BUSQUEDA/INTOLERANCIA

La Razón / Card. Ricardo Mª CARLES

Explicaba el académico Jean Guitton que uno de sus maestros le decía que aceptaba todas las filosofías excepto la «filosofía cristiana», y añadía que el cristiano no puede buscar sinceramente la verdad puesto que ya la posee. Pensaba Guitton que él había encontrado ese estado de espíritu de rechazo, al estudiar al más dulce de los emperadores, Marco Aurelio, que no era duro sino con los cristianos. Y añade (corrían los tiempos del telón de acero) que tras aquel telón, no faltaban políticos que aceptarían reconocer todos los cultos, incluso la ortodoxia: salvo el catolicismo. Se seguía preguntando a qué se debía ese ostracismo, y le había respondido León Brunchvicg: «La causa de la intolerancia de los emperadores es la siguiente: estaban dispuestos a introducir a Jesús entre los dioses, a condición de que no fuera el único. Aceptaban incluso al Dios judío, pero no podían soportar la intolerancia -creencia en un solo Dios- de los primeros cristianos». Nos podemos preguntar si ciertas políticas actuales hacia las religiones no tienen algún punto de semejanza, por lo que toca a la fe católica, con esas situaciones que vienen repitiéndose en la historia. El mismo Guitton recuerda que hasta Voltaire, según él, el más inteligente de todos los escritores, lo aceptaba todo, salvo «lo infame», es decir, la fe en Cristo.

Se llegó a preguntar si él, que se creía tolerante, no sería un intolerante que se negaba a sí mismo, puesto que era católico. Pero acabó afirmando que «todo hombre digno de este nombre es como yo un intolerante, es decir, un intransigente sobre lo esencial. Hasta el escéptico; pues nunca ha aceptado que se dude de su escepticismo».

En cuanto a «poseer ya la verdad», del profesor al que él aludía, hay que matizar que, cuando esa verdad es la Verdad de Dios, decía San Agustín: «Hay que buscar como los que deben encontrar. Hay que encontrar como los que deben buscar aún». Hay una búsqueda incierta, realizada en medio de la noche de la increencia, análoga a la búsqueda del sabio que no encuentra respuesta. La otra búsqueda es la del que ya ha encontrado a Dios, el Amor, pero se esfuerza por amar cada vez más. No se considera tranquilo «poseedor». Unamuno preguntaba: «La verdad ¿se posee o se vive?».