12/09/2008

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A los 13 años se pierde la fe masivamente: hagamos algo


Acaban de presentar la reciente 
Encuesta de Infancia en España 2008, a partir de entrevistas a 15.000 niños de entre 6 y 14 años, realizada por profesores de la Universidad de Comillas, con colaboración de la Fundación SM y la rama infantil-junior de Acción Católica.

 

Los datos son claros: de 6 a 11 años, el 40% de los niños van a misa casi cada semana. De 12 a 14 años, ya sólo va el 20%. Apenas 2 años de preadolescencia bastan para dividir por la mitad la práctica religiosa de los niños españoles.

 

El tema es gravísimo y merece una prioridad absoluta por parte de la Iglesia. Un 20% es casi nada. Visualicemos lo que dice el estudio. Dice que si en la clase de nuestro hijo de 14 años hay 20 alumnos, sólo 4 van a misa semanal. Evidentemente, en la cultura grupal adolescente, significa que son 4 bichos raros, con la presión que ello significa. Dejarán de ir a misa -y de ser cristianos en cualquier sentido relevante-, antes de llegar a los 18 años.

 

Es necesaria una acción seria por parte de la Iglesia en el mundo pre-adolescente. Todos saben que hay un vacío total entre la primera comunión (los 8 años) y la Confirmación (los 13-15 años). Puesto que la práctica y la fe se pierden a los 12-13 años, antes de la Confirmación (cada son menos los que llegan a este sacramento) parece evidente la necesidad de actuar sobre este periodo.

 

Y existe una fórmula perfectamente adaptada a esta edad: el escultismo cristiano. Pero cristiano de verdad. En Europa funcionan muy bien los Scouts de Europa ( http://scouts-de-europa.org ), fuente de numerosas vocaciones religiosas en Francia, por ejemplo. Sin duda hay otros grupos scouts y juveniles eficaces para transmitir la fe, pero menos extendidos de los que necesitamos. 

 

En el escultismo de 8 a 12 años, los niños y niñas son "lobatos", aprenden a escuchar, como los lobos de El Libro de la Selva a su monitor, el Lobo Sabio, Akela. De 13 a 16 años, la edad en que se forman las pandillas, los adolescentes scouts aprenden de otros adolescentes mayores, de líderes naturales. Aprenden que hay que estar "siempre dispuestos" para poder servir a los demás. La genialidad de Baden Powell al inventar los scouts fue que los mismos chavales educarían a los otros chavales, en una edad en que ya no quieren aprender de los padres. El ejemplo de un jefe de 15 años, serio y responsable, sobre un niño de 12 o 13 años, es determinante.

 

El escultismo trabaja precisamente la edad en que se pierde la fe. Por desgracia, muchos grupos "scouts" han perdido eficacia a medida que se alejaban del modelo de Baden Powell o desatendían el aspecto espiritual, religioso, que es clave, uno de los 5 pilares del escultismo. 

 

Los profesores de la Universidad de Comillas señalan además que entre un 10% y un 20% de los niños españoles están en riesgo de aislamiento social y dicen que el trabajo desde el asociacionismo es clave para que nuestros niños no repitan el modelo que ya se ha implantado en el mundo anglosajón, de niños solitarios y aislados. De nuevo, la fórmula scout parece una propuesta cuya eficacia está probada después de 100 años de forjar muchachos y muchachas líderes, y una respuesta a una necesidad social. 

 

En una sociedad blanda, el escultismo aporta reciedumbre. Y los cristianos de nuestra época -y más aún los adolescentes- necesitan ser recios y alegres. Como decía Baden Powell: "ante las dificultades, el scout sonríe y canta".

 

Con el modelo scout o con otro modelo que trabaje con chicos y chicas de 12 a 16 años, la edad en que cientos de miles de chavales desalojan a Cristo de sus vidas -vidas que rellenarán con cualquier sucedáneo-, la Iglesia debe dar prioridad absoluta a este tema.

 

Dentro de 3 años, el Papa vendrá a Madrid a las Jornadas Mundiales de la Juventud. Ojalá la Iglesia española tenga hechos sus deberes.