VIDA
VocTEO
 

Es una realidad analógica. En el ámbito de las ciencias naturales no es posible definir la vida a través de parámetros específicos. Es propio de la vida: la autosíntesis, es decir, tener un propio programa y la capacidad de desarrollarlo; la autoduplicación, es decir, la capacidad de duplicar el programa; la adaptación, es decir, la capacidad de adaptarse al ambiente (o de reaccionar a los estímulos ambientales) de manera que se haga posible la realización del programa. Desde el punto de vista filosófico se puede decir que son propias de la vida la espontaneidad y la inmanencia. El ciclo vital tiene su principio en el mismo viviente y se concluye en él tanto más íntimamente cuanto más alta es la forma de vida. Es propio del viviente tanto el poseerse a sí mismo como el abrirse a su ambiente. En Dios la vida se identifica con su ser en cuanto plenitud de perfección siempre en acto.

A la luz de la revelación, la vida en Dios es plenitud de conocimiento y de amor entre las tres divinas Personas, poseída y comunicada. La vida divina participada a las criaturas espirituales en Cristo y en el Espíritu constituye la vida eterna, iniciada va durante la existencia terrena.

En el ámbito de la filosofía griega, Aristóteles señala el principio de los seres vivos en el alma, «entelequia primera de un cuerpo orgánico» distinguiendo diversos grados de vida: vegetativa, animal y finalmente el hombre, en quien se une al pensamiento (nous) como espíritu que proviene de fuera. La vida plena y perfecta es la del motor inmóvil, «pensamiento del pensamiento».

En la Biblia, en el Antiguo Testamento se emplea el término hajjah (griego, zoe) y mefésh (griego, psyché). La vida se relaciona con la respiración, con la sangre, con el movimiento. Para el hebreo es el bien mayor, a pesar de su brevedad. Llegar a la vejez es una bendición especial (Job 42,17). Después del pecado la vida sana y plena no es ya la vida real: el dolor y la muerte la hacen penosa, pero la vida es siempre un don de Dios al hombre, que tiene la finalidad de que éste se una al Creador en el cumplimiento de su ley (Dt 4,1: Jr 2,13). La vida que trasciende la muerte aparece al hablar de los justos (2 Mac 723; Sab 3,1). En el Nuevo Testamento la principal novedad reside en el hecho de que Cristo es la vida (Jn 14,6). Por amor al Padre y a los suyos, él "da la vida» (Jn 10,11-15), pero la vuelve a tomar en la resurrección.

El sentido de la vida se ensancha hasta llegar a indicar la vida eterna. En relación con ella, la vida en la tierra queda relativizada (Mt 16,25). Para el cristiano, ya desde ahora su vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). La resurrección final es el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte (Ap 21,4; 20,14), va que entonces Dios será todo en todos (1 Cor 15,28).

Los pensadores cristianos de los primeros siglos trataron el tema de la vida a la luz de la relación del hombre con Dios. Bajo el influjo neoplatónico Agustín se plantea el tema de la vida bienaventurada: Dios es la vida bienaventurada y, cuando el hombre se une a él, vive en toda su plenitud y felicidad. San Bernardo ( 1090-1153) desarrolla una idea semejante. Distingue entre ser, sentir, vivir y vivir de forma bienaventurada. Solamente el alma humana es vida a semejanza del Verbo: vive en sí misma y es fuente de vida. Después del pecado está en un estado de «muerte vital», del que sólo puede resurgir con la ayuda del Verbo (Super cantica, 81,2,3 - 3,5).

En el pensamiento escolástico, santo Tomás se enfrenta con el tema de la vida a partir de las categorías aristotélicas, pero las trasciende. El alma humana, única forma del cuerpo, le comunica la vida y el ser. Dios es vida espontánea e inmanente, en sumo grado (S. Th. 1, q. 18, a. 3). El pensamiento moderno no mantiene la unidad sustancial del hombre y el dualismo cartesiano abre el camino a concepciones unilaterales de la vida como pura materia o puro espíritu.

En el ámbito teológico contemporáneo, Teilhard de Chardin (1881-1955) ha concebido la evolución cósmica como paso de la materia a la biosfera, y de ésta a la noosfera. El vértice de la evolución se consigue a través de la discontinuidad de la muerte por un paroxismo de vida, que lleva consigo la cristificación del hombre y de todo el universo. Su posición fue objeto de un Monitum del Santo Oficio (AAS 53 119.521 526).

El Vaticano II subraya la importancia de la vida humana, tanto en su unidad de cuerpo y alma (GS t4) como en todas las dimensiones: social, familiar política, económica, cultural (GS 46] 90).

Actualmente se ha desarrollado un interés teológico particular por la vida humana en su corporeidad y en su relación con el ambiente (ecología).

E. C Rava

Bibl.: P. Sardi, Vida, en DTI, 1V, 615-637; F Mussner, Vida, en CFT, 1V 451-458; H. J: Link, Vida, en DTNT 1V 354-364; Cl. Tresmontant, Ensayo sobre el pensamiento hebreo, Madrid 1962; J L. Ruiz de la Peña, El problema alma-cuerpo, en Imagen de Dios, Sal Terrae, Santander 1988. 91-151.