Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera.

Autor: P. Angel Peña O.A.R.

Capítulo 3: Tercera Parte: Testimonios y Milagros

En esta tercera parte, vamos a considerar casos concretos de testimonios, conversiones, sanaciones y milagros, a lo largo de los siglos, para que podamos reafirmar nuestra fe en la presencia viva y real de Jesús en este sacramento. Jesús sigue actuando y haciendo maravillas hoy en la Eucaristía, como lo hacía hace dos mil años. Así nos lo confirman también los testimonios de los santos.

CONTENIDO

Testimonios. Conversiones. Sanaciones

Milagros eucarísticos

La Eucaristía en la vida de los santos

A Cristo por María. Por Cristo a la Trinidad

Apóstoles de la Eucaristía

Conclusión
 



Capítulo 1: Testimonios. Conversiones. Sanaciones

TESTIMONIOS

Muchas religiosas contemplativas, con las que me escribo, me han relatado sus experiencias con Jesús Eucaristía. Una de ellas me decía: “Las gracias más grandes que he recibido en mi vida, las he recibido, directamente de la sagrada Eucaristía y, especialmente, el matrimonio espiritual”. Otra me escribía: “Mi celda está cerquita del Sagrario y puedo irme a visitarlo con frecuencia. Acabo de estar con El Y me envolvió el silencio impresionante y me dejé llevar por El. Fue algo tan hermoso... Jesús Eucaristía me hacía sentir las dulzuras de su amor sacramentado. Y me pareció oír su dulce voz, pero fuertemente persuasiva y dulcemente tajante: “Yo soy Jesús y te amo mucho”.

Una alegre y feliz religiosa ancianita, me manifestaba: “Soy muy feliz. He hecho del sagrario mi morada y le he pedido a Jesús que venga a hacer de mi corazón su sagrario. Así estamos siempre juntos. ¡Qué lindo es vivir siempre con Jesús, formando un solo corazón!”. ¡Qué felices los religiosos que pueden vivir bajo el mismo techo de Jesús!. Me contaba una religiosa: “Un día fui a la capilla y, después de ponerme de rodillas, me vino un recogimiento tan grande como jamás me había ocurrido y por mucho esfuerzo que hubiera hecho por recogerme ni de tal forma lo hubiera podido adquirir. Parecía que se me arrebataba el alma. Jesús me hizo comprender de una manera inefable el misterio del sacerdocio y hasta la gloria y recompensa que tendrán después. También me hizo ver cómo está y nos espera en la Eucaristía y, sobre todo, el infinito amor que nos tiene. Un poco más y hubiera bastado para fallecer de amor, me sentía toda abrasada y casi no podía resistir tanto amor”.

El Bto Rafael, monje trapense muerto a los 27 años, en l938 decía “En la paz y el silencio del templo mi alma se abandona a Dios. Si este Dios, que se oculta en un poco de pan, no estuviera tan abandonado, los hombres serían más felices, pero no quieren serlo. Todos los conflictos sociales, todas las diferencias se allanarían, si mirásemos un poco más hacia ese Dios tan abandonado, que está en nuestras iglesias”. Seamos como aquellos católicos de las islas Kiribati en Oceanía, que se reunían todos los domingos en la playa para adorar a Jesús Eucaristía, presente en las iglesias de Tahití a 5000 Kms. de distancia. O como aquel catequista de un pueblecito de los Andes peruanos que reunía a su gente los domingos y les decía, abriendo un corporal ante el altar de la capilla: “Adoremos a Cristo, que estuvo aquí con nosotros hace 22 años”.

Cuando estuve en el retiro mundial para sacerdotes en Roma del (5-9 de Octubre de 1984), teníamos una hora de adoración cada día en la Basílica Vaticana. Eramos 7.000 sacerdotes de todos los países, unidos en una sola oración, adorando a nuestro Dios. ¡Qué días de gloria pasé en aquella ocasión! Muchos sacerdotes, durante la segunda guerra mundial llevaban siempre en el pecho la sagrada Eucaristía para darla en comunión a los soldados y también para tener fuerza y valor para soportar las pruebas de la guerra. Con Jesús a nuestro lado, todo es más fácil.
Cuando estuve de capellán militar en Ceuta, en el Norte de África, las religiosas adoratrices me hablaban de cómo algunas niñas musulmanas, a pesar de no creer, sentían que allí, en el sagrario, estaba Dios. Algo parecido le sucedió a aquella joven judía, cuando era alumna de un colegio de religiosas. Me escribía así: “Un día cuando tenía 11 años, una amiga del colegio me invitó a entrar a la capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una fuerte claridad que allí en el sagrario, que yo llamaba “caja”, allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité”. Ésta fue la piedra de toque para convertirse. Actualmente, Sor María del Carmelo es religiosa contemplativa en un convento de Inglaterra.

El P. Antón Lulj, jesuita albanés, manifestaba en el Encuentro mundial de sacerdotes, celebrado en Fátima en 1996, su testimonio personal: “Apenas terminada mi formación, me arrestaron en 1947 tras un proceso falso e injusto. He vivido 17 años como prisionero y otros tantos en trabajos forzados. Prácticamente, he conocido la libertad a los 80 años, cuando en 1989 pude celebrar por primera vez la misa con la gente. Mi vida ha sido un milagro de la gracia de Dios y me sorprendo de haber podido sufrir tanto con una fuerza que no era la mía, sino de Dios. Me han oprimido con toda clase de torturas... Pero, cuando podía, celebraba la misa clandestinamente. No podía confiar en nadie, pues si me descubrían, me fusilaban. Así estuve 11 años.

En una ocasión, tuve una experiencia extraordinaria, que me recordaba la transfiguración de Jesús. La desolación dio paso a una maravillosa experiencia de Jesús. Era como si estuviera allí presente, frente a mí y yo le pudiera hablar. Aquel momento fue determinante, pues comenzaron de nuevo las torturas. Sin aquel amor de Jesús, hubiera muerto, quizás desesperado”.
Así relata él su experiencia y cómo la celebración de la misa y la comunión, cuando le era posible clandestinamente, era su fuerza en medio de tanto sufrimiento y soledad. Y tú ¿a qué esperas para ir a Jesús? Ojalá que lo ames tanto que seas como aquel campesino que todos los días iba temprano a la iglesia y le decía a su familia: “Voy a dar los buenos días a Dios, voy a visitar a mi amigo Jesús”. O como aquél que decía: “Me voy a calentar mi corazón al sol”. Pues sentía su amor tan grande a Jesús que, a veces, en su corazón sentía el fuego de su amor. Seamos como aquel campesino del que habla el cura de Ars, que iba todos los días a la iglesia y se quedaba mirando al sagrario bastante tiempo. Y al preguntarle qué hacía respondió: “Yo lo miro y El me mira”. Eso es lo que debemos hacer también nosotros: mirar y dejarnos mirar. Amar y dejarnos amar. No hace falta hablar mucho, pues la mejor oración es la oración de contemplación, que es un silencio amoroso o un amor silencioso ante la grandeza y el amor de un Dios que se ha quedado por amor en este maravilloso sacramento.

Ahora, repitiendo las palabras de Carlo Carretto, quisiera decir a todos aquéllos que dejan en solitario el sagrario: “Imaginad que es cierto lo que dice la Iglesia de que, bajo el signo sacramental del pan, se halla la presencia viva de Jesús... ¿No sentiréis necesidad de ir a quedaros junto a El y hacerle compañía? Yo creo que Jesús está presente en la Eucaristía. ¡Cuánto me ha ayudado esta fe! ¡Cuánto debo a esta presencia! Es aquí delante donde aprendí a orar. Cuando en el desierto de África me pasaba ocho días sin ver a nadie entre las dunas, cuando en una ocasión me pasé cuarenta días solo entre la tierra y el cielo estrellado del Sahara... me habría vuelto loco sin esta presencia de Jesús a mi lado, sin este amor atento siempre a las muestras de tu amor. Es allí en el desierto con Jesús Eucaristía, donde sentí más intensamente la presencia de Dios”

Algo parecido le ocurrió a un sacerdote jesuita italiano, prisionero de los rusos en la segunda guerra mundial y que estuvo varios años solo en una celda de la famosa prisión de Moscú “Lubianka”. Decía:

Si no hubiera sido por la presencia de Jesús Eucaristía a mi lado, me hubiera vuelto loco”. El, siempre que podía, celebraba la misa con un poco de pan y un poco de vino, y guardaba la Eucaristía para sentir la presencia y la compañía de Jesús a su lado y no sentirse solo. ¡Qué maravilla! Jesús viene a una pequeña celda carcelaria a celebrar el gran misterio de la Redención ante el llamado de un humilde sacerdote, recluido en el lugar más infernal del mundo.

Y El sigue manifestándose como a aquel sencillo campesino de Pimpicos (Provincia de Cutervo, en el Perú), que los primeros viernes acudía a la parroquia, después de haber caminado varias horas, a veces, con barro, lluvia, frío, pero con alegría para recibir a Jesús, y sentía su amor en lo más íntimo de su ser. O como se manifestó también a aquellas universitarios católicos en la capilla de una casa de retiros, el año 1967, en los que derramó su Espíritu, dando comienzo a la Renovación carismática católica en el mundo. Ellos hablaban de haber sentido sensiblemente el amor y la presencia de Jesús, descubriendo por primera vez en su vida lo que era amarlo y adorarlo. Y tú ¿nunca has sentido paz al adorar a Jesús Eucaristía? Haz la prueba, vete a visitarlo. Jesús siempre te ama y te espera.

CONVERSIONES

Refieren los biógrafos de S. Antonio de Padua que, estando en Rímini en 1225, un hereje albigense, llamado Boniville, negaba la presencia de Cristo en la Eucaristía y le pedía una prueba convincente. El hereje llevó a la plaza su mula, a la que había dejado tres días sin comer, Y le llevó un saco de cebada al tiempo que S. Antonio llevaba el Santísimo Sacramento, y la mula dejando sin probar la cebada, se arrodilló a su manera ante la Eucaristía. A la vista de este milagro, se convirtió Boniville con varios de sus seguidores. Y allí se construyó una capilla para recordar el milagro.

Cuando el santo cura de Ars llegó a ese pequeño pueblo francés, apenas tres o cuatro ancianas iban a misa. El, entonces, se dedicó a pasarse muchas horas de adoración ante el Santísimo y siempre con el rosario entre las manos y los ojos fijos en el sagrario. Poco a poco, la gente empezó a ir a la Iglesia y a querer confesarse. Así empezó un ministerio de confesión que lo hizo famoso, pues venían hasta de los últimos rincones de Francia y del extranjero para ver y oír a aquel sacerdote con fama de santo, que tanto amaba a Jesús sacramentado.

Algo parecido sucedió en el pueblo de S. Giovanni Rotondo con el famoso P. Pío de Pietrelcina, capuchino estigmatizado. Cuando El llegó, era un pueblo desconocido; hoy es un centro espiritual, sanitario y cultural de fama internacional. ¿Qué es lo que hizo el milagro? El P. Pío, sencillo y enfermizo, se pasaba las horas ante el sagrario, orando por los pecadores y sufriendo por ellos. Poco a poco, la gente comenzó a visitarlo para confesarse con él. Y, como le había sucedido al cura de Ars, tuvo que dedicar sus horas libres a confesar. El 20 de setiembre de 1918, estando en oración ante el Santísimo, recibió de Jesús las santas llagas en manos, pies y costado.

Y ¿qué hizo que el Bto Damián de Veuster convirtiera el infierno de Molokai, la isla de los leprosos, en un lugar digno de vivir? Su amor a la Eucaristía. El decía: “Sin la presencia de Jesús en mi pobre capilla jamás hubiera podido mantener unida mi suerte a la de los leprosos de Molokai”. Es por esto también que la M. Teresa de Calcuta, exige a sus hermanas una hora de adoración diaria ante el Santísimo para tener fuerza, para poder servir a los más pobres de entre los pobres.

Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió a la Iglesia católica por la Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en Italia, regresó a Nueva York y buscó la paz en su propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una silla de su iglesia, desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia católica, y mirando el altar vacío de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente en el Santísimo de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir amor a Jesús Eucaristía, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión.

Otro convertido es el músico judío Herman Cohen, nombrado maestro de capilla de la iglesia de S. Valerio de París, que sintió por dos veces una emoción extraordinaria en el momento de la bendición con el Santísimo Sacramento. El 28 de agosto de 1847 fue bautizado por el sacerdote, también judío convertido, S. Alfonso de Ratisbona. Después se hizo carmelita descalzo con el nombre de P. Agustín María del Sacramento.
El famoso filósofo español, convertido del ateísmo, García Morente, se hizo sacerdote, después de haber tenido una experiencia extraordinaria con Cristo en su habitación, la noche del 29 de Abril de 1937. Fue tal el impacto que recibió, que quiso ser otro Cristo en la tierra como sacerdote y, siendo profesor de la Universidad autónoma de Madrid, se retiraba los fines de semana al Monasterio del Poyo, para estar allí en un rincón de la capilla y adorar al amor de su vida, Jesús sacramentado.

Un oficial paracaidista francés, que había estado en la guerra de Vietnam y había perdido la fe, al final de la guerra de Argelia, tuvo que volver a Francia y se dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de cortesía a la Virgen. Entró en la basílica subterránea y vio que Jesús Eucaristía estaba expuesto. Se acercó a las primeras bancas e, inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa oleada de amor de Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y, después, subió a la colina para hacer el viacrucis. Aquella noche llegó a su destacamento, transformado. Ahora es un monje trapense.

El 29 de mayo de 1956 moría a los noventa años uno de los mejores hagiógrafos de S. Francisco de Asís y de Sta. Catalina de Siena, Joergensen. Se había bautizado a los treinta años en 1896. Un día, había entrado por curiosidad a una iglesia católica en Lucerna (Suiza). En ese momento, el sacerdote estaba bendiciendo a la gente con el Santísimo Sacramento. El, llevado por una fuerza irresistible, se arrodilló también. Éste fue el comienzo del largo camino que lo llevó a la conversión.

Algo parecido le pasó al sobrino del cardenal Manning. Este joven anglicano asistió un día a la procesión del Santísimo Sacramento en la catedral de Amiens (Francia) y fue milagrosamente iluminado por una fuerza interior, que le hacía comprender la presencia de Jesús en la hostia consagrada. El joven Anderson se bautizó y entró después en la Compañía de Jesús.

También se convirtió el famoso escritor católico norteamericano de origen francés, Tomás Merton. Un día oyó una voz fuerte y suave que le decía: “Vete a misa”. Asistió a la iglesia y su espíritu se iluminó. Se preparó para el bautismo y lo recibió el 16 de noviembre de 1938 Se hizo sacerdote trapense.

Podríamos poner otros ejemplos, en los que la Eucaristía se manifiesta como una explosión de luz y de amor, que envuelve y transforma. Pero el caso más espectacular y conocido es el de André Frossard uno de los mejores escritores franceses del siglo XX. Su conversión ocurrió a los veinte años y él la cuenta en su libro: “Dios existe, yo lo encontré”. Veamos su testimonio:

“Fue un momento de estupor que dura todavía. Habiendo entrado a la cinco y diez de la tarde en una capilla del barrio latino de París en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra. Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda y, aun más que escéptico y todavía más que ato, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar... volví a salir, algunos minutos más tarde católico, apostólico y romano, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

Entré en la capilla, sobre el altar mayor había un gran aparato de plantas, candelabros y adornos, todo dominado por una gran cruz de metal labrado, que llevaba en su centro un disco de un blanco mate... En pie, cerca de la puerta, mi mirada pasa de la sombra a la luz, va de los fieles a las religiosas inmóviles, de las religiosas al altar; luego, ignoro por qué, me fijo en el segundo cirio que arde a la izquierda de la cruz. Entonces, se desencadena, bruscamente, la serie de prodigios, cuya inexorable violencia iba a desmantelar el ser absurdo que yo era.

No digo que el cielo se abre, no se abre, se eleva, se alza de pronto en una silenciosa y dulce explosión de luz. ¿Cómo describirlo con palabras? Es un cristal de transparencia infinita, de una luminosidad casi insostenible... Dios estaba allí revelado y oculto por esa embajada de luz que, sin discursos ni retóricas, me hacía comprender todo su amor. El prodigio duró un mes. Cada mañana volvía a encontrar con éxtasis esa luz que hacía palidecer el día, ese amor que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica. Sin embargo, luz y dulzura perdían cada día un poco de su intensidad. Finalmente desaparecieron... “

Frossard entró en aquella capilla, en que estaba expuesto el Santísimo Sacramento, y Jesús se le manifestó en toda su gloria como una luz maravillosa, llena de amor. Fue un amor a primera vista y se hicieron amigos para siempre. Pues bien, el mismo Jesús te espera en la Iglesia y quiere ser tu amigo. “Si crees, verás la gloria de Dios” (Jn 11,40).

SANACIONES

“A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi Nombre echarán demonios... pondrán las manos sobre los enfermos y éstos quedarán sanos” (Mc 16,17-18).

En la Eucaristía está el mismo Jesús de Nazaret, que hace dos mil años sanaba a los enfermos en Palestina. “El es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb 13,8). El es el gran médico de cuerpos y almas. Por eso, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la sanación física, síquica y espiritual. En el sagrario está el consultorio divino. Allí está Dios mismo con todo su amor y su poder. El no cobra la consulta, y atiende a toda hora del día o de la noche. El tiene todo su tiempo exclusivamente para ti. Y es especialista en todas las enfermedades, especialmente en las enfermedades del “corazón”.

S. Agustín nos dice que, si te pones en manos de tan buen médico: “sanarás de todas tus enfermedades, aunque sean muy grandes, pues mayor es el médico. Para el médico onmipotente no hay enfermedad incurable, ponte en sus manos, déjate curar de El” (En PS 102,5) Vete a El con la fe expectante de la mujer hemorroísa del Evangelio. Ella pensó: “Si toco siquiera su vestido, seré sana” (Mc 5,28). Lo hizo y quedó sana. Muchos enfermos “le suplicaban que les dejase tocar siquiera el borde de su vestido y, todos los que lo tocaban quedaban sanos” (Mt 14,36). “A todos los que se sentían mal, los curaba, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías que dice: El tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias” (Mt 8,16-17). “Y Jesús recorría ciudades y aldeas, enseñando, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedades Y toda dolencia” (Mt 9,35). “De El salía un poder que sanaba a todos” (LC 6,19). Y este mismo poder se lo dio también a sus discípulos: “les dió poder sobre los espíritus inmundos para arrojarlos y para curar toda enfermedad y dolencia” (Mt 10,1). “Curad a los enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios; lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10,8).

La Eucaristía es también poderosa para liberar a los oprimidos por el Maligno. El P. Emiliano Tardif nos contaba el caso de una mujer que adoraba a Satanás en sus reuniones satánicas y fue liberada por el poder de Jesús Eucaristía. El P. Roberto de Grandis escribía: “A mí personalmente me ha ayudado mucho en mi fe eucarística una persona que fue bruja y se convirtió a la Iglesia Católica. Decía que nunca se hubiera soltado de Satanás, si no hubiera acudido diariamente a la Eucaristía. Afirmaba que hasta los hechiceros creen en la presencia real de Jesús”.

Como vemos, una de las principales tareas del ministerio de Jesús, y que debe serlo también de sus discípulos, es la de expulsar demonios y sanar a los enfermos del cuerpo y del alma. Varias veces, se nos dice en el Evangelio que con sólo tocar al enfermo (leproso, ciego, suegra de Pedro...) los sanó (Cf Mt 8,3; 8,15; 9,29). Entonces, ¿por qué no vamos a recibirlo en la comunión con esa fe expectante para esperar el milagro de nuestra salud? Dice el Evangelio que en Nazaret “no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de algunos pocos dolientes, a quienes impuso las manos y los curó, por su incredulidad” (Mc 6,5-6; Mt 13,58).

Decía Sta. Teresa de Jesús: “Pensáis que este Santísimo Sacramento, no es muy grande y gran medicina aun para los males corporales? Yo lo sé y conozco persona de grandes enfermedades y estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo, y esto muy de ordinario” (Camino 34,3). “¿Por qué hemos de ir a buscarle lejos, si sabemos que, mientras no consumen el calor natural los accidentes del pan, está con nosotros el buen Jesús?. Pues, si cuando andaba en el mundo con sólo tocar su ropa sanaba a los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando dentro de mí?” (Ib. 34,5).

El día de Pascua de 1461, el joven Bertrand Leclerc de 15 años, mudo desde una caída que tuvo de niño, fue curado en el momento de recibir la comunión. Desde entonces hasta 1495, todos los lunes de Pascua se celebraba en la catedral de La Rochelle (Francia) el recuerdo del milagro del mudo de La Rochelle.

En 1725 la Sra. Anna Fosse se curó al paso de la procesión del Corpus Christi en París. Ella, de cuarenta y cinco años, era una mujer de fe y empezó a gritar: “Señor si quieres puedes sanarme”. Y el Señor la sanó y pudo seguir a pie la procesión, pues estaba paralítica desde hacía varios años. El arzobispo de París, después de las investigaciones del caso, reconoció el milagro y mandó cantar un Te Deum en agradecimiento.

El Bto. Jean Martin Moyé, misionero de China, cuenta que en 1778, durante la gran peste, daba la unción de los enfermos a los moribundos, pero un día se sintió muy mal. A la mañana siguiente, se preguntó si sería una temeridad ir en ese estado a celebrar la misa, pero él dice que “en ese momento me vino a la mente que N. Señor en el Santísimo Sacramento era la medicina del cuerpo y del alma. Celebré la misa y me sentí curado. Dios en su misericordia, me había sanado para el bien de mis fieles”.

Veamos algunos casos de curaciones en Lourdes, llamada ciudad de la Inmaculada y ciudad de la Eucaristía. Allí se recogen cada año unos 5.500 casos de curaciones extraordinarias. Gabriel Gargam había tenido un accidente ferroviario y había quedado paralítico de las extremidades inferiores. El siete de agosto de 1900, en el momento de la bendición con el Santísimo Sacramento, quedó totalmente curado.

Raimunda Bonnenfant tenía 13 años, cuando en enero de 1920, tuvo un ataque de apendicitis que se complicó con peritonitis y tuberculosis intestinal. Estaba moribunda, cuando la llevaron a Lourdes. En el momento de la bendición con la Eucaristía, ella vio a Jesús y quedó instantáneamente curada. Después se hizo religiosa con el nombre de Sor María de Cristo.

Giovanna Fretel, de 34 años, tenía peritonitis tuberculosa y había tenido siete operaciones. Estaba gravísima, cuando la llevaron a Lourdes el ocho de octubre de 1948. En el momento de la comunión, quedó curada totalmente. Su caso fue declarado milagroso.

María Luisa Bigot, de 31 años, con hemiplejia, ciega y sorda, fue llevada a Lourdes en 1953 y se curó de la hemiplejia. En 1954, en otro viaje, en el momento de la bendición con el Santísimo, quedó curada del oído, y durante el viaje de regreso recuperó la vista. Su caso ha sido reconocido como milagroso.

Tea Angela, de 29 años, alemana, fue llevada a Lourdes el 17 de mayo de 1950 con esclerosis y fue curada progresivamente, después de meterse en la piscina y asistir a la procesión del Santísimo Sacramento. Se hizo religiosa con el nombre de Sor María Mercedes.

También María Teresa Canin de Marsella, de 37 años, fue curada progresivamente, el 9 de octubre de 1947, de mal de Pot y de tuberculosis peritoneal, después de asistir tres días seguidos a la procesión del S. sacramento.

Fray León Schwager, benedictino suizo, tenía esclerosis múltiple y fue a Lourdes el 30 de abril de 1952, cuando tenía 28 años de edad. En la procesión del Santísimo quedó curado. Su caso también ha sido reconocido milagroso.
Más reciente es el caso de Hugo Mario Fisicaro, industrial madrileño de 39 años. El había tenido un grave accidente automovilístico el 26 de enero de 1989 y su novia lo llevó a Lourdes cuatro meses después, cuando ya los médicos no podían hacer nada. Durante la misa por los enfermos, en el momento de la comunión, sintió un calor intenso que invadió todo su cuerpo y pudo empezar a caminar, pues estaba paralizado de medio cuerpo para abajo.

Felizmente, no necesitamos ir a Lourdes, porque el mismo Jesús que sana en Lourdes, está en cualquiera de nuestras iglesias. El P. Emiliano Tardif, que tenía un poderoso ministerio de sanación a través del mundo, refiere en su libro “Jesús está vivo” muchos milagros realizados en las misas de sanación. En Tahití, había un hombre “completamente ciego de un ojo y con el otro veía muy poco. Durante la misa de los enfermos, precisamente en el momento de la elevación de la hostia, vio una granluz y sus ojos se abrieron ¡Había sanado!”.

La M. Briege Mckenna, que también tiene un extraordinario ministerio de sanación a nivel mundial, acostumbra a realizar sus oraciones de sanación, cuando Jesús está expuesto en la custodia solemnemente; para que sea Jesús quien personalmente pase por entre los enfermos y los cure como sucede frecuentemente.

El P. Darío Betancourt es otro sacerdote con un gran ministerio de sanación. Dice en su librito “La Eucaristía”: “Recién ordenado sacerdote fui a la casa de unos campesinos a llevar la comunión. Había un niño con un eczema, que era como una llaga al rojo vivo. Sus padres me contaron que habían gastado todo su dinero en médicos y medicinas sin éxito alguno. Yo impuse el relicario con la hostia consagrada, tocando al niño, mientras todos pedíamos a Dios por su curación. Dos semanas más tarde, sus padres me trajeron al niño para mostrarme cómo se habían secado las llagas. Me contaron que, desde el momento de aquella oración, el pequeño había dejado de rascarse y empezó la mejoría”... “Otro día, me llamaron a un hospital de Nueva York para atender a Ann Greer, que llevaba dos meses inconsciente. Yo me acordé del caso que acabo de contar y le puse el relicario sobre su frente en el lugar donde había sido golpeada en un terrible accidente automovilístico. Por la noche, fuimos informados de que la niña había recobrado un poco de calor y sus miembros estaban más fieles. Al día siguiente, los médicos estaban admirados de la mejoría tan grande de la noche a la mañana. Dos días más tarde, reconocía y recordaba. Una semana después, Ann i dejaba el hospital totalmente recuperada”.
El P. Roberto de Grandis en su libro “Sanados por la Eucaristía” escribió: “Cuanto más fuerte sea la presencia de Jesús, habrá más sanaciones. Y la presencia más grande del Señor, la tenemos en la Eucaristía. Es mucho más fuerte que imponer las manos, mucho más fuerte que ungir con aceite, mucho más fuerte que predicar la Palabra. La presencia de Jesús en la Eucaristía, es la presencia absoluta. El momento más grande de sanación es el momento de la comunión. Confieso que, después de veinticinco años en el ministerio de sanación, es ahora cuando estoy empezando a ver la realidad de lo que digo: El Señor sana en la Eucaristía.

Conocí a una mujer que estaba embarazada y el médico le dijo que tenía que abortar; porque el niño estaba completamente deforme. Fue a la iglesia. Durante la misa pidió fuerza para poder aceptar a ese niño y, cuando el sacerdote elevaba la hostia sintió un poder grande dentro de ella y una gran paz. El médico insistía en que tenía que abortar. Siguió yendo diariamente a misa, y tuvo una niña perfectamente normal. Ya ha cumplido los siete años y la están preparando para su primera comunión”.

Cuando las madres embarazadas comulgan, en alguna medida hacen comulgar a su hijo, y la unión de Jesús con la madre es también unión con su hijo. Esa es una linda manera de entregarlos a Jesús, de consagrárselos antes de nacer. La comunión será una fuente enorme de bendiciones y de sanación para su hijo, que puede ser afectado por traumas antes de su nacimiento. Y, en caso de que los pierdan, será una tranquilidad para ellas saber que ya estaban en las manos de Jesús y consagrados a El.

Pues bien, ahí está Jesús ¿a qué esperamos para comulgar? ¿A qué esperamos para ir a pedirle la salud de nuestros seres queridos? “A los que honran su Nombre, les brillará el sol de justicia (Cristo) que lleva la salud en sus rayos” (Mal 3,20). Dejémonos bañar por la luz divina, que sale del sagrario, y que también es salud para nuestros cuerpos y nuestras almas. Por esto, en cada sagrario deberíamos colocar un letrero que dijera más o menos así: “Aquí se cura el alma y el cuerpo. Aquí está Jesús, médico de cuerpos y almas. Aquí hay vida, salud, alegría y paz”.

En el sagrario está Jesús, que es la luz del mundo y que trae la vida al mundo. ¿Podemos imaginarnos un mundo sin luz? Sería u mundo sin vida. Supongamos que el sol se apagase repentinamente, a los ocho minutos no habría luz en la tierra y empezaría a agonizar vida y, poco a poco, el frío y el viento helado congelaría todo. Se extinguiría toda la vida por falta de luz y calor y sería la muerte total. Pues esto es lo que le pasa a quien no tiene la luz de Cristo, luz del mundo (Cf Jn 8,12).

El vino a traernos vida y vida en abundancia (Cf Jn 10,10). Por eso, no es de extrañar que el Bto Manuel Domingo y Sol gritara “Para mí la vida es Cristo en el Santísimo sacramento”. El mismo S. Pablo decía: “Para mí la vida es Cristo”. S. José de Cotolengo aconsejaba la comunión diaria a los médicos y enfermeras antes de las operaciones y les decía: “La medicina es una gran ciencia, pero Jesús es un médico más grande”. El puede curar sin intermediarios. La Sra. Guadalupe Carmen Romero, mexicana, tenía una enfermedad especial y no podía comer alimentos que tuvieran trigo, avena, centeno, cebada, etc. Si tomaba pan o una hostia sin consagrar, le venían graves trastornos orgánicos. Sin embargo, todos los días recibía la hostia en la comunión y no le pasaba nada ¡Qué diferencia entre un poco de pan y recibir a Cristo Eucaristía!

Pues bien, El sigue esperándonos en el sagrario... Y sigue pasando y curando. Acércate a El y verás milagros en tu vida. Recuerda lo que dice el Evangelio: “Se le acercó una gran muchedumbre, en la que había cojos, mancos, ciegos, mudos y muchos otros enfermos, que se echaron a sus pies y los curó” (Mt 15,30). Vete tú también, postraré a sus pies y no quedarás defraudado. El es un amigo que nunca falla.

 



Capítulo 2: Milagros eucarísticos


a) Apariciones:

1- El día de Pascua de 1254, un sacerdote estaba dando la comunión en el pueblo de Douai (Francia) y una hostia cayó al suelo. Se inclinó para recogerla, pero la hostia por sí misma se levantó y voló hasta el purificador que estaba en el altar. Fue a ver y observó en la hostia el cuerpo viviente de un niño maravilloso. Todos los que se acercaron vieron lo mismo. Tomás de Cantimpré, doctor en Teología y obispo de Cambrai, dio testimonio de este prodigio en su libro: “Bonum universale de apibus”. En este libro afirma que la mayor parte lo vio como un riño, otros como Cristo adulto y otros como juez, cada uno según su capacidad o necesidad espiritual. Hay otros documentos sobre este milagro.

2.- El día 2 de Junio de 1668 a las 7 p.m. en Ulmes (Francia), el párroco, Nicolás Nezan, estaba para dar la bendición con el Santísimo .a las 200 personas presentes. Después de incensar se cantó el himno “Pange lingua” y, a las palabras “Verbum caro panem verum”, apareció el rostro luminoso de un hombre en la hostia de la custodia. La aparición duró un cuarto de hora y todos lo pudieron ver. Cuando estaba para desaparecer, se presentó una nubecilla alrededor de la hostia, hasta que todo quedó normal. Este milagro está firmemente asegurado por muchos documentos.

3.- Los días 12, 13 y 14 de Junio de 1828 en Hartmannswiller, en la región de Alsacia (Francia), después de la bendición con el Santísimo, unas 600 personas pudieron ver la hostia brillante como un sol y en ella el rostro del niño Dios.

4.- El 26 de Enero de 1902 en la iglesia de San Andrés, a 27 Km de S. Denis, de la Reunión (Francia). Durante la Exposición del Santísimo, desde las 8 a.m. hasta las 3 p.m., miles de personas, pudieron ver en la hostia el rostro de Cristo, triste, con los ojos cerrados, la cabeza inclinada y algunas lágrimas en el rostro. Casi al final de la Exposición se pudo ver un crucifijo claramente... La hostia se conserva todavía.

5..- Otros testimonios sobre apariciones en la hostia se cuentan del convento de las MM Redentoristas en Scala (Italia), durante cuatro días, en e! momento de la bendición con el Santísimo. Apareció una cruz luminosa sobre un monte y alrededor los instrumentos de la Pasión. Este milagro, certificado por S Alfonso María de Ligorio, ocurrió en 1732

6.- En e! convento de las religiosas de la Sagrada Familia de Bordeaux (Francia), el 3 de febrero de 1822, durante la Exposición, se apareció en la hostia el rostro de Cristo, como un joven de unos treinta años extraordinariamente bello. Duró la aparición unos veinte minutos. El obispo reconoció la autenticidad del milagro.

7.- Los días 18 y 19 de mayo de 1996 en el pueblo portugués de Mouré, distrito y diócesis de Braga, ocurrió también un hecho extraordinario del que se hicieron eco los medios de comunicación a nivel mundial. Durante la Exposición del Santísimo Sacramento con la custodia, en la iglesia parroquíal, todos pudieron ver en la superficie de la hostia, de nueve centímetros de diámetro, a Jesús de medio cuerpo, con la cabeza coronada de espinas, los ojos abiertos y bajos, las manos cruzadas sobre el pecho y con aspecto “tristinho” (triste), según los testimonios de los cientos de personas que lo vieron.

Este prodigio podía verse, incluso, con todas las luces de la Iglesia apagadas, pues había una luz interior que salía de la misma hostia. Ahí estaba Jesús glorioso y resucitado, pero a la vez sufriendo, al ver tanta indiferencia y abandono ante el gran misterio del amor.

b) Conservación milagrosa:

1..- En Morrovalle (Macerata) en Italia, ocurrió un prodigio el 16 de Abril de 1560. Se incendió la iglesia de los PP. franciscanos y todo quedó destruido, también el sagrario. Sólo quedaron milagrosamente intactos los corporales y la hostia grande, que el día anterior había consagrada por el P. Bautista de Ascoli. También estaba intacta la cubierta del copón, pues la base o copa estaba totalmente derretida. Se hicieron las investigaciones del caso y el Papa Pío IV declaró que era un verdadero milagro. En 1960 se celebró el cuarto centenario del prodigio y hay una inscripción en una puerta de la ciudad que la declara “Ciudad Eucarística”.

2.- En la ciudad italiana de Siena, el año 1730, unos ladrones robaron 351 hostias consagradas de la iglesia de S. Francisco el 14 de Agosto. A los tres días, el clérigo que recogía las limosnas de las alcancías se dio cuenta de que estaban allí, llenas de polvo y metidas entre las monedas. Actualmente, se conservan 225. Pero todas están tan intactas y frescas, como si hubieran sido consagradas el mismo día. Se han hecho en diferentes épocas exámenes científicos, sobre todo, en 1914, 1922 y 1950 y han confirmado el milagro de su conservación milagrosa. Algunos san- tos, como S. Juan Bosco y Papas como Juan XXIII y Pablo VI, han adorado estas hostias en las que sigue estando presente Jesús sacra- mentado. El Papa Juan Pablo II vino a Siena el 14 de setiembre de 1980. Y declaró: “Aquí está la presencia de Jesús”.

c) Profanaciones

1.- Ocurrió en Alatri (Italia) a principios del año 1228. Después de comulgar, una joven metió la hostia en un pañuelo, para llevársela a una hechicera. Tres días después, aquella hostia se había convertido en carne. La hechicera y la joven, arrepentidas, fueron al obispo a pedirle perdón y contarle el milagro. El papa Gregorio IX publicó una bula el mismo año, donde habla de este prodigio. Actualmente, se conserva esta carne seca en un relicario. En 1978 se celebró el 750 del milagro con gran solemnidad.

2.- En la ciudad portuguesa de Santarem ocurrió un milagro en 1247. Una mujer, desesperada por la infidelidad de su esposo, fue a ver a una hechicera para pedirle ayuda. Ésta le dijo que le trajera una hostia consagrada. Fue a recibir la comunión en la iglesia de S. Esteban y la en- volvió en su velo Pero, cuando iba a la casa de la hechicera, empezaron a salir del velo abundantes gotas de sangre. Se fue a su casa y lo escondió todo en un cofre de madera. Por la noche, ella con su esposo fueron sorprendidos por unos rayos misteriosos que salían del cofre e iluminaban toda la habitación. Ella le confesó a su esposo lo que había sucedido y pasaron la noche en adoración. Al día siguiente, avisaron al sacerdote, que colocó todo en una caja de cera. Al poco tiempo, vieron la caja de cera rota y la hostia sangrante estaba en una ampolla de cristal herméticamente cerrada ¿Cómo pudo entrar? En esa misma ampolla de cristal se venera hoy día. Hay documentos antiguos de este milagro, que ha hecho de Santarem una ciudad eucarística.

3.- En Lanciano (Italia), en 1273, una mujer, disgustada con su marido por los malos tratos, fue a consultar a una amiga y ésta le dijo que fuera a comulgar y quemara la hostia, y las cenizas se las dieron a su marido en la comida o bebida para que volviera a reconquistar su amor. Cuando la mujer quiso quemar la hostia, parte se convirtió en carne, de la que salió abundante sangre. Asustada, la envolvió en una tela, y lo enterró todo en el establo. Al atardecer, su marido no podía meter las bestias en el establo y sólo pudo hacerlo después de muchos esfuerzos y golpes. Su marido pensó que su esposa había hecho maleficios. Y la increpó, pero ella lo negó. Por siete años estuvo allí enterrado Jesús sacramentado, convertido en carne y sangre. Por fin, ella lo confesó todo y lo desenterraron. Todo estaba intacto, sin deterioro de ninguna clase. Después de unos días, lo llevaron todo a Offida, donde se conserva. Hay documentos dignos de fe que hablan de este milagro. Hoy se encuentra la parte que quedó como hostia, en perfecto estado sin corromperse.

El resto está como filamentos de carne color rosáceo. La tela está con diferentes manchas de sangre. En aquel lugar, se construyó una capilla a la santa cruz, cuya fiesta celebran todos los años el 3 de mayo.

4.- Es famoso el caso de la hostia que se conserva en el Monasterio de El Escorial de Madrid. Ocurrió en 1592, en un pueblecito de Holanda. Bandas protestantes tomaron la ciudad de Gorcum y profanaron las iglesias católicas. En la catedral profanaron la hostia que estaba en una custodia y la golpearon con mazas de hierro. Inmediatamente, aparecieron tres manchas rojas en la hostia como manifestación del dolor de Jesús ante aquella profanación. Esta hostia fue obsequiada al rey Felipe II, quien la envió al Monasterio de El Escorial, donde se conserva y donde hay bajorrelieves y cuadros que recuerdan este milagro.

5.- En 1954, el día 16 de Diciembre en el “L’Osservatore Romano” aparecía la siguiente noticia más o menos así: “Unos soldados comunistas entraron en el convento de las carmelitas de Bui-Chu, en Vietnam del Norte con el fin de hacer una inspección. Al llegar a la capilla, quisieron ver el sagrario y la religiosa que los acompañaba les dijo que allí estaba el buen Dios y había que tratarlo con respeto. Entonces, un soldado cogió su fusil y empezó a disparar contra el sagrario. Una bala atravesó el copón y se dispersaron algunas hostias, pero el soldado quedó inmóvil como una estatua de mármol, con los ojos aterrorizados”.


d) Carne y sangre:

1.- Hacia el año 1.000 ocurrió en la ciudad de Trani (Italia), en tierras de Puglia, un milagro extraordinario. Una mujer hebrea le pidió a una cristiana que le consiguiera una hostia consagrada. La cristiana fue el día Jueves Santo a la Iglesia de S. Andrés y recibió la comunión, sacándose la hostia y colocándola en su pañuelo. Se la llevó a la hebrea y ésta, cuando estuvo sola, se puso a freír la hostia en una sartén. Entonces, aquella hostia se convirtió en carne y empezó a sangrar y la sangre rebalsó la sartén y cayó sobre el piso. Al ver semejante milagro y tanta sangre, la hebrea comenzó a gritar. La gente vino a ver, y fue informado el obispo, quien se hizo presente y tomó los restos de carne de la hostia frita, adorando allí a Jesús sacramentado. Todo el pueblo acudió descalzo para llevar en procesión la carne sangrante hasta la catedral. Hay pinturas que recuerdan este milagro.

2.- El 29 de diciembre de 1230, en la Iglesia de S. Ambrosio de Firenze (Italia), un sacerdote anciano celebraba la misa y, al purificar el cáliz, dejó un poco de vino consagrado. Al día siguiente, cuando tomó el cáliz de nuevo, se encontró con sangre coagulada. En 1930 se celebró el 700 aniversario del milagro con mucho esplendor.

3.- En 1239, el 23 de febrero y en pleno campo de batalla, ocurrió el siguiente prodigio en un pueblecito de Zaragoza (España). Estaban en guerra contra los musulmanes y el capellán del ejército cristiano celebraba la misa, en la que consagró seis hostias destinadas a la comunión de los seis capitanes de las tropas. Un ataque sorpresivo del enemigo obligó a suspender la misa después de la consagración. El capellán ocultó las hostias con los corporales en un pedregal del monte. Rechazado el ataque, se encontraron las seis hostias, empapadas en sangre y pegadas a los corporales. Como eran tres las ciudades que se disputaban tesoro, acordaron que Dios decidiera y lo colocaron en una mula para que ella tomara el camino. Esta mula cayó muerta a las puertas de Daroca Actualmente, se conservan en la basílica de esta ciudad, mostrándose a los fieles en ciertas solemnidades.

4.- En la ciudad italiana de Bolsena, en el año 1263, un sacerdote, Pedro de Praga, celebraba la misa y dudaba de la presencia real de Jesús. Al partir la hostia, brotó súbitamente tal cantidad de sangre que empapó el corporal y los manteles, y algunas gotas cayeron al piso. Los corporales quedaron manchados con 83 gotas de sangre, en las cuales aparecía la figura del Redentor. Cuando el Papa Urbano IV, que estaba en la vecina ciudad de Orvieto, se enteró, envió al obispo Santiago Maltraga y a algunos teólogos como S. Buenaventura y Sto. Tomás de Aquino, que le confirmaron el milagro. Este milagro influyó decisivamente en la institución de la fiesta del Corpus Christi, al año siguiente, por la bula “Transiturus”. Muchos Papas a lo largo de los siglos han ido a visitar y venerar estas sagradas reliquias.

5.. En una aldea del Norte de España llamada Cebrero, hacia el año 1300, había un hombre muy devoto de la Eucaristía llamado Juan Santin, que todos los días asistía a la misa. Un día muy crudo de invierno, la nieve había cubierto totalmente los caminos, sin embargo, aquel hombre se fue, como todos los días, al monasterio benedictino a oír la misa. El celebrante, que no creía mucho en la presencia real de Jesús, pensó: “aquí viene este loco con esta tempestad, a ver un poco de pan y un poco de vino”. No había terminado de decir esto, cuando ante sus ojos, la hostia se había convertido en carne y el vino en sangre. El P. Yepes, benedictino del siglo XVII, escribió: “Yo, aunque indigno, he visto y adorado este santo misterio. He visto las dos ampollas: en una de ellas está la sangre, que parece apenas coagulada, roja como la de un cabrito recién sacrificado; he visto también la carne, que es roja y seca”

Los Reyes católicos regalaron en el siglo XV el relicario donde se guardan actualmente la carne y sangre. Todos los años se celebra el recuerdo del milagro el 9 de setiembre.

6.- El año 1330, en Siena (Italia), un sacerdote fue llamado para llevar los santos sacramentos a un enfermo de la campiña. El, previendo que debía administrarle la comunión, tomó una hostia y, de modo desenvuelto y sin el mayor respeto, la metió entre dos páginas de su breviario. Cuando le quiso dar la comunión, la hostia había desaparecido y, en su lugar, había dejado dos manchas redondas de sangre, en las dos páginas correspondientes. Este sacerdote se confesó con el agustino Bto. Simón de Casia y a él le entregó las dos páginas manchadas de sangre. Una de ellas fue a dar a los agustinos de Perugia y ha desaparecido. La otra se conserva en los agustinos de Casia. La mancha de sangre es de 4 cm de diámetro. Al observar esta mancha con un lente potente, se ve claramente y distintamente la figura de un rostro humano que sufre, como se aprecia también en fotografías tomadas. En 1930, con ocasión del sexto centenario, se celebró en Casia un Congreso eucarístico
7.- Otro prodigio eucarístico ocurrió el 8 de diciembre e 1991 en la finca Betania, a 12 Kms de Cúa (Estado de Miranda) en Venezuela. En el lugar, se estaba apareciendo la Virgen María a María Esperanza Bianchini, especialmente desde el 25-3-84. Estas apariciones habían sido aprobadas por el obispo el 21 de noviembre de 1987. Aquel día de 1991, estaba celebrando misa ante el pueblo el P. Otty Ossa Aristizábal, un hombre con mucha fe en la Eucaristía. Después de partir la hostia en cuatro partes y consumir una de ellas, se dio cuenta de que las otras tres estaban sangrando. Todos los presentes pudieron ver el milagro y todavía se conservan en un relicario las tres partes de la hostia, manchadas con sangre. Se hicieron exámenes clínicos en Caracas y concluyeron que la sangre era sangre humana. El obispo del lugar, Pío Bello, aprobó este milagro y dijo: “Dios está tratando de manifestarnos que nuestra fe en la hostia consagrada es auténtica”. Hay videos sobre este milagro, donde puede verse el testimonio del P. Otty y del obispo.

8.- El más famoso de todos estos milagros ocurrió en Lanciano (Italia) en el siglo VIII. Durante la celebración de la misa, un sacerdote que dudaba de la presencia eucarística de Jesús, vio ante sus ojos que la hostia se transformó en un pedazo de carne y el vino en sangre, coagulándose después en cinco piedrecitas diferentes, cada una de las cuales pesaba exactamente igual que varias de ellas o que todas juntas. Se han hecho a lo largo de los siglos muchos estudios sobre esta carne y sangre. El último se hizo en 1971 por un equipo de expertos de la universidad de Siena, dirigidos por Odoardo Linoli y Ruggero Bertelli. Después de los análisis y estudios, han concluido que, después de doce siglos, la carne es verdaderamente carne y la sangre es verdaderamente sangre de un ser humano vivo y tienen el mismo grupo sanguíneo AB. El diagrama de esta sangre, corresponde al de una sangre humana que ha sido extraída de un cuerpo humano vivo ese mismo día. En la sangre se encontraron proteínas en la misma proporción normal que se encuentran en la composición “seroproteic” de la sangre fresca normal. Se encontraron también minerales: cloro, fósforo, magnesio, potasio, sodio, calcio... La carne pertenece al corazón.

¿No nos estará diciendo Jesús con esto que sigue vivo después de tantos siglos, no sólo en esa carne y sangre, sino en todas las hostias consagradas del mundo? En 1973 la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) de la ONU nombró una Comisión científica para certificar las conclusiones del año 1971. Los trabajos duraron 15 meses con unos 500 exámenes y las conclusiones fueron las mismas, siendo publicadas en diciembre de 1976 en Ginebra y Nueva York. En este informe, se dice sobre este milagro que “la ciencia conocedora de sus límites se detiene ante la imposibilidad de dar una explicación científica a estos hechos”.


e) Superación de las fuerzas naturales:

1.- El martes santo, 16 de marzo de 1345, en Amsterdam (Holanda), un sacerdote llevó la comunión a la casa de Ysbrand Dommer, que estaba gravemente enfermo. Cuando salió el sacerdote, el enfermo vomitó y la señora que lo cuidaba echó lo que había vomitado al fogón. Al día siguiente, cuando fue a prender fuego, apareció la hostia santa intacta sobre las llamas. Llegó el sacerdote y se la llevó en un relicario; pero, al abrirlo en la iglesia, la hostia no estaba, se había quedado en la casa. Esto ocurrió por tres veces. Entonces, entendieron que quería quedarse allí para siempre y construyeron en aquel lugar una capilla al Santísimo Sacramento. Cada año se hacía una procesión a aquel lugar. En el año 1452 se incendió la mitad de la ciudad y también aquella capilla con el sagrario, pero la hostia milagrosa quedó intacta. A partir de 1578 la ciudad quedó en poder de la Reforma protestante y confiscaron todas las iglesias católicas, incluso aquella reconstruida capilla. Todavía hoy, los católicos de Amsterdam hacen una procesión silenciosa cada año a aquella capilla para conmemorar el milagro. El famoso catecismo holandés cita este milagro y le dedica tres líneas.

2.- En Alboraya (Valencia), en España, en el año 1348, un sacerdote llevaba la comunión a un enfermo sobre una mula. Al pasar un río la mula dio un mal paso y el sacerdote dejó caer el portaviáticos con las tres hostias que contenía. Al poco tiempo, unos pescadores vieron peces, cada uno con una hostia en la boca. Se avisó al sacerdote que llegó revestido de ornamentos y con un cáliz, donde los peces depositaron las hostias. Hostias que parecían no tocadas por el agua, pues no estaban húmedas y estaban en perfecto estado después de varios días. En aquel lugar, se construyó una capilla, que todavía existe, y todos los años se van en procesión desde la iglesia parroquial. Como curiosidad, diremos que los primeros cristianos representaban a Cristo por un pez, pues IXZUS, en griego, significa pez y son las iniciales de “Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador”.

3.- En mayo de 1453, unos ladrones robaron en Exilles (Italia) una custodia con el Santísimo Sacramento y se dirigieron a Turín para venderla. Llegaron el seis de junio. Al llegar, la mula se cayó a tierra y no se la pudo hacer levantar. Además, se le rompieron las cuerdas y todo lo que llevaba se cayó al suelo Entonces, la hostia salió de la custodia y se alzó milagrosamente en el aire, irradiando resplandores más brillantes que el sol. Era algo luminoso y maravilloso. Allí estaba Jesús, transfigurado en una luz divina que todos podían ver. Se avisó al obispo, Luis Romagnono, quien acudió con todos los canónigos en solemne procesión. Se postraron y adoraron a Jesús, diciendo: “Quédate con nosotros, Señor”. Entonces, un sacerdote alzó un cáliz y la hostia fue bajando lentamente hasta colocarse en él. En aquel lugar del suceso se erigió la basílica del Corpus Domini para recordar el milagro y que ha hecho de Turín la “ciudad del Santísimo sacramento”. En 1953 hubo en Turín un Congreso eucarístico nacional para celebrar los quinientos años del milagro.

4.- El lunes 26 de mayo de 1608 en Favemey (Francia), en la abadía benedictina había Exposición del Santísimo Sacramento y dejaron la hostia en la custodia. Durante la noche se incendió la Iglesia y, cuando fueron a ver, la custodia estaba suspendida milagrosamente en el aire, mientras todo a su alrededor estaba quemado. Así estuvo en el aire por 33 horas. Además, el fuego había respetado la bula del Papa en que concedía indulgencias y la misma hostia de la custodia. Esto ocurría en una Iglesia dedicada a María. Por ello, los católicos del lugar lo consideraron como una confirmación de su fe contra el avance de los protestantes de aquella época. En 1908 se celebró un Congreso eucarístico nacional para recordar el tercer centenario del milagro y se permite celebrar la fiesta del milagro, como de segunda clase, desde 1862.

5.- En 1630, unos días antes de la fiesta del Corpus Christi, se abatió sobre el pueblo de Canosio (Italia) un fuerte vendaval y fue tal la furia del viento y de la lluvia que hubo deslizamientos de tierras, amenazando destruir el pueblo. Entonces, el párroco Antonio Reinardi convocó a los feligreses y les infundió esperanza. Tomó la custodia con la hostia santa y se dirigió con el pueblo al lugar del peligro, bendiciéndolo con el Santísimo Sacramento. Inmediatamente, ocurrió el milagro: el cielo se aclaró, la lluvia cesó, las aguas del torrente se calmaron y todo quedó tranquilo. Desde entonces hasta el día de hoy, en la octava del Corpus, tienen Exposición del Santísimo para recordar el milagro.

6.. El 3 de junio de 1631 en Dronero (Italia) la parte antigua de la villa quedó arrasada por un incendio. El viento soplaba fuerte y amenazaba con reducir a cenizas todo el pueblo de unos 8.000 habitantes. Entonces, el P. Mauricio da Ceva, capuchino, tomó el Santísimo y lo llevó al lugar, donde más arreciaban las llamas, y echó la bendición. Instantáneamente, cesó el incendio. El recuerdo de este suceso permanece vivo hasta hoy y todos los años el día del Corpus Christi se recuerda el milagro.

7.- La noche del 14 al 15 de agosto de 1670 se incendió gran parte de la ciudad de Miradoux (Francia). El párroco se dirigió con el pueblo al lugar de las llamas con el Santísimo Sacramento y exorcizó al fuego: “Fuego, criatura de Dios, en nombre de tu Creador que sostengo entre mis manos, te ordeno detenerte inmediatamente, e hizo la señal de la cruz. Y, en aquel mismo instante, el fuego empezó a apagarse y el viento se calmó. Hasta 1975 se hacía todos los años la procesión del Santísimo Sacramento en recuerdo de este milagro el día 15 de agosto. Ahora se hace simplemente una peregrinación.

8.- La noche del 31 de diciembre de 1977 al 1 de Enero de 1978, la Iglesia de Laveline (Francia) fue presa de un incendio gigantesco. Pero el sagrario, que era de madera, y la estatua de yeso del Corazón de Jesús, quedaron intactas, respetadas milagrosamente por el fuego, cuando todo a su alrededor eran cenizas. El suceso fue referido por algunos periódicos, entre ellos por “L’Est republicain” del 3 de enero de 1978.

9.- El 31 de mayo de 1906 ocurrió un gran milagro en Tumaco (Colombia). Hubo un fuerte sismo y, como efecto del mismo, las aguas del mar parecía iban a inundar y anegar el pueblo entero. Entonces, el párroco P. Gerardo Larrondo, agustino recoleto, se fue en procesión con la gente hasta la playa, llevando la custodia con el Santísimo. En aquel momento, vieron todos venir una ola gigantesca, que parecía que los iba a tragar a todos. El Padre hizo la señal de la cruz con el Santísimo y ocurrió lo increíble, la ola vino a estrellarse contra el párroco, alcanzándole solamente hasta la cintura; pero no tocó la custodia que tenía en alto. Y ahí quedó la fuerza del mar, que volvió a quedar en total tranquilidad, mientras todos empezaron a gritar emocionados: Milagro, Milagro. Aquella ola se había detenido instantáneamente y la enorme montaña de agua, que amenazaba borrar a todo el pueblo, se detuvo ante Cristo Eucaristía y empezó su retroceso hasta desaparecer, volviendo el mar a su nivel normal.

Muchísimos otros milagros y prodigios o curaciones y conversiones podríamos seguir contando, pero creemos que ya es suficiente para nuestro propósito. Recordemos que Jesús está muy cerca de nosotros con todo su poder divino y tiene sus delicias es estar con los hijos de los hombres (Cf Prov 8,31). Y sigue haciendo milagros hoy como hace dos mil años.
 



Capítulo 3: La Eucaristía en la vida de los santos

Todos los santos, sin excepción, han centrado su vida en Cristo vivo, presente en la Eucaristía. Su fe en la presencia real era tan fuerte que se pasaban horas y horas, acompañando, amando, adorando a Jesús sacramentado. Algunos tenían el don de la hierognosis, es decir, de poder distinguir los objetos bendecidos por un sacerdote de los que no lo están y, especialmente, reconocer la hostia consagrada de la que no lo está. En esto destacó admirablemente la religiosa agustina, beata Ana Catalina Emmerick. Le hicieron varias pruebas, llevándole hostias sin consagrar e inmediatamente se daba cuenta. Algo parecido le pasó a S. Alfonso María de Ligorio. Estaba gravemente enfermo y le trajeron la comunión. Pero, tan pronto recibió la hostia, empezó a gritar: “Qué me han hecho, me han traído una hostia sin Jesús, una hostia sin consagrar”. Hicieron las averiguaciones del caso y resultó que el sacerdote, que había celebrado la misa aquella mañana, se había olvidado de la consagración, durante la misa.

Algunos santos tenían también la gracia de ver a Jesús en la hostia. Sta. Catalina de Siena vio un día a Jesús en las manos del sacerdote y la hostia le pareció como una hoguera brillante de amor. Sta. Teresa de Jesús asegura: “un día, oyendo misa, vi al Señor glorificado en la hostia” (CC 14). “Muchas veces quiere el Señor que lo vea en la hostia” (V 38,19).

Sta. Margarita María de Alacoque habla en sus escritos que, en varias ocasiones, cuando estaba en adoración ante el Santísimo, se le presentaba Jesús con su divino Corazón, ardiendo en llamas. “Delante del Santísimo Sacramento me encontraba tan absorta, que jamás sentía cansancio. Hubiera pasado allí los días enteros con sus noches, sin comer ni beber y sin saber lo que hacía si no era consumirme en su presencia como un cirio ardiente para devolverle amor por amor. Y no podía quedarme en el fondo de la iglesia y, por confusión que sintiese en mí misma, no dejaba de acercarme cuanto pudiera al Santísimo Sacramento”.

En una ocasión (16-6-1675) le dijo Jesús: Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y, sin embargo, no recibe de la mayor parte, sino ingratitudes, ya con sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que son corazones consagrados los que así me tratan”. Y Jesús, en su gran misericordia le da para todos la GRAN PROMESA de los nueve primeros viernes “Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final, que no morirán en mi desgracia ni sin haber recibido los sacramentos. Mi Corazón será su asilo seguro en los últimos momentos”.

Lucía, la vidente de Fátima, refiere en sus “Memorias” que el ángel de Portugal en su tercera visita les dio a los tres la comunión. El ángel tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el cual estaba suspendida una hostia, de la cual caían unas gotas de sangre dentro del cáliz. El ángel dejó suspendido en el aire el cáliz, se arrodilló junto a ellos y les hizo repetir tres veces la oración “Santísima Trinidad”...
“Después se levanta, toma en sus manos el cáliz y la hostia. Me da la sagrada hostia a mí y la sangre del cáliz la divide entre Jacinta Y Francisco, diciendo al mismo tiempo: Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Cristo, horriblemente ultrajado por la ingratitud de los hombres. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios. Y postrándose de nuevo en tierra, repitió otras tres veces con nosotros la misma oración: Santísima Trinidad... y desapareció”.

Éste fue el comienzo de un amor asombroso de estos tres niños a Jesús escondido en el sagrario. Le decía Jacinta a Lucía: “Amo tanto a Jesús escondido... ¿En el cielo no se comulga? Si se comulga, yo voy a comulgar todos los días”. Y, cuando ya estaba enferma y no podía ir a la iglesia a comulgar, le decía: “¿Has comulgado? Acércate aquí junto a mí que tienes en tu corazón a Jesús escondido”. Algo parecido ocurría con Francisco. Le decía a Lucía: “Vete a la Iglesia y dale muchos recuerdos de mi parte a Jesús escondido. Lo que más pena me da es no poder ir a estar algún rato con Jesús escondido”.

Y no sólo los niños inocentes, también los grandes sabios se sienten abismados ante este gran misterio de amor. Sto. Tomás de Aquino, en el momento de la consagración, tenía tan intensa devoción que rompía a llorar, absorto en el gran milagro. En una ocasión, después de escribir un tratado sobre la Eucaristía, oyó que Jesús le decía: “Has escrito muy bien del sacramento de mi Cuerpo”. Por eso, en la Suma Teológica escribió para cada uno de nosotros: “No te preguntes, si está o no Cristo en la Eucaristía, sino acoge con fe las palabras del Señor; porque El, que es la Verdad, no miente, y El dijo: Esto es mi Cuerpo” (ST 3,75,1).

Sta. Juliana de Cornillón, religiosa belga, era tan devota del Santísimo Sacramento que Jesús un día la premió con una visión extraordinaria. Vio la luna llena, con una mancha oscura sobre ella. Y Jesús le dijo:
“La mancha negra simboliza la ausencia de una fiesta en honor del Santísimo Sacramento”. Ella convenció a su obispo de Lieja (Bélgica) para que instituyera esta fiesta y, cuando llegó a Papa, con el nombre de Urbano IV, la instituyó en 1264 para toda la Iglesia, con el nombre de Corpus Christi, convencido también por el milagro de Bolsena-Orvieto.

De Sta. Clara de Asís se cuenta que, cuando los sarracenos atacaron Asís el año 1244 y empezaron a escalar los muros del convento, les salió al encuentro con la custodia, que contenía a Jesús sacramentado. Y, según algunos testimonios, unos rayos resplandecientes parecían salir del Santísimo... Lo cierto es que a su vista, huyeron despavoridos los enemigos, salvándose así el convento y la población entera.
A Sta. Clara de Asís la declararon patrona de la televisión, porque, en una ocasión, estando gravemente enferma, pudo seguir la misa desde su cama, como si la hubiera visto por televisión. Otros santos, como el Bto Gracia de Cataro, S. Pascual Bailón..., tenían la gracia de contemplar desde sus ocupaciones en la cocina o huerta del convento, el momento de la elevación del Santísimo en la misa, porque estaban en continua sintonía con El y Jesús se les manifestaba en ese momento sublime y transcendental.

Hay santos que han pasado años sin comer ni beber más que la comunión diaria. Este fenómeno extraordinario se llama inedia (ayuno absoluto). Entre otros santos lo tuvieron Sta. Angela de Foligno (s.XIV) por 12 años; Sta. Catalina de Siena (s.XIV) por 8 años; la Bta. Elizabet de Reute (s.XV) por 15 años; Sta. Lidwina (s.XIV) por 28 años; S. Nicolás de Flue (s.XV) por 20 años; Sta Catalina de Raconixio (s.XVI) por 10 años; Domenica Lazzali (s.XIX); Luisa Lateau (s.XIX) por 10 años; Marta Robin (s.XX) 50 años y Teresa Neumann (s.XX) muchos años también.
5. Antonio Ma. de Claret afirma en su Autobiografía: “delante del Santísimo Sacramento, siento una fe tan viva que no lo puedo explicar. Casi se me hace sensible y estoy constantemente besando sus llagas Y me quedo finalmente abrazado con El. Siempre tengo que separarme y arrancarme con violencia de su divina presencia, cuando llega la hora”.

Sta. Micaela del S. Sacramento, llamada la loca del Sacramento, dice que la Eucaristía era su pasión dominante, su delirio, su locura. Afirma en su Autobiografía: “Algunas veces, no sé cuantas, vi abrir el sagrario, estando yo en la oración, y salir el copón algunas veces destapado, para adorar al Señor.. Me hizo ver el Señor las grandes y especiales gracias que, desde los sagrarios, derrama sobre la tierra y, además, sobre cada individuo según la disposición de cada uno... Yo vi salir como un humo del sagrario, muy brillante y claro, a modo de la claridad de la luna, que subía hasta por encima de las casas. Yo vi, como una gradación, la influencia de pueblos a pueblos y ciudades hasta llegar a sus iglesias o sagrarios, y hasta cuando le sacan para los enfermos, va como derramando perlas preciosas de beneficios; y, si se viera, correría la gente para aspirar aquel ambiente que el Señor deja tan embalsamado en el aire. Sí, yo vi sin que me deje duda, el torrente de gracias que el Señor derrama en el que lo recibe con fe y amor como si derramara piedras preciosas de todos los colores... Vi cómo queda uno bañado y envuelto en aquel humo luciente y brillante de gracia, que no se borra esta impresión del corazón”.

“El cura de Ars se dejaba embargar particularmente ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Ante el sagrario pasaba frecuentemente largas horas de adoración antes del amanecer o durante la noche; durante sus homilías solía señalar el sagrario, diciendo con emoción: El está allí... Pronto pudo verse el resultado: los feligreses tomaron por costumbre el venir a rezar ante el Santísimo Sacramento, descubriendo a través de la actitud de su párroco, el gran misterio de la fe” (Juan Pablo II a los sacerdotes, 16-3-86).

“ Y ciertamente El lo amaba y se sentía irresistiblemente atraído hacia el sagrario. En toda ocasión, él inculcaba a sus fieles el respeto y amor a la divina presencia eucarística, incitándolos a acercarse con frecuencia a la mesa eucarística y él mismo daba ejemplo de esta profunda piedad. Para convencerse de ello, refieren los testigos, bastaba verle celebrar la santa misa y hacer la genuflexión cuando pasaba delante del sagrario” (Enc. Sacerdotii nostri primordia, Juan XXIII, 1-8-59).

El P. Pío de Pietrelcina aseguraba: “Mil años de gozar la gloria humana no vale tanto como pasar una hora en dulce comunión con Jesús en el Santísimo sacramento”. Y el beato Charles de Foucauld afirmaba: “Qué delicia tan grande, Dios mío, poder pasar quince horas sin nada más que hacer que mirarte y decirte: Te amo”. Algo parecido refería el Bto. Rafael: “ ¿Qué puede haber en el mundo que pueda dar más gozo a alma? En los ratos que paso, mirando al sagrario a través de mi ventana, veo más grandiosidad en Dios en el sublime misterio de su permanencia entre los hombres que en todas las obras que salieron de sus manos y que están manifestadas en el mundo”
Sta. Verónica Giuliani escribió en su Diario: “Me parece ver en el Santísimo Sacramento como en un trono a Dios trino y uno: El Padre con su Omnipotencia, el Hijo con su Sabiduría y el Espíritu Santo con su amor. Viniendo a nosotros Dios, viene todo el paraíso. Estuve todo el día fuera de mí de alegría, viendo cómo Dios está escondido en la hostia santa. Y, si tuviese que dar la vida para afirmar esta verdad, la daría mil veces (30-5-1715).
San Josemaría Escribá de Balaguer nos dice en su libro “Es Cristo que pasa”: “Jesús nos espera en el sagrario desde hace 2.000 años. Es mucho tiempo y no es mucho tiempo, porque, cuando hay amor los días vuelan. Para mí el sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta, María y Lázaro. Por eso, al recorrer las calles de alguna ciudad o de algún pueblo, me da alegría descubrir, aunque sea de lejos, la silueta de una iglesia; es un nuevo sagrario, una ocasión más de dejar que el alma se escape para estar con el deseo junto a Jesús sacramentado. Adoradle con reverencia y devoción: renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de vuestro amor decidle sin miedo que le queréis. Yo me pasmo ante este misterio de amor. El Señor busca mi pobre corazón como trono para no abandonarme, si yo no me aparto de El”.

Y podríamos seguir, citando santos y más santos. Lo importante es que los imitemos en su fe profunda y vayamos todos los días a visitar al amigo Jesús. El sagrario debe ser el lugar de encuentro con Dios como lo era para Moisés la tienda de la reunión o de las citas divinas (Ex 33). Allí Moisés hablaba con Dios, como “un hombre habla con su amigo” (Ex 33,11). ¿Eres tú amigo de Jesús, como lo eran los santos?

Ojalá que tú puedas decir como Sta. Catalina de Génova: “El tiempo que me he pasado frente al sagrario ha sido el tiempo mejor empleado de mi vida”.

Jesús desde el sagrario te recuerda que Dios es Amor, que la santidad no es fruto del esfuerzo humano, sino de la acción de Dios. Sólo te pide abandonarte como un niño en sus brazos divinos. El quiere de ti una confianza absoluta, sin miedo al porvenir. Precisamente, la confianza y el abandono total en las manos divinas fue el caminito de infancia espiritual de Sta. Teresita del Niño Jesús. Ese debe ser también tu camino: dejarte llevar, lanzarte sin temor en los brazos de Dios. Jesús Eucaristía te espera cada día para darte un abrazo, especialmente en momento de la comunión. Por eso, Sta. Teresita decía: “tus brazos, Jesús mío, son el ascensor para elevarme hasta el cielo”. Déjate abrazar y llevar en los brazos de Jesús, porque te conducirá rápidamente.. la santidad.

 



Capítulo 4: A Cristo por María. Por Cristo a la Trinidad

A CRISTO POR MARIA

A Cristo Eucaristía llegamos por María. María es el camino más corto, más fácil y más seguro para llegar a Jesús. Ella es el mejor sagrario de Jesús. Y en la hostia santa, junto a Jesús, siempre está María y lo adora, porque también es su Dios. María es “María del sagrario” y su principal función es pasar su cielo al pie de los sagrarios con su Hijo Jesús. Allí escucha nuestras plegarias y atiende nuestros gemidos y oraciones. Allí está de día y de noche, en invierno y en verano, en el último sagrario abandonado y en el más visitado. Y allí estará María, mientras haya en el mundo una hostia consagrada. Por eso, podríamos también llamarla “María de la Eucaristía” o “María del Santísimo Sacramento”. Ella, desde el sagrario, nos invita a amar a Jesús y nos dice con ternura y estremecimiento: Tratádmelo bien, porque es el hijo de mis entrañas, es sangre de mi sangre. No lo maltratéis, recibiéndolo con el alma manchada. María nos enseña a amar y adorar a Jesús Eucaristía.

En las apariciones de Fátima, vemos cómo el ángel de Portugal, que viene a preparar a los niños para la visita de María, les da la comunión y les enseña la bella oración “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre alma y divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores”. Cuando María se aparece a Lucía el 10 de diciembre de 1925, le pide la comunión de los cinco primeros sábados y le dice: “Mira, hija mía, este Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con sus blasfemias e ingratitudes Tu, al menos, procura consolarme y di a todos aquellos que durante 5 cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la santa comunión recen la tercera parte del rosario y me hagan compañía quince minutos, meditando en los misterios del rosario, que prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”.

Igualmente, en la visión que tiene Lucia el 13 de Junio de 1929 en la capilla de su convento, estando en Tuy (España), ve al Padre celestial de medio cuerpo; debajo, la paloma del Espíritu Santo, y a Cristo en la cruz. Al pie de la cruz, estaba María con su Corazón Inmaculado y, al otro lado de la cruz, estaban escritas las palabras “Gracia y Misericordia”. Pero del costado de Cristo salía un chorro de sangre, que caía sobre un cáliz, y una hostia grande. La sangre del rostro del crucificado y de la herida del pecho, caían primero sobre la hostia y, escurriendo por la hostia, caían dentro del cáliz. Como si quisiera indicarnos con esto que todos los méritos conseguidos por la Pasión y Muerte de Jesús nos vienen al mundo por la Eucaristía y nos vienen a nosotros por manos de María, que es la administradora de los bienes divinos, conseguidos por Cristo, que es el único y verdadero Salvador.

Así podemos comprender cuánto amor tenía Lucía de Fátima, como todos los santos, a Jesús sacramentado. No nos puede extrañar que en una carta, dirigida al P. Valinho el 13 de Abril de 1971 le dijera: “Lo que más le recomiendo es que se acerque al sagrario a orar: Allí encontrará la fuerza y la gracia que necesita para mantenerse firme. Verá cómo ante el sagrario encontrará más ciencia, más luz, más fuerza, más gracia y virtud que nunca podrá encontrar en los libros, en los estudios ni junto a criatura alguna. No dé nunca por perdido el tiempo dedicado a la adoración... Estoy convencida de que la falta de oración es el peor mal del mundo actual”.

En el sueño que tuvo S. Juan Bosco el 30 de mayo de 1862, aparecía la barca de la Iglesia, dirigida por el Papa y amenazada por sus enemigos. En el centro del mar había dos grandes columnas, una representaba a María y la otra a la Eucaristía; cuando el Papa se aferró a ellas, desaparecieron sus enemigos. María y la Eucaristía son las dos columnas fundamentales de nuestra fe. María nos lleva a Jesús Eucaristía.

En Roma, en el lugar llamado Tre Fontane, donde María se apareció varias veces a partir del 12 de abril de 1947 a Bruno Cornacchiola, un adventista que se convirtió, se celebró una misa el 7 de Noviembre de 1979, a la que asistieron miles de personas. En el momento de la elevación de la hostia, el sol empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo, como en el milagro de Fátima, irradiando luces de todos los colores. Y en el disco solar, que podía mirarse sin causar daño a los ojos, se formaron una M, significando a María, y una hostia grande con las letras JHS, para significar la Eucaristía.
En las apariciones de María en Medjugorje, María ha recomendado la asistencia diaria a la misa y esto ha hecho transformar la vida de este pequeño pueblo. Ella ha insistido mucho en cinco puntos para afianzar nuestra fe. Primero la Eucaristía, la Palabra de Dios, el rezo del rosario, la confesión mensual y la penitencia con oración.

¡Que bella es María! Bemardita, la vidente de la Virgen en Lourdes, nos dice que “la Virgen es bella, tan bella que quien la vea una sola vez, querrá morir para volver a verla; tan bella que, cuando se la ha visto, ya no hay corazón que pueda amar cosa alguna de la tierra”. Melania, la vidente de La Salette la describe así: “Su fisonomía era majestuosa, imponía un temor respetuoso, pero lleno de amor, pues atraía hacia sí. Su mirada era dulce y penetrante, sus ojos parecían hablar con los míos. La dulzura de su mirada, su aire de bondad incomprensible hacía comprender que Ella quería darse. Era una explosión de amor, que no puede expresarse con lenguaje humano. Era muy bella y toda hecha de amor. Parecía que la palabra amor se escapaba de sus labios, plateados, purísimos. Me parecía como una buena madre, llena de bondad, de amabilidad, de compasión, de misericordia y de amor.

La vista de la Santísima Virgen era de por sí sola un paraíso cumplido. Su voz encantaba, cautivaba, alegraba el corazón. Y mi corazón parecía saltar o querer ir a su encuentro para derretirse en Ella... Sus ojos parecían mucho más bellos que los brillantes y las piedras preciosas, brillaban como dos soles y en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más la miraba, más la quería ver; cuanto más la veía, más la amaba y la amaba con todas mis fuerzas”. Si así de hermosa es María, ¿cómo será Jesús?

María es la puerta de entrada al amor de Jesús. Por esto, hay muchos que llegan a Cristo por medio de María. Esto le pasó a Gustavo Bickel, gran sabio orientalista, protestante, que en 1865 se hizo católico y sacerdote. Beda Camm, anglicano, se hizo monje benedictino. Algo parecido podemos decir de los cardenales ingleses Newman y Manning, convertidos del anglicanismo. El judío San Alfonso de Ratisbona se convirtió el 20 de enero de 1842, después de una experiencia maravillosa en la iglesia de S. Andrés de Roma, donde vio a María. También podríamos citar a Max Thurian, uno de los fundadores de la Comunidad ecuménica Taize de Francia, que se convirtió y se hizo sacerdote católico en 1987 a los 66 años de edad.
¿Qué hizo que éstos y otros muchos, convertidos por medio María, llegaran a Cristo Eucaristía y lo amaran con todo su corazón y dejaran el mundo con todas sus atracciones y se hicieran sacerdotes? María es el camino, el puente, la puerta para llegar a Jesús, como lo fue también para mi amigo José Cuperstein. El me manifestaba así su testimonio:
“Yo soy de familia judía y practicaba la religión judía. Estaba casado y tengo dos hijos. Después de algunas desavenencias con mi esposa, decidimos divorciarnos y yo le di el libelo de repudio, según nuestra religión. Por mi parte, seguía trabajando en mi negocio y buscando un porvenir para mi vida, cuando el 24 de setiembre de 1982 fui a cenar a un restaurante en compañía de mis padres. Este restaurante “Agua viva” estaba dirigido por unas laicas consagradas. Ya, a la entrada, me impactó una linda imagen de María y, por un impulso interior, le pedí que ayudara a mi padre enfermo. Al final de la cena, las hermanas cantaron el Ave María y esto me emocionó mucho. Aquí comenzó el proceso de mi conversión, pues la Virgen Santísima me concedió lo que le pedí y, a partir de entonces, todos los meses le llevaba flores a aquella imagen de María.

En febrero del 83 tuve un sueño decisivo. Soñé que me perseguían y me refugié en una casa antigua, colonial. Llegué a un salón grande, donde había un enorme crucifijo. Me postré ante el Cristo crucificado y vi cómo desaparecieron mis perseguidores. Y sentí tanta paz al despertar que, des- de entonces, comencé a conocer y a amar más al Señor Jesús. Ese mismo año me bauticé y, después de mi bautismo, acostumbraba a ir a la Iglesia de S. Pedro, en el centro de Lima, donde me había bautizado, para rezar el rosario, oír misa y comulgar Todos los días, iba a visitar a mi amigo Jesús Eucaristía y me quedaba de rodillas en silencio ante El. Era mi encuentro personal del día, de la misma manera que lo tuvo el leproso con Jesús hace dos mil años. Así, sin darme cuenta, empezó mi camino al sacerdocio.

Por supuesto que esto no fue fácil, tuve que dejarlo todo, no sólo mi negocio para estudiar en el Seminario, también perder el amor de mi familia. Pero el amor a Cristo fue más fuerte y el 7-10-93 me ordené de sacerdote”.

Actualmente el P. José trabaja solo en una gran parroquia de la periferia de Lima. El, como tantos otros convertidos, llegó a Cristo Eucaristía por María. Y ha hecho de la Eucaristía el centro y el sentido de su vida cristiana y sacerdotal, rezando el rosario completo cada día en honor de María.

Una religiosa me escribía así: “La Eucaristía sin María no se comprende. Yo, siempre que saludo a Jesús en el sagrario, saludo también a María. Me gusta saludarlos hasta cuando vamos de viaje, al pasar por los pueblos, o al ir por la ciudad y pasar delante de una Iglesia. Todos los días me uno a todas las misas que se celebran en el mundo. Pienso en tantas manos sacerdotales, elevando la hostia y el cáliz al Padre por la salvación y santificación del mundo. Y quiero, unida a la Madre corredentora y dentro de su Corazón, estar al pie de cada altar, en donde se esté celebrando el santo sacrificio. Y así como Ella ofreció a su Hijo en la cruz al Padre y se ofreció con El, así yo quiero ofrecerme con Ella y en Ella y ofrecer a cada sacerdote.

Todos los días voy con Ella a recibir a Jesús en la comunión, le pido que me prepare, que quite las malas hierbas de mi jardín, que adorne mi alma, que venga conmigo y me deje sus ojos puros para contemplar a Jesús y su Corazón para amarle. Mis coloquios, después de comulgar, suelen ser también con María, porque donde está el Rey está también la reina”.

Pues bien, “vete y haz tú lo mismo” (Le 10,37), vete a comulgar con todo fervor y pide a María que te acompañe. “La mejor preparación para la comunión es la que se hace con María” (S. Pedro Eymard). Y dile más o menos así:

“María, Madre mía, tu primera comunión duró nueve meses. Ayúdame a comulgar con una pureza total. Préstame tus manos para tocar a Jesús, tus labios para besarlo, tus brazos para abrazarlo y tu Corazón para amarlo”.

POR CRISTO A LA TRINIDAD

La humanidad de Cristo, presente en la Eucaristía, es el puente a la Trinidad, como María es el puente para llegar a Cristo. La humanidad de Cristo es la cima de toda la creación, en contacto directo con la divinidad, inundada de la vida divina. Según Teilhard de Chardin, Jesús es el punto omega, el centro de convergencia de todas las energías físicas, biológicas y espirituales del Cosmos y nos lleva con El hasta los últimos rincones del espacio y del tiempo. Escribía en su libro “El corazón de la materia”: “Bajo la forma de un pequeñín en brazos de su madre, tú, Jesús, ocupaste un rincón en mi alma de niño. Y he aquí que, repitiendo y prolongado en mí el círculo de tu crecimiento a través de la Iglesia, tu humanidad palestina se fue poco a poco ensanchando por todas partes del Universo. Y en este Universo, que se descubre a mis ojos en estado de convergencia, Tú asumiste la posición maestra del Centro Total en el que todo se reúne”.

Por esto, podemos comprender que sólo quienes no han descubierto el rostro amoroso de Cristo, tengan miedo al futuro y a las fuerzas desconocidas del Cosmos, es decir, tengan miedo al más allá del espacio y del tiempo. Decía Teilhard de Chardin: “Me siento muy bien entre las manos del Señor y, tal vez, nunca antes había saboreado la alegría de dejarme caer en el futuro como en las profundidades de su Ser mismo (del Ser amoroso de Dios)” (Carta a un amigo). Cristo nos da confianza y seguridad en el futuro, que está en sus manos. Todo está bajo su control divino. Cristo viene a ser el punto de convergencia de la humanidad y el punto de partida de todas las efusiones divinas a los hombres. De El descienden diluvios de luz y de gracia sobre las almas y es fuente inagotable de aguas vivas. Sto. Tomás dice que Cristo “es el motor de nuestra vida” (Comm in Cols 3,4). Pero, mejor diríamos, que es el amigo divino, el Dios amigo que nos lleva con cariño de la mano. Por eso, podemos decir: “Aunque pase por un valle de tinieblas no temeré mal alguno, porque Tú, Señor estás conmigo” (Sal 23,4).


a) La comunión y la unión trinitaria:

En el momento cumbre de la comunión, el amor y la luz del amigo Jesús Eucaristía se apodera del alma “para transformarla en Dios y embriagarla de Dios” (Sto Tomás In Joan 6,7). S. Cirilo de Jerusalén decía que “cuando alguien recibe el cuerpo y la sangre del Señor la unión es tal que Cristo pasa a El y El a Cristo, teniendo el mismo cuerpo y la misma sangre” En ese momento, se establece una circulación de vida, una comunicación de bienes, una unidad de amor de modo que nuestra humanidad queda transfigurada por la humanidad de Jesucristo. Y así, Cristo y el alma juntos, adoran, aman y dan gracias y se entregan unidos al Padre Juntos, como dos granos de incienso quemados en el mismo incensario, que exhalan un solo y único perfume de alabanza al Dios uno y trino.

Entonces, podemos decir: “Oh Dios, mírame y contempla en mí el rostro de tu ungido (Cristo)” (Sal 83,10). En ese momento, el Padre nos ama y nos asume en el Hijo, como a su Hijo. Nosotros somos templos de la Santísima Trinidad. (Cf 2 Co 6,16). Y podemos exclamar “Abba, Papá... somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios, coherederos de Cristo” (Rom 8,15-17). Y el Espíritu Santo “se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Rom 8,16). Jesús mismo nos prometió que al hombre bueno “vendremos a El y haremos morada en El” (Jn 14,23). Y quiere nuestra unión intima con El “Que todos sean UNO, como Tu, Padre, estás en Mí y Yo en ti, para que también ellos sean UNO en nosotros” (in 17,21). Unidos a los TRES, en UNIDAD con la TRINIDAD.

Dios es uno y trino. “Todo es uno en ellos... A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo” (Cat 255). “Las personas divinas son inseparables en su ser y también son inseparables en su obra” (Cat 267). De modo que “toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace, porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo mueve” (Cat 259). Es decir, al amar a Cristo Eucaristía, amamos igualmente al Padre y al Espíritu Santo.

Pues bien, las tres personas no están inactivas en el alma. El Padre engendra allí a su Hijo, y el amor del Padre y del Hijo hacen realidad al Espíritu Santo, que es como el Amor de los dos. Al comulgar, Jesús nos arrastra con El a manifestarle sus ternuras filiales al Padre y así, en Cristo, con El y por El, podemos manifestarle también nosotros nuestro amor. Y todo esto por el poder del Espíritu Santo que actúa en nosotros y nos transforma. En la consagración, el Espíritu Santo nos da a Jesús y en la comunión es Jesús quien nos da el Espíritu Santo en el seno del Padre. De esta manera, la comunión fortalece nuestra unión con la Trinidad por medio de la humanidad eucarística de Jesús.

Según algunos testigos, que testificaron en el proceso de beatificación de S. Martín de Porres: después de comulgar, “su rostro parecía como si fuera de un ángel”... “su rostro era como una brasa encendida” (archivo secreto del Vaticano, vol. 1290 y 1289). ¿Nos damos cuenta ahora de la grandeza de la comunión para unirnos a Cristo y por El a la Trinidad?

b) Por la Eucaristía a la Trinidad:

Si has comprendido bien todo lo expuesto anteriormente, la Eucaristía es el corazón de la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia, construye la Iglesia. Por eso, sólo los católicos, con la fuerza del pan de vida, pueden llegar a las grandes alturas del matrimonio espiritual, a no ser por una gracia muy especial de Dios, como se la concedió a los santos del Antiguo Testamento, cuando todavía no había Eucaristía. Pero se la dio, en virtud de los méritos de Cristo, y tuvieron que esperar a la venida de Cristo y a su resurrección para poder disfrutar en plenitud de la felicidad del Dios trinitario en Cristo, con Cristo y por Cristo.

Resumiendo, podríamos decir, que el camino que Cristo ha recorrido con su humanidad para salvarnos y santificarnos ha sido: venir a nosotros desde la Trinidad y quedarse en la Eucaristía. De la Trinidad a la Eucaristía es el camino de Jesús. Ahora, nosotros debemos recorrer el camino inverso: de la Eucaristía a la Trinidad. El camino es claro: A Cristo por María. Por Cristo Eucaristía a la Trinidad.

“Oh mis TRES, mi TODO, mi felicidad, soledad infinita, inmensidad donde me pierdo... Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro... Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, el lugar de vuestro descanso. Que nunca os deje allí solo, sino que esté allí toda entera con Vos, vigilante en mi fe, en completa adoración y en entrega absoluta a vuestra acción creadora” (Bta Isabel de la S. Trinidad).
 



Capítulo 5: Apóstoles de la Eucaristía

Jesús necesita apóstoles, que vayan por el mundo, irradiando la luz y el fuego de la Eucaristía. ¡Qué grande e inmenso es el tesoro de la Eucaristía y no lo valoramos suficientemente! Imaginemos un mundo donde los hombres no conocieran ni usaran el fuego. Estarían en tinieblas, con noches sin luz y sin calor, tomando alimentos crudos, con una cultura primitiva... Un mundo atrasado, donde reinaría el frío y la oscuridad, un mundo triste. Pues bien, supongamos que uno de ellos descubriera el fuego con todas sus ventajas y cualidades. Y se hiciera mensajero del fuego por todo el mundo, recorriendo pueblos y ciudades para llevarles el tesoro descubierto. Si este hombre dejara en cada lugar una lamparita de luz, enseñándoles a conservarla y a utilizar en sus casas todas las propiedades y ventajas del fuego..., ¿no la conservarían con mucho esmero, considerando a aquel “fuego sagrado”, como si fuera un dios que había venido a darles una nueva vida, más alegre y feliz?

Y nosotros, ¿qué hacemos de la Eucaristía? El mundo en que vivimos está lleno de frío y oscuridad espiritual, porque falta el fuego de Dios. Muchos hombres viven en las tinieblas del pecado, sin luz ni calor interior. Y ahí está Jesús, el fuego divino, esperándonos en el sagrario de nuestras iglesias. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué no vamos por el mundo entero, proclamando las ventajas y bendiciones de este fuego divino?

Decía Paul Claudel: “los que tenéis luz ¿qué hacéis con ella, si el mundo está en tinieblas?” Debemos incendiar la tierra por los cuatro costados con el fuego que brota del Corazón eucarístico de Jesús. Sin embargo, Jesús está solo y se siente solo. ¿Dónde están los católicos que dejan abandonado al Cristo del sagrario? ¿Dónde están los verdaderos cristianos? Ser cristiano es ser de Cristo y amarlo con todo el corazón. Pero a Cristo, el Dios amigo, hecho hombre, solamente lo encontraremos en la Eucaristía. Por eso, debemos ser cristianos eucarísticos y centrar nuestra vida en Jesús Eucaristía. Toda vida cristiana debe ser eucarística para que sea plena. El sagrario de Jesús debe ser el punto de partida y de llegada de todas nuestras iniciativas humanas, es decir, Jesús del sagrario debe ser el punto de referencia de toda nuestra vida. Contar con El para todo y no hacer nada sin El.

Esto debe ser esencialmente importante para el sacerdote, cuya formación en el Seminario debe ser sustancialmente eucarística, derivada de una amistad fundamental con Jesús Eucaristía. “Un sacerdote vale tanto cuanto su vida eucarística, especialmente su celebración eucarística.... Ningún sacerdote puede realizarse plenamente, si la Eucaristía no es el centro y la raíz de su vida... No creáis que las horas pasadas delante del sagrario son horas perdidas o de menos valor pastoral. Lo que se da a Dios nunca se pierde” (Juan Pablo II, 16-2-84). Esto mismo vale para todos los fieles católicos en general.

En el sagrario está el amigo, el “amo”, como dicen todavía en muchos lugares, el maestro, el jefe, el Señor, nuestro gran Capitán, como diría Sta. Teresa. Consultemos todo con El y no quedaremos defraudados. Seamos centinelas perennes del sagrario, siempre vigilantes en adoración permanente. Procuremos que no haya ningún sagrario abandonado, busquemos compañía para Jesús. El irradiará bendiciones inagotables a su alrededor...

Reparemos por tantos sacrilegios... Todavía después de veinte siglos, siguen buscando a Jesús para matarlo... Levántate, hermano, y defiende a tu Señor, enciende en los corazones el fuego de su amor. Jesús está esperando, no lo dejes abandonado. Está prisionero por tu amor, dale la libertad de tu corazón puro y TODO para El. Llévale muchos niños al sagrario, pues se va a alegrar con la inocencia y la pureza de los niños. Dale mucha alegría. Hazlo feliz a tu amigo Jesús y lleva por el mundo entero la alegría de tu fe en la presencia viva del amigo divino, Jesús sacramentado. Organiza turnos de adoración para hacerle compañía. Tú podrías formar grupos de amigos de “Jesús Eucaristía” con estos o parecidos compromisos:

1) Una visita diaria a Jesús en la iglesia o, si no es posible, una visita espiritual desde la casa, cada día.
2) La comunión, al menos semanal.
3) Una hora santa de adoración a Jesús, mensualmente.
4) Reunirse en grupo, para hablar de la Eucaristía.

A estos grupos pueden pertenecer también los niños, aunque no hayan hecho la primera comunión.

Lo importante es que hagas algo, como amigo de Jesús, para que su amor se extienda por todo el mundo. No puedes guardarte este tesoro para ti solo. Decía Juan XXIII: “Llevaos el fuego del altar por el mundo y no las meras cenizas”. Y S. Pedro Julián Eymard: “Acordaos que todos estáis llamados a pegar fuego a las cuatro esquinas del mundo con el tizón encendido de Jesús Eucaristía”.

Y, para terminar, cantemos como niños a Jesús:

Hola, Jesús, Tú eres mi amigo.
Me quieres mucho y también te quiero yo.
Sé que estarás siempre conmigo.
Sé que te llevo aquí en mi corazón.
Amigos Tú y yo ¡Qué gran felicidad!
Amigos para siempre, amigos de verdad.

Hola, Jesús, ven a ayudarme,
cuando te llame, corriendo acudirás.
Si me caí, a levantarme.
Si estoy contento, Tú vienes a jugar.

Amigos Tú y yo.
¡Qué gran felicidad!
Amigos para siempre, amigos de verdad.

Hola, Jesús Eucaristía,
en el sagrario, esperándome Tú estás.
Quiero salvar a mis hermanos.
Ayúdame para evangelizar.

Unidos Tú y yo, en santa comunión.
Amigos para siempre, amigos de verdad.

 



Capítulo 4: Conclusión

Hemos llegado al final de estas reflexiones eucarísticas. Ojalá que, a partir de ahora, sientas un profundo amor a Jesús sacramentado. Que asistas a la misa cuantas veces te sea posible y allí te ofrezcas a Jesús y lo recibas en la comunión Que seas un verdadero amigo y apóstol de Jesús Eucaristía y lo visites todos los días. Que tu vida sea una misa. continua y que estés siempre, con tu mente y tu espíritu, en contacto con el sagrario más cercano. Así tu amor lo consolará de tantos olvidos, ofensas y sacrilegios, con que le ofenden en este sacramento.

Dale muchas gracias a Jesús por el gran regalo de tu fe católica y por su presencia real en este Sacramento Que, cuando te pregunte: ¿eres mi amigo?, ¿me amas?, puedas responderle como Pedro: “Señor; Tú lo sabes todo, Tu sabes que te quiero” (Jn 21,17) Sé un verdadero amigo de Jesús y que te sientas orgulloso de su amistad.

¡Oh hermanos! “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron” (Lc 10,23-24; Mt 13,16-17). Dichosos vosotros que tenéis fe y tenéis a disposición la perla preciosa de Jesús Eucaristía. “Dichosos los invitados a la cena del Señor”.

Que Jesús, el Rey de Reyes y el amigo que nunca falla, bendiga a todos los que lean este libro y les aumente su fe y amor. Y que María los guíe, como la estrella de Belén, para que encuentren a Jesús en la Eucaristía y lo amen con todo su corazón.

Su hermano y amigo para siempre

Ángel Peña
Agustino Recoleto