VIRTUDES MORALES
VocTEO
 

La virtud es una categoría fundamental de la reflexión ética occidental, constantemente presente en la literatura moral, que desde hace algunos años conoce un relanzamiento en el debate ético contemporáneo.

La razón de la continua presencia de la categoría de la virtud tiene que buscarse en la centralidad de su naturaleza antropológica. La investigación sobre la esencia de la virtud no se puede separar de la investigación sobre la naturaleza biológica, onto-psicológica y ontológico-metafísica del hombre.

Por eso mismo la reflexión ética ha intentado a lo largo de los siglos destacar la importancia de la práctica de las virtudes para el individuo y la sociedad.

El término griego arete tiene un amplio espectro de significados, relativos todos ellos a una excelencia o prestigio en una actividad. Con Sócrates, que la identifica con la ciencia moral, adquiere una connotación particular y se convierte en una categoría fundamental de la reflexión filosófico-ética. Platón y Aristóteles afinan su definición y clasifican las virtudes según las diversas funciones del alma (Platón, Rep., 11, 360ss; Aristóteles, Eth. ad Nic., 11, 499ss). El interés de Aristóteles resulta evidente en la definición de la virtud: « Una disposición se refiere a la elección, que consiste en el punto medio respecto a nosotros, determinada a partir de un criterio, y concretamente del criterio sobre el que la determinaría el hombre sabio» (Eth. ad Nic., 11, 1107a).

En el mundo latino la virtud indica la madurez y la fuerza (virtus de viris = varón, fuerza: Cicerón, Tuscul. 11, 18). En el judaísmo suele tener un carácter religioso (Sab 8,7, 2 Mac 10,28); a veces indica el acto por el que Dios se da a conocer (Filón, Spec. leg. 1, 209).

En el Nuevo Testamento el término es bastante raro (por ejemplo, Flp 4,8; 1 Pe 2,9. 2 Pe 1,5), pero siempre en contextos específicos que hay que referir normalmente al ámbito religioso.

El concepto está ampliamente presente en los santos Padres (Agustín, De lib. arb., 1, 11).

En la Edad Media la reflexión sobre la virtud conoce una sistematización y una clara teorización, sobre todo en santo Tomás, que la encuadra en un contexto de antropología metafísica (5. Th. 1-1, qq. 55-67).

La complejidad de la categoría moral de la virtud desde el punto de vista antropológico permite varias aproximaciones sistemáticas : genética (la virtud como habitus, hábito o costumbre), ontopsicológica (la virtud como rasgo del carácter), deontológica (la virtud como capacitación para actuar en relación con el bien, personal o social), teleológica -eudemonística o finalista- (la virtud como habilitación para las operaciones que requiere la vida feliz). La virtud, aunque puede definirse en sí misma, debe colocarse siempre en un contexto de teoría moral particular dentro del cual deberá ser interpretada. Por esta razón, el debate actual sobre el datum originale de la moral, o sea, la cuestión de si la moral debe concentrarse en la acción, en el deber, en el sujeto agente, etc., repercute también en el concepto que se tiene de la virtud.

La virtud es una disposición, una capacitación, adquirida por la repetición de actos, que perfecciona una facultad del hombre en orden al obrar moral, que tiende a la realización de la vida buena. En cuanto disposición, no se identifica con la acción, sino que la precede como disposición estable.

La virtud es una disposición perfectiva de la facultad: esta cualificación supone la actividad de la razón, la determinación del bien y de los bienes del hombre, de la finalidad última del hombre y de las finalidades intermedias. En el obrar moral el hombre se ve implicado en su totalidad de persona que tiende a la realización de su humanidad, mediante la determinación del verdadero bien, perseguido con unos rasgos únicos e irrepetibles. El desnivel entre la naturaleza humana específica y la naturaleza humana individual convierte a la identificación del bien «en situación» (y, en consecuencia, al obrar moral) en un recorrido accidentado, que necesita estabilizarse: de ahí la necesidad de la virtud.

La complejidad de la naturaleza humana hace referencia a una multiplicidad de bienes particulares; por eso la virtud está doblemente anclada: en la facultad humana (sujeto) en que se arraiga, que tiene una tendencia unitaria al objeto; y en el bien que hay que realizar (objeto), que es por el contrario múltiple, diverso, variado, circunstanciado. Por eso mismo las virtudes son múltiples y se hicieron de ellas en el pasado varias clasificaciones, a pesar de que hoy se tiende a no clasificarlas en esquemas rígidos. De todas formas, pueden reducirse a amplias categorías basadas en las facultades que perfeccionan al ser humano (entendimiento, voluntad, afectividad-corporeidad).

Tradicionalmente las virtudes se distinguen en intelectuales y morales, según las facultades humanas que perfeccionan; son cardinales y teologales, según su objeto; adquiridas o infusas, según el origen de su adquisición (las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad son siempre infusas).

T Rossi

Bibl.: T Goffi. Virtudes morales, en DTI, 1V, 679-700; J R. Pieper, Las virtudes fundamentales. Rialp, Madrid 1980: D, von Hildebrand, Santidad y virtud en el mundo, Rialp, Madrid 1972: 5, Pinckaers, La renovación de la moral, Verbo Divino. Estella 1971.