Me da mucho gusto poder
hablar largo y tendido contigo sobre la verdad. Creo que el tema nos interesa
a los dos. Las respuestas a las preguntas que vamos haciendo no son algo
trivial ni irrelevante: según se responda habrá que tomar distintos
comportamientos en la vida.
Te escribo con mucha confianza, y, sobre todo, con amor: amor de amigo, porque
queremos encontrar la verdad y ayudar a los demás a encontrarla.
Voy a intentar seguir un orden, aunque normalmente soy un poco revuelto. Lo
primero es una pregunta que me viene espontáneamente: ¿para qué hacerse
preguntas? Yo creo en unas verdades, puede ser que tú las aceptes o no, y
muchos otros tienen otras opiniones distintas. ¿Vale la pena preguntarse por
qué yo pienso A mientras otros piensan B? ¿No será mejor no hacer preguntas, y
dejar que cada uno siga el camino que le sugiera su conciencia?
A veces parece que estoy perdido, en medio de un bosque tupido, con muchos
caminos que se entrecruzan delante de mí, y con una dirección que he escogido
al azar; mientras avanzo, veo a unos y a otros que van por distintos caminos,
felices o tristes, seguros y dudosos, pero caminan. Yo sigo otro camino. Hay
unos versos de Machado que dicen así:
Yo voy soñando caminos
de la tarde; las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas.
¿A dónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero:
la tarde cayendo está.
“¿A dónde el camino irá?” ¡Pero si ya estoy caminando! Quizá lo importante es
caminar, cada uno según lo que piense sea mejor. Si éste cree que es bueno el
camino de la honradez y del sacrificio, habrá que dejarle en paz. Si el otro
vive feliz como un hombre que va todos los días a misa, ¿para qué molestarle?
¡Fíjate en aquel! Es un hombre que gasta todo su dinero en emborracharse y en
apostar con los amigos, mientras en su casa su esposa tiene que trabajar y
sacrificarse para sacar adelante a sus hijos... Todos caminan, y yo también.
De nuevo, la pregunta: ¿serán iguales todos los caminos? ¿Lo único que importa
es escoger un camino, y no hay ninguna señal que nos indique si algún camino
puede ser bueno o malo?
En nuestras autopistas y carreteras vemos miles de indicaciones: de peligro,
de prohibición, informativas, o simples anuncios de ciudades o pueblos
cercanos. En el bosque de las opciones humanas, ¿hay que poner señales? ¿O lo
único que importa es que cada quien escoja libremente?
No sé si hay alguien que piense que debemos respetar cualquier decisión de los
demás sin imponerle ni la más mínima norma o freno. A mí me daría miedo decir
eso, pues entonces, cuando alguien se me acerque para robarme o para dejarme
como recuerdo una navaja en el estómago, no puedo decirle nada si es que
quiero ser coherente con el principio “hay que respetar cualquier opción”.
Es lícita, por tanto, la pregunta: ¿hay caminos permitidos, y caminos
prohibidos? ¿Hay alguna “norma” o regla a la hora de escoger un camino? ¿Hay
alguien que pueda exigir el cumplimiento de esas normas? Me interesa esta
pregunta, y tengo el derecho de descubrir una respuesta. Si no la encuentro,
corro el riesgo de someterme al capricho de los demás, o de vivir yo mismo en
un capricho continuo que me permita hacer lo que quiera, incluso también
dañando a otros.
Hace poco te decía que quizá cada quien deba seguir su conciencia. Cuando digo
esto, tengo que comprender qué significa seguir la propia conciencia. ¿Sigue
su conciencia el que mata, explota o daña a los demás? ¿Sigue su conciencia el
que engaña y roba? ¿Sigue su conciencia el que destruye la naturaleza,
extingue las especies animales, contamina nuestros mares y ríos? ¿Siguen su
conciencia los que promueven guerras y asesinatos, abortos e infanticidios?
Por eso hemos de responder a la pregunta: ¿qué es la conciencia?
Podríamos decir que la conciencia es como una “caja de los porqués”: una voz
interior que me dice ¿por qué haces esto? y no me deja tranquilo si el motivo
de mis acciones no es “válido”, es decir, no es correcto.
No sé si hemos avanzado. Me da la impresión de que cada idea que descubro debe
ser aclarada, y cada aclaración contiene nuevos elementos que hay que
comprender. Cuando uno analiza un árbol, encuentra en él raíces, tallo y
hojas; en cada hoja podemos descubrir tejidos; en cada tejido, distintos tipos
de células; en cada célula... Podemos ir bajando siempre más en profundidad.
No quiero hacerlo en todos y en cada uno de los puntos, pues entonces nunca
acabaríamos. Pongo por ahora un STOP, y, si quieres preguntar sobre algún
punto concreto, te respondo con gusto.
Sí me gustaría hacer un pequeño resumen, para ver si entre tanto humo hay algo
de fuego en la chimenea:
1. Queda claro que hay en la vida muchas maneras de comportarse y distintas
ideas a la hora de decidir cómo vive cada uno.
2. Esta variedad de ideas y de comportamientos nos lleva a varias preguntas:
-¿Son todas las ideas igualmente válidas?
-¿Hay algunas que no lo sean?
-¿Puedo conocer cuáles son “buenas” y cuáles no?
3. Para algunos la única manera de responder a esas preguntas es ver si los
principios y comportamientos de las personas responden a lo que les dice su
conciencia. Pero en la vida práctica vemos que así se corre el riesgo de
abusos y atentados contra la conciencia de los demás, lo cual va contra el
mismo principio y, en el fondo, contra uno mismo. Por eso quizá el principio
(hay que seguir la propia conciencia) no sea el único ni sea suficiente.
4. La conciencia se caracteriza por su hambre insaciable de porqués. Siempre
busca los motivos que sean verdaderamente buenos y válidos en mis
comportamientos, y denuncia aquellos que me llevan al error y a la injusticia.
Me pone, pues, delante de “principios” que superan y “someten” a la misma
conciencia...
Al inicio, cuando comenzaba a escribirte, pensaba por qué hacerlo... Ahora que
acabo me pregunto: ¿por qué no hacerlo? Es hermoso llegar a lo alto de una
montaña, y ver paisajes que uno antes jamás había imaginado. Desde arriba todo
es distinto, se ve desde nuevas perspectivas. Aquella casa que parecía grande,
es ahora un punto en el horizonte; la espiga de trigo, diminuta y frágil en
mis manos, se ha convertido ahora, reunida con sus hermanas, en un mar verde
que impone respeto y sosiego.
Una pequeña confidencia: en estas líneas no he caminado simplemente sin saber
a dónde iba a llegar, sin saber lo que quería. Como había que decidir, y
decidí caminar, al hacerlo ya escogí un camino (el camino del caminar) y en
esa elección ya está presente, desde ahora, la meta. Tú quizá ahora no la ves,
pero me gustaría que hicieras ese camino conmigo.
Hay una frase muy hermosa entre los escritos de Pascal. Pone en la boca de
Dios estas palabras: “No me buscarías si no me hubieses ya encontrado”. El
hecho de buscar significa al menos saber qué es buscar y, muchas veces,
también significa saber lo que se busca...
Espero no haberte quitado mucho tiempo. Vamos a seguir en camino, vamos a
buscar el porqué de nuestro caminar. Ojalá no lo hagamos solos: es más hermoso
caminar cuando hay alguien que nos acompaña, que nos comprende, que nos
escucha. Dios ahora sigue entre nosotros.
Pide por mí, para que busque siempre la verdad. Yo pido por ti. Tuyo siempre,
Fernando Pascual