipcio y los últimos son del magisterio de Juan XXIII, años 1958 a 1962. Al añadir nuevos textos han cambiado la numeración de los párrafos, aunque se mantiene la antigua para facilitar la búsqueda de los nuevos. Y, además, se cita DS, Denzinger Schometzer. Un ejemplo, el anterior Dz 147 es ahora DS 310 y corresponde a la carta Sollicitudinis quidem tuae (respecto a tus preguntas) escrita el 11 de junio del año 451 por el para León I a Teodoro, obispo de Fréjus, Galias, hoy día Francia meridional-

( 11) Santo Tomás de Aquino: 28 de enero

Nació alrededor del año 1225, de la familia de los condes de Aquino, primos del emperador alemán Federico Barbarroja. Estudió primero en el monasterio de Montecasino, luego en Nápoles, más tarde ingresó en la orden de predicadores o dominicos, recién fundada, y completó sus estudios en París y en Colonia, donde tuvo por maestro a San Alberto Magno. Escribió muchas obras llenas de erudicción entre las que cabe destacar la Summa Theologica, obra aún no superada en Teología. Fue profesor, entre otros lugares, de la Sorbona de París.

Mientras acudía desde Nápoles, invitado por el Papa Gregorio X, al II Concilio de Lyon, como consecuencia de un fuerte golpe enfermó en Fosanova, cerca de Terracina (Italia). Se hizo llevar al Castillo de su hermana Margarita, señora feudal de aquellas tierras. Sintiéndose morir pidió que le bajaran al monasterio benedictino de aquella ciudad. Murió, pocos días después, el 7 de marzo de 1274, con 49 años de edad, mientras desde el lecho de muerte comentaba el «Cantar de los Cantares» del Antiguo Testamento. Su fiel secretario Fray Reginaldo tomó taquigráficamente lo que decía el doctor Angélico y esta es su última obra. Un espléndido relieve de Benvenutto Cellini representa esta escena junto a la cama y en la misma habitación que murió.

Su prodigiosa inteligencia le hace ser el mejor filósofo y teólogo del mundo occidental. Introdujo la filosofía de Aristóteles, y la superó, en la cristiandad. Filosofía que conoció a través de las traducciones árabes de la Escuela de Toledo y que se procuró, también, enviando frailes de su orden a Bizancio.

Es el único Santo que ha merecido, entre otras muchas declaraciones pontificias, que su libro la Summa Teológica presidiera junto con la Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, el Concilio de Trento. El Concilio Vaticano II, por primera vez en dos milenios, declara que sus enseñanzas deben seguirse; así, tratando de la formación sacerdotal: «para ilustrar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos ya descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás» (Concilio Vaticano II, Decreto Optatam Totius, 16).

El 28 de enero de 1369 sus restos mortales fueron trasladados a la Universidad de Toulose, excepto una parte que se puede venerar en el monasterio donde murió. Durante la revolución francesa sus restos fueron profanados y tirados al río.

(12) Sócrates

Sócrates nació en Atenas hacia el año 470 a J.C. Su padre era escultor y su madre comadrona. De ella, aprendió la «mayéutica» (dar a luz) y así siempre enseñó. Preguntaba constantemente a sus discípulos hasta que estos, guiados por él, dieran a luz o encontraron la verdad.

Murió condenado a muerte bebiendo una copa de cicuta, mientras disertaba con sus amigos sobre la inmortalidad del alma. Sus últimas palabras fueron: «debemos un gallo a Asclepio» (Dios de la medicina griega).

Platón

Platón nació el año 427 a. J.C. Pertenece a la más antigua nobleza de Atenas. Discípulo de Sócrates, fundó el Ateneo y recopiló sus Diálogos: auténticas joyas de sabiduría y de elegancia literaria.

Cayó prisionero en Siracusa y fue vendido como esclavo. Recuperada la libertad enseñó en Atenas y escribió impresionantes tratados sobre todos los grandes temas que afectan al hombre ya la sociedad. Murió el año 347 a J.C.

Aristóteles

Aristóteles nació en Estagira, en la costa Tracia, el.año 384. Su padre era médico de cabecera del rey Amintas. Fue el tutor de Alejandro Magno.

Fundó la Academia. Es uno de los mayores genios, del mundo occidental. Al año 322 a J. C., moría Aristóteles en Calcis de la Isla de Eubea, a la edad de 62 años.

Filosofía clásica

Vamos a dar una breve explicación de las principales tesis de la filosofía clásica.

Principio de identidad del ser: A es A

Principio de causalidad

Toda cosa tiene una causa. Ninguna realidad puede ser causada por sí misma, porque sería al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista efecto y causa de sí misma: cosa, que es absurda, pues sería A y no A al mismo tiempo en este efecto, yeso contradice el principio de identidad del ser.

Hilemorfismo

Los presocráticos se preguntaron por la naturaleza de la realidad. Unos dicen «todo es siempre igual», otros dicen «todo cambia». Ejemplo, me baño en el mismo río, y otros no puedo bañarme nunca en el mismo río, porque su agua ya ha pasado.

Aristóteles resuelve el dilema. En toda realidad hay algo que ya es, es inmutable: el acto de existir. Y, hay algo que puede llegar a ser, es cambiante: la potencia de ser otra cosa. Por ejemplo: el papel es, existe, es acto. Pero puede ser, está en potencia de ser ceniza.

A esta profundísima concepción de la realidad se le llama hilemorfismo: espíritu y materia. La materia prima permanece pero el espíritu o forma cambia. Así, en el ejemplo citado: la materia prima del papel y la ceniza es la misma; lo que ha cambiado es la forma, que primero ha sido de papel y ahora es de ceniza. Esta a su vez puede cambiar de forma y, por ejemplo, convertirse en pintura gris.

( 13) Auguste Comte

Auguste Comte (1798-1857). Con su célebre Ley de los tres estados el positivismo alcanza su madurez. Primer estado: niños y pueblos primitivos: religión; segundo estado: jóvenes y pueblos que ahora diríamos en vías de desarrollo: metafísica; tercer estado: adultos y naciones industriales: ciencia.

Aún, hoy día, muchos se lo creen, como si la religión y la ciencia fueran incompatibles.

Immanuel Kant

Hijo de un guarnicionero, nació el año 1724 en Könysberg. Profesor ordinario de lógica y metafísica el año 1770, con 42 años, de la Universidad de su ciudad natal. Publicó dos obras cumbres «Crítica de la razón pura» y «Crítica de la razón práctica» y se hizo mundialmente famoso.

Se le ha llamado el padre de la filosofía moderna. Murió el 18 de febrero de 1804. Dejaba detrás de sí una obra que le coloca entre los primeros pensadores de la Humanidad.

Alfredo Loisy

Ambières, 1857- París, 1940. Es el máximo representante del modernismo, es decir, del cristianismo kantiano católico. Fue excomulgado por San Pío X, pero arrepentido murió dentro de la Iglesia Católica. Se puede decir que, por desgracia, aún ahora la Iglesia sufre la enfermedad que le inoculó Loisy.

(14) Credo

Es la primera palabra con la que empiezan todos los símbolos de la fe. Credo: creo. Por extensión, se utiliza para indicar los resúmenes de la fe cristiana.

(15) Martín Lutero

Nació en Eisleben, Sajonia (Alemania), ellO de noviembre de 1483. Estudió en Magdeburgo, Eisenach y en la Universidad de Erfurt, en 1501 en donde estudió derecho y filosofía.

En Erfurt en 1505 entró en el Convento de Agustinos. Hay dos hipótesis: fue por un voto a Santa Ana, por la muerte repentina de un compañero por un rayo; o porque este amigo murió como consecuencia de una herida en duelo estudiantil que le hizo Lutero.

En 1507 fue ordenado sacerdote y su provincial Fray Johan Staupitz le nombró profesor de filosofía de la recién creada Universidad de Wittenberg.

En 1511, por asuntos de su orden, viajó a Roma. Se hospedó en Santa María del Poppolo. Sacó una mala impresión del lujo y costumbres renacentistas de Roma.

En 1512, se doctoró en Teología y desde entonces, se dedicó exclusivamente al estudio y predicación.

De carácter inquieto, escrupuloso y orgulloso. Era muy inteligente, buen músico y excelente orador y escritor. «Lutero es Alemania», escribe Hughes, un historiador inglés.

Entre 1515-1516, comentó la Epístola a los romanos de San Pablo. Al leer: «iustus ex fide vivet», el justo vive de la fe (Rom, 1,17) empezó a predicar su doctrina: el luteranismo.

En la dieta de Worms, 1521, Carlos V convocó a Lutero que había sido excomulgado por León X (Exurge Domine, 1520) a que se retractara. Lutero contestó: «No puedo ni quiero retractarme.»

Carlos V escribió aquella noche en su diario íntimo: «juro ante Dios, que empeño mi persona, mi vida entera, mis reinos y mis imperios en trabajar para defender la doctrina católica y luchar contra los errores de ese fraile agustino». Tenía sólo 18 años, y lo cumplió.

Lutero murió sin retractarse en Eisleben el año 1546.

Breve resumen de la organización de la Iglesia Católica

La Iglesia Católica y Apostólica, por voluntad de Jesucristo es una y única y jerárquica. Jerárquica significa que tiene un Orden Sagrado.

El Sumo Pontífice, obispo de Roma, es la cabeza. Con él y de él, depende el colegio episcopal u obispos. Se dice, que cada obispo, para pertenecer al colegio episcopal ha de estar en unión con la Santa Sede; es decir, creer la misma fe y costumbres.

Hay arzobispos que presiden las Sedes metropolitanas, que, son obispos de sedes de las que dependen, sólo para el primado de honor, los otros obispos.

La organización de la Iglesia, se divide básicamente en dos grandes ritos. El rito latino u occidental y el rito ortodoxo u oriental o griego.

Además hay otros ritos, que dependen de cada una de estas partes de la Iglesia. En occidente, a modo de ejemplo, el rito ambrosiano, de San Ambrosio, en Milán; el rito mozárabe en Toledo. Entre los ortodoxos, los ritos coptos, maronitas, jacobitas, etc.

También la organización jerárquica de la iglesia tiene varias modalidades. Las que se basan en el territorio, como las diócesis, prelaturas nullíus, etc., y las que no tienen territorio; como los vicariatos castrenses, las prelaturas personales, vicariatos personales para atender, por ejemplo, a los ortodoxos que viven en occidente.

A su vez, cada una de esas estructuras jerárquicas y orgánicas de la Iglesia, se dividen en parroquias, centros, etc.

Otros cristianos no católicos

Cisma de la Iglesia de rito oriental u ortodoxo

La única y una Iglesia de Jesucristo hoy día, por desgracia, está dividida.

El año 1054, con Miguel Cerulario, una parte importante de la Iglesia Oriental se hizo cismática, separándose de Roma; al obispo de Roma o Sumo Pontífice sólo le reconocen el Primado de honor y no el de jurisdicción.

Hace unos años, Pablo VI, obispo de Roma y el patriarca Atenágoras de Estambul (antigua Constantinopla) han levantado las excomuniones. Por tanto, bajo ciertas condiciones señaladas por el Código de Derecho Canónico o Ley de la Iglesia, los fieles de ambas Iglesias podemos participar «in sacris» es decir, participar en los sacramentos.

No todos los ortodoxos griegos se separaron de Roma. Otros se fueron uniendo a Roma a lo largo de los siglos, como los uniatas de Ucrania y Rusia, los jacobitas del Líbano, etc.

Cristianos descendientes de viejas y nuevas herejías

Además, en Oriente hay también antiguos cristianos que proceden de los antiguos herejes, especialmente Nestorianos como los Armenios; Monofisitas como en Egipto y Etiopía, etc.

En occidente, quedan cristianos no católicos, como por ejemplo, los waldenses de origen albigense en Suiza y los viejos católicos en Suiza y Alemania.

Principales confesiones protestantes

La ruptura más importante la produjo Lutero que ellO de diciembre de 1520 quemó la Bula Exurge Domine del Papa León X en la que le conminaba a retractarse de sus errores en el plazo de 60 días y si no quedaba excomulgado.

Zwinglio en 1518 comenzó a predicar en Zurich, errores muy parecidos a los de Lutero. Calvino hizo lo mismo en 1536 en Basilea y en 1541 en Ginebra.

Con Lutero, Zwinglio y Calvino se origina el protestantismo.

En 1534, Enrique VIII provoca el Cisma de Inglaterra porque el Papa no anula su matrimonio con Catalina de Aragón y él quiere casarse con Ana Bolena. La hija de ambos, Isabel I, bajo la influencia luterana, declara el anglicanismo, que ya es una herejía y no sólo un Cisma.

Los protestantes están divididos en múltiples confesiones, grupos y sectas. La razón es la no aceptación de un magisterio único que se deriva del libre examen que propugna Lutero.