Joaquín Pallás

Subió a los cielos: la Ascensión en la pintura

Mientras la pintura en Occidente presenta a un Jesús humano, con llagas, en Oriente se le muestra ya en su divinidad.

Las representaciones de la Glorificación de Cristo son abundantes y se basan en cinco grandes temas, que recorren una parte del año litúrgico, concentradas en pocas fechas, y son: el descendimiento de Cristo al limbo, para redimir a los justos anteriores a su venida, la Resurrección, tema central de la vida cristiana, las diferentes apariciones, como demostración de su cuerpo glorioso, resucitado, y la Ascensión a los cielos, la Venida del Espíritu Santo, Pentecostés, a la que hay que añadir la fiesta de la Santísima Trinidad y el Corpus Christi.


La Ascensión es la última de las apariciones, independiente de la Resurrección y dogma de fe para los creyentes. Las fuentes doctrinales se encuentran en el Evangelio de San Lucas, Lc, 24, 50-53; y en los hechos de los Apóstoles, Hc 1, 9-12. San Lucas es breve en su narración, pero contundente, dice que después de la aparición a los Once, Jesús se separó de sus discípulos y se elevó a los cielos.


El texto clave para la doctrina y para la iconografía en la Edad Media, son los Hechos de los Apóstoles en los que se narra que una nube escondió a Cristo a los ojos de los Apóstoles mientras subía a los cielos.

 

También nos relatan que mientras miraban hacia lo alto, dos ángeles con vestiduras blancas se les aparecieron y les dijeron: “Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este Jesús que separándose de vosotros ha subido al cielo vendrá de la misma manera que lo habéis visto marchar”. Ya se anuncia la segunda venida de Cristo.

 

Tradiciones e iconografía


 


La Ascensión, según Mantegna
Los textos sagrados han inspirado las obras, porque la Resurrección y la Ascensión se narran con estilo parecido, en ambas escenas aparecen los dos ángeles con vestiduras blancas, y en los primeros tiempos se creía que Resurrección y Ascensión eran una misma escena, un hecho simultáneo, hasta que se definieron con claridad y cada dogma cobró su propio protagonismo.

Una tradición legendaria afirmaba que la Ascensión se produjo en lo alto del monte de los Olivos y que Cristo dejó grabadas las imprentas de las palmas de los pies en la roca.


La Ascensión aparece como iconografía en el siglo IV, con dos representaciones, una en la que Cristo es elevado al cielo por los ángeles, y otra, elevándose y encontrando la mano de Dios Padre, que lo eleva desde la nube.


A menudo, los apóstoles y los discípulos suelen ser de doce a catorce, y la figura de San Pablo ya ha sustituido a Judas Iscariote. Se trata de una composición en dos planos, al estilo de la Transfiguración y de la Asunción.


Se representa a Cristo de cuerpo entero, glorioso, como en la Transfiguración, pero desde el siglo VI, se representa a Cristo con media figura, hasta que en el Renacimiento se vuelve a la representación de la figura completa. En los siglos XVII y XVIII, el tema de la Ascensión queda en segundo plano ante el tema mariano de la Asunción de la Virgen.

 

En Oriente, el Cristo divino; en Occidente, el humano

 

En la Edad Media, las reliquias de Cristo y el culto a la Ascensión, son muy abundantes. Es un tema con varias representaciones y detalles en Oriente, una representación estática, mayestática, “divina”, en medio de la mandorla o almendra mística; en Occidente, se muestra la “humanidad” de Cristo, ascendiendo y mostrando las heridas de la Pasión.

Es una constante en todas las manifestaciones del arte religioso, que se corresponde con las dos concepciones, más divina e inmutable en Oriente, y más humana y en constante evolución en el arte occidental.


Así veía la Ascensión el Perugino


En el Renacimiento, estas escenas serán la Glorificación, el triunfo de Cristo. Por esta razón, se trabaja en miniaturas y marfiles desde el siglo IV al siglo XII; más tarde, en Bizancio, se representara en los mosaicos y en las pinturas murales; también encontramos buenos ejemplos en los Evangeliarios ingleses y franceses, sobre todo en las vidrieras; y más tarde, en el siglo XIV, en el arte italiano con una larga serie de artistas como Giotto, fra Angélico, Mantegna, Melozzo da Forli, Perugino, Correggio.