Biografía de Jesús de Nazareth


 

Autor: Pbro. Dr. Raúl Lanzetti
Fecha: 28 enero 2004
Fuente: Portal de evangelización desde 1996 - Iglesia.org

 

Origen e infancia de Cristo

Todo comienza en torno al año 6 aC. Se verifica en primer término la anunciación a Zacarías del nacimiento de Juan el Bautista (Lc 1, 5-22). A continuación Zacarías se dirige a su casa, situada según la tradición en Ain Karim. Días más tarde concibe su mujer Isabel, la cual mantiene oculto su embarazo durante 5 meses (Lc 1, 23-25).

Un mes después de que Isabel decidiera revelar su secreto tiene lugar en Nazaret la anunciación a María del nacimiento de Jesús (Lc 1, 26-38). Casi enseguida se verifica la visita de María a su parienta Isabel (Lc 1, 39-56).

Tres meses más tarde tiene lugar el nacimiento de Juan (Lc 1, 57-58) y a los ocho días la circuncisión del Bautista (Lc 1, 59-79). El relato termina con la infancia del Bautista y su retirada precoz al desierto (Lc 1, 80).

Todo parece indicar que fue al regreso de la Virgen a Nazaret que tuvo lugar la anunciación a José del nacimiento de Jesús (Mt 1, 18-25). San José decide entonces asumir la paternidad legal de Jesús.

Seis meses después se dirigen María y José a Belén de Judea (Lc 2, 1-5). El empadronamiento había sido ordenado por Quirino, el entonces Legado imperial de Siria. Se verifica así el tan anhelado nacimiento de Jesús en Belén (Lc 2, 6-7), con la sucesiva adoración de los pastores (Lc 2, 8-20). Ocho días más tarde tiene lugar la circuncisión de Jesús (Lc 2, 21), en la que José le impone el nombre indicado por el arcángel Gabriel: Yehosu´a. Literalmente quiere decir «Yahvé salva». A los cuarenta días del nacimiento se realiza la presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 22-38), con el cántico y la profecía de Simeón y la profecía de Ana.

No es posible saberlo con exactitud, pero entre el 6 y el 4 aC tuvo lugar la adoración de los Magos (Mt 2, 1-12), el sucesivo exilio en Egipto (Mt 2, 13-15) y la horrible matanza de los inocentes (Mt 2, 16-18).

Poco tiempo después -entre seis meses y un año se calcula- se verifica el regreso de Egipto (Mt 2, 19-21); y al llegar a Israel José toma la delicada decisión de residir en Nazaret (Mt 2, 22-23; cf Lc 2, 39-40), confirmada sobrenaturalmente por el ángel.

Los años de la vida oculta pasan en silencio, excepto el célebre episodio de Jesús entre los doctores del Templo (Lc 2, 41-50). Lucas ofrece después una breve pincelada más sobre la vida oculta en Nazaret (Lc 2, 51-52).

La vida pública de Jesús

Apertura del primer período

Ante todo hay que mencionar la actividad de Juan el Bautista en Bethabara (Mt 3, 1-10; Mc 1, 1-6; Lc 3, 1-14; Jn 1, 6-8.15); destacando especialmente el importante testimonio de Juan (Mt 3, 11-12; Mc 1, 7-8; Lc 3, 15-18; Jn 1, 19-28) Sigue a continuación el bautismo del Señor en el Jordán (Mt 3, 13-17; Mc 1, 9-11; Lc 3, 21-22; cf Jn 1, 29-34). Lo más probable es que este hecho haya tenido lugar en el mes de enero del año 28 dC.

Después de este relato Lucas agrega la genealogía de Jesús (Lc 3, 23-38). Es un modo de indicar el final del initium de la vida de Jesús (cf Mc 1, 1). La genealogía es parte de la temática característica de este initium (cf Mt 1, 1-17).

La primera actividad en Judea

Tienen lugar más tarde el ayuno y las tentaciones de Jesús en el desierto (Mt 4, 1-11; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13), con lo que Jesús se preparó para realizar la tarea que le esperaba.

Al término de los cuarenta días el Señor vuelve al Jordán y llama a sus primeros discípulos (Jn 1, 35-51): Andrés y Juan, Pedro, Felipe y Natanael. Acto seguido va a Galilea, donde realiza el milagro del casamiento de Caná (Jn 2, 1-11). Luego baja a Cafarnaún y vuelve a Jerusalén (Jn 2, 12-13).

Por la primera Pascua en Jerusalén

Tiene lugar ahora la primera manifestación pública de Jesús, en lugar y momento muy bien elegidos. San Juan destaca tres hechos.

Ante todo y poco antes de la Pascua Jesús lleva a cabo la purificación del Templo (Jn 2, 14-22), expulsando a los comerciantes. Estos no actuaban en la explanada, sino dentro del mismo recinto cubierto (aunque no en el Santuario ni en el atrio de los sacerdotes).

Después, durante la fiesta de la Pascua Jesús realiza muchos milagros (Jn 2, 23-25), suscitando una cierta fe en El.

Por último, y de forma reservada, tiene lugar la entrevista con Nicodemo (Jn 3, 1-21), uno de los judíos más importantes de la época, miembro del Sanedrín en la clase de los escribas, de la secta observante de los fariseos. Relatado magistralmente por San Juan, este diálogo refleja la concepción que Jesús tenía del nuevo Israel, y las dificultades que experimentaba quien -como Nicodemo- conocía bien las bases sobre las que se sostenía el antiguo Israel.

De Judea a Galilea

Sigue ahora un período bastante prolongado -casi un año- hasta la Pascua siguiente del 29 dC. Es una época caracterizada por el protagonismo exclusivo de Jesús. Sus seguidores, tanto varones como mujeres, son más que nada espectadores o a lo sumo le prestan a Jesús servicios de carácter más bien material y organizativo.

Desde el Jordán a Cafarnaún

Se da un primer momento de actividad de Jesús en Bethabara (Jn 3, 22-24). Es la época en que hace un gran número de discípulos. Todo parece indicar que se habría establecido en este lugar de forma permanente, si no hubiesen intervenido ciertos hechos que le sugirieron su traslado a Galilea. En efecto, se suscitó una discusión sobre la purificación (Jn 3, 25) entre un judío y los discípulos del Bautista. A continuación tiene lugar el último testimonio de Juan (Jn 3, 26-36). Y sobre todo Jesús tomó la decisión de trasladarse a Galilea (Jn 4, 1-3), ya que veía a los fariseos dispuestos a abrir las hostilidades ya desde el comienzo. Además, poco después tuvo lugar el encarcelamiento de Juan (Lc 3, 19-20), lo cual debe haber confirmado a Jesús en su decisión de alejarse de Maqueronte, la cercana residencia de Herodes Antipas en la Perea, al este del Mar Muerto.

En el viaje Jesús pasa por Samaría (Jn 4, 4). En los alrededores de la aldea de Sicar tiene lugar el célebre diálogo con la samaritana (Jn 4, 5-26.28-30), el diálogo con los discípulos (Jn 4, 27.31-38) y la sucesiva evangelización de Sicar (Jn 4, 39-42).

Los comienzos en Galilea

Los evangelistas describen en tono festivo y entusiasta la llegada de Jesús a Galilea (Mt 4, 12-17; Mc 1, 14-15; Lc 4, 14; Jn 4, 43-45). La entrada del Señor parece haber sido más bien lenta, ya que iba enseñando en las sinagogas de las aldeas por las que pasaba (Lc 4, 15). Y así, se destacan el paso por Nazaret (Lc 4, 16-22a) y luego por Caná, desde donde cura al hijo del funcionario real (Jn 4, 46-54). Al final se establece en Cafarnaún (Mt 4, 12-17) -muy probablemente en casa de Pedro y de Andrés-, y en cuya sinagoga enseña los sábados de manera regular (Lc 4, 31-32).

Durante este período tiene lugar la llamada al seguimiento permanente de Pedro, Andrés, Santiago y Juan (Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20).

Posteriormente, durante una reunión sabatina de la sinagoga, realiza el primer exorcismo (Mc 1, 23-28; Lc 4, 33-37). El hecho le ganó fama inmediata en toda la región. Al volver a la casa cura a la suegra de Pedro (Mt 8, 14-15; Mc 1, 29-31; Lc 4, 38-39); y por la tarde, al caer el sol para no violar el sábado, le traen los enfermos y poseídos de la ciudad y hace numerosas curaciones y exorcismos (Mt 8, 16-17; Mc 1, 32-34; Lc 4, 40-41).

Al día siguiente se levanta muy temprano y va a orar a un lugar solitario (Lc 4, 42a; Mc 1, 35). Se ve que ya había hecho esto mismo en otras ocasiones, ya que Simón y sus compañeros lo encuentran enseguida. Jesús les hace entonces la invitación de ir a otras aldeas (Lc 4, 42b-43; Mc 1, 36-38). Acto seguido da comienzo la primera recorrida de evangelización (Mt 4, 23; Mc 1, 39; Lc 4, 44). Los relatos coinciden en señalar que Jesús enseñó en las sinagogas exclusivamente; hasta que tuvo lugar la curación del leproso (Mt 8, 2-4; Mc 1, 40-45; Lc 5, 12-16). A partir de este momento comenzó a reunir a las multitudes en lugares abiertos: montes, llanuras u orillas del mar.

La permanencia en Cafarnaún

Al regresar de esta recorrida Jesús se queda establemente en Cafarnaún por un tiempo más o menos prolongado; uno siete u ocho meses aproximadamente. Las gentes ya acudían espontáneamente a esta ciudad para encontrarlo. De todas formas, lo más destacado de este período es que el Señor fue formando un grupo de discípulos que lo siguieron de forma permanente.

Los episodios fueron los siguientes: la curación del siervo del centurión (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10); las exigencias del discipulado permanente (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-60); la tempestad calmada (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25) durante la travesía por mar hacia Kursi; el gran exorcismo de Kursi (Mt 8, 28-34; Mc 5, 1-21; Lc 8, 26-40); la curación del paralítico (Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26), que revela el poder de perdonar los pecados que tuvo Jesús y que introduce el tema de la llamada a Mateo; la vocación de Mateo (Mt 9, 9; Mc 2, 13-14; Lc 5, 27-28); los diálogos que tuvieron lugar posteriormente durante el banquete en lo de Mateo (Mt 9, 10-17; Mc 2, 15-28; Lc 5, 29-39); los milagros de la hemorroísa y de la hija de Jairo (Mt 9, 18-26; Mc 5, 22-43; Lc 8, 41-56); y, por último, la curación de dos ciegos y de un endemoniado mudo (Mt 9, 27-34).

Es posible que por esta época haya llegado a una quincena el número de los discípulos comprometidos en el seguimiento permanente del Señor; y que Jesús haya elegido a doce de ellos para que vivieran con El (cf Mc 3, 13-19; Lc 6, 12-16). Estos serían, al menos en buena medida, los que más tarde formarían el grupo de los Doce apóstoles.

También pudo tener lugar en esta época ese sermón en una llanura, del que toma pie Lucas para insertar su versión del sermón del monte o discurso evangélico (cf Lc 6, 17-49).

Por la segunda Pascua en Jerusalén

Empieza ahora como una nueva etapa en la vida pública del Señor. Su principal característica es que Jesús irá involucrando a sus discípulos en la realización de su misión mesiánica. El nuevo Israel -la Iglesia de Cristo- comienza a tomar forma. Y también comienza a consolidarse la oposición a Jesús.

Ida y vuelta a Jerusalén

Ante todo, Jesús se dirigirá a Jerusalén para la Pascua del 29 dC (Jn 5, 1); y en el trayecto mandará a sus discípulos en misión a diversas ciudades y aldeas. Jesús comienza ahora la segunda recorrida de evangelización (Mt 9, 35).

Se dirige en primer lugar hacia Naim -la actual Nein, visible desde Nazaret- acompañado por sus discípulos y una gran muchedumbre. Al pasar por esta localidad lleva a cabo la resurrección del hijo de la viuda (Lc 7, 11-17). A continuación entra en la Samaría, en una de cuyas aldeas los samaritanos le niegan hospitalidad (Lc 9, 52-56).

Un discípulo se ofrece a seguirlo de modo permanente, y el Señor le hace presente la exigencia de no mirar atrás (Lc 9, 61). Luego da instrucciones y envía a los discípulos en misión (Mt 9, 36 - 10, 16; Lc 10, 1-11.16; cf Mc 6, 8-11; Lc 9, 3-5). Siendo la primera, esta misión tuvo un carácter preparatorio; es decir, era la avanzada de lo que luego realizaría el Señor en esos mismos lugares.

Después de un tiempo llega a otra aldea fronteriza, donde recibe a los enviados de Juan el Bautista (Mt 11, 2-19; Lc 7, 18-35), y profiere el llamado ¡ay de las ciudades impenitentes! (Mt 11, 20-24; Lc 10, 13-15).

Jesús se quedó esperando a los discípulos por estos parajes. Algunos días después -entusiasmados- regresan los discípulos de su misión (Mt 11, 25-30; Lc 10, 17-24). Es conmovedora la oración de agradecimiento a Dios Padre por parte del Señor.

Jesús prosigue su propia labor (Mt 11, 1). Se dirigió a aquellas localidades visitadas previamente por los discípulos. Ya en Judea, y al pasar por la antigua ciudad de Jericó enseña la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Llega después a Betania, donde tiene lugar el episodio de Marta y María, el unum necessarium (Lc 10, 38-42).

Estando ya en Jerusalén Jesús realiza la curación del paralítico de Betzatá (Jn 5, 2-13). Y en el Monte de los Olivos enseña a los discípulos varios temas sobre la oración: el Padrenuestro (Lc 11, 1-4), la parábola del amigo importuno (Lc 11, 5-8) y la eficacia de la oración (Lc 11, 9-13). Durante este lapso de tiempo pudo tener lugar el perdón de la pecadora en casa de Simón el fariseo (Lc 7, 36-50).

Jesús regresa después a Galilea. Iba evangelizando, acompañado más de cerca por los Doce y algunas mujeres que lo seguían de forma permanente (Lc 8, 1-3). Yendo hacia Cafarnaún, al dirigirse un sábado hacia la sinagoga de una determinada aldea, tiene lugar el episodio de las espigas arrancadas (Mt 12, 1-8; Mc 2, 23-28; Lc 6, 1-5); y luego, ya en la sinagoga, la curación del hombre de la mano paralizada (Mt 12, 9-21; Mc 3, 1-6; Lc 6, 6-11). Esta última provocó una reacción durísima por parte de los fariseos y los herodianos. Hasta el momento sólo se habían producido algunas fricciones con estas personas, pero sin mayores consecuencias. A partir de ahora subirá el tono de las acusaciones. La enemistad hacia Jesús se irá haciendo cada vez más abierta y declarada.

La llegada de Jesús a Cafarnaún era esperada con ansia por una marea de gente (Mc 3, 20). Especialmente lo aguardaban sus parientes. Habían venido a buscarlo porque pensaron que Jesús se había vuelto loco (Mc 3, 21). María los llevó hasta Jesús, pero no quiso interrumpirlo. El Señor estaba en casa respondiendo a la más terrible de las acusaciones que se le habrían podido hacer: la acusación de poder satánico (Mt 12, 22-37; Mc 3, 22-30; Lc 11, 14-15.17-26). Además, otros habían hecho la petición de un signo del cielo, algo espectacular en la atmósfera (Mt 12, 38-45; Lc 11, 16.29-36). Al ver a la Virgen afuera, una de las mujeres que estaban escuchando al Señor hizo en alta voz el elogio de María, con el consiguiente contrapunto de Jesús (Lc 11, 27-28). Al final le dicen al Señor que lo buscaban sus parientes; y explica entonces el verdadero parentesco de Jesús (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21).

Los grandes discursos de Jesús

Entramos ahora en el momento de importantes enseñanzas de Jesús acerca de la comunidad de sus discípulos, los cristianos. Es un período que va desde el sermón del monte hasta la segunda multiplicación de los panes. Se calcula que pasaron solamente dos semanas. Esto da una idea de la densidad de episodios importantes que tuvieron lugar en este lapso de tiempo.

La multitud que lo había estado aguardando en Cafarnaún se situó en la playa, a orillas del Lago de Genesaret. Desde la barca de Pedro el Señor les dirigió el sermón de las parábolas (Mt 13, 1-53; Mc 3, 7-12; 4, 1-34; Lc 5, 1-3; 8, 4-18). Y enseguida Jesús realiza la pesca milagrosa (Lc 5, 4-11).

A continuación tiene lugar en un monte la oración nocturna del Señor (Lc 6, 12); y al llegar el día hace la formal elección e institución de los Doce entre sus discípulos (Mc 3, 13-19; Lc 6, 13-16). Acto seguido da comienzo a su célebre sermón del monte (Mt 4, 24 - 7, 29; Lc 6, 17-49), dirigido a un gran número de discípulos en presencia de la multitud que se había aglomerado en el lugar. Al terminar entra de nuevo en Cafarnaún (Mt 8, 1; Lc 7, 1).

En torno a la primera multiplicación de los panes

Poco más tarde Jesús realiza su segunda visita a Nazaret (Mt 13, 54-58; Mc 6, 1-6a; Lc 4, 22b-30). El Señor procuró entonces llevar a sus paisanos a la fe en El. Y así, enseñó algunas veces en la sinagoga del lugar. Sin embargo, aunque los nazarenos creían en su evidente poder taumatúrgico, no aceptaron su mesianidad, debido a esa normalidad de Jesús que ellos habían comprobado diariamente durante treinta años. En la visión de la época, el Mesías debía ser un ser extraordinario, deslumbrante. Jesús no hizo allí más que unos pocos milagros; y, como relata San Lucas, la reacción fue de lo más violenta. El Señor sufrió el primer intento espontáneo de darle muerte. Nazaret sale así definitivamente de su vida.

A continuación tiene lugar la misión de los Doce (Mc 6b-7.12-13; Lc 9, 1-2.6) por la zona de Nazaret. Entra así en funciones el flamante grupo de apóstoles poco tiempo antes instituído formalmente por el Señor. Aunque no se trató en esta ocasión de un gran despliegue, de todas formas tuvo sus repercusiones y llegó a suscitar una cierta curiosidad en la corte de Herodes Antipas. Los evangelistas informan entonces sobre la opinión de Herodes y otros sobre Jesús (Mt 14, 1-2; Mc 6, 14-16; Lc 9, 7-9), y sobre la muerte del Bautista (Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29) que había tenido lugar tiempo antes.

El Señor se enteró de la muerte de Juan por aquellos días; y, al regresar los Doce de su misión, se retiró a un lugar desierto con ellos al sur de Betsaida. Tiene lugar acá una larga enseñanza del Señor y la sucesiva primera multiplicación de los panes (Mt 14, 13-21; Mc 6, 30-44; Lc 9, 10-17; Jn 6, 1-15). Después de despedir a la gente el Señor se retira a orar; y por la noche Jesús viene caminando sobre las aguas al encuentro de sus discípulos (Mt 14, 22-33; Mc 6, 45-52; Jn 6, 16-21). Llegan a la otra ribera; y la gente viene hacia El caminando por el borde del lago. En Cafarnaún -primero a la orilla del mar y luego en la sinagoga- tiene lugar el anuncio de la institución de la Eucaristía (Jn 6, 22-71). Se produce entonces una notable crisis de fe entre los discípulos, ya que fueron muchos los que abandonaron a Jesús en ese momento. Hasta uno de los Doce -Judas Iscariote, en concreto- perdió la fe en El. Parece que para sacar el mal sabor de boca a los que siguieron fieles, el Señor realiza a continuación abundantes curaciones en la zona de Genesaret (Mt 14, 34-36; Mc 6, 53-56).

En torno a la segunda multiplicación de los panes

Lo característico de este momento tiene dos aspectos complementarios. Por un lado, el Señor cuestiona fuertemente el modo de leer la Biblia que predominaba en su época; y, por otro, comienza a poner las bases de la apertura de su Iglesia a los paganos. Como es sabido, estas dos temáticas serán desarrolladas por San Pablo, especialmente en sus cartas a los Romanos y a los Gálatas.

Los relatos de Mateo y Marcos versan inicialmente sobre las tradiciones farisaicas (Mt 15, 1-20; Mc 7, 1-23). Lucas desarrolla en cambio la diatriba del Señor contra los fariseos y los escribas (Lc 11, 37-54).

A continuación el Señor se dirige hacia la comarca de Tiro y de Sidón, fuera de Israel, en la subprovincia de la Siro-Fenicia. Estamos en tierras de paganos; y acá realiza Jesús la conmovedora curación de la hija de la sirofenicia (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30).

Vuelve después el Señor al lago de Galilea, a un monte situado en una zona despoblada entre Betsaida y Kursi, perteneciente a la Decápolis, región de mayoría pagana. Realiza acá numerosas curaciones junto al lago (Mt 15, 29-31), entre las que se destaca la curación de un tartamudo sordo, el famoso effatá (Mc 7, 31-37).

Jesús enseñó largamente durante tres días. Lucas refiere el contenido de la predicación del Señor en este nuevo encuentro multitudinario (Lc 12, 1 - 13, 9; cf Mt 10, 17-36). Y también tiene acá lugar el milagro de la segunda multiplicación de los panes (Mt 15, 32-38; Mc 8, 1-9).

Estos hechos y enseñanzas que van desde el sermón de las parábolas hasta la segunda multiplicación de los panes constituyen como la culminación de todo un período de la actividad del Señor, concentrado especialmente en la formación de la comunidad de sus discípulos, el nuevo Israel, la Iglesia. A partir de este momento la atención del Señor se centrará más bien en su pasión y muerte en Jerusalén.

Apertura del segundo período

La labor de Jesús entra ya en su fase decisiva: su misión mesiánica. Para ser discípulo suyo -cristiano- siempre fue necesario creer que El era el Cristo, el Mesías prometido, el Ungido de Dios. Sin embargo, Jesús no había dicho hasta ahora cuál habría de ser el modo en que realizaría su misión mesiánica; esto es, por su pasión y resurrección. Lo hará a partir de este momento.

Después de la segunda multiplicación de los panes el Señor se dirigirá hacia Cesarea de Filipo. Cruza primero hacia Dalmanutá, una aldea muy chica, hoy desaparecida, vecina a Magdala, donde nuevamente los fariseos y saduceos piden un signo del cielo (Mt 15, 39 - 16, 4; Mc 8, 10-13). En esta ocasión ni les contesta. Atraviesa luego el lago en diagonal hacia Betsaida, y en el trayecto invita a los discípulos a tener cuidado con la levadura de Herodes, los fariseos y los saduceos (Mt 16, 5-12; Mc 8, 14-21). Y ya en Betsaida realiza la curación gradual del ciego (Mc 8, 22-26), un milagro que quiso expresar la gradualidad con la que El mismo habría hecho ver el Mesías a sus discípulos. Es posible que también en este contexto Jesús haya realizado la curación de la mujer encorvada (Lc 13, 10-17); episodio al que se añaden las dos parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura, que son temas de gradualidad (Lc 13, 18-21).

Ya en Cesarea de Filipo tiene lugar la célebre confesión de Pedro (Mt 16, 13-20; Mc 8, 27-30; Lc 9, 18-21), junto con el inmediato primer anuncio de la pasión y resurrección (Mt 16, 13, 21-23; Mc 8, 31-33; Lc 9, 22). El rechazo de Pedro lleva al Señor a enseñar que el cristiano debe tomar su cruz (Mt 16, 24-27; Mc 8, 34-38; Lc 9, 23-26); es decir, el cristiano debe vivir su vida como martirio. Al final hace el anuncio de su futura transfiguración (Mt 16, 28; Mc 9, 1; Lc 9, 27).

En el intervalo de ocho días entre los episodios anteriores y su transfiguración, el Señor va a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. Yendo por el norte de Galilea tienen lugar las enseñanzas a propósito de la puerta angosta (Lc 13, 22-30), la respuesta a Herodes el zorro (Lc 13, 31-33) y el sucesivo apóstrofe de Jerusalén (Lc 13, 34-35). Se detuvo un sábado a almorzar en casa de un jefe de fariseos, donde realiza la curación del hidrópico y expone varias enseñanzas más sobre la elección de asientos y de invitados y la parábola de los que se excusan (Lc 14, 1-24). Puesto nuevamente en camino insiste en la necesidad de dejarlo todo (Lc 14, 25-35).

Llegado a Jerusalén, el paralítico curado anteriormente en Betzatá identifica al Señor, y entonces comienzan unas fuertes discusiones por la curación del paralítico, que desembocan en un nuevo intento de matar a Jesús (Jn 5, 14-47). Esta actitud hostil permanecerá.

De regreso a Galilea el Señor enseña las tres parábolas de la misericordia -la oveja perdida, la dracma encontrada y el hijo pródigo- (Lc 15, 1-32); y más tarde las parábolas del administrador infiel (Lc 16, 1-15) y la del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31).

A la llegada al Monte Tabor tiene lugar la transfiguración del Señor (Mt 17, 1-13; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36). Esta teofanía guarda un paralelismo muy estrecho con el bautismo en el Jordán, especialmente por lo que se refiere a la voz de Dios Padre. Por eso, si el testimonio de Juan y el bautismo del Jordán abrieron el primer período de la vida pública, puede decirse que la confesión de Pedro y la trasfiguración del Tabor abren el segundo período.

Inmediatamente después de bajar del monte, tiene lugar la curación del endemoniado epiléptico (Mt 17, 14-20; Mc 9, 14-29; Lc 9, 37-43a). Es un episodio que recuerda de algún modo aquel combate de Jesús contra las insidias satánicas, que fueron las tentaciones después del ayuno en el monte de la Cuarentena.

La última actividad en Galilea

Por propia decisión, el Señor permanece luego en Galilea durante un tiempo más o menos largo -unos cinco meses- antes de dirigirse definitivamente hacia Jerusalén. No se trató de una nueva actividad en esta región, ya que Jesús consideró terminada esa labor con la segunda multiplicación de los panes. Fue más bien un poner distancia respecto de Jerusalén, debido a los intentos de darle muerte que se fraguaban en la capital (Jn 7, 1). No es que Jesús temiera la realización de esos tristes proyectos; es que simplemente quería ser El mismo quien eligiera el momento de dar su vida, lo que El llamaba su hora. De hecho es poca la información que tenemos de la actividad en esta época, concentrada más bien en la instrucción a los Doce. Lo hacía caminando por Galilea con sus discípulos.

En el curso de una de estas caminatas con los Doce hizo el segundo anuncio de la pasión y resurrección (Mt 17, 22-23; Mc 9, 30-32; Lc 9, 43b-45). De vuelta ya a Cafarnaún le es solicitado al Señor el pago del impuesto del Templo (Mt 17, 24-27). Y ya en la casa Jesús se extiende en la enseñanza acerca de la vida en la comunidad de sus discípulos, en la Iglesia (Mt 18, 1-35; Mc 9, 33-50; Lc 9, 46-50; 17, 1-10).

De Galilea a Judea

Poco antes de la fiesta de Tabernáculos -en octubre/noviembre del 29 dC- el Señor toma la decisión de ir a Jerusalén abandonando definitivamente la Galilea (Mt 19, 1a; Mc 10, 1a; Lc 9, 51; Jn 7, 2-10).

Aunque se trasladó con discreción, de todas formas el Señor no pudo evitar algunos sucesos, conocidos solamente por sus testigos presenciales. Durante el viaje a la capital, y estando en la frontera entre Galilea y Samaría, Jesús realiza la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19). En diálogo con ciertos fariseos imparte varias enseñazas sobre los últimos tiempos (Lc 17, 20-37). Muy en conexión con lo anterior expone la parábola del juez inicuo y la viuda importuna (Lc 18, 1-8). Y acercándose ya a Jerusalén enseña la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).

De Tabernáculos a Dedicación

Comienza ahora un período -magistralmente relatado por San Juan- de intensa actividad del Señor en Jerusalén.

En la fiesta de Tabernáculos

Entre la multitud que acudía para la fiesta el clima era a la vez de ansiedad y de temor. Seguía en marcha el intento de dar muerte a Jesús con el conocimiento de las autoridades hebreas. Por eso los complotados andaban buscándole (Jn 7, 11) y había rumores y expectativas entre la gente (Jn 7, 12-13).

A mediados de la fiesta -duraba ocho días- el Señor decide salir de su estar de incógnito y enseña públicamente en el Templo (Jn 7, 14-30). Se suscitó una variedad de reacciones (Jn 7, 31); y entonces los fariseos comienzan a promover un mandato de captura del Sanedrín (Jn 7, 32). Al tanto de estas tratativas, Jesús anuncia su próxima partida (Jn 7, 33-36).

El último día de la fiesta -el más importante- Jesús hizo gritando la promesa del agua viva (Jn 7, 37-39). Se suscitaron nuevas divisiones entre la gente (Jn 7, 40-43). También falla el intento de arresto ordenado por miembros del Sanedrín al servicio de seguridad del Templo (Jn 7, 44). Después de ser informado de este fracaso, se produce un profundo desacuerdo en el Sanedrín acerca de Jesús (Jn 7, 45-53). El Señor se retira entonces al Monte de los Olivos (Jn 8, 1).

El período entre las dos fiestas

Parece que Jesús se aloja en los alrededores de Jerusalén -tal vez en Betania- durante el mes que separa las fiestas de los Tabernáculos y de la Dedicación. Se destacan diversos acontecimientos en este período.

En primer lugar, el episodio de la mujer adúltera (Jn 8, 2-11). Tuvo lugar de madrugada, en uno de los pórticos de la explanada del Templo.

A continuación siguen una serie de controversias con los judíos. Jesús se proclama Luz del mundo (Jn 8, 12); y comienza entonces una discusión con los fariseos sobre el testimonio de Jesús acerca de sí mismo (Jn 8, 13-29). Como consecuencia algunos creen en El, y Jesús les habla de la verdad que libera (Jn 8, 30-31). Se abre entonces una nueva discusión sobre los verdaderos hijos de Abraham, la cual desemboca en un intento de lapidar a Jesús (Jn 7, 33-59).

Habiendo salido del Templo y ya en la ciudad Jesús realiza el célebre milagro de la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-7). Se da luego una primera reacción de los vecinos y conocidos (Jn 9, 8-12), que acaba en el primer interrogatorio de los fariseos al recién curado (Jn 9, 13-17). Más tarde tiene lugar el interrogatorio a los padres (Jn 9, 18-23). Y más adelante aún el segundo interrogatorio de los fariseos al que había sido ciego (Jn 9, 24-34), cuyo desenlace fue la excomunión del interrogado.

Algo más tarde tiene lugar el encuentro con Jesús, en el cual el curado hace profesión de fe explícita en la mesianidad del Señor (Jn 9, 35-39).

Algunos fariseos oyeron a Jesús (Jn 9, 40); y entonces, ante la queja de éstos, expone la parábola del buen Pastor (Jn 10, 1-18). Como consecuencia se suscitan nuevas disensiones entre los judíos (Jn 10, 19-21).

En la fiesta de la Dedicación

Llega la fiesta de la Dedicación o de Janukká. Tiene lugar acá la gran revelación mesiánica de Jesús (Jn 10, 22-39). Fue la más ardiente de las manifestaciones del Señor, pero no fue comprendido en absoluto. Al contrario.

En Betania de Transjordania

A continuación el Señor se retira al otro lado del Jordán (Mt 19, 1b-2; Mc 10, 1b; Jn 10, 40). Debió permanecer unos dos meses en este lugar.

Tenemos más bien poca información acerca del magisterio de Jesús durante este tiempo. Sabemos que enseñó sobre el matrimonio y el celibato ( Mt 19, 3-12; Mc 10, 2-12). La escena de Jesús y los chicos conserva aún hoy todo su calor (Mt 19, 13-15; Mc 10, 13-16; Lc 18, 15-17). Con ella culmina la estadía de Jesús en este lugar. Ya a punto de irse, se encuentra con el joven rico y enseña sobre las riquezas y el desprendimiento (Mt 19, 16-30; Mc 10, 17-31; Lc 18, 18-30). Mateo agrega en este lugar la parábola de los obreros de la viña (Mt 20, 1-16).

Hacia la tercera Pascua en Jerusalén

La resurrección de Lázaro

La salida de Jesús fue hacia Betania. Dos días antes de partir había recibido la noticia de la agonía de Lázaro (Jn 11, 1-6). Jesús va a Betania consciente de la muerte de su amigo (Jn 11, 7-16). Se marchó dispuesto a resucitarlo, sabiendo que este milagro acabaría costándole la vida.

Ya a las puertas de Betania Jesús se encuentra con numerosos judíos que habían venido de Jerusalén para acompañar a las dos hermanas (Jn 11, 17-19). A continuación tiene lugar el diálogo con Marta (Jn 11, 20-27) y luego el diálogo con María (Jn 11, 28-32). El llanto de María caló hondo en el Señor; estremecido, Jesús llora y va al sepulcro (Jn 11, 33-38). A continuación tiene lugar el impresionante milagro de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 39-44).

Las repercusiones del prodigio alarmaron a los fariseos y a los sumos sacerdotes, miembros del Sanedrín. Se convoca entonces a una reunión plenaria y, abandonando las perplejidades anteriores, el Sanedrín decide la muerte de Jesús (Jn 11, 45-53).

Si bien no se divulgó esta decisión, de todas formas el Sanedrín dio mandato oficial de captura. Entonces Jesús se retira a Efraín (Jn 11, 54), una aldea apartada, en el límite con el desierto de Judea. En ella permanecerá Jesús hasta que inicie su último viaje a Jerusalén.

El último viaje a Jerusalén

Había expectativas en Jerusalén entre los israelitas que habían llegado a la capital antes de la Pascua para purificarse (Jn 11, 55-57).

Al salir de Efraín Jesús hace a los Doce el tercer anuncio de la pasión y resurrección (Mt 20, 17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18, 31-34). No es fácil imaginarse el tono en que el Señor se expresaría en esta ocasión. La sucesiva petición de los hijos de Zebedeo (Mt 20, 20-23; Mc 10, 35-40) da la medida de lo que entendían entonces los apóstoles. Pero el Señor los toma en serio y les responde con afecto. La grotesca polémica que se suscitó a continuación entre los apóstoles da ocasión al Señor para enseñarles sobre la autoridad y el servicio (Mt 20, 24-28; Mc 10, 41-45).

El paso del Señor por Jericó tiene una belleza particular. Se verifica allí el encuentro con Zaqueo (Lc 19, 1-10); Jesús expone la parábola de las diez menás (Lc 19, 11-27); y al salir de la ciudad cura al ciego Bartimeo y a su compañero (Mt 20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18, 35-43).

El sábado anterior a la Pascua de ese año 30 dC Jesús se encuentra ya en Betania, a las puertas de Jerusalén; y comiendo en casa de Simón el leproso tiene lugar la unción de María (Mt 26, 6-13; Mc 14, 3-9; Jn 12, 1-8). El Iscariote no resiste más y se decide a entregar a su Maestro; esa misma noche se realiza el pacto de Judas con los sanedritas (Mt 26, 14-16; Mc 14, 10-11; Lc 22, 3-6). Además los sumos sacerdotes -sanedritas- habían tomado la decisión de matar también a Lázaro (Jn 12, 9-11).

Los días previos a la pasión del Señor

Al día siguiente -domingo- Jesús hace su solemne entrada mesiánica en Jerusalén (Mt 21, 1-11.14-17; Mc 11, 1-11; Lc 19, 29-44; Jn 12, 12-19). El entusiasmo de la multitud hizo que los sanedritas se sintieran desbordados. Eso los decidió a apresurar los acontecimientos.

El lunes por la mañana, al dirigirse Jesús desde Betania a Jerusalén, tiene lugar la maldición de la higuera (Mt 21, 18-19; Mc 11, 12-14). Entra en el Templo y lo primero que hizo Jesús fue una nueva expulsión de los vendedores (Mt 21, 12-13; Mc 11, 15-19; Lc 19, 45-46). Después, enseñará regularmente en el Templo durante estos días (Lc 19, 47a; 21, 37-38). Esta desenvoltura con la que actuaba Jesús confirmó a los sanedritas en su decisión de matarlo; pero la creciente adhesión de la gente les llevó a ver dificultades para dar muerte al Señor (Mc 11, 18-19; Lc 19, 47b-48).

Sobre la actividad del martes tenemos un volumen notable de información. Yendo por el camino de Betania a Jerusalén descubren la higuera maldecida; y el Señor enseña entonces a sus discípulos sobre la fe y la oración (Mt 21, 20-22; Mc 11, 20-25).

Ya en el Templo tienen lugar una serie de controversias. Está en primer lugar, el diálogo con los sanedritas (Mt 21, 23 - 22, 14; Mc 11, 27 - 12, 12; Lc 20, 1-19); después, el diálogo con los fariseos y herodianos (Mt 22, 15-22; Mc 12, 13-17; Lc 20, 20-26); sigue el diálogo con los saduceos (Mt 22, 23-33; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-39); y, por último, el diálogo con un escriba (Mt 22, 34-40; Mc 12, 28-34). La tensión de estos momentos culmina en una serie de advertencias a los escribas y fariseos y a la gente (Mt 22, 41 - 23, 39; Mc 12, 35-40; Lc 20, 41-47).

Al ir saliendo del Templo el Señor pasa por la llamada Sala del Tesoro (gazofilacio) y se sienta ahí un momento. En este sitio tiene lugar el episodio de la limosna de la viuda (Mc 12, 41-44; Lc 21, 1-4).

Una vez afuera predice la destrucción del Templo (Mt 24, 1-2; Mc 13, 1-2; Lc 21, 5-6). Y después, demorándose tal vez en algunos de los pórticos de la explanada, imparte sus últimas enseñanzas a la gente (Jn 12, 20-50). Con ellas culmina su manifestación a Israel.

Al final, una vez llegado al Monte de los Olivos y a la vista del Templo, Jesús hace el llamado gran discurso escatológico (Mt 24, 3 - 25, 46; Mc 13, 3-37; Lc 21, 7-36).

Los hechos del miércoles no son fáciles de determinar. Lo más probable es que Jesús se quedara todo el día en Betania. Por su parte, los sanedritas deciden urgir el momento del arresto (Mt 26, 1-5; Mc 14, 1-2; Lc 22, 1-2). Seguramente contactaron nuevamente al Iscariote en esta ocasión.

La Pascua de Cristo

La última cena pascual

El jueves por la mañana Jesús ordena a Pedro y a Juan los preparativos para la cena pascual (Mt 26, 17-19; Mc 14, 12-16; Lc 22, 7-13). Por la noche tiene lugar el acontecimiento impresionante de la última cena del Señor (Mt 26, 20-29; Mc 14, 17-25; Lc 22, 14-38; Jn 13, 1 - 17, 26). Al terminar se dirige al huerto de Getsemaní (Mt 26, 30; Mc 14, 26; Lc 22, 39; Jn 18, 1), en cuyo trayecto se dan algunos diálogos con los Doce (Mt 26, 31-35; Mc 14, 27-31).Ya en el Getsemaní tiene lugar la oración de Jesús en la agonía (Mt 26, 36-46; Mc 14, 32-42; Lc 22, 40-46). Todo esto concluye con el tristísimo arresto de Jesús, hecho posible por la traición del Iscariote (Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-52; Lc 22, 47-53; Jn 18, 2-11).

El proceso de Jesús

A partir de este momento comienza el juicio a Jesús. En primer término tiene lugar la sesión en casa de Anás (Jn 18, 12-14.19-24). Posteriormente se lleva a cabo la sesión en casa de Caifás (Mt 26, 57-68; Mc 14, 53-65; Lc 22, 54.63-65) con la presencia del Sanedrín. En concomitancia tienen lugar las tres negaciones de Pedro (Mt 26, 69-75; Mc 14, 66-72; Lc 22, 55-62; Jn 18, 15-18.25-27). A primera hora de la mañana se realiza la sesión formal de condena (Mt 27, 1; Mc 15, 1a; Lc 22, 66-71). Después atan a Jesús y lo conducen ante el tribunal de Poncio Pilato (Mt 27, 2; Mc 15, 1b; Lc 23, 1; Jn 18, 28). Al ver que Jesús -inesperadamente para el Iscariote- era condenado a muerte, Judas se arrepiente y se suicida (Mt 27, 3-10).

Sigue ahora la fase romana del proceso de Jesús. En primer lugar, se hace la presentación de la acusación ante Pilato (Mt 27, 11-14; Mc 15, 2-5; Lc 23, 2-5; Jn 18, 29-38a). Casi enseguida el procurador remite el acusado a Herodes Antipas (Lc 23, 6-12). A éste no le interesó el asunto y devuelve la causa a Pilato. El procurador propone la elección entre Jesús y Barrabás (Mt 27, 15-21; Mc 15, 6-11; Lc 23, 13-19; Jn 18, 38b-40). En medio de intentos extenuantes de Pilato por librar al inocente tienen lugar la flagelación de Jesús y al final la condena a muerte (Mt 27, 22-31; Mc 15, 12-20; Lc 23, 20-25; Jn 19, 1-16a).

La crucifixión del Señor

La sentencia va a ser ejecutada de forma inmediata. Jesús es llevado al Calvario (Mt 27, 32; Mc 15, 21-22; Lc 23, 26-32; Jn 19, 16b-17). Una vez en el lugar Jesús es crucificado (Mt 27, 33-38; Mc 15, 23-27; Lc 23, 33-34; Jn 19, 18-24). Hablan por sí solos los episodios y diálogos de Jesús en la cruz (Mt 27, 39-44; Mc 15, 29-32; Lc 23, 35-43; Jn 19, 25-27). Por último, y de manera libérrima, Jesús entrega su vida al Padre (Mt 27, 45-56; Mc 15, 33-41; Lc 23, 44-49; Jn 19, 28-37).

Los evangelistas prosiguen relatando la sepultura de Jesús (Mt 27, 57-61; Mc 15, 42-47; Lc 23, 50-55; Jn 19, 38-42). Previsoras, las mujeres compran aromas para poder embalsamar el cuerpo de Jesús a primera hora del domingo (Lc 23, 56). Vale la pena destacar la custodia del sepulcro por parte de soldados romanos, solicitada a Pilato por los sumos sacerdotes y los fariseos (Mt 27, 62-66). Los discípulos no conocieron esta precaución.

La resurrección de entre los muertos

El domingo tiene lugar el acontecimiento histórico y trascendente de la resurrección. En primer lugar nos encontramos con la apertura del sepulcro y el testimonio del sepulcro vacío (Mt 28, 1-8.11-15; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-12; Jn 20, 1-10).

Se verifica luego la impresionante aparición de Jesús a María Magdalena (Mc 16, 9-11; Jn 20, 11-18). Fue la primera de todas las relatadas por los evangelistas. Inmediatamente después tiene lugar la aparición a María Magdalena y a María de Cleofás (Mt 28, 9-10). Fue la segunda de las apariciones. No habrá otras en esa mañana.Por la tarde tiene lugar la aparición a los discípulos de Emaús (Mc 16, 12-13; Lc 24, 13-35). Hay que observar que hubo también una aparición a Simón Pedro antes de que los de Emaús llegaran al Cenáculo (Lc 24, 34).

Cerrando los acontecimientos de este primer domingo de la Iglesia de Cristo se verificó la aparición a los Doce en el Cenáculo (Mc 16, 14; Lc 24, 36-49; Jn 20, 19-23).

Habiendo estado ausente, al regresar Tomás no cree a los apóstoles (Jn 20, 24-25). Al domingo siguiente tiene lugar la aparición a Tomás (Jn 20, 26-29).

Viene más adelante la aparición junto al Lago de Genesaret (Jn 21, 1-23), en la que destaca la triple confesión de amor por parte de Pedro y la investidura del primado por parte de Jesús. También en Galilea se verifica la aparición en un monte (Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-18), probablemente el de las Bienaventuranzas, con la misión universal del Señor a los Doce.

Al final tiene lugar la gloriosa ascensión del Señor a los cielos (Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53), que la tradición sitúa en el Monte de los Olivos, cerca de Betania. Al bendecir a sus apóstoles, el Señor comenzó a elevarse.