VALOR
VocTEO
 

La especulación filosófica se interesó desde sus orígenes por el bien y por su conceptualización. En la tradición griega el bien tiene un valor ontológico que lo hace deseable. Los estoicos fueron los primeros en hablar de valores, señalándolos como realidades a las que no se podía dar una cualificación moral ni de bien ni de mal. Pero la indiferencia moral no impedía que pudieran representar algo positivo o negativo para el individuo, que los convertía en objetos deseables o rechazables. En el helenismo y en la tradición bíblica el término tiene matices propios, que hacen referencia a una correspondencia entre el mérito y el premio, y por tanto a la idea de un «obrar conforme a...".

En la reflexión posterior sobre el bien, sobre los trascendentales, sobre la ley natural -por citar algunos ámbitos temáticos más cercano- se encuentran elementos que pueden referirse a los valores, pero que nunca llegaron a explicitarse u objetivarse.

La axiología como tal (ciencia de los valores) empieza solamente en el siglo XIX, cuando el término, procedente del ámbito económico, se extendió, sobre todo por obra de Windelband, a otros terrenos de la vida humana. A continuación se desarrollaron diversos sistemas de valores, con eminentes representantes por todo el mundo: en Alemania (Scheler, Hildebrand, N. Hartmann), en Francia (Le Senne, Lavelle), en los Estados Unidos (Perry ).

El lenguaje común pone generalmente en evidencia un aspecto particular del término «valor" : la importancia existencial que tiene para quien habla de él. El valor es algo que merece existir, ser apreciado y realizado, y que posee una calidad intrínseca que es percibida por el hombre como algo digno, válido, deseable.

Si el doble polo temático (valor/percepción del mismo), implícito en la definición descriptiva que hemos dado, es evidente, no lo es tanto la relación que se establece entre los dos términos; por consiguiente, hay dos cuestiones que encierran un especial interés en la teoría de los valores: la relativa al estatuto ontológico de los valores y la relativa al conocimiento de los mismos por parte del hombre.

Son tres las orientaciones de pensamiento a propósito del estatuto ontológico de los valores: la primera, subjetivista, según la cual los valores serían estados subjetivos, constituidos en la existencia por la respuesta del sujeto: cualquier cosa adquiere valor cuando es objeto de deseo, de interés, de aprecio, de estima (Carnap, Sartre, Perry).

La segunda orientación, objetivista, considera los valores como inherentes al objeto y subsistentes, prescindiendo de la percepción que se tenga de ellos (Scheler Hartmann); la tercera, también objetivista, pero más moderada que la orientación anterior, los considera como realidades objetivas, pero no subsistentes (Maritain, De Finance).

En lo que atañe al conocimiento de los valores por parte del hombre se observan posiciones diversas: emotivista (los valores se captan a través del sentimiento), intuicionista (los valores se captan mediante una intuición), voluntarista (con diversas orientaciones que afirman su conocimiento a través de la tradición o del consenso social).

Una cuestión esencial en todas las teorías de los valores es la relativa a la va que, dada jerarquía de los mismos, la complejidad de la noción de valor, su clasificación jerárquica significa captar su especificidad, evidenciar su estructuración y articulación y esbozar una deontología de comportamiento para el hombre frente a valores de distinta naturaleza o conflictos de valores. Las jerarquías de valores son múltiples y con diversos fundamentos en los diversos autores (es especialmente esmerada la de Scheler), aunque aparecen analogías, puntos de contacto entre ellos y a menudo una identidad material, aunque con una terminología diversa.

La noción de valor moral presupone la de valor. Por eso es evidente que los valores morales no constituyen la expresión exhaustiva de los valores: existen valores estéticos, políticos, económicos, legales, religiosos, que se subdividen a su vez dentro de cada categoría.

El valor moral, mientras que por un lado puede definirse en último análisis como el contenido material de la dignidad del hombre, implicando por eso mismo todo lo que se le exige de bueno y de justo (objetos de las virtudes, finalidad de las mismas, etc.), postula por otro lado una relación peculiar entre la persona y los bienes que ella realiza a través de sus actos. Por eso se habla de valor moral de una persona, de un acto o de un estado de cosas.

La óptica personalista, que sitúa a la persona en una perspectiva de valores absoluta, da una tonalidad particular a la concepción del valor moral y a su esencialidad para la autorrealización de la persona.

La fisonomía peculiar del valor lo coloca también en posición estratégica en lo que se refiere a la problemática sobre el lenguaje moral (juicio de valor) y sobre la fundamentación de las normas morales (y consiguientemente sobre la mutabilidad de las normas y de los valores).

Una aportación indirecta, pero ciertamente interesante, a la axiología es la que proviene de la psicología, sobre todo a la hora de ejemplificar y de clasificar las diversas necesidades del hombre, que dicen referencia los bienes humanos a los que son inherentes determinados valores.

T Rossi

Bibl.: M. Vidal, Los valores, las normas y los juicios , en Moral de actitudes, 1, PS, Madrid 1981, 421-484: R. Larrañeta, Una moral de felicidad, San Esteban, Salamanca 1979. AA. VV , Los valores morales, PPC. Madrid 1977: D. Bridges, Valor, autoridad y educación, Anaya, Madrid 1979.