ALEGRÍA
Un compendio con frases de santos, beatos y padres de la Iglesia que nos hacen
reflexionar sobre la alegría en este tiempo pascual. La alegría del cristiano
tiene su fundamento en Dios
Es un cielo, si le puede haber en la tierra, para
quien se contenta con sólo contentar a Dios y no hace caso de contento suyo.
En queriendo algo más lo perderá todo; y alma descontenta es como quien tiene
gran hastío, que por bueno que sea el manjar le da en rostro, y lo que los
sanos comen con gran gusto le hace asco en el estómago (SANTA TERESA, Camino
de perfección, 13, 7).
Nuestro Salvador ha nacido hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar
para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la
muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa. Que nadie se
considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para
todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como
no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos.
Alégrese, pues, el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el
pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a
la vida (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 1, en la Natividad del Señor).
No dijo San Pablo que el reino de Dios consistía en la alegría de una manera
general y absoluta, sino que precisa y especifica que se trata de una alegría
o gozo en el Espíritu Santo. El sabía de sobra que existe otra alegría, una
alegría reprensible de la cual está escrito: El mundo se alegrará. ¡Ay de
vosotros, los que ahora reís, porque lloraréis! (Lc 6, 25; Jn 16, 20)
(CASIANO, Colaciones, 1, 14).
[ ..] sólo de El, cada uno de nosotros puede decir con plena verdad, junto con
San Pablo: Me amó y se entregó por mi (Gal 2, 20). De ahí debe partir vuestra
alegría más profunda, de ahí ha de venir también vuestra fuerza y vuestro
sostén. Si vosotros, por desgracia, debéis encontrar amarguras, padecer
sufrimientos, experimentar incomprensiones y hasta caer en pecado, que
rápidamente vuestro pensamiento de fe se dirija hacia Aquel que os ama siempre
y que con su amor ilimitado, como de Dios, hace superar toda prueba, llena
todos nuestros vacíos, perdona todo nuestro pecado y empuja con entusiasmo
hacia un camino nuevamente seguro y alegre (JUAN PABLO II, Disc. 11-II-1980).
Al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Cloria a Dios en el
cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor [...].
¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra
inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de
los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso? (SAN LEÓN MAGNO, Sermón
1, en la Natividad Señor).
¿No hay alegría?-Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo.-Casi siempre
acertarás (J ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 662).
Perdemos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales (SAN
GREGORIO MAGNO, Hom. 2 sobre los Evang.).
Nada hay más infeliz que la felicidad de los que pecan (SAN AGUSTIN, Catena
Aurea, vol. 1, p. 325).
El "camino de Dios" es un camino alegre
El camino de Dios es de renuncia, de mortificación, de entrega, pero no de
tristeza o de apocamiento (J. ESCRIVA LE BALAGUER, Amigos de Dios, 128).
No hay cosa que necesite más de la moderación y del freno de la razón que las
lágrimas: por quiénes se debe llorar, y cuánto, y cuándo, y cómo (SAN BASILIO,
Hom. sobre la alegría).
La alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es
espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que
Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del Hombre, no puede menos de
experimentar en lo intimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz,
abandono, resignación, gozo... ¡No apaguéis esta alegría que nace de la fe en
Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaos a
gozar de esta alegría! (JUAN PABLO II, Aloc. 241111979).
La alegría espiritual es el principal remo en esta navegación nuestra (SAN
PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 11, 4, aviso 1°).
La alegría, necesaria para hacer el bien
Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En
cambio, el triste siempre obra el mal (PASTOR DE HERMAS, Mand. 10, 1).
Alegría y dolor
Vuestras pequeñas cruces de hoy pueden ser sólo una señal de mayores
dificultades futuras. Pero la presencia de Jesús con nosotros cada dfa hasta
elfin del mundo (Mt 28, 20) es la garantía más entusiasta y, al mismo tiempo,
más realista de que no estamos solos, sino que Alguien camina con nosotros
como aquel día con los dos entristecidos discípulos de Emaús (cfr. Lc 24, 13
ss) (JUAN PABLO II, Disc. IIII-1980).
El amor trae consigo la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces en
forma de cruz. Mientras estemos en la tierra y no hayamos llegado a la
plenitud de la vida futura, no puede haber amor verdadero sin experiencia del
sacrificio, del dolor (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 43).
Los santos han vivido siempre con alegría
Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si
siempre estuvieran celebrando la Pascua (SAN ATANASIO, Carta 14).
Los seguidores de Cristo viven contentos y alegres y se glorían de su pobreza
más que los reyes de su diadema (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo,
38).
Generosidad y alegría
"Quien practique la misericordia-dice el Apóstol-, que lo haga con alegría" :
esta prontitud y diligencia duplicarán el premio de tu dádiva. Pues lo que se
of rece de mala gana y por fuerza no resulta en modo alguno agradable ni
hermoso (SAN GREGORIO NACIANCENO, Disert. 14 sobre amor a los pobres).
Si dieres el pan triste, el pan y el mérito perdiste (SAN AGUSTIN, Coment.
sobre el Salmo 48).
El mercader no se entristece gastando en las ferias lo que tiene para adquirir
sus mercancías; pero tú te entristeces (hace referencia al joven rico) dando
polvo a cambio de la vida eterna (SAN BASILIO, en Catena Aurea, val. VI, p.
313).
Alegría y filiación divina
[...] si confiáis en la divina Providencia, si os abandonáis en sus brazos
omnipotentes, nunca os faltarán los medios para servir a Dios, a la Iglesia
Santa, a las almas, sin descuidar ninguno de vuestros deberes; y gozaréis
además de una alegría y de una paz que mundus dare non potest (cfr. Jn 14,
27), que la posesión de todos los bienes terrenos no puede dar (J. ESCRIVÁ DE
BALAGUER, Amigos de Dios, 117).
La alegría, consecuencia del amor y de la lucha ascetica
Sin lucha, no se logra la victoria; sin victoria, no se alcanza la paz. Sin
paz, la alegría humana será sólo una alegría aparente [...] (J. ESCRIVA DE
BALAGUER, Es Cristo que pasa, 82).
Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto: que olvida mas nuestro contento
por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean
grandisimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces
(SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 10).
El amor produce en el hombre la perfecta alegría. En efecto, sólo disfruta de
veras el que vive en caridad (SANTO TOMAS Sobre la caridad, 1. c., 205).
Jesucristo cambia las penas en gozo
En la tierra hasta la alegría suele parar en tristeza; pero para quien vive
según Cristo, incluso las penas se truecan en gozo (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom.
sobre S. Mateo, 18).
La alegría y la esperanza del cielo
En una piadosa permisión, les permitió gozar (en el Tabor) durante un tiempo
muy corto la contemplación de la alegría que dura siempre, para hacerles
sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad (SAN BEDA, Coment. sobre S.
Marcos, 8).
Porque el reino de Dios está dentro de vosotros. Quizás da a conocer que el
reino de los cielos está en nosotros para manifestar la alegría que produce en
nuestras almas el Espiritu Santo; ella es como la imagen y el testimonio de la
constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida (SAN
GREGORIO DE NISA, en Catena Aurea, val. Vl, p. 279).
Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos
de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y
permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos
abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque
consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias (CAS!ANO,
Instituciones, 9).
El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en
el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el
sentido de que no debamos alegrarnos mientras estemos en el mundo, sino que es
una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor
(SAN AGUSTIN, Sermón 171).
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando
ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido
de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a
nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos
ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de
convertirse luego en posesión (SAN AGUSTIN, Sermón 21).
La Sagrada Eucaristía, fuente de alegría
Cristo instituyó este sacramento (de la Sagrada Eucaristía) [...]; y lo dejó a
los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia (SANTO TOMÁS,
Opúsculo 57, Fiesta del Cuerpo de Cristo).
108 Cada vez que nos reunimos en la Eucaristía somos fortalecidos en la
santidad y renovados en la alegría, pues la alegria y la santidad son el
resultado inevitable de estar más cerca de Dios. Cuando nos alimentamos con el
pan vivo que ha bajado del cielo, nos asemejamos más a nuestro Salvador
resucitado, que es la fuente de nuestra alegría, una alegría que es para todo
el pueblo (Lc 2, 10). Que la alegría y la santidad abunden siempre en vuestras
vidas y florezcan en vuestros hogares. Y que la Eucaristía sea [...] el centro
de vuestra vida, la fuente de vuestra alegría y de vuestra santidad (JUAN
PABLO Il, Hom. 2II1981).
Alegría y rectitud de intención
Siempre estarás gozoso y contento, si en todos los momentos diriges a Dios tu
vida, y si la esperanza del premio suaviza y alivia las penalidades de este
mundo (SAN BASILIO, Hom. sobre la alegría).
Alegría en las fiestas
Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual, y esa alegría la
produce la oración; por lo cual en día festivo se han de multiplicar las
plegarias (SANTO TOMÁS, Sobre los mandamientos, 1 c., 245).
La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los
pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la
creación a celebrar la resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse
y llenarse de gozo en este día en que resucitó el Señor (SAN MÁXIMO DE TURIN,
Sermón 53).