El
día y la noche en los himnos
Félix María Arocena Solano
No podía ser
que el Himnario litúrgico —síntesis de la actual lírica sagrada—, al incidir en
este tema que tanto inspiró a los poetas, dejara de rezumar poesía y poesía
bellísima.
Sabemos que la actitud religiosa de Israel ante el día y la noche se descubre
sobre todo en los salmos. Como explica Hilari Raguer OSB, “para el hombre de la
Biblia, que respira por todos los poros la naturaleza circundante, el día y la
noche están ahí como realidades concretas y palpables salidas de las manos de
Creador.”[1]
Los himnos de la Liturgia de las Horas, por su misma naturaleza, no podían ser
menos. La diferencia entre los salmos y los himnos radica en que los segundos no
son textos inspirados, sino productos del ingenio humano. Ellos unen, a la
alabanza doxológica, el latido de la plegaria suplicante.[2] Su naturaleza
lírica y su fuerza poética evocadora realzan el valor expresivo que gozan —ya de
por sí— el día y la noche. Su carácter poético facilita la trasposición
simbólica y el orante se siente como un enamorado a quien todo le habla de la
Persona amada.
A este respecto, dos son los grupos de himnos que nos interesan: aquellos que
abren los oficios de Laudes y Vísperas porque, de suyo, las dos Horas están
íntimamente ordenadas a la santificación de aquellos momentos con los que se
abren, respectivamente, las dos grandes etapas de la jornada: el momento de la
aurora u orthros (oración matutina), la puesta del sol (oración vespertina). Así
nos lo declara la Ordenación General de la Liturgia de las Horas: a) Las Laudes
matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la mañana, ...;[3] b) Las
Vísperas se celebran por la tarde, cuando ya declina el día, ...[4] No es poco
significativo que el Ordinario del Oficio divino, antes que el clásico término
litúrgico “Laudes”, proponga la expresión “Oración de la mañana”; lo mismo
sucede con Vísperas: “Oración del atardecer”.
Antes de comenzar nuestro repaso, adelantamos que —de intento— hemos limitado
nuestro análisis a los himnos que se recogen en la Serie semanal. No hemos
considerado el resto del Himnario debido a que las demás composiciones se ven
afectadas por la circunstancia del Tiempo litúrgico para el que fueron
concebidas: o bien para los Tiempos litúrgicos “fuertes” (Adviento, Navidad,
Cuaresma y Pascua), o bien para las Solemnidades del Señor, la Virgen ó los
Santos. Así pues, el objeto de nuestro estudio abarca un total de 62 carmina que
podríamos denominar himnos de cotidiano. A pesar de constituir tan sólo el 21%
de todo el Himnario, suponen —como tendremos ocasión de apreciar— una muestra
suficientemente expresiva para el intento que nos proponemos.
«LAUDES — LA AURORA»
La luz es la sombra de Dios *
Es frecuente que la arquitectura formal de los himnos de Laudes aparezca
reproducida de modo casi idéntico a lo largo de todos ellos. Esta disposición
está constituida, salvo raras excepciones, por un doblete del siguiente tipo:
las dos —e incluso, en algunos casos, hasta tres— primeras estrofas se redactan
sobre la idea de la luz y luego, en las siguientes, se conecta esta idea inicial
con otros temas más variados, pero de índole eminentemente ascética, como pueden
ser:
-que nos una a Cristo la caridad, (1)
-que arraiguen en el alma las virtudes teologales, (2)
-vivir el día en fidelidad a Cristo, (3)
-el fomento de las virtudes por medio de la lucha contra los vicios (ira, (4);
sensualidad, (5);
gula, (6); ...)
-evitar los pecados de la lengua, (7)
-ser guardados de toda adversidad, (8)
Ahora bien: el mecanismo operativo que ha sido utilizado para amalgamar las
primeras estrofas de la luz con los temas ascéticos lo constituye la idea de
pureza, de la que la luz es,—como sabemos— un símbolo clásico. Veamos algunos
ejemplos:
-mantener limpio el corazón hasta el final de los tiempos, (9)
-ser puro el fondo de nuestra alma, (10)
-que la luz nos traiga la serenidad y a ella nos devuelva puros, (11)
-a nuestro corazón oscuro, en llenándolo Dios, se le abre el día y se ennoblece
(12)
-que el Paráclito custodie santo el templo de nuestro cuerpo, (13)
-que la pureza del alma venza cuanto el cuerpo, arrogante, le reclama, (14)
Podemos extraer otra característica tipificante de los himnos de Laudes desde el
prisma del vocabulario y los verbos que utilizan los poetas. En las estrofas
cuyo contenido alude al momento auroral de la jornada, es muy común que se
empleen expresiones y verbos de tipo incoativo. Se trata de una técnica
literaria que instila en el ánimo del lector un sentimiento de renovación que
acompaña al momento de la mañana, cuando, salidos del mundo de los sueños
nocturnos, despierta una nueva jornada, susceptible de ser colmada de amor a
Dios y servicio a los hombres.
El medio a través del cual se induce este efecto —buscado de intento— son
expresiones y verbos del tipo siguiente: los verbos con prefijo re- (refulgere,
volver, de nuevo, a brillar, reducere, volver a producirse el día o la noche,
etc.), el uso muy frecuente del adverbio iam y las expresiones del tipo ecce,
ecce iam, los verbos como nuntiare, reddere,... (anunciar, ...).[5]
De otra parte, el simbolismo de la Hora de Laudes es claro: es la oración del
momento en el que el sol está a punto de salir. De ahí su trasposición
cristológica: Cristo es el «sol que nace de lo alto»[6], que verifica la
profecía de Malaquías[7] —orietur vobis ... sol iustitiæ—, como «la luz
verdadera que, llegando a este mundo, ilumina a todo hombre».[8] Esta
trasposición cristológica queda explícitamente declarada en una oración
conclusiva de Laudes: “... ilumínalos con la luz, ya que con ella nos ha
visitado el Sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y
reina...”[9] Claramente lo expresa también el siguiente verso de Prudencio:
* Lux intrat, albescit polus: Christus venit, (se abre la luz, el día empieza ya
a clarear: Cristo llega) (15)
Examinemos, pues, hasta qué punto y con qué características la vertiente
cristológica se halla recogida en el actual Himnario de la Liturgia de las
Horas.
Los himnos, concretamente de Laudes, recogen las citas bíblicas más
significativas sobre Dios y la luz:
La expresión del comienzo de la Carta a los Hebreos es, sin duda, el texto de la
Sagrada Escritura más citado en el actual Himnario de la Liturgia de las Horas:
“... el cual (el Verbo), siendo «resplandor de su gloria e impronta de su
sustancia», ...”[10] Aquí presentamos sólo algunos ejemplos:
* Splendor paternæ gloriæ, de luce lucem proferens, lux lucis et fons luminis,
diem dies illuminans. (Resplandor de la gloria del Padre y destello de su Luz,
Luz de Luz y Fuente de toda luz, Día que iluminas el día.) (16)
* Spe nos fideque divites tui beamur lumine Verbi, quod est a sæculis splendor
paternæ gloriæ. (Llenos de fe y confianza, presentimos la dicha de ser
iluminados por Aquél que es el resplandor de la gloria del Padre.) (17)
* Adesto rerum conditor, paternæ lucis gloria, cuius amota gratia nostra
pavescunt pectora, (Escúchanos, oh Dios, Creador del mundo, esplendor de la
gloria del Padre, ante quien teme nuestra alma cuando ha perdido la gracia.)
(18)
* Tu lumen, tu splendor Patris, tu spes perennis omnium, intende quas fundunt
preces tui per orbem sæculi.(Tú, luz y resplandor del Padre, nuestra perenne
esperanza, acoge las súplicas que tus siervos elevan desde todos los rincones de
la tierra.) (19)
* Christe, splendor Patris, Dei mater Virgo, Ioseph, tam sacrrum pignorum
servator, (Jesús, resplandor del Padre, María, Madre de Dios, José, custodio de
esas dos prendas sagradas.) (20)
* Omnis, Pater, fons gratiæ, Lumen paternæ gloriæ Sancte utriusque Spiritus
interminata caritas., (Oh Padre, fuente de todas las gracias, oh Hijo, esplendor
de la gloria del Padre, oh Espíritu Santo, Amor eterno de ambos.) (21)
* Tibi, Christe, splendor Patris, vita virtus cordium, in conspectu Angelorum
votis, voce psallimus; alternantes concrepando melos damus vocibus. (Oh Cristo,
esplendor del Padre, vida y vigor de las almas, en la presencia de los Ángeles,
te ensalzamos con el corazón y los labios, alternando nuestro canto con sus
voces.) (22)
El poeta recurre también con frecuencia a la Carta de Santiago: “Toda dádiva
buena y todo don perfecto viene de lo alto, del «Padre de las luces», ...”[11]
* Hoc largire, Pater luminis omnis, Natum per proprium Flamine Sancto qui tecum
nitida vivit in æthra regnans ac moderans sæcula cuncta. (Concédenoslo así, oh
Padre de las luces, por medio de tu Hijo que con el Espíritu Santo, reina y nos
gobierna por los siglos de los siglos.) (23)
* Deus, qui cæli lumen es satorque lucis, qui polum paterno fultum brachio
præclara pandis dextera.(Oh Dios, Luz del Cielo y Padre de toda luz, que con
poderío admirable has desplegado la bóveda celeste y la sostienes con tu
paternal providencia.) (24)
Por último, el himno siguiente, de autor anónimo, utiliza la expresión Dies
dierum, que nos evoca el Antiquus dierum, mencionado en tres ocasiones por el
Profeta Daniel:[12] “...Seguí mirando y vi que fueron colocados unos tronos y un
«anciano de días» se sentó”. Pero, en este caso, el autor habla de Dies dierum
refiriéndose no a Cristo, sino a la Santísima Trinidad, declarando de este modo
poético la eternidad de Dios:
* Dies dierum Tu, Deus, lucisque lumen ipse es, Unum potens per omnia potens in
unum Trinitas. (Oh Dios, Día de los días, que siendo Luz que alumbras toda luz,
eres todopoderoso en tu única esencia y omnipotente en tu trina Unidad.) (25)
De otra parte, raro es el himno de Laudes que no recoja en su primera o primeras
estrofas la dimensión cristológica del tema de la luz. Veamos algunos versos que
traducen de manera explícita esta atribución:
-O Christe, qui sol per ævum prænites, (26)
-Tu, lux, refulge sensibus, (27)
-De luce lucem proferens, (28)
-Lux lucis et fons luminis, (29)
-Diem dies illuminans, (30)
-Verusque sol, (31)
Esta idea resulta, en ocasiones, tan sugestiva para el himnógrafo que hay himnos
que dedican hasta seis versos —todos seguidos— a entonar un canto encomiástico a
Cristo-Luz:
* Lux æterna, lumen potens, dies indeficiens, debellator atræ noctis, reparator
luminis, destructorque tenbrarum, illustrator mentium: (Oh Dios (Cristo), Luz
poderosa y eterna, Día que ignoras el ocaso, Vencedor de la noche cerrada, que,
al restituir la luz, destruyes las tinieblas y alumbras a las almas.) (32)
Vemos aquí cómo al Salvador se le denomina Lux, Dies,... A este respecto, nos
podemos preguntar: desde el punto de vista literario, ¿mediante qué
procedimiento suele realizarse la atribución de la luz a Cristo? Un análisis de
la cuestión sobre el Himnario demuestra que el procedimiento más usual consiste
también en el más directo y ‘fuerte’ de los que ofrece la sintaxis latina: la
aposición. La luz —con diversas matizaciones a veces teológicas y a veces
poéticas— se atribuye a Cristo con sentido sencillamente predicativo. Salvo muy
rara excepción, en ningún caso existe algún elemento que ligue la aposición con
el sujeto, como podrían ser partículas del tipo tamquam, ut, prout, ...; sólo
una simple coma y la correspondiente concordancia en el caso. Veamos algunos
ejemplos:
* Aurora cursus provehit; Aurora totus prodeat, in Patre totus Filius et totus
in Verbo Pater (Y, mientras la aurora prosigue su curso, que emerja Aquél que es
todo Aurora, todo el hijo en el Padre y, en el hijo, el Padre todo) (33)
* ...Sed toto sole clarior, lux ipse totus dies... (...Y así, más brillante que
el sol, siendo todo Luz de mediodía...) (34)
* Æterne lucis conditor, lux ipse totus et dies, (Oh Dios, Autor eterno de la
luz, la Luz misma, Día plenísimo,...) (35)
Fijándonos en el primer ejemplo, es interesante advertir que en el original
latino del correspondiente volumen de la Liturgia Horarum se ha impreso muy
oportunamente Aurora con «A» mayúscula, con el fin de subrayar el sentido
predicativo; es decir: Cristo, Aquél que es todo Aurora. Sin embargo, no sucede
lo mismo en todos los casos:
En estos dos últimos ejemplos, las expresiones totus dies y totus et dies actúan
como aposición de ipse, que se refiere a Cristo; por eso, entendemos que hubiese
sido más enriquecedor escribir Dies con mayúscula para que quien canta o recita
el himno se vea ayudado a descubrir ese matiz que realza el sentido cristológico
de la estrofa.
El hecho de que, desde antaño, la tradición patrística haya relacionado al Señor
con el Oriens ex alto, es decir, como sol que nace de lo alto, justifica que en
algunas estrofas se acuda a la figura —¡casi astronómica!— del lucero matutino
que despierta al día dormido, como tipo de Cristo. El siguiente himno, el Deus
qui cæli, lo declara explícitamente: habla de un lucifer que es typus Christi,
figura de Cristo:
* Iam noctis umbra linquitur polum caligo deserit, typusque Christi, lucifer
diem sopitum suscitat, (Cuando se desvanece la sombra de la noche, cuando el
cielo se despeja de la niebla, ese lucero, que es figura de Cristo, despierta al
día dormido.) (36)
Pero —hablando con términos poéticos— este astro, que es Cristo, supera, en
cuanto a la intensidad de su luz, al planeta Venus:
* Tu verus mundi lucifer, non is qui parvi sideris venturæ lucis nuntius angusto
fulget lumine, (Muy por encima de ese pequeño astro que, pregonero de la mañana
venidera, reluce con tan pálida luz, te lazas Tú, Señor, como Lucero soberano
del mundo) (37)
Además, por ser oración de la aurora y oración del momento de levantarse, el
Oficio de Laudes, como ya dijimos, se halla vinculado también con el pensamiento
de la Resurrección del Señor: “Hay que orar —dice Cipriano— para celebrar con
esta oración la resurrección del Señor.”[13] Sin considerar los carmina del
Tiempo de Pascua —donde la cosa es palmaria—, la dimensión pascual de los himnos
puede apreciarse, sobre todo, en los que han quedado asignados para los
Domingos:
* Dies ætasque ceteris octava splendet sanctior in te quam, Iesu, consecras,
primitiæ surgentium, (Más santo que todos los restantes, resplandece el día
octavo, consagradio a ti, Jesús, primicia de los resucitados) (38)
* Tibique mox in nubibus, Christe, feramur obviam tecum victuri perpetim: tu
vita, resurrectio, (Oh Cristo, vida y resurrección nuestra, que pronto seamos
conducidos a nuestro encuentro en las nubes, para vivir ya siempre vencedores en
el Cielo contigo. (39)
* Lux divina cæcis irradiat, in qua Christus infernum spoliat, noctem vincit et
reconciliat summis ima, (Hoy brilla para los cielos aquella luz divina, la misma
con la que Cristo despojó los infiernos y, vencida la muerte, reconcilió la
teirra con el Cielo. (40)
Por último, los himnos de las liturgias orientales suelen evocar el día
escatológico, la mañana sin tarde que proseguirá en la luz eterna.[14] Esta
vertiente tampoco falta en los actuales himnos de cotidiano del rito romano. La
idea aparece recogida en un himno compuesto en el siglo VIII, de autor anónimo,
aludiendo a una mañana sin tarde que proseguirá en la luz eterna: illud mane
ultimum quod in lucem nobis effluat - aquél último mañana que será para nosotros
todo luz.
* Iam vana noctis decidant, mentis reatus subruant, quicquid tenebris horridum
nox attulit culpæ, cadat, Ut mane illud ultimum quod præstolamur cernui, in
lucem nobis effluat, dum hoc canore concrepat, (Caigan ya las sombras de la
noche y al derruirse las culpas del alma, se esfuma también todo aquello de
ingrato, que trajo la noche con sus tinieblas. Y, mientras entonamos para ti,
Señor, las notas de ete canto, te pedimos que restalle para nosotros en luz
aquel último amanecer en el que esperamos con humilde confianza.) (41)
Llegados a este punto, conviene que nos detengamos en una breve consideración.
Hasta aquí podríamos decir que no ha habido sorpresas. Las ideas que arrojan las
estrofas en torno al tema de la luz son hermosas, llenas de afecto hacia el
Redentor, pero las que ya esperábamos. Son aquellas ideas que responden,
precisamente, a la naturaleza litúrgica de la Hora de Laudes. Pero, como veremos
a continuación, las alusiones al alba abarcan una perspectiva tan amplia y
variada, que los himnos recogen, de hecho, otros muchos significados que se
superponen a los ya previstos. Se trata de nuevas y originales variaciones que
responden a la libre inspiración que discurre por la pluma del poeta.
Al recorrer las páginas del actual Himnario litúrgico, encontramos también un
conjunto muy característico de alusiones a la mañana, en relación con la buena
metereología, señal y augurio de una también deseada serenidad interior:
Se advierte, en primer lugar, un anhelo de que el nuevo día nos traiga un cielo
despejado, un tiempo apacible:
* Hæc lux serenum conferat purosque nos præstet sibi; nihil loquamur subdolum,
volvamus obscurum nihil. (Que esta luz nos traiga un tiempo sereno y a ella nos
devuelva puros; que nuestro hablar evite la mentira y nuetros pensamientos no
sean sombríos.) (42)
En el Himnario anterior, era posible apreciar, incluso, una concepción
mediterránea de la climatología. Así lo vemos en este himno del antiguo
Breviarium Romanum, compuesto por Evaristo D"Anversa (+1968),[15]
TEXTO PRIMITIVO
1 Aurora solis nuntia,
2 florumque mense prævio
3 fabri sonoram malleo
4 domus salutat Nazaræ. TEXTO ACTUAL
1 Aurora solis nuntia,
2 mundi labores excitans,
3 fabri sonoram malleo
4 domus salutat Nazaræ. (43)
donde la expresión en cursiva conlleva una visión mediterránea del mes de mayo,
mes de las flores. Pero, puesto que el himno convenía que fuese universal, se le
ha sometido a una rectificación a través del nuevo verso segundo que habla de la
aurora que despierta al mundo para el inicio de los trabajos: Aurora, ... mundi
labores excitans.
Lo mismo sucede con el antiquísmo Rector potens de Sexta:
* Exstingue flammas litium, aufer calorem noxium, confer salutem corporum,
veramque pacem cordium. (Extingue las discordias apasionadas y aparta el calor
enojoso, concede a los cuerpos la salud y la auténtica paz a las almas. (44)
donde observamos que, en la hora de Sexta, es decir, en pleno mediodía, con una
concepción templada del clima, arrecian los calores.
Pero también se aprovecha la idea de la bonanza del tiempo para ponerla en
relación con nuestra serenidad interior:
* Laudes sonare iam tuas dies relatus admonet, vultusque cæli blandior nostra
serenat pectora, (Mientras el día recién llegado nos invita a cantar tu
alabanza, la bonanza del tiempo sosiega nuestro interior.) (45)
Este “vultus cæli blandior” es un gracioso giro poético que significa el aspecto
apacible del tiempo. Con esta estrofa se saluda el buen día que amanece; un buen
día que disipa las nubes de nuestra intimidad. De hecho, el verbo serenare, cuyo
uso se sitúa fuera del ámbito de la prosa, aparece como lema debajo de algunos
relojes de sol: Horas non numero nisi “serenas” (como si el reloj hablara: sólo
marco las horas de sol, cuando hace buen tiempo, cuando el tiempo está sereno;
si el cielo está nublado, no sirvo).
Es frecuente que, a través de formas líricas variadísimas, las estrofas
describan un eco del relato de la creación de la luz, tal y como se narra en el
comienzo del Génesis.[16] Así, el Fulgentis auctor, nos habla del
establecimiento de la ley eterna que determina el sucederse de la luz del Sol
para el día y la luz de la Luna para la noche:
* Fulgentis auctor ætheris, qui lunam lumen noctibus, solem dierum cursibus
certo fundasti tramite (Oh Dios, Autor del rsplandor del cielo, que has
dispuesto con un orden preciso, la luz del sol para los días y la de la Luna
para las noches, ) (46)
Aquí se esta lejos de distinguir si es la Luna la que emite la luz, ó se trata,
más bien, de un reflejo de la luz que recibe del Sol. Aparte de que la intención
del hagiógrafo cuando compone no es —como decía Agustín— facere mathematicos sed
christianos, y cristianos que supliquen y alaben, considérese que el himno data
del siglo V ó VI. Demasiado temprano, pues, para distinciones acerca del sistema
solar y su mecánica celeste.
En otros casos, esta misma actividad trinitaria consistente en crear los seres
de la nada, viene también atribuída al Verbo Unigénito del Padre. Comenta Tomás
de Aquino que, cuando se ha cerrado el círculo de las dos procesiones "ad intra",
ya no hay lugar más que para esa operación "ad extra", llamada Creación.[17] Aún
siendo común de las tres Personas, toda ella hemos de atribuirla llana y
sencillamente al Verbo porque en la Esencia divina, Él es la Sabiduría personal,
mediante la cual Dios lo creó todo.[18] La Iglesia, en la Letanía lauretana,
llama a María Santísima, Mater Creatoris. La belleza del Universo no es sino un
magno cántico, obra de un músico inefable, eco externo y pálido del Verbo
Creador. En el siguiente ejemplo es Dios Padre quien establece, por medio de su
Palabra, la ley eterna del sucederse del día y la noche:
* Per quem creator omnium diem noctemque condidit, æterna lege sanciens ut
semper succedant sibi, (Por medio del cual [el Verbo], el Creador del mundo
quiso establecer el día y la noche con una ley eterna que dispusiera su perpetuo
sucederse) (47)
Ya sabemos cómo los salmos mencionan el día y la noche por separado —en los dos
hemistiquios de un verso, de acuerdo con las leyes del paralelismo propio de la
poesía hebrea— como sugiriendo que, por encima de la alternancia de ambos, hay
algo que permanece constante. En el caso de los himnos, ese invariante es la
Providencia divina: desde la mañana hasta la noche, Dios nos contempla desde el
Cielo:
* Speculator astat desuper qui nos diebus omnibus actusque nostros prospicit a
luce prima in vesperum. (Continuamente cada día, desde el alba hasta la noche,
en la atalaya del Cielo, Dios contempla nuestra vida. (48)
Este texto, tomado del Canto II del Cathemerinon de Prudencio, recuerda aquello
del Salterio:[19] “El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;
desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra.” En el contexto de
este himno, el poeta indica un remedio contra las faltas diarias: el recuerdo de
Cristo, Señor y Juez de la Historia. Speculator significa aquí juez vigilante.
Prudencio, precisamente, había sido juez y tenía bien experimentado que su
oficio era un medio protector contra el crimen. De otra parte, a Prudencio le
era muy familiar —como a todos los cristianos de entonces— la idea del Juez
universal.
A lo largo de los himnos de la Serie semanal —objeto casi exclusivo de nuestro
análisis— encontramos referencias a algunos seres de la Naturaleza (el rocío, el
mar, el gallo, la Luna, el planeta Venus, ...) en los que se fijaron los
himnógrafos para —con inspiración poética y sin descuidar las leyes rítmicas y
prosódicas de la poesía latina— ponerlos en relación con la mañana. Así, tenemos
las siguientes alusiones:
a).— El gallo:
Los Padres y los autores espirituales exhortaron a los cristianos a una oración
nocturna cotidiana, que recibió su organización de la institución monástica. A
veces es una oración a medianoche (mesonyktikon) y a veces se trata de una
oración hacia el final de la noche (gallicinium). El Oficio romano y el Oficio
benedictino se inclinaron por este segundo momento y esta es la causa que
explica el hecho de que el canto del gallo aparezca con relativa frecuencia en
algunos himnos.
Comencemos analizando un himno compuesto por Ambrosio (+397), el Padre de las
expresiones más nervudas,[20] quien hizo arraigar vigorosamente la himnodia en
el corazón de los fieles. Obsérvese la vivacidad y agilidad que los dímetros
yámbicos inducen en la estrofa:
* Præco diei iam sonat, noctis profundæ pervigil, nocturna lux viántibus, a
nocte noctem segregans. (Suena ya el anuncio del día —el canto del gallo—,
centinela fiel de la noche; ya despierta la luz para los caminantes,
distinguiendo entre sí cada vigilia.) (49)
Pero también el español Prudencio (+405), el más alto poeta de la antigüedad
cristiana, imitó a su coetáneo Ambrosio en este punto. Veamos la primera estrofa
del Ales diei, extraido del Canto I del Cathemerinon:
* Ales diei nuntius lucem propinquam præcinit; nos excitator mentium iam
Christus ad vitam vocat. (El alado pregonero del día anuncia ya próxima la
aurora; y, despertando nuestras almas, Cristo nos llama a la vida.) (50)
Este gallo, que con su canto se hace mensajero de la luz del nuevo día, fue
denominado por Ambrosio como præco diei y por Prudencio ales diei nuntius.[21]
Tampoco sorprende encontrar en un himno de Laudes la alusión de los cuatro
Evangelios al gallo.[22] Ese sonido indicó el momento de la contrición de Pedro
y la pluma de Ambrosio no se olvidó de consignar la escena:
* ... hoc, ipse Petra Ecclesiæ,[23] canente, culpam diluit. (Con él —el amanecer
que había anunciado el canto del gallo en la estrofa anterior—, Pedro, Piedra de
la Iglesia, repara, llorando, su culpa.) (51)
b).— El planeta Venus:
* Præco diei iam sonat, noctis profundæ pervigil, nocturna lux viántibus, a
nocte noctem segregans. (Suena ya el anuncio del día —el canto del gallo—,
centinela fiel de la noche; ya despierta la luz para los caminantes,
distinguiendo entre sí cada vigilia.) (52)
Se alude al canto del gallo que, llamando con impaciencia al sol, despierta con
su cacareo también a Venus. Esa nocturna lux viantibus, ese lucero que es luz
para los que caminan durante la noche se refiere al planeta Venus, al cual se le
denomina ‘lucero del alba’. Venus servía de punto de referencia para distinguir
las jornadas, cuando no existía la luz eléctrica; este es el significado del
verso lux a nocte noctem segregans.
c).— El rocío:
* Aurora stellas iam tegit rubrum sustollens gurgitem, umectis atque flatibus
terram baptizans roribus. (Despunta, con la aurora, un mar de luz rojiza, que va
apagando las estrellas y a causa de la brisa húmeda, el suelo aparece bañado en
rocío.) (53)
Esta estrofa, de entre todas las contenidas en la Serie hebdomadaria, es una de
las más poéticas en la descripción del amanecer. Pertenece al Deus qui cæli, que
es un himno escrito en dímetros yámbicos con esquema métrico —con alguna
licencia—, de autor desconocido y data de muy antiguo: entre los siglos V y VI.
d).— Los navegantes y el mar:
* Hoc nauta vires colligit pontique mitescunt freta; hoc, ipse Petra Ecclesiæ,
canente, culpam diluit. (Con él —el amanecer que había anunciado el canto del
gallo en la estrofa anterior— el marino se dispone a hacer acopio de sus fuerzas
y el mar suaviza sus olas; con él, Pedro, Piedra de la Iglesia, repara,
llorando, su culpa.) (54)
Ambrosio ha reflejado en esta estrofa la idea de que, una vez transcurrido el
descaso nocturno, el marino se dispone a la brega con renovadas fuerza; le
acompaña, además, el optimismo de ver que, tras el alba, la mar ha recobrado su
calma.
e).—Los vagabundos:
Una vez más, el Æterne rerum conditor nos sorprende con una curiosa alusión que
no captará fácilmente quien no esté familiarizado con el latín de Ambrosio:
* Hoc excitatus lucifer solvit polum caligine; hoc erronum chorus vias nocendi
deserit. (Con él —el amanecer que había anunciado el canto del gallo en la
estrofa anterior—, una vez salido el lucero, libra de la penumbra al cielo; con
él, la panda de los vagabundos abandona las sendas del mal.) (55)
Y es lógico, porque —aún hoy en día— los maleantes y vagabundos, se suelen
retirar de las calles y plazas, cuando comienza a despuntar la mañana.
Antes de concluir este primer apartado relativo al tema de la mañana en los
himnos, hemos seleccionado algunos versos, a través de los cuales pretendemos
subrayar la riqueza y variedad de formas que la poesía del Himnario ensayó para
sugerirnos la idea del amanecer. Repasaremos a continuación fórmulas bellas y
escuetas, que manifiestan la elegancia y vistosidad de estas composiciones.*
Caligo terræ scinditur percussa solis spiculo,[24] rebusque iam color redit
vultu nitentis sideris. (Se rasga la oscuridad de la tierra, herida por los
rayos de sol y, ante el espléndido astro, los seres comienzan a revestirse de
color.) (56)
* Pergrata mundo nuntiat aurora solis spicula [25] res et colore vestiens iam
cuncta dat nitescere. (Ya revela benignamente la aurora los primeros rayos de
sol y, al teñir al mundo de color, todo comienza a brillar.) (57)
* Iam cedit pallens proximo diei nox adventui, obtundens lumen siderum adest et
clarus lucifer. (Al sentir ya próxima la llegada del alba, comienza a palidecer
la noche y, en cuanto se mitiga la luminosidad de las estrellas, surghe el
nítido lucero.) (58)
* Ecce iam noctis tenuatur umbra lucis aurora rutilans coruscat; (Apenas se
atenúa la penumbra de la noche, cuando ya se enciende la luz de la aurora como
teñida de oro) (59)* Lux a nocte noctem segregans, (Luz que distingue entre sí
cada vigilia) (60)* Cadit caligo noctium, (Se precipita la penumbra nocturna)
(61)* Aurora iam spargit polum, terris dies illabitur, lucis resultat spiculum:
(Ya comienzan los primeros tanteos de la aurora en el cielo y, con el insinuarse
del día sobre los campos, afloran los primeros rayos de luz:) (62)
Dejamos a la sensibilidad del lector el aprecio por la exquisita finura de estos
giros. Basta sólo con advertir la calidad literaria de estas composiciones y,
consiguientemente, el acierto de los especialistas del Cœtus VII en su labor de
selección, creación, retoque e impostación de los nuevos himnos para la Liturgia
Horarum.
«VÍSPERAS — EL OCASO»
Nadie alza los ojos en una noche serena,
y ve el cielo estrellado, que no alabe luego a Dios*Como sucedía con los himnos
de Laudes, también los de Vísperas poseen una arquitectura bien caracterizada.
En este caso, la mitad de los himnos de Vísperas de cotidiano —los
correspondientes a las semanas primera y tercera— forman un segmento diferente
de los demás por lo que se refiere a su temática, que gira en torno al relato de
la Creación del Génesis. De hecho, en el Lucis creator para las segundas
Vísperas del Domingo I y III, encontramos el primer eslabón de una cadena de
siete himnos, cada uno de los cuales trata —sucesivamente— en las primeras
estrofas sobre cada uno de los días de la Creación. Todos ellos han sido
compuestos por la misma pluma, que podría ser la de Gregorio Magno (+604).[26]
Todo el segmento podría tratarse de un largo y único poema distribuído en seis
partes.Así pues, para estudiar las referencias de los himnos de cotidiano a la
noche, disponemos de un material más reducido que para el caso de la aurora en
Laudes, porque las estrofas dedicadas a constatar la veritas temporis, es decir,
las alusiones al crepúsculo, se ven ocupadas por el seguimiento del relato de
los días de la Creación.
Aún con todo, podíamos fijarnos, a título de curiosidad, en las siguiente
estrofa:
* Quarto die qui flammeam solis rotam constituens, Lunæ ministras ordini vagos
recursus siderum, ... (Y además, al crear en el cuarto día ese disco solar que
nos deslumbra, fijaste las trayectorias errantes de los astros, subordinados a
la órbita lunar ...) (63)
donde podemos apreciar que los conocimientos científicos de los que disponía el
poeta —quizá Gregorio— en aquella época, le llevaban a subordinar el curso de
los astros a la órbita lunar.
La costumbre antiquísima y venerable, mantenida actualmente en muchas
comunidades contemplativas, de interrumpir el curso de la noche para alabar a
Dios es una gracia de la que el cristiano del mundo debe sentirse deudor
agradecido. Ahora bien, ¿qué decir acerca de la noche en la serie de himnos del
Oficio de lectura previstos para ser cantados como nocturnos?
Desde un punto de vista meramente externo, lo específico de estos himnos
consiste en las alusiones que casi todos contienen al hecho de interrumpir el
sueño nocturno para, rota la noche, ocuparse en la celebración de la gloria
divina. Este hecho está referido con expresiones del tipo:
spreto cubili (64)
lecto consurgimus (65)
excubantes psallimus (66)pulsis procul torporibus (67)nocte canendo rumpimus
(68)
morasque noctis rumpimus (69)
quique horas noctium nunc concinendo rumpimus (70)
Corresponde, sin embargo, a Prudencio el mérito de haber descrito la
interrumpción del descanso nocturno con acentos más vivos:
«Auferte —clamat— lectulos ægros, soporos, desides; castique, recti ac sobrii
vigilate: iam sum proximus». («Dejad —dice— los lechos enfermos, grabados por el
sueño, perezosos; velad, castos, prudentes, sobrios: mirad que ya estoy
próximo.) (71)
Por un uso poético, que puede constatarse en Horacio —y aún en Homero—,
Prudencio atribuye aquí a los objetos materiales (lectulus - lecho peque-ño)
cualidades propias de sus poseedores.
Veamos ahora de qué manera el hecho de que en los himnos la mañana no es tiempo
de pecar, sino la hora de la compunción y el arrepentimiento, sugiere la idea de
que el tiempo de la noche se concibe como relacionado con las tentaciones y la
actividad del Demoino:
* Sol ecce surgit igneus:[27] piget, pudescit, pænitet, nec teste quisquam
lumine peccare constanter potest, (Ved cómo surge ya candente el sol: es la hora
del lamento, del rubor, de arrepentirse; nadie puede resueltamente pecar,
teniendo ya a la luz por testigo.) (72)
Por eso, encontramos también la mañana como tiempo para presentarnos puros, o
para que se nos devuelva la pureza:
* Hæc lux serenum conferat purosque nos præstet sibi; nihil loquamur subdolum,
volvamus obscurum nihil. (Que esta luz nos traiga un tiempo apacible y a ella
nos devuelva puros; que nuestro hablar evite la mentira y nuetros pensamientos
no sean sombríos.) (73)
Estos dos ultimos ejemplos, que corresponden a la obra lírica de Prudencio,
ponen sobre el tapete el tema de las tentaciones nocturnas. Abordamos una
cuetión que goza de una gran tradición en la himnodia litúrgica pero que el
cœtus VII de peritos creado por la Santa Sede en 1964 para la revisión e
instauración de la nueva Himnodia de la Liturgia Horarum y presidido por Anselmo
Lentini OSB (+1989), consideró oportuno evitar. En este sentido, es notable el
ejemplo de las correcciones introducidas en el célebre himno Te lucis de
Completas:
TEXTO PRIMITIVO
1 Procul recedant somnia
2 et noctium phantasmata
3 hostemque nostrum comprime,
4 ne polluantur corpora. TEXTO ACTUAL
1 Te corda nostra somnient,
2 te per soporem sentiant,
3 tuamque semper gloriam
4 vicina luce concinant. (74)
Los dímetros primitivos de la segunda estrofa —citada por Dante en la ‘Divina
Comedia’—,[28] hablan de phantasmata noctium y corpora polluta (fantasmas
nocturnos y cuerpos manchados). Lentini justifica los cambios introducidos de la
siguiente manera: “A pesar de que las tentaciones nocturnas todavía no falten,
considérese que también existen, y no menos, durante el día. Especialmente en
nuestros días, los dos primeros versos parecen discutibles y chocante la
excesiva crudeza del verso cuarto en un himno litúrgico. Por eso, ha sido
solicitada la supresión de toda la estrofa y, en el caso de un himno tan breve,
su sutitución por una nueva.”[29]
Sin entrar en la discusión acerca de si el actual himno híbrido, aunque también
tradicional, responde mejor a la sensibilidad de nuestro tiempo, lo cierto es
que el criterio directivo del cœtus VII acerca de la supresión de las alusiones
a la noche, como tiempo de tentación, no se ha aplicado de modo exhaustivo.
Además de los ejemplos que hemos citado, quedan restos de otras carmina Laudum
en los que aflora la misma idea, sin haberse visto afectada por la labor de
retoque de los especialistas. Veamos algún otros ejemplos, tomados de los himnos
de cotidiano::
La expresión mas explícita de la actividad nocturna de los Demonios la
encontramos en el Tu Trinitatis:
* Quo fraude quicquid dæmonum in noctibus deliquimus, abstergat illud cælitus
tuae potestas gloriæ. (Y si por los engaños del Demonio, en algo te ofendimos,
dígnate rescindirlo desde el cielo con la virtud de tu brazo poderoso.) (75)
También se ha reseñado la idea de que la noche trae consigo las culpas:
* ...ut culpa, quam nox intulit, lucis labascant munere. (... que la culpa que
trajo la noche, se disipe con el regalo de la aurora.) (76)
Esa luz que es Cristo, borra nuestras culpas:
* Intende nostris sensibus vitamque totam dispice: sunt multa fucis illita quæ
luce purgentur tua (Ten en cuenta nuestro sentir y contempla nuestra vida
entera: no es poco en ella lo teñido de falso que requiere expiarse con tu luz.)
(77)
Después de haber tratado someramente esta cuestión, podemos abordar el estudio
de un himno particularmente significativo: el Deus creator de Ambrosio. Si entre
los himnos de Laudes, el Æterne rerum se había demostrado extraordinariamente
fecundo en el aporte de ideas que giran en torno a la espiritualidad de Laudes,
lo mismo sucede ahora, en Vísperas, con el Deus creator, salido de la pluma del
mismo Ambrosio, y que merece un lugar destacado en el conjunto de la serie
vespertina. Esto viene a indicar que —como ya se ha señalado en otras
ocasiones—, tanto desde el punto de vista de los salmos —que son más fáciles—,
como también de los himnos, el Domingo es un día privilegiado en la Liturgia de
las Horas debido a la calidad de los elementos que se han seleccionado para la
integración del Oficio de ese día. Ahora tendremos ocasión de comprobarlo.Pero
antes de continuar, queremos llamar la atención sobre un aspecto interesante.
Más arriba[30] hemos comentado que un estudio de la obra poética de Anselmo
Lentini OSB —himnógrafo importante por ser autor de 42 himnos del actual
repertorio (14% del total)— nos lo muestra como conocedor profundo de la
tradición himnológica y buen imitador del estilo que caracteriza a la vertiente
poética de la Latinitas christiana. Pues bien; el modo de concebir sus himnos de
Vísperas sirve para corroborar este mismo aserto. Vamos a exponer cómo el
sentido litúrgico de la oración vespertina, que con gran acierto supo plasmar el
genio poético de Ambrosio, aparecen reproducidas en los himnos de nueva factura
compuestos por Lentini. Comencemos analizando el Deus creator:
* Deus, creator omnium polique rector, vestiens diem decoro lumine, noctem
soporis gratia, Artus solutos ut quies reddat laboris usui mentesque fessas
allevet luctusque solvat anxios, (Oh Dios, Creador del mundo y Rector del Cielo,
que al día revistes de luz y de quietud a la noche, Para que así, por el
descanso, el cuerpo vuleva al trabajo, se reanime el alma cansada y los
afligidos alivien su pesar. (78)
Vísperas es la hora del atardecer; la primera estrofa está dedicada a plasmar la
veritas temporis, es decir, que el himno se inicia tratando del momento del día
en el cual se canta. Pero además, es la hora en la que la mayoría de los hombres
suspenden sus tareas, aunque hoy en día no sean tan tributarios como antaño de
la luz del sol. El mismo concepto lo encontramos recogido en el Sol ecce lentus
de Lentini. Las dos primeras estrofas dibujan el momento del atardecer y la
tercera el reposo que sigue a la fatiga de los trabajos:
* Sol, ecce, lentus occidens montes et arva at æquora mæstus reliquit, innovat
sed lucis omne crastinæ, mirantibus mortalibus, sic te, Creator provide, leges
vicesque temporum umbris dedisse et lumini. Ac dum, tenebris æthera silentio
prementibus, vigor laborum deficit, quies cupita quæritur ... (Fijáos cómo el
sol, con su lento discurrir hacia el ocaso, va dejando de luto el monte, el
campo y el valle; pero del mismo modo que el presagio de la luz venidera hace
que todo resulte nuevo, Así también Tú, Creador providente, dejas extasiados a
los mortales, al fijar para la luz y las sombras los ritmos de su alternancia.
Cuando el aire se empapa del silencio que trae consigo la noche, cuando cesa el
bullicio de los trabajos, cuando se busca la ansiada quietud, ...) (79)
Con distintas variaciones, otros himnos reflejan la misma idea: el descanso tras
los trabajos de la jornada y la hora del crepúsculo:
* Sator princepsque temporum, clarum diem laboribus noctem-que qui soporibus
fixo distinguis ordine, (Oh Dios, Principio y Señor de los tiempos, que con un
orden establecido dispones el día claro para trabajar y, tras el crepúsculo, el
descanso) (80)
* Ecce transactus labor est diei, ... (Apenas concluido el trabajo de la
jornada, ...) (81)
* Labor diurnus transiit ... (Transcurrida esta jornada de trabajo, ...) (82)
* ... diurno lassos opere ne sinas umbris opprimi, (... no consientas que tus
siervos, rendidos por los afanes de la jornada, se dejen abatir por las sombras)
(83)
* Solis abscessus tenebras reduxit: ille sol, nobis radiet coruscus lice qui
fulva fovet angelorum agmina sancta. (Ya que la caída del Sol atrajo de nuevo a
las tinieblas, que nos alumbre aquel otro Sol brillantísimo, cuya espléndida luz
refulge también sobre el santo ejército de los Ángeles.) (84)
Como sucede en Laudes, se da también en Vísperas la dimensión escatológica de la
que el atardecer no podía carecer. Para dirigir nuestra esperanza hacia la luz
que no conoce ocaso “rogamos y pedimos —como dice Cipriano—, que la luz venga a
nosotros, imploramos la venida de Cristo que nos traerá la gracia de la vida
eterna.”[31] El Deus creator expresa este aspecto de manera bellísima:
* Ut cum profunda clauserit diem caligo noctium, fides tenebras nesciat et nox
fide reluceat. (De modo que, cuando lla profunda oscuridad de la noche cubra por
completo el día, nuesdtra fe ya no conozca ocaso y la noche resplandezca de
confianza.) (85)
Esta estrofa, escrita en un estilo sublime y, en cierto modo, intraducible al
molde de nuestro sistema lingüístico, menciona al día como diem noctium, es
decir, el día al que siempre sigue otra noche. Esa noche que es una pálida
iamgen de aquella otra eterna —aquí está la dimensión escatológica de Vísperas—
a la que no seguirá el amanecer de ningún otro día. La profunda caligo es imagen
de la bruma impenetrable que rodea a la muerte. Pero nuestra fe —añade Ambrosio—
no debe conocer tinieblas; ella misma debe contener la fuerza de convertir esa
noche en una relaidad lucidísima: fides tenebras nesciat, et nox fide reluceat.
La misma idea, con otras matizaciones de tipo poético, en el Sol ecce lentus de
Lentini:
* Hac nos serena perpetim da luce tandem perfrui, cum Nato et almo Spiritu tibi
novantes cantica. (En el día en que esa misma luz serena —se refiere a Cristo—
constituya nuestro gozo, concédenos hacer para Ti —Dios Padre—, para tu Hijo y
el Espíritu Santo, la renovación perenne de nuestro cántico.) (86)
Vísperas es la hora, también, de dar gracias a Dios por los beneficos recibidos
o por las buenas acciones felizmente realizadas a lo largo de la jornada, que ya
concluye.[32] No se le escapa este aspecto a Ambrosio y en el Deus creator lo
constata de la siguiente manera:
* Grates peracto iam die et noctis exortu preces, voti reos ut adiuves hymnum
canentes solvimus. (Agradecidos por el día que acaba, te pedimos, cuando ya
comienza la noche, que nos ampares a nosotros, pecadores, mientras entonamos
este himno de alabanza) (87)
En otros lugares encontramos la misma idea:
* Ecce transactus labor est diei, teque nos tuti sumus adnuente; en tibi grates
agimus libentes tempus in omne. (Apenas concluido el trabajo de la jornada,
sintiéndonos eguros en su beneplácito, suspiranos por hacer siempre más vivo
para ti, nuestro canto de acción de gracias.) (88)
Es la hora, también, en que se encienden las lámparas. En la tradición
cristiana, tomando como base este gesto de la vida cotidiana, se proyecta sobre
él el tema de Cristo-luz verdadera, que ya encontramos en Cipriano[33] hablando
de las viuda Ana y en el admirable himno “Luz gozosa”, atestiguado ya antes del
siglo IV y que continúa siendo en Oriente la cumbre de la celebración de
Vísperas.[34]* Solis abscessus tenebras reduxit: ille nobis radiet coruscus...
(Ya que la caída del Sol atrajo de nuevo las tinieblas, que nos alumbre aquel
otro Sol brillantísimo, ...) (89)
* ...iam sol recedit igneus: infunde lumen cordibus. (... ahora que el Sol se
retira, enciende Tú nuestros corazones) (90)
Junto a estos símbolos, así como la mañana recuerda la Resurrección de Cristo,
la oración de la tarde evoca “la ofrenda que el divino Redentor instituyó
precisamente en la tarde en que cenaba con los Apóstoles.”[35] En efecto, cuando
el salmo 140 fue adoptado de modo universal como salmo vespertino [36] —«Suba mi
oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la
tarde»—, se quería expresar que el sacrificio que se ofrecía en el Templo de
Jerusalén hacia la puesta de sol de cada día no era mas que una sombra del de
Cristo, el “verdadero sacrificio vespertino”.[37] Curiosamente, sin embargo, si
buscamos lugares, dentro del Himnario, en los que se aluda a esta idea, hemos
que acudir a los himnos de Tempore, ya que en los 62 himnos de la Serie semanal
no consta ninguna alusión a esa Ofrenda divina.Se debe a la aportación que ha
hecho Godescalco de Fulda OSB (+868) al actual Himnario litúrgico el que el
tiempo de la noche haya quedado teñido, en algún momento, como de un cierto
temor sombrío. .
* Galli cantu mediante noctis iam caliginem et profundæ noctis atram levante
formidinem, Deus alme, te rogamus supplicesquem poscimus. (Con el canto del
gallo, mientras se disipa la tiniebla nocturna y ese temor sombrío, que nos
impuso la noche con su espesura, acudimos a ti, Señor, Dios santo, para
implorarte entre súplicas y ruegos.) (91)
Para el tema de la noche el actual Himnario latino de la Liturgia Horarum ha
recogido de la Sagrada Escritura tres noches significativas.En primer lugar, es
fruto de la musa de Godescalco de Fulda OSB (+868) el haberse inspirado en el
célebre texto del libro de la Sabiduría[38] sobre la noche y verter a dímetros
trocaicos la prosa de esos versículos, evocando así en nuestra imaginación el
recuerdo de la noche de Belén:
* Vigil, potens, lux venisti atque custos hominum, dum teneret simul cuncta
medium silentium, redderent necnon mortalem mortui effigiem, (Mientras el mundo
entero preentaba un lúgubre aspecto mortal, en medio de aquel silencio que lo
embargaba todo, viniste Tú, Cristo, Centinela, Luz poderosa, Guardián de los
hombres.) (92)
En segundo lugar, la noche de Egipto:
* Terrorem tempus hoc habet, quo, cum vastator angelus Ægypto mortem intulit,
delevit primogenita. Hæc iustis hora salus est, quos tunc ibidem angelus ausus
punire non erat, signum formidans sanguinis. Ægyptus flebat fortiter tantorum
diro funere; solus gaudebat Israel agni protectus sanguine. (Esta hora evoca el
terror con el que el Ángel exterminador, aniquilando a los primogénitos, trajo
la muerte a Egipto. En cambio, fue la salvación para todos los justos que, allí
mismo, respetando la señal de sangre, no se atrevió a castigar. Egipto entero
lloró por el severo castigo de tantos; sólo Israel gozaba, amparado por la
sangre del cordero.) (93)
Por último, la noche en la que llega el esposo y no encuentra a todas las
doncellas preparadas. Late aquí un desarrollo de la idea de la vigilancia,
característica del Oficio nocturno, con la exhortación de Jesús a la vigilancia
cristiana en la parábolas de las vírgenes necias.
Ipsum nunc nobis tempus est quo voce evangelica venturus sponsus creditur regni
cælestis conditor. Occurrunt sanctæ virgines obviam tunc adventui, gestantes
claras lampadas, magno lætantes gaudio. Stultæ vero quæ remanent exstinctas
habent lampadas, frustra pulsantes ianuam, clausa iam regni regia. (A la misma
hora de la parábola, resuena ya en nosotros la voz evangélicaque pregona la
llegada del augusto Esposo divino, Creador del Reino ceelstial. Salen a su
encuentro las vírgenes piadosas que, en medio de su alegre alborozo, llevan las
lámparas encendidas. Las necias, en cambio, con las suyas apagadas, pulsan en
vano la puerta de aquella mansión regia, qua ya no se abre para ellas.) (94)
El cristiano que vive conforme a la voluntad divina es como una lámapara
encendida; es signo de la presencia del Señor en medio del mundo, como luz que
ilumina a los hombres en su marcha hacia Dios. Una vida llena de obras buenas,
hechas en gracia de Dios, está en condiciones para ir al encuentro de Cristo y
de brillar como lámpara encendida ante el Tabernáculo del Altísimo.
Llegamos ya al término de nuestro estudio. Como hicimos en Laudes, finalizamos
nuestra excursión a través de los himnos de cotidiano ofreciendo una relación de
las cláusulas que los poetas fueron ideando para expresar el sugestivo momento
del crepúsculo:
* Iam sol recedit igneus, ... (Ahora que el sol candente se retira, ...) (95)
* Nox atra rerum contegit terræ colores omnium: (Mientras la noche cerrada ha
ido cubriendo el colorido de cuanto hay sobre la tierra, ...) (96)
* Solis abscessus tenebras reduxit,... (Ya que la caída del sol atrajo de nuevo
las tinieblas, ...) (97)
* Iam sol urgente vespero occasum suum graditur, mundum concludens tenebris suum
observans ordinem. (Urgido ya por el caer de la tarde, declina el sol hacia el
ocaso y, al cumplir esta ley prestablecida, reviste al mundo de tinieblas.) (98)
* Ruit dies in vesperum, ... (Cayendo el día hacia el crepúsculo, ...) (99)
* Sol, ecce, lentus occidens montes et arva at æquora mæstus reliquit, ... Ac
dum, tenebris æthera silentio prementibus, vigor laborum deficit, quies cupita
quæritur ... (Fijáos cómo el sol, con su lento discurrir hacia el ocaso, va
dejando de luto el monte, el campo y el valle ... Cuando el aire se empapa del
silencio que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos,
cuando se busca la ansiada quietud, ...) (100)
(1) Fulgentis auctor, estrofa 5, Laudes II y IV Miércoles, autor
desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.
(2) Æterna cæli, estrofa 5, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo VII-VIII,
dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.
(3) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(4) Æterne lucis, estrofa 5, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(5) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(6) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(7) Sol ecce lentus, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico; Iam lucis, estrofa 6, Laudes II y IV
Jueves, autor desconocido, siglo XI, dímetro yámbico con asonancia: aa, bb,
esquema métrico.
(8) Iam lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Jueves, autor desconocido, siglo XI,
dímetro yámbico con asonancia: aa, bb, esquema métrico.
(9) Æterna cæli, estrofa 4, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo VII-VIII,
dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.
(10) Iam lucis, estrofa 3, Laudes II y IV Jueves, autor desconocido, siglo XI,
dímetro yámbico con asonancia: aa, bb, esquema métrico.
(11) Sol ecce surgiT, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(12) Nox et tenebrÆ, estrofa 3, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(13) Lucis largitor, estrofa 4, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo
VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(14) Lucis largitor, estrofa 4, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo
VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(15) Nox et tenebræ, estrofa 1, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(16) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema rítmico.
(17) Sol ecce lentus, estrofa 4, Laudes II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(18) Adesto rerum condiitor, estrofa 1, Laudes II y IV Viernes, autor
desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(19) Christe redemptor ... ex Patre, estrofa 2, Vísperas 25.XII, autor
desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(20) Christe splendor Patris, estrofa 1, Laudes S. Familia, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, tripodia trocaica, que recuerda al clásico choricus ithyphallicus,
esquema rítmico.
(21) Immensa et una, estrofa 3, S. Trinidad, Anselmo Lentini OSB, siglo XX,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(22) Tibi Christe, estrofa 1, Laudes 29.IX, Rábano Mauro OSB, siglo X, dímetro
trocaico acataléctico y dímetros trocaicos catalécticos con estrofas de seis
versos, esquema rítmico.
(23) O quam glorifica, estrofa 4, Vísperas 22.VIII, autor desconocido, siglo XII,
dímetro yámbico con rima bisilábica: aa, bb en las tres últimas estrofas,
esquema métrico.
(24) Deus qui cæli lumen es, estrofa 1, Laudes II y IV Viernes, autor
desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.
(25) Deus qui cæli lumen es, estrofa 4, Laudes II y IV Viernes, autor
desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.
(26) Pergrata mundo, estrofa 2, Laudes II y IV Martes, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(27) Æterne rerum, estrofa 6, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(28) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(29) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(30) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(31) Splendor paternæ, estrofa 2, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(32) Lux æterna, estrofa 1, Sábado II y IV Lunes, Godescalco de Fulda OSB, siglo
IX, dímetro trocaico acataléctico y dímetros trocaicos catalécticos, esquema
rítmico.
(33) Splendor paternæ, estrofa 8, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(34) LUCIS LARGITOR, estrofa 3, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo
VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(35) Æterne lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(36) Deus qui cæli lumen es, estrofa 3, Laudes II y IV Viernes, autor
desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.
(37) Lucis largitor, estrofa 2, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo
VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(38) Dies ætasque, estrofa 1, Laudes I y III Domingo, Aron, siglo XIII, dímetro
yámbico, esquema rítmico.
(39) Dies ætasque, estrofa 3, Laudes I y III Domingo, Aron, siglo XIII, dímetro
yámbico, esquema rítmico.
(40) Salve dies, estrofa 2, Laudes II y IV Domingo, Adán de San Víctor, siglo
XII, 1-3: tetrasílabos paroxítonos y hexasílabos proparoxítonos. 4: tetrasílabo
paroxítono, esquema rítmico con rima bisilábica perfecta: aaab, cccb.
(41) Aurora iam, estrofa 2, Laudes I y III Sábado, autor desconocido, siglo VII-VIII,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(42) Sol ecce surgit, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(43) Aurora solis nuntia, estrofa 1, Laudes 1.V, Evaristo D"Anversa (+1968),
siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(44) Rector potens, estrofa 2, Sexta (a), autor desconocido, muy antiguo,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(45) Fulgentis auctor, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, autor desconocido,
siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.
(46) Fulgentis auctor, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, autor desconocido,
siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.
(47) Diei luce reddita, estrofa 2, Laudes II y IV Sábado, autor desconocido,
siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(48) Sol eece surgit, estrofa 5, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(49) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(50) Ales diei, estrofa 1, Laudes II y IV Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro
yámbico, esquema rítmico.
(51) Æterne rerum, estrofa 4, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(52) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(53) Deus qui cæli lumen es, estrofa 2, Laudes II y IV Viernes, autor
desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.
(54) Æterne rerum, estrofa 4, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(55) Æterne rerum, estrofa 3, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(56) Nox et tenebræ, estrofa 2, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(57) Pergrata mundo, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(58) Æterne lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(59) Ecce iam, estrofa 1, Laudes II y IV Domingo, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(60) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(61) Æterna cæli, estrofa 3, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo
VII-VIII, dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.
(62) Aurora iam, estrofa 1, Laudes I y III Sábado, autor desconocido, siglo VII-VIII,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(63) ACÆLI DEUS, estrofa 2, Vísperass I y III Miércoles, S. Gregorio Magno,
siglo VII, dímetro yámbico con rima en la segunda parte, esquema métrico.
(64) SOMNO REFECTIS, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Lunes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(65) TU TRINITATIS, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(66) TU TRINITATIS, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(67) PRIMO DIERUM, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Domingo, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(68) CONSORS PATERNI, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Martes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(69) RERUM CREATOR, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Mioércoles,
autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(70) SUMMÆ DEUS, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Sábado, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(71) ALES DIEI, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) II y IV Jueves, Prudencio,
siglo V, dímetro yámbico con asonancia, esquema rítmico.
(72) SOL ECCE SURGIT, estrofa 1, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB,
siglo XX, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(73) Sol eece surgit, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(74) Te lucis, estrofa 2, Completas (a), autor desconocido, siglo V-VI, dímetro
yámbico, esquema rítmico.
(75) TU TRINITATIS, estrofa 3, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(76) SOMNO REFECTIS, estrofa 3, Oficio de lectura (noct.) I y III Lunes, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.
(77) NOX ET TENEBRÆ, estrofa 5, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(78) DEUS CREATOR, estrofas 1-2, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo
IV, dímetro yámbico, esquema métrico.
(79) SOL ECCE LENTUS, estrofas 1-2-3, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo
Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(80) SATOR PRINCEPSQUE, estrofa 1, Vísperas II y IV Martes, autor desconocido,
siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.
(81) LUMINIS FONS, estrofa 2, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(82) HORIS PERACTIS, estrofa 2, Vísperas II y IV Viernes, autor desconocido,
siglo incierto, dímetro yámbico, esquema métrico.
(83) DEUS QUI CLARO LUMINE, estrofa 3b, Vísperas II y IV Jueves, autor
desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(84) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(85) DEUS CREATOR, estrofa 5, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(86) SOL ECCE LENTUS, estrofas 6, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini
OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
(87) DEUS CREATOR, estrofa 3, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV,
dímetro yámbico, esquema métrico.
(88) LUMINIS FONS, estrofa 2, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(89) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(90) O LUX, estrofa 1b, II Vísperas II y IV Domingo, autor desconocido, siglo
VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.
(91) GALLI CANTU, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) II y IV Viernes,
Godescalco de Fulda OSB, siglo IX, Dímetros trocaicos catalécticos y
acatalécticos, esquema rítmico.
(92) GALLI CANTU, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) II y IV Viernes,
Godescalco de Fulda OSB, siglo IX, Dímetros trocaicos catalécticos y
acatalécticos, esquema rítmico.
(93) MEDIÆ NOCTIS, estrofa 3-4-5, Oficio de lectura (noct.) II y IV Domingo,
autor desconocido, siglo V, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(94) IPSUM NUNC, estrofa 1-2-3, Oficio de lectura (noct.) II y IV Lunes, autor
desconocido, siglo V, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(95) O LUX, estrofa 1b, II Vísperas II y IV Domingo, autor desconocido, siglo
VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.
(96) NOX ATRA, estrofa 1a, II Oficio de lectura (noct.) I y III Jueves, autor
desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico, esquema métrico.
(97) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa
sáfica, esquema métrico.
(98) DEUS QUI CLARO LUMINE, estrofa 2, Vísperas II y IV Jueves, autor
desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.
(99) HORIS PERACTIS, estrofa 1a, Vísperas II y IV Viernes, autor desconocido,
siglo incierto, dímetro yámbico, esquema métrico.
(100) SOL ECCE LENTUS, estrofas 1 y 3, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo
Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.
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Notas:
[1]HILARI RAGUER, El día y la noche en los salmos, en “Orarlos salmos en
cristiano”, DOSSIERS CPL, 43, p.64; cfr. Ps 22, 3; Ps 87, 2; Ps 19, 3; Ps 1211,
6; Ps 135, 8; ...
[2]LITURGIA HORARUM, O lux, II Vísp, Dom II y IV: "Te nostra supplex gloria per
cuncta laudet sæcula." (F. AROCENA, Los himnos de la Liturgia de las Horas,
Madrid, 1992, p. 73). La expresión supplex gloria resulta especialmente concisa
y densa y sirve para calificar a los himnos, con los que celebramos la majestad
de la Trinidad beatísima. En el cielo sólo reinará la glorificación perfecta;
mientras —sobre la tierra—, como canta este himno, supplex gloria. Cfr. también
en este mismo volumen el Prólogo de B. VELADO, p. 9-10.
[3]OGLH, 38.
[4]OGLH, 39.
*Inscripción medieval.
[5]Resulta ilustrador, a este respecto, que, de los 14 himnos de Laudes de la
Serie semanal, la partícula iam aparece 13 veces; algún himno, por ejemplo, el
Fulgentis auctor, la incluye hasta tres veces.
[6]Lc 1, 78.
[7]Mal 4, 2.
[8]Io. 1,9.
[9]LITURGIA DE LAS HORAS, Oración conclusiva Jueves III.
[10]Hb 1, 3.
[11]Iac 1, 17.
[12]Dan 7, 9; 7, 13 y 7, 22.
[13]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 35; PL 4, 561.
[14]J. MATEOS, Quelques aspects théologiques, p.342-344.
[15]Autor de varios himnos perteneciente al equipo de latinistas himnógrafos de
la Sagrada Congregación de Ritos, oficio que compartió con Vittorio Genovesi SI.
Después de la reforma litúrgica, de toda su producción poética sólo dos piezas
han quedado incluidos en el actual Himnario de la Liturgia Horarum: los himnos
del Oficio de lectura y Laudes del 1.V: Te pater Ioseph y Aurora solis nuntia.
[16] Gen 1, 14-19.
[17] SANTO TOMÁS DE AQUINO, De potentia, q. 9, a. 9.
[18] Gen 1: 3 . 6 . 9. 14. 20 . …: “Y dijo Dios…”
[19]Ps 32, 13-14.
[20]C. CARDÓ, Emmanuel, Madrid 1989, p. 339.
[21]El término latino ales, -itis, que proviene de ales = el ala, goza de un uso
muy extendido en el ámbito de la poesía latina y, yuxtapuesto a diversos
adjetivos, reviste un conjunto grande de significados: Jovis ales = el águila,
ales anguis = el dragón, ales albus = el cisne, e incluso, en nuestro caso, ales
cristatus = el gallo.
[22]Mt 26, 34; Mc 14, 72; Lc 22, 61: Non cantabit gallus, donec ter me negabis.
(Antes de que cante el gallo me negarás tres veces).
[23]Petra Ecclesiæ es una contracción de ipse, qui es Petra Ecclesiæ.
[24]Spiculum, es la punta de la flecha, de la lanza, etc. Aquí el término se
emplea metafóricamente en el sentido de “rayo de sol’, porque ya Eurípides y
Lucrecio habían hablado del amanecer como el momento en el que comienzan a
aprciarse las tela diei, las flechas del sol.
[25]Este himno, compuesto hacia 1970, revela a Lentini como conocedor profundo
de la tradición himnológica e imitador del estilo que caracteriza a la vertiente
poética de la Latinitas christiana. Para incluir en su composición original el
término spicula solis, se fijaría, probablemente, en el Cathemerinon de
Prudencio, que es quien recoge esta idea de los poetas griegos para aplicarla al
inicio del día.
*FRAY LUIS DE LEÓN, Exposición del Libro de Job, 35, 10.
[26]A excepción del Rerum Deus, para las I Vísperas de los Domingos I y III, de
autor desconocido y época de composición incierta, tomado del Himnario gótico,
que se armoniza adecuadamente con los demás himnos de Vísperas y cierra el ciclo
de los días de la Creación, celebrando el descanso que debe seguir al trabajo.
[27]Virgilio, en Geor., IV, 426, y también en otros lugares, emplea la expresión
sol igneus.
[28]DANTE, Divina comedia, Pur., 8, 3 ss.
[29]A. LENTINI, «Te decet hymnus», L"Innario della “Liturgia Horarum”, Roma,
1984, p.9. La estrofa nueva no es tan nueva; ha sido entresacada del Christe
precamur adnuas, de autor desconocido pero mencionado ya en el siglo VI por S.
Cesáreo. Para la composición de la segunda estrofa del Te lucis se han tomado
las estrofas 2 y 3 del Christe precamur adnuas lo cual obedece tanto a motivos
de brevedad, como a que las estrofas 1 y 4 aludían a Cristo, mientras que todo
el Te lucis se refiere a Dios. Para una explicación más detallada sobre esta
materia, cfr. A. LENTINI, Hymni instaurandi Breviarii Romani, en NOTITIÆ, mayo
1973.
[30]cfr nota 27.
[31]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 35; PL 4, 561: “Quando oramus et petimus
ut super nos lux denuo veniat, Christi precamur adventum lucis æternæ gratiam
præbiturum.””
[32]SAN BASILIO, Grandes Reglas, respuesta 37, 3; PG 31, 1014.
[33]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 36; PL 4, 562: “Si illa per totam noctem
iugiter vigilans continuis precibus orabat, quanto nos magis in frequentanda
oratione debemus nocte vigilare.”
[34]“Lumen hilarum sanctæ gloriæ æterni Patris cælestis, beatum Iesum Christum;
ad occasum solis perducti, videntes lumen vespertinum, canimus Patrem et Filium
et Spiritum Sanctum Deum...” (Luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre,
Jesucristo bendito; llegados a la puesta de sol, viendo la luz encendida de la
tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo...). Citado en IGLH, 39.[35]OGLH,
39.
[36]J. PINELL, El número sagrado de las Horas del Oficio, en Miscellanea
liturgica Lercaro, t. 2, Desclée, Roma 1967, p. 910-911.
[37]Así comenta Casiano: “O bien el que, por la tarde, el Señor Salvador enseñó
a sus Apóstoles en la Cena cuando instituyó los Santísimos misterios de la
Iglesia, o bien el que Él mismo al día siguiente ofreció al Padre, sacrificio de
la tarde, es decir, al fin de los tiempos, por la elevación de sus manos para la
salvación del mundo entero” cfr. CASIANO, Instituciones cenobíticas, libro 3, c.
3, 9-10.
[38]Sap 18, 14 ss.