La dificultad de hablar de la teología y sexo en los medios (I)


 

Christopher West aclara cómo cayó en una polémica en Estados Unidos


 

EXTON, Pennsylvania, domingo, 6 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Christopher West y su trabajo en el Instituto de Teología del Cuerpo han sido tema de debate desde que, el pasado mayo, surgiera una polémica a causa de la mala presentación de sus puntos de vista en Nightline de la cadena ABC.

Esto provocó  que el cardenal Justin Rigali, arzobispo de Filadelfia, y monseñor Kevin Rhoades, obispo de Harrisburg, Pennsylvania, hicieran pública una declaración en agosto apoyando la labor de la organización y el "carisma particular" de West para llevar adelante su misión.

El mes pasado, el popular escritor y conferenciante publicaba su propia respuesta a las críticas, titulada: "El debate de la Teología del Cuerpo: una cuestión clave".

Ahora, en esta entrevista en exclusiva para ZENIT, West revela cómo las críticas han afectado a su trabajo, las lecciones aprendidas de las malas exposiciones de los medios, y por qué hablar sobre sexo puede disparar un debate tan apasionado.

--En su respuesta y explicación de su postura, usted afirma estar agradecido por las diversas críticas a su trabajo. ¿Estas críticas le han llevado a pensar de forma distinta en algún punto?

--West: Sí. Siempre hay lugar para la mejora y para más claridad.

He tenido en mente los comentarios de varios críticos prácticamente en cada conferencia que he dado desde el debate del pasado verano. Esto ha cambiado la forma en que expreso diversas cosas.

Este es el camino de cualquier presentador de la fe: siempre debemos estar abiertos a cambiar y al refinamiento.

Poner en términos de un laico la densa teología de Juan Pablo II era un territorio desconocido cuando comencé mi trabajo a mediados de los noventa. Encontrar el lenguaje, las imágenes y las anécdotas correctas ha sido un proceso de prueba y error. Aquellos que han seguido mi trabajo durante años suelen comentarme cómo ha cambiado y se ha desarrollado.

Debo muchos de los desarrollos positivos a quienes me han proporcionado críticas constructivas.

--¿Qué  ideas ha sacado de esta experiencia?

--West: En todo esto ha habido duras lecciones para mí, y rezo para no olvidar ninguna. Para empezar, creo que era ingenuo al creer que un tema tan sensible pudiera presentarse en programa de noticias popular.

Sabía, por supuesto, el riesgo que implicaba, pero nunca imaginé que el asunto acabaría haciendo pensar que considero a Hugh Hefner un "héroe" junto a Juan Pablo II, algo que por supuesto resulta extraño.

Esto causó  mucha consternación en algunos círculos católicos, lo que es comprensible si se toma al pie de la letra los que aireó ABC.

Lamento de verdad la forma en que mi propia ingenuidad ha contribuido a la consternación. Diversos consultores eclesiales que me aconsejaron en esto han compartido algunas experiencias difíciles con los medios de masas. Lo que contaban y su sabiduría me han ayudado a abrir los ojos.

Si en el futuro acepto entrevistas similares, será con mucho más cuidado y discernimiento.

--Usted afirma que mucho de su trabajo se ha malinterpretado. ¿Por qué  ha ocurrido esto?

--West: Quizás porque el sexo es un asunto muy sensible.

Nuestras opiniones sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad están muy unidas a nuestro sentido de nosotros mismos, a nuestra identidad. Esto, me parece, es la causa de que hablar sobre la sexualidad tienda a dar como resultado un avispero.

Cuando las emociones se han calentado, quizá no estemos tan inclinados a indagar. Quizás oímos cosas que nos irritan y, en tal estado, podemos asumir demasiado rápido como verdades cosas que no lo son, o podemos inclinarnos a exagerar las cosas, a sacar las cosas de contexto, o incluso a malinterpretar a alguien. Puedo entender por qué ocurre. No es divertido cuando el objetivo eres tú, pero puedo entenderlo.

También creo que podría tener algo que ver con la naturaleza impersonal e incorpórea de internet. Parece que, por alguna razón, estamos dispuestos a decir y a hacer cosas en línea que no diríamos ni haríamos en otros contextos.

--¿Usted dice que la cuestión clave del debate tiene que ver con el hecho de si la gracia de Dios nos redime o no eficazmente en esta vida de las tendencias sexuales desordenadas? ¿Por qué es tan importante responder correctamente a esta cuestión? ¿Qué es lo que está en juego?

--West: Falta un matiz muy importante en todo lo que dice. Usted afirma que yo creo que la cuestión clave "tiene que ver con el hecho de si la gracia de Dios nos redime o no eficazmente en esta vida de las tendencias sexuales desordenadas".

Yo no utilizaría esta forma de hablar porque es demasiado definitiva. Nadie en la tierra puede decir: "Dios me ha redimido de mis tendencias sexuales desordenadas".

La redención nunca está completa en este lado del cielo. Todo lo que se puede decir es: "Estoy en el camino de la redención de mis tendencias sexuales desordenadas".

Como escribí  en mi respuesta, de una manera muy clara, los debates sobre lo que somos capaces en la batalla con la concupiscencia nos llevan al centro mismo del Evangelio.

Esto es lo que está en juego - sostenía Juan Pablo II, "la realidad de la redención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que él nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de la concupiscencia" (Veritatis Splendor, 103).

La victoria de Cristo es definitiva, pero nosotros asumimos dicha victoria como una tarea, como un viaje.

Cristo nos llama a salir de la barca. Y si mantenemos los ojos fijos en él, podremos andar sobre las aguas. Es decir, podemos hacer lo que humanamente parece imposible.

Por nosotros mismos, superar nuestras tendencias sexuales desordenadas es imposible, pero con Dios todas las cosas son posibles (ver Mateo 19:26).

 

Cuando la sexualidad es tentada por la lujuria (II)
Christopher West y la Teología del Cuerpo

EXTON, Pennsylvania, lunes 7 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Aunque los seres humanos necesitarán estar siempre vigilantes contra las tentaciones sexuales, no nos definimos sólo por nuestra naturaleza caída, afirma Christopher West del Instituto de Teología del Cuerpo.

El trabajo del popular escritor y conferenciante estadounidense ha sido tema debate desde que, el pasado mayo, se hiciera una polémica y mala presentación de sus opiniones en Nightline de la cadena ABC. El cardenal Justin Rigali, arzobispo de Filadelfia, salió en su defensa, apoyando la labor de la organización y el "carisma particular" de West para llevar adelante su misión.

En esta entrevista para ZENIT, se explica más en profundidad sobre la sexualidad, la vigilancia, la concupiscencia y la redención, a la luz de las enseñanzas del Papa Juan Pablo II.

La primera parte de esta entrevista se publicó el en la edición del 6 de diciembre de ZENIT.

--En la declaración que usted publicaba recientemente, observa que el debate se centra en distinguir entre el "hombre dominado por la lujuria", o el "hombre redimido por Cristo". Pero, ¿acaso no todos los hombres tienen la misma tendencia hacia concupiscencia? ¿Cómo puede clasificar a la gente en una u otra categoría?

--West: En realidad son distinciones de Juan Pablo II.

En respuesta a quienes quieren mitigar la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad de forma que concuerde con las "posibilidades concretas del hombre", Juan Pablo II pregunta "Pero, ¿cuáles son las ‘las posibilidades concretas del hombre'? ¿Y de qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado concupiscencia, o del redimido por Cristo?" (Veritatis Splendor, 103).

Todo el mundo experimenta la concupiscencia, ese desorden de nuestras pasiones causado por el pecado original. En este sentido, todos somos el "hombre de la concupiscencia" - una frase que Juan Pablo II utiliza de forma repetida en su Teología del Cuerpo. Pero, y este es el punto clave, no somos un mero hombre de la concupiscencia.

No somos meros caídos. Somos caídos y redimidos.

Y la redención de Cristo nos llama, dice Juan Pablo II - y nos llama con eficacia - a experimentar una "victoria verdadera y profunda" sobre las distorsiones de la lujuria.

La siguiente declaración de Juan Pablo II lo deja claro, creo: "Aunque el hombre permanece naturalmente como hombre de la concupiscencia... es al mismo tiempo el hombre de la ‘llamada'. Es ‘llamado' a través del misterio de la redención del cuerpo, un misterio divino que es al mismo tiempo - en Cristo y por Cristo en todo hombre - una realidad humana".

--Juan Pablo II nos decía en la Veritatis Splendor que Cristo "ha dejado nuestra libertad libre de la dominación de la concupiscencia". ¿Cómo se aplica esto a nuestra vida de cada día? ¿A qué se refiere, especialmente en relación con nuestra vida sexual? A un nivel práctico, ¿puede una persona asumir que tendrá que estar siempre vigilando sus pasiones sexuales?

--West: Debemos estar siempre vigilantes cuando viene la tentación, sexual o de otro tipo.

Pero esta vigilancia puede diferir de persona a persona. Por ejemplo, un alcohólico, que apenas logra estar sobrio, necesitará estar vigilante con el alcohol de una forma que alguien que nunca ha luchado contra el alcoholismo estará.

La vigilancia diferirá según en dónde estemos en nuestro viaje. Como escribía Juan Pablo II, "Con el paso del tiempo, si perseveramos en el seguimiento de Cristo nuestro Maestro, nos sentiremos cada vez menos cargados por la lucha contra el pecado, y gozaremos cada vez más de la luz divina que impregna toda la creación".

"Esto es lo más importante, porque nos permitirá escapar de la situación de constante exposición interna al riesgo de pecado - aunque, en esta tierra, siempre queda presente el riesgo de pecado en algún grado" (Memoria e Identidad).

Pero, para contestar la primera parte de la pregunta, ¿cómo actúa la "libertad de la dominación de la concupiscencia" en nuestra vida cotidiana? Juan Pablo II escribió que para experimentar esta libertad, debemos dedicarnos a "una progresiva educación desde los simples gestos, en los que es relativamente fácil poner en práctica esta decisión interna".

Por ejemplo, podemos examinar nuestros hábitos alimenticios. ¿Si una persona no puede decir no a un trozo de pastel, cómo dirá no a un e-mail incitándolo a ver pornografía?

El ayuno es una maravillosa forma de crecer en el dominio de nuestras pasiones. Si no forma parte ya de la vida de una persona, debería comenzar con un simple sacrificio que sea relativamente fácil de poner en práctica.

A medida que uno ejercita este "músculo", verá que aumenta su fuerza. Lo que una vez era "imposible" se convierte gradualmente en posible. La analogía del músculo, sin embargo, sólo es correcta a medias.

El crecimiento en la pureza es cierto que exige esfuerzo humano, pero también recibimos ayuda de la gracia sobrenatural.

Aquí  creo que es crucial distinguir entre represión y entrada en la redención.

Cuando la lujuria "llamea", en vez de reprimirla empujándola al subconsciente, o intentando no hacer caso, podemos entregar nuestras lujurias a Cristo y permitirle que "las crucifique" (ver Gálatas 5, 24). Al hacerlo, "el Espíritu del Señor da nueva forma a nuestros deseos" (Catecismo de la Iglesia Católica 2.764).

En otras palabras, cuando permitimos que la lujuria sea "crucificada", llegamos a experimentar también la "resurrección" del deseo sexual como Dios los entiende. No inmediatamente, no de modo fácil, sino de manera gradual, progresiva, tomando nuestra cruz de cada día y siguiendo adelante, podemos llegar a experimentar el deseo sexual como el poder para amar a imagen de Dios.

Cuando las tentaciones sexuales nos asaltan, como suelen hacer, debemos rezar una oración como esta: Señor, te agradezco el don de mis deseos sexuales. Te entrego mis deseos sensuales y te pido por favor, por el poder de tu muerte y resurrección, que "endereces" en mí lo que el pecado ha torcido de manera que pueda llegar a la experiencia del deseo sexual como tú lo entiendes - como el deseo de amar a tu imagen.

Por Genevieve Pollock