VOCACIÓN
VocTEO
 

El término vocación ha tomado diversos significados en la cultura contemporánea, poniendo siempre en el centro, con diversas modalidades, a la persona. Por vocación se entiende en primer lugar el «proyecto de vida" que elabora cada uno sobre la base de sus múltiples experiencias y en la confrontación con un sistema coherente de valores que dan sentido y dirección a la vida del individuo.

El término vocación, en sentido más amplio, puede significar la inclinación hacia una profesión determinada, un conjunto de aptitudes o cualidades que llevan hacia opciones concretas, o también el papel, la tarea y la misión que una persona se siente llamada a desempeñar en beneficio de los demás.

En el terreno religioso, vocación indica la llamada por parte de Dios, como iniciativa suya amorosa, y la respuesta de la persona en un diálogo amoroso de participación corresponsable. El problema de la vocación se presenta, por tanto, como una realidad compleja. Para poder ser entendido completamente, debe considerarse por tanto desde un doble punto de vista: por parte de Dios y por parte del hombre. Vista desde la perspectiva de Dios, la vocación se presenta como la iniciativa de Dios que se da y que al darse llama. Por parte del hombre, la vocación es una invitación, una interpelación a la que hay que dar una respuesta. Por consiguiente, la vocación es un don que se realiza en un diálogo: presupone la iniciativa de Dios y solicita una respuesta del hombre. En esta óptica el concepto vocacional se presenta como: diálogo relacional, en cuanto que se desarrolla en la relación entre Dios y el hombre; - dinámico-evolutivo, vinculado al desarrollo de la persona humana, que se ve comprometida en la vocación; - histórico-cultural, en cuanto que el hombre, que se ve comprometido en la vocación, está llamado a dar su respuesta en el contexto histórico y cultural concreto en que le ha tocado vivir.

1. Vocación común vista por parte de Dios.- El primer protagonista de la vocación es Dios, al que la Biblia indica como «el que llaman (Rom 9,1 1; cf. Gál 5,8: 1 Pe 1,15). La vocación de Dios tiene estas características fundamentales : - Es un acto de elección de la voluntad libre de Dios. Dios, por propia iniciativa, dirige su amor al hombre escogiéndolo desde antes de nacer (cf. Jr 1,5: Gál 1,15) y alcanzándolo en su vida cotidiana, sea cual fuere su realidad personal, material, espiritual, y sean cuales fueren las circunstancias concretas en que el hombre, por su propia responsabilidad, llega a encontrarse en el camino de su vida (Jr 1 ,6-7. Gál 1 ,1314; Éf 1,3-14).

- Es un acto de amor creativo, personal y único. Dios llama a una persona por su nombre (1s 43,1). «Llamar", «dar el nombre a una cosan significa en el lenguaje bíblico hacerla existir.

Dios, al llamar al hombre, lo crea según el proyecto de vida que ha pensado para él. (Gn 17 5; 1s 45,4; Jn 10,328). Dios establece entonces una relación personal y original con el hombre de tal categoría que puede decir como Newman: « He sido creado para hacer o para ser algo para lo que nunca nadie ha sido creado. Poco importa que yo sea rico o pobre, despreciado o estimado por los hombres. Dios me conoce y me llama por mi nombre. De alguna manera soy tan necesario en mi puesto como un arcángel en el suyo".

- Es un aspecto de la revelación divina. Dios se pone a la altura del hombre y entabla un diálogo con él para manifestarle quién es, qué lugar ocupa y qué es lo que Dios ha previsto en su plano para él. La llamada tiene un carácter programático, es decir, comunica al hombre el proyecto de Dios sobre él para orientar su existencia: es autoritativa, en el sentido de que vincula al hombre de una forma irrevocable: es transformadora, ya que da al que ha sido llamado la fuerza eficaz para la respuesta; es judicial, en cuanto que ilumina sobre el sentido justo que debe tener la vida de la persona llamada.

- Es una realidad dinámica. Dios llama al hombre en cada instante de su vida. La vocación es, por tanto, una realidad vital que se desarrolla progresivamente en un diálogo entre el Señor que no cesa de llamar y el creyente que no cesa de responder. Este diálogo comienza en el tiempo y termina en la eternidad (LG 48).

- Es un don universal. Dios llama a todos los hombres (cf. LG 2; AG 2: GS 22).

- Es un don para una misión. Dios llama a cada uno para que sea la manifestación de su amor a la humanidad. Por eso Dios llama para enviar a cada uno al servicio de sus hermanos, determinado por los dones particulares con que lo ha enriquecido (cf. Éx 3: 4,1-19; LG 11; AG 2, 5,36).

2. Vocación y vocaciones.- El concepto de vocación es hoy más amplio que la noción que durante tantos años significaba sólo las vocaciones sacerdotales y religiosas. La vocación, en el sentido actual de la palabra, interesa a todos: a los adolescentes, a los jóvenes y a los adultos. Desde el punto de vista teológico, el discurso sobre la vocación se articula hoy de esta manera: vocación a la vida. vocación a realizar la propia vida en Cristo y en la Iglesia, las vocaciones específicas en la Iglesia.

La llamada a la vida. La primera gran vocación se identifica con la llamada a la vida. Toda vida es vocación; por esta vocación, que es personal, el hombre puede vivir en comunión con Dios, siendo capaz de dialogar con él, de colaborar con él. El hombre creado a imagen de Dios está llamado por vocación a realizarse a nivel individual y comunitario en alianza con él.

La llamada a la vida con Cristo. El punto culminante de la vocación es la llamada a la unión con Cristo. La llamada de Dios Creador, que se dirige a cada uno de los seres humanos, se concreta históricamente en la llamada a la salvación universal en Cristo, hacia el que tiende toda la historia como término y modelo. La elección-vocación del hombre en Cristo es personal y está inscrita desde siempre en un proyecto que el Padre tiene para él. Esta llamada a realizar la propia vida en comunión con el Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo es la suprema realización individual y comunitaria del hombre. Esta llamada se actúa en la Iglesia, que es el «sacramento" de salvación para todos los hombres (LG 1).

Todo cristiano ocupa en la Iglesia su propio lugar y realiza su propia misión por medio del don particular recibido del Espíritu Santo. Este don del Espíritu Santo, llamado carisma, es lo que especifica, lo que hace personal e irrepetible la vocación idéntica de todos.

De la variedad de carismas nacen las diversas ocasiones específicas: por eso se puede hablar no sólo de la vocación, sino de «las vocaciones". Todo cristiano, para ser auténtico protagonista en la Iglesia, tiene que comprometerse a descubrir y a realizar su propia vocación específica.

3. Las vocaciones específicas en la Iglesia.- Además de la vocación común a la vida y a la comunión con Cristo en la Iglesia, hay vocaciones específicas que constituyen en la Iglesia los elementos básicos de su vida y de su misión. Estas vocaciones son la respuesta que el Espíritu Santo da a las nuevas necesidades de la Iglesia. Las vocaciones específicas con que el Espíritu Santo ha enriquecido actualmente a la Iglesia se pueden subdividir en dos grandes categorías :

vocaciones a los ministerios eclesiales, es decir, a los servicios destinados directamente al bien de la comunidad cristiana: ministerios ordenados (episcopado, presbiterado, diaconado), ministerios instituidos (lectorado, acolitado), ministerios de hecho (por ejemplo, los ministros extraordinarios de la eucaristía, los catequistas, etc.);

- vocaciones a las formas de vida, es decir, modos de actuar la vocación cristiana en diversas condiciones de vida: matrimonio cristiano, viudez, consagración en los institutos seculares, virginidad y celibato con vistas al Reino de los cielos.

Toda vocación específica es limitada, ya que expresa solamente una parte de la riqueza de los dones de Cristo.

Por eso toda vocación específica tiene necesidad de todas las otras vocaciones: las diversas vocaciones específicas son complementarias, se completan mutuamente. Este hecho requiere en primer lugar el conocimiento de las diversas vocaciones con las que el Espíritu Santo enriquece hoy a la Iglesia; en segundo lugar, la comprensión de otras vocaciones que no son las nuestras, pero que forman parte de la Iglesia; en tercer lugar, el aprecio de todas las vocaciones. La Iglesia debe preocuparse del desarrollo de todas las vocaciones que suscita el Espíritu Santo para su bien. Todas las vocaciones están al servicio del crecimiento; son modalidades diversas que se unifican profundamente en el "misterio de la comunión» de la Iglesia. De esta manera, el misterio único e idéntico de la Iglesia revela y revive en la variedad de las vocaciones la riqueza infinita del misterio de Cristo.

T Bargiel

Bibl.: L. Coenen, Llamada. en DTNT 111, 914; G. Emonnet, Vocación cristiana en la Biblia, San Pablo, Madrid 1970; L, González Quevedo - E, Martínez, Vocación, en DTVC, 1824-1887, A, Guerra, Vocación, en CFP lO44-1O52~ L, M. Rulla, Psicologia profunda y vocación, 2 vols., Atenas. Madrid 1984i985; J de Sahagún Lucas, La vida sacerdotal y religiosa. Antropologia y existencia, Atenas, Madrid 1986.